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Negro corazón Acto Uno Acto Dos

NEGRO CORAZÓN

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ACTO UNO

Cuadro 1: ENSAYO

(En la oscuridad, suena una triste melodía. Entra ANA con un libreto en la mano.)

ANA: Las puertas de bronce de la Catedral se abren. El coro celebra la gloria. Los candelabros, radiantes como nunca. Hay flores. Muchísimas flores blancas. Muy pocos jazmines. Más claveles que jazmines. (Sale.)

Cuadro 2: VAMOS DE PASEO

(Entra SILVIA trotando, lleva puesto un chaleco con una flecha impresa apuntando al suelo. Acompaña su cara de angustia el Concierto nro. 3 de Bach.)

SILVIA: Personalmente siempre he preferido el avión, aunque el precio es elevado y a mí la altura me da vértigo; la velocidad compensa el mal trago. Odio viajar, pero si lo tengo que hacer, que sea lo más rápido posible. Como con una curita. Si te la tenés que sacar: arrancátela de un tirón, ¿no le parece?

(Relincha. Avanza y vuelve en sus pasos.)

El lunes ya tengo que estar de vuelta, en menos de 72 horas viajo dos veces. Es excesivo. En avión lo haría en media hora y listo. Pero ahora, que está de moda explotarlos por el aire… Yo no sé, últimamente, los terroristas están muy malos.

(Trota hacia algún otro vértice del escenario. Bach insiste.)

¿Y en barco? ¡Ni loca me subo a esas porquerías! En la inmensidad del océano, el más grande de los transatlánticos qué es, ¿eh? Un corcho, no me diga. Una prima mía se fue de luna de miel en un crucero por el Caribe. Se lo regaló la suegra. (Esa vieja para mí que se lo hizo a propósito). Me contó que la ventanilla. (Ellos le dicen ojo de buey). Bueno, le tocó un camarote que estaba justo en el medio. Ni arriba, ni abajo. Mitad sumergido, mitad al aire libre. ¡No pegó un ojo en los doce días que duro la travesía! Llegó con los nervios destrozados. Imagínese, cualquier accidente los primeros damnificados eran ellos. Los que están arriba tienen la ventanilla, salen primero. Y los de abajo, el camarote es hermético. Pero mi prima dependía de un vidriecito. Nunca más, pasó las peores noches de su vida. Encima el marido quería… me entiende. Ni arriba, ni abajo. Ni abajo, ni arriba. Ni arriba al costado.

(Con una gorra de capitán de barco, aparece ANA. La escolta el tema principal de El correcaminos. Le escupe abundante agua en la cara, y Sale.)

¿Le molesta si entorno? Yo prefiero morir quemada, que morir ahogada. Es más saludable. ¿En tren? En tren yo no viajo. Hay cada elemento… ¡Un ambiente! Si fuera el Expreso de Oriente bueno, pero acá te tiran del vagón, y en marcha. Si no te tajean la cara con una sevillana, te cortan las piernas. Encima que te roban, te dejan lisiada.

(ANA entra con una media negra en la cara.)

ANA/CANA: ¡El que no salta es un holandés! ¡El que no salta es un holandés! ¡El que no salta es un holandés!

SILVIA: (Caída al piso.) ¿Ahora le tengo que dar el boleto?

ANA/CANA: La señorita va a colaborar con una grande de muzarella. (La patea.) Y con anchoas. (Sale.)

(La fresca garganta de Andrea Tenuta entona: “Que va ser de ti lejos de casa. Nena, que va ser de ti”.)

SILVIA: (Volvemos al micro.) Me prometí no llorar. Me prometí no llorar. Falta poquito. Falta poquito. Respiro blanco, largo azul. Respiro blanco, largo azul. Gira mi chakra amarillo. Sólo la paz me rodea. Soy sana, fuerte y multiorgásmica. Soy sana, fuerte y multiorgásmica. ¡Estoy histérica! Es una mezcla, no lloro de tristeza, lloro porque los viajes en sí me hacen llorar, siempre las despedidas me hacen llorar. Pienso en mi perrita Marilú, cómo me miraba cuando me fui. “Marilú, Marilú, ya te extraño y todavía no llegamos a Chascomús”. Lloro por el pánico a terminar muerta en la banquina. Lloro porque nadie controló las gomas, ni los frenos, ni el aceite, ni siquiera una miradita al radiador. Lloro porque Anita se nos casa. Y sobre todo lloro porque… ¡Yo me quería casar primero!

(La música de las caricaturas de la Warner anuncia la entrada de ANA. Trae puesta una galera. Baila burlona pasos de music hall y Sale.)

SILVIA: (Deambula de rodillas.) Lo único que logra es que me ponga más tensa. Siga leyendo mejor, los demás pasajeros no son muebles. Nos están mirando, van a pensar mal. Deje las manos quietas, quiere. ¡Quite! No, no le pregunto si quiere. Digo que quiero que quiera dejar las manos quietas. Las quiete, las quiere, ¡las manos! (Redoble de tambores. Su compañero de viaje le imprime un beso de lengua.) ¡Chofer, pare! Baje inmediatamente a este individuo del autobús. ¡Ahora! No me importa, para la terminal son treinta cuadritas. Yo ya vi el cartel de: “Alfajores Miti Miti”.

(Publicitaria.) “Los únicos alfajores, con gusto a San Clemente”.

¡Chofer, pare! ¡El futuro marido de mi mejor amiga es Coronel! ¡Paren los dos! ¡Paren todos! (Ruido de suami.)

(Se quita el chaleco. De entre cajas, su valija es arrojada por el aire. Cae en la boca de su estómago. El micro se le viene encima. Un acto reflejo, la hace volverse. El chofer maniobra y choca estrepitosamente contra un camión. Aparece rodando el disco de una de las ruedas.)

¿Para qué vine…? ¿para qué hablo…? Pará, qué no estoy tan lejos. (Toma su valija y Sale.)

Cuadro 3: LLAVE

(Ruido de viento polar. SILVIA saca un papelito de su escote. Es la silueta de una cerradura. Cerciora la dirección y toca el portero eléctrico. La obra cumbre del imaginario paraguayo: “Pájaro campana” suena festiva. Coreográficamente, Silvia toca el portero y nada sucede. Toca y nadie responde. Toca y nada. Cada vez más rápido. Cada vez más, más rápido. El devenir musical indica el creciente ritmo adecuado. Se suma ahora, un taladro para quebrar pavimento. SILVIA recibe un casco de albañil, y como toda chica precavida, se lo coloca. Vibra como si tuviese puesto el Hansen, esa máquina espantosa que se supone hace crecer el cabello. Entra un cartel de vialidad que indica reducción de calzada.)

ALBAÑIL: (En Off.) ¡Tr! ¡Tr! ¡Tr! ¡Tr! ¡TRRR! ¡TRRRR! (Los ruidos cesan.)

SILVIA: ¡Al encargado, ¿no lo vio?! ¡Qué susto me dio con ese aparato! Estoy dele tocar y nada. Qué raro, ¿no?, porque ya habíamos arreglado con él. Usted… (Enreda sus manos y queda en absurda posición.) ¿…lo conoce?

(Vuelven los ruidos y los espasmódicos movimientos en Silvia.)

ALBAÑIL: (En Off.) ¡Tr! ¡Tr! ¡Tr! ¡Tr! ¡TRRR! ¡TRRRR!

SILVIA: (Cuando por fin terminan.) ¡…Don Pablo, el encargado! Él tiene las llaves del noveno “B”. El departamento es de mi amiga, Ana Britos. Ella vive en Mar del Plata y viene para acá. Yo soy de Buenos Aires, pero llegué antes. Por diferencia en los micros. Usted…, (Absurda posición de manos y de nuevo stop.) ¿…me entiende?

