Elena Méndez de la Peña
COLECCIÓN La ronda de los solos
Colección La ronda de los solos Botana viril D.R. © 2014, Óscar Tagle, editor
Berilo 2582, Verde Valle. CP 44560. Guadalajara, Jalisco. México cruxigrama@hotmail.com Primera edición 2014 Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional.
Dirección editorial / Óscar Tagle Cuidado editorial / Christopher Estrada Diagramación / Martha Parra Díaz Impreso y hecho en México Printed in Mexico
Índice
Botana viril Imaginarias Cuéntalo bien Metropolitanos Fluctuat nec Mergitur Modelo para armar El Santuario Otoño Botana viril Edén Querida lectora: Giro Algunos instantes aleatorios Mientras preparaba Versiones Mi punto es Islarias
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Te amaré en breve Nadie resiste al suave desliz Hace tiempo que no sé de ti Mis historias de amor El último en rebelarse Un animal tan libremente sucio Entre ellas existe más que un interés Los que hablan poco Espera un poquito Fui, solo yo sé Los enamorados Si todos fuéramos No dejarse llevar Si no vas a usarlo Qué tan conceptual Un poco más de ti Se cambian sólidos Aquella Venus No sé cuál mitad La delicia de los marinos Aparte de su reputación Cuando empezó a dejar Adonis vive solo Hoy día Galatea A la tercera vez Mi pasión por él
29 30 31 32 33 34 35 36 37 38 39 40 41 42 43 44 45 46 47 48 49 50 51 52 53
Botana viril
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Imaginarias Las heroínas de novela suelen ser reconocibles hasta fuera de los libros y ser citadas para bien o para mal por lo bien dibujado que tienen el carácter. Las de cuento resultan con frecuencia lo contrario de lo que parecían en un principio, pero las de minificción son como tú y como yo, quién sabe cómo, el lector decide.
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Cuéntalo bien Me cansan los escritores que intentan, mediante cualquier artimaña, hacerme creer que no adivinaré el desenlace de la historia. Los que hacen de todo para confundir los hilos de la trama, oscurecer las circunstancias, desdibujar a los personajes para finalmente tratar de sorprenderme. Tal pretensión, con frecuencia inútil por cierto, les hace divertirse con la idea de tomarme el pelo en lugar de cuidar su prosa y darle algo de estilo literario a sus ocurrencias. Nada como un buen narrador de historias a quien no le importa si el final te pasma o no porque para entones, frase a frase y página tras página, su escritura poderosa ya te ha cortado varias veces el aliento.
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Metropolitanos Los escritores urbanitas construyen frases asfálticas, negras y contundentes. Enuncian la voz de los muros de piel escalpelada y los castillos de varilla. Abren y cierran ventanas en los séptimos pisos. Corren cortinas imaginarias y bajan toldos en comercios de fortuna. Alumbran calles y alborotan vecindades. Hablan como nadie de las azoteas donde los gatos se hacen pardos y se agudizan las sirenas. Los amores que describen suelen ser inoperantes, esclavizados o asesinos. La estridencia y el humo son lo suyo. La multitud compacta y sudorosa llena su visión del mundo pero no menosprecian el retrato fiel de un individuo elegido al azar entre la muchedumbre y analizado a la lupa, como ejemplar de estudio sobre la miseria de ser uno entre millones. Monstruos callejeros y suicidas conviven con empleaditas solitarias en sus historias improbables. Quisieran desterrarse y escribir entre zarzales y amapolas o mecer su pereza en una barca de cualquier orilla acuática y lejana pero no viven sin la banqueta rota y el café de chinos de la esquina, coordenadas fieles que les atan al mundo y hacen más llevadero su declarado infortunio. 9
Fluctuat nec Mergitur Las ciudades tropicales se dan aires de parises desplazados, sueñan que navegan sobre el Sena y disfrazan sus casas a modo de palacios con columnas de órdenes diversos, clásicos todos, no sea que falte alguno, ¡no señor! Escóndame aquí esas hamacas tras las buganvilias. ¿Que el mármol de la escalera no combina con cantera? Pues mire usted qué pena pero de mármol será y de Carrara. La herrería barroca y las marquesinas voladas, seda y terciopelo en las ventanas que las persianas son para las casas de mar. Los patios transfigurados en jardines toscanos desafían gallardamente el arrebato amenazante de la selva. Pero nada como los salones de baile donde al ciudadano elegante le gana el cuerpo la partida y suda sin rubor la danzonera entre gobelinos, alfombras persas y candiles de bohemia, moviendo sin cesar el abanico. Otros danzones se bailan en la plaza junto al kiosco circundado de cariátides semidesnudas pero aceptadas por artísticas, no así las chicas callejeras con poca vergüenza y mucho pecho que se dejan enlazar por los pachucos 10
bien peinados, venidos de los barrios donde el trĂłpico es mĂĄs denso y melodioso y nadie sabe que ParĂs boga pero no se sumerge.
