Dios mío...¡Quítame lo borracho!

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Dios mío... quítame lo borracho



Oswaldo del Castillo Carranza

Dios mĂ­o... quĂ­tame lo borracho

Editorial Vandalay


Primera edición, 2005 Segunda edición, 2013 © Oswaldo Del Castillo Carranza

D.R. 2005 Editorial Vandalay Laguna de Carmen 1358 Col. Las Quintas C.P. 80060 Culiacán, Sin. Tel. 01(667)716-01-98 bastidas@cln.megared.net.mx isbn: 970-607-94577-1-3 Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales. isbn: 978-607-9128-15-9 Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o trasmitida de manera alguna, ni por ningún medio sin permiso previo del escritor. Impreso en Culiacán, Sinaloa, México. Made in México


Para el que no cree que dejar de beber le harĂĄ vivir una existencia plena y feliz. En memoria de Ricardo Mercado. Viviendo siempre con el recuerdo de sus enseĂąanzas



Agradecimientos

E

ste apartado no debe extenderse demasiado, así lo creo. ¿Cómo debo hacer para no dejar a nadie fuera? Bien, aquí voy. Primeramente, a los que tienen este libro en sus manos, pues es a ellos a quienes va dirigido. Sé que en el cielo habrá fiesta en grande si uno de estos lectores logra dejar de beber. Si es así, Dios será quien haya logrado este triunfo. A Él mi eterna gratitud. En segundo término, a mis compañeros de doble A, quienes encarnan el programa y lo hacen vida cada 24 horas. En tercer lugar, a todas las familias que aún sufren de este mal: el alcoholismo. En cuarto lugar, a mi familia. En quinto sitio, a mis amigos Mario Alberto Ibarra Ahumada, Sergio Ramírez Rivera, Araceli Cuadras Urtuzuástegui y Carlos Humberto Monárrez Palazuelos; por la valiosa ayuda en la construcción y reproducción de este material. Los errores en que incurro los asumo totalmente. 9



Prólogo

“...Lo esencial para nuestras vidas, es invisible para nuestros ojos”.

L

os días que hoy vivimos son caracterizados por la vorágine en cascada de los tiempos. Tal vez sea debido a los acelerados avances tecnológicos van incorporando a todo ámbito en que nos desarrollamos; es que presumimos comúnmente de los supuestos que observamos en nuestro entorno cotidiano y más aún de lo que percibimos virtualmente. Asimismo, cada día que transcurre resulta para todos nosotros, la reproducción de emociones aturdidoras y desconcertantes, causales de distintas y variadas expresiones que, en lo individual, lo familiar y lo colectivo, prefiguran de manera galopante y en todo espacio de relación humana; la aprensiva inmediatez de la conjugación del verbo; es decir, aprisa en más de las veces nos significa lento. 11


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Y este es un fenómeno que puede observarse en casi todo espacio citadino y en toda metrópoli. Lo acelerado de la dinámica social, lo apabullante que resulta la recurrente y galopante violencia social y el incremento de la criminalidad, productos de la aguda y reproducente descomposición social, obliga a revisar sociológicamente la poca o nula funcionalidad que hasta hoy pudiesen tener los hilos invisibles de la formación de las nuevas generaciones; y con ello, la situación en que se encuentra una de las instituciones fundamentales para toda colectividad humana: la familia. Lo cierto es que -entre otras cosas- vivimos y convivimos riesgosamente, con la cada vez más abundante patología social, de amplias expectativas oportunistas entre los más diversos grupos de jóvenes, cuyo segmento es por lo demás sensible en nuestro tejido social: la enfermedad del alcoholismo; y ésta, es una de las más grandes patologías sociales en el mundo cuya existencia prevalece gracias a que no sólo persisten, sino se redimensionan, las condiciones humanas y ambientales favorables para la contaminación de esta enfermedad. La aparición de esta enfermedad en el individuo, requiere del reconocimiento de la etiología a través de los factores genéticos, psicológicos, bíosociales, entre otros, en mucho y en posición privilegiada, se encuentra la revisión y estudio de aspectos sobre la configuración y desarrollo de la estructura de la personalidad, a más de la psique del individuo. 12


DIOS MÍO... QUÍTAME LO BORRACHO

La presente obra Dios mío... quítame lo borracho, escrita por el Doctor en Ciencias, Oswaldo del Castillo, nos invita a hacer un alto obligado en esa vorágine en que nos envolvemos y distraemos, de lo que es fundamental para nuestras vidas. La decisión de formar un matrimonio e integrar una familia, si bien es una de las acciones más hermosas en los quehaceres humanos, la crianza y educación de los hijos, es un compromiso cada vez más complejo y de desafíos infinitos. Más aún, cuando en el presente, la institución familiar se encuentra violentada por factores externos, cuya acción sobre los miembros de esta institución, es explosiva y corrosiva, afectando de primera intención la estructura moral de sus componentes. Por otra parte, la lectura de esta obra y el recorrido que nos muestra el autor, nos trae el recuerdo de aquéllas prácticas de tres o cuatro décadas atrás, donde los padres asumían casi la totalidad del control de los hijos con la coadyuvancia de la escuela y la religión; en la actualidad han sido más que rebasadas y puesto  en entredicho la solidez y funcionalidad -como lo mencionamos al principio- las instituciones familiares y religiosas, por un lado y por otro, la precariedad con la que asiste la institución del Estado como tal, en el proceso formativo de las nuevas generaciones. Cabe la reflexión de lo oportuno que resulta la publicación de este texto, dada la posibilidad de poder ser aprovechada para su lectura y meditación por la inmensidad de jóvenes que empiezan abrirse a la vida 13


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y al conocimiento de las primeras vivencias y experiencias del mundo real. También, porque para los padres de familia u otro cualesquier individuo, les significa un importante facilitador para informarse con el fin de estar alerta para detectar, apoyar y participar en el tratamiento de los enfermos alcohólicos, potenciales o activos que pudiesen presentar de entre su familia o círculo de amistades. Oswaldo del Castillo Carranza nos invita a compartir de manera franca y transparente, a veces descarnada -tal y como las experiencias de vida así se muestran- las vivencias personales por las que pasó durante su juventud y el periodo en que fue bebedor activo. Nos comparte sus pensamientos, emociones, temores, sufrimientos y porqué no, también sus alegrías y sin sabores que hubo durante este tiempo. Sus impresiones y advertencias que surgen de la vivencia directa como hijo y padre de familia, sus debilidades y confusiones en estas etapas de existencia y además, sus anhelos de vida. Sus comentarios nos adentran a la reflexión de las formas más variadas de criar y educar en la familia. Nos invita a cuestionarnos sobre la manera que podría ser la más acertada, reto que castiga pero que también convoca y reclama al más porfiado; que por cierto, es la disyuntiva impostergable en la que debe ocuparse imperativamente ya, el Estado. Sergio Ramírez Rivera Sociólogo 14


Introducción

E

scribir un libro que trata del conocido y terrible problema del alcoholismo no es ni creo, será un asunto fácil. Sin embargo, desde este instante felicito a quien está, en este preciso momento, observando estas cuantas líneas; pues, seguro estoy, es alguien que conoce lo que significa el abuso de beber alcohol o al menos sus consecuencias al hacerlo. Por otra parte, ¿quién desea dejar de beber? Creo que nadie. Lo anterior, lo sabemos quienes hemos ingerido alcohol por muchos años y para quien en un comienzo el alcohol significó un rotundo éxito en casi todo lo que hacía. Con el tiempo, el alcohol fue convirtiéndose en la peor pesadilla que nadie -aunque así quisiera- puede imaginar. Después de esto, no hicimos otra cosa que recordar aquellos momentos en que el alcohol era nuestro mejor aliado para obtener lo que se propusiera alcanzar.

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Estimado lector, con el hecho de estar leyendo este libro sentirá un alivio, pues ya sabe que puede dejar de sufrir cuando así lo decida. Además, descubrirá que existen millones de personas que van en la búsqueda de resolver uno de los problemas más antiguos de la humanidad: el alcoholismo. La lectura le irá aclarando, poco a poco, lo que tiene que hacer y cómo mantenerse abstemio. Además, irá conociendo el enemigo al que se ha enfrentado por largo tiempo. Este hecho de pretender dejar en definitiva el alcohol y todo lo que ello involucra, puede no ser una promesa sino una realidad. Espere a concluir la lectura o al menos otra página más para tomar la decisión de tomarse otra copa. Si ya se la sirvió, déjela sobre la mesa y continúe con la siguiente página. Ahí encontrará un aliciente para terminar con el cometido, al menos no tomársela sin terminar de leerla. Conozco lo que está pensando: este es un libro como cualquier otro, que lo único que pretende es hacer tiempo a que se derritan los hielos. Lo cierto es que está al final de esta página y no pasó nada, lo que significa que de verdad desea conocer quién es un alcohólico, qué características identifican a un bebedor problema y cuándo hay que parar de beber, entre otras interrogantes o inquietudes. El alcohol tiene demasiadas “cualidades” que evitan sea tarea fácil deshacerse de él.

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Así lo pensé en un principio, debido a lo que observé siendo aún niño cuando escuchaba a mi padre decir que solamente los hombres bebían. Después me enteré que beben las mujeres, los adolescentes, los homosexuales, y toda clase de personas. Recuerdo, en más de las tres mil pláticas que he tenido con personas que tienen este problema del alcohol, que la pregunta más frecuente es: “¿Soy un alcohólico?” Y la respuesta que les he dado es: “nadie puede decir quién es un alcohólico, eso lo dirá la propia persona que bebe alcohol”. Lo que significa, que el asunto de la bebida no es igual al diagnóstico clínico de un médico cuando le dice al enfermo que tiene cáncer y que debe seguir un tratamiento para reducir la enfermedad o curarla. Aquí el médico es el paciente mismo; o sea, el que bebe y tiene el problema de la bebida. Este libro no debe considerarse como preventivo, es decir, si alguien que bebe alcohol piensa que leyéndolo no se convertirá en alcohólico está equivocado. Dicho lo anterior, es oportuno aclarar que el alcoholismo es una enfermedad a ser diagnosticada por la propia persona que bebe. Así que hay que evitar decirle al que bebe que es un alcohólico. Me viene a la mente una declaración que hacía con frecuencia una persona acerca de este asunto -era tan molesto escuchar a 17


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mi madre y a mis hermanos que yo era un alcohólico y que tenía que dejar de tomar [...]-. Los cierto es que cuando yo empecé a recibir estas declaraciones de mis padres no me agradó mucho y los amenacé muchas veces con irme de mi casa, cosa que nunca hice por miedo a no contar más con lo que ellos me daban y tenía. Lo anterior es común escucharlo de personas que abusan del alcohol, lo que no necesariamente significa que sea alcohólico. Pero, queda claro que la persona que bebe va reduciendo los periodos e intervalos en que lo hace, es posible que se encuentre en el camino corto -dichosamente en un atajo- para convertirse en uno. Por lo pronto ya estamos a punto de ir a otra página y no se bebió ese primer trago de alcohol, por lo que debo felicitarlo o felicitarla. El que usted tenga el libro en sus manos no es producto de la casualidad, como tampoco que al leerlo, dejar de beber sea una obligación. Nadie llega a su destino antes ni después, así como nadie muere en la víspera, la verdad será sólo aquélla que usted quiere que sea. Así es como entiendo este mensaje que hoy tiene en sus manos, la decisión es sólo suya. Que Dios le acompañe en cada acto de su vida, son mis mejores deseos.

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Algo que debo aclarar es acerca del título de este ensayo. La súplica Dios mío... quítame lo borracho, fue para mí, desde que empecé a sentir los estragos de las borracheras, una petición honesta pero que nunca la dimensioné adecuadamente. Cuando abrazaba la taza del baño vomitándola de todo lo que había comido y bebido esa noche, y el arrepentimiento que me hacía presa emocionalmente, suplicaba con dolor y amargura no volver a sufrir ese tormento. Incluso, cuando regresaba a casa borracho y tenía ya que acostarme, miraba que el techo de la recámara empezaba a girar e inmediatamente decía: Dios mío... ya no lo vuelvo a hacer. Esa súplica fue hasta que alcancé mi mayoría de edad en este asunto de la embriaguez[...], pero no dejé de beber. No deseo incluir en este material las estadísticas que demuestran la terrible problemática del abuso del alcohol, creo que bastará con levantar el fondo de mi vida y mostrárselo a los jóvenes buscando en ellos una reflexión acerca de la problemática. Además, el alcohol es simplemente la puerta de entrada de muchos jóvenes para incursionar en otras drogas tan comunes hoy en día: la cocaína, el crack, el cristal, la marihuana, las anfetáminas y muchos más. Preparémonos pues, para recorrer juntos esta aventura 19


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vertiginosa, que nos hará sentir que al fin nos encontramos menos ignorantes para saber por qué Dios no me va a quitar lo borracho, si yo no lo deseo.