ALBAÑIL: (En Off.) ¡Tr! ¡Tr! ¡Tr! ¡Tr! ¡TRRR! ¡TRRRR!

SILVIA: ¡…Noveno “B”, Ana Britos! Esto me está agotando… Ella me invitó a pasar el fin de semana largo acá para charlar tranquilas. Porque el novio después de trece años se decidió y le propuso matrimonio. Y como yo soy una amiga de ley, vine. Usted…, (Absurda posición de manos y stop.) ¿…no haría lo mismo?

ALBAÑIL: (En Off.) ¡Tr! ¡Tr! ¡Tr! ¡Tr! ¡TRRR! ¡TRRRR!

SILVIA: ¡Cómo que hasta las ocho y media no baja! Pero si Ana ya habló con Don Pablo para que él me diera las llaves a mí. Son las seis y cuarto de la mañana. ¿Yo qué hago hasta las ocho treinta a eme? ¿No hay forma de despertarlo… (Absurda posición de manos y stop.) ¿…e hache?

Estoy reventada, yo no puedo viajar y dormir al mismo tiempo. Justamente no me duermo para controlar que el chofer no se duerma y nos mate a todos en esta maldita Ruta 2, que todo el mundo la conoce como la ruta trágica. Muy trágica. En avión lo haría en media hora y listo. Pero esa es otra historia. Me tuve que tomar dos Trapax. ¡Qué hago! Usted… (Absurda posición de manos y stop.) ¿…qué me aconseja?

(Cae a cuenta que regresan el taladro, el paraguayo, los giros y el sismo en la cabeza. Intenta en vano detenerlo todo.)

ALBAÑIL: (En Off.) ¡Tr! ¡Tr! ¡Tr! ¡Tr! ¡TRRR! ¡TRRRR!

SILVIA: ¡No quiero desayunar durante dos horas y cuarto! Y menos sin mi valija. Yo de mi valija no me separo. Usted es muy amable pero yo sin ella estoy desnuda… ¡Ay!, perdón. Es que estoy tan acostumbrada. Es vieja. Incómoda. Pálida. Rígida para ser blanda. Fálica para ser frígida. En definitiva: adictiva. Pero… yo de ella, no me separo. Es una parte mía. Usted ¿andaría por la vida sin una pierna? Bueno, para mí es como un brazo o un pecho… ¡Ay!, perdón. ¿Vio que hay gente que cuando viaja se lleva la almohada porque si no, no puede dormir? Bueno, yo sin mi valija estoy perdida. Hablando de pérdidas… (Su vejiga pide a gritos un alivio.)

Esa confitería tan linda, es cerca. (Absurda posición de manos y stop.) ¿No? (Ardorosa ruega que el obrero se haya confundido.) ¿No…? No.

(Sale el cartel de vialidad. El ALBAÑIL retoma su actividad. “Pájaro campana” marca el final.)

SILVIA: ¡Caballero, olvida su cartera! (Expulsa el casco cual bola de boliche. Oímos un nuevo estruendo. Ahora son vidrios.) Disculpe… (Pasmada.) ¿Me disculpa…? ¡Es soltero!

Cuadro 4: PARALELAS

(ANA entra trotando. Lleva puesto un chaleco con una flecha impresa que apunta al cielo. El Concierto nro. 3 de Bach vuelve a sonar. SILVIA, en proscenio, se arrastra cual lombriz.)

ANA: A mí deme un pasaje, un par de lentes oscuros, un cartelito de Abróchense los cinturones, y soy feliz. Cuando yo nací, mi mami tuvo las primeras contracciones “ah…ah…” en un free-shop. Se ve que yo ya quería salir a hacer unas compritas.

(Entre parlamentos se oirá un enigmático Separador.)

SILVIA: La culpa es mía, yo tendría que tener más carácter. ¡Cómo me va a hacer venir en pleno agosto! ¡Qué no hay un alma! ¡Y a las seis y media de la mañana! ¡Ni los pescados deben salir a asomarse! (Aúlla.) ¡Siberia!

(Separador.)

ANA: Yo si tuviera talento sería escritora de novelas rosas. ¡Siempre quise tener un caniche fucsia!

(Separador.)

SILVIA: Necesito un “tóilett” y no hay una sola confitería “décent”. Tampoco me voy a meter en cualquier “súcucho”. Ese bar debe ser un foco de “infécshion”. Ya me imagino los “títulars”…

(Primeros acordes de “Tocata y fuga”. Sentada en sus talones, es una seria y ridí- cula reportera de TV.) Rebrote de cólera. Dos puntos. Joven turista fuera de temporada, muere…

ANA: ¡Soltera!

(Separador. SILVIA cae desmayada.)

ANA: Estoy convencida de que yo debería ser famosa. Pero muy famosa, a nivel mundial me refiero. Prácticamente, histórica. No sé, ver mi cara estampada en los billetes de cien dólares. ¡Sería fantástico! ¿No le parece que doy?

(ANA adopta diferentes poses de fisicoculturismo. La custodian sonoros “¡clicks!” de una máquina fotográfica. Cada nueva foto, más tensa la pone. En el último disparo queda acumulando tensión, colorada como un tomate adulterado. Separador.)

SILVIA: (Borracha de amor, recién recuperada del golpe en la cabeza.) Ana debe sentirse dentro de una película de amor. Yo aprendí tanto del cine. Prácticamente, todo lo que conozco del amor lo se en 35 milímetros. ¡Todos deberíamos ser figuras de culto!

(Saca de su valija un marco colorado y encuadra su rostro de felicidad en llantos. Una hollywoondense música inunda, pegajosa, el escenario.)

ANA: ¡Bravo! ¡Bravísimo! Aplaudan gringos burgueses ¡Emoción criolla! Esto es cine nacional. ¡Qué papel! ¡Qué entrega! ¡Qué rol! La mejor, hipoacú-x-sica, alco-o-jólica, y drogadi-x-ta novia que el séptimo arte nos haya dado. Qué suciedad tan “maraviyosa”. ¡Esas canas! ¡Ese bocio mal depilado! ¡Qué composición!

SILVIA: (Muy, muy deprimida.) Esto no sólo es una consagración personal, sino un apoyo a todo el pueblo argentino y a su flagrante democracia.

AMBAS: (Saltan a coro.) ¡Irma Roich!, ¡Irma Roich!, ¡Irma Roich!

ANA/REPORTERA: Nos vamos a cortes comerciales y ya regresamos. No se muevan de allí que todavía falta lo mejor. El compromiso de Jack Lemmon con Frank Sinatra, y el anunciado regreso de Don Rosamel Araya a la canción pop. Desde la septuagésima trigésima tercera coma treinta y ocho entrega de los Oscars de Carne y Sohue, les habló Elena Sedova para “Ea-ea-pepé Televiyion”.

SILVIA: God bless you!

ANA: Ganaste, pero siempre harás de sirvienta mexicana.

(Fin de la música hollywoodense. Separador. Volviendo al viaje.)

ANA: Pero qué le pasa, hombre. ¡No se ponga así! Un divorcio es nada más que papeleo. Aquí tiene mi tarjeta. Cualquier nuevo inconveniente, me llama. Por mis honorarios no se haga malasangre. Siempre hay una manera de arreglar… Siempre hay un terrenito en la familia que se puede… (Seduciéndolo, con una voz absolutamente masculina. Saca un puñado de corazones negros.) Te di mi tarjeta, ¿no?

