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Harina y albahaca
Por:AlcidesCastagno mente si las mujeres estaban en condiciones de criar a Lucio, que vivía con sus abuelos. editorial@diariocastellanos.net
El viaje fue largo. Cuando nuestra llanura interminable comenzó a encerrarse entre montañas, supimos que Tucumán iba quedando atrás y Salta lucía su herencia elegante y múltiple. Volveríamosdespués:nuestrametaera Jujuy,sucarnaval,susmontañas,abras y quebradas, pero especialmente -muy especialmente- el color propio del carnaval. Sólo habíamos cantado y bailado enlaescuelalossonespintorescos,ilustrados con una vestimenta que mamá y la maestra concebían caprichosamente. Ahora estábamos ahí, libres para detenernos y compartir un desayuno al paso con gente de baja estatura, silenciosos, morenos.
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Por el caso, el Congreso tramita una ley que fija un plan para que agentes públicos de todos los niveles se capaciten obligatoriamente en derechos de la infancia y violencias contra la niñez. Tiene media sanción en Diputados y espera en Senadores. Otra urgencia demorada por "la grieta".
Las estadísticas del 102 también revelan que un 43% de los pedidos son hechos por adultos del entorno de la víctima (familiares, vecinos), un 38% anónimos y sólo el 1% de quienesllamansonniños.Haceañosque no hay campañas sistemáticas de educación y concientización sobre las violencias a niños, niñas y adolescentes. Sí hay evidencias de que laEduaciónSexualIntegral(ESI),tan denostada por algunos, ha servido de instancia de denuncia.
El juicio también deja lecciones a funcionarios, profesionales y medios. Su difusión a menudo no siguió criterios adecuados para evitar revictimizar a los afectados por la violencia, la reiteración de imágenes que identifiquen a los implicados, difundir versiones no constatadas por fuentes fiables y no exponer a niños, niñas y adolescentes. También se abusó de los juicios de valor y relatos tendenciosos, que incriminan anticipadamente a las personas juzgadas.
Como bien señala el abogado constitucionalista Roberto Gargarella, la rabia y el estupor por casos aberrantes no debe hacer concluir automáticamente que "más justicia es lograr la pena más alta". Sin avalar la impunidad, debemos cuestionar si lo que queremos como sociedad es aprender de los hechos o sólo infundir miedo "para disuadir al resto". Si el Estado es sólo un instrumento de venganza colectiva para "darle a alguien su merecido" o para "reformar y reintegrar" a los criminales, como manda la Constitución.
En definitiva, ver si somos capaces de un consenso social que deje de naturalizar la violencia en la crianza de niños, niñas y adolescentes, comprometernos y dar respuestas comunitarias e institucionales en la prevención y denuncia de estos abusos.
No paramos en San Salvador, nos esperaba Humahuaca, mítico nombre con folclore propio. El caserío inicial, de paredes grises con techo amarronado, calles angostas empedradas con guijarros,nossumergiódellenoenlaescenografía justa para esperar el día siguiente,enunapensióndondepudimosconocer de cerca la simple cordialidad anfitrionadelafamiliahumahuaqueña.
Humahuaca
Alcaminarhacialaplazacentralnos cruzamosconjóvenesvestidosdecarnaval, muchachas con polleras de carnaval, hombres y mujeres -de a uno o de a dos-conrostrosdecarnaval,todoshacia elmodestocampanario,delcualsaldría la figura del santo, de brazos abiertos, que le ponía hora y momento al comienzo de la fiesta popular. Ante su aparición, gritos, cantos, una nube de harina envolviendo a todos, sin quejas ni huidas y el ramito de albahaca que alguna mano desconocida coloca sobre la oreja, se transforman en una credencial que habilita para saludar, cantar, hacer rondas, formar parte de la celebración. El martes anterior había comenzado con el topamiento de la juventud, caravana que partía hacia cualquier lugar, con total libertad, sin preguntas ni promesas. No faltan muchachas que dejan su casa con algún aviso, a las que simplemente se las lleva el carnaval, seguramente con el joven que le propuso "sirviñaco", palabra que designa a un período de prueba de convivencia de la pareja como antesala de un posible matrimonio.