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El inicio

M

uchos se preguntarán cómo fue que esto inició, y me refiero a la práctica de beber alcohol. La respuesta es que, pocos pueden decir el momento exacto cuando empezaron a beber alcohol y mucho menos, si cuando lo hizo hubo o no embriaguez. Esto es verdad hasta cierto punto, ya que me queda claro, que el recuerdo es mucho más preciso, en cuanto a que, por causa del abuso de la ingestión alcohólica, es común que la persona llegue al momento de la pérdida del conocimiento. Médicos, psiquíatras y psicólogos se han preguntado hasta el cansancio ¿por qué las personas vuelven a beber después de una embriaguez brutal? Pero no son los únicos que se preguntan eso -también yo lo hice y nunca encontré una respuesta que me satisficiera-, lo hacen todos aquellos que han convivido con personas, hombres y mujeres, que pasan por esa experiencia de la pérdida de la conciencia a causa del alcoholismo. 21


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Por supuesto, que si analizamos la lista de preguntones, están los papás, mamás, hermanos, hermanas, amigos, amigas, vecinos y vecinas, etc., todos se preguntan y siempre se preguntarán: ¿por qué se vuelve a beber alcohol? La diferencia de este libro de muchos otros, es que quien lo escribió sabe perfectamente lo que es haber vivido con el problema de alcoholismo por muchos años. Creemos, mi familia y yo, que al comentarles cómo me sentí en esos momentos de incertidumbre de lo que iba a ser mi vida si continuara bebiendo, pueda animar a otros a tratar de alejarse del alcohol y mirar hacia otro lado más positivo para su vida. Esta narrativa es con el propósito de construir un puente de comunicación y de entendimiento que logre trasmitir a ustedes -con el lenguaje del sufrimientomi experiencia personal en el tiempo que bebí alcohol. Además de las vicisitudes por haber pertenecido a una familia que promovía el alcohol en las fiestas que se hacían en mi casa, con mis tíos y primos desde mi niñez, circunstancia que en su momento propició me convirtiera en uno más de ellos. He conocido muchas historias que hablan de algunos médicos que tratan la problemática del alcoholismo con ciertos métodos que -hasta cierto punto- son engañosos. Un enfermo de alcoholismo representa 22


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para este tipo de galenos una entrada económica nada despreciable y que no desea perder por causa alguna, ni por una mínima insinuación al paciente de que debe reducir la ingesta de alcohol. Si el lector, sea hombre o mujer, ha dejado de asistir a una consulta con el médico que le ha sugerido que quizás su problema es debido al excesivo consumo de alcohol o ha escogido a un médico por la sola sugerencia de alguien, de que ese médico no prohíbe el consumo de alcohol, entonces estamos comunicándonos. Esta preferencia de acudir con médicos que no prohíben el consumo de alcohol, es común en personas cuyo problema cotidiano es, precisamente, el consumo de alcohol en exceso y que usualmente se da en la socialización con los amigos más cercanos. El alcohol, en manos de las personas que no tienen el síntoma de la compulsión -al contacto con el alcoholde seguir ingiriéndolo hasta la embriaguez, es todo un acontecimiento; para ellos es diversión y lo utilizan solamente para amenizar la velada y disfrutarla sin ninguna consecuencia posterior. Pero este libro no va dirigido a quienes no tienen el problema del alcohol, mas por pura información. La persona que ya ha rebasado la línea que lo separa del bebedor social y pasa a ser un bebedor problema, requiere de un tratamiento nuevo y eficiente que lo mantenga alejado de su problema: el alcohol.

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Ese asunto de pasar de ser un bebedor social a un bebedor problema lo entendí algo tarde y debo confesarles que yo siempre me imaginé que era un bebedor social porque bebía en todos los eventos sociales, o sea, en fiestas, en entierros, en nacimientos, cuando se ganaba un juego o bien se perdía. Nunca me di cuenta que el beber era un problema, al contrario, sentía que me los quitaba. A pesar de ello, empecé a sentirlos en el momento en que yo no respondía como antes, que para todo ponía pretextos: en el tiempo en que empecé a asistir a clases borracho, al robar espejos, tapones de llantas, pisar la cárcel, recibir un balazo en la espalda, en el momento en que fui golpeado incansablemente por ocasionar disturbios en las fiestas, cuando entré armado a un baile y me sentía todo un hombre [...]. Ese tratamiento del que hablamos debe ser uno a la medida, ya que cada caso que se presenta es diferente y único. Para comprender lo anterior, es necesario decir que, cuando uno empieza a beber difícilmente lo hace en las mismas circunstancias que los demás, con las mismas personas, en los mismos lugares, la misma bebida y con los mismos problemas. De lo anterior, deducimos que el tratamiento debe hacerse como un saco a la medida. Poco a poco vamos entendiendo el sentido de la 24


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problemática ¿no es así? Por lo pronto si ya se le derritieron de nuevo los hielos, sírvase otros, al fin y al cabo la bebida lo esperará por el tiempo que sea necesario; siempre estará a su alcance. Le decía, hacerse un saco a la medida implica que el paciente pueda dimensionar su problemática en función de lo que ha vivido, cómo la ha vivido y con quiénes la ha vivido. Esta reflexión tendrá oportunidad de hacerla cuando termine de leer este libro, para ese entonces ya contará con mayor conocimiento sobre: qué es el alcohol, quién es usted mismo y en qué lugar acostumbra a beber y por qué, qué problemas puede y cuáles no puede evitar. Al principio exploramos que el alcohol nos hacia sentir diferentes, más comunicativos, más alegres, más conocedores del deporte y de muchas cosas relacionadas con éste. También descubrimos que pertenecíamos a una clase superior y refinada, ya que éramos invitados especiales a participar como amenizadores de fiestas y reuniones. Claro, con el tiempo esto cambió, porque nos convertimos en problema. Hubo muchas veces que la reunión se suspendía a causa nuestra y nos reclamaban al día siguiente: al principio nos acordábamos; posteriormente, argumentamos que unos y otros mentían, aunque no recordáramos nada de lo que había pasado tal o cual noche [...]. 25


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Lo que una vez fue un pasatiempo, poco a poco se fue convirtiendo en una pesadilla para mí y para todo aquél que me rodeaba, incluso para aquéllos que aún no conocía. La felicidad que una vez presumía fueron quedando en pesadillas horrorosas que nunca me imaginé que pudiera vivir. Claro, hubo muchas señales que me decían que ya era hora de parar, pero el bebedor como yo, piensa que no es referido a su persona sino al amigo, al vecino, al pariente o a cualquier otro, menos a mí. Se dice que lo que comienza tiene que terminar, todo principio tiene un fin. En el caso del alcoholismo existe un inicio, pero muchos finales. Esa es la diferencia para los que beben alcohol con la problemática alcohólica. ¿Qué deseamos decir con lo anterior?, que la persona con problemas promete siempre que no volverá a beber como la vez anterior, que será diferente. Y sí lo es, pero con más problemas. Entonces forzamos la mente para descubrir cómo fue que comenzó todo para cambiar la forma y tener otro comienzo que pueda cambiar el presente, desde luego que esto no es posible, que ya se ha llegado a un presente con una problemática

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atroz, y que lo único que puede salvar este presente es parar de beber. Sí, como lo lee usted, parando de beber y si no alcanza a leerlo se lo ponemos con mayúscula, a dieciséis puntos el tamaño de la letra:

¡PARAR DE BEBER! Así, que no haya duda alguna de lo que está leyendo y eso es ¡verdad! Pero ¿cómo paro de beber? Bueno, eso más adelante ya lo verá usted.

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¿Quién soy?

N

uestra sociedad no se ocupa por descubrir su personalidad, así que tiene que desenmascararse usted mismo o usted misma. La razón por la que debe pasar por el ejercicio de revelar quién soy yo, es gracias a que en el inicio, la ingestión de alcohol obedeció a ciertos defectos de carácter que obligaron, por así decirlo, a ingerir bebidas embriagantes. No me podía enfrentar al jefe, era imposible bailar con la muchacha de mis sueños, era incapaz de declararme a la mujer con la que deseaba formar una familia; deseaba liderar el grupo al que pertenecía, no soportaba dejar las cosas inconclusas, no podía enfrentar una nueva responsabilidad; siempre dejaba sin terminar algo y culpaba a los demás por ello; en fin, algo me decía que el del problema era todo mundo menos yo. 29


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Esa condición, desconocida para el bebedor, después se convertiría en obligación para continuar bebiendo. Los desórdenes de la personalidad como timidez, egolatría, soberbia, falsa modestia, orgullo, pereza, avaricia, etc., encuentran protección en el bebedor con quien se amparan bajo la tutela del alcohol; y que, cada vez que se bebe de nuevo, de inmediato aflora el súper hombre, por encima del débil y pusilánime quien se emboscará hasta la nueva resaca (cruda). Poco a poco el debilucho se va convirtiendo quiméricamente en el “hombre privilegiado”, aquél que puede enfrentar todas las eventualidades. [...] Poco a poco mis padres descubrieron que no podían confiar en ese bebedor para enfrentar las tareas que me asignaban. Valiéndome de un millón de pretextos y justificaciones, evitaba el compromiso de cualquier encomienda. La minimización, la negación y la proyección, caracterizadas todas las anteriores en la mentira y encarnadas en la simulación, fueron poco a poco otorgándome un perfil bajo, hasta quedar marcado y ser señalado por el resto de mi familia. Mis vecinos no soportaban el alto volumen de la música que según yo, escuchaba a las dos o tres de la mañana. 30


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Cada vez el bebedor problemático es menos requerido y considerado para eventos donde se sabe que el alcohol se desborda por doquier y cuando alcanza a descubrir que algo se trama a espaldas de él, la ofensa resulta tremenda y entonces, calma su enojo en una taberna de mala muerte. Se empieza a evidenciar el desorden de la personalidad y con ello, despuntan los resentimientos contra todos aquellos que se oponen a la omnisciencia de su personalidad. Así, el bebedor problema comienza a apartarse de la sociedad que ya para entonces, considera su enemiga. La soledad ya albergaba la mente del bebedor. Se aparta más de los seres que ama y el odio se presenta como la gran oportunidad de alejarse de todo mundo hasta quedar aislado por completo para seguir bebiendo. Aquí cabe hacer un alto oportuno. Se vale. Si todavía el bebedor tiene junto a él a la familia, puede lograr mantenerla consigo para siempre. Siempre y cuando ponga un alto a la bebida y se mantenga abstemio. Muchos alcohólicos que han parado de beber temprano, no han alcanzado esto último, ese fue mi caso; de lo contrario, llegarán si no ponen remedio al problema de la bebida. Se dirá que se está exagerando demasiado. Pero, si todavía no se ha sufrido lo que hasta aquí se comenta ni se ha llegado a parar al hospital, ni tampoco los cobradores hacen fila en la calle para exigir las cuentas del día anterior, se puede asegurar que cualesquier persona que se encuentre identificado con lo expresado en 31


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párrafos anteriores lo verán, más aun si en este momento le dan un sorbo a ese trago que lo está esperando en la mesita acostumbrada. ¡Cómo...! ¿Se decidió a continuar con la lectura? le felicito, todavía hay esperanza para dejar pasar un rayo de luz por ese cerebro que aún piensa. Continuando con el tema: [...] Recordando épocas pasadas, vienen a la memoria los muchos amigos con los que a temprana hora nos reuníamos a beber, a fin de que rindiera más el día, así estábamos en condiciones de visitar otros lugares donde no costaba el alcohol, por ejemplo: bodas, bautizos, cumpleaños, aniversarios, tardeadas, etc. En todas, el alcohol era el invitado especial. Después de ello, las copas empezaron a costar, no sólo dinero sino dolor, sufrimiento, coraje, amargura; tal fue el caso, que en una ocasión acompañado de un amigo que había sido novio de una prima mía, ya en estado de ebriedad empezamos a perturbarla estando ya casada, por lo que nos hicimos merecedores de una paliza por parte de su hermano, mi primo hermano, situación que nos alejó por mucho tiempo. El caminar para adquirir la enfermedad del alcoholismo puede ser largo, pero seguro; se ha demostrado 32


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que hay personas que logran su cometido demasiado rápido, ¿a qué se debe esto? Muchos médicos diagnostican ciertas alergias en las personas, que las hace dependientes del alcohol más pronto que a otras. Nos queda claro hasta aquí, que las personas somos todas diferentes antes de adquirir la enfermedad, ya después parecemos copias al carbón. En mi experiencia personal, empecé a beber alcohol a edad temprana; al cumplir los 22 años, la enfermedad ya estaba configurada. Alcohólico joven. Así que la primera sugerencia que se le da a usted, es que no haga comparaciones con nada ni con nadie, pues si esto sucede encontrará siempre algo o alguien que no encaja con usted y eso sólo será un motivo poderoso para no aplicarse a su persona, lo que está adquiriendo en conocimientos. Infinidad de personas se preguntan ¿por qué yo? Habiendo tantos en el mundo. ¿Por qué yo tuve que adquirir esta horrible enfermedad? Ahora, yo le pregunto ¿por qué no a usted? ¿Qué acaso usted no corre con las mismas ventajas y desventajas que los demás? Pero, -¡vaya! Hasta que salió un pero-, la humanidad entera tiene oportunidades de rehacer su vida y hoy se le da esta oportunidad para dejar atrás una condición que ha venido rompiendo con los proyectos que ha diseñado para triunfar en la vida y que, por causa del alcohol, no ha podido conquistarlos. Hasta aquí, con pleno respeto al grado de los profesionales estudiosos de la psique -ya que este ejemplar 33


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no es ninguna pretensión de un texto clínico-, se puede afirmar de manera evidente que la personalidad del alcohólico es francamente vulnerable. Se debe empezar por reconocer (como pudiera ser el caso), que quienes a usted lo criaron y educaron desde su niñez, lo hicieron pensando que no sufriría el problema del alcoholismo que hoy lo mantiene atado sin poder moverse. Que quizás lo hicieron como la mayoría de los padres lo hace frecuentemente; tratando de proteger al hijo de todo y de todos. Lo único que se logra con ello, es que el niño transcurra su etapa juvenil y llegue adulto con una serie de debilidades que le inhiben el derecho a vivir, de enfrentar las experiencias sin fin, que su existencia le depara y no enfrentarla grandiosamente con toda la fuerza que dispone para salir avante en todo lo que se proponga. Así podría ser de aquí en adelante. Hasta aquí vemos qué parte de nuestra vida estuvo dependiendo de los demás y pocas veces se toma bajo nuestro mando, sorteando las dificultades como cualquier ser humano. Esta consideración que hacemos con nuestra persona debió hacerse desde mucho tiempo atrás, otorgándonos respeto y confianza, dos elementos que deben tomarse en cuenta para resolver cualquier dificultad por más complicada que ésta sea. Estos dos valores son los que más nos exigen nuestros hijos para desempeñarse en la vida, y claro que 34


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con el hábito de su aplicación, la garantía de éxito se dará en cada acción que se haga, de esta manera es como se construye una vida de éxito. No deseamos abundar en esta parte del libro, debido a que ya habrá más capitulado que nos aclare mejor lo que hasta este momento le hemos platicado.