(Separador.)

SILVIA: (Gira.) ¡Qué bien hace llorar un poco de vez en cuando! Todas las mujeres deberíamos llevar un Oscar de cebolla en la cartera. (Mira para arriba.) Esto parece más “décent”. Obvio, con “tárjet”.

(Separador.)

(ANA arroja los corazones al aire. Intenta atraparlos sin suerte con su copa-sombrero.)

SILVIA: ¡La perdí! Eso me pasa por arrastrarme. (Se pega en la mano.) ¡Arrastrada!

(Separador.)

ANA: Parece que estamos llegando, bombón. ¿Sabés lo que necesitaría ahora?

SILVIA: “¡Motzo!”, un submarino bien calentito.

(Oímos el mismo redoble de tambores. Nos preanuncia un beso. ANA feliz se predispone a recibirlo. La expectativa es interrumpida por la frenada del micro.)

ANA: (Cae al piso y se quita violenta el chaleco.) ¡Idiota! ¡Para qué calentás la pava si después no te vas a tomar el taxi! ¡Mate! ¡Mate! ¡Al Tuyú III!

(Vuelve el Concierto nro. 3, Salen las dos.)

Cuadro5: ENCUENTRO

(Ruido de lluvia. Organizadas en su circense desorganización, en un juego de vodevil, correrán y descorrerán telones de modo de no verse nunca la cara.)

SILVIA: ¡Ana!

ANA: ¡Qué hacés loca!… Augusto me tiene harta.

SILVIA: Vos también me hacías falta…

ANA: ¡Te traje el pullover color arena!

SILVIA:¡Habíamos quedado que yo traía la torta de crema!

ANA: ¡La vamos a pasar brutal!

SILVIA: ¡Sí, yo también me voy a meter igual! Me tiraron las cartas y salió lo tuyo, cabecita de novia.

ANA: No, para el casamiento me voy a teñir. (Se quita el pañuelo de la cabeza.) ¿Hijos? Contá… ¡Contá!

SILVIA: Y…es medio raro. Salió un tipo, sí pero de una clase social bastante más baja que la tuya. A Augusto, no lo veo.

ANA: ¡Un pobre! No sigas que me va a dar fiebre.

SILVIA: A las doce campanadas, será la posesión. Salió clarito.

(Dios se apiada, y detiene el temporal.)

ANITA: Chilvi, grachias pó vení.

SILVITA: ¿Y cómo nu iba a vení? Si cho a vó te rebo la vira.

ANITA: Pó favó, vó hubieches hecho lo mimo.

SILVITA: Chi no fueche pó vó estaría ogada en la pipleta del clú Comunicachiones. ¡Chos mi héroe!

ANA: (Rara mezcla de diva y macho.) Para mí fue natural.

SILVIA: Breve relato de los hechos según Silvita, pa’ lo que guste mandar.

(Cambio de luz. Oímos el ruido de generosas burbujas. SILVIA en el piso, mueve las piernas y brazos en su paralelo océano imaginario. ANA es Cristo en la cruz.)

SILVIA: Nado, nado y nado. Esther Williams ha llegado.

ANA: ¡Oh!, cómo me preocupo, ¡oh! cómo me preocup…

SILVIA: ¡Iups! Un calambre. (Hace puente.) ¡Iups! ¡Ha de partirme el esternón! (Puente.) Me hundo. Me hundo. (Puente.) That’s right, me ahogo-go-gó. ¡Glup! Trago. (Puente.) ¡Glup!

ANA: Me arrojaré velozmente al elemento inodoro, incoloro e insípido, y rescataré a la mejor amiga del mundo moderno.

SILVIA: ¡Glup! ¡Glup! (Gesticula una panza con quince meses de embarazo.) No se nadar. ¡Glup! Soy soltera.

ANA: Nado, nado y nado, yo me arrojo, yo te salvo.

(Asalta brioso el “leiv motiv” de La Mujer Maravilla. ANA corre, lucha, combate, detiene las balas, persigue, enlaza, maltrata, escupe y enamora a sus invisibles enemigos. Mientras tanto, la desesperada SILVIA deambula entre la vida y la muerte, el mar y el ahogo, las sardinas y el vermouth. Si al menos, su esquizoide amiga jugara a que es Flipper. Sólo después de recibir aplausos, ANA/MARAVILLA levanta a SILVIA/TITANIC.)

SILVIA: ¡Oh!, bendita sirena alabada, a partir de esta mañana seré tu esclava mojada, mojada.

(Redoble de tambores. SILVIA le imprime a su heroína un beso en la boca.)

ANA: Breve relato de los hechos según… (Gesto de degollar.) la cruel realidad. (Vuelven las persistentes burbujas.)

SILVIA: (Al piso y a sus “sapunos” movimientos.) Nado, nado y nado, y el temor a ahogarme me ha ganado. (Puente.) That’s right, lo he logrado (Puente.) Un calambre se me ha dado. (Puente.)

ANA: (Asoléandose.) “Ana, no te enamores de mí, yo no soy tu príncipe azul, ni tu caballero…”, sólo soy Silvestre, el gato.

SILVIA: Help, help, help! (Puente.) Necesito somebody help! (Puente.)

ANA: ¿Es a mí? (Pausa.) ¡Se hundió! No hay nadie. (Angustiosa Pausa.) ¿Y el coordinador? (Enervante Pausa.) ¡Qué colonia de mayonesa!

SILVIA: Empiezo a ponerme azuuuul.

ANA: ¿Te jode esperar que el bronceador me absorba? Es importado, darling. No da para tirarse, ¿okey?

SILVIA: Es el acabose. (Puente.) Mis pulmones exigen Oxígeno 1, sin Hidrógeno 2. (Puente.) Voy por el túnel y veo al arcángel San Miguel en calzoncillos.

ANA: En fin, no me pueden ver treinta y seis días recostada.

(Resignada estira, perezosamente, el dedo meñique. SILVIA hipnotizada se levanta y se salva… Salvarse es sólo una manera de decir. Está hecha una ruina precolombina después de una temporada de turistas medio pelo, pero suponemos que algún valor sin medicar le queda, y sale a flote.)

SILVIA: (Todavía con el dedo de su amiga en la boca.) Nado, me ahogo, nado, sin mojarse mi amiga me ha salvado.

ANA: ¡Si comés sandía, esperá dos horas para meterte al vino! (Le estampa una violenta cachetada que despeina a Dios, y la vuelve al balcón. Regresa la lluvia.)

SILVIA: (Cubriéndose dolorida la cara.) ¡Ana, el taxista!

ANA: ¿Cuánto es, rico? Quedate con el vuelto, invitá a tu novia al cine. (Se transforma en un depravado sexual, huérfano y analfabeto.) ¿Ah, no “tené” novia?

SILVIA: ¡Ana!

ANA: ¡Sí, ya voy! (Una mansa gatita.) Chau rico.

Cuadro 6: PLAYA

(Un mambo de Xavier Cugat suena chévere. Nuestras diosas entran con un balde cada una. Marinas, se colocan gorras de baño y antiparras. Ruido de mar y gaviotas.)

ANA: (Ambas, con un pie en cada balde.) Siempre soñé con tener una playa privada para mí solita. Soy una sirena.

SILVIA: (En la cúspide de la pasividad.) Y yo la ambulancia.

ANA: Te tenés que quemar de manera que el sol te dibuje los músculos. En Ibiza le decimos tatuaje solar.