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Modelo para armar En este planeta, mire usted, una casa, lo que se dice una casa depende de dónde la tenga. Puede salir volando por los aires en Wisconsin, estar cavada en la piedra en Sicilia o en Meknés, o hecha con restos de lava volcánica en Sumatra pero también de lona plastificada con etiqueta de la ONU en campos de refugio de cuatro continentes o de lino y seda en los desiertos de Arabia la Saudí. Recuperada lámina por lámina a sociedades consumistas en la periferia de casi todas las ciudades. Cimentada sobre escombros en Kosovo o Palestina. Movediza como arenas en Haití. Arrebatada al furor verde en la Amazonia o al fuego extinto en casi cualquier país. Aunque claro, también tenemos el modelo 90210.
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El Santuario Cada primavera enciende los patios hasta entonces templados por las sombras. Las plantas arreboladas por el deseo de florecer cunden en zaguanes y zotehuelas con brotes deliciosos que habrĂĄn de romperse en ramilletes fecundos de semillas, en vainas viriles como espadas sonoras que anuncian las frutas a venir con el estĂo. La acequia ve turbada su presencia silenciosa por el calor que la agrede y la evapora. Las niĂąas visten de blanco porque es mayo y rezan con las abuelas el rosario entre cirios y rosas, vueltos los ojos hacia el cielo esperando que por piedad caiga la primera lluvia y esconda al sol que les incendia el patio.
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Otoño Las hojas desprendidas juegan a ser los zapatitos del viento/ flotan al cobijo de copas calvas y ondulantes/ algunas giran dándole silueta a pequeños torbellinos y caen/ luego de haberse divertido un rato/ en crujientes montoncitos/ la atmósfera liberada del peso solar agita los vientos favorables en el azul persistente de la bóveda repentinamente cercana/ sobre las cabezas despeinadas en ausencia de nubes la luz se hace la artista/ modifica al infinito los colores de la tierra/ las paredes/ las sombras/ con risueños bermellones/ el agua se aquieta/ los sonidos murmuran/ piadosos calcetines calientan nuestros pies/ es el momento del año que prefiero/ cuando el mundo/ por alguna razón que escapa a mi conocimiento/ me hace sentir segura/ como en los brazos de un hombre.
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Botana viril Te llevaré al Mascusia, pequeña, y comeremos viril sin pudor alguno ni desconfianza; paseando por la boca la estructura frágil y redonda, dejándonos sorprender por el gusto avinagrado y el picor intenso que a duras penas se resiste. Gracias a la misericordiosa chabela. Y explotará nuestra risa entre la espuma, la exaltante y maliciosa, retadora de los machos de cantina.
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Edén Cuando mi abuela nos hablaba del Paraíso, siempre mencionaba la desnudez vergonzante de Adán y Eva. De modo que cuando fuimos al catecismo y nos explicaron lo que había que hacer y no hacer para ir al Paraíso, me pareció demasiado absurdo el vivir toda una vida de obediencia para acabar en un lugar en que se desnuda uno, pasa vergüenza y come manzanas para siempre. Cuando más tarde me hablaron de paraísos artificiales que venían en polvo, se vendían a precio de oro y se usaban a escondidas, me parecieron peor de necios en su búsqueda. Así fue como me aficioné a la idea de otros paraísos posibles, cotidianos, asequibles, y fui coleccionándolos hasta hacer un compendio del que extraigo este pequeño edén: Un gato joven elevando el lomo para frotarlo bajo el arco de tus pies mientras tomas el sol en la terraza, ambos desnudos sin vergüenza, sin serpiente, sin manzana y sobre todo sin que sea para siempre, que la eternidad me cansa.
