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Nadie baja un cambio

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“Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido del presente diario”.

Si algo le faltaba a la delicada situación política, económica y social de Chubut era un hecho de violencia con tinte político. Lo que ocurrió el jueves pasado en el barrio Planta de Gas de Trelew es de una gravedad inconmensurable. Gente empuñando armas, tirando piedras, ejerciendo violencia y vociferando amenazas y exigencias a cambio de dejar caminar libremente a una caravana política por las calles de uno de los barrios más castigados por las carencias. Un ejemplo más evidente de la descomposición política y social que atraviesa Chubut, pero sobre todo la ciudad de Trelew, no se consigue.

Abajo Chubut

Más allá de los significados múltiples, lo que ocurrió el jueves representa, además, un descenso –otro más, por si hacía falta- hacia el averno de la precariedad democrática en la que han sumergido a la ciudadanía muchos de los gobernantes de los últimos años.

La caterva de violentos que salieron al cruce de la caminata de Arriba Chubut son el producto de una manera de hacer política que se ha expandido como un virus en el último tiempo, que se contagia en medio de la miseria económica en las que le toca vivir a mucha gente. Los que empuñan armas, tiran piedras y amenazan son los victimarios, no hay dudas; pero también son víctimas de un sistema regenteado por ciertos dirigentes políticos y un puñado de mafiosos que se arriman al poder para hacer negocios turbios.

Son los mismos que usan a esta gente para todo servicio, los compran por monedas y los terminan convirtiendo en una fuerza de choque al servicio del que pague. No se trata de una “pelea entre peronistas”, como quieren hacer creer algunos. Acá no hay ideología. Se trata de unos malandras que vienen siendo alimentados por personajes oscuros y que van a seguir estando gane quien gane el 30 de julio. Cambiarán de patrones pero no de métodos.

Acusaciones cruzadas

La delicada situación que le tocó vivir a Juan Pablo Luque y Ricardo Sastre no justifica las graves acusaciones que hicieron ambos contra el intendente Adrián Maderna y el candidato a gobernador de Juntos por el Cambio, Ignacio Torres, a quienes responsabilizaron por lo sucedido.

Cuesta creer que Maderna o Torres hayan dado una orden semejante. Pero alguien la dio. No fue un inci- dente aislado, ni una manifestación espontánea. Alguien orquestó todo para generar el caos que se generó. Los videos son elocuentes, difíciles de desmentir. Inclusive, en muchos de ellos se ven con claridad los rostros de quienes causaron el terror.

La Policía, primero, y la Justicia, después, están obligadas a dar una respuesta rápida.

Si las palabras de Luque y Sastre sonaron fuertes contra Maderna y Torres, las respuestas no le fueron en zaga. Nadie quiso poner un freno, hacer un rebaje, calmar las aguas. Maderna se defendió atacando a Luque y despegándose de los grupos violentos a los que señalan como afines a su sector. El senador se apresuró a expresar su solidaridad con una candidata a diputada nacional de Unión por la Patria que estaba haciendo las veces de periodista y fue maltratada por militantes de Camioneros –otro hecho repudiable-, pero no dijo una palabra sobre el tiroteo en plena calle colmada de gente, en donde inclusive había niños. La violencia y los tiros se condenan siempre, vengan de donde vengan. No hay balazos buenos y balazos malos.

Redes cloacales

La escalada de violencia había tenido algunos capítulos anteriores. En al menos dos de los tres debates de candidatos que se organizaron hubo pirotecnia verbal en exceso entre Torres y Luque, muchas veces al borde del buen gusto. Se puede debatir de política, discernir, castigar un poco al adversario por lo que hizo o dejó de hacer. Lo que no se puede hacer es convertir todo en un concurso de soberbia y pedantería.

Las redes sociales también se han transformado en un ring en donde todo parece valer. Las campañas pagas armadas para golpear al adversario son cada vez más frecuentes. Que portales de internet ignotos gasten fortunas en Facebook, Instagram y Youtube para promocionar campañas sucias en contra de tal o cual candidato debería ser un tema para atender. Hay que regular el uso de las redes para este tipo de cosas.

La campaña que muestra a varias personas pegándose papeles en la frente fue solventada por alguien para pegarle a Torres. La que recuerda cómo votaron ciertos diputados la zonificación minera, para perjudicar a Luque. Son apenas dos ejemplos, hay muchos más que invaden los videos de Youtube o las “historias” de Instagram.

Nadie hace nada para evitar estos golpes bajos. Peor: todos se siguen haciendo los distraídos. Eso también es violencia política.#

Lo reemplazará Julián Galende

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