SILVIA: A mí las agujas me dan una desesperación total. Tengo miedo que me quede dura la pierna, que el doctor se equivoque y me enchufe otra cosa, y me muera. Y nadie pueda hacer nada… porque esas cosas, una vez que entran en tu organismo… ¡Mmmh!, ya es demasiado tarde. Yo nunca tomo todo lo que me da el médico. Al final no sé para qué voy. A los remedios los compro, pero no los tomo. Y se quedan ahí y pasan los días, y hasta que me decido a tomarlos pasa la fecha de vencimiento, y ahí sí que no los tomo, ni muerta.

ANA: ¿Ves? Te marca el glúteo, y te hace sombra en lo flojito.

SILVIA: Oscar casi no me deja venir. Él ya había arreglado para pasar el fin de semana en Tortuguitas.

ANA: ¿Con tus suegros?

SILVIA: Y sí, le encanta el postre de vainillas que hace la madre. Dice que nadie tiene la mano para los dulces como doña Angélica.

ANA: ¿Sigue con el asma?

SILVIA: Sí, por eso no quiere que durmamos juntos, porque dice que soy muy torpe, y que le puedo aplastar el pecho sin querer y dejarlo seco. Yo una vez lo oí discutir con la mamá, blanco se puso. Blanco. A mí por un lado mejor, viste. Salimos, todo, pero después cada uno… (Chasquea los dedos.) a su casita.

ANA: Acá todo new. Esta noche: fisura. Primero vamos a tomarnos un cafecito irlandés a “La Mamadera”, y después: chan chan chan chán…

AMBAS: ¡Al bingo!

(“It’s not unusual” de Tom Jones, ataca con su ritmo party-piscinabarbacoa tan próximo a nosotros, ¿verdad?)

SILVIA: Dicen que el que no tiene suerte en el juego, tiene suerte en el amor. Yo, hoy me hago millonaria.

ANA: Tipos, olvídalo. Imaginate, fuera de temporada está lleno de gauchos. Aprovechan para salir una vez que se va la gente. Yo igual voy, y les destrozo el cráneo. Me traje un vestidito de New York que te deja los ratones en 3D.

SILVIA: Yo no traje nada elegante… Me hubieras avisado.

ANA: Yo te presto, mayonesa. Tengo unas medias de broderie que te van a seguir hasta las estatuas.

SILVIA: Che Ana, tapate. (Stop de music.) Allá hay un hombre.

ANA: ¿Dónde? ¡Dónde!

SILVIA: (Aplastadísima.) ¡Ahí! Medio metido en el mar.

ANA: ¡Ay… Silvita! Eso no es un hombre. ¿No te das cuenta? Es un pesca-dor. (Más caliente que enojada.) ¡Es pobre!

SILVIA: No hables así. Algún día, Dios te va a castigar. (La peor de las pesadillas llega a saludarlas. Música del film Tiburón.) ¡Es un aviso, es un aviso! (Sale.)

ANA: No, es un escualo Y que al igual que las rayas, pertenece al grupo de los selacios. Son sus dientes una continuación de los dentículos dérmicos o escamas placoideas que lo tornan francamente atronador a la hora de servir y desgarrar a sus presas.

(Una temible aleta negra atraviesa el escenario montada en un skate. Deriva la melodía a esta versión de pachanga.)

CARIBEÑOS: (En Off.) “Ahí está, ahí está, se la llevó, se la llevó. El tiburón, el tiburón. no pare, sigue, sigue…”

Cuadro 7: BINGO

(Sandra Mihanovich en una honesta grabación de “Una mujer” nos acompaña. SILVIA y ANA, como en un viejo cabaret, harán un striptease, pero en lugar de quitarse la ropa, se la pondrán.)

SANDRA M: (En Off.) La mujer que al amor no se asoma, no merece llamarse mujer, es cual flor que no esparce su aroma, como un leño que no sabe arder. La pasión tiene un mágico idioma, que con besos se debe aprender, puesto que una mujer que no sabe querer, no merece llamarse mujer.

(Han agregado a su vestuario accesorios de rojo pasión. A la pista se une “En el amor todo es empezar”. Durante la coreografía querremos ser amigos de SILVIA y ANA, unidas como la frutilla y la banana.)

SILVIA:: Che, todos nos miran. ¿Nos habremos pasado con el maquillaje?

ANA: Enderezate un poco.

SILVIA: ¿Esto será legal? A mí no me gusta infringir…

ANA: “¡Crupié!”.

(Trae una pila de cartones negros, le pasa la mitad a ANA.)

SILVIA: No hables en idioma. Esto no es Montecarlo.

ANA: Dos de un sope. Garpá.

RAFFAELLA: (En Off.) Ah, ah, ah, ah…

(ANA irá descartando uno por uno los cartones que pierde, o sea todos.)

SILVIA: ¿Y ahora?

RAFFAELLA: (En Off.) En el amor todo es empezar. Ah, ah, ah, ah…

ANA: ¡Y jugá!

SILVIA: ¡Ah! (La imita pero sin entender todavía el juego.)

RAFFAELLA: (En Off.) En el amor todo es empezar Si él te lleva a un sitio oscuro que no te asuste la oscuridad pues que así nunca se está seguro si es por amor o por algo más. Ah, ah, ah, ah…

ANA: ¿Y…?

RAFFAELLA: (En Off.) En el amor todo es empezar. Ah, ah, ah, ah…

SILVIA: No sé.

ANA: ¡Y mirá! (Refriéndose al tablero.)

SILVIA: ¡Ah! (Recién ahora empieza a jugar, o sea a perder.)

RAFFAELLA: (En Off.) En el amor todo es empezar Si tú notaras que es un tormento y no se acaba de decidir para ayudarle es el momento de que enseguida le des el sí

Explota, explota, ¡me expló! explota, explota, mi corazón explota, explota, ¡me expló! explota, explota, mi corazón

Libe, libe, libe lai qué desastre si tú te vas explota, explota, ¡me expló! explota, explota, mi corazón. Ah, ah, ah, ah…

SILVIA: ¡Línea!

RAFFAELLA: (En Off.) En el amor todo es empezar. Ah, ah, ah, ah…

ANA: Ya cantaron Bingo, Silvia.

SILVIA: ¡Ah!

RAFFAELLA: (En Off.) En el amor todo es empezar Explota, explota, ¡me expló! explota, explota, mi corazón explota, explota, ¡me expló! Explota, explota, mi corazón

Libe, libe, libe lai Qué desastre si tu te vas explota, explota, ¡me expló! explota, explota, mi corazón. Ah, ah, ah, ah…

SILVIA: ¿Si no acertaste ninguno te dan premio?

RAFFAELLA: (En Off.) En el amor todo es empezar. Ah, ah, ah, ah…

ANA: Sí, un viaje en barco.

SILVIA: Ni arriba, ni abajo.

RAFFAELLA: (En Off.) En el amor todo es empezar Explota, explota, ¡me expló! explota, explota, mi corazón explota, explota, ¡me expló! Explota, explota, mi corazón

Libe, libe, libe lai qué desastre si tú te vas explota, explota, ¡me expló! Explota, explota, mi corazón.

(Empapadas en sudor y algarabía, a un costado de la fiesta, se confiesan.)

SILVIA: El amor no es incondicional. La ceguera: ¡sí!

ANA: ¡Qué voluptuoso es el error!

SILVIA: ¡Cambiá ya los ojos que te miran!

AMBAS: ¡Fiesta, fiesta que fantástica, fantástica esta fiesta!

RAFFAELLA: (En Off.) Explota, explota, ¡me expló! explota, explota, mi corazón explota, explota, ¡me expló! explota, explota, mi corazón

Libe, libe, libe lai qué desastre si tú te vas explota, explota, ¡me expló! explota, explota, mi corazón.