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¿Cómo sabré que soy lo que dicen que soy?

Lo que le voy a decir no es algo para sorprenderse, pues en muchas ocasiones lo escuchamos de quienes nos rodeaban: “que es un borracho sin vergüenza”. Eso no me molestaba mucho. Lo que sí me molestó en una ocasión, fue cuando llegaron unas personas de visita a la casa y uno de ellos me advirtió que yo era un alcohólico, que deseaban ayudarme a dejar la bebida.

P

ermítanme que les platique algunos secretos de mi vida -bueno eso creía que eran, después me di cuenta que todo mundo sabía más de mí que yo de mí mismo-. Soy de los afortunados que llegaron al matrimonio sin una gota de alcohol en la sangre, pero confieso que parte de mi personalidad alcohólica siguió decidiendo mi vida sin percatarme de lo que sucedía. Era por esa 37


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razón que muchos problemas permanecían en mí y desde luego, los trasladaba a los que me rodeaban. Vivir con la personalidad antes mencionada no fue sencillo, pues seguía manteniendo criterios de la época húmeda que había vivido en la adolescencia. Con gran ventaja seguí manteniendo el amor de mis padres y fueron ellos, los que finalmente marcaron mi vida para dejar el alcohol y continuar viviendo como una vez se imaginaron sería mi vida. Recuerdo que en una ocasión, después de una parranda llegué a casa sin percatarme de mi condición. Ya en la madrugada, como es costumbre para el que bebe, tuve que ir al baño a vomitar a causa del exceso de bebidas alcohólicas. Cuando intenté volver a la cama confundí las puertas, regresándome por una que no era y me acomodé en el cuarto de mis padres. Al despertarme, la sorpresa fue grande al descubrirme que estaba tal como Dios me trajo al mundo. Tendría algunos 19 o 20 años de edad. La vergüenza que sufrí fue de consecuencias abrumadoras y me duró mucho tiempo, haciéndome prometer a mi mismo que ya no bebería más alcohol. Los padres construyen un proyecto para los hijos que tendrán y yo no fui la excepción, así que durante mi permanencia en el vientre de mi madre, ellos se imaginaron cómo sería. Por qué sabía usted, que los hijos somos proyectos fracasados de los padres, gracias a que pocas veces somos lo que ellos imaginaron que seríamos. Esa cuestión sale siempre a colación cuando, frente a sus ojos, los hijos ratificamos que el proyecto 38


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de ellos, se tambalea cada día más; dada la terquedad en tantas veces de nuestra iniciativa por cambiar las variables que los padres construyen para su hijo. En mi caso personal, cada mañana que era despertado por mi padre con un jugo de naranja, deseaba que la tierra me tragara de un bocado. El sufrimiento consistía en saber, antes de la pregunta acostumbrada por el padre, quién me había traído a casa la noche anterior, y créanme que al inicio esto no era un problema, porque perfectamente recordaba lo que sucedía la noche anterior, pero hay que confesar que al paso del tiempo empezó a ser más dificil de saber. Las lagunas mentales acortaban los periodos en que se presentaban y ello ocasionaba más dudas que respuestas del por qué sucedían. En una plática de amigos, me enteré que quien sufría las llamadas lagunas mentales, como bebedor, le gustara o no, ya no pertenecía a la clase de bebedores sociales. Indiscutiblemente para entonces, se podía ya presumir la categoría de alcohólico, nada grata para quien se niega a imaginar que algo estaba pasando en su persona. La sospecha de ser un alcohólico, me empezó a dar vueltas en la cabeza y eso me desagradaba bastante, tanto que inmediatamente buscaba a alguien 39


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a quien adjudicársela. La negación de tener un problema con la bebida fue uno de los primeros síntomas de que ya estaba en la carrera corta para ser un alcohólico. Pero no se asuste, porque recuerde, nadie, absolutamente nadie puede decirle a usted que es un alcohólico o alcohólica, eso lo decidirá usted en el momento indicado. La negación de ser un borracho, de haberse sobrepasado anoche, de haber hecho el ridículo, de haber ofendido al compadre, la comadre, al amigo, vecino, pariente, al jefe, al compañero, a la compañera, al subalterno, a la familia, al hijo mayor, al menor, al del medio, en fin la lista puede ser interminable, pero, -¡otro pero!- seguía siendo el que ponía el ambiente en la reunión o cualquier fiesta ya fuera invitado o no. En este momento podemos recordar cuántas veces negamos a los que nos rodeaban muchas verdades que eran evidentes a la vista de cualquiera. La verdad no era dicha por ningún motivo a nadie, puesto que al saberse esa verdad nos desnudábamos por completo quedando nuestra imagen a la deriva, vulnerable, sin ninguna defensa, para que todos pudieran decirnos lo que no deseábamos escuchar: eres alcohólico. 40


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Podía admitir que de vez en cuando nos emborrachábamos, que nos las poníamos, que apenas la habíamos probado, pero alcohólico nunca. Sentimos un duro golpe en la parte frontal de la cabeza, pero a la vez tuvimos la sensación que todos estaban en nuestra contra y eso nos obligaba a enojarnos con todo mundo, enojo que servía para iniciar de nuevo una faena húmeda de alcohol y volver a casa embriagado y arrepentido, pidiendo perdón por todo. Ya en la noche cuando nos acostábamos, todavía un poco consciente, prometíamos que era la última vez que se tomaba, como lo habíamos hecho esa noche, situación que se olvidaba escasos días después. No podía imaginarme que siendo aún joven, era un alcohólico. De ahí que se dice que el alcoholismo es una enfermedad mental. ¿Loco yo? ¡De ninguna manera! Pasemos a otra característica de la enfermedad: la minimización. No dimensionar que el problema forma parte del encubrimiento que las personas alcohólicas inconscientemente tienen de la enfermedad. Crea una pantalla muy conveniente para el alcohólico. El enfermo justifica cada evento para alcanzar de nuevo la embriaguez. Esta pantalla que utiliza el bebedor problema, le hace creer que puede engañar a todo el mundo, lo que le da la sensación de ser muy inteligente. No se imagina 41


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que quien le rodea ya conoce la verdad completa del actor principal de la película. Recuerdo que esta argumentación, de haberme tomado sólo unas cervecitas, fue creída sólo por un tiempo, después ya no pude usarla debido a las respuestas que empecé a recibir: ¡sí como no! Y esta otra: ¡debieron haber sido muchas muy chiquitas! En realidad no me percataba que se me habían acabado los argumentos que justificaban mis parrandas y poco a poco me fui quedando sin excusas, además, que ya empezaban a oírse ridículas. El tiempo que trascurre para el bebedor problema para llegar a convertirse en alcohólico, varía según la condición física, mental, moral y espiritual de cada bebedor. Pudiera aceptarse que entre más dificultades tenga la persona en su vida cotidiana y sean menos los apoyos espirituales y morales a los que pueda recurrir, llegará más pronto. Claro que esto variará según las condiciones en que se encuentra el enfermo. Personalmente, considero la necesidad de un análisis de su situación. Lo valioso aquí es el ejercicio que resulta de esta reflexión considerando para tal efecto la permanente búsqueda del verdadero sentido de la vida o como dicen muchos psicólogos, en ese afán de encontrarse a sí mismo o al propio yo. Resulta paradójico que tenga que pasar por muchas tragedias y problemas para empezar 42


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la búsqueda de mi yo, que a decir verdad nunca creí haber tenido una enseñanza dirigida a este fin. Ya después, cuando por necesidad empecé con la curación de mi alma -sólo entoncesfue que me di cuenta que en verdad nuestros padres sí nos orientan a encontrar o al menos tratar de encontrar esa razón de vivir. Encontrar el sentido de la vida es una de las verdaderas cosas en que un humano debiera invertir tiempo y esfuerzo, y todo porque la vida no nos garantiza, por sí misma, que lo encuentre. Cuando se es niño resulta fácil platicar con Dios, pero cuando ya se es adulto el Dios de la niñez es sustituido por la autosuficiencia que los logros otorgan a una mente distorsionada por el alcohol y ahí, es cuando la soledad tiene sus condiciones para desarrollarse más. Sentirse solo, aún estando en público, es parte de los síntomas de la enfermedad del alcohólico, debido a que Dios no me respondió cuando le pedí firmemente que me quitara este sufrimiento. En ese momento mi petición fue firme y concreta en querer dejar de beber, pero volví a hacerlo. El pesar que sentía que el mundo se me viniera abajo es una sensación de impotencia dificil de describir. Incluso la misma 43


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condición de enfermo me llevaba a encubrir mi enfermedad y a no aceptarla. Soy de la firme convicción que cualquiera que desee dejar la bebida lo puede lograr y en ese sentido, este libro fue escrito. En este momento, le invito a continuar leyendo, pero ahora acérquese una humeante taza de café o de té. Le decía que la minimización de la problemática es una característica del enfermo alcohólico. No estoy diciéndole a usted, que en su caso, esto suceda, simplemente que ocurre más en esta clase de individuos debido a que la inmadurez de mi persona se allegaba de muchas justificaciones, sin atacar el problema en la dimensión correcta. Por ejemplo: Si debía llegar a una hora determinada impuesta por mis padres. Si tenía que pagar una cuenta pendiente y se me atravesaba una oportunidad de beber con algún “amigo”, estaba claro que iría con él, aunque la cuenta no fuera pagada. Las tareas eran diferidas siempre, siempre tenía una excusa para no hacerla. Bastan estos ejemplos aunque son algunos de los más sencillos; ya usted podrá incorporar muchos más en su momento.

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Lo importante aquí es darme cuenta cabal que beber alcohol estaba en la prioridad de mis actividades, no era la última, sino la primera, porque si debo ser sincero conmigo mismo, tendré que reconocer aquí mismo y frente a usted, que fueron muchas las veces que dejé de hacer muchas cosas por irme a beber con mis amigos o amigas. Lo invito a que se haga la misma pregunta ¿dejé alguna vez mi responsabilidad para irme a beber con mis amigos o amigas? Si la respuesta fue afirmativa; entonces, podemos continuar. Muchos de mis amigos me dicen: ¡Hubo mucho dinero que tenía que ser dedicado a médicos de mis hijos por algún tratamiento que fue a dar a manos del cantinero más cercano, y para no dañarme con el hecho de haber desviado ese dinero, me decía que la enfermedad de mi hijo no era tan grave como decía mi esposa, y claro, yo me lo creía! Esos comentarios abundan en innumerables y variadas pláticas de alcohólicos que bien puede encontrar en un programa de recuperación. Con la inmadurez emocional, el bebedor no dimensiona cabalmente la justa medida del problema; recreándole en su mente una 45


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justificación adecuada, asegurándole de esta manera la próxima borrachera. La proyección es la tercera característica que mantiene al alcohólico en un estado de inconsciencia, recreando el bebedor una imagen falsa de su persona, misma que se traduce en el mejor adulador con quien cuenta. La recreación psicológica de su personalidad lo coloca por encima de todo aquel que considere una amenaza, así el alcohólico con una personalidad omnisciente, vence a todo aquél que cree ser su enemigo. Los sueños de grandeza son un aliciente para dar continuidad a la carrera de bebedor, no imaginando que sigue tras un sueño destructivo. Observamos en la mayoría de los bebedores, cuando conversan con otros, cómo ellos exageran en sus cualidades o simplemente dicen tener o ser lo que no tienen y no son. Al inicio esto no se hace evidente debido a que no se exagera en ello, pero al paso del tiempo la proyección genera una personalidad totalmente falsa del bebedor, a tal grado que raya en la mitomanía. Algunos amigos me decían: “¡En el bar me conocían como el propietario del negocio donde yo trabajaba!”; otro argumentaba “¡yo presumía de la felicidad que había en mi casa, sin imaginar el cantinero que ya estaba en un proceso de divorcio y que mi esposa ya me había abandonado desde mucho tiempo atrás!” El padecer una enfermedad mental, me hacía ver algo que no existía, a tal grado de inventar una vida paralela al desastre que tenía como realidad. 46


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Conforme progresaba mi alcoholismo aseguraba que las puertas se fueran cerrando hasta que finalmente llegara a la puerta de mi hogar. Así, una vez de tantas que llegué al siguiente día, mi madre me clavó una mirada que pocas veces miré, deseando; supongo yo, que Dios me aliviará de ese terrible problema. Ese día regresaba de haber estado con mis amigos de la prevocacional (preparatoria) encerrados por dos días ingiriendo alcohol en un conocido bar de la ciudad. Al llegar a casa y recibir la mirada triste de mi madre, muchas cosas llegaron a mi mente y una de ellas, la que más recuerdo fue de un tío mío, hermano de mi madre, al que quise mucho, murió a consecuencias del alcohol. Éste tenía un bar al que acudíamos para coronar la noche. Mis primos abrían el bar y lo teníamos a nuestra disposición por el resto de la noche. Al morir mi tío, de 48 años de edad, recordé todas las veces que había estado con mi familia y nunca me percaté que la enfermedad pudiera tener esas consecuencias. Antes de morir mi tío, querido por todos nosotros; hicimos comentarios del por qué sucedían esas cosas, quedando en mi mente un resentimiento, mismo que fue aprovechado muchas veces para iniciar otras borracheras. 47


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La mentira es con lo que se regodea el alcohólico, pues debido a ésta el bebedor se da mayor oportunidad de seguir hundiéndose en el alcohol. Dicen los teóricos al respecto: “si un borracho fuera honesto, primeramente reconocería que la está regando y eso sería como hacerse un haraquiri a su propia persona”. La mentira y la auto justificación son los argumentos que más beneficios le otorgan al bebedor para seguir en la parranda y son los que lo acompañarán hasta la muerte o hasta dejar de beber. Sobre esto se hablará en los próximos apartados. Finalmente, la simulación es una condición del enfermo, éste finge siempre que no pasa nada a su alrededor aunque su estado sea deplorable y se observe mal oliente y descuidado, en el inicio su condición era lo contrario. Esta característica en el enfermo alcohólico lo obliga a vivir de ilusiones; perdiendo la total realidad de lo que posee como ser humano. Existen muchas familias en que el esposo es el sostén principal y que cuenta todavía con un espacio de trabajo, es responsable y como se ve, no ha perdido a su familia. Sin embargo, muchos de los que han estado llegando a los grupos de recuperación han llegado con otros problemas aparte del alcohol y eso dificulta más que el enfermo logre prontamente su recuperación. La ayuda debe ser más completa y para ello, los grupos de doble A auxilian pero hay ocasiones que no es suficiente, por lo que el enfermo debe acudir a los grupos de profesionales que puedan ayudar en el tratamiento. Las 48


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llamadas “adicciones cruzadas” presentan dificultades que con el programa de doble A no es suficiente para alcanzar su recuperación.

