Armado no me tomes a la chacota

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La Es critora Gloria María Candioti Nació en Buenos Aires es profesora de Letras y trabajó como profesora de Lengua y Literatura en colegios secundarios. Coordinó talleres de lectura y escritura. Fue rectora de un colegio secundario por más de quince años y actualmente desarrolla, en ese mismo Instituto, proyectos de promoción de la lectura y escritura con niños y jóvenes. Es especialista en literatura infantil y juvenil. Participa del grupo de narradores Las de Monserrat dirigidas por Maryta Berenguer. Es codirectora de Parsifal Company, una compañía de teatro de pueblo. Participa de talleres de escritura en Siempre de Viaje. “No me tomés a la chacota” surgió del trabajo que realiza en ese taller. Su novela “El cuarto de juegos” fue finalista del Concurso de Literatura Infantil y Juvenil Julio C. Coba 2013. Editada en Ecuador por Libresa. La misma editorial publicó su novela juvenil “La tribu del relojero” en 2016. Su novela juvenil “Hola Princess” fue editada por Quipu en 2016. Su cuento “El hada de las flores” fue seleccionada por la Universidad Iberoamericana de León –México – para integrar una Antología de cuentos ilustrados. Editado en Argentina por la editorial De los cuatro vientos. También escribió cuentos con pictogramas para los más chiquitos: “El guerrero de las zapatillas verdes”, “El misterio de la plaza oscura” y “Los juguetes traviesos” en Salim ediciones. gloriacandioti@yahoo.com.ar www.facebook.com/GloriaCandioti

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Anita Dominoni Argentina naturalizada, nació en Bahia Brasil en 1974. Escenógrafa de la Escuela Nacional de Bellas Artes Ernesto de la Cárcova es además Caracterizadora Teatral del ISA del Teatro Colón. Trabaja como directora de arte en cine y tv de los cuales ha recibido dos premios como directora de arte en Festivales Nacionales e Internacionales como el Festival de Gramado y el Festival Internacional 3 fronteras. Como ilustradora colaboró con diferentes medios gráficos , periodísticos y editoriales como Revista Gourmet, Vida Simples Editorial Globo, diario A TARDE y Estado de Sao Paulo, Casa Malpensante de Bogotá Colombia, Editoriales infantiles Editorial Quipu, Maipue y Biruta entre otros. Vive y trabaja en Buenos Aires. Si de algo sabe Ana Dominoni sobre su primer recuerdo son los colores, manchas, hojas y también hojas de papeles asique pintar y hacer todo tipo de arte es lo que hace desde hace muchos años. Además tiene el privilegio de ser Argentina y nacer en un país tropical en un lugar como Bahia en Brasil. Con los colores que ya venía de ahí no faltó en maravillarse por otros tantos colores más el celeste y blanco pintaba y pintaba. Un dia fue a la Universidad del arte y aprendió a dibujar y crear escenarios. Además de vestir a todos los personajes pasó por el Teatro Colón donde le enseñaron como pintar caras y caretas y hasta hacer grandes y pequeñísimos pelucas y sombreros. Todo libro que dibuja es un mundo mágico con personajes propios y de otros autores que se embarcan en grandes historias para los más chicos de 0 a 99 años. anitadominoni@gmail.com www.facebook.com/anapauladominoni 7


Candioti, Gloria No me tomés a la chacota / Gloria Candioti; editado por Maryta Berenguer; ilustrado por Anita Dominoni; diseñado por Diego Berenguer 1a edición para el alumno. BahÌa Blanca : MB Editora, 2018. 72 p. : il. ; 21 x 14 cm. - (Viajeros, la juvenil de MB / Maryta Berenguer ; 1) ISBN 978-987-29028-9-6 1. Narrativa Juvenil Argentina. I. Berenguer, Maryta, ed. II. Dominoni, Anita, ilus. III. Título. CDD A863.9283

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No me tomĂŠs a la Chacota GLORIA CANDIOTI

Ilustraciones Anita Dominoni

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PRIMERA PARTE

NO ME TOMÉS A LA CHACOTA I Una de esas tardes quietas de pueblo, Marcos y Damián entraron a la tienda de Ramos Generales de Ña Chacota justo cuando un turista estaba comprando. —Los ramos generales no son un conjunto de flores que les ponemos a los bustos de los próceres que están en la plaza, no señor, se dice así porque acá vendemos de todo… como en botica. —¿Qué es botica? —preguntó Damián a su primo. —Esperá, escuchá. Y se acodaron sobre el mostrador. Ña estaba por comenzar una historia. Un turista maniobraba su billetera como si quisiera apurar el trámite del pago y, al mismo tiempo, miraba curioso a Ña y las estanterías atiborradas de objetos. 11


—¿Usted que es de la ciudá seguro que sabe qué es botica? Y sin darle tiempo al turista de afirmar o negar, Ña Chacota despachó la historia. —Hace mucho tiempo, pero mucho, Don Filiberto Botica llegó a un pueblo. Llegó solito, sin mujer, sin hijos. No se casó. Y puso una farmacia. Los del pueblo iban a lo de don Botica a comprar remedios y yuyos que aliviaban más que la curandera. Don Botica tenía todo lo que se le podía ocurrir y para cualquier mal: Sacacorchos para destapar tapones de oído, también usados para descorchar botellas de vino. Frascos con palabras curativas como “sana sana colita de rana” o “sal de ahí, maldito espíritu”. Aceites para los granos, usados también para condimentar un chancho y chuparse los dedos de lo rico que quedaba. Licores de caña y clavo de olor para evitar la caída del cabello y tomar un vasito en días de frío. En fin, en lo de don Botica se podía encontrar de todo, y todo, Señor, quiere decir de todo —Ña Chacota miraba fijo a los ojos de su oyente que no sabía si esa mujer hablaba en serio o le estaba tomando el pelo. El turista seguía dando vuelta sus billetes y miraba las estanterías como buscando algo. Seguramente esperaba un respiro de Ña para preguntar el monto de la cuenta. Ña lo ignoró. Las historias cuando empiezan a rodar no se paran, solía decir. 12


—Don Botica cuando no atendía la farmacia, salía a caminar por el pueblo. Los vecinos dejaban cosas en la puerta para que se la llevara el carro de la municipalidad. Él empezó a juntarlas. Cualquier cosa iba a parar a la farmacia de Don Botica. Pronto el negocio se convirtió en un caos de sillas, sillones viejos, botellas, papeles, escobas gastadas, frascos, herramientas rotas, baldes, libros y revistas. Orgulloso, Don Botica juntaba y decía que era coleccionista. Las clientas le sugirieron que ordenara y hasta se ofrecieron a ayudarlo. Pero él no quiso. Él sabía dónde encontrar cada objeto. Y no hubo caso, Don Botica no dejaba que nadie tocara su orden. Y no se sabía cómo pero, siempre, él encontraba lo que buscaba. Una mañana, una de esas clientas entró en el escritorio de su marido, y vio papeles sobre la mesa, libros abiertos en los sillones, la pava y el mate en el suelo. Con las manos en la cintura dijo: ¡Acá hay de todo como en lo de Don Botica! Y esa señora se lo contó a su vecinay esa vecina se lo contó a la otra y esa otra a otra.Y así muy rápido se instaló el dicho: hay de todo como en botica. —Porque cuando las palabras no quieren que se las olvide trabajan en la mente de las personas para quedarse — concluyó Ña. —¿Viste? Ña te explica con una historia —dijo Marcos. Damián no le contestó. Miraba a Ña con curiosidad.