Apenas inaugurado, el carnaval ve avanzar por una de las calles el topamiento de las comadres, una columna de mujeres casi oculta por la harina. Esta hilera se balanceaba, hasta el año pasado, al son de la caja de las hermanas Cari, tradicionales copleras que abandonaron su liderazgo, comenzado en 1980. Ellas con sus seguidoras ocupaban un pequeño anfiteatro destinado al festival de la copla, que hoy continúa sin ellas; para darle color -y sabor- al lado se realiza el concurso de chicha, con jurado especializado y entusiastas degustadores. Al mismo tiempo, a la entrada de la plazoleta que preside el colosal monumento a los Héroes de la Independencia, la Municipalidad obsequia con un vaso de aperitivo con limón y hielo a modo de introducción a las libaciones posteriores.
Más tarde, la misa de las comparsas evoca a la inculturización -que el tiempo se encargó de hermanar- entre las tradiciones incaicas y el catolicismo. El curita, de evidente ascendencia coya, bendice los estandartes y se esfuerza por aclarar que el diablito que preside el carnaval es la personificación de la alegría, no del mal.
La Bajada de Uquía
Un lugareño bien intencionado nos sugirió llegarnos hasta Uquía para participar del acto imponente de la bajada y desentierro del diablito que, en forma de muñeco, había sido enterrado al finalizar el carnaval del año anterior. Al pie de la pronunciada pendiente por donde bajará la diablada se levanta la "apacheta", una especie de monumento hecho de hierbas, bebidas, frutos y cuantas ofrendas depositan los lugareños para el pícaro "Pujllay", que en quechua significa baile, alegría, diversión.
La bomba de estruendo despierta alaridos de atención. Todos miramos hacia arriba, donde al contraluz del atardecer asoman poco a poco algunas siluetas. De pronto, respondiendo al llamado, entre gritos y gestos, se lanza la diablada hacia abajo, salta de piedra en piedra, toma senderos apenas visibles; son decenas de figuras con penachos, colores, lentejuelas, la total desarmonía expresiva. Muchos ojos se dirigen a esa mujer que baja entre saltosyvoces,esquivaobstáculosyllegaal final de la cuesta a plena risa entre brillosycanas;tiene82años,nosdicen, y siempre ha estado. La ronda del carnavalito en torno de la apacheta se hace abigarrada, hasta que alguien extrae el muñeco simbólico; llevado en alto, presidirá la comparsa que ya se encamina en forma de procesión pagana. Es la maravilla de la alegría que une, de la cultura que se transmite y multiplica a través de los siglos. La noche espera en las carpas, que hoy se han convertido en galpones de bailes interminables.
Cumbres y colores
Aldíasiguiente,arriba,enIruya,ese pueblo que cuelga de las nubes y al que se llega con dificultad, nos encontramos con la bajada de los jinetes: decenas de hombres y mujeres, montados en caballos y mulas, tanto o más ataviados que los propios jinetes, descienden al encuentro de su propio Pujllay. Desdeelmiradorpodemosescucharlos cascos que el abra transmite y amplifica.
Mientras se nos llenan los ojos con loscoloresdePurmamarcaysuferiade montañas, ponchos y atavíos, un señor nos habla con entusiasmo de Uquía y sus ángeles arcabuceros. Hacia allá partimos. La iglesia de San Francisco de Paula, en Uquía, fue construida en 1691; en sus paredes interiores aparecen los cuadros con pinturas de los ÁngelesArcabuceros,representaciones nunca vistas de ángeles espléndidamente ataviados que empuñan arcabuces en vez de la tradicional espada. Nos dicen que pertenecen a la cultura del Cuzco, del período colonial, desde donde se distribuyeron por Perú, Bolivia, Chile y el norte argentino, específicamente Uquía. No podíamos dejar de verlos; oír su significado, origen y simbología nos tuvo ligados a un arte desconocido.
Por las calles de Tilcara seguían pasando las comparsas con sus trompetas, redoblantes, la nube de harina y el perfume de cerveza acumulado. Nos vamos alejando de chayas y carnavalitos, de coyas chumaditos hasta la mañana. El hombre sentado nos mira pasar: "El Juan y la María se jueron juntos y no han vuelto… se los llevó el carnaval".
SE MANTIENEN LOS ÍNDICES DE CRECIMIENTO