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Los mesiánicos se aprovechan de los incultos
ALEX NOGUERA Periodista alex.noguera@nacionmedia.com
Si hiciéramos un ranking de las 10 cosas que verdaderamente más le gustan al paraguayo, posiblemente en la lista entrarían 1) el fútbol, 2) las comidas típicas, 3) el asado, 4) la cerveza, 5) los chistes, 6) el vyrorei, 7) el tereré, 8) no hacer nada, 9) “eso que sabemos” y 10) el idioma guaraní.
Un aspecto curioso del paraguayo es que “demasiado le gusta” que se hable bien de su país. Se hincha como un pavo real cuando Nadia Ferreira aparece en alguna portada de medios extranjeros, o cuando un jugador como Enciso o Almirón son alabados por la prensa internacional y la selección sube lugares en la FIFA, o cuando se hace mención de que Paraguay es el mayor exportador mundial de energía eléctrica del mundo, o uno de los mayores productores mundiales de soja, o de carne bovina o que, pese a no tener litoral sobre el mar, posee una de las mayores flotas fluviales del planeta.
A pesar de tener sobradas razones históricas para ser orgulloso, al paraguayo le cuesta ser vanidoso, pues sobre su cabeza siempre flota una aureola de humildad que puede observarse desde generaciones pasadas a través de la amabilidad. El compatriota siempre saluda (incluso a desconocidos), siempre “está bien” cuando le preguntan “¿qué tal?” y siempre está dispuesto a compartir con la visita el alimento de su familia.
Pero en muchas ocasiones, ese exceso de humildad juega en contra del compatriota y hace que pierda importantes oportunidades. Como un ejemplo podemos mencionar que en el mundo hoy se celebra el Día del Cómic Gratis, una iniciativa de Joel Field, un desconocido fanático y dueño de una tienda de historietas, a quien en 2002 se le ocurrió regalar publicaciones para promocionar la lectura de este género. El proyecto tuvo tan buena acogida que hoy tiene una participación promedio de 1,5 millones de personas en 2400 tiendas de cómics en 65 países.
Ese ejemplo plantea la siguiente reflexión: si Paraguay ostenta ser la cuna de uno de los mayores guionistas de cómics de todos los tiempos, envidiado, adorado y admirado por millones de lectores en decenas de países que supieron interpretar y apreciar su obra, el genial e irrepetible Robin Wood, ¿por qué su nombre cada vez se diluye más en el olvido tras su muerte y no cobra el valor que le corresponde?
Tal vez la respuesta sea la falta general de cultura, no solo de los ciudadanos en los que nunca prendió el deseo por la lectura, sino que también de las autoridades.
En este momento, en el que luego de unas elecciones cívicas ejemplares, un excandidato encuentra la oportunidad de generar anarquía a través del descontento popular, tirando la piedra y escondiendo la mano, llamando a dar la vida (de otros, claro) por la (su) causa, quemando vehículos, produciendo destrozos y saqueos, la revuelta no sería tan sencilla si las personas tuvieran mayor grado de cultura y no se dejaran influenciar tan fácilmente como borregos.
Tal vez si hubieran leído las historietas de Wood podrían entender sobre los valores imbuidos por sus personajes: Nippur de Lagash, honestidad, lealtad, amistad, desprecio por los bienes materiales; Jackaroe, lucha contra la injusticia; Pepe Sánchez, el humor de la vida; Mark, reflexión sobre lo que podría suceder en el futuro; Savarese, cómo surgir desde el fondo y mantener los ideales; Dago, jamás darse por vencido; Gilgamesh, vencer al miedo a la muerte; Starlight, aventuras en el espacio; El Cosaco, la libertad y el amor a la vida, etc.
Sin darse cuenta, varias generaciones aprendieron acerca de los verdaderos valores a través de los héroes creados por Wood, disfrutando, riendo o reflexionando con sus creaciones. Estos lectores de cómics son críticos y no se dejan influenciar con tanta facilidad en esta época de internet al alcance de la mano y tienen mayor protección ante el delirio político de los mesiánicos.
Ahora que el Paraguay recibe una nueva oportunidad con el gobierno que comenzará en agosto, deberíamos pensar en educar a los niños de una manera más divertida, inculcándoles pasión por la lectura, para crear ciudadanos ilustrados en el futuro.
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