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3 de diciembre: Día del Médico La elección de esta fecha fue propuesta por la Confederación Panamericana de Dallas, Texas, en 1953. La misma se tomó en cuenta ya que se conmemoraba el nacimiento del Dr. Carlos J. Finlay (1853-1915), médico cubano que descubrió el agente transmisor de la fiebre amarilla. La elección de la fecha es emblemática porque el descubrimiento sentó las bases de una línea de investigación importantísima: se demostró la intervención causal de un virus y la transmisión de éste por la picadura de un insecto, el mosquito Aedes aegypti. Los dos símbolos que tradicionalmente sirvieron para
representar a la Medicina a través de los años fueron: El caduceo de Mercurio (Hermes): la figura muestra dos serpientes enrolladas, mirándose frente a frente y separadas por una varita, con un par de alas sobre ellas. Este símbolo de la Medicina se utilizó por primera vez en el Cuerpo Médico de los Es-
Caduceo de Mercurio: Símbolo que representa a la medicina
tados Unidos. El bastón de Esculapio (Aesclepes): el ejército americano, desde 1818, contó con su cuerpo médico, dirigido por un cirujano general. Su símbolo distintivo fue, primeramente, el báculo de Aesclepes o Esculapio, que tiene una sola serpiente con media vuelta alrededor de un bastón. Hacia finales del siglo XIX el distintivo se cambió. Ambos símbolos tienen una profunda razón de ser. Desde el inicio, su uso se propagó a muchos países y fue adoptado por gran número de sociedades médicas, universidades, etc. Siempre existió una gran controversia sobre cuál es el símbolo que mejor representa a la profesión médica. La escuela de Medicina de la Universidad de Rochester, New York, decidió reemplazar el caduceo por el báculo de Esculapio, como signo oficial de la institución, en octubre de 1985. La razón que sustentó tal decisión fue que de esta manera se volvía a colocar a Esculapio en el lugar que le correspondía como el verdadero representante de la profesión médica. Así se dejaba de lado a Mercurio, que no era precisamente el más idóneo pues ya había sido
empleado como ícono por varias compañías comerciales. Al margen de ello, este dios (existe tanto en la mitología griega como en la romana) estaba relacionado con otras actividades, formalmente muy lejanas de la medicina. Mercurio se asocia con ladrones, comerciantes, con deportes y mercados, y esta imagen contrasta con la de Esculapio que fue un médico siempre presto a dar una mano y difundir generosamente sus conocimientos con sus alumnos. Por otra parte,
todos los familiares de Esculapio siguieron ligados a la medicina; en cambio, los de Mercurio, nunca tuvieron nada que ver con la profesión. ¿Por qué se escogió el caduceo de Mercurio y no al tan distinguido Esculapio, que representa todo lo clásico dentro de la profesión médica? No hay una respuesta definitiva y clara para esta pregunta. Lo cierto es que en 1856 el Servicio de Salubridad de los Estados Unidos lo adoptó como su distintivo. Luego, el símbolo se extendió a otros países, especialmente en lo que respecta a muchas escuelas de medicina en el mundo. El caduceo tendría explicación en un cuerpo médico de un ejército, por ejemplo, pues representa neutralidad, paz y tranquilidad. Sin embargo, para universidades, clínicas, hospitales y diferentes instituciones que se dedican a mejorar la salud, nada más apropiado que hacer el cambio iniciado por la Universidad de Rochester y colocar a Esculapio en el lugar
que le corresponde. Sin ir más lejos, Hipócrates, al anunciar su famoso juramento, coloca a Esculapio y lo pone por testigo junto a Apolo, Higeia y Panacea de que se cumplirá la palabra empeñada "hasta donde tenga poder y capacidad". A esta venerada figura de la medicina, nunca se le ocurrió llamar a Mercurio, quien lleva y trae las almas al infierno, y colocarlo al lado de tantos dioses dentro de sus solemnes palabras. Esculapio fue siempre reconocido y asociado con el arte de curar a los enfermos; incluso se erigieron templos en su honor en la antigüedad. Siempre apareció con una serpiente enrollada alrededor de un bastón. De ahí la asociación establecida. La presencia de la serpiente representa al animal astuto y ágil, que está en permanente estado de alerta. Así se establece un paralelo con la conducta que debe seguir el médico en la atención de sus pacientes. El bastón da cuenta de la ayuda que el buen galeno brinda incondicionalmente.
