Diario Castellanos - TodoTurismo

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TURISMO

SÁBADO 3 DE ENERO DE 2015

PARAÍSO COLOMBIANO

San Andrés, el mar de los siete colores Visitamos este diverso ecosistema de arrecifes, géiseres y cayos. Un destino perfecto para bucear, hacer snorkeling y explorar al aire libre. Este edén, entre sus principales atractivos, tiene aguas cálidas multicolores y 12 bosques de manglares… Colombia es un país para explorar, descansar, conocer su historia, cultura y tradiciones, enamorarse, cuidar de la salud y venir a aprender. A 700 kilómetros al noroeste de la costa continental colombiana, en pleno mar Caribe, se encuentra la isla de San Andrés. Sus 26 kilómetros cuadrados de superficie la convierten en la más grande de las tres islas que integran el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, catalogado por las Naciones Unidas como Reserva Mundial de la Biosfera. En este pequeño paraíso las influencias de ingleses, españoles, piratas y corsarios se mezclaron para dar como resultado una cultura rica que se mueve al son del reggae. Es un destino perfecto para disfrutar de la playa, practicar deportes náuticos, bucear y hacer ecoturismo. Desde el avión, la tarjeta de presentación de San Andrés es su mar

de siete colores que alberga peces coloridos. Además, está rodeada en su parte noroeste por la tercera barrera de coral a nivel mundial y de varios cayos que son el hogar de variada fauna y flora marina, por lo que son visitados por multitud de turistas cada año. Por esta razón recibe el apodo de "la isla del coral". Después de una tarde de playa y compras en el puerto libre, la noche se presenta con fuerza para llenar de música y baile el ambiente.

Un viaje cultural a través de la historia… San Andrés, a lo largo del tiempo, fue el hogar de varias culturas distintas, las cuales contribuyeron a formar su esencia y su identidad. Aquí hay influencia de holandeses, españoles, ingleses y africanos: de ahí la multiculturalidad de los isle-

North End, zona urbana y comercial de la isla de San Andrés.

ños. No se sabe en qué año llegaron los holandeses quienes se dedicaron a la agricultura. Después llegaron los irlandeses e ingleses, para finalmente empezar una lucha contra los españoles para conservar la isla. Otra presencia muy fuerte en la isla fue la del Pirata Morgan de Jamaica, razón por la que algo de la cultura antillana también permanece en San Andrés. Así, esclavos africanos, campesinos europeos, piratas ingleses y colonos españoles dejaron a su paso semillas de saberes, plantas aromáticas y vestigios de gastronomía que hoy conforman una de las culturas colombianas más ricas: la raizal. También pasaron por aquí los árabes, quienes llegaron a partir de 1953, cuando se declaró puerto libre. El 23 de junio de 1822 se izó por primera vez la bandera colombiana en el Fuerte de La Libertad y se declaró públicamente la adquisición de las islas a la República de Colombia. Los nativos tienen una forma muy especial de ver la vida y poseen un idioma propio. En las calles se les oye hablar creole: mezcla de inglés isabelino, español y dialectos africanos; también hablan español e inglés moderno, así que la comunicación con los viajeros es muy sencilla. Esta reunión cultural dejó una huella en la música entre la cual se encuentran el reggae, reggaeton, raga, soca, calypso, merengue, vallenato y salsa. Todo tipo de música para todo tipo de bailarín.

