Verbum Vobiscum: III Domingo de Cuaresma

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Siguiendo la enseñanza del Evangelio- nos damos cuenta de algo: que Dios va a venir a la higuera de nuestra vida a pedirnos frutos. Y, ¿sabes cuáles son esos frutos? Son esos pequeños actos de caridad, una sonrisa, tener paciencia, un favor para tus compañeros, amor, alegría, paz, obediencia, respeto, felicidad, amabilidad, bondad y dominio propio; que le agradan tanto a Jesús. Jesús, en esta cuaresma quiere acercarse a nosotros y pedirnos ese amor auténtico que debemos llevar en nuestro corazón.

¿Qué frutos podemos dar? ¿Restauración de la armonía de la relación con quién? ¿Pedir perdón a quien? ¿A quien perdonar?

Escribe debajo de cada higo solo una cosa de los frutos que puedes dar y que vas a cumplir al pie de la letra, que no se va a quedar en buenos deseos. Ejem: pequeños actos de caridad, una sonrisa, tener paciencia, un favor a los demás, amor, alegría, paz, obediencia, respeto, felicidad, amabilidad, bondad y dominio propio. ¿Cuál te gusta? ¿Hay mas? ¿Cuál? ¿Restauración de la armonía de la relación con quién? ¿Pedir perdón a quien? ¿A quien perdonar? Llena el árbol de frutos Diócesis de Querétaro. Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús Templo de Santa Clara Ediciones “Verbum Vobiscum” 2013

Tercer Domingo de Cuaresma

† Lectura del santo Evangelio

3 de marzo de 2013

según san Lucas 13,1-9

En aquel tiempo, algunos hombres fueron a ver a Jesús y le contaron que Pilato había mandado matar a unos galileos, mientras estaban ofreciendo sus sacrificios. Jesús les contestó: “¿Piensan ustedes que aquellos galileos, porque les sucedió esto, eran más pecadores que todos los demás galileos? Ciertamente que no; y si ustedes no se convierten perecerán de manera semejante. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿piensan acaso que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Ciertamente que no. Y si ustedes no se convierten, perecerán de manera semejante. Y les dijo esta parábola: “Un hombre tenía una higuera plantada en su viñedo, fue a buscar higos, y no los encontró. Dijo entonces al viñador: -Mira, tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué ocupa la tierra inútilmente?- Pero el viñador contestó: -Señor, déjala todavía este año; voy a aflojar la tierra alrededor y la echaré abono, a ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortaré. Palabra del Señor. MEDITACIÓN. Hacemos un rato de silencio, para que la Palabra de Dios pueda anidar en nuestros corazones... a) ¿Cuál es el punto del texto que más te ha gustado o llamado tu atención? ¿Por qué? b) ¿Cuál era la interpretación popular de estos dos hechos? c) ¿Jesús no está de acuerdo con la interpretación popular de los hechos? ¿En qué modo? d) ¿Cuál es el significado de esta parábola? ¿Hay conexión entre la parábola y el comentario de los hechos? e) ¿Cuál es el mensaje de este texto para nosotros, que hoy debemos interpretar los signos de los tiempos?


Para profundizar en el tema ¿Qué harías? ¿Cortarías la higuera? ¿Qué crees que Jesús estaba tratando de decir con esta historia? ¿Podrías ser tú la higuera? En nuestra lección bíblica de hoy, Jesús nos enseña acerca del perdón de Dios. Jesús nos cuenta acerca de un hombre que ha visto una higuera en su viña. Fue a la viña esperando encontrar higos en el árbol, pero no había ninguno. Le dijo al hombre que cuidaba de la viña: “Mira, ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no he encontrado nada. ¡Córtala! ¿Para qué ha de ocupar terreno?” “Señor, le contestó el viñador, déjela todavía por un año más, para que yo pueda cavar a su alrededor y echarle abono. Así tal vez en adelante dé fruto; si no, córtela." En esta historia el dueño de la viña es Dios. El viñador, el que cuida la viña, es Jesús, y el árbol representa los hijos de Dios. Dios tiene toda la razón para esperar que sus hijos produzcan buen fruto. ¿Qué clase de fruto? Cosas como amor, alegría, paz, paciencia, obediencia, respeto, felicidad, amabilidad, bondad y dominio propio. En ocasiones no producimos esa clase de fruto, pero tenemos a un Dios amoroso y perdonador. Al igual que el dueño de la viña le dio a la higuera una segunda oportunidad, Dios nos da una segunda oportunidad también y es importante que sepamos que no tenemos que hacerlo solos. El que cuida la viña ayudó a la higuera trabajando la tierra y añadiendo abono. Cuando permitimos que Jesús trabaje en nuestras vidas, él nos ayudará a producir la clase de fruto que Dios espera de nosotros. ¿No te alegras de que tengamos un Dios amoroso y perdonador que nos da una segunda oportunidad?

El campo se transforma... y da fruto. ¿Y nosotros? Observa la naturaleza, los árboles en invierno poco a poco perdieron sus hojas; las más fieles se quedaron regadas sobre el suelo, pero la mayoría se fue con el viento. Los árboles ya no eran más verdes ni amarillos ni anaranjados como en las estaciones pasadas, ahora eran grises y a veces blancos si caía la nieve. Al iniciar la primavera mira como se trasforma. La primera señal del inicio de la primavera es que los árboles se vuelven verdes. La hierba se vuelve verde. En nuestra vida, al igual que la naturaleza, necesita renovarse. También, nosotros necesitamos de un proceso de renovación. La cuaresma coincide con el inicio de la primavera. La Cuaresma, es un tiempo para renovarse.

Pero en la parábola de hoy, Jesús mas que árboles verdes, llenos de hojas, pide frutos. ¿Qué frutos de cambio está esperando Dios de nosotros en esta Cuaresma? De la Exhortación Pastoral del Episcopado Mexicano sobre la misión de la Iglesia en la construcción de la paz, para la vida digna del pueblo de México “Que en Cristo Nuestra Paz México tenga Vida Digna” del 15 de febrero de 2010 No. 157. Los discípulos de Jesucristo no podemos olvidar la finalidad de la misión que nos ha sido confiada: «los he destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca» (Jn 15,14). El fruto que permanece es todo lo que sembramos, en nombre de Cristo, en el espíritu de las personas: el amor, el conocimiento; el gesto capaz de tocar el corazón; la palabra que abre el alma a la alegría del Señor. La alegría del discípulo es antídoto frente a un mundo atemorizado por el futuro y agobiado por la violencia y el odio.


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