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La familia

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a familia es la más dañada por el bebedor. Le afecta más en el proceso de adquirir la enfermedad del alcoholismo y ella -que creo es por amor hacia el enfermo- es la que más espera a que el enfermo acepte algún día que tiene el problema. La familia, cuyos miembros que la componen no hacen otra cosa que seguir aumentando la tolerancia al sufrimiento, espera el milagro de que el ser querido se aleje poco a poco del alcohol. Si esto no sucede, ya cansada del sufrimiento llega el momento de alejarlo de ella; así como sucede en el cuerpo humano: cuando algo extraño entra en él lo rechaza hasta lograrlo echar fuera. Así la familia actúa de la misma forma, y si no me cree, atrévase a preguntarle a su esposa, a su hijo e hija, a su hermana o a su hermano ¿qué piensan de usted cuando llega a casa tarde o temprano pero con un grado de embriaguez que da miedo con sólo pensarlo? Hágalo como un ejercicio. El temor es una palabra que se parece mucho a la palabra miedo 51


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y ambas encierran dolor, sufrimiento, amargura, desesperación, tormento, martirio y un número bastante grande de sinónimos, pero que todas esas palabras se incorporan en la familia por los incidentes del enfermo alcohólico. Así, las emociones que el enfermo hace sentir a los miembros de la familia, se regresarán al enfermo convertidas en algo más que repudio. Los miembros de la familia son impactados no solamente por su impotencia de no lograr que el papá o la mamá, el hermano o la hermana, dejen de beber alcohol. En un principio, cuando la enfermedad no ha avanzado lo suficiente, se forman alianzas entre algunos miembros de la familia para defender al enfermo. Esas alianzas que poco a poco, logra el enfermo, finalmente se volverán en su contra. La gran mayoría de las personas ignoran que la forma de beber del miembro de la familia, obedece a algo más poderoso que el simple hecho de sentirse caluroso, a sabiendas que el alcohol no quita el calor, ni tampoco lo aburrido, ni el frío, ni la timidez, ni los traumas o las frustraciones, etc., lo que hace el alcohol es adormecer el Sistema Nervioso Central (snc), reduciendo el control que tiene la persona sobre su conducta, dejando así en plena libertad que el sujeto actúe conforme su estado de ánimo, con toda su inmadurez de la que es capaz en ese momento. Si el bebedor tuvo algún problema con alguien 52


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y este alguien desdichadamente se encuentra en ese momento en el mismo lugar donde él está, es muy probable que un problema se encuentre en proceso, sólo es cuestión de que el bebedor problema ingiera más alcohol para que se suscite la discusión. Y esto es siempre así, debido a que el snc se adormece dejando en libertad al ser que actúa bajo este influjo. Es por ello, que al día siguiente el reclamo se da en función de que quien creó todos los disturbios no es la misma persona, sino el monstruo que algunos llevamos oculto. Conforme avanza la enfermedad, la mujer, en caso de que sea el marido o algún miembro de la familia quien sufra de este desorden mental, es la que se encarga de conducir a los demás miembros -además de ser la embajadora plenipotenciaria- y de litigar las excusas del porqué el familiar alcohólico no se encuentra presente en el acto social y en su lugar la representación está siendo transferida a este otro personaje de la familia. De aquí en adelante el enfermo se representará solo y éste será visto en otros eventos donde el resto de la familia esté ausente. La desintegración familiar es un acontecimiento que viene a vulnerar a todos los miembros componentes de ese núcleo social. Hemos sido testigos en muchas ocasiones donde el familiar es disculpado por encontrarse indispuesto, ya sea por alguna enfermedad aparente o cierta. 53


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Claro, realmente cuando cualquier enfermedad hace presa de alguien en la familia, obligándola a permanecer en cama, al enfermo se le cuida y atiende; pero no es el caso de la resaca o cruda -como se le conoce en ciertos lugares-, originada por el exceso de alcohol, que obligue a los demás miembros a darle el mismo tratamiento que se le da por otras molestias, a pesar de que la persona que sufre de éstas, sea también un enfermo. Esta diferencia no es bien entendida debido a que la gran mayoría de las personas ven en el abuso del alcohol, cierta irresponsabilidad por parte de la persona que bebe. Lo cierto es que alguien de buen juicio y conocedor de la problemática, podrá decir que realmente esta persona no se encuentra en sus cabales y es por ello que vuelve a beber. Las personas con el hábito de la bebida alcohólica son presas del síntoma de la obsesión por beber alcohol y no importa el tiempo que trascurra; ellos tendrán siempre en su mente ese primer trago, no descansarán hasta ver frente a ellos un tarro de cerveza, una copa tequilera, un vaso de pulque, una copa de coñac, un jaibol, un whisky, un brandy, en fin, algo que ellos saben que es el inicio para empezar una embriaguez. Muchas familias arraigan a los miembros que destacan en el abuso de las bebidas alcohólicas, condicionándolos a beber en casa, con el pretexto de sentir tranquilidad; tanto los padres como el resto de la familia, a sabiendas que estarán bajo control y con cierta seguridad. De igual manera, esta condición no retarda 54


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el proceso de que el miembro de la familia se enferme de alcoholismo. Al contrario, la permisibilidad se compara a la promoción de beber en zonas que no deben ser violadas; por ejemplo, beber en el trabajo, en el auto, en el auto cinemas, en lugares públicos como parques recreativos, museos, zoológicos, entre otros. La realidad es que para el bebedor que ya maneja la obsesión de beber y que al probar el alcohol se le despierta la compulsión -otra enfermedad-, no existen las restricciones ni los lugares inadecuados. Al contrario, buscará sus refugios para iniciar y terminar quien sabe dónde. La afrenta de contar con un miembro de la familia con esta adicción al alcohol empieza a ser una verdadera carga que va ir doblando el orgullo de la familia hasta más no poder y desear deshacerse de ella en la primera oportunidad que se tenga. Los hijos, cuando son pequeños, no alcanzan a percatarse de ello, pero conforme se van haciendo adultos van poco a poco rechazando al familiar hasta deshacerse de él o de ella. Igualmente problemático, es el caso de la mujer con la adicción alcohólica. En las primeras etapas de una pareja joven, donde la mujer está en plena gestación de sus hijos, el problema se agudiza debido al hecho de que beber alcohol o de tomar alguna droga, la afectación al producto es de grandes consecuencias. En México es ya común ver a la mujer que beba y se drogue; lo que antes no se hacía o se hacía a escondidas, hoy se hace a plena luz del día. Los roles han cambiado 55


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y se han abierto para la mujer muchas posibilidades de hacer lo mismo que hace el hombre. Deseo dejar un paréntesis abierto para usted, donde quepa una reflexión sobre este problema y su trastorno a la familia. Le sugiero que cierre el libro y sus ojos por unos instantes; haga un recorrido desde cuando empezó, desde el noviazgo o del deseo de contraer matrimonio con todas las promesas que le hicieran a la pareja hasta llegar al altar. Posteriormente, revisar las vicisitudes por las que ha pasado hasta este momento. Cuando termine de hacerlo, tome un breve descanso, ponga su libro en el pecho y haga una petición a su respectivo dios, tal como usted lo conciba. Si lo desea puede leer esta que le ofrezco: Señor: muchas veces te he pedido resuelvas mi problema sin poner nada de mi parte. Hoy quiero ofrecerte una sola penitencia: trataré al menos el considerar que tengo cierto problema con mi manera de beber, si existe realmente alguien que me quite lo borracho házmelo saber. Deseo infinitamente que estés a mi lado para sentir tu apoyo. Gracias 56


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En las familias donde el número de hijos es medianamente numeroso, podrá existir el compañerismo entre ellos cuando alcancen la edad suficiente. Si uno de ellos se vuelca al consumo de alcohol, es probable que los menores sigan los pasos de los primeros. “Así fue mi caso, pues el mayor de mi familia contrajo la enfermedad hasta los 22 años de edad; posteriormente, el segundo y al último yo. En ese entonces contaba con 12 años de edad”.

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¿Qué es la enfermedad del alcoholismo?

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ste capítulo le auxiliará a despejar algunas dudas con respecto a la enfermedad del alcoholismo. “Le sugiero que abra su mente lo más receptivamente posible” para comprender la problemática en sus variadas definiciones. Insisto, ponga su mente receptiva y deshágase de los prejuicios que le podrán evitar asistir prontamente a su recuperación o evitar el inicio de esta pesadilla -escuche, no trate de contestar-. El tratamiento del que se habló al principio del capitulado, es precisamente aclararle y despejarle al lector, con la información obtenida hasta aquí, que la condición del enfermo es parar de beber de inmediato y buscar la ayuda correspondiente con el especialista más cercano. En mi caso tuve la oportunidad de visitar el grupo de doble A, allí me dijeron lo que tenía que hacer, ahí inició el tratamiento que me salvó la vida y es precisamente lo que 59


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hago con usted en este momento, dándole el mensaje de vida. Existen muchas definiciones de lo que es el alcoholismo y para ilustrar un poco el sentido de la definición incorporaré ésta del Dr. Marty Mann, que define la enfermedad de la siguiente manera: El alcoholismo es una enfermedad que se manifiesta principalmente por un deseo incontrolable de la víctima de ingerir bebidas alcohólicas, a quien se conoce como un alcohólico. Es una enfermedad progresiva que, si deja de tratarse, se hace más virulenta año con año, llevando a sus víctimas más y más lejos del mundo normal, y más y más profundamente a un abismo que sólo tiene dos salidas: la locura o la muerte. El alcoholismo, por consiguiente, es una enfermedad progresiva, y a menudo fatal [...] si no se le trata y contrarresta. Pero puede contrarrestarse (Marty Mann 1995:26).1 Esta definición del Dr. Marty Mann esclarece un poco la problemática que trato de dimensionar en este 1 Tomado de le tesis “La problemática de la adicción alcohólica en el docente universitario y su impacto en el proceso educativo: el caso de la uas. Realizada por Oswaldo del Castillo Carranza para la obtención de grado de maestría en Ciencias de la Educación, 1999. 60


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libro. Se dice también que esta enfermedad ha matado a más seres humanos en el mundo que las dos guerras mundiales juntas. Deseo no caer en el manejo de datos ni números como lo prometí en un principio, para hablar más en términos de mi propia experiencia y de lo que yo he vivido con esta problemática mundialmente conocida por alcoholismo. Cuando alguien habla del problema de beber en exceso, las personas que no padecen el problema no entienden este hecho de porqué no pueden parar de beber. Simplemente, ignoran que la persona que sufre de esta enfermedad antes de tener contacto con el alcohol fue presa de una terrible obsesión por comenzar con un primer trago; después de haberlo probado se les despierta una terrible compulsión que los obliga a seguir bebiendo y este hecho tan simple no puede dimensionarse ampliamente. Se conforman por sólo decir que no puede probar sólo una. Este tipo de personas son bien identificadas entre los grupos de amigos que comparten y que se relacionan entre sí. En el inicio las personas no conocen hasta donde pueden compartir sus afectos ni sus defectos, así que hay una temporalidad de prueba donde todos los asiduos a lugares donde se bebe alcohol, acuden identificándose poco a poco de sus capacidades. Los médicos le llaman tolerancia al alcohol, formándose de esta manera los diferentes grupos: los que aguantan menos y los que aguantas más, separándose poco a poco unos de otros. A este hecho le llamo reconocimiento filial del grupo de referencia más cercana. 61


