FR ANCISCO HINOJOSA AÑO NUEVO
CARLOS VEL ÁZQUEZ
TU CRUEL ADIÓS MI NAVIDAD
ESGRIMA JOSÉ BUIL
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[ S u p l e m e n t o d e La Razón ]
20 15
PRINCIPIOS Y FINALES DE LA
NARRATIVA MEXICANA
A JUAN GELMAN Un poema de Francisco Hernández
EL CONDE DE L AUTRÉAMONT REVISITADO Por Sebastián Beringheli
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En la víspera del segundo aniversario luctuoso del formidable poeta argentino Juan Gelman (el 14 de enero), exiliado en México durante décadas y hasta sus años finales —en la etapa de consolidación que le dio el reconocimiento internacional—, su colega Francisco Hernández nos comparte este poema donde lo invoca, habla con él y lo interroga.
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u poesía está en el disco, señor Gelman, me lo dieron como se obsequia una ventana de hospital.
¿Y si lo llamamos desarraigo tiene entonces
Poesía en ladino, esta vez. Lenguaje dulce, música encubridora, originario espíritu. Pero no pude escucharla en ese instante.
el hocico de un perro alimentado por tripas de inocente? Supongo, don Juan, que también el exilio
(A veces, cuando ya están dentro del féretro,
es un aire fresco, liberador, un pasaporte,
evitamos mirar los rasgos de los seres perdidos).
el calibre de otra clase de arma,
Por suerte, el día de hoy disfruto del compacto.
un largo puente de sílabas donde la brisa,
Usted aparece.
donde la prisa, donde la risa es otra.
Alto, más alto que cúpula o muralla,
¿Y el bandoneón, señor Gelman,
llega al café con lentos movimientos
reducido a pedazos, es otra caricatura del exilio?
y con ese hilo de voz tan propio,
No lo distraigo más, admirado poeta.
tan del sur profundo, recién salido
El riachuelo que cruza por Nepantla
de un cigarrillo rubio.
puede considerarse, gracias a usted,
Señor Gelman, ¿a qué sabe la primera
un nuevo verso de sor Juana.
cucharada de exilio?
Y tres niños uniformados, recién salidos
¿Cuánto duele su inicial puntapié?
del colegio, juegan a la rayuela
¿Lo vuelve a uno el destierro
en el parque de enfrente,
un turista secreto, un muerto sin la muerte?
sin saber nada de Cortázar, ni de la Maga que en algún sitio los aguarda.
FRANCISCO HERNÁNDEZ (San Andrés, Tuxtla, Veracruz, 1946) es autor de más de veinte libros de poesía, entre ellos Mascarón de prosa, Las gastadas palabras de siempre, La isla de las breves ausencias (Premio Mazatlán de Literatura 2010) y Mal de Graves.
DIRECTORIO
El Cultural [ S u p l e m e n t o d e La Razón ]
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Luego de las listas de los libros notables del año viejo, ensayamos un enfoque distinto: una selección de las primeras y últimas palabras —íncipit y éxcipit— de veinticinco libros de ficción —cuento y novela— que circularon en México durante el 2015. En su mayor parte son primeras ediciones, pero hay rescates de autores, alguna antología, alternancia de generaciones —y un reflejo de la diversidad de las editoriales en activo y sus propuestas.
PRINCIPIOS Y FINALES
E N L A N A R R A T I VA MEXICA NA DEL 2015 NOTA Y SELECCIÓN: ALEJANDRO DE LA GARZA
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egún la sociocrítica literaria, el íncipit “es el espacio textual en el cual se da el montaje de la narración y la programación ideológica del texto”. Y según la retórica clásica, el éxcipit se emplea para designar las últimas palabras de un escrito, sinónimo de la fórmula latina explicit liber, referida a la conclusión de los manuscritos de la Edad Media. El juego que planteamos en estas páginas consiste en la búsqueda
de genuinos deslumbramientos narrativos, de alguna astucia literaria —ese feliz instante cuando dos o más palabras se juntan y se abre una inesperada intelección del mundo (Ricardo Garibay dixit)—, del hallazgo de una iluminadora conjunción de oraciones o acaso de algún cadáver exquisito a la manera de los surrealistas. Es una invitación a la lectura, a partir del enigma de unos cuantos párrafos que aparecen ante el lector como otro golpe de dados.
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LA CARNICERÍA. La mejor. La mejor carnicería de la historia de este país. Una fila de cabezas, otra de troncos o esternones, como se diga, torsos, troncos. Lo que uno diría: cuerpos. Esa palabra, cuerpo, lleva a eso, la gran mesa central. Cuerpos colgando de sus ganchos en el refrigerador, atrás. La sangre no congelada pero sí quieta, una combinación única de limpieza y sangre. La tabla que no es tabla en realidad, porque la madera, cómo le digo, la madera está viva, más viva que todas esas patas y cabeza. [...] *
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[...] SE BEBERÁN, por qué no, esa última ronda pero en silencio, sin notar el apremio de los meseros. Dejarán mucha propina, total. El peluquero pedirá algo para llevar y así superar la noche en la capilla. Afuera, al despedirse, dirá que pronto cerrará el negocio, lo venderá o traspasará, y que habrá que avisar a los clientes. Y aquella tía de negro, dirá al último, la de los lentes negros, ¿sí? Es ciega. Gabriel Wolfson (1976). “Be”, en Be y Pies (Tumbona)
2 GUADALAJARA, 1977 A la segunda detonación se supo muerto. No por herida directa, físicamente imposible pues se había ocultado como un gato bajo la cama de la habitación del fondo, sino porque era evidente que si el Mariachito estaba vivo lo trituraría. Y si no, se encargaría El Concho, ese malencarado súbdito suyo. *
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PARÍS, 1944 Soy un soldado se dijo sin agrado. Un suicida que obedece amos. Un perro. Peleó su guerra y la de los vecinos y sería capaz de combatir lo mismo en Berlín que en Argelia si lo convencían de hacerlo. No era capaz de imaginar otra cosa ya. Nada distinto. Nada mejor. Por el rifle tuvo pan y mujer; por el rifle, vino. Bebió apoyado en el rifle. Ramón le dijo alguna vez, en uno de sus arranques, que los hombres, desde Caín, sólo habían conseguido parecerse en algo: todos eran criminales. Se miró las manos. Delincuentes, sí. Forajidos ganándose el jornal. Antonio Ortuño (1976). Méjico (Océano)
NO SÉ SI ALGUNA vez olvidaré el recuerdo de quien fui en la infancia. Dicen que los viejos siempre recuerdan mejor el pasado remoto. Hasta que la vida se les va haciendo pequeña y llegan a olvidar su nombre, antes de que la nada los nombre a ellos. *
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AFUERA CAE una tormenta con relámpagos y truenos. Los perros están temblando bajo mi silla. ¿Qué cantamos? Les pregunto. Ángeles Mastretta (1949). El viento de las horas (Seix Barral)
4 EN ESTA CIUDAD todos cargamos con un crimen. O al menos deberíamos, pues nadie vive ajeno a un deseo urgente de venganza. Yo cargo con el mío y no me voy a tomar la molestia de confesar sus motivos. La bruma de los remordimientos, temores y recelos se espesa con recuerdos igual de confusos. *
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LUEGO, en medio de un silencio tétrico, fui a mirar por la ventana de la estancia. Los pasos apresurados de alguien en la calle rompían la quietud. Me pregunté cuánto duraríamos así. Ella fue por el revólver y la botella, que destapó para tomar del pico antes de ofrecerme un trago. Seguimos bebiendo y después, tendidos en la cama, probamos la droga. Ya le llegaría su turno al acero frío cargado de plomo. Las siguientes horas fueron las mejores de toda mi vida. Por la mañana mirábamos el techo. Los ojos muertos al lado mío me exigían permanecer en silencio. J. M. Servín (1962). Al final del vacío (reedición, Almadía)
5 —VEN, OH MUERTE, oh muerte tan mía... —clamó el poeta, pasando a la quinta hoja de su composición. Y la muerte, quizá por única vez en la historia del hombre, acudió al llamado tan insistente del bardo laureado; vino y el bardo cayó frente al micrófono cuan largo era con la muerte, que le había entrado por un agujero pequeño en la espalda.