San Andrés, el mar de los siete colores.

da, es el refugio de miles de pájaros, babillas, boas, cangrejos y peces. También en esta zona está la Iglesia Bautista Emmanuel, que fue levantada por iniciativa del reverendo antiesclavista Philip Beckeman Livington, quien era pastor de Mission Hiil, él impuso a sus fieles como penitencia traer desde Nicaragua madera. Es el templo más antiguo de América, fundado en 1847 con pino procedente de Alabama. Posee una torre cuya luz es visible desde Altamar y sirve de guía a los capitanes de Goletas. Al oeste de la isla está San Luis, un poblado raizal, que ahora también incluye establecimientos turísticos. Una visita especial merece el Hoyo Soplador, ubicado en la Punta Sur de la isla, es un agujero natu-

ral que se encuentra varios metros alejado del mar. Está compuesto por muchos arrecifes coralinos y de unos túneles subterráneos a través de los cuales se desplaza el agua cada vez que sube la marea o cuando la ola viene con mucha fuerza generando un soplo que expulsa aire con vertiginosidad. El Blue Hole, también se encuentra en la Punta sur de San Andrés, consiste en una especie de abismo marino que está rodeado de rocas, grietas, un túnel de amplia extensión y una caverna. Allí se puede apreciar una variedad de corales, peces además de ser uno de los accidentes naturales más hermosos de la isla. Muy famosa es la formación natural que construyó el mar en la roca coralina que rodea a la isla (Continúa en pág. 3)

Sitios clave para visitar…

Casa Museo Isleña.

Entre los lugares turísticos de la isla se encuentra North End, como es conocido localmente el centro de San Andrés, es el principal núcleo urbano donde se concentra la zona hotelera, comercial, bancaria y gubernamental. Aquí vale la pena conocer la Casa Museo Isleña, la cual fue creada por los nativos con el fin de dar a conocer a los visitantes la cultura y las costumbres de los habitantes. El Cliff o Peñón, es otro atractivo, una formación caliza que rodea al aeropuerto, y que consiste en un paredón rocoso de unos 30 metros de alto sobre el nivel del aeropuerto. La Loma es otro núcleo urbano, habitado por la población raizal, se encuentra en el centro de la isla caracterizado por una cadena de colinas (Flowers, Orange, Shingle y Lion’s Hill). Este es uno de los espacios en donde mejor se aprecia la arquitectura isleña tradicional. Aquí se encuentra el Cerro La Loma, es el de mayor altura de la isla con unos 85 metros de alto; y la Laguna Big Pond, de agua semi sala-

Calles de San Andrés.

Iglesia Bautista Emmanuel.


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(Viene de pág. 2) conocida como La Piscinita. Es un buen atractivo para la natación y el buceo. Imperdible es recorrer la Cueva de Morgan, uno de los sitios más ricos en caliza. Aquí el agua, abusando de su poder disolvente, desgastó la roca con grietas y huecos que van creciendo hasta formar cavidades subterráneas que se llenan de estalactitas en la parte alta y estalagmitas en el piso, creando así esta fascinante cueva. La parte superior de estas cavernas es tan delgada que se hunde y queda visible un charco de agua entre los escombros, agua que proviene del mar y conserva el nivel de este. Como parte del cuidado de la cultura, algunos isleños han creado parques ecoturísticos como la Granja de Job Saas y el Parque West View, donde los guías hablan no sólo de la naturaleza sino de las costumbres y los valores que preservan a través de estos proyectos. Con ellos es posible conseguir artesanías en coco y totumo, típicas de San Andrés. Por último, mencionamos el Jardín botánico de San Andrés, un hermoso lugar de 80.000 metros cuadrados, inaugurado en abril de 2008. Su objetivo principal es proteger las especies nativas del archipiélago.

Playas serenas y cayos desafiantes… Después de quince minutos a bordo de una lancha que levita sobre las aguas tranquilas del mar de San Andrés, se llega a un cayo famoso por sus playas: Johnny Cay o islote Sucre. Con una superficie de unas 5 hectáreas, encierran playas de arena blanca que abrazan el

