Cuatro joyas de la arquitectura universitaria (UPCT)

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Cuatro joyas de la arquitectura universitaria


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UNIVERSIDAD POLITÉCNICA DE CARTAGENA

CUATRO JOYAS DE LA ARQUITECTURA UNIVERSITARIA

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Guión e imagen: Pedro García Raja

Edición: Digital Dos Comunicación

Agradecimientos: José Calvo López Elías Hernández Albaladejo Martín Lejarraga José Manuel Chacón Bulnes Mar Gómez

Edita: Universidad Politécnica de Cartagena Depósito Legal:

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UNIVERSIDAD POLITÉCNICA DE CARTAGENA


LA

Universidad Politécnica de Cartagena es una de las universidades públicas españolas de más reciente creación, aunque alguna de sus escuelas atesora más de un siglo de formación.

Esta juventud, que la hace ser una universidad dinámica y moderna, se asienta no obstante, en unos edificios cargados de historia que nacieron con una finalidad absolutamente distinta para la que ahora han sido adaptados. Los edificios de La Milagrosa, el Cuartel de Instrucción de Marinería, el Hospital de Marina y el Cuartel de Antigones son realmente cuatro joyas de la arquitectura española. Los arquitectos que han tenido el privilegio de readaptar la función para la que fueron creados, en algunos casos hace ya casi tres siglos, a las exigentes necesidades de una Universidad han acertado de lleno creando unos espacios llenos de vida, donde la tradición y la modernidad se dan la mano. La Universidad Politécnica de Cartagena está orgullosa de ofrecer a Cartagena, a la Región de Murcia y a España unos edificios que no sólo cumplen su misión formativa de forma adecuada, sino que contribuyen a embellecer una ciudad milenaria como Cartagena y hacer más agradable la vida a sus ciudadanos.

Félix Faura Mateu Rector de la Universidad Politécnica de Cartagena

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DE LA ARQUITECTURA DE LA DEFENSA

A LA ARQUITECTURA DEL SABER

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FUE

a mediados de la década de los noventa cuando se sentaron las bases para la recuperación de uno de los patrimonios arquitectónicos de carácter castrense más característicos e importantes del Mediterráneo.

Asentado en una ciudad como Cartagena, que hunde sus raíces fundacionales hace más de 2.500 años y en la que dejaron su huella indeleble culturas y civilizaciones como la fenicia, la cartaginesa o la romana. En los últimos quince años, Cartagena ha asistido a la transformación de esa arquitectura concebida para fines exclusivamente militares a una arquitectura rediseñada para ofrecer una enseñanza puntera y de calidad. Como apunta el profesor Elías Hernández Albaladejo, se ha pasado de una arquitectura de la defensa a una arquitectura del saber. Tres grandes edificios, el Hospital de Marina, el Cuartel de Antigones y el Cuartel de Instrucción de Marinería, diseñados y supervisados por prestigiosos ingenieros militares del siglo XVIII como Sebastián Feringán, Carlos Reggio, Mateo Vodopich o José Romero, cambiaron para siempre la fisionomía urbana de una ciudad que comenzó un imparable crecimiento gracias a la importancia militar que obtuvo a partir de esa época.

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Tres espectaculares edificios de monumentales plantas rectangulares que a partir de la década de los años ochenta del siglo XX empezaron a caer en desuso, como consecuencia de las radicales transformaciones que vivieron las Fuerzas Armadas. Un deterioro que coincidió con una profunda crisis económica y social en la ciudad de Cartagena. Pero no son los únicos edificios que hoy, dos siglos y medio después, conforman el patrimonio histórico arquitectónico de la Universidad Politécnica de Cartagena. El Edificio de La Milagrosa, sede del actual Rectorado de la UPCT, o la fachada de la Casa del Estudiante, ofrecen a la ciudad de Cartagena una imagen moderna sin olvidar las señas de identidad de tiempos ya pasados. A principios de los años noventa se empezaron a escuchar voces que demandaban la necesidad de recuperar ese patrimonio arquitectónico, que había entrado en un proceso de degradación cada vez más importante y que repercutía negativamente en la imagen que se proyectaba al exterior de la ciudad y en el bienestar de sus propios habitantes.

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Después de un amplio debate público y político y de las aportaciones y peticiones que realizaron colectivos de la sociedad cartagenera, la Comunidad Autónoma optó por crear la Universidad Politécnica de Cartagena. La nueva institución universitaria tendría como sedes las instalaciones del campus de Alfonso XIII, hasta ese momento dependientes de la Universidad de Murcia, y lo que iba a suponer el principio de una reforma urbanística de enorme calado y trascendencia: la recuperación del Antiguo Hospital de Marina. El edificio, cedido por el Ministerio de Defensa al Ayuntamiento de Cartagena después de un arduo proceso de negociaciones, iba a convertirse en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Industrial, una vez que el Ayuntamiento lo cedió a su vez a la Universidad.

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Esta decisión implicaba un proceso a largo plazo con el objetivo de recuperar para la ciudad una amplia trama urbana que había caído en una profunda degradación y que con el paso de los años dio lugar a lo que hoy se conoce como el barrio universitario. La recuperación del Hospital de Marina fue solo el inicio, ya que a partir de ahí la Universidad Politécnica de Cartagena se sumergió en un proceso contínuo, que llevó a la recuperación de otro de los grandes edificios que ocupaban aquella zona perdida de Cartagena: el Cuartel de Antigones, que abriría sus puertas como Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Telecomunicaciones a finales del año 2005.

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El proceso de recuperación de esos edificios que vieron la luz durante el siglo XVIII concluyó en 2009 ganando para la ciudad de Cartagena y para la Universidad Politécnica un nuevo espacio. El Cuartel de Instrucción de Marinería fue en su origen Cuartel de Presidiarios y Esclavos y después Penal de Penas Aflictivas. Y durante el siglo XX fue el lugar por el que pasaron miles de ciudadanos que comenzaron su servicio militar, la conocida como mili, detrás de sus gruesos muros de piedra. El antiguo cuartel es ahora lugar, no de instrucción, sino de formación de cientos de estudiantes de Administración y Dirección de Empresas. Como decía el profesor universitario José Luis Andrés Sarasa en un trabajo publicado en el año 2000 en la revista Papeles de Geografía: “El patrimonio ensalza a la Universidad, y ésta da valor noble a unos edificios que son los signos de un pasado cargado de esplendor”.