A Marcos le sorprendió la sonrisa de su primo. 13


—¿Eh, te gustó? —Estuvo bueno. Ña terminaba de atender a su cliente que con la billetera abierta se acordó de algo que le faltaba. —Tiene un destornillador, señora. —No, acá no vendemos herramientas. Vaya a la ferretería, hombre. —Pero no era que acá se vendía de todo como en botica —dijo irónico el turista. —Yo no le saco trabajo a mis amigos —terminó indignada Ña. El negocio se había llenado de clientes que miraban divertidos la escena. Marcos y Damián compraron los hilos que les había encargado la mamá de Marcos. — Esta señora es rara—dijo Damián. —Es una genia. Sabe un montón. —¿Es como una narradora? Una vez vino una a mi cole. —No sé. Ella no cuenta para ganar plata. En el almuerzo, Marcos le dijo a su mamá que habían escuchado la historia de Don Botica. —Seguro había un turista. ¿Te gustó, Damián? —Estuvo buena. Yo solamente escuché una narradora en el cole y no le dimos bola. 14


—Ña es una persona muy especial. —Contale, ma. Mabel trajo otra bandeja de milanesas, sirvió más a los chicos y a su marido. Se preparó vino con soda. —Le decimos Ña Chacota, pero se llama Chavela Cota. —¡Qué nombre! —dijo Damián. —Se lo puso el papá por una cantante. Bueno, fuimos compañeras del Normal. Sus padres eran dueños de la tienda de Ramos Generales y estaban muy bien económicamente. En el colegio, Chavela no era muy capaz con los números y las ciencias. Le encantaban Historia y Literatura. Chavela decía que sabía muchas historias. Y aunque no lo crean, no las contaba, se las guardaba porque era muy tímida. —¿Y cuándo empezó a contar? —preguntó Damián. —Chavela se enamoró de un chico que había venido de la capital. Se enamoró tanto, tanto que en seguida se puso de novia. Todos le decíamos que tuviera cuidado. El muchacho no nos gustaba. Y finalmente el novio la plantó, tenía otra en la ciudad. Todos en el pueblo decían que el desgraciado la había tomado a la chacota. —La frase se usa para decir que uno jode a otro—explicó Marcos a su primo. —Algunos de nuestros compañeros, se reían y le decían Chavela Chacota. Ella sufría en silencio. —¡¿Se burlaban?! —se asombró Damián. —Eso pasó siempre. Unos que se creen no sé qué y mo15


lestan a otros. Y la pobre Ña se callaba y bajaba la cabeza para que no la viéramos llorar. Averiguó en los libros de su papá y en la biblioteca del pueblo qué significaba lo que le decían. Y descubrió que las palabras encierran historias. Eso la cautivó. Leía y leía todas las tardes. Fuera del colegio, apenas la cruzábamos. Yo creo que decidió que nunca nadie iba a darse cuenta de lo herida que estaba. Y para disimular decidió contar historias.

—¿Y pararon de cargarla?

Marcos miraba a su primo, desde que había llegado de la ciudad no lo veía tan despierto. A Marcos le habían encargado la tarea de entretener a Damián esas vacaciones. Parecía que no la había pasado bien ese año: sus papás se habían separado y había tenido problemas en el colegio. Sus notas habían bajado y estaba a punto de repetir. Los padres pensaban que era por la separación. Y Damián decía que sí, porque no quería contar lo otro. Prefería arreglarse solo. Mabel había convencido a su hermano de que se lo mandara durante el verano. Marcos y Damián eran de la misma edad y podrían pasarla bien. Además, lo ayudarían a estudiar. Y tal vez, Marquitos, pudiera averiguar más del problema en la escuela. —Pararon de pronto. A pesar del desplante amoroso y de las burlas, se la veía tan contenta. Entonces, los viejos empezaron a usar una frase antigua que tenía que ver con tomar16


se los problemas a la ligera y el dicho se mezcló con su nombre: mejor es tomarse las cosas como la Niña Chacota. Con el tiempo se comenzó a decir: hay que tomarse la vida como Chavela Chacota. La frase siguió dando vueltas por las calles del pueblo, creció, se paseó por las casas y finalmente se acomodó. Cuando una persona tenía problemas, otra le decía: hay que hacer como Ña Chacota. Y nunca más pudo desprenderse del sobrenombre. —¡Contás tan lindo como Ña! —dijo Marcos. —No hay comparación. —Basta de tanta charla. Estoy muerto —dijo el papá de Marcos. Ayudaron a levantar la mesa y lavar los platos, pero los chicos no se cansaban de preguntar acerca de Ña. Mabel sonreía: la cuentera los había fascinado.

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II Tal cual había dicho Marcos, Ña Chacota escuchaba una frase y arrancaba con una historia. Era el juego que había inventado para defenderse cuando el novio la plantó, explicaba su papá, don Demetrio Chacota. Después se le convirtió en costumbre. Los del pueblo sabían que había que tener cuidado con lo que se decía en presencia de Ña Chacota, porque si no se les iba la mañana o la tarde, escuchando. Por suerte en una ciudad tan chica, la gente tiene mucho tiempo. Damián le pidió a su primo que le presentara a Ña. Entraron al negocio. No había nadie. —Buenas tardes, Ña. Este es mi primo, viene de la ciudad. Te quiere conocer.Parece que le gustó tu historia. ¿No, Damián? Damián se ruborizó. Y no atinó ni a saludarla. A Ña Chacota no le importó. —¡Qué amable! Mucho gusto en conocerte. 19


Ña siguió limpiando objetos. —¿Usted estudia las historias? La narradora que vino a mi colegio nos explicó que hay que contarlas muchas veces para aprenderlas —dijo Damián. —Me salen así. Vienen de las palabras ¿sabés? —Es verdad. Cuando Ña escucha algo le sale un cuento. Aunque Damián estaba interesado en escuchar otra vez a Ña, le puso cara de no te creo nada de chico de ciudad y Marcos se vio en la obligación de demostrar. Ña Chacota había desaparecido detrás de una cortina. Marcos buscaba algo entre unos estantes repletos de objetos. Encontró una linterna con brújula. Justo cuando volvió a entrar Ña al local, Marcos le decía a su primo: —Mirá esta linterna, sale veinte pesos. Es una bicoca —dijo. Miraron a Ña como si estuvieran esperando a que se abriera un programa en la computadora. —Saben, a veces las palabras vienen de lejos. Bicoca viene del otro lado del mar. Las palabras buscan otras para no perderse en el pasar del tiempo. Esto le pasó a Bicoca que estaba destinada al olvido. Los chicos se sentaron en unos bancos de madera. Marcos le guiñó un ojo a Damián. —El conde Vistalmare era el dueño de un castillo muy chiquito. Estaba construido sobre una montaña. El conde y su fa20


milia tenían ínfulas de ricos y poca plata. Habían hecho construir ese castillito arriba de la montaña para que todo el mundo lo viera y creyeran que eran adinerados. Hicieron correr la noticia de que la región se llamaba Bicocca, por el castillo. Biccoca en italiano quiere decir “castillo en una roca”, y se escribe con dos c. Pero el Conde Vistalmare sabía que cuando su familia desapareciera nadie se iba a acordar ni de ellos ni del castillo. Y eso lo ponía de mal humor. Ña hizo una pausa mientras simulaba buscar algo en la caja. Los chicos no le sacaron la vista de encima. Ya los tengo conmigo, pensó. —La suerte ayudó un poquito al Conde Vistalmare para que Biccoca pasara a la posteridad, aunque no como él pensaba. En el siglo XVII reinaba Carlos V. ¿Qué saben de ese rey?