AMBAS: (Quedan en stop armando un gran corazón con los brazos.) ¡Ah!

(Apagón.)

Cuadro 8: BOSQUE

(El escenario se transforma en el ambiente propicio para el terror. Llevan boas de pino. Esas con las que decoramos, asquerosamente, nuestros hogares durante las gélidas navidades latinas de 43 grados C. Cuando una habla, la otra permanece de espaldas, y viceversa.)

SILVIA: Sos tonta, Ana ¿eh? ¡Mirá si nos sigue!

ANA: Y si nos sigue, ¡qué!

SILVIA: ¿Qué, nos sigue?

ANA: ¡Seguí!, que por tu culpa no tenemos cómo volver.

SILVIA: Yo no me voy a subir al auto de cualquiera. Nos hubiésemos tomado un “remise”. ¡Para qué te hago caso!

ANA: No te pongas nerviosa que me estás raspando con esta porquería. ¿Con qué plata le ibas a pagar?

SILVIA: ¿Qué, a vos tampoco te quedó nada? La idea de mimetizarnos con el entorno fue tuya. ¡Parecemos prófugas!

ANA: Para que te pensás que le dije al gaucho ese que nos lleve en su pick-up.

SILVIA: Sos una inconsciente. ¿Vamos a esperar toda la noche para que se la pase la curda de ginebra seca que tenía ese asqueroso?

ANA: Bueno, tranquilizate. En el departamento tengo algo de güita.

SILVIA: Y hubiésemos tomado un “remise”, y cuando llegábamos, subías a buscar la plata y listo.

ANA: No se me ocurrió.

SILVIA: No se te ocurrió. No se te ocurrió. ¡A la señorita no se le ocurrió!

ANA: ¡Señora!

SILVIA: Todavía no te casaste. Augusto va a quedar viudo antes de casarse. ¡Qué yeta, che! ¡No agarramos una! Éramos tres gatos locos. Una línea nos podríamos haber ligado, un algo.

ANA: ¿Dónde estamos?

SILVIA: ¿Y a mí me preguntás? La dueña de casa sos vos.

ANA: Yo conozco perfecto el departamento. No compré las calles aledañas, ¡no son mías!

SILVIA: No veo nada, hay mucha humedad, para la miopía lo peor es la humedad. ¿En serio no sabés donde estamos?

ANA: Ese baldío de enfrente debe ser donde antes estaba el autocine.

SILVIA: ¿Dónde degollaron a la chica esa?

(Una fantasmagórica versión de “Aurora” conquista el “aula”.)

ANA: Bueno, era su profesor… La chica ya lo conocía.

SILVIA: Esa estatua, ya la habíamos pasado antes. ¡Estamos caminando en círculo! Estamos perdidas… ¡como esa pobre chica!

ANA: Y yo te dije que con las medias de broderie te van seguir hasta las estatuas.

SILVIA: Si ese cacho enorme de piedra blanca se mueve y nos sigue, yo me corto los brazos y le digo que soy la Venus de Rodin.

ANA: Caminá, que ahí está la fábrica de alfajores.

SILVIA: Los “Miti Miti”.

(Pausa de “Aurora”.)

AMBAS: “Los únicos alfajores con gusto a San Clemente”.

ANA: No, esa cerró. Le encontraron pedazos de rata en los alfajores rellenos con fruta y nuez. ¡Ma qué nuez! Era la trompita del bichito lo que estaba adentro.

SILVIA: ¡Qué asco! Y yo los repartí a medio mundo. “Te traje una pavadita… Son típicos de allá… Son caseritos…”, les decía. Tendrían un gusto espantoso. Con razón Doña Angélica después me miraba torcido.

ANA: Peor es llevar esos caballitos de mar, de plástico metidos en una concha marina, que cambian de color según el clima.

SILVIA: Mi papá todavía tiene un nenito tallado en marfil, que del pito le sale un sacacorchos. A mí me da una impresión. Yo por suerte, alcohol no tomo.

(Retoma en los últimos acordes de “Aurora”.)

AMBAS: Mirá, llegamos… (Se enciende la luz. Estamos en el departamento.)

ANA: Pasá y te cuento de la boda.

FIN DEL ACTO UNO

ACTO DOS

Cuadro 9: DEPARTAMENTO

ANA: (En Off desde el baño.) Dicen que fue una venganza. Porque el Profesor era Pai y lo echaron de la Escuela. Magia negra ¿entendés?

SILVIA: (Colocándose una bata de toalla.) ¿De qué hablás?

ANA: (En Off.) De Sonia Beatriz Palducci. La chica del autocine.

SILVIA: ¿Y cómo te acordás del nombre?

ANA: (Continúa en Off.) Porque ese año me había llevado caligrafía. Y practicaba con recortes de diarios. Ella tiene, bueh… tenía, las mismas iniciales que vos. ¿Te acordás esas cartas larguísimas que te escribía todas en cursiva inglesa? Bueno: Sonia Beatriz Palducci. Silvia Bárbara Pujol.

SILVIA: El circulito de abajo de la “S” todavía lo tengo acá.

ANA: (En Off.) ¿Estás lista?

SILVIA: Dale, vení. ¿Qué estás haciendo?

(Se oyen unos apastelados acordes nupciales. ANA entra emocionada.)

SILVIA: Es un sueño. ¡Estás hermosa! ¡Es divino!

ANA: ¿Te gusta? (La abraza cuidadosa, no vaya a ser cosa que se le descosa la cosa.) Todavía no está terminado, le faltan los detalles.

SILVIA: (Camina en círculo, recorriéndola.) Así ya es fabuloso.

ANA: Quiero que sea la mejor boda del año.

SILVIA: ¿Cuánto te costó?

ANA: Es italiano, de Milán.

SILVIA: Yo te iba a decir.

ANA: Hablé con Augusto. Le saltaron los birretes. En veintisiete años por primera vez llegaba tarde al cuartel. Estaba como loco.

SILVIA: (Saca un paquete de galletitas en forma de angustia oral.) Ceremonia…

ANA: Va a ser en un avión ¿entendés? Pero no en un avión… ¡En un Hércules!

SILVIA: ¿Pero Ana, te vas a casar en un avión de guerra?

ANA: (Por primera vez dudando.) Y bueno él es Coronel, le corresponden todos los honores. Yo le dije: “A tu edad ¿cuántas veces más te vas a casar?” ¡Qué sea con todos los chiches!

SILVIA: ¿Pero no es muy frío un Hércules?

ANA: Lo vamos a ambientar tipo nube, todo blanco con gasas. Monseñor Guevara viaja con nosotros, y a treinta y dos mil pies de altura, cuando se estabiliza la nave, hacemos la ceremonia.

SILVIA: Te vas a casar en las nubes.

ANA: Literalmente. Y treinta y dos mil. Porque el 32 es mi número preferido en la ruleta rusa.

SILVIA: No es por tirarlo abajo. ¿Pero no te dará mareos?

ANA: Para nada. ¡Cuántas veces viajé en avión!

SILVIA: Yo lo decía por los invitados…

ANA: Te tomás una pastilla, de mí no te separás y listo. Lo que vos no sabés es dónde va a ser la fiesta.

SILVIA: En el avión.

ANA: No. Aprovechando que estamos en vuelo, vamos todos hasta… “¡Río do Janeiro!” “Va serchi na una praia priva-ada” (Le arroja el ramo.) ¿No te parece “yenial”?.

(Todas las bodas tienen su Carnaval Carioca, nosotros también. Bailan en fonético portugués y en medio del alboroto un brusco Apagón.)