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HOSPITAL DE MARINA

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CARTAGENA

vive durante el siglo XVIII una febril actividad que tiene como punto de partida la necesidad de dotarla de una nueva estructura urbana y portuaria que le permitan convertirse en una gran base de la Armada española, la principal plaza militar del Mediterráneo español.

Es en aquellos años en que el antiguo Imperio español se va replegando cada vez más hacia la Península Ibérica cuando se ponen los cimientos de los monumentales edificios que tres siglos después han cambiado de forma radical su funcionalidad para convertirse en lugares donde se imparte una formación universitaria de calidad.

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Fue un 1 de julio de 1749 (aunque historiadores como Rubio Paredes la sitúan a mediados de 1751) cuando se colocó la primera piedra del que durante más de 230 años sería Hospital de Marina, nombre con el que dejó de cumplir su función el 13 de febrero de 1984 después de haber registrado diferentes denominaciones desde la fundacional con la que fue conocido de “Real Hospital de Antiguones”. Su construcción duró poco más de trece años, aunque el ingeniero militar Sebastián Feringán, quien fue el encargado de dirigir las obras, falleció una semana antes de su inauguración oficial, siendo Mateo Wodopich quien firmara el acta de conclusión. Situado entre los cerros de Despeñaperros y Castillo de la Concepción, sus fachadas Sur y Este están delimitadas por la Muralla del Mar, una construcción defensiva realizada durante el reinado de Carlos III que completaba el carácter militar de plaza fuerte que adquirió Cartagena durante todo el siglo XVIII y que circundaba toda la ciudad. En su privilegiada ubicación, con la dársena del puerto de Cartagena a la vista, el Hospital de Marina disponía de espacio para albergar a cuatro mil enfermos, aunque en determinadas ocasiones provocadas por alarmas sanitarias como la que se produjo en 1804 durante la epidemia de fiebre amarilla llegó a tratar entre sus robustos muros a unas nueve mil personas. El historiador cartagenero Juan Soler Cantó recuerda en su obra Leyendas de Cartagena aquellos dramáticos momentos.

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“El 23 de enero de 1805 se da por sano al pueblo. El 4 de febrero se cierra el hospital de Antiguones. El 8 de marzo comienzan las fumigaciones purificatorias. Y el 25 de abril se restituye la ciudad al libre comercio por mar y tierra, abriéndose el cordón sanitario. Se hace el recuento de bajas y resulta que de 33.222 habitantes que tenía Cartagena han fallecido 11.445, la tercera parte de su población”. (1) No siempre fue así y en otros momentos de su larga historia el número de enfermos se reducía a cifras no superiores a las quinientas personas, lo que implicaba que parte de sus salas eran ocupadas por militares en tránsito hacia otras guarniciones. Dos siglos y medio después, los enfermos y militares de los regimientos que pasaban por la ciudad han sido sustituidos por estudiantes llegados de todos los rincones de la geografía española y de otros países, y los médicos y personal sanitario por profesores e investigadores que emplean las aulas y laboratorios con los que está dotado el edificio para impartir una enseñanza universitaria de calidad, para formar un nuevo ejército de ingenieros industriales con especialistas en Química Industrial, en Mecánica, en Electrónica y Automática, en Tecnologías Industriales o en Ingeniería Eléctrica. Construido con sillería de piedra tabaire recubierta por cal o pintura, el antiguo Hospital de Marina mantiene sus dimensiones y estructura originales. No obstante, sus 42.000 metros cuadrados de planta le convierten en el segundo edificio más grande de la Región, sólo por detrás de la barroca Catedral de Murcia. Desde el exterior, el edificio mantiene su aire señorial e imponente, como guardián de la resguardada dársena de Cartagena. Sus ángulos rectos y su figura rectangular dominan la visión del área Este de la fachada marítima de Cartagena, ofreciendo una impresionante tarjeta de visita a cuantos viajeros se aproximan a la ciudad desde sus accesos portuarios o desde el principal enlace de comunicaciones con las autovías que llegan a Cartagena desde las ciudades de Murcia o Alicante.

(1). (Pag. 183. Leyendas de Cartagena. Juan Soler Cantó.)

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Su recuperación comenzó en 1995, antes incluso de que la Universidad Politécnica de Cartagena adquiriera su identidad propia, pero su inauguración oficial coincidió con la apertura del primer curso académico de la UPCT, un martes 26 de octubre de 1999. Los arquitectos Martin Lejarraga y Francisco Ruiz Gijón fueron los encargados de acometer el proceso de rehabilitación, que respetó escrupulosamente la estructura del edificio, introduciendo la necesaria adecuación de salas y espacios que iban a cambiar radicalmente su función a partir de entonces. La apertura de un edificio tan emblemático para Cartagena fue un motivo de satisfacción colectiva para una ciudad que en aquellos días finales de la década de los noventa veía cumplir un viejo sueño: como era disponer de una Universidad propia. En el nuevo recinto universitario se pudieron escuchar piezas musicales a cargo de la Masa Coral Tomás Luis de Victoria como el Gloria de Juan Sebastián Bach, la Cántiga de Cartagena de Alfonso X el Sabio y el “O Quam Gloriosum” de Tomás Luis de Victoria con el que se puso colofón al primer acto académico de la nueva Universidad.

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El presidente de la Comunidad Autónoma, Ramón Luis Valcárcel, y el primer rector de la UPCT, Juan Ramón Medina Precioso, ofrecieron discursos en los que se expresó el sentir general de satisfacción por el feliz alumbramiento universitario y que estuvieron acompañados por las palabras del arquitecto Pablo Campos Calvo-Sotelo, quien resumió esos sentimientos colectivos asegurando que “el sueño era posible” y que la UPCT estaba llamada a transformar la ciudad de Cartagena. La fachada principal del Hospital de Marina mira directamente al mar con sus 170 metros de longitud y sus tres filas de veinte ventanas, que en su origen estaban jalonadas por rejas que con su remodelación desaparecieron. El sol de mediodía baña el edificio de la brillante luz levantina que se refleja en un gran espacio abierto por el que ahora transitan continuamente estudiantes y profesores, una gran terraza que abarca hasta la cornisa que cierra la Muralla del Mar y que se convierte en un gran balcón donde se han conservado antiguas garitas de guardia, baluartes defensivos y algunos cañones de bronce que recuerdan al caminante el primigenio objetivo de estas construcciones. Las palmeras se alinean en su fachada principal, creando juegos de sombras que transitan por sus paredes claras, sin perder de vista a los dos grandes ficus que ahondan sus raíces en el terreno, jugando a dejar su huella junto a los centenarios cimientos del edificio al que custodian.

