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Introducción

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Conclusión

Conclusión

El sistema político mexicano tiene como base el proceso revolucionario (1910-1929), que originó la tremenda proliferación de liderazgos armados con la capacidad de desestabilizar hasta el colapso a cualquier grupo en el poder. La institucionalización de la política revolucionaria fue resultado de la crisis provocada por la desaparición del general Álvaro Obregón, en 1928, lo que dio lugar al acuerdo entre grupos revolucionarios y al largo periodo de estabilidad que caracterizó a nuestro país desde la tercera década del siglo XX.

Sin menospreciar el rol jugado por el autoritarismo y corporativismo, el factor central en la explicación de la larga estabilidad y durabilidad del sistema político mexicano está en el surgimiento y desarrollo de una élite que no solo estableció las reglas del juego, sino que, además, creó las instituciones y dinámicas políticas que dieron forma al Estado y a las relaciones sociales. Este proceso contribuyó a la estabilidad política y al desarrollo institucional, lo que resulta atractivo para las distintas escuelas que intentan estudiar el Sistema Político Mexicano.

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Dentro de la diversa literatura acerca del tema, es evidente la existencia de un factor común: académicos y políticos reconocen la existencia de una “Familia Revolucionaria”, constituida por una élite gobernante dedicada a preservar el pasado, presente y futuro revolucionarios. Aunque la mayoría de los autores no lo llaman de tal modo y le asignan diversos apelativos1, hay un acuerdo sobre la existencia de un grupo cohesionado que gobernó al país durante el régimen posrevolucionario. Tal fenómeno pretende englobar a los miembros de un clan emparentado por una gesta en la que tuvieron participación, surgiendo, una filia para los adherentes aceptados y una fobia para todos los que no han contribuido a incrementar o favorecer los intereses de la Familia, o son sus enemigos declarados.

Al formarse, la Familia Revolucionaria significó una respuesta a la necesidad de terminar con el caudillismo que fomentaba una lucha permanente por el poder entre las diversas facciones que aún persistían en varias regiones del país. La Familia formó parte del Estado, de la estructura gubernamental; asimismo, su teoría y práctica fue

1 Padgett y Hansen la llaman “Coalición Revolucionaria”, Smith la llama “Cohorte Revolucionaria” y “Cohorte Pos-revolucionaria de Oficiales”, Frank Brandemburg la denomina “Familia Revolucionaria”, Vernon la llama “Oligarquía”, Ai Camp se refiere a ella como la “Élite Revolucionaria”.

parte del Estado, de la teoría y práctica del círculo gobernante en turno y del Estado mismo. El presidencialismo y la relación PRI-Estado nacieron como los principales mecanismos para la preservación de su régimen. No fueron notas accesorias y dispensables del sistema político; por el contrario, aparecieron como características determinantes, cuya variación envolvió en un cambio fundamental al conjunto de normas y comportamientos de la política nacional.

El hecho de que la élite surgiera alrededor del liderazgo militar revolucionario facilitó la absorción de los principios de justicia social y los valores como el respeto a la jerarquía, la disciplina y la lealtad. Con este bagaje, la Familia Revolucionaria creó instituciones y consolidó al Estado, posibilitó la comunicación y las conexiones interinstitucionales, amplió la disponibilidad de recursos para la élite, aumentó su crecimiento y facilitó su cohesión y disciplina: la sucesión presidencial, por ejemplo, caminó hacia la pacificación en México porque los políticos se sometían al mandato transmitido por el Presidente, que se convertía en “el fiel de la balanza”, al mediar entre los diferentes grupos para designar a su sucesor, estableciendo un grupo dirigente sin que los demás quedaran excluidos, por completo, de la élite gobernante.

Esta concentración, ciertamente negativa en muchos sentidos, garantizaba disciplina y sometimiento de los restantes factores de poder involucrados en el sistema y que esperaban su turno. Se estableció así un mecanismo que promovía una disciplina férrea y que llevó a los políticos a someterse a decisiones centrales, generando un sistema sin retos internos que amenazaran el orden establecido. Esto facilitaba tanto la gobernación como la gobernabilidad.

El sistema político giraba alrededor del concepto de control. Las instituciones se generaban para controlar clientelas, grupos sociales y procesos políticos. La élite vigilaba, a su vez, el sistema de control, logrando que la mayor parte de los políticos mexicanos comprendieran que la disciplina y lealtad al sistema les permitía obtener premios y recompensas; el disentimiento se traducía en ostracismo y represión. Ello permitió una gobernación efectiva, auque no haya sido democrática.

Se contemplan tres formas distintas de élite en la Familia Revolucionaria. La primera tiene como raíz el asesinato de Venustiano Carranza y el florecimiento de la élite político-militar Obregón-Calles-Cárdenas, asentada en un compromiso de alternancia en el gobierno que se vio interrumpido bruscamente por el atentado efectivo en contra del Presidente electo Obregón, a manos de Francisco José De León Toral, transformándose así el compromiso de alternancia en un órgano supraconstitucional: el Maximato de Plutarco Elías Calles. El Maximato fue destruido por Lázaro Cárdenas, quien decidió hacer respetar la Constitución frente al arbitrario mandato callista y su compromiso con la élite económica de entonces. La élite Obregón-Calles-Cárdenas duró alrededor de tres lustros y representó el presidencialismo militarista concluido hacia 1947.