Cuadro 10: NO VE NO VE

(A oscuras.)

SILVIA: ¿Qué pasó? Ana… ¡Ana! ¿Estás ahí?

ANA: (Seca.) ¿A dónde querés que vaya?

SILVIA: ¿Qué pasó?

ANA: Se cortó la luz, que va a pasar.

SILVIA: ¿Se cortó la luz o saltaron los “tampones”? (Sic.) ¿A dónde vas?

ANA: Y a buscar velas. No nos vamos a quedar así toda la noche. (Sale.)

SILVIA: Bueno, pero no te alejes.

ANA: (En Off.) Estos infelices son incapaces de avisar que te la van a cortar.

SILVIA: ¡Anita no te pongas así!, ¡me estás poniendo más nerviosa!

ANA: (En Off.) ¿Dónde pondrá las velas mi vieja?

SILVIA: Te ayudo en algo.

ANA: (En Off.) Quedate sentada, a ver si encima te golpeás.

SILVIA: Pero yo necesito hacer algo. Estar quieta me altera más. Dame algo para hacer. (Sale.)

ANA: (Entra sin darse cuenta que se han cruzado.) Vos que andás siempre con esos cursos… ¿no trajiste velas aromáticas?

SILVIA: (Entra con una linterna en la frente, de las que utilizan los mineros.) Qué peligro que corten así, de golpe. ¿Te acordás ese apagón terrible que hubo en Alemania? La gente entraba en los negocios a robar. Saquearon supermercados, farmacias… Por las drogas, ¿viste? El índice de población, nueve meses después, había aumentado. Hubo una ola de violaciones. Lo que no han hecho. ¿Y en los hospitales? Los que dependen de aparatos eléctricos para respirar, ¿eh?, ¿cómo hacen… e hache?

ANA: (En Off.) ¡Iluminá acá querés! ¿Qué hacés con esa linterna?

SILVIA: “Anushi…” yo no es que te quiera preocupar pero en el kiosquito de abajo, hay luz.

ANA: (En Off.) ¿Qué? ¿Es del edificio nada más? ¡Qué construcciones de mayonesa! Yo jamás viviría en la costa. Estás aislado de todo, sos el último orejón del tarro. Cuando vuelva la luz, voy a agarrar a hachazos a ese modular. Hasta con la luz apagada es vomitivo.

SILVIA: ¿Por qué no tenés un Magiclick? ¡¿Para qué dejaste de fumar?! ¡Para qué tenés un departamento en San Clemente si vivís en Mar del Plata! (Intenta serenarse.) “Anushina” en los demás departamentos, hay luz. No hay muchos iluminados, pero hay.

ANA: (En Off.) Y lógico, si no hay un alma. Don Pablo ya me dijo, somos las únicas en este piso. Ay, quién dejó esta valija tirada! ¿Vos

(Se oye el latido de un corazón. Acaso su trauma la vuelve estereofónica.)

SILVIA:: ¡Ay, Ana! ¡Ay, Dios mío! ¡Ay, no!

ANA: (Entra. Ella también ha conseguido su vincha-linterna.) No te pongas así, yo no sé tocar el clarinete, y no me tiro por el balcón.

SILVIA: No Ana, yo tengo la culpa. Ay, perdoname. Dios mío, ayúdanos.

ANA: ¡Pero qué pasa! ¡Soltá!, ¡qué decís!

SILVIA: Que yo le dije al albañil que éramos del noveno “B”.

ANA: ¿De qué albañil estás hablando? No entiendo. Dejá de lloriquear y hablá. No se te entiende. Dejá de morderme. Sacate mi tobillo de la boca y hablá, ¡querés!

SILVIA: Del albañil que estaba haciendo la vereda. El “paragua” que me ofreció dejar la valija acá.

ANA: Vos estás mal, ¡qué tomaste! ¿Un albañil dentro del departamento? Si yo no contraté a nadie. ¿Qué vereda?… ¡Qué paraguas!

SILVIA: Esta mañana, cuando vos no llegabas. Yo estuve acá a las seis y media, en la puerta del edificio, hablando con un albañil. ¡Tr! ¡Trrr! Trr! Y como Don Pablo no bajaba, yo no sabía que ¡Tr! ¡Trrr! Trr! hacer. Me tenía que ¡Tr! ¡Trrr! Trr! con alguien, y este infeliz era el único ¡Tr! ¡Trrr! a mano. Que me iba a ¡Tr! ¡Trrr! imaginar. Fue él. ¡Fue él, Ana! Él me dijo: “Hasta las ocho y media Don ¡Tr! ¡Trrr!, no baja”.

ANA: Pero si Don Pablo estuvo. Cuando volvimos de la playa vos te fuiste a bañar, y yo bajé a pagar las expensas.

SILVIA: ¿Sí?

ANA: Sí, pensó que tu micro se había retrasado. Como llegaste a las nueve y diez pasadas recién. Él te estuvo esperando.

SILVIA: ¡Y cinco! Nueve y cinco. Lo que pasa es que me quedé encerrada en el baño de la confitería, porque había dos cucarachas que estaban teniendo relaciones contra el marco de la puerta, y yo no quería abrir por que las iba a aplastar. Y el ¡Crunch-crunch-cranchcrunch-crunch! vos sabes que me impresiona.

ANA: Estamos a oscuras y vos en vez de ayudar e iluminar acá, me hacés una novela.

(Suena el reloj en doce campanadas.)

SILVIA: Fue él, Ana. Fue él. No te dás cuenta, ¡cómo es posible que haya luz en todo San Clemente y en el departamento de dos chicas solas: no! ¡No me pegues más! ¡Reaccioná! ¿Quién es la única persona en todo San Clemente que sabe que estamos solas en el 9o “B” del edificio Tuyú III?

ANA: Don Pablo.

SILVIA: En serio te estoy hablando. Ese viejo no se puede ni mover. ¿Quién eh? ¿Quién sabe?

ANA: ¿Y… el ¡Tr! ¡Trr! ¡Trr!?

SILVIA: ¡Viste, vos también lo pensaste!

ANA: (En la última campanada, cae a cuentas.) Doña Angélica, la posesión. Las doce. ¡Las doce!

SILVIA: No, Ana. ¡No lo hagas!

Cuadro 11: BALCÓN

(Luz. ANA, parada en zancos. SILVIA deteniendo la puerta con su cuerpo.)

ANA: No te me acerques. ¡Auxilio! ¡Ayuda, Policía! ¡Algún vecino! No me toques porque me tiro. ¡Somos del noveno “B”!

SILVIA: ¿Quién te va a oír? Bajate. Vos misma dijiste que somos las únicas en este piso. A ver si te mareas.

ANA: ¡Socorro! Gritá vos también. ¡Policía, nos quieren violar! No te me acerques más.

SILVIA: (Muy tímida.) ¡Acá, en el balcón! ¡Somos dos chicas solas!

ANA: Si entra, prefiero tirarme. Si entra, me tiro. A mí ese no me toca. ¡Auxilio!

SILVIA: Ana, te vas a lastimar. ¿Cómo que te vas a tirar?

ANA: No te preocupes, el balcón del tercer piso es terraza.

SILVIA:: Son seis pisos igual. Bajate. (En el paroxismo de la inocencia.) ¿Qué, te querés matar? ¡Alguien que me ayude!

ANA: Pedí por mí también.

SILVIA: ¡A las dos! Bajá, me da vértigo. Te va a dar un enfriamiento.