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A FINALES de 1941, la nieve cubría Praga. No sólo la nieve, sino la vergüenza, el dolor y la humillación. La ocupación nazi había fundado el gueto de Lódź en Polonia, el segundo más grande después del edificado en Varsovia, y fue ahí a donde los alemanes llevaban a los checos para ser retenidos en condiciones miserables durante un largo periodo, para después terminar 70 kilómetros más lejos, en el recién inaugurado Chelmno, el primer campo de exterminio que utilizaría gas venenoso durante el Holocausto. En ese mismo año, entre los checos, húngaros, polacos, gitanos y prisioneros de guerra conducidos a su extinción, se encontraban Gabriela Kafka y Valerie Kafka, las hermanas del escritor de La metamorfosis.
EL SOBRINO, de pronto, se puso de un salto fuera del escenario y corrió a la calle, para caer allí en brazos de los gendarmes, que el coronel había puesto en las puertas. Más tarde don Teódulo le invitaba una copa de mezcal al electricista. —No es bueno ni conveniente llamar a la muerte así nada más. A veces viene. Rafael Bernal (1915-1972). “La muerte poética”, en Antología policiaca (FCE)
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MI EXPEDIENTE amoroso es una colección de principios. Un paisaje definitivamente inacabado que se extiende entre excavaciones inundadas, cimientos al aire libre y estructuras en ruina; una necrópolis interior que ha estado en obra negra desde que recuerdo. Cuando te conviertes en coleccionista de inicios también puedes corroborar, con precisión casi científica, la poca variabilidad que tienen los finales. Estoy condenada, particularmente, a la renuncia [...]. *
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7 LA LLAMA DA de lleno en la carátula del reloj de Simón, fraile dominico de órdenes menores. Las astillas de luz producen sombras y las sombras bailan con las risas y el choque de vasos. —Salud de Dios a todos —dice Simón puesto de pie y dando la espalda a los cuatro amigos con quienes comparte la única mesa del lugar. *
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[...] ESOS CINCO o seis mil pesos necesarios para dar de beber al sediento podían haber sido menos, dos o tres mil pesos, cuando sólo había treinta franciscanos en Pachuca, pero o no se le ocurrió a nadie ir a pedirlos al conde de Regla o éste no estaba en disposición de darlos. ¿Quién lo sabe? ¿Importa que alguien lo sepa? ¿De dónde le viene entonces la fama de generoso al conde de Regla si no es del mismo enredijo de intereses que consagró como verdad histórica la calumnia contra Tutotepec? Jacinto mantiene su puesto de escribano de república en Tutotepec y su puesto de mercadería los días de plaza en Tulancingo. Ha de vivir en Santiago. Agustín Ramos (1952). Justicia mayor (Random House)
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LA LLAMADA, el estallido, la mente en blanco, el tiempo detenido. A bailar. A estar sola. Los tacones rompiendo el aire: exigiendo. Sus caderas redondas, precisas. Un animal largamente entrenado. El sudor en la cara y el pecho. Olé tu mare, gitana. Las luces, el humo, el calor, los aplausos tras cada remate. Olé Tani. Empezó a sofocarse, el cante por soleá la detuvo unos segundos. Marcaba con las caderas mientras recobraba el aliento. Otro remate, el público exigía más. El pelo escurriendo, la cabeza a punto de reventarle. Una falseta más. Calor, muchos calor. No tenía aire, no sentía ya las piernas. Su cuerpo seguía a compás movido por una fuerza propia, independiente de ella. Un giro, otro, otro… ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué? ¿Por qué? El suelo empezó a girar incontrolable, volaba. Se desplomó al suelo con un golpe rotundo y seco. *
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[...] ASÍ QUEDA confirmada la existencia de los Kafka en Sonora. Es verdad que no he podido conectarlos con la familia de Franz Kafka, pero deben tener un pasado común. Lo único que quedaría por hacer es viajar a Budapest y seguir los rastros de Samuel y Malvina Kafka. Revisar su pasado, las ramas genéticas que se vincularán, estoy seguro, con el tronco del escritor. El caso no está cerrado [...] Seguiré más adelante, cuando pueda salir a Hungría a localizar los registros del matrimonio Kafka y confirme la más grande de todas las ficciones: la verdad. Franco Félix (1981). Kafka en traje de baño (Nitro Press)
STILL Los demás fragmentos son ilegibles. Y si no empieza y no termina, ¿entonces qué? Im dorique solona: ¡Plaf! Verónica Gerber Bicecci (1981). Conjunto vacío (Almadía)
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LA FAROLA de afuera iluminaba los dos cuerpos, diluidos en sangre y lágrimas. La larga melena de Carmen creaba la imagen de una cresta, mientras que las extremidades de Tani descansaban hacia el otro lado formando una s. El líquido derramado parecía una secreción salida de lo más profundo de sus vísceras. Ambas tentaron lo prohibido, devoraron el fruto. Dos mujeres fundidas en una, creando una misma sombra en aquella penumbra: la sombra de una serpiente caída. Sally Avigdor (1974). La llama negra (Cal y arena)
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EL QUE SE JACTE de ser buen observador descubrirá la ausencia de niños en Umbrías. Si bien abundan los infantes que extienden los brazos a sus padres y se tambalean, neófitos, al caminar, los niños mayores sólo juegan en las calles durante un breve periodo. Luego desaparecen de la faz de la tierra. Los niños han de ser iniciados según la tradición. Cuando la primavera se acerca, y tras cumplir el ritual de La Crucifixión de los Huevos Cocidos, los niños son enterrados en los túneles que serpentean bajo la iglesia a escala que nuestros ancestros erigieron, allá, en el chilar. *
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CUANDO ALGUIEN preguntaba por su profesión, le gustaba decir que era consultora. En realidad, había estudiado actuación en la Ciudad de México y en Los Ángeles, pero nunca había subido a ningún foro porque se enamoró de un dealer celoso que la retuvo a su lado en una suerte de arresto domiciliario. En contra de la voluntad de sus padres, Beatriz se casó con Lucio por el civil y por la iglesia. [...]
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LA ÚNICA habitación que los ladrones respetaron a medias fue la del bebé. Las pisadas llegaban hasta la cuna y de ahí se dirigían, con torpeza, al resto de los muebles. En la estantería de metal no faltaba ni un paquete de pañales, pero se hallaban desordenados. El andador, que antes colgaba de la pared, se encontraba en el suelo. Botellas de aceite para bebé, biberones, mantas, un par de pañaleras y la carriola seguían sumidas en el silencio apenas perturbado por el polvo que, por años, había entrado al cuarto y se había pegado, anfibio, a la superficie de los objetos. El interior de la cuna estaba intacto. *
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AHORA, MIENTRAS Beatriz esperaba el verde del semáforo en su camino a una consulta, se quedó observando a un niño a quien le faltaba el brazo izquierdo y que se esforzaba por limpiar su parabrisas, de pronto, todo lo que le repugnaba, le hacía enojar o le intrigaba sobre esos prodigios, se mezcló con una extraña ternura y deseó con todas sus fuerzas encontrar a Lucio al volver a su casa, pero había muerto. Daniel Rodríguez Barrón (1970). “Madame Beatriz”, en Los mataderos de la noche (La Cifra Editorial)
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RODERICO no se movió hasta que empezó a tiritar de frío. El castañeteo de sus dientes lo trajo de regreso, a ese momento, a ese lugar, el mismo donde hacía semanas o meses o años lo había atacado la jauría de perros. Pensó que el miedo y el frío eran casi lo mismo, tal vez porque ambos eran la antesala de la muerte. Entró a su casa. Faltaba poco para el amanecer, o tal vez mucho, pues entonces era difícil saberlo con aquellas nubes y aquella lluvia que ocultaban todo. Se quitó la ropa húmeda. Se vistió con ropa de dormir limpia, acarició y cobijó a su perro muerto y regresó a su cama con un vacío en el estómago. El del esternón no le incomodó, hacía ya tanto tiempo que su corazón se había ido en aquella papirola que, desarmada, pronto vería el mar. Erika Mergruen (1967). Todos los vientos (Cal y arena)
[...] TODO ESTÁ en todo como quería Pitágoras, como un océano quemado en la niebla, como el encuentro entre una utopía recién nacida y un filósofo condenado a muerte, como una fosa común cavada por un inglés junto al muro exterior del cementerio: como la luz de los deshielos. Esto es un western. Esta es la casa del dolor ajeno. Tomados de la mano, Mónica, Leonardo y yo cruzamos ese día no una ciudad, no La Laguna, no un pequeño genocidio, no el puente de Ojuela: el puente del horror. México, le llaman. Julián Herbert (1971). La casa del dolor ajeno (Random House)