Marcos y Damián se miraron y encogieron los hombros.

—Muy poco —dijo Damián.

Ña continuó, estaba contenta de enseñarles.

—España dominaba parte de Italia y los franceses querían robarles a los españoles aunque sea un poco de tierra. Allá por el siglo XV, llegó a Biccoca el mariscal Lautrec con un ejército enorme y armados con picas—interrumpió Ña su relato—.¿Saben lo que es una pica? 21


—¿Un arma? —preguntaron tímidamente. — Las picas son unas lanzas enormes. Ya estaban apostados los soldados españoles. El general Colonna y el marqués Pescara armados con arcabuces, un arma moderna de fuego. La batalla fue sangrienta. Los franceses pelearon con esas picas puntudas que te atravesaban de lado a lado y los españoles con los arcabuces que hacían un agujero fenomenal. Los franceses no pudieron con los españoles. Además de perder, quedaron heridos o muertos. Y los españoles nada, nada grave se entiende y fue tan fácil la batalla que los soldados españoles, en otras guerras, decían ¡ojalá sea tan fácil como en Biccoca! Y Bicoca, como la usamos nosotros con una sola c, no quería ser olvidada y pasó a los comerciantes para indicar lo fácil de un negocio. En la mirada fija de los chicos, Ña veía unos soldados ensangrentados y a otros sucios pero ilesos. Y escuchaba a tanta gente haciendo negocios y diciendo: esto es una bicoca; lo que pide es una bicoca. Damián y Marcos saltaron en sus asientos cuando el timbre anunció otro cliente. Mientras Ña lo atendía, el hombre tomó del mostrador una estatuilla de una pareja bailando. Marcos codeó a Damián. Y los dos, expectantes, se acomodaron en la punta del mostrador. Desde esa platea esperaron la nueva historia.

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—¿Sabe la leyenda de la Yerutí? —Sí, Ña, ya me la contaste. Esto te lo llevo, es para mi gurisa que tiene que hacer algo para la escuela… algo con el chamamé. Entró una pareja de novios, de la mano, buscaban pilas para la cámara de fotos. Mientras Ña buscaba los pedidos, pensaba que era una buena ocasión para una historia de amor. Damián la miraba con curiosidad, mientras Marcos aprovechaba las interrupciones para buscar hilo y anzuelos para las cañas de pescar. Tal vez a Damián le gustaría ir al río. Ña empezó a cobrar y de pronto, soltó la historia: —Parece que el chamamé nació entre los guaraníes. Los jóvenes del pueblo cantaban y bailaban en todas las fiestas. El pueblo, cada noche ritual, se reunía bajo un enorme árbol. Formaban una ronda, hablaban y cantaban. Los ancianos eran los encargados de ordenar la charla y el canto que tenía que durar hasta el amanecer. Los más jóvenes, una vez, se atrevieron a comenzar un suave movimiento y terminaban danzando y canturreando “bajo la sombra estoy, bajo la lluvia estoy”, que en la voz de ese pueblo sonaba “Chaá-mai-me”. Las parejas se tomaban de las manos; los cuerpos se acercaban. El joven enlazaba a la dama suavemente por la cintura, daban tres pasos al frente, giros y contra giros. Más de una vez, nacía el romance.

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Ña suspiró y a los chicos les pareció que se le habían llenado los ojos de lágrimas. Ña se aclaró la garganta. —Hay muchas historias de amor con el chamamé. La que más me gusta es la del Yerutí. ¿Les cuento? No hizo falta que los chicos respondieran, Ña tampoco iba a esperar la respuesta. Yaguá y Yerutí se habían enamorado bailando el Chaámai-me. La noche del casamiento era fresca y serena. Buenos augurios para la pareja. Después de la ceremonia, la fiesta y el baile. Yaguá emocionado por la música le susurró al oído a Yerutí: —Vamos hasta el puente. La luna llena ilumina el río. Yerutí conmovida aceptó. Salieron a escondidas. La música subida al viento, los siguió. En el muelle que estaba a medio construir, se pararon a mirar el río encendido de luna. Yaguá tomó de la cintura a Yerutí y empezaron a girar. El amor danzaba en sus cuerpos. Y la brisa serena de la noche traía un susurro ancestral: bajo la sombra estoy, bajo la lluvia estoy. Entre giros y contra giros, llegaron al borde del muelle. Yaguá siguió bailando, perdió pie y cayó al río arrastrando a Yerutí. Los remolinos hicieron que Yerutí soltará la mano de Yaguá que empezó a girar con el agua. Mientras intentaba volver a la costa, lo vio sumergirse, salir, volver a sumergirse envuelto en agua y luna. Los gritos de Yerutí cruzaron el muelle y llegaron 24


hasta la fiesta. Ella logró agarrarse de un tronco. Gritaba pidiendo auxilio y entre lágrimas llamaba a Yaguá.

—YAGUÁ, MI AMOR. VOLVÉ. ¿DÓNDE ESTÁS?

Yerutí alcanzó a ver la cabeza de Yaguá cuando se lo llevaba la corriente. Se lanzó al agua para rescatarlo. Las familias se dieron cuenta de que la pareja no estaba cuando escucharon los gritos de la joven. Llegaron a la orilla justo en el momento en que ella también, se perdía arrastrada por la corriente. Otro suspiro necesario de Ña para retomar el aliento y disimular las lágrimas. Con un susurro, pronunció el nombre que se le había perdido hacía mucho tiempo. Los chicos no quisieron o no pudieron romper ese silencio. La historia de amor no había terminado. Ña continuó. A la mañana siguiente, la madre de Yerutí que se había quedado a llorar a su hija junto al río, vio posarse una paloma blanca. —Yerutí... —sollozó la madre. La paloma se posó en su mano, gorjeó un lamento y voló. Mientras vivió, la madre de Yerutí volvía al río para encontrar esa paloma blanca, su Yerutí. A veces la veía, posada en un pilar del muelle, mirando al río y cantando su lamento de amor. Los pescadores aseguran que en noches de luna llena, Yerutí aparece, se posa en un pilote, gorjea llamando a Yaguá y 25