ANA: (Refiriéndose al ramo.) ¿Esto es lo único que encontraste para defenderte? ¡Todo arruinado! ¿No podía esperar? (Inicia una serie de mecánicos movimientos, idénticos a los de un director de tránsito de aviones.) Me mato. S.O.S. Me mato.

SILVIA: No me dejes sola. ¿Yo que hago si a vos te pasa algo? ¿Qué le digo a la policía? Van a creer que fui yo quién te tiró. El albañil se va a descargar sólo conmigo. Violada doble, y después presa por asesinato. Ezeiza, un bidet para 46 internas. ¡Eso querés para mí! ¿Linda amiga, eh? Te parece ser así conmigo. Repartamos la derrota.

ANA: Yo lo único que sé es que todavía no estoy preparada para recibir una violación. ¡Socorro! ¡Mi futuro marido es Coronel! ¡Soy Ana Britos! ¡Mi padre es cofundador del Faro! ¡Ayúdenme!

SILVIA: ¡Bajate, Anita! ¡Estás muy descompensada! Pensá en lo linda que vas a estar el día de la fiesta en el avión. Entremos, somos dos contra uno.

ANA: ¡Estará armado, todos los violadores tienen una! Yo así al altar no llego. Si me agarra estoy perdida. Alguien nos tiene que oír. ¡Acá! ¿Con qué cara voy a mirar a mi marido a los ojos? (Ofreciéndose abiertamente, canta.) ¡El primero que me salva se casa con mi amiga!

SILVIA: ¿Eh? (Sigue.) Mirá, hagamos un trato, yo me acerco despacito sin tocarte. Te juro que no te agarro, y vos a medida que puedas, que te sientas segura, vas estirando la manito para agarrarte de mí.

ANA: No puedo, Silvia. Miro para abajo y veo todo lo que me pasó en la vida, y no me gusta. (Intenta arrancarse el vestido.) Me siento disfrazada.

SILVIA: A ver, “Anushi”: razonemos. Yo no te quiero presionar, porque considero que ya es suficiente con lo que vos cargás, pero ¡yo quedé en el medio! Eso también hay que tenerlo en cuenta. Si me acerco a vos: te tirás. Si retrocedo: me hace suya el albañil. ¡Qué hago!, ¿eh, que hago? ¿Virtud o muerte? ¿Farsa o matrimonio? ¿Barbie o Rayito de Sol? ¿Bradem o Perón? Vos ¿…qué me aconsejás?

ANA: Hablame de cualquier cosa, y agarrame desprevenida.

SILVIA: ¿Cómo de cualquier cosa? Vos ya vas a saber que te quiero agarrar.

ANA: Si lo hacés bien, no. Contame una receta, ¡eso es!

SILVIA: ¿Cuál? ¿La de las vainillas de Doña Angélica?

ANA: ¡No soporto más ni las vainillas, ni a esa vieja serpiente que dijo que con Augusto no me caso!

SILVIA: No te alteres, lo que ella en realidad dijo…

ANA: Niños envueltos. Pasame esa.

SILVIA: ¿Qué?

ANA: ¿Sos sorda? Niños envueltos, esa quiero.

SILVIA: Bueno, yo te la paso, pero me parece que esto no va a funcionar.

ANA: (Agitando sus brazos-alas.) ¡Policía, llamen a la morgue! ¡No pasa de hoy que me mato! ¡Se van a enterar de quién soy! ¡No me conocen! ¡No saben de lo que soy capaz! ¡Los Britos tenemos honor, escuchan!

SILVIA: Ponés la carne en aceite bien calentito hasta que esté precocida…

ANA: (Muy excitada.) Ay, sí… ¡así!, seguí…

SILVIA: Agarrás ajo y perejil, lo cortás chiquitito-chiquitito, le ponés ciruelas: eso le da un gustito muy francés… Dios mío, iluminame.

ANA: ¡Más rápido que me irritás, Edesur!

SILVIA: Hago lo mejor que puedo. Considerá la situación. Agarrás una asadera con agua, le ponés un caldito, armás los rollitos y lo dejás en horno moderado por veinte…

ANA: ¿Los calditos de carne o pueden ser de verdura?

SILVIA: De lo que a vos más te guste.

ANA: ¡Prefiero carne!

SILVIA: Si, yo también.

(En un tono neutro, salen de la trama.) AMBAS: Mensaje de la obra. Dos puntos. Siempre la carne llena más.

(Oímos la banda sonora del Inspector Gadget.)

ANA: Eh… ¡Acá!, ¡acá estamos, eso vengan! Estamos salvadas, Silvita.

SILVIA: Hola, qué suerte policía. Nunca estuve tan feliz de verlos.

ANA: ¡Acá, noveno “B”! ¡Yo soy la propietaria! ¡Eso! ¿Por qué doblan…?

SILVIA: ¡Ey… Iujus… Polis…! ¿Dónde va a estacionar?

ANA: ¡Policía! Se van… ¡gritá vos también!

SILVIA: Están de ronda. No nos ven. Nadie puede.

ANA: ¡Policía! ¡Qué vergüenza¡ A estos les tirás una pizza y vienen rajando.

SILVIA: Dios te salve María, llena eres desgracia, el señor escondido…

ANA: ¡Por tu culpa! ¿A quién van a salvar primero? ¡Yo les pagué el bono contribución a la entrada de Dolores! Ahora sí, estamos perdidas.

AMBAS: Y bendito es el susto de tu vientre Jesús. Renga por nosotras pescadoras, ahora y en la lora de nuestra suerte, “mamén”.

(Breve apagón. Un viento polar las envuelve.)

Cuadro 12: BALCÓN II

(Se larga una lluvia torrencial. SILVIA enciende su linterna. ANA está desmayada en la baranda del balcón. Sin animarse a tocarla por temor que caiga, le habla compulsivamente.)

SILVIA: Por enésima vez, Ana: ¡entrá!, pero en razón. Metételo en la cabeza: estamos solas. Nadie va a entrar a hacernos nada. “Anushi”, hace más de tres horas que estamos acá chupando frío. Entremos… ¿sí? Dame ese gustito.

¡Mirá, Ana! Tengo sueño. Me duele la cabeza. Estoy afónica. No doy más de la cistitis. Hace dos noches que no pego un ojo. Vine hasta acá, solamente porque vos me lo pediste. Me peleé con Oscar para que me digas que te vas a casar en un Hércules, sabiendo perfectamente que a mí, la altura me da vértigo. Perdí más de medio sueldo en esa payasada de Bingo. Desayuné durante dos horas y cuarto, porque el sordo de tu portero estaba durmiendo, o se estaba bañando o haciendo la toca. No sé, pero mirá que yo toqué. Toqué, toqué y toqué. Vos sabés que yo soy de apretar fuerte el timbre. ¡Casi me agarro una pulmonía en ese desierto que vos te atrevés a llamar playa! Entre el viento, la arena que castigaba y el bronceador factor 30 que me encajaste parecía una milanesa freezada. Ahora, vos decime, ¿para qué tanta pantalla?, si acá el sol está en las postales nada más, ¡eh!

¡Ana, entrá! Me duele la frente del frío que hace. Estoy indispuesta. Tengo los ganglios inflamados. Perdí la extensión de la tarjeta de Oscar, un tiburón casi me usa de plato importante. ¡Y se me rompió una uña!, ¿algo más? ¡Ah, sí, vos querés que un albañil paraguayo venga y nos viole. ¿Para qué? Si con todo lo que ya nos pasó, Freud se hace lesbiana.

ANA: (Enciende su linterna, se acerca.) Bueno, bajo. Pero del balcón no me muevo.