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Querida lectora: En su amable correo me pide usted un “Inventario de lugares propicios para hacer el amor”. Permítame decirle de antemano que la expresión “hacer el amor” es hoy día sinónimo de muchas cosas, algunas muy diferentes al sentido que solía tener cuando empecé a escribir esta columna. A riesgo de parecer anticuada diré, si tal es su curiosidad, que el sitio que considero yo personalmente más propicio, siempre y cuando hablemos de lo mismo, es aquel en que te encuentras cuando el estrépito de tus pulsos cardiaco e iliaco disparan todas las alarmas y no queda más remedio que actuar de inmediato a riesgo de perder lo mejor. A todo comparar, me gusta decir que ese momento de oro es semejante al de la cocción de los huevos, (de gallina, claro): un minuto antes no están listos, un minuto después se pasaron. Si no versaba sobre mi preferencia personal la interrogante, diré entonces que todo depende con quién va usted a hacerlo y por cuánto tiempo; consideradas estas variables, algunas de mis elecciones serían: Con alguien depresivo: en el hospital. Con un tipo alegre: en la montaña rusa. 17
Con un pariente: en casa de la abuela. Con alguien más joven: en un campus arbolado. Con alguien más viejo: en un campo de golf. Con un canalla: en la penitenciaría. Con un vecino: en la cochera. Con un amigo: en el sofá. Con un gastrónomo: en la alacena. Con un tímido: bajo el mantel. Con un presumido: frente al espejo. Con un aventurero: en el panteón. Con un guapo desconocido: en sueños. Contigo misma: donde tú quieras. Esperando que incremente usted la lista citada con nuevas y regocijantes posibilidades, le deseo mil y un descubrimientos. Miss Elánea
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Giro Lo que dejamos atrás voluntariamente suele parecerse a lo que nos espera. Como un irremediable giro de rueca hilando la madeja. Para romper el hilo basta con dejar atrás involuntariamente y con desgarro lo que quisiéramos conservar atado. El futuro se encargará entonces de mostrarnos que nada es para siempre.
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Algunos instantes aleatorios Cuando dices “en algún momento”, puedes estar evocando el pasado o hablando del futuro o quizá solo matando el tiempo. Tengo mucho que contar sobre el tema pero solo diré tres palabras: no fue así. Mi vida fiscal ha sido infinitamente más tortuosa que mi vida sexual. En esta vida no seré viuda. Tu olor ha ido cambiando pero me sigue abriendo el apetito. El último kilómetro antes de la playa ya es la playa. La luna y sus muchos cuartos. El lado frío de la cama. Aprender con deudas el valor del dinero. En esta ciudad el paisaje carece de urbanidad. 20
Esa cancioncilla. Los pueblos autosuficientes suelen circular en bicicleta. Otro yo. Dios los hace y ellos se buscan en Internet. Mi perro se cree gato.
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Mientras preparaba el caramelo pensé/ qué delicado es esto/ lumbre sobre azúcar/ chirriando en el fondo cobre de la cazuela/ estrellitas en contrapunto de iridiscencia intensa/ sobresaltadas motas amalgamadas unas sobre otras/ mudando primero su estructura luminosa en esferas de oro pálido/ mientras algunas/ muy pocas/ gotas de agua las atraen hasta diluirlas/ el color entonces va siendo más intenso/ se desprende una promesa de dulzura / con el perfume elevado en humo y de pronto/ el inminente peligro de que se agarre para siempre/ levantar la cazuela/ soplar/ mezclar/ esperar/ probar/ cerrar los ojos/ sentir que la lengua y el paladar reciben lo que nuestro valiente corazón merece.