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LA ANTIGUA CASA de campo del doctor Walter J. Lim es un chalet de tejados de color verde y muros de ladrillo rojo intenso. Los ladrillos adquieren una tonalidad profunda porque las juntas fueron delineadas con empaste blanco. El techo es curvo y parece derramarse como una ola esmeralda sobre un jardín en el que habitan, al lado de naranjos y toronjos más jóvenes, dos moreras centenarias. Estos árboles, tal vez emparentados con otros de la misma especie que hay en el bosque Venustiano Carranza, al oriente, donde hace muchos años prosperaron huertas chinas, dan testimonio de un anhelo empresarial: la intención de convertir en productora de seda a una comarca famosa por sus cultivos de algodón. *
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DIJE SU NOMBRE dos veces, lo más fuerte que pude y salí corriendo. Llegué hasta la esquina y me pegué a la pared, ansioso, desesperado, sin aire. No sé si salió primero ella o él. Qué importa. El fin de una vida es acaso una pequeña escena, un par de palabras dichas con precisión y sin manera de refutarlas. Todo está bien con la vida así como es. Fue entonces cuando el viento trajo consigo ciertos ahogos, no sé si palabras enunciándose al viento: un nombre oído por primera vez, verdadero, en la boda de una madre. O tal vez lo que escuché eran gritos. Antonio Ramos Revillas (1977). Los últimos hijos (Almadía)
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14 NO PODÍA DORMIR. Le inquietaba el hecho de que más allá de sus ojos cerrados, la interminable luz del desierto inundaba la habitación. Perderse en el sueño sería imposible, comprendió, por más que invocara la oscuridad de la inconsciencia con la pequeña oscuridad de sus ojos cerrados. La incomodidad que lo corroía en cuerpo y alma era absoluta, incurable. Parecía un muñeco que alguien arrojó sin cuidado a mitad del cuarto [...]. *
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[...] ERA VERDAD: como si el hombre, callado ante la inmensidad del paisaje, aguardara el momento en que algo, una sombra, una forma, un ser temible estuviera a punto de surgir del fondo. Un fantasma más real que el mismo James. [...] O como si ese algo ya hubiera sucedido, y una magnífica y terrible criatura estuviera frente a él, y sólo a él le fuera dado contemplar, extasiado, lleno de espanto, su urgente aparición. Luis Jorge Boone (1977). Las afueras (reedición, Era)
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YO QUERÍA SER ESCRITOR y decidí largarme de casa. Cuando les dije a todos que me dedicaría a escribir me echaron en cara que la estaba cagando. En Torreón la literatura no dejaba dinero y era mejor estudiar una ingeniería. —Además, tienes 15 años, no sabes lo que quieres. Es más, no te he visto agarrar un libro en todo el año. ¿Qué vas a saber tú de literatura si todo el día estás pegado a los videojuegos? Se ve muy bien que si te dedicas a eso vas a fracasar, hijo. *
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DAMIÁN MIRANDA tenía esa fecha grabada a fuego en la memoria y allí perduraría hasta el fin de sus vidas. Martes 27 de noviembre. Pero nada hubiese cambiado de tratarse de un jueves, un viernes, un improbable domingo. Entre semana el oncólogo José Orvañanos atendía por la mañana en el hospital de los trabajadores petroleros y por la tarde en su consultorio privado. Los fines de semana se refugiaba en Cuautla en la casita con huerto y piscina, focas de medio tiempo él, su mujer, la niña y los dos niños.
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LE HABLARON de la revista Moho, dijeron que publicarían su cuento, que se comunique con ellos No pude saltar de alegría porque todavía me sentía molido por la noche que había pasado. No entendía cómo fue que mi casera me aventó a la calle en medio de la noche pero tuvo la delicadeza de tomar un mensaje. Ahí, sentado sobre las cajas supe que era una gran mujer a pesar de su olor. Parecía que la fortuna volvía a posar su mirada sobre mí. Observé mis tres cajas, dos de libros y una de ropa. Dejé la que contenía ropa, tomé las otras dos y caminé despacio, quejándome a cada paso, rumbo al único lugar donde podría quedarme, con la única mujer que durante todo este tiempo me había dicho que su puerta estaría siempre abierta para mí. Media hora después llegaba a mi destino. Toqué sin ganas. —Madre, aquí estoy, ábreme, volví a casa. Daniel Herrera (1978). Quisiera ser John Fante (Moho)
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—ALÉGRATE DAMIÁN. La eutanasia es la gran respuesta que hemos hallado los hombres contra las amenazas de la muerte. Antes vivíamos sometidos a ella. Era ella la que, inesperadamente o de manera paulatina, caía sobre nosotros. Todo el tiempo nos acechaban sus verdugos o sus heraldos. Sometida al terror, la vida era una continua sucesión de sobresaltos. Bien lo decía Montaigne: quien ha aprendido a morir ha olvidado la servidumbre. Se acabó, doctor. No dependemos más de los deseos de la muerte. Gerardo de la Torre (1938). La muerte me pertenece (Ediciones B).
19 ESTOS SON LOS HECHOS. Detesto la natación. No soy Kafka, es obvio. Tampoco fabulo. *
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[...] VIVÍ INMERSO en los anales de mi vida privada, en los corredores circulares de una historia personal perfectamente anodina, apenas nada o su contrario: todo. Quizás ahí siga y ahí me mantenga. Pero esos son mis hechos. Bruno H. Piché (1970). Los hechos (Libros Magenta)
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[...] EL TOCADISCOS aún funciona mientras se escucha el tiroteo persistente, fratricida, entre la milicia local y un ejército enemigo, allá en las ruinas de la Ciudad Vieja, en un atardecer sin sirenas fabriles. ¿Permanecerían en su sitio los juegos tubulares, la bruja, la zorra y el oso? ¿Podría el señor Ziema subir en su automóvil para recorrer la autopista con su cerco de robles (ahora llena de baches y cráteres provocados por los morteros y el paso de los blindados) y fotografiar los primeros campos sembrados de la estación, la fábrica de tractores, los altos hornos? Daniel Espartaco Sánchez (1977). Memorias de un hombre nuevo (Random House)
23. Edson Lechuga (1970). A
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EN LA INFANCIA, el tiempo tiene otra manera de medirse: puede avanzar muy rápido o detenerse de golpe. En la infancia, los objetos se llenan de tiempo y de épocas como si fueran recipientes. Cuando somos niños, nuestros objetos quizá más valorados son los juguetes y en ellos se resguarda esta etapa de la vida. En la edad adulta, los únicos objetos que pueden contener aquellos días con fidelidad aproximada, además de los inusuales juguetes que hayan sobrevivido, son las fotografías. *
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ASÍ, UN PEDAZO de la infancia que vivía en nosotros sin saberlo puede destruirse al mirar una fotografía o reconstruirse al encontrar un juguete perdido, porque el juguete representa la acción, la experiencia, y la fotografía es más contemplación, añoranza inmóvil. El álbum de fotos y el cajón de los juguetes viajan sobre el tren del tiempo. Sus destinos son impredecibles. Emmanuel Vizcaya (1989). Aerovitrales (Cuadrivio)
SI YO FUERA otro tipo de escritor esta crónica habría empezado por el final, con la imagen de la niebla disipándose lentamente entre las casuchas asimétricas y quebradizas que diseñaron los antropólogos para San Marcos Acuitlapán. Me tomó tiempo descartar la idea, no lo voy a negar. Esa fue, en efecto, la última imagen de mi viaje, y ¡caray! Era tan literaria... *
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ESO FUE HACE UN AÑO. “Hazme el paro durante unas dos, tres semanas, ¿no carnal?”, recuerdo que me avisó más que pedirme. Pero no puedo borrar, sobre todo, sus últimas palabras antes de terminar la llamada: “¿No tienes la impresión de que el pasado regresa a cobrar las facturas hasta cuando ya las pagaste?” Julio Patán (1968). Negocio de chacales (Planeta)
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NACÍ EN LA REPÚBLICA Socialista de Ruritania, un país que ya no existe, y mi primer recuerdo es el jardín cubierto de nieve de los multifamiliares donde mi madre y yo vivimos hospedados en el departamento de los Ziema, un matrimonio joven de profesores que no pueden tener hijos. El rostro del señor. Ziema está oculto detrás del lente tornasolado de una cámara fotográfica [...] Mi madre me toma de la mano: detrás de nosotros están las torres grises de la Ciudad Nueva, con cientos de ventanas talladas en el concreto, y a nuestra derecha el entramado gris de un bosque de abedules.