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ENTREVISTA ESPECIAL
"La Traumatología es lo que más me apasiona" Castellanos
En el Día del Médico, Maximiliano Viola, kinesiólogo y médico traumatólogo de la ciudad, nos cuenta sobre su inclinación por esta profesión y la importancia que tiene hoy en su vida. En esta importante fecha, Diario CASTELLANOS dialogó con Maximiliano Viola, kinesiólogo y médico traumatólogo de la ciudad, quien nos contó cómo tomó la decisión de estudiar Medicina: "Desde chico me gustó siempre la parte de la salud con la cual estuve muy involucrado. Me preocupaban los problemas con respecto a mi cuerpo, las dolencias o lo que me podía estar pasando. En la adolescencia comienza a gustarme la rama de la kinesiología, y por diversas situaciones de la vida elijo estudiarla. Recuerdo que estaba viajando en el colectivo hacia la ciudad de Córdoba y todavía no tenía decidido si estudiar Kinesiología o Medicina", explicó Maximiliano. "Finalmente me anoté en Kinesiología, pero luego de un tiempo me di cuenta de que lo que más me gustaba era la medicina, así que cursé las dos carreras a la par". Otro de los momentos decisivos fue elegir a especialidad, lo que lo definiría hoy como profesional: "Una vez que cursaba Medicina tenía que orientarme por
alguna de las ramas, y como siempre me llamó la atención la traumatología en el campo de la deportología, me decidí por ésta. Creo que no me veo haciendo otra especialidad dentro de la Medicina que no sea la Traumatología, que es lo que más me apasiona", afirmó el médico entrevistado. ¿Cuál es la razón por la que un paciente visita a un traumatólogo? "El síntoma fundamental por el que viene el paciente es la dolencia. Puede ser muscular, articular, pero siempre llega a la consulta por un dolor", explicó Maximiliano. "Las consultas son variadas generalmente lesiones de rodilla, de hombro, dolores de columna, articulares, de cadera. Normalmente llegan deportistas y adultos, muy pocos niños porque me dedico sobre todo a la traumatología de adultos". ¿Cómo es un día en la vida de un médico traumatólogo? "En mi caso, me reparto entre la familia, el club, el consultorio y las cirugías. Me levanto, voy al club donde atiendo a los jugadores, después
Maximiliano Viola, kinesiólogo y médico traumatólogo.
hago consultorio, cirugías, y cuando queda tiempo libre siempre estoy con la familia", expresó el entrevistado. Mensaje para los médi-
cos en su día... "Les dejo a todos un saludo de felicidad en este día, para que sigamos con entusiasmo trabajando en nues-
tra profesión, que es difícil, porque se trabaja con la salud y requiere mucha responsabilidad, porque estás decidiendo un tratamiento
sobre un cuerpo ajeno. Por eso lo importante es no perder el entusiasmo y seguir capacitándose día a día", finalizó Maximiliano Viola.
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En su día entrevistamos al Dr. Ricardo Pirola
Castellanos
Diario CASTELLANOS dialogó con el reconocido médico clínico de la ciudad de Rafaela, con 34 años de actividad, convencido de que para ejercer esta profesión hay que amarla y estar siempre presente con los pacientes. El profesional tiene 58 años de edad, nacido en la ciudad de Rafaela, está casado y tiene tres hijos. Uno de ellos se dedica a la medicina, otro se recibe próximamente de contador, y su hija se ocupa de la biotecnología. Se inició en el año 1980, realizando su residencia de clínica en el Hospital "José María Cullen" de la ciudad de Santa Fe, hasta el año 1986 (6 años). Luego se radicó en Rafaela y desde entonces se encuentra atendiendo en el Sanatorio Nosti. Allí fue médico de guardia aproximadamente durante 15 años, luego Jefe de Terapia Intensiva y hoy sólo realiza consultorio de médico clínico. Por otro lado, a partir de la semana pasada se ha conformado el Servicio de Sanatorio de Clínica Médica, con la característica de brindarle a la gente la atención adecuada cumpliendo con lo que la sociedad requiere que es un Servicio de Clínica Médica dentro de una institución. La misma está integrada por excelentes profesionales como: Dr. Sismondi, Dra. Nisnovich, Dra. Gauchat, Dra. Guerrero, Dra. Italiano, Dra. Capponi, entre otros. Ricardo Pirola, es el director de dicho Servicio junto con el Dr. Sismondi que es el subdirector.