su sombra cruza la luna. Ña se quedó en silencio con la vista perdida en un horizonte lejano. Marcos se sintió un poco incómodo y Damián miraba a Ña sin pestañear. Durante la narración, Damián evocaba a Jazmín con la historia de Yerutí. Era la chica que más le gustaba del colegio y la recordaba el día que la había encontrado sentada en la plaza con su pelo negro y sus ojos verdes llorosos —Es la historia de amor que más me gusta —dijo Ña de pronto—. ¿Ustedes están enamorados? Marcos se rió y Damián se puso rojo. Por suerte, le pareció que solo Ña se había dado cuenta. Esa noche en la cena, Marcos y Damián contaron la leyenda de la Yerutí. —La contó relindo —dijo Damián. —Yo pensé que me iba a aburrir con una historia de amor. Pero la contó…como bailando con las palabras —dijo Marcos. —¡Qué buena imagen! —dijo el papá—. Sí, las cuenta con sentimiento. —Hasta parecía que estuviera hablando de ella —siguió Marcos. —Como si la viviera —aseguró Damián. —Muchas veces, las historias cuentan de uno —intervino la tía Mabel—. A mí, alguna vez me pasa cuando Ña cuenta. Tiene como… 26


—Magia —terminó Damián un poco colorado. En el dormitorio, Damián buscaba en su computadora. —No hay buena conexión acá. —Es buena. —Leeeeenta. —Seguro que me vas a decir en la ciudad es mejor, más rápida. ¡Callate!—dijo Marcos y le tiró un almohadón a su primo. Damián contestó con una zapatilla directo en la pierna de Marcos. Se trenzaron en una batalla de almohadas, remeras, golpes y carcajadas. Marcos le tiró con la mochila y Damián quedó desparramado en el suelo. —Fue una bicoca ganarte. Los primos no podían parar de reírse. Se fueron calmando de a poco. —¿Qué te pasó en el cole? Mamá dice que tenés problemas. —¿Te pidieron que me preguntaras? —Bueno, sí, pero yo también quiero saber. Vos sos copado y estudioso. ¿Fue la separación de tus viejos? Damián se quedó en silencio un rato largo. Marcos no se atrevió a interrumpirlo. —Eso y un problema con unos pibes. Pero otro día te cuento, ¿dale?

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III El día era de calor intenso. Los chicos habían estado en la pileta del club. Cuando volvían a la casa, vieron a Ña en la puerta hablando animadamente con algunos vecinos. Ña los invitó a tomar una gaseosa. En el local, un ventilador de techo apenas removía el aire. Ña tenía muchos objetos en el mostrador porque estaba limpiando una de las vidrieras. Les pidió a los chicos que le trajeran, con mucho cuidado, una cacerola con una lejía que ella misma preparaba para pulir cobre antiguo. —¡Ayyy! Esto está re caliente. Ña, me quemé. Damián se reía. Marcos pensó que su primo, desde hacía unos días, estaba más contento. —No te rías, tarado. Me duele. —Les dije que tuvieran cuidado. —Y si agarraste la manija con la mano —dijo Damián. Ña buscó un ungüento y se lo puso a Marcos en los dedos. La quemadura no era grave. —En seguida se te pasa. Terminen la gaseosa. ¿Saben 29


de dónde viene la frase poner las manos en el fuego? A Damián se le iluminó la cara. Y Ña comenzó otra historia. —Los romanos echaron a Tarquino en el 510 antes de que naciera Nuestro Señor Jesucristo. Este Tarquino era bravo y soberbio. Los romanos no querían tener más reyes. Pero Tarquinio, no se fue así no más. Era etrusco. Buscó ayuda entre los suyos para acabar con la República que nacía en Roma. Logró el apoyo del Lars Porsenna. Y Porsenna instaló su campamento cerca de Roma y la rodeó con su ejército. Roma resistió. Pero llegó un momento que la situación de la ciudad era desesperada porque no tenían alimentos. Un joven llamado Mucio, un jovencito muy valiente, veía que su pueblo se moría de hambre. Y pensó que algo tenía que hacer. Se presentó ante el Senado y se ofreció para infiltrarse de noche en el campamento de Porsenna, disfrazado de etrusco, y matarlo. Los etruscos sin su jefe se irían. El Senado, primero pensaba que estaba un poco loco. Pero cuando la situación es desesperante hay que actuar. Y mirando a los chicos, para que no se perdieran, les preguntó: ¿No les parece? Marcos y Damián querían que Ña siguiera con su relato. Ña, como buena narradora sabía cómo poner un poco de suspenso. Fue a la cocinita y trajo más gaseosa helada. Revisó la mano de Marcos. —Dele, Ña, ¿qué pasó con Mucio? 30


Ña sonrió. Una de las cosas que más le gustaba de contar historias era esa, captar la atención de la gente. Tenerlos colgados de su relato. —Y le dieron permiso para hacer lo que quisiera, pensando que no volverían verlo. Mucio salió escondido de la ciudad. Cruzó el río nadando en plena oscuridad. Llegó a la otra orilla. —¿Se acuerdan de cómo se llama el río que está en Roma? —No importa el nombre, Ña, ¿qué pasó con Mucio? —No se acuerdan, mmmmm. ¿Se lo enseñaron en la escuela? Porque las maestras lo deben enseñar seguro, ¿serán ustedes que no estudian bien? —Tiber, río Tiber. Ahora contanos qué pasó —dijo Marcos. —Muy bien. Así me gusta. Los chicos la miraban impacientes. —Mucio se disfrazó de soldado etrusco y se infiltró en el campamento. Logró entrar en una tienda donde había un hombre que parecía importante, sacó una daga y lo apuñaló. Pero se equivocó. No era Porsenna. Lo rodearonen en un segundo los soldados, que tenían antorchas y lo amenazaron con quemarlo vivo si no decía quién era, cómo había llegado y cuántos había con él. Mucio, que no pensaba decir una palabra, y como creía qué iba a morir hizo el último intento por salvar a Roma. Y demostrando absoluta entereza ante ese ejército, le gritó en la cara al rey: soy ciudadano romano y me llamo Gayo Mucio. 31


Soy tu enemigo y sólo quise matar a un enemigo que se ensaña con nosotros. Puedes torturarme, quemarme y matarme, no temo al fuego ni a la muerte, pues tú vas a morir. En Roma somos trescientos los jóvenes conjurados, adiestrados para afrontar el fuego y la muerte, para nosotros el más alto honor es matarte. Igual que yo, ellos no temen ni al fuego ni a la muerte. Después de mí vendrán trescientos, uno tras otro, y siempre habrá un puñal oculto para ti. Y acercándose al fogón encendido, Mucio puso su mano derecha sobre las brasas y las llamas, y dejó que su mano se consumiera sin quejarse ni llorar ni gritar. Solamente dijo: “Poca cosa es el cuerpo, para quien sólo aspira a la gloria”. El rey contempló la escena aterrado y admirado a la vez. Por la valentía de ese joven, creyó que se enfrentaba a un pueblo sangriento y terrible, le perdonó la vida y lo soltó. Al poco tiempo, el Rey levantó su campamento y se fue. Los romanos llamaron a aquel joven “Mucio Escévola” que quiere decir Mucio “el manco” o “el que sólo conserva la izquierda”. Ña se detuvo. Los chicos, boquiabiertos. —¡Qué chabón!—exclamó Damián. —¡Qué loco! Lo que le debe haber dolido. —Es una historia de valentía —dijo Ña. —Yo escuché a mi papá una vez que dijo: “Pongo las manos en el fuego por mi socio”. Parece que se había mandado

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una grosa y mi viejo igual lo defendió. —A veces las palabras vienen de muy atrás, se mezclan en la memoria de la gente y salen un poco cambiadas. Los primos no paraban de comentar la historia de Mucio cuando volvían a la casa. Marcos se miraba los dedos apenas quemados y no podía entender cómo Mucio había soportado el dolor. —Un tipo reinteligente ese Mucio. Derrotó al Rey con una mentira. ¡Qué genial! —repetía Damián.