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Una de las actuaciones que acompañó al arduo proceso de recuperación del entorno fue la rehabilitación de la conocida como Puerta del Socorro. Este acceso, escondido durante décadas por la proliferación de naves industriales en la llamada Cuesta del Batel, ofrecía un acceso directo desde esta zona atravesando los robustos sillares de piedra de la Muralla. La Sociedad Casco Antiguo de Cartagena acometió su adecuación aprovechando los fondos económicos del Plan Urban, un programa de inversiones financiado con ayudas de la Unión Europea, que fue decisivo en la financiación de muchas de las necesarias inversiones que se acometieron en aquellos años en la ciudad y que benefició directamente a la Universidad. El desnivel entre la rasante del terreno y el acceso a la Puerta del Socorro se salvó con un pequeño puente de madera ofreciendo a partir de su apertura una entrada directa al recinto universitario.

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El edificio está construido sobre una estructura única, que se repite una y otra vez reclamando para sí el juego de las simetrías. Dos grandes patios, dos claustros de encuentros y paseos de aquí para allá, espacios protegidos del exterior, donde ahora se revisan apuntes tomados con celeridad o se repasan las últimas fórmulas y ecuaciones antes de que llegue la hora de demostrar los conocimientos adquiridos. Los dos patios, de estructura cuadrada, están enmarcados por un pasillo que delimita el espacio interior y que con sus arcos de medio punto proporcionan al conjunto un encanto especial de un marcado sabor mediterráneo: sobrio como le correspondía a la arquitectura militar del siglo XVIII y a la vez luminoso, una vez recuperado el edificio para su función actual de servir de templo del saber. En los dos primeros pisos se repiten las galerías, convertidas en una balconada permanente desde la que se observa el devenir de la vida universitaria. Perdido el acristalamiento que durante décadas confería a este espacio otras funcionalidades necesitadas de mayores reservas y que aún recuerdan los que fueron últimos usuarios del recinto, que en sus últimos años de funcionamiento, vio nacer a muchos cartageneros.

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El Hospital de Marina, situado en el Campus Universitario de la Muralla, disponía de un interesante sistema de canalizaciones que recogían el escaso caudal de precipitaciones que caracteriza al Sureste español y las dirigía hacia dos grandes aljibes que se escondían en las entrañas de la construcción, bajo los dos patios. “Las aguas iban convergiendo mediante un sistema de canalones horizontales en los aleros del tejado hacia unas conducciones verticales que recorrían toda la fachada y estaban ubicadas en cada uno de los espacios murarios entre ventanas”. (2) Estos aljibes que durante décadas nutrieron de buena parte de las necesidades de agua al Hospital cambiaron, como el resto de las dependencias del edificio dieciochesco, de funcionalidad y hoy día se han incorporado como aulas docentes que aprovechando los desniveles naturales del terreno permiten impartir la enseñanza de las materias que componen el programa de estudios de los futuros ingenieros.

(2). Documento Intervención arqueológica Hospital de Marina. Carmen Berrocal. Pág. 20)

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El monumental edificio esconde más secretos, lejos ya de su subsuelo. Su última planta, la tercera, estaba dedicada a azotea y terrados, con una estructura abuhardillada y un bello tejado de recias vigas de pino rojo canadiense que sostenía la cubierta de teja moruna de cañón. Dispuestas en doble vertiente de vigas de doce metros de longitud, este espacio al que se accede por un pasillo exterior que circunda todo el edificio es ahora dedicado a despachos del profesorado, laboratorios y talleres e incluso un espacio museístico, el Museo de la Ingeniería, la Tecnología y la Industria, con una interesante colección de piezas.

Desde aquí, ajenos a la actividad docente e investigadora que se encierra entre los nobles muros del edificio, se contempla la estructura rectangular y acristalada del Paraninfo, recinto que acoge los grandes actos institucionales de la Universidad Politécnica de Cartagena, congresos internacionales y acontecimientos importantes de la vida universitaria como las graduaciones de los estudiantes. Su techo de cristal permite iluminar su interior con la luz natural y luminosa de la ciudad mediterránea. Su interior está forrado con paneles de madera de abedul que llegaron de lejanos bosques finlandeses. Esta característica, acompañada de las capas de metal y otra de lana de roca, le confieren al Paraninfo una acústica especial, adecuada incluso para acoger conciertos.

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Volviendo al exterior y continuando el paseo por ese singular pasadizo externo que recorre la construcción se observan colindantes vecinos como el Cuartel de Antigones, el moderno edificio de I+D+I o la imponente atalaya del Castillo de la Concepción. Pero sobre todo es desde aquí donde se ve el distinguido cimborrio, punto más alto de la edificación y que esconde en su interior un fresco pintado por el artista Ángel Mateo Charris, que resume conceptualmente la actividad docente de la Universidad Politécnica de Cartagena jugando con los volúmenes y ventanales que se abren al exterior inundando de luz el conjunto.

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El resultado es un moderno edificio que ha visto salir ya de sus instalaciones a varios cientos de ingenieros industriales que han podido disfrutar del aprendizaje en un edificio con unas se単as de identidad propias y una historia fascinante.

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En la fotografía superior, estado en el que quedó el Antiguo Hospital de Marina, una vez que fue abandonado por la Marina (fotografía Juan de la Cruz). Abajo, dibujo de la fachada del edificio en su aspecto original.

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MARTÍN LEJARRAGA ARQUITECTO ENCARGADO DE LA RECUPERACIÓN DEL HOSPITAL DE MARINA

ACTUAR sobre un edificio tan espectacular, en dimensiones y en belleza, como el Hospital de Marina, supone una responsabilidad adicional a la siempre difícil labor de un arquitecto. ¿Cómo afrontó la labor de recuperación del Hospital de Marina?

La recuperación del Hospital de Marina empieza y arranca desde el entendimiento de lo que es este edificio en su dimensión arquitectónica, su dimensión urbana y en su dimensión histórica. Desde la historia porque un edificio de sus características sólo puede entenderse desde la comprensión de cómo, dónde y por qué se construyó. Desde lo arquitectónico porque por sus dimensiones y sus cualidades constructivas responde también a una época y es fundamental entender los procesos por los que se construyó así. Y desde el punto de vista urbano porque por la escala tan brutal que tiene resultaba una pieza fundamental de lo que es la recuperación del frente al mar de la ciudad de Cartagena.