verdor de las palmeras; bajo ellas una sombra fresca en la cual se prueban exquisitas mojarras fritas con plátano y deliciosos cócteles. De las hojas de palma, no sólo sale sombra sino también sombreros, canastas y un sin fin de artesanías tejidas frente a los turistas. Un destino perfecto para caminar durante largas horas, en algunas áreas sobresalen exóticas formaciones coralinas que forman hermosos pozos de agua que reflejan el cielo azul, hasta fundirse con el mar mismo. La banda sonora del lugar es el reggae y los colores que lo adornan son los de la bandera rastafari. Otro rincón imperdible es el Cayo Santander (Cotton Cay), que queda ubicado frente al muelle y está muy cercano a la costa de la bahía de San Andrés. Su nombre se debe a que allí los colonos ingleses depositaban las cosechas de algodón y coco. El algodón también fue motivo para que se iniciara la compra de africanos como esclavos. Justo frente a Cayo Rocoso (Rocky Cay), en la localidad de San Luis, se encuentra la playa Cocoplumbay, la preferida de los turistas debido a su poca profundidad, a su arena blanca y a los verdes azules del mar. La playa más grande se llama Bahía Sardina (Spratt Bight), es un lugar ideal para relajarse y disfrutar del sol y del mar. Está ubicada al norte de la isla, en el principal sector hotelero y turístico. Además, es posible recorrer otros paradisíacos cayos como: Cayo Rose, también conocido como el "Acuario", debido a la cantidad y variedad de peces que allí viven; y Cayo Córdoba (Haynes Cay), ubicado a apenas unos 60 metros de distancia del Acuario, tiene vegetación típica y palmeras de coco, aquí abundan

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los caracoles y las conchas marinas de distintas variedades. Al sur de San Andrés, se ubica el islote Alburquerque, muy frecuentado por los pescadores debido a su riqueza especialmente en "Pargo Rojo". Charquitos, es una de las playas más tranquilas, se encuentra en la Punta Sur de la isla y es ideal para niños, adultos mayores y, en general, para las personas a las que les gusta disfrutar del mar en tranquilidad. Ésto se da gracias a los arrecifes que la rodean que contienen las corrientes fuertes del mar.

Sabores tradicionales y diversión nocturna… Los platos sanandresanos son elaborados con pargo rojo y otros pescados. Pero las verdaderas estrellas son los frutos del mar, distintas preparaciones con peces, caracoles, langostas, camarones pargos pluma y rojos, cangrejos negros y truchas hacen de la cocina de la isla no sólo un colorido sino un deleite al paladar. Se acompañan con coco, plátano, patacones, yuca, ñame y leche de coco. El plato más famoso y tradicional es el "rondón", es una especie de cazuela de pescado y caracol cocido lentamente en leche de coco, con yuca, ñame, pescados. El "dumpling", una torta hecha a base de harina de trigo, es otra especialidad típica. Para darle sabor a las recetas encontramos condimentos como el coco, plantas aromáticas dejadas por la herencia inglesa como los clavos, la canela, el jengibre y la albahaca. San Andrés ofrece un gran encanto nocturno, famoso por la música Calypso, Reggae y Socca. Entre sus principales fiestas resalta el Carnaval del Coco, organizado en el mes de noviembre del 27 al 30. Durante esta festividad se celebra el cumpleaños de la isla y se efectúa el Reinado del Coco, certamen en el cual participan varios países de la Costa Atlántica e islas vecinas. Otros eventos importantes son: el Festival de la Luna Verde, se realiza en abril, es una festividad llena de reggae, conciertos y bailes; y el Festival del Cangrejo, durante esta celebración los lugareños preparan varios platos en base al cangrejo, acompañando el festejo con música y danzas típicas.

El "Acuario" de San Andrés.

Johnny Cay o islote Sucre.

La playita de Cayo Córdoba o Haynes Cay.

Turistas disfrutando de un baño en la Piscinita. Hotel Casa Blanca ubicado frente a una de las principales playas de San Andrés.

Más información…

La misteriosa Cueva de Morgan.

Hoyo Soplador, ubicado en la Punta Sur de la isla.

