POR CIERTO
Un túnel de esperanza
S
arajevo tiene mucha historia. Es la capital de la actual Bosnia y Herzegovina en la antigua Yugoslavia. Sus orígenes son prehistóricos y su desarrollo estuvo fuertemente marcado por los imperios otomano y austrohúngaro. Ubicada en un valle rodeado por los Alpes Dináricos, es un punto de encuentro para las religiones, una de las pocas ciudades europeas donde se encuentra una mezquita, una iglesia católica, una iglesia ortodoxa y una sinagoga en el mismo vecindario. En el año 1914, en una esquina cerca del Puente Latino que cruza el río Miljacka, un serbobosnio de diecinueve años llamado Gavrilo Princip asesinó al archiduque de Austria Francisco Fernando y a la Princesa Sofía. Ésa fue la chispa que hizo estallar la Primera Guerra Mundial y produjo millones de muertes. En 1984, las Olimpiadas de invierno se llevaron a cabo en Sarajevo, por primera vez en un país del bloque oriental comunista.
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Una distinción lamentable
Sarajevo también se conoce por ser la capital europea que ha sufrido el asedio militar más largo de la historia. Bosnia y Herzegovina declararon su independencia cuando Yugoslavia se desintegró en 1992. Luego la ciudad fue sitiada primero por el Ejército Popular Yugoslavo y después por la República Srpska —serbobosnios apoyados por el país vecino de Serbia. Durante los cuatro años de asedio, Sarajevo fue indiscriminadamente bombardeada con proyectiles de artillería y rondas de francotiradores desde las montañas a su alrededor. 13.952 personas, incluyendo a 5.434 civiles, fueron asesinadas. La ciudad estaba rodeada casi por completo. Incluso el aeropuerto internacional controlado por la ONU dentro del perímetro permitía sólo envíos de alimentos y prohibía el uso de armas para los sarajeveses ya en desventaja. Todo parecía indicar que los bien provistos serbios eventualmente agotarían a los asediados ciudadanos. Sin embargo, entre marzo y junio de 1993, trabajando 24 horas al día con herramientas manuales, el ejército bosnio cavó un túnel secreto de aproximadamente 1,5 metros de alto y un metro de ancho bajo el aeropuerto para conectar a Sarajevo con el resto de Bosnia y Herzegovina. A través de este “Túnel de la esperanza” de 785 metros de largo, los sarajeveses recibían comida, armas y periódicos, y quie-
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nes necesitaban salir podían hacerlo. Se instalaron un oleoducto, líneas de teléfono y un cable de electricidad, y eventualmente los suministros se transportaron en carros sobre una pequeña vía férrea. La casa donde se escondía la entrada sur del túnel ahora es un museo. Una parte del túnel se ha conservado para que los visitantes experimenten su paso.
El nombre del túnel refleja lo que más proveyó: esperanza para un pueblo sufrido a punto de caer.
Esperanza en la Biblia
En la Biblia, la esperanza (esperar algo con confianza) es un regalo de Dios. Se desprende de nuestra fe en las promesas de Dios, que son certeras. Efesios 4:4 dice que los cristianos somos “llamados en una misma esperanza de [nuestra] vocación”, lo cual se relaciona con nuestra convicción en “un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos” (vv. 5-6). Esta esperanza también está conectada con la presencia del Espíritu de Dios y la unidad de los creyentes. Para quienes tienen estas cosas, el mejor de los futuros es una certeza. Por eso Cristo les dijo a sus discípulos que debían “orar siempre, y no desmayar” —que nunca perdieran la esperanza (Lucas 18:1). Pase lo que pase a nuestro alrededor o en nuestra vida, en medio de este mundo cada vez más caótico, podemos confiar en las promesas de Dios. Ellas son nuestro túnel de esperanza hacia un futuro maravilloso. —Joel Meeker
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