::AMORES Y OTROS OASIS::

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AMORES Y OTROS OASIS.

DÍSCOLA #4 Amores y otros oasis.


Díscola #4


Amores Y otros oasis.

::Textos Ana GE:: ::Ilustraciones DesirĂŠe Cavanillas::

Amores y otros oasis.


Díscola #4


A todos mis oasis. La que avisa no es traidora. O sí

Aviso de que estos textos están escritos de manera intencionada en femenino. ¿Por qué? Porque escribo desde un marco de referencia, que es el mío: mujer cisgénero, blanca, europea y de clase obrera. Marco que creo que debe ser tenido en cuenta, porque influye en lo que pienso, en lo que vivo, en la forma en que entiendo el mundo, y por tanto en lo que escribo. Porque me parece subversivo, y necesario, nombrarnos y sentirnos representadas en los textos que producimos. Y porque me da la gana. Por tanto, utilizaré el femenino tanto para referirme a mi experiencia personal como para hablar en términos genéricos. En el caso de utilizar el masculino, será para referirme de forma específica al sujeto hombre cis, blanco y hetero. Amores y otros oasis.


Díscola #4

Maldita RAE

Real Academia Española: Amor 1. m. Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser. 2. m. Sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear. 3. m. Sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo. ¿Y si nos repensamos el significado del amor? ¿O más bien, de los amores? Amores que no compitan por escalar en una jerarquía que le da más valor a unos que a otros, amores que no sean una amenaza para otros amores. Amores que no sean amores en mayúsculas o minúsculas, sino ni más ni menos que amores, plurales, todos. Es urgente acabar con creencias e ideas erróneas sobre el amor, nos va la vida y la felicidad en ello: no somos la mitad de nadie ni de nada, no nos hace falta el amor para sentirnos completas y desarrollarnos, esto genera una idea de dependencia, que nos aísla del resto de redes de apoyo y cuidados. Si desmontamos este sistema jerarquizado y competitivo de afectos y planteamos un esquema en red y en horizontal, viviremos amores no excluyentes, construidos en base a la ética de los cuidados, la solidaridad y el apoyo mutuo.


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Díscola #4

Natural, como el yogur

Analizar y criticar el sistema heteronormativo, el amor romántico o la monogamia es necesario porque al presentarse éstos como las únicas opciones posibles y naturales, y en consecuencia obligatorias, se invisibilizan todas las demás alternativas que existen y que al sistema no le son útiles. Nada tiene que ver con juzgar las prácticas afectivas y sexuales de cada persona. El problema no es que solo quieras follar con una persona, el problema es que te han dicho que debes querer follar solo con una persona. Y que fuera de eso, lo que hagas será socialmente reprobable, poco ético, o incluso penalizado. Si desde pequeña en las estanterías del súper, en los anuncios, las películas y las canciones solo has visto yogures naturales, ¿cómo vas a saber que existen los yogures de piña? Normalmente tendemos a pensar que las normas amorosas, morales y sexuales occidentales son las normales, las que siguen los dictados de la naturaleza. La Ciencia se ha encargado de legitimar esta visión, hasta llegar incluso a afirmar que el mito de la monogamia y la fidelidad sexual es una realidad biológica y universal, negando su carácter cultural. El significado del amor es cultural, algo construido y aprendido a través de diferentes medios. Todo este aprendizaje tiene un marco macro que es la sociedad patriarcal en la que vivimos. El amor romántico, como todas las construcciones creadas social y culturalmente, está atravesado por una ideología hegemónica.


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Díscola #4

Las principales características de la ideología romántica burguesa son las que justifican y sostienen un sistema basado en la pareja monógama, estable, heterosexual, regulado, entre adultas, orientado a la procreación dentro de la familia nuclear y bendecido por la Iglesia y el Estado a través de la institución del matrimonio. La institución del matrimonio, que ya fue definida en relación con la teoría del contrato sexual por Carole Pateman, que suponía un pacto entre los hombres heterosexuales para distribuirse entre ellos el acceso al cuerpo femenino fértil, fue considerada por Emma Goldman como un estamento en el que una mujer “paga por él con su nombre, su privacidad, su autoestima, su propia vida.” Para Aleksandra Kollontai, el matrimonio legal tiene en su base dos principios que lo envenenan y que afectan de igual modo a hombre y mujeres: su indisolubilidad (“la indisolubilidad se funda en la idea contraria a toda ciencia psicológica de la invariabilidad de la psicología humana en el transcurso de la vida impide que el alma humana se enriquezca con otras experiencias amorosas”) y la idea de propiedad con respecto al cónyuge, capaz de estrangular la relación más apasionada. Emma Goldman decía que el amor romántico te aísla, te separa de las demás. Un amor exclusivo y excluyente, en el que te instalas para defenderte de la vida que nos machaca y que nos duele, junto con esa persona, nosotras contra el mundo. Puede que por eso dé tanto miedo la pérdida, la amenaza del cambio o de la sustitución, porque pierdes ese faro, ese oasis en medio del desierto. Y si se acaba, sufrimos buscando otro que sustituya al anterior, que esta vez sí será el bueno, el verdadero y definitivo. Y por culpa de ese ideal del