* Posee una población de más de 175.000 habitantes, que viven principalmente de la pesca, el comercio y el turismo. * El clima de la isla es cálido, con temperaturas que oscilan entre los 26 y 29°C en donde predominan dos estaciones verano e invierno. Los vientos ayudan un poco a aliviar el ca-

lor, soplando generalmente del este. En general durante el año las lluvias son definidas por una estación seca y otra lluviosa. La primera tiene una duración variable que puede llegar a cinco meses consecutivos, mientras que los siguientes meses son lluviosos, con fuertes vientos hacia el final del año.


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CRÓNICAS DESDE SUDAMÉRICA

Con gusto a Guayaquil Por Natalia Bainotti. Hay ciudades a las que es imposible ir sin que la gente haga un comentario rotundo -ya sea positivo o negativo: que es hermoso, que es peligroso, que es la mejor playa del país, que es caótica. De Guayaquil no paré de escuchar el mismo comentario: que es peligroso, que allá te roban, que no hay nada para hacer, que es fea. ¿Cómo puede "no haber nada" en una ciudad de dos millones de habitantes, la más grande de Ecuador? ¿Cómo puede ser que sea tan categórico como que "vas y te roban"? Escuché tan malos comentarios de Guayaquil que decidí darle una oportunidad y sacar mis propias conclusiones. Llegué y, como me habían anticipado, encontré caos, calor, tráfico y ruido, pero también encontré una ciudad con personalidad: encontré personas que la habitaban, que la hicieron ser mucho más de lo que esperaba. Dicen que cuando uno vive metido en su rutina, el tiempo pasa más rápido porque no nos percatamos de nuestro alrededor, pero cuando uno está de viaje está con los cinco sentidos alerta. El problema es que cuando paso mucho tiempo en un país, me acostumbro tanto a esa realidad que dejo de percibir los detalles y las diferencias se vuelven parte de mi realidad. Sin embargo, los días que estuve en Guayaquil, por el ritmo frenético de la ciudad capaz, volví a estar atenta a cada detalle, volví a ese estado de alerta en el que cada diferencia me llama la atención. Y empecé a ver lo cotidiano (eso que por ser tan parte del lugar lo vemos natural) como la verdadera esencia de la ciudad. Guayaquil debe ser la ciudad más calurosa del Ecuador o por lo menos lo es entre las que estuve. Me despiertan para desayunar, y en la mesa me sirven bolones (plátano verde hervido, hecho puré y luego una bola) con café, mientras afuera todavía está nublado. Ca-

El Malecón 2000 es un paseo típico entre locales y extranjeros.

mino por el barrio donde estoy parando en una casa de familia: las calles son estrechas, muchas sin salida, y árboles de mango están para quien quiera buscarlos. Pedaleo hacía el centro con las bocinas y las ruedas de los vehículos sobre el asfalto como la banda sonora de fondo. Ato la bici y camino por el centro, esquivando palomas que en realidad ya están acostumbradas a las personas (y a las iguanas que llenan el Parque Seminario). Escucho silbidos y chistidos: los hombres en la costa -y sobre todo en Guayaquil- no tienen reparo a la hora de decir piropos o tratar de llamar la atención de una mujer, sin importar la edad de ellos ni la de ella. Busco comida vegetariana entre tantos chifas, restaurantes de comida típica con idéntico menú y cangrejeras, donde sirven los cangrejos sobre periódicos, un martillito de madera y una cuchilla. Subo el

Cerro Santa Ana, un barrio que las autoridades decidieron rescatar del descuido pintando las casas de colores y creando un eje para visitantes que lleva, en 444 peldaños, a un faro y una capilla. Cruzo muchos policías, algo que seguramente influyó en que la inseguridad de hace algunos años disminuyera. Después de ver el atardecer bajo por otra escalinata y llegamos a la calle Numa Pompilio Llona, adoquinada, con casas de madera, acero repujado y caña, que son hogar de galerías, talleres y bares. Vuelvo por el Malecón 2000, bordeando la ría -como le dicen al río Guayas- sobre tablones de madera y flores, escuchando a algunos vendedores ambulantes al grito de "agua, agua, agua". Busco algunos de los tantos puestos de jugos y batidos, que son más populares acá que en cualquier otra ciudad de Ecuador: el calor los hace tan ricos como necesarios. Mientras