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Versiones Me compré un loro y una panga, llevaré tripulantes audaces y bogaremos sin escrúpulos por mares ajenos. Seremos malos de mil amores. Esa es mi versión favorita de Pirata. Verme proyectada de perfil en el muro rugoso de una cueva, sentir en el cuerpo el vaivén del fuego, sombra, luz, sombra. Esa es mi versión favorita de Primitivo. Puedo jurar que no te olvidé nunca, que mi corazón sigue siendo tuyo de alguna extraña forma ineludible y eterna. Puedes creerme. Esa es mi versión favorita de Actriz de carácter. Me miro en el espejo y veo la cama destendida. Duermes. Me acomodo en el lado oscuro de la almohada y entro en tus sueños. Esa es mi versión favorita de Fantasma. Yo, aquí, en el lugar que ocupaste en mí. Esa es mi versión favorita de ti.
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Mi punto es de cord贸n de bola de turr贸n de nieve de caramelo claro de caramelo oscuro de ebullici贸n de glaseado suave de glaseado cristal de merengue de pomada de emulsi贸n de espuma
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Islarias Algunas islas son tan presuntuosas que se creen continentes. Amo tu soledad de isla sin dueño. Algunas islas muy vírgenes ocultan una pasión volcánica. A cada isla le llega su náufrago. Tenemos islas con y sin tesoro.
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Te amarĂŠ en breve
Nadie resiste al suave desliz de una palabra hermosa descendiendo oĂdo abajo.
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Hace tiempo que no sé de ti, pero tampoco sé de mí. ¿Qué habrá sido de nosotros?
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—Mis historias de amor han sido breves pero intensas, presumió el galán de pacotilla. —Me alegro mucho, sonrió ella, contaré hasta tres.
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El Ăşltimo en rebelarse no es necesariamente el mĂĄs obediente. Es el que tarda mĂĄs en entender la orden.
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Un animal tan libremente sucio, que asuma ser el sin贸nimo de la falta absoluta de higiene, no puede ser solo sabroso, es mucho m谩s, es delicioso, casi humano.
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Entre ellas existe más que un interés común, ellas son su propio, su único interés. Son totalmente ellas.
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Los que hablan poco mienten mejor.
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Espera un poquito, te amarĂŠ en breve.
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Fui, solo yo sé a dónde, solo tú sabes a qué.
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Los enamorados no se cansan, los cansados no se enamoran.
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Si todos fuéramos hermosos, ¿quién apagaría la luz?
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No dejarse llevar, 驴pero a d贸nde?
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Si no vas a usarlo, Âżes inĂştil?
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ÂżQuĂŠ tan conceptual puede ser helarte?
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Un poco más de ti y no quedará nada de mí.
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Se cambian s贸lidos principios por amplia liquidez.
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Aquella Venus de impostura usaba extensiones de cabello, silic贸n en pecho y gl煤teos y ol铆a a pastilla de jab贸n color de rosa.
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No sĂŠ cuĂĄl mitad tuya prefiero, le dijo la amazona a su centauro.
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La delicia de los marinos ha sido exagerada por las sirenas, dijo la leona de mar, escupiendo los restos del Ăşltimo naufragio.
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Aparte de su reputación en el ámbito sexual y algunas dotes musicales, los faunos y su entorno silvícola llevan una vida poco sustentable. De hecho están en vías de extinción.
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Cuando empez贸 a dejar crecer su ego, las musas tuvieron que dormir en otro cuarto, despu茅s en el s贸tano y finalmente dejar el domicilio. El 煤ltimo en enterarse fue su editor.
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Adonis vive solo, Apolo va al gimnasio, Narciso al psiquiatra. Titรกn come y come todas las noches.
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Hoy día Galatea es una muñeca y Pigmalión la desinfla cada noche.
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A la tercera vez que me rompi贸 el coraz贸n, entend铆 que la vida pasa fractura.
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Mi pasi贸n por 茅l viajaba en sentido contrario: Desde entonces me amo.
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Botana Viril se termin贸 de imprimir en los talleres de Editorial Pandora en julio de 2014, en Guadalajara, Jalisco, M茅xico. Esta edici贸n consta de 100 ejemplares. Para su formaci贸n se utilizaron las fuentes Didot y Daniela, 10 y 16 puntos respectivamente.
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