¿Por qué eligió esta profesión? "De adolescente, en la secundaria, tenía dos caminos: el fútbol y la medicina. Surgió en ese entonces una disputa entre mis padres, ya que mi padre quería que jugara al fútbol y mi madre quería que sea médico. Finalmente, me incline por la carrera de medicina porque en el fútbol en ese entonces no existían los medios que hay ahora para llegar a jugar en alto nivel, sino que se terminaba con el torneo local y regional, y era muy difícil terminar en un equipo de primera división en la Argentina". ¿Dónde estudió la carrera y cómo fue su experiencia? "Me instalé en Córdoba, cursé la carrera de medicina desde el año 1974 al 1980. Fue en una época triste de la historia argentina en cuanto a la parte estudiantil, porque conocí a gente que habían sufrido los abatares del ejército. A pesar de ésto sobreviví a la consecuencia". "En el año 1980 me recibí, viví una época muy emotiva en la provincia cordobesa. Recuerdo las meriendas eran estudiar mirando "El Chavo del 8". "Durante el transcurso del cursado, también jugaba al fútbol en Atlético de Rafaela. Viajaba todos los fi-
nes de semana a jugar y con eso solventaba los gastos del estudio, además de la ayuda de mi padre. Vengo de una familia de trabajo, mi papá trabajaba de albañil y mamá ama de casa". ¿Cómo fue su residencia? "En el ´80 rendí para clínica en Santa Fe, quedé en tercero o cuarto y no pude entrar en la residencia. Hice una modalidad que se denominaba "Interno Rotario", la cual consistía en una rotación de tres meses cada uno por pediatría, cirugía, clínica médica y ginecología. En este período, que lo aproveché muy bien, aprendí un poco de cada cosa. Además, hacía guardia central en el Hospital". "Al año siguiente rendí, entré al Hospital, hice tres años y luego fui Jefe de Residentes un año más. La experiencia fue buena, ya que a nivel hospitalario se ven casos muy importantes. Santa Fe es una ciudad que tiene patologías de distinta índole y el hospital es un centro de derivación muy importante de la zona". "Me acuerdo de la ciudad de Santa Fe como una ciudad de paso, pero que me acobijó y me dio tranquilidad de formarme como médico para venir a Rafaela y poder afrontar, de ahí en más, mi vida profesional". A pesar de que tuvo la
posibilidad de realizar distintas áreas de la medicina, ¿siempre se inclinó por la parte clínica? "Siempre me incliné por la parte clínica. Soy también especialista en gastroenterología. Luego de realizar clínica médica continué viajando a Santa Fe y rendí esta especialidad. No ejercí esta especialidad porque tengo daltonismo y no distingo los colores, especialmente el verde, rojo y marrón. A consecuencia de ésto, cuando realizaba los estudios de estómago e intestino, no podía ver bien y por ende no podía dar un diagnóstico exacto". ¿Cuál es la mayor satisfacción que le brinda su profesión? "El amor de mis pacientes, es decir, la gente que me quiere, que me sigue, que me llama por teléfono y que me manda su cariño a diario. Estoy muy contento porque mis pacientes me quieren mucho, por supuesto que somos todos seres humanos y dentro de esta profesión hay pacientes que han tenido disgusto conmigo, pero la mayor cantidad de gente que he atendido y atiendo, la satisfacción es el cariño que me brindan día a día cuando vengo a mi consultorio. Con ésto me sobra para seguir trabajando y seguir dándole a mis pacientes todo lo que puedo darle,
Dr. Ricardo Alberto Pirola.