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Desde aquí, las personas empiezan a construir modos de relaciones sociales obligadas, en las que tienen que acudir para refrendar su identidad al grupo. La familia empieza a identificar quiénes son los “amigos” de papá, de mamá, de mi hermano, de mi hermana, de mi tío, de mi tía, formándose una nueva “élite” de amistades fácilmente identificables. A partir de ese momento se crea un vínculo que solamente se romperá si uno de ellos rebasa o rompe las reglas del juego. Algunas reglas que se rompen son las siguientes: el bebedor causa problemas siempre que ingiere alcohol, el bebedor trasgrede las leyes de conducta de su núcleo social, flirtea con la amiga, la novia, la esposa o la viuda, arremete a sus compañeros de parranda cada vez que bebe con ellos, roba para beber. La sociedad conoce y distingue a estos grupos, fomentando su construcción y reproduciéndolos por doquier. El miembro del grupo que rompa con lo dispuesto; es decir, que se enferme más rápido, será excluido de ese grupo pero ingresará a otro de mayor tolerancia al alcohol, al sufrimiento, al dolor, a la angustia, al señalamiento, etc. El hecho de que el alcoholismo sea una enfermedad progresiva, obliga a la víctima a ingerir cada vez más alcohol y a acortar los tiempos o periodos de consumo. Si antes se bebía cada seis meses o cada año, después lo hará cada tres meses, luego cada dos, cada mes, cada fin de semana, hasta llegar a beber todos los días y finalmente, todo el día. Aquí el problema es que se 62


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puede llegar a una fase en que nada lo puede salvar a causa de que la capacidad de la persona quedó agotada para entender algo tan simple como la lectura de este libro. Para ellos, como dice la definición, o es la locura o es la muerte. ¡Ah!, pero en esto último el enfermo muere innumerables veces. Lo que debe quedar muy claro es, si usted bebe alcohol progresará en cantidad y en sufrimiento e irremediablemente morirá por causas directas al alcohol. Yo sé que esto que le digo no le asusta y sé también que se está comparando con el compadre, la comadre, la vecina o el vecino. En fin, esto sucede debido a que la enfermedad es mental, sí, como lo lee, es mental. En esto debo ser muy enfático porque aquí radica casi en su totalidad que las personas no puedan recuperarse. Nadie puede diagnosticar a otra persona que tiene la enfermedad, como le expliqué en un principio. El propio bebedor debe hacer su propio diagnóstico, decir si tiene o no problemas le corresponde sólo a él. Podemos ver que al vecino se le viene encima el techo de su casa, podemos ver a su familia pidiendo limosna en la calle, los cobradores haciendo fila en la banqueta para recuperar sus cuentas; pero, como siempre, es a ellos a los que les sucede todo eso, no a usted y esa es la diferencia; por ello se requiere de mucha honestidad, para que trate de ver hacia usted mismo si tiene o no la enfermedad. En este apartado deseo manifestarle algo acerca del sufrimiento que siente el enfermo de alcoholismo o del bebedor asiduo, después de una parranda. 63


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[...] Al inicio el sufrimiento no era tan intenso como lo empezó a ser al final, un poco antes de dejar la bebida. Muchas personas que comparten con el enfermo la intimidad no pueden creer que el bebedor problema sufra lo suficiente como para arrepentirse al día siguiente y prometer no volver a beber nunca más. Estas personas están equivocadas, pues existe en verdad un arrepentimiento por parte del enfermo, y puedo afirmarle que se sufre tan intensamente, que realmente el enfermo se promete a sí mismo no volver a lastimar a sus seres más queridos. Eso sucedió en mi persona. Cuando amanecía, todavía ebrio, advertía en mis padres un dolor indescriptible, que se dejaba notar por los gestos de desacuerdo al ver a su hijo abotagado por el excesivo consumo de alcohol. Claro, yo también sufría, pero no sabía como parar de beber. En mi interior había llanto, dolor, desesperación y sufrimiento [...]. Y para el caso, las promesas que el enfermo manifiesta en esos momentos, podría asegurar que llegan a ser simplemente sinceras y llenas de buenas intenciones. Pero, ¿qué ocurre?, simplemente el enfermo ignora, al igual que su familia, que éste sufre de una terrible enfermedad que lo obliga a beber nuevamente y a resentir 64


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al día siguiente todas las consecuencias a causa de su manera inmoderada de beber y controlar el consumo. Créame que el bebedor piensa las consecuencias antes de empezar a ingerir alcohol y sabe perfectamente lo que ocurrirá al tomarse esa primera copa. Sin embargo, el aspecto mental de la enfermedad le hace suponer al bebedor que aplicando una nueva forma de beber éste podrá hacerlo sin consecuencias devastadoras, situación mental que recrea el bebedor y que lo obliga a ese contacto primero con el alcohol, después nada lo puede parar hasta llegar a la embriaguez. El horror y el desaliento, tanto del bebedor como de la familia, se hacen patente e inicia otro día con el dolor acumulado de los días pasados. Si por alguna circunstancia el bebedor sale a la calle, lo hace con el temor acostumbrado de que alguien pudiera reclamarle el comportamiento desmesurado y la pérdida de control por su manera de beber del día anterior. El sufrimiento es verdadero, nada se puede comparar con ese dolor sentido por el enfermo, pero el enfermo ignora y la familia también, del recurso mental del bebedor para construir nuevos escenarios y justificar nuevamente los hechos y la próxima parranda. Así pues, se observa que tal arrepentimiento de haber bebido en la forma como se hizo y volver a beber, refiere los síntomas claros de la enfermedad del alcohólico. Si usted ha tenido esta experiencia y la maneja con frecuencia, esto pudiera hacerlo sentir que hay algo en qué ocuparse para 65


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una reflexión más profunda. Aquí puede observarse, en caso de que el lector o la lectora sepa que ocurre esta situación en alguien cercano, recomendarle la lectura de este libro para informarle sutilmente, repito, sólo en el caso de que este libro esté siendo leído por alguien que no tiene el problema de la bebida, del problema que causa el consumo desmedido de alcohol; no insinuarle a nadie que es un alcohólico, recuerde que esta palabra en el bebedor problema es innombrable. También puede dejar este libro disimuladamente encima de una repisa o mesa para que llame la atención y pueda ser leído. Ahora bien, en el caso en que usted sea la persona que presenta cierta semejanza con lo que le he dicho, le sugiero que siga con la lectura; al fin y al cabo puede servirse un café más o algo parecido para engañar a la mente de que está bebiendo algo y no se encuentra ocioso. La enfermedad del alcoholismo lo va a llevar a recorrer senderos que nunca imaginó transitar. El enfermo logrará, en quienes le rodean; primeramente, a que sientan lástima por él; después, a sentir odio, amargura, coraje e impotencia a tal grado que poco a poco esos sentimientos irán tornándose peor, hasta lograr deshacerse del enfermo, como si fuera algo maldito para la familia. El beber es una condición obligada para el enfermo o sea que el alcohólico beberá irremediablemente ya sea en la mañana, al mediodía, en la tarde, más tarde o en la noche. No existe una hora apropiada para hacerlo, simplemente lo hará. No se extrañe de lo 66


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que le digo, sencillamente es la condición del enfermo: beber hasta la embriaguez. En cuanto a mi persona, les confieso que Nada de lo que me dijeran quienes me rodeaban estaba fuera de mi control; para mí era todo conocido y si había algo -que de verdad la familia me lo decía con amor-, para mí era simplemente que estaban en mi contra y no me dejaban hacer mi vida, así era siempre. Los demás eran los que estaban equivocados, los ignorantes; y yo, claro, era el omnisciente, el todo poderoso y sabiondo; pues, nadie era tan capaz para darme el mínimo consejo o sugerencia acerca de cómo debería de beber o simplemente no beber más. Un poco antes de dejar la bebida, sentía que algo estaba pasando con mi vida pero le echaba la culpa a todos y no veía la realidad que me estaba ocurriendo. La realidad estrictamente era distorsionada por una mente enferma que recrea los escenarios con una dosis exagerada de mí misma inmadurez emocional. No ubicar las acciones dentro de los límites de conducta, es parte de la ingobernabilidad que se vive con el abuso del alcohol. El sufrimiento que vivía 67


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por no haber podido controlar mi ingesta de alcohol, aún habiendo tratado muchas veces de hacerlo para que la embriaguez no me alcanzara, todo resultó inútil: tomar aceite de bacalao, no beber en vasos debido a que se aspiraba demasiado y eso me embriagaba más rápido; no beber tibia la cerveza porque se me subía pronto, beber lentamente, en fin; todos los secretos que me daban mis amigos nunca funcionaron. Siempre llegó la embriaguez y con ésta los problemas antes, durante y al día siguiente. El amplio grupo de amigos se fue reduciendo sólo a aquellos que aguantaban más y que podían auspiciar la bebida, asegurándola por largos periodos. Porque si de algo se estaba seguro antes de iniciar la parranda, era que se podía confiar que el alcohol no escasearía, al menos por un largo tiempo. Si el acontecimiento se iba a dar por las causas que fueran, siempre traté de asegurar primeramente que el alcohol no faltara; ya sea dándole a quien la servía la propina adecuada, o sea se compraba el servicio completo. Nos veíamos como chapulines cuando nos servían el cartón completo y lo poníamos debajo de la mesa, asegurándolo con los pies de todos encima del cartón. Claro que para antes de estar en el evento 68


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en cuestión, ya habíamos llenado el hueco de la llanta de refacción del carro para cuando tuviésemos que dejar el evento por cualquier causa; aunque siempre era cuando la bebida ya se había agotado y nada teníamos que hacer ahí. Resolver el conflicto que me generaba el rechazar la invitación a beber, era para mi algo que no podía suceder, pues sentía que la invitación que me “hacían mis amigos” era debido a mi buen carácter y buena onda que yo era; nunca pensé que era porque los demás también eran alcohólicos, además de no poder rechazar esa invitación, pues existía en mi el peso de la opinión de ellos de no aprobarme como tal y eso para mí, era quedar relegado. Los comentarios del párrafo anterior, son otras de las características que señalan muy fácilmente y descubren de entre todos los que se encuentran en la fiesta. El aseguramiento de la bebida descubre la problemática existente en el bebedor, de sentirse confiado de que el alcohol no escaseará hasta no alcanzar la embriaguez necesaria. Además de ser dependiente de los amigos a causa de la inmadurez emocional, con la que sufría constantemente debido a ella. 69


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Si por algún motivo el bebedor no alcanza esa embriaguez, se presentará entonces en él, lo que se conoce como intoxicación idiosincrásica (ver cuadro de la siguiente página). Se puede observar la irritabilidad del bebedor, cuando vulgarmente decimos “no llenó el tanque”. En este punto el bebedor ya tiene cierta dependencia física del alcohol que le hace vivir una experiencia poco notable para quienes le rodean. Este punto lo veremos un poco adelante. Lo que sí conviene destacar aquí, es que la dependencia mental queda evidente en la necesidad por inventarse un pretexto para ingerir esa primera copa. Invito a mis lectores, en este apartado, a reflexionar acerca de las excusas que hacemos para irnos de parranda y beber esa primera copa. Cabría mencionar otro concepto acerca de la enfermedad del alcoholismo. Criterios para el diagnóstico de la intoxicación alcohólica idiosincrásica (291.40) a. Cambios conductuales desadaptativos: por ejemplo: conducta agresiva o violenta, que aparece a los pocos minutos de la ingestión de alcohol en cantidad tal que es insuficiente para provocar intoxicación en la mayor parte de la gente. b. La conducta es atípica, en el sentido de que no se presenta cuando el sujeto no ha bebido. 70


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c. No es provocada por ningún trastorno mental o físico. Fuente: Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, dsm iii-r (1993:159).

Las opiniones de muchos expertos, coinciden en que la dependencia al alcohol o alcoholismo tiene una adicción doble. Sobre ello, el Dr. Barriguete confirma que “todo parece indicar que el alcoholismo es una adicción doble: física y psicológica, no hay duda” (Barriguete, 1996:156; en Castillo, 1999). Lo anterior es referido a cuando el bebedor se ha tomado la primera, cumpliendo con la dependencia mental; posteriormente, la embriaguez sucede por la dependencia física. Doble adicción que dificulta la explicación teórica que en la práctica fácilmente puede ser observable. Recuerdo una ocasión en que estaba cerca la Semana Mayor, mi grupo de amigos y yo, habíamos acordado pasar unos días en el mar. Rápidamente hicimos los planes necesarios para permanecer tres días como mínimo en la playa. Dijimos “somos cinco y cada uno se bebe cartón y medio diario” (de doce botes cada cartón). Imagínese usted cuántos cartones tuvimos que comprar. Peor aún, nos tuvimos que regresar antes de lo planeado debido a que se había terminado la cerveza y el dinero antes de los tres días. 71


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Ese acontecimiento fue planeado meses antes de que fuera la Semana Mayor. Lo que le quiero decir a usted, es que la dependencia mental era ya una realidad y en cada oportunidad que teníamos de recreamos con ese plan, lo hacíamos en una embriaguez más. El enfermo de alcoholismo se embriaga dos veces; una antes y otra durante. Cabe aclarar, que “los [...] alcohólicos son bebedores excesivos, en quienes la dependencia del alcohol es suficiente para dañar su salud física y mental, sus relaciones con los demás y su comportamiento social y laboral, o que ya presentan signos de estas alteraciones” (Barriguete, 1996:87). Esta definición va más a esclarecer este asunto de la enfermedad aludiendo; principalmente, a la salud mental y física del enfermo, dañándolo a él y a todos los que de alguna manera comparten sus intereses. El trabajo se verá o estará siendo alterado por el daño del enfermo pudiendo provocar un despido anticipado. Aunque se trata de evitar las comparaciones con la lectura es innegable que usted busque evitar empatar su vida con lo que le estoy diciendo. Finalmente, tarde o temprano se tendrá que revisar la parte más intima de nuestro ser, de la familia, del trabajo y de nuestras relaciones con los demás. Las visitas al hospital empiezan a ser más frecuentes por la deshidratación que se obtiene de los excesos del consumo de alcohol. Lo anterior, lo pude constatar con un hermano cuando por causa del abuso del alcohol éste tuvo que asistir a la Cruz Roja para ser hidratado 72