gran y verdadero amor, no vemos que en el desierto no existe un único oasis, sino muchos que podemos encontrar mientras lo transitamos. El oasis es ese amigo con el que puedes pasar la tarde tumbada en el sillón viendo el jovencito Frankenstein, el oasis es esa amiga que te hace tortitas cuando estás triste, el oasis es la dosis de oxitocina de un orgasmo, el oasis es tener que detener el coche en medio de un camino porque no podéis parar de reír a carcajadas, después de tanto tiempo sin hacerlo. En el siglo XX, la teoría feminista denunció la función social del amor romántico como instrumento de dominación y de sumisión entre dos personas, y también como una herramienta de control social del poder patriarcal para influir y construir las emociones y los sentimientos de la población, especialmente la femenina. El ideal de exclusividad del amor surge de la ideología basada en la noción de propiedad privada. Para Kollontai el amor absorbente y exclusivo, que lleva a la pareja a aislarse de la colectividad, está en profunda contradicción con la ideología de la nueva clase y con la sociedad que pretende consolidar.

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Díscola #4


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Amores. Antídotos y resistencias contra el amor romántico.

Brigitte Vasallo se refiere a lo que comúnmente llamamos amor romántico denominándolo amores Disney, un término más adecuado por dos motivos: por un lado, al pensar en el amor romántico y su crítica, surgen resistencias por asimilar que el término se refiere a los actos románticos, que no son negativos per se (no tiene nada de negativo que te traigan el desayuno a la cama o que te hagan mimitos después de follar) sino que es el sistema el que debe ser analizado y criticado dado que sustenta de manera perversa las relaciones de género y violencia que se dan en el sistema patriarcal, que alimenta el del amor romántico de forma interesada; por otro lado, al aludir a la idea de los amores Disney, podemos configurar con cierta facilidad una idea que escenifica con terrorífica precisión ese sistema al que nos enfrentamos, escenificado en el síndrome de Estocolmo de Bella en “La Bella y la Bestia”, o la infantilización de la sirenita que para huir de la tutela de su padre, abandona todo su mundo para pasar a estar bajo la tutela de su príncipe. Atrapada en un mundo en el que siente que no encaja y del que solo podrá escapar pasando a estar bajo la tutela de otro hombre, y después de haber competido con otra mujer que también pretende seducir al perfecto príncipe, tan espabilado que no es capaz de distinguir a una de otra hasta que se ponen a cantar. Las ideas y mitos del amor romántico con que tanto nos bombardean, no crean más que desigualdades en las relaciones de pareja y ponen las semillas para que se desarrolle la violencia machista.


Coral Herrera Gómez expone que el romanticismo es el mecanismo cultural más potente para perpetuar el patriarcado, y señala que la lucha contra la violencia machista debe incluir la consolidación de otros modelos de relaciones. El amor romántico es la herramienta más potente para controlar y someter a las mujeres, especialmente en los países en donde son ciudadanas de pleno derecho y donde no son, legalmente, propiedad de nadie. “Este “amor”, cuando nos llega, nos hace mujeres de verdad, nos dignifica, nos hace sentir puras, da sentido a nuestras vidas, nos da un status, nos eleva por encima del resto de los mortales. Este “amor” no es solo amor: también es la salvación. Las princesas de los cuentos no trabajan: son mantenidas por el príncipe. En nuestra sociedad, que te amen es sinónimo de éxito social, que un hombre te elija te da valor, te hace especial, te hace madre, te hace señora. Amamos desde el concepto de propiedad privada y desde la base de la desigualdad entre hombres y mujeres. Nuestra cultura idealiza el amor femenino como un amor incondicional, abnegado, entregado, sometido y subyugado. A las mujeres se nos enseña a esperar y a amar a un hombre con la misma devoción que amamos a Dios o esperamos a Jesucristo.”