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IV —Dale, vamos a visitar a Ña —Damián le insistía a Marcos cuando pasaban por la Tienda. Damián y Marcos, todos los días, dormían hasta tarde, iban a la pileta o andar en bici y cuando volvían, por la insistencia de Damián, se les había hecho costumbre, pasar un ratito por la Tienda de Ramos Generales. Buscaban una historia que repetían y comentaban entre ellos. Dejaban las bicicletas en la vereda, al lado de las vidrieras repletas de mates, termos, imágenes de la Virgen y de San Cayetano, linternas, cuadritos, relojes, bombillas. Marcos disfrutaba compartir con su primo, la estaban pasado bien ese verano. Pero Marcos todavía no había podido averiguar qué le había pasado a Damián en el colegio. Una tarde, mientras esperaban que Ña terminara de atender a unos clientes o que, de pronto, comenzara una historia, Marcos le preguntó al pasar: —Todavía no me contaste lo del cole. 35


—No tengo ganas. No quiero pensar ahora en ese quilombo. —Pero no te vas a ir a tu casa sin contarme, ¿dale? Damián no contestó, estaba saludando a Ña que se había acercado. —¿Cómo están? ¡Qué calor hace! ¿No fueron a la pileta? —Sí, Ña pero tenemos que volver temprano a casa. Hay gente a la noche. —¿Saben alguna historia de los quilombos? Los chicos la miraron sorprendidos. ¿Los había escuchado hablar? Una genia esta Ña, pensó Marcos. —Pero, primero, ¿saben qué quiere decir quilombo? —¿Lío? —preguntaron tímidamente. —Ahora se usa así pero vieron las palabras vienen de lejos, de muy lejos y se van perdiendo y a veces, aparecen transformadas. Las palabras son como las personas, nos caemos, surgimos, nos caemos otra vez pero volvemos a resurgir. Los chicos otra vez acodados en el mostrador. Esta vez viajaron al Brasil de otros siglos. —Bankoo vivía en el quilombo de Ilheus. De esos lugares vinieron muchas historias. La historia de Bankoo podría ser la de cualquiera que ama la libertad. —Los quilombos eran campamentos de esclavos, ¿no? ¿Bankoo era esclavo? Algo leímos en historia —dijo Marcos. —Dejá a Ña que cuente —lo retó su primo. —Los quilombos eran el refugio de los esclavos que habían logrado ser libres. Algunos se convirtieron en verdade36


ras fortalezas. Bankoo era de raza negra pero había nacido en América, no recuerdo bien si en Brasil o Perú… Bueno, pero no importa dónde. Bankoo fue criado y educado por los curas. Le enseñaron música, idiomas, historia. Se crió como un joven culto. Pero la raza tira, se dice. Así que Bankoo decidió irse con su pueblo. Eligió el quilombo de Ilheus que estaba en un monte cerrado. En los quilombos, los negros libres vivían de la agricultura, de la artesanía, hasta se habían hecho armas y herramientas para cultivar. Se habían convertido es una especie de pueblitos donde podían vivir casi como en su país de origen. Bankoo pasó un tiempo tranquilo, disfrutando con los suyos. Era tan inteligente y sabía tantas cosas que pronto se convirtió en un líder. Cada tanto tenían que salir a defender el quilombo de las tropas portuguesas con un pequeño ejército que Bankoo había formado. Y conseguían desbaratar los ataques por lo ingenioso que era para hacer emboscadas. —¿Pero qué hacía, Ña? —esta vez interrumpió Damián. —Paciencia, ya va. A las historias hay que darles tiempo porque se tejieron atravesando muchos años. —Bankoo no soportaba la esclavitud. Tampoco le gustaba que sus hermanos sufrieran en los ingenios donde se procesaba el azúcar y que en aquella época usaban la mano de obra de los esclavos negros. Así que cada tanto, hacía de las suyas: organizaba una salidita, atacaba un ingenio y desparramaba esclavos libres por la selva. 37


Una vez , de noche, sin que nadie los viera, atravesaron el monte. Bankoo se acercó con sus hombres y rodeó el ingenio. En silencio, serpenteando llegaron hasta las puertas. Adentro, los esclavos estaban avisados de que Bankoo venía. Estaban despiertos y esperando la señal. Bankoo hizo un sonido de pájaro nocturno. Se abrieron los portones. Entraron y pudieron liberar a los esclavos que corrieron como locos por el monte y se refugiaron en el quilombo de Ilheus. Ña calló. Esperó con tranquilidad que los chicos hablaran. —¡Era un capo Bankoo! —exclamó Marcos. —¿Entonces, quilombo no es lío sino libertad?—dijo Damián. —Las palabras por algo se van entrelazando. Para defender la libertad, ¡hay que hacer un poco de lío! Damián esa noche estaba silencioso y pensativo. En cambio, Marcos hablaba y no paraba de contar la historia de Bankoo. Sus padres nunca la habían escuchado antes, así que estaban igual de entusiasmados que su hijo. En la cena, Marcos y sus papás planeaban una salida al campo. Los habían invitado a la chacra de Don Tomassio. —No me pierdo el asado de chancho ni loco este año —dijo el papá. —Vayan a lo de Ña a comprar un equipo de asado para Damián—dijo la mamá.

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—Vayan temprano, a las once salimos para el campo. Después de la cena, Marcos jugaba a Guerra de Piratas en la red. —Le puse Bankoo a mi pirata. —Es nombre de esclavo, loco, no de pirata. Marcos no le dio importancia al comentario. Damián estaba tirado en la cama, mirando el techo. Pensaba que Bankoo y Mucio habían sido tipos inteligentes y valientes. Si vivieran ahora los buscaría para defenderse del “Chancho”. Se sentía un cobarde, un idiota, que no era capaz de decirle al “Chancho” que dejara de molestar a su amiga y por eso Jazmín se había puesto tan triste.