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con suero glucosado. Cuando se pisa un sanatorio, el miedo empieza a sentirse de una manera distinta. El alcohol es ese animoso e impávido enemigo al que nunca se le podrá vencer. Muchas conversaciones con individuos que han estado luchando por no beber la primera copa, han mencionado el miedo que se siente cuando al salir del hospital, ven que todo mundo los está señalando. [...] En mi caso, el temor empezó a presentarse cuando había prometido no volver a probar el alcohol. Para entonces, la dependencia mental me sometía a pensar, sin desearlo, cuándo sería la próxima parranda. Llegado el día y antes de la primera copa ya estaba ebrio mentalmente. Veía frente a mí al que sabía me derrotaría de nuevo e inmediatamente, surgía en mi mente la justificación que necesitaba para animarme a probarla. Muchas veces me pregunté qué ocurría en mi mente, que cuando menos lo imaginaba ya estaba dándole el primer trago, y claro, lo demás era cuestión de tiempo. Así llegó el día en que empecé a descubrir la beligerancia de mi vida frente al alcohol y la forma de vencerlo. Pero este descubrimiento no llegó sino hasta ver mi fondo de sufrimiento. Cuando digo “mi fondo de sufrimiento”, me refiero a ese dolor que se siente cuando uno ve que su vida está 73


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a punto de irse a la nada, que todo lo que hicieron mis padres por cuidarme, alimentarme, educarme y amarme, se estaba yendo por el caño sin que nada se pueda hacer [...]. Este fondo del que le hablo es distinto a cada enfermo, pues, la capacidad de sufrir varía en las personas. Muchos verán morir frente a ellos a sus padres, hermanos, hijos, vecinos; otros llegarán al manicomio, otros perderán sus propiedades y algunos más, para esa hora no llegaron como otros, gracias a que se rindieron a tiempo. La rendición es muy importante, y de esto le hablaré en el siguiente apartado. Pero antes, deseo dejarle la siguiente reflexión para auxiliarlo. ¿Soy un alcohólico? Señor: en este punto de mi vida te pido me des el sano juicio que necesito para adentrarme dentro de mí y descubrir si mi vida se ha vuelto ingobernable, de ser así te pido humildemente me des la capacidad para ir aceptando que verdaderamente tengo un problema con mi forma de beber y con el alcohol Cierre el libro y repóselo en su pecho dejando sus manos en él, cierre sus ojos y piense en la oración que le acabo de dar.

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Una rendición que te lleva al éxito

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l tema de la rendición resulta ser lo más dificil en la persona que tiene el problema del abuso del alcohol. ¿Quién se rinde cuando sé es un ganador? Lo anterior no significa que realmente lo sea, sino que en su mente existe la creencia de ser siempre un ganador. Esta condición del enfermo, de sentirse triunfador, es un aliciente engañoso que maneja el enfermo mental de alcoholismo, pues gracias a ello el bebedor problema mantiene el contacto con el alcohol en forma permanente. Pero, ¿qué significa la rendición? La rendición es simplemente la admisión de que por más que se intente o trate de ganarle al alcohol nunca se podrá. La admisión es acompañada del conocimiento pleno de la ingobernabilidad que lleva al enfermo a enfermarse. Actualmente, se habla en todos los medios, de las adicciones y del daño que causan éstas. Pero pocas veces encontramos un programa que sea facilitador para darse cuenta del 75


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problema y más aún; para llegar a reconocer el origen de dónde nace esta problemática. Deseo aclarar que la etiología (origen) de la enfermedad, es todavía desconocida. Sin embargo, lo que trato de exponer con estos comentarios es compartir la expenencia y el conocimiento para enfrentar la enfermedad con las armas necesarias y desplegar; además, ciertas características que hacen ver una realidad poco observable en uno mismo o en los demás. También trato de mostrar de manera sencilla, mediante una lectura fácil, lo difícil que es ver dentro de uno mismo para descubrir las causas que motivan incurrir en el consumo del alcohol. El título de este apartado debe entenderse que la rendición lleva a triunfar en este proyecto: Dejar la bebida o parar de beber. El éxito al que me refiero es, fundamental para salvar tu vida y junto con ella la vida de los que te rodean, pero principalmente, tu vida. Esa es la clave. Bueno, ¿en qué consiste la rendición? No te desesperes, ya te lo voy a decir. Cuando “anduve en el agua” -es una forma de decir que anduve en la embriaguez-, traté siempre de vencer a todos, pretendí que lo que decía y lo que hacía era para ganar en todo. Simplemente, salió al revés. Hoy le presento una forma de ganar rindiéndose. Imagínese que se va enfrentar a un enemigo en una lucha mano a mano y que antes de dar 76


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el primer campanazo usted decide retirarse de la pelea, lo cual le dará óptimas utilidades; primero, porque no gastará ni un cinco; segundo, porque las habilidades suyas se desarrollarán al máximo; tercero, porque combinará su decisión con su sano juicio, lo cual significa que dimensionará todas las acciones y a partir de allí, se contará con mayor madurez para asegurar, al menos, que se tiene más control sobre éstas. En la actividad alcohólica, siempre hubo algo que impidiera tomar una decisión debido a la inmadurez que tiene todo aquél que bebe alcohol en exceso. Se debe estar consciente de que la vida de un enfermo alcohólico es ingobernable y si cree que no es así, pregúntele a quien le rodea; ella o él se lo dirá con puntos y comas. Así como cuando perdió el control para parar de beber de manera repentina, cuando debía hacerlo y no pudo; la rendición debe darse sin duda ni reserva mental alguna. Pero, si hay alguna duda al respecto, es decir, de que puede parar subitámente, haga usted mismo esa prueba y si lo logra, felicidades, es que todavía tiene cuerda para seguir bebiendo. A esto se le llama “hacer la prueba” en el argot del programa de recuperación de los doble A. ¿Para qué sirve hacer la prueba? Simplemente para desmitificar que todavía puede beber sin consecuencia alguna, o sea sin ocasionar daño a un tercero o a usted mismo. La enfermedad del alcoholismo, como es mental y física, tiene que ser atacada en dos frentes por la medicina. Yo le voy a agregar otra: la enfermedad también es 77


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espiritual. Pero esta última la voy a dejar para después, debido a que el enfermo no permite trabajar con esta condición hasta que vea un resultado positivo en su persona. Váyamos al grano. Lo primeramente dicho en este párrafo tiene mucho de verdad, cosa que no agrada al enfermo saber, pero que es necesario que él descubra por sí mismo que la medicina dice la verdad y que a nosotros nos ha tocado demostrarla. Veamos: “cuando nos preguntaron los médicos que si bebíamos, ¿qué respondimos? Que bebíamos poco o casi nada”, ¿o no es así? Cuando el profesional de la medicina nos dijo entre líneas que teníamos que disminuir la frecuencia y la cantidad de alcohol, ¿qué respondimos a eso? Que no teníamos porqué hacerlo, que al fin y al cabo ese no era nuestro problema. ¿Estoy equivocado? Bueno eso obedece al aspecto mental y ¿el físico? ¿Ya se nos olvidó que cuando probábamos el alcohol se nos despertaba esa compulsión por seguir bebiendo? O ¿qué cuando parábamos en seco por diversas causas, nos entraba un dolor de cabeza que nos irritaba por completo? ¿Ya se nos olvidó eso? Bueno, espero que lo recordemos para avanzar en el presente tema. La rendición, en este caso viene a ser algo parecido a aceptar irremediablemente la pérdida de una mano, un brazo o una pierna; pues, al ser mutilada por completo, por más que hagamos no nos crecerá de nuevo. Algunas personas que han vivido esta experiencia -de perder un miembro del cuerpo-, nos dicen que sienten que el miembro está ahí (extremidad fantasma), sienten 78


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comezón y algunos obedecen a esa sensación y se rascan con el deseo de desaparecer esa inquietud, ¿cierto? Pues bien, así funciona la rendición. Al saber que no nacerá el miembro mutilado de nuevo, del mismo modo no podremos ganarle al alcohol nunca y así, al reconocernos de una buena vez enfermos, somos enfermos por siempre. El diabético para recuperarse tiene que llegar a esta condición, mientras no acepte transformar su vida, para adquirir nuevos hábitos, nunca podrá vivir sin problemas de salud. Sin reserva mental alguna -y este es un secreto que se debe aprender-, “llegué al convencimiento pleno de que mi vida ya era ingobernable y que debía parar de beber inmediatamente, puesto que por más que traté de ganarle la partida al alcohol, nunca lo logré”. Esta es la rendición que se necesita para seguir en el camino. En la oración pasada le pedí al Señor sano juicio para darme cuenta que mi vida se había vuelto ingobernable. “Hoy tengo el pleno conocimiento que mi vida es ingobernable y que necesito rendirme ante el alcohol para poder parar de beber”. Sin condiciones, sin excusas y sin pretextos, aquí la honestidad es imprescindible, pues sin ella nos seguiremos engañando hasta morir o volvemos locos. En mi caso: Cuando se me presentó la oportunidad de llegar a este punto, no pude menos que pensar que era demasiado joven para tener una rendición. Mi falta de madurez y la 79


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prejuiciosa forma de mirar el mundo me decía que no podía vivir esa etapa de mi vida sin el alcohol. No me imaginaba las fiestas estando presente sin beber alcohol y mucho menos divertirme sin ese “elixir de vida” (de muerte) que me hacía sentir que por él estaba en el mundo, y ¡vaya que la cultura que tenemos magnifica los poderes que en él se encuentran! Así es, la sociedad a la que pertenezco se encarga de introducirnos al consumo del alcohol, para luego arrebatárnoslo sin piedad o de lo contrario nos aparta de ella. Mi caso, como el de muchos jóvenes, suele ser muy parecido; pues, dentro de los valores en que nos movemos, el alcohol es uno muy importante. Beber significa: adultez, gallardía, hombría, valentía, etc.”. Un sinnúmero de sinónimos para diferenciarnos de los que no bebían, o sea, de los sensatos, maduros emocionalmente, cuerdos, juiciosos, reflexivos, sesudos, serios, formales. ¿Se da cuenta que son más los sinónimos positivos que negativos? Pero deseo oír la opinión de una madre o de un padre o de cualquier familiar que no tenga este problema, que nos diga que no es importante la rendición, si al hacerlo la persona dejará de beber alcohol y a la vez dejará de sufrir ella y, claro, los demás. La rendición, como le dije 80


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anteriormente, debe hacerse de corazón adentro. ¿Qué significa lo anterior? “Que la reserva mental que pueda rezagarse en su mente debe ser desechada completamente. El mutilado tendrá que aceptar que su miembro no le saldrá nunca más. Y que a partir de allí su vida debe cambiar”. Estas dos premisas son fundamentales. O sea, la vida de la persona debe estar bajo control, ya no será más una vida ingobernable; pero si eso no basta, permítale a alguien más que controle su vida, si cree que por el momento no pueda hacerse cargo de ella. ¿Qué hice yo? Por necesidad tuve que dejar a un poder superior que gobernara mi vida hasta que adquiriera las herramientas necesarias para hacerme cargo de ella yo mismo. Ese poder superior, al principio fue un grupo de amigos que me ayudaron a permanecer sobrio, esa fue la base fundamental que me permitió poder ver más adelante. Tiempo después, como un niño empezó a dar los primeros pasos sin alcohol, los cuales fueron, al principio, muy lastimosos pero con el tiempo fueron adquiriendo mayor solidez, hasta llegar a caminar sin vergüenza de ninguna índole. Mi fortaleza fue creciendo y ese poder superior, que al principio fueran los compañeros de doble A, fue cambiando por ese Dios bondadoso que todo te da sin reserva y sin condición alguna. Así pues, empecé a pedir todos los días por mantenerme un día a la vez sin probar esa primera copa; ya que era esa primera, la que desencadenaba el tormento y el sufrimiento del que ya estaba harto mi familia, mis amigos, 81


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mis vecinos y yo. Inicié una nueva petición cada día, se la escribo por si usted desea hacerlo: Señor: ahora sé que nunca tuve sano juicio y que por ello mi vida se había vuelto ingobernable. Hoy deseo poner mi vida en tus manos pidiéndote únicamente no beber por este día. Le sugiero otro descanso, haciendo lo que anteriormente le he dicho. Piense en lo que le resta por vivir y no se enfrasque ni continúe auto flagelándose por lo que ya pasó; que el pasado únicamente le sirva para no volver atrás, recuerde que su vida apenas comienza y que hay mucho que hacer de aquí en adelante.

