LOS BOMBEROS Olegario no sólo fue un as del presentimiento, sino que además siempre estuvo muy orgulloso de su poder. A veces se quedaba absorto por un instante, y luego decía: "Mañana va a llover". Y llovía. Otras veces se rascaba la nuca y anunciaba: "El martes saldrá el 57 a la cabeza". Y el martes salía el 57 a la cabeza. Entre sus amigos gozaba de una admiración sin límites.
Algunos de ellos recuerdan el más famoso de sus aciertos. Caminaban con él frente a la Universidad, cuando de pronto el aire matutino fue atravesado por el sonido y la furia de los bomberos. Olegario sonrió de modo casi imperceptible, y dijo: "Es posible que mi casa se esté quemando".
Llamaron un taxi y encargaron al chofer que siguiera de cerca a los bomberos. Éstos tomaron por Rivera, y Olegario dijo: "Es casi seguro que mi casa se esté quemando". Los amigos guardaron un respetuoso y afable silencio; tanto lo admiraban.
Cuando doblaron por la calle en que vivía Olegario, los amigos se pusieron tiesos de expectativa. Por fin, frente mismo a la llameante casa de Olegario, el carro de bomberos se detuvo y los hombres comenzaron rápida y serenamente los preparativos de rigor. De vez en cuando, desde las ventanas de la planta alta, alguna astilla volaba por los aires.
Con toda parsimonia, Olegario baj贸 del taxi. Se acomod贸 el nudo de la corbata, y luego, con un aire de humilde vencedor, se aprest贸 a recibir las felicitaciones y los abrazos de sus buenos amigos.
CON BASE AL CUENTO ANTERIOR SE CREÓ EL SIGUIENTE CUENTO…
Nos encontrábamos en el siglo XX y Hitler acababa de dar un discurso para todos sus aliados. Todo estaba tan tranquilo que mi amigo Jaime y yo decidimos ir a comprar unas verduras al mercado que se encuentra a una cuadra de mi casa para poder preparar la comida, al llegar con el verdulero tomamos varias cosas como limones, brócolis y papas, y de repente al ver una zanahoria muy naranja tuve una breve visión de cómo una bomba estallaba a unas pocas cuadras de donde me ubicaba. Jaime me despertó del trance, pero noté algo extraño en el cielo, al avanzar unos cuantos pasos pude ver con más claridad que era una bomba. Entonces recordé mi visión y salí corriendo desesperadamente porque mi familia estaba sola en casa. Al llegar vi a mi amada esposa que vestía un hermoso vestido azul y a mi hija Sofía muy sonrientes jugando con unas muñecas nuevas que le había regalado. Me recibieron muy sonrientes pero al ver mi cara de preocupación me preguntaron qué sucedía. No tuve tiempo para explicarles porque sabía que la bomba estaba a punto de estallar entonces tomé unas cuantas botellas de agua y nuestros documentos que
guardábamos en un lugar especial en caso de emergencia. Salimos rápidamente de la casa para ponernos a salvo, cuando sentí como una fuerte onda de calor me quemaba la espalda, pude ver mi vida pasar ante mis ojos. El sonido de la bomba estallar retumbaba en mis oídos y de repente todo se volvió negro. Al despertar me encontraba en el hospital, cubierto de vendajes y con un intenso dolor de cabeza. Jaime se encontraba a mi lado, pude notar que tenía leves quemaduras de un lado de la cara y como un vendaje sobresalía por la manga de su camisa. Al explicarme lo que pasó y cómo la bomba estalló detrás de nosotros me di cuenta de que todo lo anterior había sido solo un sueño y que mi querida esposa y me hermosa hija no habían sobrevivido a la bomba. Esto último me destrozó por dentro, pero al quererme mover ninguno de mis músculos reaccionaban. La bomba me había dejado parapléjico y sin familia y lo único que podía hacer era imaginarme como pude haberlas salvado de tan trágica y dolorosa muerte. Lo que realmente había sucedido fue que cuando Jaime y yo estábamos en el mercado, al haber tomado la zanahoria me quede sin habla y mirando a la nada, cuando Jaime intentó despertarme la bomba estalló cerca del mercado, destrozando todo a su paso, mi casa quedó hacha cenizas y mi espalda no volvió a ser la misma.