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V A la mañana siguiente, después del desayuno, los primos salieron en bicicleta a la Tienda de Ramos Generales. Ña estaba abriendo. Se sorprendió por lo temprano. —Necesitamos comprar un equipo de asado para Damián. Mi papá se lo quiere regalar porque es su primer asado de chancho. —Ah, van a lo de Don Tomassio. —Siempre nos invita cuando carnea el primero —dijo Marcos mientras buscaba el equipo y pensaba que si Ña tenía una historia con el asunto del chancho, se les haría tarde. Damián estaba callado. Ña buscó en unos estantes altos, se le cayeron unos vasos y platos que los chicos levantaron, hasta que bajó con un estuche artesanal hecho con cuero. Lo abrió y le mostró a Damián el cuchillo y el tenedor con empuñadora de marfil decorado. De otra estantería, bajó un plato de madera grabado. —Éste me parece bien y es de muy buena calidad. Decile a tu tío que se lo dejo al costo así colaboro con el regalo. 41


—Gracias, Ña —dijo Damián. Y pasó lo que era inevitable, Ña dijo: —Y sí… a cada chancho le llega su San Martín. Damián y Marcos que salían, se pararon en seco. —Es una historia que viene de siglos antiguos, pero permanece en la mente de las personas como una frase que expresa un deseo o un… castigo. Ya no se pudieron ir. Marcos le mandó un mensaje a su mamá que estaban demorados y que pasaran a buscarlos. —En la Edad Media era habitual que alrededor de alguna fiesta religiosa, parece que la de San Martín de Tours, se sacrificaban cerdos para aprovechar su carne y hacer embutidos. Las familias más pobres con un chancho comían todo el invierno. Unos días antes de la fiesta de San Martín de Tours había que empezar la matanza. Juan Pedro había conseguido que su patrón le regalara uno y estaba ilusionado porque con esa carne podrían sobrevivir hasta que llegara la primavera. Unos días antes de la fiesta, Juan Pedro había llevado el cerdo a su casa para que su mamá y su abuela lo pudieran alimentar y prepararlo adecuadamente para la matanza. Una mañana, se levantaron y el chancho no estaba. Se lo habían robado. A Juan Pedro se le vino el alma a los pies. Su mamá y su abuela lloraban. ¡Cómo era posible que no hubieran escuchado nada! Esa mañana, Juan Pedro salió dispuesto a averiguar. No demoró demasiado en darse cuenta de que los hijos de Don Se42


verino, que eran bastantes malandras, lo tenían en su establo. En total había cuatro cerdos, demasiados para una familia que ni siquiera trabajaba el campo. —Se habían robado otros. ¡Qué desgraciados! —exclamó Damián. Marcos miraba la hora en el celular y esperaba que la historia terminara pronto porque su papá se iba a enojar si lo hacían esperar. A Damián no lo podría sacar de la Tienda y a Ña sería difícil pararla. —Juan Pedro pensó lo mismo. Y algo tenía que hacer, no podía dejar las cosas así. No podían robarse los chanchos porque Don Severino los acusaría y lo meterían en la cárcel. —Pero Severino primero se había robado los chanchos, es injusto. —No interrumpás, que nos vamos a quedar sin final, en un rato viene el viejo a buscarnos —lo retó Marcos que tampoco quería perderse la historia. —En esa fiesta un vecino o varios donaban a la Iglesia un animal para los pobres. Juan Pedro fue a ver al cura y le contó que ese viejo ladrón les había robado el chancho a varias familias pobres. El curita escuchó atentamente y dio su visto bueno a lo que proponía el muchacho. La matanza del chancho para los pobres empezaría a las ocho de la mañana siguiente. Juan Pedro se consiguió algunos amigos y en silencio robaron a Severino los cuatro chanchos. Imagínense cuando Don Severino se despertó y vio que 43


le habían robado. ¿Y ahora qué podía hacer? Si iba quejarse con el alcalde levantaría sospechas: cómo un hombre como él y con esos hijos vagos habían conseguido tantos cerdos. Tocaron las campanas de la Iglesia. La matanza del chancho de los pobres iba a empezar. Tenía que ir a la ceremonia de San Martín de Tours, nadie del pueblo faltaba. Terminada la misa, mataban el chancho para los pobres y después cada uno podía empezar con su carneada. Severino llegó a la plaza delante de la Iglesia y reconoció los cerdos que él había robado y no podía decir nada. El cura dijo al pueblo: “A Don Severino le fue muy bien este año. Donó cuatro chanchos para los pobres”. La plaza estalló en aplausos y alegría. —Acá viene Don Severino —dijo el curita. Todo el pueblo gritaba: “Bravo, bravo”. Don Severino mostró apenas una sonrisa mientras pensaba cómo iba a conseguir carne. No podía pedir. Todos creían que los había salvado y que además era rico. Juan Pedro y a sus amigos hicieron la matanza. Repartieron entre las familias que más necesitaban. Había arreglado con el cura que de su chancho él daría la cuarta parte a los pobres y lo mismo hicieron sus amigos. —¿Juan Pedro se quedaba con menos? —preguntaron los chicos. —Don Severino vio cómo se llevaban los animales carneados y no tuvo más remedio que volver a la Iglesia a la tarde para buscar su ración. Imagínense la sorpresa de Don Severino 44


cuando Juan Pedro y sus amigos le dieron casi la mitad de un chancho y el cura le dijo que los muchachos habían decidido darle un poco más de carne a él porque no querían que su mujer y sus hijos pasaran hambre. —Le dieron una lección…—terminó Ña. —Lo re ubicaron —dijo Marcos. —Yo conozco a un chancho que no es tan fácil ubicarlo —comentó Damián. —¿Y vos qué sabés de chanchos? Vamos a ver cómo lo carnean. —Me parece que Damián habla de otro tipo de chanchos —dijo Ña mirándolo con complicidad. Damián la miró ruborizado. ¿Ña habría descubierto lo que le pasaba? Un sollozo se le atragantó. —A cada chancho le llega su San Martín es una frase que se usa para decir que a todos nos llega la hora de rendir cuentas. A veces el significado no tiene que ver con cómo surgieron. Es como si las frases jugaran a las escondidas con las historias. —No te entiendo, Ña —dijoDamián. Sonó la bocina del auto del papá de Marcos y tuvieron que salir corriendo. —Después nos explicás Ña, ¿dale? Ña no escuchó, ya estaba atendiendo a otro turista y empezaba la historia de Don Botica. En la estancia de Don Tomassio, los chicos vieron como se carneaba un chancho. Marcos estaba fascinado, pero Damián estaba distraído. Y se repetía una y otra vez a cada chancho le llega su San Martín. 45