Las Peñas es uno de los barrios más pintorescos de la ciudad.

trato de decidirme por alguna fruta, veo pasar a un grupo de chicos con remeras amarillas: el Barcelona también es un equipo ecuatoriano, y el "clásico del Astillero", Barcelona-Emelec (ambos equipos surgieron a principios del siglo XX en dicho barrio), es como el Boca-River en Argentina. Mientras pedaleo de vuelta a la casa cruzo carritos vendiendo agua de coco y carretillas asando choclos, pinchos y hamburguesas, algunas ya con un lugar fijo (y toda la reputación que eso puede llegar a significar) y otras moviéndose de cuadra en cuadra cual restaurante portátil. Escucho bachata y reggaetón desde algunos autos y negocios: ya me sé las letras de memoria de tanto escucharlas. Cada tanto escucho un auto tocando bocina a alguien que está en la vereda: los taxis ilegales están a la orden del día, y pareciera que cualquiera que tenga vehículo pue-

de subir gente y cobrar para llevarla. En el camino veo los año viejo, monigotes de papel maché (que van desde simples muñecos hasta personajes famosos como Bart Simpson, los Ninjas o el Increíble Hulk) que hacen en todo Ecuador para quemar cuando termina el año. Llego a la casa y me encuentro con Silvana, mi amiga que me hospeda; me dice que salgamos a comer encocado y tomar una cerveza, y cuando nos volvemos a las once de la noche todavía hay gente en la calle, algo que en la sierra, por el frío supongo, no pasa. Tengo que reconocer que apenas llegué a Guayaquil, no me gustaba tanto como el día que tuve que irme, pero eso hizo que encuentre mi propia definición para la ciudad: a Guayaquil hay que agarrarle el gusto. Y más importante: me fui con ganas de volver.

En el Parque Seminario -o Parque de las Iguanas- las palomas y las iguanas caminan entre la gente.


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RINCONCITOS INGLESES

El Monte de San Miguel de Cornualles Paseamos por esta isla mareal de Inglaterra y descubrimos los tesoros que alberga su histórico castillo que antiguamente fue un monasterio y que ahora es el hogar de una adinerada familia. No obstante, permanece abierto a los turistas, que todos los años se acercan a conocerlo… El St. Michael’s Mount (Monte de San Miguel) es una isla mareal situada a 366 metros de la orilla de la bahía de Mount, en la costa de Cornualles, Reino Unido. Levantado en lo alto de un gran peñasco de granito yace silencioso un castillo que alguna vez fue el hogar de monjes benedictinos, conforme a Eduardo el Confesor. Su nombre en córnico significa literalmente "roca gris en el bosque", y puede aludir al recuerdo popular de una época anterior en que la bahía de Mount estaba inundada, y que sería una descripción exacta de un monte rodeado de bosques. Sin embargo, este lugar es conocido coloquialmente por los lugareños simplemente como "The Mount" (El Monte). Históricamente, el Monte de Saint Michael fue el homólogo en Cornualles del Mont Saint-Michel en Normandía, Francia (que comparte las mismas características de isla mareal y la misma forma cónica). Al igual que la versión francesa, una calzada empedrada, que es transitable sólo durante la marea baja, conecta la isla con el continente, precisamente con la ciudad de Marazion. De lo contrario hay barcos pequeños que recorren el camino durante las mareas altas. La imponente residencia fue fundada por Eduardo el Confesor en 1044 en una concesión a la abadía benedictina del Monte Saint Michael, en Bretaña. A través de la Edad Media, la isla era un importante destino para los peregrinos, y debido a su ubicación, ha visto varias batallas por su propiedad. En 1659, el Monte de Saint Michael fue comprado por el coronel John St Aubyn, que había sido el último gobernador