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21 CUANDO A LAS CINCO y tantas de la mañana unos golpes en la puerta lo despertaron, el comisario Quiroz imaginó que habría aparecido algún cuerpo. Cada tanto recibían un nuevo “regalito”. La última fue la muchacha, cerca del río. No debía tener más de catorce años. Una pena. Menuda, blanquita. Una piel perfecta, tenía. Si no hubiera sido por las quemaduras de cigarro en la espalda, hubiera parecido una muñeca. La ciudad se alimentaba de los cuerpos de las mujeres, pensó, pero lo que dijo fue “Otra puta muerta”. *
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[...] “ANOCHE, antes de despedirnos, me pidió que le entregara una carpeta. No imaginé que no volvería a verla con vida”. Tres recortes de periódico. Eso es todo. “Me enferman quienes abusan de su poder, querida”. Cada uno tiene la imagen de un cadáver, y escrito al pie, con letra pequeña, “Fotografía: Vernon Cansino”. Tres hombres muertos en una misma fecha: 30 de agosto de 1934, 1935, 1936. Han pasado ya más de cincuenta años. “Espero haber salvado, sí, a otros inocentes”. Sandra Lorenzano (1960). La estirpe del silencio (Seix Barral)
22 TAMBIÉN SUCEDE por el día, pero esta vez es por la noche. En mitad del descampado que la gente de los pueblos más cercanos llama Ojo de Hierba, un claro rodeado de árboles macizos, lianas primigenias y raíces que emergen de la tierra como arterias, se oye un silbido inesperado, cruje el encenderse de un motor de gasolina y desmenuzan la penumbra cuatro enormes reflectores. Asustados, los que vienen de muy lejos se detienen, se encogen e intentan observarse unos a otros: los potentes reflectores, sin embargo, ciegan sus pupilas. Acercándose entonces las mujeres a los niños y los niños a los hombres, quienes llevan varios días andando dan comienzo al cantar de sus temores. *
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SALTANDO los cuerpos de los chicos de la selva, que acaban de dejar el claro Ojo de Hierba como acaban de dejar la historia de Epitafio, la historia de Estela y ésta que es su propia historia: la historia pues del último holocausto de la especie, los que obedecen a ese hombre que ahora está bajando de su enorme camioneta llegan hasta el sitio donde yacen los sinDios, los levantan uno a uno y les encajan los hocicos aún humeantes de sus fierros: también sucede por la noche, pero esta vez es por el día. Emiliano Monge (1978). Las tierras arrasadas (Random House)
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24 AQUÍ EL RELOJ DE CUCO, grotesco, nefasto. Allá el espejo cuadrado, sin marco. La ventana abierta, por cuya boca penetra lo negro, lo ondulante, lo descomunal y acerado de la noche. Y mi mesa. Y mi silla. Y el revólver helado, longitudinal, sugerente como un tallo de geranio. [...] y una cosa intangible, fétida, muy poco angelical, que no es viento, ni fuego, ni lluvia, ni risa. Una cosa enorme, infecta, ventruda, como un gusano infinito con miríadas de patas que lo ensombrece todo e incita a las monstruosidades más abyectas... *
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[...] CONSÉRVAME a tu lado. No me abandones jamás y mucho menos me lances allá de nuevo. Entre tus brazos suaves, contra tu seno, humilde, vasallo sumiso, te serviré por la eternidad. Recuerda bien, ¡oh dulce Muerte!, que aún no me habías querido y acudí. Tan grande, tan ciega, tan descomunal era mi fe en ti. Francisco Tario (1911-1977). “Mi noche”, en Obras completas, tomo I, FCE
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23 MIS PADRES ya dormían separados. Desde siempre. Desde que recuerdo. Diez hijos les daban la razón de separar sus camas, sus cuerpos. Sin embargo algo les hizo permanecer en el mismo cuarto. El cuarto del enigma. El cuarto del sexo. El cuarto del misterio. El cuarto del incesto. El cuarto de los padres. El cuarto del baúl. El baúl de la pistola, del violín y del ramo de novio. El cuarto del barrunto. El cuarto de la memoria. *
*
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SE SINTIÓ ENTRE CABALLOS, entre las indias moliendo a metate el maíz para echar tortillas, en la algarabía de los gallineros, en el olor a café recién tostado. Se sintió cantando boleros frente a sus hermanos idos, sus hijos idos, incluso frente a Soledad y Ruperto y tuvo conciencia plena de que los muertos sin sepultura atraen la fatalidad. Después detuvo los ojos; y un instante antes de soltarse, Le pareció escuchar afuera el ruidito de la lluvia; hizo un último esfuerzo para pedir que abrieran las ventanas, pero ya no le alcanzó el aliento. Edson Lechuga (1970). Anoche me soñé muerta (Axial)
NADIE SE LO ACONSEJÓ. Simplemente decidió que había que reunirse en Tijuana y pidió a Max Garcés que hiciera los arreglos. Sólo a los del norte, Max, necesitamos reforzar algunos puntos y en Tijuana siempre hay un clima acogedor. A Garcés le extrañó pero igual telefoneó a los implicados, pensó que quizá quería ver a su hijo que por esas fechas cumplía once años, o ir de compras en algunas tiendas que le gustaban. La Hiena Wong se opuso de inmediato. Max, Tijuana no es confiable, es un pinche hervidero, mejor en Mexicali. Aquí tenemos todo bajo control [...] *
*
*
ERA DE NOCHE cuando entró en su casa en la Col Pop. Habían pasado dos días desde el escape. Limpia y ordenada. Se sirvió un Macallan y luego dos más. En la mesa de centro había un recado: “Hay carne asada y tortillas en la estufa, estamos en la San Chelín en el velorio de Ignacio”. Puso música en el estéreo: Good Morning Starshine, con John Denver, y fue como si todo lo vivido cayera sobre su espalda. Pinche poeta, qué razón tenía. Élmer Mendoza (1949). Besar al detective (Random House)
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“Maldoror ya estaba en Isidore mucho antes de que comenzara a escribir los Cantos —apunta Sebastián Beringheli en esta revisión del personaje—. Estaba en su actitud distante, en su semblante grave y desdeñoso, egoísta; estaba en los oscuros interrogantes que compartía con sus compañeros de retórica, en sus ideas, su estilo, su soledad; Maldoror estaba vivo y anónimo en ese largo desfile de impresiones horrorosas que lo atormentaban”.