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¿CUÁLES fueron los condicionantes más difíciles de superar? Los condicionantes más importantes a la hora de recuperar el edificio venían dados por el estado constructivo, el estado general que presentaba el Hospital de Marina después de casi 250 años de historia. Todas las reformas que se habían venido haciendo, el estado de abandono en que había quedado en sus años más recientes y la labor continua de saqueo y expolio lo habían dejado reducido a los elementos estructurales de los muros, algunas zonas de cubierta y poco más. Realmente afrontar la recuperación del mismo desde esa escasez de elementos originales y desde esa situación de deterioro tan intensa resultó muy importante. Por ejemplo, en la zona de la escalinata de la entrada principal las sucesivas intervenciones que se habían producido habían dejado irreconocible todo este espacio y hubo que introducir elementos nuevos que coexistieran con los antiguos, aprovechando, explotando y optimizando esa situación de abandono y de falta de referencias originales.

¿QUÉ supuso para Cartagena recuperar un edificio tan emblemático como el Hospital de Marina?

Rehabilitar el Hospital de Marina ha supuesto para Cartagena recuperar un edificio al que han estado vinculadas muchas generaciones de cartageneros por diferentes motivos. La relación de Cartagena con el Hospital cuando estaba en activo supuso que muchos cartageneros, miles, pasaran por allí, y tuvieran entre algunos de sus recuerdos más gratos la permanencia, la estancia o la visita al edificio. Han sido muchas las personas que durante el proceso de rehabilitación y posteriormente cuando el edificio estaba en uso me han hablado de sus vivencias, de sus recuerdos y de todo lo que el edificio les traía a su memoria. Por otra parte, para la ciudad, recuperar el edificio ha sido rescatar un trozo de ciudad. Todo ese área próxima al puerto y al centro de la ciudad por tanto, pero al mismo tiempo oculta a la realidad urbana durante tantos años, ha supuesto recuperar una parte importante de la ciudad que luego se vio consolidada con la rehabilitación del Cuartel de Antigones.

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¿DE qué espacio se siente más satisfecho? Es difícil de elegir en un edificio tan grande como éste lleno de lugares y espacios diferentes un lugar, pero casi me inclinaría por los patios. Recuperar la escala de estos espacios abiertos y ser consciente al mismo tiempo de que albergan debajo de ellos unas aulas y unos espacios de relación importantes para los alumnos y para el conjunto de los usuarios del edificio me parece especialmente emocionante. El vacío arriba y la actividad y los espacios a cubierto debajo.

¿CUÁLES son los elementos del edificio en los que tuvo más libertad para intervenir? Realmente tuvimos la misma libertad en todo el edificio. Se trata de actuar con los mismos criterios y con los mismos parámetros en todo el espacio. Si se pudiera distinguir algún área especial en la que tuviéramos al final algún cambio más perceptible con respecto al original quizá fuera el Paraninfo. El estado de deterioro que tenía toda esta zona, la crujía central entre ambos patios y la desaparición de las estructuras originales nos permitió introducir este volumen, diferente, ajeno a la estructura inicial del edificio, y por eso quizá pueda decirse que es el espacio más singular y diferente a la escala general que ofrece el Hospital de Marina.

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CUARTEL DE ANTIGONES

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EL EDIFICIO

del antiguo Cuartel de Antiguones o Antigones ocupa una posición intermedia entre el Hospital de Marina y el Cerro de Despeñaperros. Construido entre 1783 y 1796 por el arquitecto militar Mateo Wodopich, posee una planta en forma de “U” semicerrada, orientando su patio central al Oeste.

Como en el caso del Hospital de Marina, el Cuartel de Antigones, como consecuencia de las reestructuraciones de las Fuerzas Armadas entró en una fase de infrautilización que acabó provocando su clausura definitiva en el año 1991.

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Una década después se inició su rehabilitación, después de que el equipo formado por los arquitectos Martin Lejarraga y Fulgencio Avilés resultara elegido en el concurso internacional de ideas que se convocó. Los nueve mil metros cuadrados de que disponía el edificio no eran suficientes para las necesidades que la incipiente Universidad Politécnica de Cartagena tenía en ese momento, razón por la que se optó por añadir 3.500 metros cuadrados construidos bajo rasante, unos espacios que se han destinado principalmente a laboratorios de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería de Telecomunicación. El equipo que dirigía las obras optó por el derribo de la fachada oeste, de construcción posterior y nulo valor histórico y arquitectónico. En este espacio se ganaron otros dos mil metros cuadrados con un edificio de nueva planta que cerraba el antiguo patio de armas del Cuartel y que fueron destinados a cubrir necesidades inherentes a la actividad académica. El moderno diseño de esta nueva fachada contrasta con el clasicismo castrense del resto de la construcción. Realizada en acero y cristal reflectante con tonalidades ocres y azuladas, la fachada es una tarjeta de presentación que se extiende sobre la espaciosa plaza a la que se ofrece.

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El Cuartel de Antigones alberga también una de las bibliotecas más bellas de las universidades españolas. El necesario sosiego que una sala de estudio universitaria debe poseer se acrecienta en este bello espacio en un marco incomparable en el que se han mantenido los pilares y estribos de mampostería con los zócalos de sillería que servían de apoyo a las bóvedas. El edificio comenzó a prestar servicio a la vida universitaria a finales del año 2005, recuperando para Cartagena una fachada urbana que el paso del tiempo había ido deteriorando irremisiblemente. La remodelación del entorno de la Muralla del Mar y la Cuesta del Batel, junto con los nuevos edificios ya en uso del Hospital de Marina y el Cuartel de Antiguones, ofrecen al ciudadano y al turista, al universitario y al visitante ocasional un paseo único, unas perspectivas arquitectónicas que dan una dimensión desconocida hasta entonces.