SILVIA: (Se acuesta en el piso.) Quedate quietita que en una o dos horitas amanece. Vas a ver con la luz del día, una razona mejor. Ahora relajadita. Siento un vacío en el estómago… ¿No tenés hambre? Mejor no te nombro la palabra “vacío” a vos. Una broma. Con papas y cebollitas al horno. ¡Qué bueno! Un vacío al horno…

(Cae en sueño.)

Cuadro 13: SUEÑO DE FAROLERA

(Mientras SILVIA duerme. Repite la triste melodía del inicio del espectáculo.)

ANA: Las puertas de bronce de la Catedral, se abren. El coro celebra la gloria. Los candelabros, radiantes como nunca. Hay flores. Muchísimas flores blancas. Muy pocos jazmines. Más claveles que jazmines.

Avanzo del brazo de un padrino que no logro identificar. Sé que es alguien que conozco. Alguien en quién yo puedo confiar. Pero no alcanzo a definir su rostro.

Entonces me concentro en los pasos. Un-dos, un-dos. Tiemblo y sonrío. Sonrío y Un-dos.

Los invitados me miran sin devolverme la sonrisa. Una luz pálida me estremece. Es el piso frío de mármol.

¿O son mis pies? ¡Eso es! Estoy segura que de llegar a golpeármelos me los quebraría. Un segundo de lucidez me invade y descubro que no traigo zapatos. ¡Qué estoy descalza! ¡Qué olvide ponérmelos! ¡Qué Dios Santo, qué vergüenza! Intento en vano cubrirme los pies con el vestido. ¡Pero es que tampoco llevo falda! Estoy desnuda de la cintura para abajo. Trato de retroceder pero algo me lo impide. Indefectiblemente avanzo hacia el altar.

Un-dos. Un-dos. Un-dos. ¡Es inútil! Busco los ojos de mi madre. ¿Por qué me mira así? ¿Por qué llora de ese modo? ¿Qué pasa, mami? ¿Por qué lloras? ¿Por qué papi, se ha ido?

Intento salir corriendo, y por primera vez descubro el rostro de mi padrino… ¡Es Augusto! ¿Qué hace acá? ¿Por qué no puedo desprenderme? ¡Qué pasa…!

Monseñor Guevara lleva una piedra violeta en la mano. Es enorme, en forma de cucaracha. Me han puesto en una especie de caja. Ya no puedo moverme.

Mojan sus dedos en el aceite del cáliz, y me santigua en la frente, y un-dos. Un-dos. Un-dos.

Dudo que me hayan dejado algo más que algodón detrás de los ojos. Vacío. Vacío. Finalmente guardan el cáliz.

El coro incesante empieza a sobrevolarme, son ángeles jugando en la cúpula de la Catedral, sus vestidos blancos y vaporosos me dejan entrever que ellas, como yo, tampoco llevan zapatos.

(Se deja caer. SILVIA la atrapa.)

Cuadro 14: A LA MAÑANA SIGUIENTE

(Quitándose los zancos.)

SILVIA:: Buen día.

ANA: Tengo que decirte algo.

SILVIA: Después Anita, necesito desayunar. (Sale.) Tenés la voz tomada.

ANA: Tomé una decisión.

SILVIA: (Entrando.) Primero las tostadas, Anushi.

ANA: (Mínima.) Silvia…

SILVIA: ¿Eh? ¿Cómo? A ver… ¿Y allá? Pero… No entiendo. ¿Y en el baño…? No. Esperá… (Empieza a dar vueltas.) Claro. ¡Ay!, No, no, no, no lo puedo creer. (Ríe histérica.) ¡Ay, Ana! (Se saca, gira y se vuelve a poner la bata.) Por favor, como pudimos ser tan ingenuas…

ANA: ¿Qué decís?

SILVIA: Mirá. ¿No te das cuenta? Y mirá ahora. ¿No ves? (Sale y entra.) Nada. Mirá en el baño.

ANA: No entiendo.

SILVIA: Está negro. ¡Está negro, entendés!

ANA: ¿Qué está negro?

SILVIA: ¡Tu corazón…! ¡El foquito, nena! ¡El foquito!, no se cortó la luz, se quemó la bombita. ¡Se quemó la bombita, entendés! ¡No puede ser!

ANA: ¿Cómo?

SILVIA: ¡Por eso no entró el albañil! Se quemó el foquito. No se cortó la luz. Y nosotras retorciéndonos de frío en ese balcón por cuarenta watts. ¡Qué triste!

ANA: ¿Estás segura?

SILVIA: ¿Cuánto hace que no cambiás esta lamparita?

ANA: Este verano vino mi vieja sola al departamento.

SILVIA: Esta bombita debe tener por lo menos dos años, entonces. Pero si es un acto reflejo, cuando se corta la luz y vas al baño, tratás de prenderla como una idiota. Te olvidás, aunque estés a oscuras. ¿No se te ocurrió intentar prender la luz de la cocina cuando buscabas las velas? ¿Qué clase de anormalidad tenés en la cabeza?

ANA: Vos me mareaste con eso de la ola de violaciones. Ahora que lo pienso, ¡vos empezaste con lo del albañil!

SILVIA: Estamos quemadas. No puedo creerlo. Casi te matás por un foquito. Y yo termino procesada por un filamento. Dios, cuánta oscuridad. ¡Qué solas estamos!

ANA: De eso te quería hablar… (Regresa la coreografía.)

RAFFAELLA: (En Off): Explota, explota, ¡me expló! explota, explota, mi corazón Explota, explota, ¡me expló! explota, explota, mi corazón.

Libe, libe, libe lai qué desastre si tú te vas explota, explota, ¡me expló! explota, explota, mi corazón.

(Se suma el ruido de bombitas estallando. Caen al piso. Apagón.)

Cuadro 15: TERMINAL

NACHA GUEVARA (En Off.): Una vez, hace tiempo, una vidente me dijo: “A ver, dame la mano”. La vidente me dijo: “Oh, tienes abuelo italiano. Ah…, harás muchos viajes. Vivirás muchos años. Serás muy dichosa. Viajes. Veo muchos viajes. Todos bien sucedidos. Viajar…, viajar…., viajar…. Ese es tu destino”.

A la vieja gitana miré de reojo y le dije: “Vamos vidente, mirame de nuevo la mano y decime algo más, porque sabés que pasa, a mí viajar me tiene harta.

(El Concierto nro. 3 de Bach anuncia la entrada de SILVIA y ANA. Trotan en círculos. Traen puestos los chalecos.)

ANA: Los invitados, los regalos, mi suegra, la modista, el salón…

SILVIA: Las participaciones, el maquillaje, el ajuar, la noche de bodas…

ANA: El trajecito del civil, el cortejo, las valijas, las bolsitas con arroz…

SILVIA: La luna de miel, las alianzas, el fotógrafo, la mesa de los dulces…

(Rebobinan. Como en una proyección que pasamos en inversa, recorren el escenario andando para atrás.)

ANA: Si San Clemente es el Paraíso, ese albañil fue la serpiente. Y nosotras mordimos la bombita.

SILVIA: No hay peor ciego que el que se quiere casar.

ANA: ¡Todas deberíamos llevar una bombita en la cartera!

SILVIA: Yo no vuelvo.

ANA: Todavía no lo conozco.

SILVIA: Todavía no me conoce.

AMBAS: Pero de lejos vas a verme llegar. Voy encendida.

AMBAS: ¡Irma Roich! ¡Irma Roich! ¡Irma Roich!

(Inician mutis. Suena festivo en Off: La farolera tropezó y en la calle se cayó. Y al pasar por un cuartel se enamoró de un coronel…)

FIN (sin Apagón, por favor)

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