E L C O N D E D E L AU T R É A M O N T
R E V ISI TA D O SEBASTIÁN BERINGHELI
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ijo de un destacado diplomático francés, Isidore Lucien Ducasse, más conocido como Conde de Lautréamont, nació en Montevideo durante el auge del Sitio que se extendería hasta 1851. Se crió entre el griterío de los degollados y el alboroto salvaje de los linchamientos. Las intrigas, el hambre, las feroces luchas intestinas, los ultrajes, marcaron a fuego su infancia. Su seudónimo prefigura el espíritu simbólico que reina sobre su obra. Se trata de una burla y también de una advertencia. En una época en que todos leían vorazmente a Alejandro Dumas y su Conde de Montecristo, Isidore eligió llamarse Lautréamont, es decir, l’autre mont, “el otro monte”, quizás para evidenciar su enfrentamiento filosófico con Cristo, con Dumas, y quizás con ambos. Otros lo interpretan del siguiente modo: l’autre est à Mont, es decir, “el otro está en Montevideo”. Isidore ingresó al Liceo Imperial de Tarbes, donde se desempeñó con notable mediocridad, aunque obtuvo algunas menciones destacadas, especialmente en dibujo. Luego se inscribió en el Liceo de Pau, hasta que a los 19 años, en 1867, viajó a París para estudiar en la Escuela Politécnica. Uno de sus compañeros, Paul Lespes, se atrevió a dar un breve retrato de Isidore. Lo describe como un muchacho alto, delgadísimo, encorvado, de piel más bien pálida y cabellos largos y rebeldes que constantemente caían sobre su frente. Añade que su aspecto generaba cierta repulsión. Poco después de brindar este valioso testimonio, Paul Lespes, ya octogenario, falleció. Sus otros camaradas veían a Isidore como un muchacho hosco, obstinado, incapaz de ceder en sus opiniones y especialmente en sus antipatías. Las constantes jaquecas acentuaban su carácter irritable, al igual que las críticas de quienes eran incapaces de comprender sus versos sobrecargados de imágenes sádicas, oscurecidos aún más por un estilo que no siempre respetaba la sintaxis. Otros testimonios apoyan la idea de que Isidore poseía un temperamento profundamente melancólico. El joven pasaba largas horas en su pupitre, apoyado sobre los codos, frente a un libro
“LA POTENCIA EMOCIONAL DE LAUTRÉAMONT COMPENSA LARGAMENTE LAS SOBRECARGAS DE LA OBRA, Y SU CAPACIDAD PARA EVOCAR LO IMPOSIBLE Y LO ABERRANTE ES, Y SEGUIRÁ SIENDO, UN MOTIVO DE REGOCIJO PARA LOS AMANTES DE LO GROTESCO.” cuyas páginas se mantenían estáticas. La geografía lo arrancaba momentáneamente de su letargo, pero era la tragedia, especialmente Edipo Rey, lo que lograba conmoverlo, aunque en repetidas ocasiones manifestó profundos desacuerdos con Sófocles. Para Isidore, lo más hermoso de aquel clásico podía resumirse en los gritos enloquecidos de Edipo, con las cuencas ya vacías, o llenas —decía— con dos armónicos coágulos de sangre. Sin embargo, se lamentaba que Yocasta no hubiese tomado la decisión de matarse a la vista de los espectadores. Maldoror ya estaba en Isidore mucho antes de que comenzara a escribir los Cantos. Estaba en su actitud distante, en su semblante grave y desdeñoso, egoísta; estaba en los oscuros interrogantes que compartía con sus compañeros de retórica, en sus ideas, su estilo, su soledad; Maldoror estaba vivo y anónimo en ese largo desfile de impresiones horrorosas que lo atormentaban. En París intentó publicar la primera parte de Los cantos de Maldoror pero la mayoría de los editores se negaron por temor al escarnio público. Lo cierto es que conforman una obra onírica y profundamente visceral, muy por encima de lo estéticamente aceptable en su tiempo. Una lectura simple puede generar la impresión de estar escarbando en los sótanos de una mente retorcida, violenta y, por momentos, genial. Una lectura más profunda confirma esa primera sospecha. La palabra Maldoror es una contracción de Mal d’Aurore; es decir, “mal de la aurora”. Su protagonista es un renegado de la creación, un sujeto alejado de Dios y de los hombres, un exiliado por voluntad propia:
Mi poesía —señala— consistirá únicamente en atacar por todos los medios al hombre, esa bestia salvaje, y al Creador, que nunca debió engendrar semejante escoria. Los Cantos sintetizan la lucha entre las infinitas posibilidades de lo imaginario y las acusadas limitaciones de la realidad objetiva. Este antagonismo es un rasgo central del pensamiento de Isidore Ducasse. Su protagonista no acepta siquiera su elección sino que aborrece incluso su condición de autoexiliado; es, en toda regla, un ser resentido contra Dios, sentimiento que es dirigido hacia su obra más entrañable: el hombre. La psicología, acostumbrada a extraer muestras aisladas del fango del inconsciente, acusa que el germen de este resentimiento sublimado puede hallarse en la figura de su madre, Celestina Davezac Jacquette, quien se suicidó el 9 de diciembre 1847, cuando Isidore tenía apenas un año y ocho meses. A propósito, Ramón Gómez de la Serna elaboró una atinada defensa de Isidore frente a las constantes acusaciones póstumas de locura: Lautréamont es el único hombre que ha sobrepasado la locura. Nosotros no estamos locos, pero podríamos estarlo. Con los Cantos él se sustrajo a esa posibilidad, la rebasó. La potencia emocional de Lautréamont compensa largamente las sobrecargas de la obra, y su capacidad para evocar lo imposible y lo aberrante es, y seguirá siendo, un motivo de regocijo para los amantes de lo grotesco. Hay que decir que los temores de aquellos editores reacios no estaban
El Cultural SÁBADO 09.01.2016
He hecho un pacto con la prostitución a fin de sembrar el desorden en las familias. La vieja casa de Isidore en la calle Camacuá pasó al olvido hasta que algunos poetas uruguayos iniciaron un largo periplo burocrático para rendirle homenaje. Uno de ellos, Juan Welker, que además era diputado, presentó en 1926 un proyecto oficial para que una calle de Montevideo llevara el nombre de Isidore. El proyecto se aprobó, aunque nunca fue ejecutado, tal vez porque al poco tiempo Welker murió en medio de la más atroz locura. El propio Maldoror es un ente diabólico que se ve a sí mismo como un baluarte frente al despotismo de Dios, que suele aparecer ridiculizado como el rey de un burdel. Maldoror se imagina a sí mismo como un arcángel del mal. Dentro de esta estructura lo asombroso se proyecta en gigantismos aterradores, metamorfosis inconcebibles, objetos y animales que intercambian características y cualidades. Todo está permitido en el universo de Maldoror, justamente porque la imaginación no tiene barreras. Quiera el cielo que el lector, animoso y momentáneamente tan feroz como lo que lee, encuentre sin desorientarse su camino abrupto y salvaje a través de las ciénagas desoladas de estas páginas sombrías y rebosantes de veneno; pues, a no ser que aplique a su lectura una lógica rigurosa y una tensión espiritual equivalente por lo menos a su desconfianza, las emanaciones mortíferas de este libro impregnarán su alma.
Isidore Ducasse, Conde de la Lautréamont.
completamente infundados. Los Cantos glorifican la violencia, el sadismo, la blasfemia, la deshumanización y el asesinato. Y no sólo eso, una atmósfera de horror parece gravitar en torno a sus páginas malditas, a tal punto que su influencia se esparció sobre todos los incautos contemporáneos que se interesaron en ellas, sobre todo los allegados al autor, como don Prudencio Montagne, tal vez el último sobreviviente de los que conocieron personalmente a Isidore. Obsesionado con los Cantos, se suicidó colgándose de una sábana. Antes de tomar esa resolución —prueba insustancial sobre la supuesta maldición que pesa sobre la obra—, se dice que conoció a Isidore en su casa, ubicada en la calle Camacuá, Montevideo, donde actualmente se encuentra la Rambla Sud. Años después de la muerte del poeta el sitio donde estuvo su casa se convirtió en el vértice de la prostitución de la ciudad. Los Cantos ya lo habían profetizado:
A pesar de su posición antagónica con respecto a Dios, Maldoror no miente. De hecho, pone en guardia al lector, lo obliga a involucrarse pero también a tomar distancia frente al fenómeno poético. La voz Maldoror nos invita a participar del espectáculo repulsivo de sus ideas, a deshacerlo, si así lo deseamos, pero sobre todo a aportar nuestras propias impresiones. Y si no estamos dispuestos a ser testigos del horror, alerta, lo mejor que podemos hacer es dejar el libro y olvidarnos para siempre que lo hemos abierto: No es aconsejable para todos leer las páginas que seguirán; solamente a algunos les será dado saborear sin riesgo este fruto amargo. Por lo tanto, alma tímida, antes de penetrar aún más en semejantes landas inexploradas, dirige tus pasos hacia atrás y no hacia adelante. Esta advertencia descubre una práctica común a lo largo de todos los Cantos: sus raras atrocidades siempre incitan al lector a que participe con su propio repertorio de impulsos mediante saltos y
“EL PROPIO MALDOROR ES UN ENTE DIABÓLICO QUE SE VE A SÍ MISMO COMO UN BALUARTE FRENTE AL DESPOTISMO DE DIOS, QUE SUELE APARECER RIDICULIZADO COMO EL REY DE UN BURDEL. MALDOROR SE IMAGINA A SÍ MISMO COMO UN ARCÁNGEL DEL MAL..”