con mis limitaciones sabiendo hasta dónde puedo llegar". ¿Cómo es su día a día? "Es la rutina de lunes a viernes. Trato de acostarme temprano porque me levanto a las 5.30 de la mañana, voy al Sanatorio 6.30 hasta las 12.30. Soy "santiagueño", duermo la siesta, y vuelvo nuevamente al Sanatorio hasta las 20.30. Después, voy a otros lugares a trabajar como a ver pacientes internados y hago domicilio a los abuelos que no pueden venir al consultorio. Por supuesto que mi vida social y deportiva también existe". ¿Cuál cree que es el aporte de su profesión al país, sabiendo que Argentina es uno de los países con más médicos? "Creo que cada uno, en su consultorio, haciendo las cosas a conciencia y con amor, es el aporte que le puede dar desde la medicina, sabiendo que estamos ante una persona que necesita ayuda y que viene a buscar una solución, y nosotros tenemos que darle esa solu-
ción y esa ayuda. Para mí es el granito de arena que estoy haciendo en esta vida como médico". ¿Qué consejos les daría a los futuros médicos, es decir, a aquellos que están estudiando? "Habiendo tantos médicos en el país, la profesión se torna dura, pero que no bajen los brazos y que sobre todo se formen bien. Hoy en día el médico bien formado es el médico que va a tener trabajo y que va a hacer las cosas bien. A todos los médicos que se reciben, yo le digo que no traten de trabajar enseguida después de recibirse, sino que hagan una residencia, una especialidad, una concurrencia en el hospital, que se formen como médicos y después salgan a la vida como médicos para brindarle a la sociedad lo que necesitan, que es tener buenos médicos". "La capacitación es fundamental, hay que ser conciente de que capacitarse, formarse y hacer una residencia es lo más importante para su carrera".
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¿Quién es Juan Carlos Finlay? El "Día del Médico" fue establecido en el Congreso Médico reunido en Dallas (Texas) en 1933 en conmemoración del nacimiento de Juan Carlos Finlay, un médico e investigador cubano nacido el 3 de diciembre de 1833, que hizo aportes trascendentales para la erradicación de la fiebre amarilla. Carlos J. Finlay nació en Cuba, en la ciudad de Camagüey. Sus padres fueron, el doctor escocés Eduardo Finlay, médico graduado de las Universidades de La Habana y Lima e Isabel de Barrés nacida en Trinidad Tobago. Vivió hasta los once años en la Habana y en el cafetal de su padre en la zona de Alquízar, en 1844 fue enviado a Francia donde prosiguió su educación escolar hasta el año 1846, en que regresó a Cuba. Volvió a Europa en 1848, para completar su educación en Francia; estudió en el Liceo de Rouen hasta el año 1851, en que volvió a Cuba. Trató entonces de hacer valer sus estudios en Europa con el fin de ganar el bachillerato e ingresar en la Universidad de la Habana para estudiar medicina; pero al no lograrlo se fue a Filadelfia. Allí cursó la carrera de medicina, doctorándose el 10 de marzo de 1855 en el Jefferson Medical College. En 1857 revalidó su título en la Universidad
de La Habana. El Dr. Finlay, el más profundo e intenso investigador de la fiebre amarilla, concluyó que entre un sujeto infectado y otro sano, había algún agente independiente que transmitía la enfermedad. Una noche le llamó la atención un mosquito zumbando a su alrededor y se le ocurrió investigar a los mosquitos. Se estima que son entre 600 y 700 las variedades de mosquitos que estudió, las sometió a prueba e identificó al Culex o Aedes Egypti. Sin nombrar al insecto porque aún no había realizado las pruebas, habló de su hipótesis de un agente transmisor en la Conferencia Internacional de Sanidad, celebrada en Washington D.C. el 18 de febrero de 1881. De regreso a Cuba, en junio de 1881, realizó experimentos con voluntarios y no sólo comprobó su hipótesis sino que descubrió también que el individuo picado por un mosquito infectado quedaba inmuniza-
do contra futuros ataques de la enfermedad. Con sus modestos medios fue capaz de identificar al agente transmisor de la enfermedad. Sus estudios le llevaron a entender que era la hembra fecundada de esta especie la que transmitía la fiebre amarilla. De allí nació la sueroterapia de la fiebre amarilla: inyecciones subcutáneas de suero de individuos inmunizados. El 14 de agosto de ese año, ya comprobada su hipótesis, presentó ante la Academia de Ciencias Médicas de La Habana, su trabajo "El mosquito hipotéticamente considerado como agente transmisor de la fiebre amarilla". Finlay no se detuvo en esa etapa de la concepción teórica y del planteamiento de la hipótesis, y diseñó un método experimental para verificar los elementos planteados. La comprobación de que ese mosquito era el único transmisor de la fiebre amarilla en Cuba, se produjo mediante la virtual elimina-