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La historia del Cuartel de Antigones esconde menos acontecimientos dramáticos que los que intramuros se vivieron en el Hospital de Marina, menos dramas colectivos, pero sin duda las mismas pequeñas intrahistorias individuales de soldados que dedicaron su vida a la siempre abnegada misión de defender a su país. Su construcción, como recuerdan Aureliano Gómez Vizcaíno y David Munuera, dos eruditos de las fortificaciones militares en Cartagena, respondió a la necesidad de albergar a la numerosísima guarnición que la plaza de Cartagena disponía a finales del siglo XVII. A la plaza de armas del acuartelamiento se accedía a través de una puerta de medio punto coronada por un frontón en el que se podía ver un escudo de armas y enmarcada con pilastras. Este pórtico, ya rehabilitado, ofrece en la actualidad un hermoso contrapunto con el diseño innovador de la fachada principal del Cuartel de Antigones.

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Ubicado en la ladera del cerro de Despeñaperros, en una cota superior al vecino edificio hospitalario, las autoridades de la época tenían claro que estas nuevas construcciones en terrenos hasta ahora inhóspitos a las tramas urbanas abrían nuevas posibilidades de desarrollo a la ciudad. Pero en aras a las necesidades defensivas y en virtud de la aplicación del regimiento de Ingenieros se limitaba la altura de los edificios colindantes y se creaba un gran plaza que permitiera la operatividad de las operaciones militares

“No podía establecerse en las inmediaciones de las instalaciones castrenses edificios que las superasen en altura, de tal forma que el acuartelamiento debía dominar las alturas, que debían permanecer despejadas. Fue así como se conservó el sistema de colinas característico como la principal permanencia del paisaje urbano de la ciudad de Cartagena”. (3). Unas colinas que han permanecido vírgenes a posteriores desarrollos urbanísticos y que salvo bastiones y fortificaciones defensivas han permanecido inalteradas dando una característica propia al devenir de todo lo que ocurría bajo sus faldas.

Pero no es en las alturas donde hay que buscar el origen de de la denominación etimológica que da nombre al Cuartel, sino más bien en su subsuelo. Antiguones, según recoge Ángel Serrano Botella en su Diccionario Icue, es un 'palabro' local que define la existencia de un resto o hallazgo arqueológico.

(3). “Cartagena. Aproximación al paisaje urbano”, (pág. 26). José Francisco Lopez y José Manuel Chacón.

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Así lo narra la arqueóloga Carmen Berrocal en la memoria de una intervención arqueológica realizada como preludio al inicio de las obras de rehabilitación del Real Hospital de Marina, que señala que todos los escritores que habían descrito la geografía urbana de esta zona de la ciudad fijaban la denominación de Antiguones, sin una delimitación exacta y precisa, a aquellos terrenos que se encontraban entre los cerros de Despeñaperros y el Castillo de la Concepción. Uno de ellos, Francisco Cascales, escribía a finales del siglo XVI: “A la falda del Castillo sobre la parte de levante, hay grandísimos fragmentos de edificios, donde estaba la Chancillería o Convento Jurídico de Cartagena en un famoso Coliseo, no de menos grandeza que el romano. De aquí los vecinos, sin orden, han sacado lindas piedras, figuras, antiguallas y columnas, y sobre quatro destas está fundada la Iglesia matriz desta ciudad, que admira su grandor y altura, siendo piedras vivas de una pieza cada qual. Hasta en nuestro tiempo se llevó de aquí Vespasiano de Gonzaga bellísimas imágenes de piedra para honrar con el desecho desta ciudad su principado. Y aquellos pedazos por allí derramados llaman ahora Antiguones”.

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La recuperación del entorno La trama geográfica originaria que ocupaban los terrenos sobre los que se asentaron los dos grandes edificios militares del Real Hospital de Marina y el Cuartel de Antiguones, convertidos hoy en Escuelas Universitarias, no se podría entender sin la gran transformación urbanística que supuso ya a finales del siglo XIX la apertura de la conocida como calle Gisbert. Para la construcción de esta vía se horadó la ladera del Monte de la Concepción, creando una nueva apertura al mar y a la fachada marítima a la altura del lateral de poniente del edificio hospitalario. Transformación decisiva que más de un siglo después y como complemento urbanístico a las actuaciones que se habían desarrollado en los edificios de lo que ya se conocía como el campus de la Muralla dio lugar a una transformación profunda del entramado de calles que ocupaban el espacio físico existente entre el Cuartel de Antigones yel espacio aledaño al Sur, y la plaza de la Merced y la calle San Diego al Norte. Para acometer el proyecto del conocido como barrio universitario fue necesario realizar una gran operación de profunda cirugía urbanística, acometida edificio a edificio, esquina a esquina, calle a calle. La misión principal era acabar con la profunda degradación en la que había caído esta importante área urbana. Los planes urbanísticos llevados a cabo por el Ayuntamiento de Cartagena alteraron la planta ciudadana con una significativa transformación no sólo residencial, sino también de espacios y calles.

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Más de un centenar de edificios, muchos de ellos en estado ruinoso, fueron demolidos. Sólo algunas fachadas catalogadas resistieron el embate del necesario cambio. El Plan Especial de Reforma Interior de la Universidad afectó a una gran superficie urbana, en total se actuó sobre 120.000 metros cuadrados y se construyeron cuatrocientas nuevas viviendas. Las antes angostas calles del Alto y del Ángel desaparecieron dando paso a un bulevar amplio y luminoso por el que ahora transitan los estudiantes que utilizan este acceso desde el casco antiguo de la ciudad para llegar hasta el campus de la Muralla.

La nueva avenida permite salvar el desnivel existente entre la mediterránea plaza de la Merced, con sus palmeras estiradas que pugnan por alzarse sobre los edificios que circundan la plaza, y la plaza de las Culturas. El paseo ascendente se acompaña de algunos vestigios del esplendoroso pasado romano de la ciudad como una calzada que parada en el tiempo pone contrapunto al funcional mobiliario propio de estas épocas.

En este bulevar plagado de árboles y cómodas anchuras, la Universidad Politécnica de Cartagena ha querido ofrecer a sus alumnos un espacio específico para su estudio, descanso y actividades universitarias. La Casa del Estudiante abrió sus puertas en los primeros días del año 2010. Su fachada fue una de las pocas que mereció la pena salvar de la profunda transformación urbana que se acometió en su entorno.

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En estas tres im谩genes se contempla c贸mo se encontraba el edificio antes de que se iniciaran las obras de recuperaci贸n (fotograf铆as de Juan de la Cruz)

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MARTÍN LEJARRAGA ARQUITECTO ENCARGADO DE LA RECUPERACIÓN DEL CUARTEL DE ANTIGONES

¿QUÉ similitudes y qué diferencias tuvo la recuperación de Antigones respecto a su trabajo en el Hospital de Marina?