militar de la guarnición de la isla, y se convirtió en su casa privada. En 1954, el monte fue donado a la National Trust. Aunque los integrantes de la familia de St. Aubyn todavía viven allí hoy, el castillo está abierto para que los turistas puedan hacer un recorrido por las fascinantes salas donde muchas reliquias, principalmente armaduras y muebles de la época, se conservan. Junto con esta residencia, el monte es el hogar de unos veinte habitantes originarios en un pueblo que tiene su propia iglesia, y hermosos jardines que están llenos de flora exótica. Además, cuenta con un puerto, que se amplió en 1823 para permitir el atraque de buques de 500 toneladas, tiene un muelle que data del siglo XV, que fue ampliado posteriormente y restaurado. La reina Victoria desembarcó en el puerto en el yate real en 1846, y una placa de metal conmemora su paso y se puede ver en la parte superior de la plataforma de desembarque. El castillo de San Miguel, un edificio del siglo XV, cuenta con una torre almenada, en un ángulo de la cual hay una pequeña torreta que sirvió para orientar a los barcos. La capilla Rock, en la playa, marca el sitio de un santuario dedicado a la Virgen María, donde los peregrinos se detenían para adorar antes de ascender la montaña. Hay algunas casas construidas sobre la ladera frente a Marazion, conocidas como la "Terraza Elizabeth". Estas propiedades fueron edificadas en 1885 y algunas están ocupadas por el personal que trabaja en el castillo y en otros lugares de la isla. Un manantial les suministra agua. El cementerio de la isla (actualmente sin acceso público) tiene las

Postal del Monte de San Miguel de Cornualles, en Inglaterra.

tumbas de sus antiguos residentes y de varios marineros ahogados. Uno de los puntos más destacables de interés de la isla es su propio ferrocarril subterráneo, que todavía se utiliza para el transporte de mercancías desde el puerto hasta el castillo. Fue construido por los mineros de estaño en 1900, en sustitución de los caballos de carga que habían sido utilizados previamente. Debido a la fuerte pendiente, no puede ser utilizado por pasajeros. El National Trust no permite actualmente el acceso de público o la visita a la vía férrea.

Datos útiles * Mt Saint Michel Mix + Saint Michaels Mount, es el título de una pista electrónica experimental del músico Aphex Twin, que creció en Cornualles. * El Monte de San Miguel fue utilizado como Castillo de Drácula en la película de 1979, y también en la película "Johnny English", estrenada en 2003,

Levantado en lo alto de una gran roca de granito yace silencioso el famoso castillo del siglo XV.

Turistas atravesando la calzada empedrada, que es transitable sólo durante la marea baja, para llegar a la isla.

como exterior del castillo francés del personaje Pascal Sauvage. Además, aparece en la película de James Bond de 1983, titulada "Never Say Never Again" (Nunca digas nunca jamás), cuando dos misiles armados con ojivas nucleares vuelan sobre la campiña inglesa y el mar, pasando directamente sobre el Monte.

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RINCONCITOS ESTADOUNIDENSES

Enigmáticas cuevas marinas Exploramos las cavernas que hacen famosas a las Islas del Apóstol, situadas al norte de la ciudad de Wisconsin, en Estados Unidos, y descubrimos sus tesoros en invierno y en verano… Las Islas del Apóstol son un grupo de 22 islas ubicadas en el lago Superior, el lago de agua dulce más grande del mundo, frente a la península de Bayfield en el norte de Wisconsin. También se las conocen como "las Joyas del Lago Superior", y se encuentran dentro de un parque nacional. Todas las islas, a excepción de Madeline, forman parte del Apostle Islands National Lakeshore, y la mayoría de ellas se encuentran en el Condado de Ashland. Están situadas cerca de la ciudad de La Pointe, a excepción de Long Island, que se encuentra en la ciudad de Sanborn. Tienen ese nombre por el historiador francés Pierre François Xavier de Charlevoir quien las nombró de ese modo en vista que son los nombres de los 12 apóstoles (por las 12 islas más grandes). La belleza natural y la recreación al aire libre son los protagonistas aquí, con más de 50 kilómetros de senderos que cruzan las islas y poblaciones nativas de los osos negros, águilas calvas y más de 200