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El reajuste de mis relaciones con los demás

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er un “bebedor problema”, es un problema que requiere atención inmediata. ¿Por cuántos problemas tuve que pasar para llegar a ser lo que soy? Uno de los resultados al dejar de beber alcohol es que la vida del ser humano empieza a ser gobernada y el exbebedor comienza a cobrar conciencia de lo que ha sido de ella. Llega el punto del reajuste de las relaciones interpersonales, como parte de la salud mental que requiere el enfermo para recuperarse. El disculparse con los demás que ha dañado, es reconfortante para el enfermo. De esta manera, pareciera sencillo empiezar la construcción de una relación social sana, que le permite avanzar en su nueva vida con un modelo de persona distinto al que venía mostrando antes de dejar de beber. Aquellas faltas que les propiné a mis padres y hermanos fueron en un estado, digamos, ajeno a mi propios deseos. No soy culpable por 83


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haberme enfermado de alcoholismo, pero sí soy responsable por lo que hice durante mi enfermedad. El hecho de no culparme por haber adquirido la enfermedad es legítimo, y ello puede disculparme, mas no eximirme de la responsabilidad de cada daño que causé a quienes me rodeaban. Pues bien, una vez que se deja de beber se debe entrar a un proceso de sanación para curar mente y alma del enfermo. Estas dos dimensiones, que se describirán más adelante, son necesarias que el enfermo de alcoholismo las considere como imperativas para su recuperación, de lo contrario, el enfermo puede retroceder y tener un resbalón con alguna tapa o ficha de alguna botella de alcohol que le ande rondando. Durante mi caminar, desde que empecé a beber alcohol hasta el momento de haberlo dejado, dañé a mucha gente. Toda esta gente insultada por mi persona, fue acumulando resentimientos por situaciones en las que nadie era culpable sino yo mismo. Fueron muchas las desobediencias a mis padres, mis hermanos, hermanas, vecinos, parientes, amigos. Muchos actos de mal juicio en que dejé en evidencia aspectos familiares íntimos y que, gracias a mi ingobernabilidad, salieron a la luz pública sin razón alguna; 84


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ocasionando con ello daño profundo a la gente a mi alrededor. Conforme fui avanzando en mi recuperación, fui entendiendo que hubo mucha gente que dañé bastante y más vale no disculparme con ellas debido a que al hacerlo iba a abrir heridas que ya habían cerrado, y que lo único que iba a ocasionar era dañarlas de nuevo. Así que empecé a hacer un listado de la gente que podía resarcir el daño, y a quienes no. La confianza es uno de los valores que el enfermo pierde primero, así que el rescate de esta, es de primordial importancia para marchar en el camino de la recuperación. Se sabe que muchos enfermos sufren de recaídas en el alcohol. Debido a eso ideé la forma de solicitar a la gente de mi listado que me tuviera confianza, al menos; posteriormente, cuando ya tuviera algún tiempo de abstemio, le solicitaría su perdón. Recuerde que permanecer abstemio no significa sobrio; la sobriedad evoca un significado distinto y el que vamos a tomar aquí es el de equilibrio mental. Nuestro estado de ánimo en los primeros días de la recuperación no se encuentra equilibrado y mucho menos maduro, debido a que en esos primeros días se vive el dolor del cuerpo y mente por la ausencia de los efectos del alcohol. Para algunos, es necesario internarse en un hospital y los profesionales tratarán la abstinencia con el conocimiento requerido para menguar el sufrimiento que 85


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causa llegar a ese punto. Para otros, el haber dejado de beber, los puede afectar mentalmente, para lo que será necesario la ayuda profesional de un psiquiatra, que le irá medicando las sustancias requeridas para controlar las disfunciones que ocasiona el abstenerse de consumir alcohol. Pues bien, volviendo al punto del reajuste, cuando el enfermo ya está con sus capacidades completas debe pensar seriamente que el más dañado en este proceso es uno mismo, por lo que debe perdonarse a sí mismo. Aunque parezca insólito, pero así es; precisamente a que se cobra conciencia del daño, en muchas ocasiones el enfermo empieza a culparse severamente por lo que hizo, pudiendo entrar a una etapa de auto conmiseración que lo llevará a sufrir traumas psicológicos y pérdida de su autoestima, ocasionándole profundas depresiones psicológicas que lo pueden llevar de nuevo a beber alcohol. Por lo anterior, es aconsejable que el enfermo siempre esté acompañado de alguien más. Repito, nunca estará de más que alguien acompañe al exbebedor. Cuando uno logra perdonarse lo que ha hecho, la actitud del exbebedor empieza a cambiar. Al principio se le notarán temblores repetidos en sus manos y labios, pero eso irá desapareciendo poco a poco. En otros, se manifiesta una constante movilidad, por lo que estarán caminando mucho por toda la casa o donde se encuentren. Los familiares deberán contactar a algún miembro de los grupos llamados doble A para convencer al enfermo a asistir a algunas reuniones. 86


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Créamelo, eso le ayudará mucho, pues allí encontrará a otros con el mismo problema. Recuerden lo que hablé acerca de ese poder superior: el grupo de doble A puede convertirse, por lo pronto, en ese poder superior que le ayudará a permanecer abstemio y alcanzar poco a poco la sobriedad necesaria para ir retomando la vida que se había dejado en manos de otros. Hacerse responsable prontamente no es aconsejable, pero sí sugiero que se vaya pensando en recuperar lo que ya estaba perdido para usted o para él o ella.

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Trabajando con las 24 horas

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uién puede asegurar con toda la certeza del mundo que vivirá el resto del día o el día que vendrá? Eso que le digo, desde luego nadie nos lo puede asegurar. Pero sí estamos seguros que de vivirlo, deseamos hacerlo sólo por hoy. En la lectura del capítulo anterior, pudo surgir alguna interrogante con respecto a cuándo hay que arreglar el conflicto con el más cercano, por no decir el prójimo (o el más próximo). Como sea, se refiere a reparar un daño que fue causado por algo ajeno a mi persona, pero que soy responsable de remediar el problema y eso no lo puedo negar. Si usted permanece aún en la lectura, lo siguiente que leerá, será una estrategia o herramienta para lidiar con el problema de la bebida, sin que cause mayor problema. Ahora bien, si usted tuvo el sano juicio de visitar ya a un grupo de doble A, esto que está por leer es la clave para alcanzar la sobriedad por mucho tiempo. Yo diría que para el resto de su vida. 89


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Todo mundo sabe que el día tiene 24 horas, en ninguna parte del mundo el día tiene menos, al menos que esté viviendo en los polos del planeta, pero si este fuera el caso, habría que aplicarle este secreto de las 24 horas. He comentado ya en algunos párrafos anteriores, que cuando era apenas un jovenzuelo no podía imaginarme vivir el resto de mi vida sin alcohol; claro, eso sucedía gracias a que yo vinculaba todo con el alcohol, las fiestas (cumpleaños, bodas, bautizos, quince años, premios, logros, fracasos, virtudes, frustraciones), velorios, juntas de trabajo, política o sea todo. Esta situación, de no dar cabida a nada donde el alcohol no estuviera presente; me orilló a crearme un mundo imaginario en el que mi vida dependía de todo, puesto que el alcohol estaba en todo. Debo ser honesto con usted y reconocer que siempre viví el pasado o el futuro pero nunca en el presente. Siempre decía que ya no bebería como lo había hecho anteriormente, que en la próxima parranda lo haría distinto, o sea, siempre quedaba el presente olvidado. Esa cuestión de olvidar el presente no es una condición que se cumpla en todos, pero sí en la mayoría de los que son inmaduros emocionales; que la condición para ser alcohólico es ser inmaduro, pero eso ya estaba claro, ¿no es así? Bueno, el asunto es que no me percataba que me olvidaba siempre del presente y que el día lo vivía pensando en esos dos extremos. La actitud mía no era la de mejorar mi condición, sino, más bien, la de resolver que en el futuro no viviría más el pasado. Por fin llegó el día en que: 90


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[...] Por necesidad descubrí que mi vida sólo depende del hoy. Sí señor, como lo lee: sólo del hoy, y que para vivir feliz no necesitaba ni del pasado ni del futuro, sino vivir las 24 horas, que eran en verdad las únicas que eran mías y de nadie más. Hoy tengo la oportunidad de darles a mis padres e hijos el beso de los buenos días. Hoy puedo decirle a mi esposa que ha amanecido bella y que hoy puedo estar con ella, cuando ella necesite de mí. Hoy puedo terminar con la tarea de hoy, puesto que de nada me servirá posponerla para el día siguiente. Cada día tiene su carga y habrá de resolverse hoy. Hoy descubrí que, haciendo lo que me corresponde hacer hoy, no tendré que ocuparme de ello un día después. Hoy determino que soy un hombre de éxito, ya vendrá otro día en que alguien me lo reconozca, por lo pronto ya descubrí que lo soy. Si por alguna razón las 24 horas son demasiadas horas, puedo partir el día en 12 horas y así hacerlo más fácil para mí. Todo dependerá de mi propia voluntad, gracias a que hoy puedo hacer lo que debo y necesito hacer. La voluntad es tan solo querer y desear; pues, teniendo buena voluntad puedo caminar sobrio solamente por hoy.

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Le recuerdo que las tareas no vienen por duplas de días, ni de semanas, ni de meses o años, sino sólo por 24 horas. El viejo adagio de “hoy no se fía, mañana sí” es un ejemplo del poder del hoy. Si hoy no pruebo la primera copa, ya vendrá el mañana y veré que hacer. Pero si mantengo siempre el hoy, el mañana sólo será para el fracasado, puesto que el mañana no existe. Y si las 12 horas son muchas, pues tomaré seis horas de ese día y trabajaré con ellas, al fin y al cabo tengo un lapso muy largo para decidirme qué hacer con ellas. La casa necesita de mucho trabajo, ese sería un buen ejercicio donde pudiera ocuparme, el jardín obliga de ser cortado, el baño requiere de una reparación, el foco precisa ser remplazado y lo más infinitamente maravilloso e importante, conversar con mis hijos y con mis padres, hoy que vivimos el día de hoy. En fin, son tantas las tareas para atenderse hoy, que invariablemente, pensaré en algo en que ocuparme. Pero, si eso no es todavía comprendido, me gustaría ayudarlo con una pequeña oración que aprendimos desde pequeños: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino y hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy el pan nuestro de cada día y perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden [...]. 92


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Esta oración es una de las más antiguas que conocemos y en ella se encierra uno de los secretos más importantes para vivir feliz. Si usted no me cree, lo invito a cerrar el libro colocándolo encima de su pecho, sitúe sus manos sobre él y recite la oración una y otra vez hasta que descubra en ella la fuerza de las 24 horas que son las únicas que le pertenecen. Recuerde que la palabra de Dios puede ser retada, y si no le resulta o no es eficaz, es que todavía no habla con el corazón. En este punto se debe estar seguro que la problemática del alcoholismo ya ha sido racionalizada demasiado, y es momento de dejarse guiar por ese poder superior que usted tiene dentro de sí. Debo advertirle que el aspecto religioso que pudiere entender con este apartado es solamente en el contexto de la fe, que es necesario para rescatar al enfermo de esta terrible enfermedad. No pretendo dar o quitar religión, sino centrarnos en el poder de la fe que puede remover la montaña de la enfermedad y en su lugar dejar la tierra fértil que se necesita para esa nueva semilla de la sobriedad. A este respecto de creer en Dios me causó un problema que fui superando poco a poco con el solo deseo de creer que verdaderamente existe. Al principio mis amigos me dijeron que hiciera como que creía en Él y que al final acabaría creyendo, cosa que en verdad sucedió, pero no fue sino hasta ver que el 93


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programa de recuperación estaba dando resultado en mi persona y que la gente me miraba de otra manera. Ese hecho de ver que la gente me tenía ya confianza, fue parte de la recuperación que logré siguiendo los pasos que me dijeron mis amigos. Les confieso que el Dios de mi niñez fue recuperado casi por completo, y digo casi, debido a que siento que todavía estoy en el camino de lograrlo por completo [...]. No deseo pasar a otro apartado dejando dudas al respecto, pues se debe ser puntual en lo que a cada cual le resulte benéfico para sanar de la enfermedad. Recuerde usted que albergamos en nuestro corazón muchas dudas debido a muchas súplicas que le hicimos a Dios y Él no nos “respondió” cuando le pedimos que nos ayudase. Le pido en este momento una somera reflexión para descubrir la fuerza contenida en la fe que acoge nuestros corazones.

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¿Cómo le hacemos para mantenernos sin beber?

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l secreto de las 24 horas resulta ser de mucho auxilio cuando deseamos parar de beber, pero no es suficiente para permanecer sobrio. La diferencia entre dejar de beber y estar en sobriedad, se encuentra en el trabajo que realizamos con otras personas, en cuanto al alcoholismo se refiere. Esta es la parte espiritual de la que le hablé anteriormente. Hemos escuchado de muchas personas que dicen que pueden mantenerse sin beber por largos periodos de tiempo y de otras que dicen simplemente dejar de beber cuando ellos así lo deseen. El bebedor problema o alcohólico, vive apoyado de muchos enunciados como los anteriores e incluyo otros, por ejemplo: “yo bebo cuando quiero”, “¿borracho?, mi compadre”, “amanecí como lechuguita”, “yo controlo mi manera de beber”, “yo paro cuando lo deseo”, entre muchos otros que ya usted habrá escuchado; títulos que sólo sirven para darnos cuenta, quienes rodeamos

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al enfermo, que verdaderamente se tiene un problema con la bebida. Usted ha de imaginarse que este problema lo tiene todo mundo; pues todo mundo bebe alcohol. Lo anterior debe redimensionarse debido a que no todo mundo tiene los problemas por igual, ni todo mundo bebe alcohol. Si ya se encuentra sin beber y no ha asistido a una reunión de doble A, es probable que la recaída sea más fácil que asistiendo a dichas reuniones. También puede suceder que ya tenga conocimiento acerca de lo que se hace en las reuniones de doble A y no sea un atractivo porque conozca de algunos casos que no les ha dado resultados positivos. Si esto es verdad, debo decirle y repetirle, que no todos los casos son iguales. Siempre habrá personas que apoyen la no asistencia a las reuniones argumentando que no la necesitan, pero realmente el tiempo se encarga de demostrarnos que estábamos equivocados y que fue necesario tener más fondo para comprender lo que antes habíamos aprendido acerca del alcoholismo. También podemos escuchar de algunos que no quieren ponerse en manos del poder superior (en este caso el grupo) y continúan bebiendo hasta perder la capacidad de la comprensión del programa. Éstos últimos es posible que mueran por consecuencias directas del alcohol. Las personas que no desean asistir a un grupo 96