Las similitudes hacen referencia a su origen: la época en la que fueron construidos, la gran escala y el uso militar, tanto si era un cuartel como si era un hospital, lo militar prima sobre el uso y el programa interior por ese aspecto defensivo y castrense que tienen los edificios. Las diferencias vienen dadas fundamentalmente por la topografía,la diferente posición que adopta el cuartel con respecto al Hospital de Marina, y también por el programa que iba a albergar; en el Hospital de Marina la Escuela de Ingenieros Industriales, y en el Cuartel de Antigones por la Escuela de Ingenieros de Telecomunicaciones, pero también la Biblioteca del Campus que permitía entender y rescatar el edificio de otra manera.

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¿CON qué criterios afrontó el hecho de darle a un edificio de varios siglos de antigüedad un diseño al mismo tiempo tan innovador?

La idea fundamental a la hora de rehabilitar y rescatar un edificio histórico y de intervenir en él se apoya en la voluntad de dar testimonio del tiempo en el que ese edificio fue construido y en el que esa actuación se está realizando. De manera que se trata de fijar esas situaciones, cada una en su momento. El origen de la construcción del edificio y la actuación en este caso doscientos cincuenta años después. Por eso esta intervención se refleja en esa fachada principal en la que conviven esos dos momentos diferencia claramente la parte original con esa condición histórica, austera y propia del uso militar, y al mismo tiempo, esa nueva pieza que trata de dar fe un poco de este nuevo uso, de estas nuevas tecnologías, de estos nuevos materiales y de este programa universitario, transparente, abierto y en permanente comunicación con el entorno que rodea al edificio.

¿CUÁL es la responsabilidad que siente un

arquitecto que tiene la misión de intervenir en un edificio con los autores que lo diseñaron?

La responsabilidad que siente un arquitecto cuando interviene en un edificio diseñado por otros no es tanto la responsabilidad hacia ellos, sino hacia la arquitectura. La autoría se pierde y aparece el objeto construido sobre el que uno tiene que intervenir. Realmente el compromiso y la responsabilidad se establece con el edificio y en este caso con una arquitectura que no es una arquitectura de autor, sino que es propia de la ingeniería militar del siglo XVIII. Eso hace que la responsabilidad sea incluso más fuerte, porque es un edificio que no depende de un proyecto concreto específico, sino que responde a la tipología y a la manera de hacer de todo un momento y de todo un uso específico como eran los cuarteles del siglo XVIII.

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¿DE QUÉ espacio en el que tuvo la oportunidad de intervenir

en el Cuartel de Antigones se siente más satisfecho?

El espacio que mejor representa al Cuartel de Antigones es la Biblioteca. La condición de espacio continuo que la Biblioteca permitía nos hizo posible limpiar toda la compartimentación que con los años había acumulado la planta baja y dejar un espacio diáfano, abierto y continuo en el cual las diferentes zonas de la Biblioteca se disponían con una naturalidad que nos permitían hacer convivir el espacio original con el nuevo uso.

¿CUÁLES serían las características más destacadas de este monumental edificio del siglo XVIII?

Las características principales de estos edificios, tanto del Hospital de Marina como del Cuartel de Antigones, son sus respuestas constructivas al uso interior. Realmente su cualidad de edificios militares hacen que su aspecto exterior tenga esta presencia cerrada, de huecos pequeños y de solidez constructiva, que en su interior se resuelve mediante una serie de bóvedas que secuencian los espacios y que dan una condición abierta y continua a todos sus interiores.

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RECTORADO

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A POCOS

pasos de allí y cumpliendo el objetivo prioritario de los responsables de la Universidad Politécnica de Cartagena de crear un eje reconocible dentro de la ciudad que identifique la idiosincrasia de la Universidad como campus urbano, se encuentra el Rectorado, a medio camino entre los campus de Alfonso XIII y de la Muralla.

Este espacio, que marca el rumbo y el devenir universitario, ocupa otro edificio de significativa relevancia histórica y patrimonial. Situado en la calle de San Diego, el edificio muestra su tarjeta de presentación con un vestigio de la que fuera la antigua entrada al complejo de la Casa de la Misericordia, también conocida como Antigua Escuela de la Milagrosa. Ya desde aquí llama la atención su luminosidad. Se encuentra situado delante de otra de las colinas de la ciudad, el Cerro de San José, un espacio natural que albergará instalaciones universitarias y deportivas y que se conoce como Campus de San José.

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El edificio de La Milagrosa, construido con forma de U, fue rehabilitado en 1929 después de haber sufrido diversas reformas por Víctor Beltrí, arquitecto de referencia en la ciudad durante el primer tercio del siglo XX. Fue él quien le dio relevancia arquitectónica a un conjunto que hasta ese momento y desde su construcción como convento de San Diego había carecido de valor artístico, compensado en cambio por la labor social que se realizaba en favor de niños y ancianos desamparados desde el año 1839, cuando el antiguo convento fue desamortizado. Del mismo y como recuerda Javier Pérez Rojas destaca su fachada principal: "Una hermosa portada de diseño ecléctico modernista, en la que valiéndose de las formas y motivos muy de su gramática personal consigue darle una ambientación vienesa llena de fuerza y dinamismo". No es el único elemento significativo, Pérez Rojas también destaca en su descripción la galería de arcos rebajados.... "que descansan sobre las típicas columnas de capitel geométrico que tanto utilizó el arquitecto. A pesar de toda la mezcolanza de estilos que parecen confluir en el edificio, desde diferentes fuentes, el edificio visto en conjunto resulta una obra de cierta armonía y monumentalidad para la escala urbana" (4).

(4). “Cartagena 1874-1936 transformación urbana y arquitectura”. Javier Pérez Rojas

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La rehabilitación del edificio de La Milagrosa, concluida en el año 2001, corrió a cargo del arquitecto Eduardo Batán. Posteriormente, el arquitecto José Manuel Chacón se encargó de la recuperación de la conocida como Ala Este. Las obras de rehabilitación del edificio de La Milagrosa incluyeron la reconstrucción de una capilla del siglo XVIII, lugar donde hoy se celebran reuniones académicas y se firman convenios trascendentales para afianzar la actividad docente y formativa de la Universidad Politécnica. La capilla mantiene las bóvedas originarias y algunos elementos arquitectónicos que recuerdan su antiguo pasado, con especial mención a las ventanas.

