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Un recorrido por el taller donde salvan la vida de estatuas y esculturas

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Funciona en Plaza Sicilia, dentro del Parque 3 de Febrero; también es un museo a cielo abierto que la gente puede visitar de lunes a viernes

Herácles apunta su arco a la familia de ciervos, ante la mirada de Diana Cazadora y otros seres mitológicos. El Gaucho Rivero emerge, desde atrás, como un gigante protector. Güemes, Sarmiento y San Martín observan la escena con gesto adusto y el Polaco Goyeneche se dispone a cantar un tango para apaciguar los ánimos. Muchos lo conocen como el Patio de las Esculturas, en el que es posible observar, de cerca, unas 25 piezas de arte que homenajean a muchos personajes históricos. Pero al mismo tiempo es una enfermería donde se restauran y recuperan las obras de arte de la Ciudad. Dentro de Plaza Sicilia (Avenida Del Libertador y Casares), surge el espacio destinado a Monumentos y Obras de Arte (MOA), un museo a cielo abierto y un taller en donde se restauran muchos de los más de 2400 monumentos, esculturas y obras de arte icónicas que suman valor a las calles, plazas y parques porteños.

El “jefe de enfermería” se llama Jorge Grimaz, un ingeniero civil que está al frente de un equipo de 25 expertos que salvan y reparan torsos, brazos, piernas y narices, mediante técnicas de reproducción y el posterior reemplazo de las piezas faltantes con materiales alternativos. También se encargan de borrar las huellas que la intemperie y el paso del tiempo dejan en las esculturas, que “envejecen” como las personas.

“Las recuperamos y tratamos de que vuelvan al lugar de origen, pero no siempre es fácil. La mayoría llegó por vandalismo y si no se modifican algunas cuestiones de seguridad, preferimos que están acá, a resguardo, para que el vecino venga y recorra el patio. Lo puede hacer todos los días a la mañana”, dice Grimaz, un apasionado del su trabajo que llegó a MOA hace 38 años para costear sus estudios universitarios y se quedó para siempre, maravillado ante ese mundo en el que conviven el arte y la restauración.

Entre las piezas icónicas y de enorme valor artístico que pasaron estos años por el taller estuvo El

En númEros

1952 es el año en el que se crea el patio de esculturas, que forma parte del patrimonio histórico de la ciudad porque en esos terrenos se encontraba, antiguamente, la quinta de Juan Manuel de rosas.

2400 son, aproximadamente, los monumentos, esculturas y obras de arte dispuestas a lo largo y ancho de la Ciudad. Los hay artísticos, políticos, patrios y culturales, que evocan la historia argentina.

25 son las obras que pueden verse, de 8 a 13 h., en el patio de las esculturas de la plaza sicilia. también es el número de personas que trabaja en el taller para restaurar las esculturas deterioradas o vandalizadas. mÁs información icónicas. Diana Cazadora, Familia de Ciervos y el Arquero, tres de las obras que se pueden ver en el Patio de las esculturas

Pensador de Rodin, que era vandalizado con pintura en aerosol. “Estaba enrejado, pero muy a mano. Se lo sacó, se lo limpió y se lo devolvió a Plaza Congreso. Lo que se hizo fue elevar la base a tres metros de altura para que no quedara tan al alcance. Lo tuvimos 3 meses, por suerte ahora está más a salvo”, cuenta Grimaz sobre aquel final feliz porque -insiste- la idea es que siempre vuelvan a su lugar de pertenencia.

“Cuando llega la obra al taller con algún faltante, se moldea en plastilina y arcilla en base a fotos de archivo y se empieza la reproducción en un material alternativo, como marmolina con cemento o acrílico que le da un aspecto similar al original –explica-. Si es bronce se puede aplicar resina poliéster coloreada. Pero si buscamos que conserve su material original, se lleva a una fundición particular para que hagan la reproducción en bronce”.

Es el caso de las familias de ciervos de Gardet que estaban en El Rosedal y se decidió restaurar las piezas que faltaban en su material original, y de Herácles, el Arquero, la magnífica obra de Boudelle -discípulo de Rodin-, que tiene resina en la parte del arco, pero la idea, de acá a dos meses, es que se haga también en bronce.

Con optimismo, el director del MOA asegura que no hay casos perdidos y que todo tiene arreglo. “En 1999 se robaron la Estatua de la Juventud en Figueroa Alcorta y Pueyrredón y la encontramos hecha pedazos en un volquete al otro día. Lo único que quedó entero fue el torso. El resto eran pedacitos que rescatamos y armamos tipo rompecabezas -recuerda-. Hicimos el molde y colocamos una réplica en el lugar donde estaba. Nosotros nos quedamos con la original. No hay imposibles, hay que encontrarle la vuelta, con cariño y pasión, todo se puede”, confía.

Disponible en: buenosaires.gob.ar/disfrutemosBA

Hay algunos casos que no son vandalizados pero al estar a la intemperie sufren un deterioro lógico, por ejemplo la acumulación de deposiciones de los pájaros, o las manchas negras por la humedad que le dan un aspecto avejentado. “Es parte de la naturaleza. Las obras de arte también sufren la contaminación ambiental y la erosión. Son todas las patologías que pueden aparecer después tanto tiempo en la intemperie. Los materiales se oxidan y las estatuas también envejecen”.

A pesar de que hay obras más valiosas que otras, a la hora de reparar Grimaz asegura que no hace diferencias: “Cada una tiene su valor y las tratamos a todas por igual, sea de un autor reconocido, de un ignoto o una reproducción”, sostiene el hombre que dedica su vida a salvar el patrimonio artístico de la Ciudad.

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