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CIERTAS HISTORIAS INCIERTAS

Ricardo Rivas Periodista Twitter: @RtrivasRivas

Sobre el fin de este viernes volví a una costumbre de larga data. Cuando el sol se agachaba detrás del horizonte, ocupé una silla justo frente a un enorme ventanal de un pequeño bar playero en la costa sur de Mar del Plata –poco menos de 1.700 km al sur de mi querida Asunción–para mirar, en silencio, justamente, ese espectáculo que no por cotidiano desde los tiempos más remotos pierde un ápice de la mágica belleza que lo envuelve. Deseaba que nada faltara. Aunque para mi salud no fuera recomendable y, tal vez, Pablo Malfante, el sabio médico que desde un par de décadas me recomienda no hacerlo, encendí un Montecristo 4. Cuba picante en mi paladar. Con atención y sin perder detalle seguí con la vista la primera voluta hasta que silenciosa, imperceptible, después de estrellarse contra el techo desapareció. El calor apretaba pese a que una agradable brisa marina despeinaba la cresta de las olas. Con un par de fotos hechas con el celular capturé y guardé esas imágenes.

Valent N Y Don Jorge

A mi derecha, un hombre y una mujer hablaban en silencio. Aunque no podría asegurarlo porque lo hacían en muy bajo tono de voz, supe que procuraban asociar ese momento con el 14 de febrero –dentro de dos días– cuando el santoral de los católicos recuerde a un sacerdote llamado Valentín que en esa fecha del año 270 perdió la cabeza por orden del emperador romano Claudio II, quien para disponer su decapitación lo sentenció por rebelde y desobediente. Valentín incomodó al emperador porque, pese a que el máximo romano prohibió a sus soldados el casamiento porque –respecto de los solteros– bajaban el rendimiento en el campo de batalla, él seguía casándolos en secreto. ¿Es acaso la historia de Valentín una historia de amor? Volví a poner mis ojos sobre el horizonte. La charla de quienes ocupaban la mesa

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