La segunda élite, civilista, fue acunada en el régimen de Alemán, con perfiles corporativos y anticomunistas bajo la consigna de un capitalismo nacional, posible en aquellos años, como efecto de la economía de guerra organizada por los aliados en la Segunda Guerra Mundial. La corporativización del gobierno y sus estímulos al empresariado nacional fueron elementos centrales para alcanzar la madurez suficiente que permitiría a la directiva política de la élite unificarse cada vez más en Los Pinos. Su prolongada existencia (35 años) tiene una obvia explicación: el dedazo sucesorial de los Presidentes, que originó una circulación y rejuvenecimiento de la élite, bien percibida en las purgas sexenales de la alta burocracia que se registran desde la administración de Adolfo Ruiz Cortines hasta la de José López Portillo. Fue, en este sentido, una élite abierta.

La tercera élite en el poder, de corte altamente tecnocrático, 1982-2000, exhibió un sistema férreamente cerrado y con un cenit: el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, introductor del neoliberalismo.

Pero bien, ¿qué tanto la vida política de un país se confunde, o se reduce, al funcionamiento o la configuración estructural de su Élite? ¿Pueden las élites ser determinantes para el comportamiento de las sociedades o en qué medida pueden llegar a influir? ¿Qué importancia tienen las élites para entender el sistema político mexicano?

La radiografía de la variable elitista al interior del nuestro sistema político es fundamental para entender dónde se encuentran los factores de estabilidad e inestabilidad y estar, así, en posibilidad de elaborar un diagnóstico de la situación actual. Frente a la intersección que ahora existe entre democracia y gobernabilidad hay que destacar los elementos del antiguo régimen que lograron la armonía, y verificar su funcionalidad o adaptación a las nuevas circunstancias. En esta consolidación democrática se juega no solo el establecimiento de reglas para procesar los conflictos de la sociedad mexicana; también se dirime un nuevo conjunto de pautas para generar y para ejercer efectivamente el poder político en el país. En otras palabras, se está gestando un nuevo paradigma de gobernabilidad de naturaleza democrática, que no acaba de nacer, sobre el viejo paradigma de gobernabilidad autoritaria, que aún no termina de morir.

La Familia Revolucionaria, que dejó de gobernar porque no logró cristalizar su adaptación al proceso de continuidad, requiere una explicación por su larga durabilidad en un régimen de dominación de 70 años. El argumento utilizado es que, para sustentar la estabilidad del sistema, las élites mexicanas tomaron distintas medidas que las llevaron a transitar desde una dominación autoritaria hasta una era de gobernabilidad mixta. Al principio del viaje reformaron las estructuras políticas importantes de la burocracia nacional y crearon un partido oficial. Posteriormente, las reformas y los pasos adaptables se movieron hacia otros agentes intermediarios, delimitando lo que

algunos autores han dado en llamar “gobernabilidad mixta”. 2 La forma peculiar en que fueron utilizados ciertos factores y elementos modificaron los arreglos institucionales. Con el tiempo, las élites mexicanas erraron los pasos. ¿Tuvo México un tipo continuo de gobernabilidad bajo un régimen predominante? Mi respuesta es no.

La adopción de la gobernabilidad mixta por parte del sistema dominante permitió el ascenso de otros grupos y condujo a una declinación de la dominación autoritaria en momentos de dificultad y tensión. Cuando la red de poder3 empieza a empequeñecerse, se inicia una exclusión que debilita al viejo sistema de lealtades; las prácticas de recompensa se vuelven obsoletas, la lealtad se ve amenazada y la gobernación empieza a toparse con complicaciones. Las facciones terminaron compitiendo por el poder absoluto y en eso se desintegraron. En vez de sensibilidad, las subélites de la Familia Revolucionaria demostraron, al final, que soloactuaban para hacer cumplir su voluntad sin la autoridad del principal operador político: el Presidente.

El sistema debió enfrentarse con más oposición, así como aceptar la apertura de espacios alternativos. Finalmente, todo ello permitió finalizar el monopolio representativo que sostuvo el PRI, y el crecimiento y acceso al poder por parte de una élite gobernante distinta.

Este estudio pretende señalar cómo las élites de México tomaron diferentes medidas para cambiar las estructuras que les permitieran conservar su orden político, mismo que, sin embargo, terminó junto con el milenio.

2 La gobernabilidad mixta describe una situación donde las discrepancias entre demandas y respuestas se encuentran en un equilibrio dinámico, esto es, varían dentro de márgenes tolerados. Ciertamente, esto no significa que no haya conflictos, cuestiones irresueltas e incluso problemas irresolubles y anomalías. 3 Este término corresponde a Samuel Schmidtt quien, hasta el momento, ha elaborado el análisis más avanzado de la élite gobernante en México.

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