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El edificio, que durante dos siglos cumplió una labor social en la que estuvieron al frente las Hijas de la Caridad y cuya trascendental misión fue reconocida en 1951 por la ciudad con la entrega de la Medalla de Plata de Cartagena, es hoy el epicentro de la Universidad Politécnica ya que alberga buena parte de los servicios de organización y gestión de la actividad académica.

De la labor que durante décadas se desarrolló durante décadas en el complejo quedan dos fechas, 1839 y 1923, que jalonan la fachada principal, y que dan cuenta del tiempo durante el que se desarrolló esa labor.

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CUARTEL DE INSTRUCCION DE MARINERÍA

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LA ULTIMA

joya arquitectónica que la Universidad Politécnica de Cartagena ha tenido el privilegio de convertir en un espacio para la formación universitaria superior es el conocido como Antiguo Cuartel de Instrucción de Marinería.

No fue sin embargo éste el primer cometido militar del edificio, construido por orden del rey Carlos III entre 1776 y 1786 en terrenos ganados al mar. Desde 1751, la llegada de presidiarios y esclavos a Cartagena fue continua, y se precisaba un local suficientemente espacioso donde poder cobijarlos. Sólo el once de octubre de ese año llegaron a la ciudad 872 vagabundos y un documento de la época hace la siguiente descripción: “Además de los 829 aplicados a los trabajos del arsenal, hay en este día 360 desterrados por varios delitos; 357 castellanos nuevos, y 433 esclavos. Total: 1.779 hombres”.

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Para poder solucionar el problema se decidió construir un Cuartel de Presidiarios. Cartagena estaba cambiando de aspecto y la ciudad entera vivió esa segunda mitad del siglo XVIII una auténtica vorágine constructora. El Hospital de Marina, el Cuartel de Antigones, el Arsenal o las Murallas estaban cambiando por completo su fisonomía urbana y marcando el futuro que ahora la Universidad Politécnica ha convertido en presente. Como señala José Manuel Chacón Bulnes, uno de los arquitectos que se encargó de la recuperación del CIM, en su tesis universitaria sobre este edificio, dirigida por los profesores Elías Hernández Albaladejo y José Calvo López, el proyecto inicial del edificio es fruto de las intervenciones de Carlos Reggio, Francisco Gautier y Mateo Vodopich.

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Planos realizados por el arquitecto José Manuel Chacón para el proyecto de recuperación del edificio del Cuartel de Instrucción de Marinería

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Vodopich se encargó de dirigir las obras y en marzo de 1775 presentó a la Junta de Departamento un documento en el que se exponía la relación de maderas de pino necesarias para los cimientos del conjunto arquitectónico, así como las rejas que debían tener sus ventanas y de las que sólo queda actualmente una. En el año 1824, el CIM pasó a depender del Ministerio de la Gobernación, quedando separado del Arsenal Militar por un muro. No fue hasta después de la Guerra Civil cuando volvió a las manos de la Marina que después de algunas reformas empezó a utilizarlo como Cuartel de Instrucción de Marinería hasta su cierre definitivo en 1991 como consecuencia de la desaparición del servicio militar obligatorio. Fue el 10 de mayo del año 2005 cuando se firmó el convenio de colaboración entre el Ministerio de Defensa, la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia y la Universidad Politécnica de Cartagena para la rehabilitación y uso compartido de este edificio.

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El edificio tiene una planta rectangular de 101 metros de largo por 75 de ancho, destacando los muros de su planta baja con un grosor de 1,30 metros. El patio tiene unas dimensiones de setenta metros de largo por 44 de anchura y una superficie total de 3.113 metros cuadrados. Las obras de recuperación del antiguo CIM fueron llevadas a cabo por los arquitectos José Manuel Chacón Bulnes e Ignacio Abad Cayuela y el edificio pudo abrir sus puertas durante el mes de octubre del año 2009. El proyecto también incluyó la construcción de un moderno edificio anexo en su cara norte para solventar las necesidades de espacio existente y en el que se encuentran más de cien despachos para el profesorado y las salas de reuniones de los cinco departamentos que integran la Facultad de Ciencias de la Empresa.

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Destacable también es la decisión de la Universidad de mantener el pórtico de entrada al antiguo cuartel. Para dar respuesta al valor sentimental que la puerta de entrada a la instalación militar había tenido para miles de jóvenes que habían entrado por ella para cumplir su servicio militar, la Universidad Politécnica de Cartagena encargó un proyecto de recuperación que completa el conjunto y le da un hilo conductor entre su pasado castrense y su presente y futuro universitario.

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Pero sin duda, uno de los espacios más atractivos del edificio es el salón de actos, que con su espléndida cristalera abierta al puerto de Cartagena, es un lugar excepcional para acoger jornadas, congresos nacionales e internacionales, actos académicos y todo tipo de actividades relacionadas con la vida universitaria, social y cultural de una gran ciudad como Cartagena. Al salón de actos se puede acceder por una magnífica pasarela que sobrevuela el inmenso patio y desde la que se contempla a la perfección la cubierta a dos aguas que el arquitecto José Manuel Chacón ha recuperado y que el edificio había perdido tras la Guerra Civil. En los dos laterales de la planta superior son los estudiantes de la Facultad de Ciencias de la Empresa los que utilizan sus salas de estudio en un entorno envidiable como es el del puerto de Cartagena.

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En la imagen superior tomada desde el monte de La Atalaya se observa al fondo detrรกs de los muelles del Arsenal el Cuartel de Presidiarios y Esclavos

Vista de Cartagena desde el monte de Galeras en el que se puede ver el edificio detrรกs de las Atarazanas

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Plano de la planta baja del CIM. En el rectรกngulo interior se observa la planta del patio.

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JOSÉ MANUEL CHACÓN ARQUITECTO ENCARGADO DE LA RECUPERACIÓN DEL CUARTEL DE INSTRUCCIÓN DE MARINERÍA (CIM)

¿QUÉ? cree que ha aportado a Cartagena recuperar un edificio tan emblemático como el Cuartel de Presidiarios y Esclavos?