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ausencias que lo condicionan a integrarse a los hechos. Recordemos que Isidore era apenas un adolescente cuando comenzó los Cantos. La rebelión y el desprecio por los paradigmas los atraviesan de principio a fin. Maldoror sufre porque busca imponer lo imaginario sobre el mundo real, una utopía que lo aleja irremediablemente de sus congéneres, multiplicando así su sufrimiento. El tono de los Cantos es intensamente apelativo. Se interpela constantemente al lector buscando sacarlo de un lugar de comodidad para convertirlo en una fuerza participativa. La estructura de la obra obedece al caos, pero a un caos aparente que no carece de orden ni de reglas estéticas. León Bloy ensayó una acalorada crítica que los surrealistas transformarían en elogio. Sostuvo que los Cantos era uno de los libros más monstruosos de la historia, y que su autor pagó el más infausto de los tributos por semejante blasfemia al morir encerrado en un manicomio de Bruselas. Lo cierto es que Isidore falleció a los veinticuatro años de edad en sus modestas habitaciones de la Rue du Faubourg Montmartre, París, el jueves 24 de noviembre de 1870. Se desconoce la causa de su muerte. Para muchos, falleció de algún tipo de enfermedad infecciosa, posiblemente escarlatina. Otros sostienen que fue envenenado. Pocos meses antes de su muerte Isidore había mandado a imprimir, bajo su costo, la edición competa de los Cantos, una tirada de apenas diez ejemplares. Ciento treinta años después, más precisamente en 2004, una ignota artista neoyorquina solicitó formalmente al estado de Francia un permiso para contraer matrimonio póstumo con el poeta. La solicitud fue desestimada, a pesar de que en Francia existe una vieja ley, actualmente en desuso, por la cual el presidente de la nación posee la autoridad para oficializar casamientos civiles entre personas vivas y muertas. El anonimato, la primera edición casi nula, el seudónimo del autor, su muerte prematura, la ausencia de datos biográficos confiables, pero sobre todo su fuerza arrasadora, hicieron de los Cantos una obra que paulatinamente fue ganando prestigio. Los surrealistas la convirtieron en un objeto de culto. El resto, en un libro maldito especialmente condenable. Lector, quizá desees que invoque al odio en el comienzo de esta obra. ¿Quién dice que no has de aspirar, sumergido en infinitas voluptuosidades tanto cuanto quieras, con tus orgullosas ventanas nasales amplias y afiladas, volviéndote de vientre al modo de un tiburón en el aire hermoso y negro, como si comprendieras la importancia de ese acto y la importancia no menor de tu legítimo apetito, lenta y majestuosamente, las rojas emanaciones? El cuerpo de Isidore Ducasse fue inhumado en el Cementerio de Montmartre. A finales de 1890 sus restos se perdieron para siempre, confundidos en el Osario de Pantin.
SEBASTIÁN BERINGHELI (Buenos Aires, 1978) es escritor y traductor. Edita el blog El Espejo Gótico y escribió la novela Los huesos de la luna en coautoría con Les Quintero. Es el compilador de las antologías de relatos Buenos vampiros y Ella, fantasma (Cal y arena, 2013).
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FRANCISCO HINOJOSA
El Cultural SÁBADO 09.01.2016
LA N OTA NEGRA
AÑO NUEVO
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l 2 de enero inició formalmente el 2016. Se diría que empezó el primero, pero para muchos ese día es aún la secuela de la fiesta del 31 de diciembre, o bien una fecha que para algunos vale la pena ser borrada del calendario por la cruda o la siesta de dieciocho horas derivada del reventón. Desde entonces comenzaron a pasar por las casas de empeño todos aquellos que gastaron de más en las fiestas navideñas y de fin de año y necesitan efectivo para enfrentar la llamada “cuesta de enero”. Muchos iniciaron la promesa de hacer dieta para bajar de peso o dejar el tabaco definitivamente, aunque la mayoría recaiga en unos días, unas semanas o unos meses. Lo que viene para este 2016 tendrá herencias del 2015: continuarán las incógnitas que rodean la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, el rechazo por parte de la cnte, de la reforma educativa, el perverso matrimonio de la izquierda con la derecha con fines electorales, la acumulación de multas para el Partido Verde, la aparición de nuevos chapulines, grillos y delfines, el me-vale-madre de los gobernantes por sus gobernados, el aumento de los salarios y gastos de representación de los funcionarios de los tres niveles de gobierno, la caída del peso, la corrección a la baja de los índices de crecimiento y los precios del petróleo. Y seguirán los mismos baches en las mismas calles, la falta de agua en Iztapalapa, la impunidad de la delincuencia organizada en Tamaulipas, el aumento de la pobreza en Oaxaca, Guerrero y Chiapas, el peligro de ser periodista en Veracruz y, en el
Las Claves
CONOCEREMOS ESTE AÑO EL PERFIL DE LA NUEVA SECRETARÍA DE CULTURA, A LA QUE MUCHOS TRABAJADORES TEMEN PORQUE LOS HAN CONVENCIDO DE QUE SU FIN ES TERMINAR CON LOS SINDICATOS DEL INAH Y EL INBA.
caso de la Ciudad de México —ex Distrito Federal—, la aplicación exitosa de mil o dos mil multas de tránsito diarias en una urbe que comete en el mismo lapso dos y medio millones de faltas. Conoceremos este año el perfil de la nueva Secretaría de Cultura, a la que muchos trabajadores temen porque los han convencido de que su fin es terminar con los sindicatos del inah y el inba, y por lo tanto desconocer sus derechos. Morena y López Obrador seguirán trabajando a marcha forzada para estar a la cabeza de las principales preocupaciones de los partidos políticos con miras al 2018. Los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro pondrán de nuevo al descubierto las carencias, la corrupción y las luchas de poder del deporte en nuestro país. Sabremos si Cuauhtémoc Blanco tiene madera para gobernar la capital de Morelos —que por cierto desconocía antes de que el psd le propusiera postularse— o bien si los cuernavacenses le sacarán la tarjeta roja: al cabo que tiene tantas en su historia que una más solo le provocará otro berrinche. Sin duda, renacerá la papafilia en su versión franciscana y su prolongación guadalupana. Sea quien sea que resulte electo como representante de los republicanos a la presidencia de los Estados Unidos, estarán a la vista los índices de xenofobia del país vecino. Se espera para este año (o los que siguen) —con fundamento o no— que el Chapo sea recapturado para darle el premio nacional de ingeniería de túneles y la medalla Papillon. Que la maestra guerrera Gordillo cumpla su
Foto > Especial
@panchohinojosah
sentencia en la cárcel y no en el jacuzzi de alguna de sus casas. Que Fox piense lo que dice antes de hacer declaraciones con tal de salir en los periódicos, ya que sin Rubén Aguilar, su exvocero, nunca tendremos la certeza de qué quiso decir. Que la producción, venta y consumo de la marihuana sean temas de discusión seria más allá de las declaraciones en pro o en contra que todos quieren hacer a través de los medios. Que se le haga la afinación y el servicio al corruptómetro con observadores internacionales. Que no haya más escándalos con casas, terrenos y aviones comprados en lo oscurito con influencias y recursos públicos. Que Chabelo deje de ser un tema de conversación. Y que los atlistas renueven su esperanza con el regreso de Rafael Márquez al nido (con dedicatoria a Trino). Feliz año nuevo.
Por CARLOS O LI VA R ES B A RÓ
DE LA FAMILIA se pueden hacer muchos dibujos. Los niños pintan a sus padres tal y como son: en los trazos infantiles la corbata del padre es roja, los pantalones se oscurecen de verde, la camisa se unta de gris, los calcetines imitan el azul del cielo, el saco algodona la sospecha del café, los zapatos coquetean con la cordura de la caoba y el portafolio desafía los asombros del morado. Madre de blusa púrpura con falda de encajes en arcoiris de avellanas. Sí, los infantes saben conjeturar como nadie la iconografía perfecta de la estirpe. Retratos de familia, de Karen Plata (Ciudad de México, 1986), es una sobresaltada fajina de imágenes, las cuales configuran perplejidades y acuses tal y como un muchacho vislumbra los aposentos socavados por el tiempo y sus enveses. “Hacer una casa sobre el cuerpo de una vaca, / hacer una casa para la vaca, / pensar que tenía hermanos y primos y dibujarlos, / pensar en el pasto enorme de vaca, / tragarse a la vaca”: poema pórtico de este breve cuaderno que avisa de las coordenadas plásticas secuestradas al
cosmos del pintor bielorruso Marc Chagall. Karen Plata nos invita a ver el mundo a través de un punzante vitral. Sí en La aldea y yo, Chagall ramifica la planicie para que la luz irradie todos los segmentos de lo cotidiano, en Retratos de familia la joven poeta mexicana recurre a las glosas bíblicas en manifestación festiva y, asimismo, lo que podría considerarse una suerte de Génesis en que la nostalgia espolea la lógica, pero desde una conciencia deconstructiva. “Así debe ser el cielo, acaso el momento justo en que el palo / de un niño atraviesa el ojo de una vaca”. Hay en estas estrofas un cauteloso discurso fauvista a la manera del método de Matisse de la utilización libre del color, Plata se aventura por trasiegos metafóricos en que una solapada violencia, dispensada en perspicaces paráfrasis, desequilibra el habla poética y conforma trazados de sátira menipea al modo de Quevedo: “Matar un par de moscas no es matar, es un escenarios menos / trágico. Un desliz de la mano que no dejó de apretar a un / pequeño cuerpo hasta dejarlo sin aire”.
