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ESCRITOR E INTELECTUAL COHERENTE

ARLINDO

Luciano Guillermo

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En un político de oficio es entendible la incoherencia, decir una cosa y hacer otra, prometer e incumplir; son las reglas de la política tal como la conocemos. En un escritor hay más posibilidad de que haya congruencia entre el ejercicio de la creación literaria y la opinión pública. Un escritor está en todo el derecho de ser liberal, comunista, socialdemócrata, caviar, “izquierdista necio y jurásico” o mantenerse al margen de los hechos políticos; eso es legítimo. El silencio consciente es infame.

El viernes 17 de marzo ha fallecido Jorge Edwards, tenía 91 años, vivía en Madrid. Escritor, intelectual, diplomático, estuvo en Cuba por encargo de Salvador Allende, amigo íntimo de Pablo Neruda, supo denunciar y deslindar con valentía y firmeza, siendo de posiciones izquierdistas y creyente en el socialismo, como Vargas Llosa en la década del 70, el autoritarismo de Fidel Castro y la revolución en contra del poeta Heberto Padilla. Era de los que creía que el escritor debía defender su autonomía ante el poder político. No por ser partidario de la Revolución cubana tenía que estar de rodillas ante Fidel y decir sí a todo. Era un escritor e intelectual que actuaba con libertad y coherencia. Augusto Pinochet lo retiró del servicio diplomático por condenar el golpe militar contra el gobierno de Salvador Allende. Como todo dictador y alérgico al “poder subversivo de la literatura”, prohibió la circulación de Persona non grata en Chile. ¿Qué le incomodaba a Pinochet la novela de Jorge Edwards? Sencillo: reivindicaba la Revolución cubana a pesar de sus defectos, excesos y distorsiones. En El fuego de la imaginación (2023), Mario Vargas Llosa escribe: “El libro describe los meses que pasó [Jorge Edwards] en Cuba, como encargado de negocios, enviado por el flamante gobierno de la Unidad Popular para reabrir las relaciones que Chile había roto siguiendo los dictados de la OEA” (Pág. 148). Era un escritor comprometido con la libertad y la democracia.

Persona non grata (1973) demostró que la Revolución cubana era pasible de crítica y confrontación por la literatura y un escritor chileno que creía que el socialismo era el remedio y la solución política y social para las injusticias de los pueblos de América Latina. Jorge Edwards no integra el “club del boom de la novela latinoamericana”. Persona non grata fue publicada 10 después de La ciudad y los perros y Rayuela, seis de Cien años de soledad y 11 de La muerte de Artemio Cruz. En una oportunidad dijo: “Mientras los escritores del boom latinoamericano iban a congresos literarios, yo acompañaba a los políticos a comprar calcetines. Pero no ser parte del boom, de aquella moda, no me perjudicó. Porque creo que el boom empezó mucho antes de lo que creen. Tal vez empezar tarde impidió mi decrepitud literaria”. De él afirma Raúl Tola: “Perdemos al escritor, pero también a la figura ética, que nunca temió -con elegancia y humor- llamar a las cosas por su nombre”. (La República. 18-3-2023). Persona non grata advertía, como resultado de las vivencias directas en Cuba, desde el testimonio y el ensayo, el coraje y el desengaño, que el socialismo cubano iba por el camino de la dictadura y la restricción de los derechos civiles y el amordazamiento de los escritores discrepantes e independientes. ¿Cuál fue el pecado o blasfemia ideológica del poeta Padilla contra la Revolución cubana? Simple: ejercer su libertad de pensamiento. Así lo explica Vargas Llosa: el poeta Heberto Padilla, “luego de publicar un libro de poesía de título insolente (Fuera del juego), que le acarreó la ira del ejército y de la UNEAC (Unión Nacional de Escritores y Artistas), se había permitido atacar en un artículo a un escritor-funcionario de alta graduación, Lisandro Otero, entonces viceministro de cultura, y reprobar el que la prensa cultural revolucionaria pusiera por las nubes una mediocre novelita de este, Pasión de Urbino, mientras pasaba bajo silencio la aparición en Barcelona de Tres tristes tigres de Cabrera Infante…” (Pág. 150). Heberto Padilla fue acusado de contrarrevolucionario, humillado, encarcelado y obligado a retractarse públicamente. Los regímenes políticos e institucionales tienen esbirros, plumíferos, lacayos, sirvientes a disposición, perros mastines que salen a ladrar cuando alguien osa atacar al patrón. Recientemente, Sergio Ramírez (extraordinario novelista, Premio Cervantes, autor de Margarita, está linda la mar sobre Rubén Darío) y Gioconda Belli fueron despojados de su nacionalidad por el sátrapa Daniel Ortega, excombatiente sandinista, camarada de Edén Pastora, Tomas Borge y Ernesto Cardenal. No hay nada más digno que un escritor e intelectual libre y autónomo.

Un escritor literario con opinión en los medios de comunicación, el intelectual escritor, debe leer, casi por necesidad e instrucción, el libro El whisky de los poetas (1997) de Jorge Edwards, notable conjunto de crónicas, argumento político, estudio de investigación, artículos, ensayos y comentarios sobre diversos temas, escritos con el oficio de gran novelista, analista político, lejos de la especulación y la adjetivación. En el texto “La mala memoria” dice: “Siempre se ha dicho que los escritores contribuyen a sostener la memoria histórica de los países. Por eso, en la mayoría de los casos, reciben palos en vida y honores póstumos. Balzac definía al novelista como el historiador privado de las naciones: el hombre que reconstruye, utilizando andamios verbales, la vida secreta, afectiva, artística, social, económica, de una sociedad en una época determinada. Sin la Comedia humana, nunca podríamos saber exactamente lo que fue la Restauración, el ascenso de la burguesía francesa en el siglo XIX, los comienzos de la banca moderna” (Pág. 49). Es lo que hizo en Persona non grata. En el discurso del Premio Cervantes, 1999, dijo: “Hice muchas cosas, pero siempre la tarea principal, de noche, de madrugada, en espacios de tiempo robado, al margen de documentos oficiales, fue la de escribir ficciones, o la de introducir en la multiplicidad de los sucesos, en el enigma del pasado, en los recovecos de la memoria, una coherencia, una estructura narrativa que siempre, en definitiva, era imaginación, arte de la palabra”.

Chile tiene dos premios Nobel de Literatura: Gabriela Mistral y Pablo Neruda. A Jorge Edwards no hay que verlo solo como un gran escritor y diplomático, sino también, y creo que por ahí va su trascendencia, como un ciudadano de convicciones, de apertura democrática, resiliente a la adversidad, de actitud bizarra, que jamás reculó en sus principios ni se puso de hinojos ante el poder político. Supo darle dignidad y honor a su oficio de escritor e intelectual. Ser escritor de izquierda, ayer y hoy, no es pecado ni infracción, lo que cuenta es la coherencia y la consecuencia de los actos.

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