Creo que puede aportar muchas cosas. No solamente por la propia recuperación del edificio para la Universidad, que al final se ha convertido en otro de los magníficos edificios recuperados por la UPCT en Cartagena, sino también por extraer del olvido esta magnífica construcción que se inició en el siglo XVIII para terminar 230 años después convirtiéndose en un edificio docente. Creo que sirve también para completar este gran eje cultural del puerto de Cartagena, en el que en los últimos años se ha venido desarrollando una serie de instalaciones y museos, como es el Arqua o el Auditorio y Palacio de Congresos. Y justo al otro extremo del eje nos encontramos este edificio que completa y equilibra la oferta cultural de Cartagena y de su frente marítimo, creando una auténtica fachada cultural de cara al mar. Significa un punto más de atracción para el turismo y el ciudadano de Cartagena.

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¿CUÁLES fueron los condicionantes más difíciles de superar a la hora de afrontar la recuperación de un edificio como el CIM?

En la zona de separación entre el edificio histórico y el edificio nuevo se dio la circunstancia de que había que resolver un problema importante. Y era que la construcción del nuevo edificio, de oficinas y despachos para profersores y personal de administración se colocaba justo delante de la fachada norte del edificio histórico. Para ello se construyó un edificio de nueva planta inspirado en arquitectura totalmente contemporánea. Quizá ahí estaba un poco el reto de cómo resolver arquitectónicamente este edificio tan próximo al edificio histórico construido en el siglo XVIII. A mi este tema me preocupaba, porque como arquitecto rehabilitador lo que me hubiera gustado es que el edificio hubiera quedado completamente limpio, sin ningún elemento que lo hubiera ocultado. Por eso el edificio nuevo participa de una serie de recursos arquitectónicos para tratar de hacer más protagonista el edificio histórico, el Cuartel de Presidiarios, respecto el edificio nuevo. Uno de esos recursos es la lámina de agua. La capacidad especular que tiene la lámina permite ampliar de forma virtual el espacio. Evidentemente el vidrio colocado en el edificio nuevo por la separación con el forjado permite una mayor transparencia de forma que desde la ciudad se pueda observar perfectamente la fachada de piedra del edificio histórico. Luego hay otros recursos escenográficos como puede ser la cortina de iluminacion que proyectada sobre la fachada del edificio histórico sirve para llevar a un primer plano el protagonismo del edificio original. De ahí también la gran altura del primer forjado de la sala de exposiciones que es prácticamente diáfana y donde sólo aparecen los pilares. La fachada se resolvió con una chapa perforada ejecutada con chapa de zinc, que es un material muy empleado en Cartagena en muchos de sus edificios emblemáticos, como el Palacio Consistorial. El zinc se comporta muy bien ante el ataque de agentes atmosféricos y por lo tanto el mantenimiento que requiere es prácticamente nulo.

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¿CÓMO

afrontó la recuperación de la parte superior del Cuartel de Instrucción de Marinería?

En la última planta del edificio es donde se ubica la sala desde mi punto de vista más espectacular: el salón de actos, un espacio diáfano y polivalente. Lo que traté con esta última planta fue recuperar las cubiertas a dos aguas que tuvo en origen el edificio desde su uso como Penal y presidio. En el año 1946 perdió las cubiertas originales en un incendio. Hasta nuestros días lo habíamos conocido con la cubierta plana. La recuperación de los dos faldones originales me permitió dedicar otros cuatro mil metros cuadrados de superficie útil encerrando este espacio bajo cubiertas de madera laminada, elevadas ligeramente sobre el plano del piso para provocar aquí una cristalera en todo el perímetro exterior e interior del edificio que nos permite disfrutar de las posibilidades paisajísticas del magnífico entorno en el que se encuentra ubicado el Cuartel de Presidiarios y Esclavos, enclavado en el mismo eje de la entrada al puerto de Cartagena.

¿CUÁL es el elemento mas característico que ha introducido en su actuación? El patio de armas era el lugar donde formaban los presidiarios para hacer la requisa de hierro que no era ni más ni menos que la revisión de las cadenas para evitar fugas. En el patio, que tiene unos 3.000 metros cuadrados, había que construir un elemento que permitiera el uso y el disfrute de su espacio durante los doce meses del año. El clima de Cartagena es severo y duro a partir de marzo cuando el sol empieza a incidir con fuerza, de tal manera que este espacio durante seis meses al año es impracticable, de ahí la necesidad de creación de zonas de sombra. Realmente la pasarela que es un elemento polémico, impactante, quizá por su imagen moderna, sirve justamente para colocar una serie de toldos, con casi tres mil metros cuadrados, que nos permite disfrutar de la sombra haciendo más agradable el espacio inferior. Al final tenemos una pasarela en forma de cruz que sirve como espacio de circulaciones de entrada al salón de actos, pero también sirve para colocar bastantes instalaciones, tubos, canalizaciones e iluminación, convirtiéndose en un auténtico pasillo técnico.

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¿DE qué espacio se siente más satisfecho? El patio de armas es quizá el espacio más emblemático, donde se pueden adivinar las escenas del pasado ocurridas en este lugar, el único vínculo que tenían con el exterior los dos mil quinientos presidiarios que habitaron regularmente el Cuartel. Parece mentira que un edificio tan próximo al mar fuera justamente el edificio carcelario que impedía que todos estos hombres a lo largo de dos siglos. En este patio formaban todas las mañanas los 2.500 presidiarios al toque de un tambor y una corneta en torno de las cuatro o las cinco de la mañana. Podemos imaginar a esas horas del alba el ensordecedor ruido que organizaban todos esos presidiarios al arrastrar las cadenas por el pasillo hasta llegar al lugar de formación. Quizá sea ese el punto más interesante del proyecto, convertir ese espacio que nació en origen como Penal, como presidio, en un patio que debe ser todo lo contrario. El espacio creado en origen para privar al hombre de su libertad se tiene que convertir ahora en todo lo contrario, un espacio abierto al saber y al conocimiento. Creo que ha sido una gran aportación a la intervención en el edificio, porque se crea un espacio de reunión exterior de grandes posibilidades de uso. La recuperación de la fachada original de piedra fue posible gracias a la localización de fotografías antiguas donde se veía que el edificio tenía también su fachada de piedra. Se picó todo el revestimiento que habían aplicado los militares sobre la piedra vista cuando el edificio a partir de la Guerra Civil se convirtió en Cuartel de Instrucción de Marinería, que es como era conocido popularmente hasta ahora, aunque a mí me gusta identificarlo como Cuartel de Presidiarios y Esclavos, puesto que surgió con esa vocación.

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UNIVERSIDAD POLITÉCNICA DE CARTAGENA

CUATRO JOYAS DE LA ARQUITECTURA UNIVERSITARIA

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