Compendio de antiliturgias, antisalmos que alimentan una misa encharcada en escarnios perfilados de sospechosos candores. El lector tiene en sus manos una alforja de abrevias y extrañezas: desconciertos poco comunes en la oratoria de los jóvenes poetas en México. “Mi abuela se tiró un día por la ventana, mi abuela caía pero mi tía se quedó colgando. Se quedó meciéndose a un metro del piso sin caer. Se quedó parada mirándonos. Ella quería decirme algo pero se quedó dormida o yo me desperté cuando estaba a punto de contármelo”. Como diría el poeta judío Yehuda Amijái: “Cada uno en su vida necesita un jardín abandonado”. Plata edifica ruinas habitadas por fantasmas que se mecen en el último cuarto de la casa. “Mirar el cielo es diferente desde los ojos de la vaca”, advierte la perturbadora y subversiva voz que desanda por los pliegos de esta singular cartilla de versos. El jurado del Premio Elías Nandino 2015 (Maricela Guerrero, Tedi López Mills y Victor Ortiz Partida) nos ha dado la oportunidad de conocer a una poeta de legitimidad absoluta.
RETRATOS DE FAMILIA
Autor: Karen Plata Género: Poesía Premio Nacional de Poesía Joven Elías Nandino 2015 Editorial: Tierra Adentro, 2015.
El Cultural SÁBADO 09.01.2016
EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO
TU CRUEL ADIÓS MI NAVIDAD
EL CABALLO FUE EL PRIMER PELUQUERO QUE YO ESCOGÍ. POR SU DOBLE IDENTIDAD. DE DÍA PELUQUERO Y DE NOCHE GREÑUDO BASQUETBOLISTA.
Ciudad anónima
tro horas para que te cortara la greña. Y como no se respetaban ni jerarquías ni antigüedades ni amistades, tenías que chingarte. Y mucho menos existían esas joterías de estética de hacer una cita o reservación. Las mudanzas, los matrimonios, las largas esperas me alejaron del Caballo. Comenzó entonces un exhaustivo peregrinaje en busca de un nuevo peluquero. A propósito de las estéticas. Sé que no pertenezco a esa estirpe. Que las estelas de la música disco me convierten en miembro de esa especie afecta a las estéticas. Pero soy incapaz de entrar a una. No es homofobia. O sea, puedo internarme, a admirar a los travestis. Pero no a cortarme el cabello. Me va más ser cliente de los negocios que ostentan un caramelo en la fachada. Pero incluso después del Caballo no encontré mi hogar en varios changarros con el caramelo de fuera (sonó a albur). Antes me he pronunciando contra la masturbación. Me parece una actividad de estudiantes. Me vale madre que Woody Allen sea fan. Siempre que me ordeño en lugar de sentir placer me asumo vacío. Me deprimo. Lo mismo me ocurre cuando salgo insatisfecho de una peluquería. Sé lo que pensarán: ahí viene otra vez este pendejo con una analogía referente al sexo. Lo siento. Pero no es necedad. Un peluquero es como una amante. Estoy en contra de masturbarme pero no de que me masturben. Pero no todas mis parejas lo han sabido hacer. Basta de poner en aprietos al peluquero. No, no es como masturbar pero es parecido. Es una mano santa que conoce todos tus secretos. Y es la única mano capaz
“OTRO ASPECTO original de Río dentro de poco será víctima de la ambición civilizadora y tal vez también de la moralidad, tal como sucedió con muchas ciudades de Europa como Hamburgo y Marsella. Me refiero a las calles prohibidas, la zona del Mangue, la gran feria del amor, el yoshivara de Río. Ojalá y aparezca, aunque sea de última hora, un pintor que retrate aquellas calles cuando, por las noches, brillan con luces verdes, rojas, amarillas y blancas, manchadas por sombras fugitivas, conformando un espectáculo oriental, misterioso por los destinos encadenados unos
CARLOS VELÁZQUEZ
de dejarte conforme. Transcurrieron casi dos décadas antes de que encontrara al susodicho. Abrumado por la mata larga una tarde me envalentoné y entré a una peluquería de caramelo ubicada a la vuelta de mi último departamento (el que todavía habito). Mi desconfianza habitual la disfracé de antropología. Y el resultado fue sorprendente. Por fin había encontrado a mi complemento, mi media naranja. A partir de entonces mi espíritu descansó. No importa qué tan gacho tengas el cabello nunca es un asunto trivial. Pero como las desgracias nunca vienen solas y 2015 fue otro año en que mis Yankees no llegaron a la Serie Mundial, una tarde me topé con la noticia de que mi peluquero estrella no estaba. Será su día de descanso, pensé. Pero en el negocio me informaron que tenía varios días sin presentarse. Andará de peda, imaginé. Volví una vez por semana durante dos meses y no apareció. Tras tanto pregunté: pues dónde vive. En un rancho, me informaron. Esperé dos meses, hasta me fui a la fil greñudo. Se atravesaron las fiestas. Menos se presentaría. Lo va a traer enero, traté de consolarme. Pero nada. Y parafraseando a José Alfredo. Su cruel adiós fue mi navidad. Ni pedo, me dije, y me aplasté en el sillón de al lado, con otro maistro peluquero. Era eso o traer el look del perro cuida ovejas del Coyote y el Correcaminos (el pelo en los ojos que no te deja ver ni madre). Un error. Salí vacío, disconforme, enojado con el mundo. Mi próxima misión: ir en busca de mi peluquero a un ejido. Con el polvo del desierto enmarañándome el cabello.
Por DELIA JUÁREZ G.
Stefan Zweig y las calles prohibidas La Segunda Guerra Mundial y Hitler en el poder arrojaron al escritor alemán Stefan Zweig a un exilio que nunca terminó: de Austria a Inglaterra, luego a Estados Unidos y su destino final fue Brasil, donde se quitó la vida. De su vida en Río de Janeiro dejó esta estampa de la zona roja.
Por
@charfornication
¿Q
ué harías por un corte de cabello? ¿Esperarías dos meses? Yo sí. Mi primer peluquero fue El Caballo. Jugábamos básquet juntos. Y le cortaba el cabello a toda la flota. Éramos grungeros. Y en su casa (acondicionada como peluquería de barrio) siempre tenía la tele en MTV. Mientras esperabas turno te chutabas 120 minutos o Headbangers ball. De niño, como a casi todos, mi madre era la encargada de elegir a la persona que me podara la mata. Y también, como le sucede casi a todos, era un suplicio. El menú se restringía a dos tipos de corte. Al natural. Nunca entendí el concepto. Me suena como si uno en el presente pidiera un corte a la godínez. Y de raya de lado (o simplemente de lado) que consistía en lo que se conocía como a la Benito Juárez. Desconozco si ahora los millennials cuenten con ese referente. De esa etapa de cortes infantiles conservo un acervo de fotografías que me avergüenzan. En particular porque aunque no lo crean revelan un candor de inocencia. Nadie se podría imaginar que detrás de aquella carita de no rompo un plato existiría un pendejo que se obsesionaría con la literatura. Ni se esperaba que un destino se fuera a retorcer tanto. By the way, El Caballo fue el primer peluquero que yo escogí. Por su doble identidad. De día peluquero y de noche greñudo basquetbolista. Las habilidades del Caballo se popularizaron más allá de la gente del barrio y de los basquetbolistas. De un día para otro sus servicios se tornaron inaccesibles. En ocasiones tenías que esperar hasta cua-
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a otros como no he visto nada semejante en toda mi vida. En las ventanas, o mejor dicho, en las puertas, se encuentran, como animales exóticos detrás de las rejas, mil o tal vez mil quinientas mujeres, de todas las razas y colores, de todas las edades y procedencias, negras senegalesas al lado de francesas que ya casi no pueden cubrirse con maquillaje las arrugas producidas por los años, mestizas menudas y croatas obesas. Esperan a sus clientes, que en incesante procesión, se asoman por las ventanas para examinar la mercancía. Detrás de cada una de estas mujeres se ven focos de colores que iluminan con reflejos mágicos el aposento posterior, en el cual destaca, en la penumbra, el lecho, que es más claro, un claroscuro de Rembrandt, que vuelve casi mística esa actividad cotidiana y, además, asombrosamente barata. Pero lo más sorprendente —lo que, al mis-
mo tiempo, es brasileño— en esta feria, es la calma, la tranquilidad, la disciplina. Mientras que en calles como ésas, en Marsella, en Toulon, reina un escándalo, se oyen risas, gritos, llamados en voz alta y gramófonos, y los clientes borrachos, los europeos, vociferan en las calles, aquí, en las de Río, reinan la calma y la moderación. Sin sentirse avergonzados, los hombres pasan frente a aquellas puertas para, a veces, desaparecer ahí mismo, como un rápido rayo de luz. Y por encima de toda esa actividad tranquila y oculta está el firmamento con sus estrellas. Ese rincón, que en otras ciudades, consciente y avergonzado de su comercio, de cualquier modo se concentra en los barrios más feos y decadentes, en Río incluso conserva su belleza y se vuelve un triunfo de color y de luces variadas.” Brasil, país de futuro, Editorial Cahoba.