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La responsabilidad afectiva y jardinería

Siempre me han gustado las plantas. Cuando era pequeña vivía en una casa con un jardín en el que pasé muchas horas jugando con mi hermana y comiendo las habas que cogíamos directamente de la mata. Recuerdo las tardes de verano en las que mi madre, mi hermana y yo íbamos en bici hasta el río, parando a contemplar a una yegua y su potrillo en una especie de ritual que repetíamos y recordábamos con cariño. El caso es que siendo adulta compraba plantas que me parecían bonitas y que se me iban muriendo una detrás de otra sin entender por qué. Me compré una bonita regadera de Ikea con la que las regaba de vez en cuando, mientras me preguntaba por qué se iban poniendo tristes y mustias si yo las regaba cuando a mí me parecía oportuno. Después de muchas pérdidas y otras tantas dosis de frustración, aprendí que no todas las plantas son iguales, como tampoco lo son las personas y las relaciones que establezco con ellas. Al aprender esto, también aprendí que la forma de conocer las necesidades de cada una de mis plantas era informarme sobre ellas antes de traerlas a casa, o al recibirlas si se trataban de un regalo, y no imponerles los cuidados que yo consideraba que debían recibir. También aprendí a observarlas, a ver qué me decían cuando las puntas de las hojas se ponían oscuras o secas, o si se empeñaban en crecer hacia una ventana si las había colocado en un rincón demasiado oscuro. Y sobre todo, dejé de comprar de forma compulsiva una nueva planta


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AMORES Y OTROS OASIS. RESISTENCIAS Y ANTÍDOTOS. LA JARDINERÍA ERA ESTO.


cada vez que moría la anterior, por más que en el supermercado siempre hubiese ofertas llamativas. No todos los días puedo darles toda la atención que me gustaría, ni es obligatorio dedicarles el mismo tiempo y energía a todas por igual, algunas necesitan que las riegue más a menudo que otras, limpiar las hojas secas, pulverizar las hojitas de aquellas que en ciertas épocas necesitan un cuidado extra... Pero todas necesitan que esté ahí para tener en cuenta sus necesidades, sus carencias, saber qué temperaturas les hacen bien o mal, en qué épocas necesitan más cuidados. Y si desaparezco de casa sin idear unos artilugios de autorriego, o al menos le pido a la vecina que pase a echarles un ojo, las plantas sufrirán. Puede que algunas mueran directamente, puede que otras pierdan buena parte de sus hojas o se queden lánguidas y apagadas, puede que los cactus aguanten. Pero sea como sea, a partir de entonces las cosas serán diferentes, porque no se puede obviar lo que ha pasado, se puede construir sobre lo que pase a continuación, ser responsable y hacerme cargo de que igual son demasiadas plantas para cuidarlas como merecen, puede que tenga que replantearme que hay algunas plantas con las que mi ritmo de vida no encaja y actuar en consecuencia, puede que se mueran hasta los cactus que se supone que no se le mueran a nadie y tenga que parar, reflexionar y empezar a enfocar la jardinería desde otra perspectiva. A veces, se te puede olvidar cuidar de alguna de tus plantas durante unos días. Al darte cuenta intentas recuperarla, pero entiendes que necesita un poco de tiempo para volver a estar como antes. Otras veces, la has descuidado tanto tiempo que, aunque se recupere, ya no volverá a estar igual. En ocasiones, tendrás que aceptar la pérdida y pensar en qué ha Amores y otros oasis.


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podido pasar y cómo hacerlo de forma diferente en otra ocasión. No me he convertido en una experta de la jardinería de piso de cuarenta metros cuadrados, ni mucho menos. Pero puedo decir con orgullo que la esparraguera y yo llevamos juntas más de ocho años, y que la planta del dinero crece frondosa y bella en la estantería desde hace más de tres, tanto que he podido cogerle unos poquitos esquejes para propagarla y multiplicarla. Aunque irónicamente seguimos siendo pobres.

_FIN_


Amores y otros oasis.


Díscola #4


Este e-zine nunca nació para ser digital. Si ahora lo estás viendo, es porque Ana GE, Desirée Cavanillas y Díscola Ediciones han sido tremendamente generosas al compartirlo con todas nosotras. En algún momento de este año incompleto, lo imprimiremos que es como lucirá mejor. Porque la belleza de este fanzine, a parte del contenido (obviamente), es el objeto en sí. Que como viene siendo habitual será en un A4, como participan dos fenómenas, un A4 para cada una de ellas; y estamos alucinando como nos ha cundido. Y como en un tamaño tan reducido han tenido cabida grandes dosis de reflexión, arte y trabajo. La creación colectiva es de las mejores cosas que tenemos en Díscola Ediciones (¡En Díscola Ediciones, nos gustan los juntones!, nuestro lema).

Edita Díscola Ediciones. Madrid, 2020

discolaediciones.wordpress.com Amores y otros oasis.


Díscola #4

DÍSCOLA #4 Texto Ana GE Ilustraciones DesirÉE Cavanillas


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