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VI El verano siguió tranquilo y con la misma rutina, salvo que Damián se puso a estudiar. Por la mañana se levantaba temprano, estudiaba, iban a la pileta, volvían, pasaban por la Tienda de Ramos Generales. Así todos los días. Un tarde, Damián decidió volver más temprano y pasó por la tienda. Encontró a Ña sola. La ayudó con unas cajas que había traído el despachante. Y en esa intimidad, Ña destejió, de a poco, la madeja enredada de la historia que Damián no se atrevía a contar. El año anterior, había llegado al colegio un chico que estaba en tercer año: el Chancho, le decían y era un patotero. Se dedicaba a molestar y a cargar, sobre todo a las chicas y en especial a Jazmín. Ña se imaginó lo importante que era esa chica para Damián. La molestaba en el chat, le mandaba mensaje de textos a cada rato. Cuando pasaba por al lado, le tocaba la cola o la agarraba de la cara para darle un beso. Ella se resistía. Un día Damián vio que el Chancho se había zarpado 47


con Jazmín, le había levantado la pollera en el patio. Damián se quedó como petrificado. Solo le pudo decir que la dejara de molestar aunque el tipo se merecía que le pegaran. —¿Qué pasa, bolú, querés pelear? Damián se achicó y el Chancho se rió. Desde ese día,también lo molestaba a él. Una vez le robó de su escritorio un trabajo práctico, otra vez le sacó las zapatillas en la clase de educación física y se las tiró a la pileta. Tuiteaba amenazas para él y para Jazmín. Puso una foto de Damián con cuerpo de burro en Facebook. Ña estaba sorprendida. Damián no se lo había contado a nadie. Algunos preceptores habían visto algo pero solo para retarlo un poco más de lo normal. Le dijo que no podía darles más problemas a los padres y en el colegio no podía demostrar nada. Ña lo entendía. Y quiso darle un consejo, a su modo. “Las historias te permiten conjurar tus miedos y tu soledad. El contador de historias nunca está solo. Te une a la gente y las historias te ayudan a comprender y quizás a actuar”, le dijo. Esa noche, Damián, también, siguiendo el consejo de Ña, le contó a Marcos lo que le pasaba en la escuela con el Chancho. Le contó de Jazmín y de todas las cosas que el Chancho les hacía. Marcos estaba sorprendido y preocupado. Las clases empezarían pronto. Damián le hizo prometer que no contaría nada a sus tíos, que él lo iba a solucionar, qué tenía una idea de cómo. Marcos no estaba tan seguro de quefuera bueno para Damián enfrentarse solo al Chancho, pero cumpliría su promesa de guardar el secreto. 48


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SEGUNDA PARTE

A CADA CHANCHO LE LLEGA SU SAN MARTÍN I Damián aprobó los exámenes y pasó de año. Estuvo unos días en la casa de su papá y no paraba de contarle las historias de Ña. Estaba contento y no parecía que los problemas que había tenido en la escuela el año anterior le preocuparan. Un tarde, de casualidad, se encontró con Jazmín en el shopping. Él la invitó a tomar un helado y a caminar por la plaza. Jazmín se asombró de verlo tan contento. —Te hizo bien el verano en el campo. —No es campo, es una ciudad chica del interior. La pasé re bien. Mi primo y mis tíos son copados. Pero Ña es genial. Y le contó de Ña y de sus historias. A Jazmín, por supuesto, le encantó la de Yerutí y Yaguá. —¿El Chancho te sigue molestando? —preguntó Damián. 51


—Me llama a veces por teléfono o se mete en mis chats. No sé cómo hace porque lo elimino y ya cambié de cuenta dos veces. —Alguno se la dará. Perdoname que no te defendí esa vez… —No importa, está todo bien. El Chancho es difícil. Si este año sigue así me cambio de cole. —Pero a cada chancho le llega su San Martín. Jazmín no entendió y Damián tampoco le explicó. Le dijo solamente que no se preocupara que ya se iba a arreglar el asunto del Chancho. Se quedaron hablando hasta tarde. La luna los miraba. Damián tenía que hacer un plan. Las historias de Ña iban y venían por su cabeza. Veía a Mucio escaparse por la noche, cruzar el río, infiltrarse en el campo enemigo y quemarse la mano. Somos trescientos. Veía a Bankoo indignado por la esclavitud de sus hermanos y lo veía poner toda su inteligencia para rescatarlos. Veía a don Bicoca solo y juntando porquerías. Veía al Conde Vistalmare tratando de aparentar algo que no era y que las cosas no le salieron tan bien como lo había planeado. Veía a Juan Pedro dándole una lección al viejo Severino. La noche antes de empezar las clases durmió bastante mal. Cuando su mamá lo despertó, musitó un “gracias Ña”. Ya sabía qué hacer. Inteligencia, estrategia y coraje era lo que necesitaba. 52


En el patio estaban formados todos los cursos. Damián miraba al Chancho que se reía con dos o tres de sus compañeros. Lo observó durante varios días, sin que lo vieran. No tiene muchos amigos, concluyó. También vio cómo molestó a cinco chicos de segundo, a dos de primero. Con los de cuarto y quinto no se metía. No molestaba a las chicas solo a Jazmín. Seguro que le gustaba. Creó una página en las redes: Bank Mucio. El avatar era una figura humana negra mostrando una mano quemada. Los días siguientes se dedicó a sacarle fotos al Chancho chorreándose la mostaza de la hamburguesa, metiéndose el dedo en la nariz o riéndose con la boca abierta mientras comía. Las posteaba en la red y ponía: “Este es el q nos jode jajajajaja”. El Chancho, furioso y desconcertado, había intentado averiguar quién era Bank Mucio pero nadie lo sabía. Gritaba avisando a todos que si encontraba a ese desgraciado lo mataba. Los demás no lo sabían pero aunque lo supieran no lo dirían: alguien se burlaba del Chancho y ese tipo era un capo. Un día, Damián posteó la foto del Chancho empujando a un chico de primer año en el baño. Por los likes que tuvo, Damián se dio cuenta de que era el momento de neutralizar al Chancho definitivamente. Empezó con su plan, mandando mensajes de texto a los esclavizados. Esto no puede seguir así. Tenemos que liberarnos. No podemos ser más los tarados del Chancho. Solamente cuatro chicos aparecieron en el campito atrás del colegio, media hora antes de la clase de educación física, tal como Damián les había pedido. 53


Damián les contó que tenían que destruir al Chancho, que no podían seguir soportando las cargadas y amenazas del tipo, que ellos no eran esclavos y tenían dignidad. Dejarlo inactivo para siempre. Para eso se necesitaba inteligencia y coraje. —El Chancho es jodido. Es capaz de darte una flor de paliza y que nadie se dé cuenta. —¿Alguno lo vio pegar? Porque a mí me parece que es como el Conde Vistalmare puro chamuyo. —¿Conde Vistalmare? ¿es de un comic? No lo tengo. —Una historia que me contó una amiga. Resulta que la familia del Conde Vistalmare eran muy condes pero sin guita. Construyeron un castillo de cuarta en la montaña. Hicieron correr el chisme de que la zona se llamaba Bicoca por ellos. Pero el chabón chamuyaba. Llegaron un ejército francés y otro español. Los españoles ganaron re fácil y desde ese momento decían que ganar había sido una bicoca por lo fácil. Todos lo escuchaban atentos. No sabían porqué pero Damián los captaba. Y ahora que los tenía con él, Damián siguió explicando su idea. —No tiene muchos amigos. Solo habla con uno o dos. —¿Cuál es tu plan? —preguntó uno interesado en una aventura. —Hay que buscar el momento adecuado. —¿Y cómo vamos a hacer para que venga al campito? —Mirá le pido a Jazmín que lo traiga. Y nosotros lo enfrentamos. 54