especies de aves migratorias. Este parque acuático es mejor explorarlo en barcos y kayaks o en vuelos cortos para apreciarlo desde las alturas. Este archipiélago es conocido por sus cuevas marinas, que durante los meses más fríos brindan un hermoso espectáculo. Las mejores y más originales se encuentran ubicadas en la costa norte de la Isla de los Diablos (Devils Island es una de las 22 islas del Apóstol), ofrecen una expedición extraordinaria y sin multitudes. La historia de su origen comienza hace más de mil millones de años. Desde esa época las cavernas son formadas por las olas que rompen contra los acantilados de arenisca y erosionan el espacio debajo de sus paredes. Cuando la acción del oleaje erosiona y debilita la base de un acantilado, una característica conocida como "reentrada" se desarrolla. Las cuevas del mar se producen cuando varios reentrantes se unen detrás de la cara de un acantilado, dejando como resultado pilares y arcos. Se desa-

Islas de los Diablos en verano.

rrollan más fácilmente en las capas de arena que comprenden una formación de roca muy delgada.

En invierno y en verano…

Turistas explorando las cuevas de hielo.

La belleza de las cuevas varía dramáticamente con las estaciones. En verano, la piedra arenisca roja se intercala entre el lago color zafiro azul y los bosques verde esmeralda que crecen hasta el borde de los acantilados. Grandes olas generan nubes de espuma y explosiones estruendosas que van sur-

Durante el invierno la superficie del lago Superior se congela lo suficiente para que los visitantes accedan a las cuevas caminando sobre el hielo.

giendo en las cuevas del mar. Mientras que los visitantes deben disfrutar de estas escenas desde la distancia, tal no es el caso cuando el lago está tranquilo. Bajo condiciones de calma, los turistas en sus kayaks pueden explorar lo más profundo de las cuevas mientras escuchan el murmullo del agua contra la roca. Durante el invierno, precisamente en los meses de enero y febrero, se las conoce como las "Cuevas del Hielo". En esta época la superficie del lago Superior es generalmente una extensión blanca congelada. Los acantilados ubicados a orillas

del lago cortan con sus bordes rojo carmesí este paisaje ártico. Dentro de las cuevas espera un escenario que parece salido de un cuento de hadas. Las formaciones cambian de cueva en cueva y de día en día. Para llegar a las cuevas en invierno, los visitantes deben conducir hasta el final de Meyers Road. Algunas temporadas, el lago se congela lo suficiente como para que el Servicio de Parques permita a los visitantes caminar desde Meyers Beach a través del hielo hasta a las cuevas.

Postal de las cuevas de hielo.


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RECORRIENDO NUESTRO PAÍS

Una aldea en la montaña del sur Villa Pehuenia es un rincón de la Patagonia argentina ideal para una estadía tranquila en un paisaje de ensueño. A los pies de la montaña, este pequeño poblado con su parsimonia, su ritmo de vida tranquilo, se convierte en oasis pintoresco para los turistas… Apacible rincón patagónico, Villa Pehuenia encierra entre las montañas el salvaje encanto de la cordillera. Está ubicada en el centro-oeste de la provincia de Neuquén, a 310 kilómetros de su ciudad capital. Es una población joven y muy atractiva que seduce a los turistas que todavía no inundan masivamente sus plazas. La villa se extiende a orillas del lago glaciario Aluminé, al pie de los Andes Patagónicos. Sus paisajes se componen de altas montañas nevadas, lagos de origen glaciar como el mencionado Aluminé y el lago Moquehue, y bosques de coníferas autóctonas entre los que predominan los