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El Cultural SÁBADO 09.01.2016
EL OFICIO DEL CINEASTA SEGÚN JOSÉ BUIL En los años treinta del siglo pasado, armado con una cámara Pathé Baby de 9.5 mm, el médico José Buil Belenguer filmó escenas de su familia y de la vida cotidiana en Papantla, Veracruz, donde él residía. Buena parte de esos materiales con olor a vainilla y nostalgia los usaron su nieto, José Buil Ríos, y Marisa Sistach, para realizar la cinta documental La línea paterna (1995), una obra de arte incluida en el acervo fílmico del Museo de Arte Moderno de Nueva York y en la Cineteca Nacional de México. Con el mismo afán de recobrar el tiempo,
José Buil se afana ahora en la posproducción de la película Los crímenes de Mar del Norte, escrita y dirigida por él mismo, que aborda los crímenes que cometió Goyo Cárdenas en la Ciudad de México, en agosto y septiembre de 1942 (asesinó a tres prostitutas y a su novia, y las enterró en el patio de su casa). Buil filmó en blanco y negro, en el barrio de Tacuba, muy cerca de donde ocurrieron los hechos. Contó con el apoyo del IMCINE y financiamiento privado a través del artículo 189 del ISR. La mancuerna Sistach-Buil (que se alterna
en la producción, guión y dirección) ha creado un puñado de cintas de diversos géneros, que han sido acreedoras a varios premios en México y el extranjero: Anoche soñé contigo (1992), El cometa (1999), Perfume de violetas (2001), La niña en la piedra (2006), El brassier de Emma (2007), Lluvia de luna (2011), La fórmula del doctor Funes (adaptación de la obra de Francisco Hinojosa, 2015), entre otras. En su guarida (Producciones Tragaluz, dentro de los Estudios Churubusco), Buil habla para El Cultural.
Por ESGRIMA
En tu próxima película cuentas la historia de Goyo Cárdenas desde el punto de vista de uno de sus amigos. ¿Por qué? Hace muchos años intenté hacerlo como falso documental y no cuajó. Cuando me decidí por la ficción, pensé que sería interesante ver las cosas a través de la mirada de Jorge Roldán (interpretado por Norman Delgadillo), un compañero de Goyo Cárdenas (Gabino Rodríguez) en la Facultad de Ciencias Químicas de la unam , que fue detenido por la policía y acusado de complicidad. Imagínate la experiencia que vivió ese cuate, aunque luego fue liberado. ¿En la cinta tiene más peso el amigo que el propio Goyo? No. Jorge Roldán sólo es el narrador. Ese recurso lo usé antes en Anoche soñé contigo, donde el adolescente (Martín Altomaro) narra los hechos en primera persona. También en La leyenda de una máscara, donde el periodista (Damián Alcázar) cuenta la muerte de El Ángel Enmascarado. Igual en La línea paterna, donde hay un narrador que, en la última parte, se descubre que es el propio realizador de la cinta, que soy yo. Una leyenda urbana cuenta que Goyo Cárdenas mató a las muchachas porque quería hacer el experimento de revivirlas. ¿Eso es verdad? Hay mucha mitología alrededor de su caso. Esa hipótesis yo no la usé porque no encontré cómo darle un sustrato verosímil. El criminólogo Alfonso Quiroz Cuarón hizo un estudio muy profundo, incluyendo un perfil acerca de las enfermedades físicas que Goyo tuvo desde niño y, por supuesto, no llegó a ninguna conclusión. ¿Y cuál es tu conclusión? Yo creo en una razón muy simple y, a la vez, compleja: él estaba muy enamorado de su novia y no encontraba una salida para sacar adelante esa relación. Se sintió acorralado y cometió esas atrocidades. Yo me ciño a lo que apareció en los periódicos de la época, en un contexto en el que los crímenes
de Goyo Cárdenas competían con las noticias de la participación de México en la Segunda Guerra Mundial. Esa es la atmósfera que enmarca a la película. ¿Es una cinta muy cara? Es menos cara que nuestra anterior película, La fórmula del doctor Funes, porque ahora hicimos una preproducción muy larga y un rodaje más corto. ¿Con La fórmula del doctor Funes volvieron a padecer el cuello de botella de la distribución? Sí, desgraciadamente. En la actualidad, en México es más fácil producir películas que exhibirlas. Habría que replantear la disponibilidad de salas comerciales para las cintas mexicanas. No es posible que el 80 por ciento de las salas se destinen a una película como Star Wars; hace falta un reglamento que impida esos monopolios. ¿Y la promoción? Ese es otro boleto. Si quieres una buena promoción para que todo mundo se entere de tu película, necesitas otro tanto de lo que invertiste en la producción; hacer las dos cosas está difícil en nuestro medio. ¿Qué te parecen éxitos comerciales como No se aceptan devoluciones y Nosotros los Nobles? El hecho de que películas mexicanas logren éxito en taquilla es favorable para la inercia de todos los que hacemos cine en este país. Cuando surgió No se aceptan devoluciones, yo estaba participando en actividades de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas, y no entendí muy bien la posición de la gente que se negó a darle a esa película el carácter de cine de autor. Independientemente de que te guste o no, esa película sólo la pudo haber hecho Eugenio Derbez. ¿Y los mexicanos en Hollywood hacen cine de autor? Sí, por supuesto. La única persona que pudo hacer Gravity es Alfonso Cuarón, lo mismo que Birdman, de Iñárritu. Son proyectos suyos y han logrado algo que es muy difícil: credibilidad ante los productores gringos. Eso está muy bien.
FERNANDO FIGUEROA
A estas alturas, ¿tienes el anhelo de alcanzar un producto artístico que hasta ahora te haya resultado inasible? A estas alturas no tengo ninguna búsqueda metafísica. Lo único que pretendo es continuar con el oficio del cineasta, lo que no significa sólo la dirección. Tanto en la producción como en la confección de guiones o en la edición siempre hay algo nuevo por aprender. El oficio del cine implica resolver problemas y todo el proceso es muy divertido. Dime tres películas extranjeras que te llevarías a una isla desierta. Las amargas lágrimas de Petra von Kant (Fassbinder), Sin aliento (Godard) y Los siete samuráis (Kurosawa). Y tres mexicanas. El esqueleto de la señora Morales (Rogelio A. González), La fórmula secreta
SI QUIERES UNA BUENA PROMOCIÓN PARA QUE TODO MUNDO SE ENTERE DE TU PELÍCUL A, NECESITAS OTRO TANTO DE L O QUE INVERTISTE EN L A PRODUCCIÓN; HACER L AS DOS COSAS ESTÁ DIFÍCIL EN NUESTRO MEDIO.” Arte digital > FERNANDO MONTOYA >La Razón
(Rubén Gámez) y La rosa blanca (Roberto Gavaldón). ¿Quién ha sido para tí el mejor actor mexicano? Tin Tan. ¿Y actriz? Eso nunca me lo había planteado… Me gusta mucho Silvia Pinal en El inocente, en El rey del barrio, y lo que hizo con Buñuel. Gracias a La línea paterna, en el portal Internet Movie Database (IMDB) aparece tu abuelo, José Buil Belenguer. ¿No te parece magnífico? Sobre todo, un acto de justicia. También debería ser reconocido como el gran filatelista que fue, pero desafortunadamente su colección se desperdigó. Lo que dices de imdb es padrísimo, incluso hay gente que confunde nuestros nombres.