—Nos va a hacer puré. —No si le hacemos creer que somos muchos más. —El Chancho es un imbécil pero eso no se lo cree. —Yo me encargo. El resto de la semana la banda de Damián observó alChancho y se dieron cuenta de que tenía razón: eran pocos. Pero los peores del cole. No entendían porque los directores no hacían nada. Nunca le habían podido probar nada de las acusaciones de bullying, de los robos que ocurrían en el bar del colegio, o de las amenazas. Era muy vivo, el chabón. Y Jazmín no quería hablar. Decía que no quería preocupar a sus padres con un idiota. —Nosotros tenemos estrategia —repetía Damián. Damián le pidió a Jazmín que lo citara media hora antes del partido. Ella al principio no quería, le parecía inútil, que vas a hacer vos solo, te va a pegar. Ninguna de las razones de Jazmín lo convenció. —Y si te pasa algo, yo que hago —dijo Jazmín atrevida. Damián se emocionó tanto ante la casi declaración de la chica que se acercó y le dio un beso suave en los labios. Ella creyó haber escuchado algo como: no te preocupes mi Yerutí. Damián se acercó en un recreo a los alumnos de cuarto y quinto año. Les dijo que iban a darle una lección al Chancho. Se le rieron en la cara. —Apostemos. Van al campito y cuando yo les diga salen y se ponen atrás mío. No hagan nada. Si le gano al Chancho, ustedes nos dejan ganar el próximo partido. 55


—¿Y si te gana él que nos das, chabón? Damián pensó un poco. Claro algo había que dar a cambio. —Mi bici, mi play y la pelota de fútbol con el autógrafo de Messi, mi Mp4, mis posters, mi colección de comics… —dijo seguro. —Pará, chabón, tenés muchas cosas. —De todo, como en botica —dijo Damián muy serio. —Estás rejugado, chabón. Pero dale, trato hecho —dijo uno de quinto. Aunque le advirtieron que si mentía lo iban a destruir.

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II Había llegado el momento de la batalla. Jazmín había citado al Chancho como Damián le había explicado. Ella estaría en el campito, media hora antes de la clase, para decirle algo importante. Le advirtió que no llegara tarde. —¡Esta piba está conmigo! Me voy a re divertir con ella —les dijo el Chancho a sus amigos. Eran cerca de las cuatro. Damián y sus amigos, llegaron a la zona de la batalla. Damián les había dicho una y otra vez lo que tenían que hacer. Dos se escondían detrás del galpón donde se guardaban los equipos de deporte y esperaban la señal para aparecer. Otro se subía al árbol con la cámara filmadora y otro les daba la señal a los de cuarto y quinto en el momento justo. Y Damián se sentó a esperar. Siéntate pacientemente junto al río y verás pasar el cadáver de tu enemigo flotando. El refrán lo había leído en internet, le gustó y lo anotó. En las vacaciones de invierno tendría que preguntarle a Ña si sabía la historia de ese refrán. O tal vez se la contaría él. 57


Por fin apareció el Chancho con sus amigos. Se sorprendió de ver a Damián y no a Jazmín. —Andate de acá, bolú, me encuentro con una chica. Damián se paró tranquilo. —No va a venir, me mandó a decirte que no la molestes más. Te conviene. —¿Ah sí? ¿Y por qué me conviene? —preguntó el Chancho riéndose como una hiena. Los amigos de Damián, atrás del galpón, esperaban la señal. Y en el árbol, quieto muy quieto, Miguel filmaba. Ese Chancho gritaba tanto que la grabación saldría perfecta, pensó. —Porque te vamos a parar, sabés. Somos muchos. La señal. Los únicos dos que estaban detrás del galpón salieron. —Somos muchos más. Como veinte —dijo uno de ellos. —Están escondidos—dijo otro. Era la señal para que Sebastián corriera a avisar a los grandes que aparecieran. Damián escrutaba la cara del Chancho. El tipo no sabía qué hacer, movía nervioso las manos. Miraba a uno y otro lado. De pronto vio una hilera de chicos del colegio parados cerca del portón. Damián se dio cuenta porque el Chancho se puso pálido. —Te vamos a vigilar, y en cuanto molestes a alguien, vas a cobrar como un desgraciado. El Chancho se acercó a Damián y se puso cara a cara con él. Damián no se inmutó. —Mirá Chancho no molestes más a nadie porque no vas a saber de dónde te viene el golpe. 58


Y en ese momento, con una velocidad que desconcertó al Chancho, Damián le bajó los pantalones. —Y para que sepas, yo soy Bank Mucio —le dijo Damián. El Chancho se corrió para atrás y apenas pudo levantarse los pantalones mientras todos se reían y lo señalaban. Los amigos del Chancho se fueron rápido antes que se armara una pelea. —Por ahora, lo dejamos así pero cuidate porque los de allá no van a estar siempre. —Nunca vas a estar seguro. Pero si eso no te convence…Miguel, saludá. —Holaaa —saludó Miguel con la cámara filmadora en la mano. —Si molestás a alguien más ponemos este video en las redes y lo re posteamos. ¡Qué feo el Chancho aflojando delante de tres tarados y con los pantalones por el suelo! —Eso es trampa —dijo el Chancho. —¡Bue! El chabón pidiendo justicia de guerra. Mirá Chancho rajá de acá. Fue una bicoca ganarte—dijo Damián orgulloso como los soldados españoles después de la batalla. Los días siguientes, el Chancho los observaba pero Damián y sus amigos le hacían la señal de la filmadora. Y el Chancho desaparecía. Damián invitó a Jazmín varias veces a caminar por el parque. A veces paseaban de la mano. Otras veces se sentaban a tomar un helado y Damián le contaba de Ña y de sus historias. Y de cómo se había inspirado en los protagonistas para 59


enfrentar al Chancho. Jazmín se reía cada vez que Damián repetía: A cada chancho le llega su San Martín. El tren estaba llegando a la ciudad. Damián vio a Marcos en la estación con las bicicletas. Bajó ansioso, se saludaron con un abrazo. —Vamos a la Tienda. Esta vez la historia la cuento yo.

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Damiรกn

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Jazmín

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Ña Chacota

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Marcos

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Las fuentes de las frases usadas son: *100 palabras en la lengua de los argentinos. Publicación para el Encuentro Federal de la Palabra. Presidencia de la Nación, abril 2014, Tecnópolis. *Corominas,Joan.Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. Madrid, Gredos, 1987. *Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. http://lema.rae.es/drae/?d=drae&val=casa&x=11&y=14 *Versión libre de la leyenda del Yerutí recuperada de: http://www.region-litoral.com.ar/2012/10/la-leyenda-del-yeruti. html (Agosto 2014) 66


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Índice AUTORES Gloria María Candioti ................................... 4 Anita Dominoni............................................. 7 PRIMERA PARTE NO ME TOMÉS A LA CHACOTA I .................................................. 11 II .................................................. 19 III.................................................. 29 IV .................................................. 35 V .................................................. 41 VI .................................................. 47

SEGUNDA PARTE A CADA CHANCHO LE LLEGA SU SAN MARTÍN I .................................................. 51 II .................................................. 57

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www.mbeditora.com.ar MB Editora 72


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