"cohiues" y la "araucaria araucana" o pehuén, un imponente árbol del cual la población ha recibido su nombre. Esta especie abunda en la región y le da un toque característico a la identidad de la localidad. Los lagos poseen un particular color azul y las montañas siempre tienen sus cumbres nevadas. Se destaca entre éstas el volcán Batea Mahuida que mantiene nieves hasta prácticamente su base durante 7 meses, desde abril en los inicios del otoño hasta ya el mes de octubre en la primavera austral, al estar sus principales laderas a la sombra del sol y de los vientos cálidos, y refrescadas por un continuo leve viento del suroeste.

Postal del Lago Aluminé.

En primer plano la laguna del Cráter del Volcán Batea Mahuida.

Villa Pehuenia se encuentra en el departamento neuquino de Aluminé, al orillas del río que lleva su mismo nombre.

El clima es frío húmedo, con las cuatro estaciones bien definidas. Los días de verano son cálidos, con temperaturas entre los 20ºC y los 30ºC, y noches frías con temperaturas entre 5ºC y 0ºC. En el invierno, la nieve cubre abundantemente la región con temperaturas que pueden descender fácilmente hasta los -20ºC bajo cero. Los antiguos pobladores de la villa eran los integrantes de la etnia huarpe llamada por los mapuches: "pehuenche" (gente del pehuén). Fue fundada en 1989, y actualmente su población permanente no alcanza los mil habitantes. Las construcciones típicas están realizadas en ladrillo y madera. Desde sus ventanales, el panorama es impactante. La belleza natural es sin duda la pieza fundamental de esta aldea. Apenas una calle concentra a los negocios que conforman el centro comercial, destacándose la feria artesanal. La pequeña localidad está conectada por las rutas provinciales 12 y 23. En el lago se practican deportes náuticos, aunque Villa Pehuenia es también ideal para realizar caminatas o trekking. Hay muchos senderos y miradores que ofrecen postales inolvidables. El río Aluminé es el escenario para realizar rafting y kayak. Mientras que el volcán Batea Mahuida, de 1.706 metros, con su parque de nieve ofrece un espacio para la práctica

de deportes de invierno. Tiene cuatro pistas de esquí, una para la práctica de snowboard y una pista de trineo para niños. Otras actividades que se practican son: mountain bike, camping, turismo agreste, hiking o excursionismo, pesca deportiva de salmónidos en los lagos y arroyos, safaris fotográficos y cabalgatas. Imposible no visitar el mirador del Ciprés, Piedra Negra y el mirador del Morro o la Garganta del Puma. El Paso de Icalma, distante a 15 kilómetros de Villa Pehuenia, permite conectar con los circuitos turísticos de las ciudades chilenas de Icalca, Melipeuco, Cunco y Temuco. A unos 2 kilómetros al oeste se encuentra la pequeña población de La Angostura y 5 kilómetros al este, la también pequeña población de Villa Unión. Combinando paz y aventura,

Pehuenia posee una incipiente y variada infraestructura de servicios en un privilegiado ambiente natural, pleno de encanto y belleza cordillerana.

Sabores típicos patagónicos… Un párrafo aparte merece la gastronomía regional. Los platos suelen elaborarse en base a la semilla del pehuén, un ejemplo es la especie de cerveza llamada "mudai" realizada con estas semillas fermentadas. Vale la pena degustar los buenos vinos blancos de la región, los dulces de llao llao y rosa mosqueta, el curanto, los chiporros o asados de corderito, los asados de trucha y salmón, las sopaipillas, patés y las empanadas, así como la buena condimentación con merkén.

En el lago Aluminé se practican diversos deportes náuticos.


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