ción de la enfermedad en La Habana, gracias a una campaña basada en las recomendaciones de Finlay, quien se encontraba al frente de la Dirección de Sanidad en aquel entonces. Fue miembro de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales y el Secretario de su Sección de Ciencias. En esta corporación ocupó muchos cargos y recibió varias distinciones y honores por su trabajo científico. Fue un científico integral pues, a su trascendental obra en relación con la fiebre amarilla, unió su dedicación al estudio de otras dolencias como la lepra, las enferme-
dades de la visión, la malaria, el beriberi, la corea, la tuberculosis y el absceso hepático. La inventiva de su claro ingenio descubrió, y solucionó el problema del tétanos infantil. Este hombre, tan insigne como modesto, con un esfuerzo intelectual que tiene pocos semejantes en la historia del pensamiento humano, hizo posible todo ese fenómeno sorprendente, una gran contribución a la ciencia y a la humanidad. Finlay fue nominado para el premio Nobel de Medicina en dos ocasiones. El Gobierno de Francia le otorgó la Legión de Honor y colocó su nombre en una
calle de Paris. Cuba enalteció su nombre con la creación del Instituto de enfermedades tropicales, que lleva su nombre. Tras haber fundado y dirigido la organización de la salud pública cubana en los inicios del período republicano en Cuba, falleció en La Habana el 20 de agosto de 1915, a la edad de 82 años.
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PAYAMÉDICOS: Un vínculo de ternura y respeto Esta ONG sin fines de lucro nació en Santa Fe en el año 2002. La misión es contribuir a la salud emocional del paciente hospitalizado, independientemente de la edad que tenga. Actualmente decenas de santafesinos se capacitan para desarrollar esta noble tarea de intentar mejorar el estado de salud con la risa. El acto de reírse está vinculado al aumento de las endorfinas y al mejoramiento del sistema inmunológico.
En la década del setenta, Hunter Adams revoluciona los hospitales de Estados Unidos al encontrar una ma-
nera muy especial de tratar con los pacientes que se encontraban internados en el hospital de Virginia Occidental, es así como estudia medicina y crea el centro Gesundheit, donde practica la terapia de la risa. Los "médicos de la risa" son ciudadanos que llegan a los hospitales con batas blancas y atuendos salpicados de color. En todo el mundo se encuentran estos grupos y algunos de ellos son: Doutores da alegría (Brasil); grupo SER (Uruguay); Pupaclown (España): fundación Doctora Clown (Colombia); hopiclowns (Suiza); risaterapia (México); payaSOSpital (España); therapeutic clowns; (Canadá); cliniclowns (Holanda); doctor feliz (Chile). En nuestro país son "Los Payamédicos", formada por médicos; psicólogos; actores y todos aquellos que se sensibilizan con la posibilidad de aportar risa, fantasía e ilusión al proceso de sanación. Su misión es contribuir a la salud emocional del paciente hospitalizado y para este fin utilizan recursos psicológicos y artís-
Una medicina complementaria. Los payamédicos curan a través de la risa
ticos relacionados con juegos, música, teatro, técnica de clown, magia y el arte humorístico en general. El grupo está coordinado y supervisado por sus creadores: el doctor José Pellucchi y la licenciada Andrea Álvarez, con experiencia en niños y adultos internados por diversas patologías or-
gánicas. Funcionan en diversos hospitales de la Capital Federal, La Plata, Bahía Blanca, Neuquén, Corrientes, Misiones, Bariloche, Salta, Chaco, Paraná, Mendoza, Formosa, Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán, Catamarca y Santa Fe. En nuestra Provincia, hay santafesinos que brindan su
tiempo y su ser para esta noble tarea. Marcela Anaya es Asistente Social y una de las pioneras en el desarrollo de esta labor en Santa Fe. "Formar parte del Grupo fundacional de Payamédicos Santa Fe es una experiencia inolvidable", dice Marcela. Una veintena de voluntarios semana a semana "intervienen" en las habitaciones del Hospital de Niños "Dr. Orlando Alassia" vistiendo el traje y la nariz roja, invocando al niño interior, con estrellitas en los ojos y luz en la sonrisa, salen a jugar transformados en doctores. "Ser payamédico es mágico: es llevar la nariz roja con actitud triunfadora para enfrentar al mundo desde lo etéreo, es ser feliz", afirma.
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