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de doble A, pueden asistir a otros grupos de recuperación. Existen experiencias de personas que se recuperan en grupos religiosos, trabajando el evangelio en forma terapéutica. La finalidad de esforzarse en diferentes grupos, o en todo caso, en los grupos que el enfermo decida hacerlo, es que éste logre poner en práctica algunas herramientas que lo mantendrán sin beber. Algunos grupos ajenos a doble A, manejan también el reconocimiento de la problemática, pero los grupos de doble A son los únicos que su catarsis1 va dirigida a su similar, esto es catarsis del borracho para el borracho, en donde el lenguaje utilizado por ellos comporta el sufrimiento que viven y que lo comparte con otro similar, entablándose un puente de comprensión y comunicación que sólo ellos entienden. De esa manera los grupos de doble A, dentro de su actividad normal, trabajan con las pláticas que se tienen todos los días para mantenerse sobrios y manejar diversos temas de crecimiento personal. La asistencia a las juntas fortalece al enfermo y a su familia, puesto que trabajan con un factor común determinante en la vida de ellos, esto es, que el sufrimiento de cada cual es compartido y hecho manifiesto, asegurándose que el alcohol los puso parejos, sin diferencias de clases sociales, ni color, ni estatura. Las sesiones son entonces para conocer los efectos que causa el enemigo 1 Entendemos por catarsis, la confesión que hace la persona cuando habla de sí mismo a un público que lo escucha. En este caso, la plática del enfermo alcohólico de lo que le sucedió cuándo él bebía. 97


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común en cada persona y no descuidar ningún frente por donde éste pudiese entrar y destruirlo a usted. Conociendo la enfermedad del alcoholismo, el enfermo será capaz de cuidarse a sí mismo. Habrá en algún momento la necesidad de asistir a un evento donde el alcohol estará presente, en este caso, se recomienda al exbebedor, cuando éste tiene pocas 24 horas sin ingerir alcohol, que se aleje del peligro donde pueda reincidir o recaer en la bebida. Pareciera que esto sucederá en cuanto el enfermo asista a un evento donde las bebidas embriagantes se servirán sin límites. Si no se puede evitar lo anterior, más adelante se le recomendará algo para mantenerle alerta. La verdad, y hay que decirlo, es que se está jugando con la vida de la persona que está tratando de mantenerse sin beber, esto sólo debe ser importante para planear la visita a cualquier evento donde haya alcohol. Las siguientes sugerencias pueden evitar alguna recaída en el consumo de alcohol: 1. Si la asistencia al evento es obligatoria para el enfermo, debe asistir acompañado de alguien que no beba alcohol o de alguien que ya asista a un grupo de doble A con mayor tiempo y con un mejor conocimiento acerca de las herramientas para evitar el primer trago. 2. Nunca aceptar bebidas servidas en otro lugar, que sea en presencia de usted. 98


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3. De ser posible, que la bebida refrescante se encuentre tapada y la destapen frente a usted. 4. No servirse la bebida en vasos o copas, tómesela en la botella, eso evitará que alguien pueda servirle alcohol sin que se percate el enfermo. 5. Permanecer el tiempo suficiente para cumplir con el compromiso y retirarse inmediatamente después de un breve lapso de tiempo. 6. Evitar, hasta donde sea posible, enrolarse en la algarabía de la fiesta. Permanezca platicando con su compañero temas propios a la terapia aplicada en el grupo de doble A. 7. Por ningún motivo acepte botellas de regalo, mantenga su casa limpia de alcohol, nos referimos también a vinos generosos, rompope, vinos (tinto, rosado, blanco). Es importante que el exbebedor se enrole en actividades que realiza el grupo de doble A, tales como: ir a las comunidades a pasar el mensaje, asistencia a juntas de compartimiento, algún servicio del mismo grupo o del área a que pertenece el grupo. Estas actividades le darán sentido a su vida y en un principio serán las que mejor recompensen su sobriedad. Es importante para el exbebedor con pocas 24 horas, que no trate de convencer a nadie cercano a él de dejar de beber, debido a que puede quedar vulnerable al convencimiento del bebedor, no pudiendo resistirse a beber el primer trago. 99


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Poco a poco el exbebedor se irá convirtiendo en una persona fortalecida, física, moral y espiritualmente, a tal grado que se observará en él un cambio total. Aquí es necesario advertir al enfermo, que recibirá de muchas personas un reconocimiento por haberse mantenido sin beber por un tiempo prolongado. Lo anterior debe ser causa de mayor vigilancia por el enfermo alcohólico, porque la alabanza es un veneno cuyo privilegio aún no tenemos los enfermos y que debemos evitar ingerir. Nosotros los alcohólicos vivimos un mundo imaginario de cómo debe ser nuestra vida y poco aterrizamos en la realidad. Y la realidad, es que el alcohol debe estar alejado para siempre de nuestra vida. Una vez alcohólico, alcohólico para siempre. Aunque nos duela esta verdad, es la única que nos puede salvar de morir borrachos.

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Algunas precisiones acerca de...

H

e tratado de hacerme entender en pocas palabras con algunos conceptos generales sobre la enfermedad del alcoholismo y en este breve apartado no me resta más que decirle a usted, que tuvo la valentía de terminar de leer este material; que la sobriedad puede alcanzarse si existe en el enfermo una razón de vivir y esta razón deberá ser suficiente para cambiar de vida. Muchas parejas, que apenas se encuentran planeando su matrimonio, piensan que podrán cambiar a la persona una vez que hayan contraído nupcias. Los que ya se casaron ven su fracaso con gran sorpresa, pues todos los proyectos que hicieron para cambiar a su pareja, fueron en vano. Lo anterior es una verdad que duele admitir, pero vale más ir previendo que no podremos cambiar a nadie sin la voluntad del afectado. La enfermedad del alcoholismo es una enfermedad que debe ser tratada como tal. No es vicio o un mal hábito. Las personas que rodean a bebedores problemas 101


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necesitan informarse sobre la enfermedad, ya sea en los grupos de doble A o en los grupos paralelos tales como Al-Anón -grupos de familiares que tratan la codependencia alcohólica- o Al-Latín -hijos o hijas del enfermo o enferma-. Los alcohólicos son personas que pueden recuperarse. Hay un viejo refrán que dice “nadie llega antes ni después, sino en el preciso momento”. No hay que perder la fe. Es importante descubrir que esta enfermedad, afecta también a la familia, que también necesita recuperarse para vivir en armonía aún teniendo a un bebedor problema en casa. Existen familias a quienes les resulta conveniente tener a un enfermo de alcoholismo en casa, debido a que la mujer o los hijos deciden por el padre o la madre, adquirir el control de los dineros; e incluso, habrá quienes empujen inconscientemente al enfermo a seguir bebiendo para mantener su hegemonía en la familia. En este caso, la ignorancia lleva a la familia a perder en todos los sentidos ocasionando un caos en que el arrepentimiento pueda llegar demasiado tarde. La enfermedad es incurable, progresiva y mortal por necesidad. No existe hasta el momento un remedio infalible que haga que un bebedor problema, considerado alcohólico, deje de beber repentinamente, al menos que se trate de un milagro y esto sólo se lo deberemos a Dios. Tocar fondo en el sufrimiento puede permitir que el enfermo se doblegue momentáneamente, si esto sucede habrá que aprovecharlo para llevar al enfermo a hacer 102


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una visita a los llamados grupos de doble A, sólo con su consentimiento. Nunca hay que tratar de forzar al enfermo a dejar de beber sin la presencia de expertos que conozcan acerca de la enfermedad. La opinión de los expertos es imprescindible, hay que mantener siempre la mente abierta a las sugerencias de ellos. Este libro es apenas una opinión de la experiencia de un exbebedor. Nunca deberá tomarse como un experto en la materia. Repito, es necesario apoyarse en los expertos, sean médicos, psiquíatras, psicólogos. He considerado para la elaboración de este material la experiencia de 25 años de no beber alcohol, que consideré para esta tarea mi propia vida. Deseo infinitamente a quienes lo hayan leído que no descarten la posibilidad de hacer al menos una profunda reflexión y de considerar seriamente, de ser necesario, dejar de beber al menos por hoy. [...] Sé que Dios siempre te ha puesto en el camino de la sobriedad, pero no lo has visto; y ahora sabes que nadie te va a quitar lo borracho a menos... Que tú quieras.

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Epílogo

Y

como el contenido del presente texto se inspira y abreva de la vivencia humana, estaremos de acuerdo a que solo este es el epílogo de una más; pues, en realidad nadie sabe cuándo ni como se escribirá el epílogo de otras experiencias, producto de las relaciones humanas. ¿Qué obtuve al dejar de beber y por qué consideré necesario hacerlo? Un joven como yo, quien sufrió la soledad al haber sido el menor de cuatro hijos, que a la edad de seis años padecía la espera de mis padres y hermanos, sentado en la banqueta, afuera de mi casa, lleno de temores y casi siempre con el llanto a punto de iniciarse... Crecí siendo tartamudo y lleno de complejos hasta los 24 años de edad; mal estudiante y sin un destino claro. Al llegar a la profesional para estudiar Ingeniería Industrial, todos los defectos de mi persona afloraron dándome una personalidad inmadura, temerosa. Encontré en muchos amigos, todos distintos, las diversas formas de ser que más deseaba imitar 105


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y que no podía lograr, sólo bajo los efectos del alcohol me convertía en el que yo quería: valiente, bromista, juguetón, aventado y valiente, el que corría los riesgos sin temor, el enamorado y bien vivido, el amoroso, en fin, en todo lo que yo deseaba. Ya fuera de la escuela me di cuenta que si mi vida continuaba de esa manera, era seguro que el fracaso llegaría. Para entonces, corría el riesgo de quedarme sin nada, era el momento de demostrar que la profesión que había estudiado me serviría de algo. Con una débil claridad, pude vislumbrar que para mí, el momento había llegado. Hasta entonces, en mi ya largo recorrido, no asumía conscientemente la existencia confusa que vivía. Estaba de frente al momento de confrontar mis “asuntos inconclusos” que por temor o por cobardía, no me había detenido a revisar y darle alivio. El reencuentro conmigo mismo y asumir con claridad la personalidad real que significaba responderme, ¿quién soy? me llevó a asumir a plenitud la fortaleza infinita de mis potencialidades como ser humano. De ahí que, me esforcé decididamente a concursar por obtener una beca para una maestría; poco usual en aquellos años de los ochentas. En Ciudad Madero, Tamaulipas, tuve la suerte -si se le quiere llamar así-, de conocer a Luis Bringas, un compañero residente de Acapulco, Guerrero, quien me introdujo en el mundo de los Alcohólicos Anónimos, ahí fue cuando maduré como persona. Comprendí que mi vida debía dar un cambio de 180 grados y mirar hacia 106


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lo opuesto de la ruta que había tomado. Mis amigos de antaño, muchos de ellos hijos de personas acomodadas económicamente, otros hijos de políticos, otros más hijos de empresarios, fueron cambiados por amigos que sufrían el mismo mal que yo. A partir de ese momento, tomé conciencia de mi situación, los objetivos de mi vida cambiaron cobrando mi vida un nuevo sentido. Realicé mis tareas con un nuevo enfoque de responsabilidad, de compromiso, de eficiencia, notando que lo hacía con capacidad y habilidad, al igual que cualquier persona considerada exitosa. Mi autoestima mejoró, a tal grado, que empecé a desafiarme a mí mismo; ya sin dudar de lo que yo podía lograr, y créemelo -disculpa que te tutee-, que lo he conquistado, ¿cómo? dejando de beber alcohol. Ese fue el principio, el resto ya lo leíste, lo cual espero que te haya hecho reflexionar, como a mi me hizo hacerlo. Al principio no es fácil lograr lo que uno se propone, pero seguí tratando de hacer aquello que yo sentía que era bueno para mí y mi familia. Sé que convencer a las personas es lo más difícil, pero también sé que siempre habrá alguien quien pueda y quiera tomar mi vida como ejemplo para no hacer de la suya un desastre. Habrás notado que mi deseo es que dejes de beber alcohol y seas un triunfador, porque el alcohol es la puerta que te lleva a mucho de lo que yo fui; por ello, te he platicado algo íntimo de mi vida sin temor alguno de que alguien pueda juzgarme sin realmente conocerme, ¿pero sabes? ¡No me importa!, porque el mensaje 107


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que te doy sé que puede salvar tu vida y la de muchos. Mi mejor deseo para ti es que seas un triunfador. Dios te acompañe siempre.

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Bibliografía

Barriguete C., Armando, Dr. (1996) Lo que el vino se llevó, Diana, México. Castillo, Carranza, Oswaldo del (1999) “Problemática de la adicción alcohólica en el docente universitario y su impacto en el proceso educativo”, presentada en el Centro de Investigación y Servicios Educativos, uas. Para obtener el grado de maestro en Ciencias de la Educación. Culiacán, Sinaloa. Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, dsm 111-r (1993). Mann, Marty (1995) “El alcoholismo y sus causas”, Central Mexicana de AA, en Plenitud, revista bimestral, junio-julio 1995, núm. 75, México.

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Índice

Agradecimiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 Prólogo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 Introducción. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 1 El inicio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21 2 ¿Quién soy? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29 3 La familia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37 4 ¿Cómo sabré que soy lo que dicen que soy? . . . . . 51 5 ¿Qué es la enfermedad del alcoholismo?. . . . . . . 59 6 Una rendición que te lleva al éxito. . . . . . . . . . . 75 7 El reajuste de mis relaciones con los demás. . . . . 83 8 Trabajando con las 24 horas. . . . . . . . . . . . . . 89 9 ¿Cómo le hacemos para mantenernos sin beber?. . 95 10 Algunas precisiones acerca de. . . . . . . . . . . . .101 Epílogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .105 Bibliografía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .109

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