18 minute read
LA DIÁSPORA DE LA MÚSICA AFRICANA
from DJ Mag ES #136
COMUNIDADES DE NOSTALGIA MÚSICA AFRICANA
QUE ATRAVIESA LA DIÁSPORA
Autora: Jessica Kariisa Traducción: Helena Bricio
¿Cómo resuena el auge mundial de la música africana para los artistas electrónicos en la diáspora?
Son tiempos muy emocionantes para quienes se inician en la música africana y para quienes ya la conocen, pero ¿cómo se sienten al respecto quienes se han criado y trabajan como artistas en la diáspora? En términos de producción y consumición, esta escena artística tiene un punto de vista único sobre este cambio cultural. Jessica Kariisa habla con Nazar, Hagan, Juba y Chief Boima y les pregunta: ¿Cuál es el verdadero significado de la música de "su tierra" hoy en día?
A principios de la década de 2000, en el balcón del segundo piso del mercado Bugolobi de Kampala había un pequeño y discreto tenderete. Estaba repleto de ordenadores, escáneres y otros aparatos electrónicos, y lo regentaba un joven que por un módico precio ofrecía servicios digitales al vecindario. A parte de su clientela habitual, había un buen número de emigrantes de Uganda que añoraban su país y que, cuando se acercaba la hora de marcharse al extranjero, le pedían a este hombre que les grabara CDs de música local para llevárselos a ciudades como Londres, Boston o Washington D.C.
La música de estos CDs evocaba el calor de la nación ecuatorial durante el invierno, ponía banda sonora a las reuniones con sus compatriotas y educaba también a sus retoños (nacidos y criados “fuera") en aquella cultura que sus nombres y rostros delataban, pero con la que no tenían más que una conexión inestable.
Cuando pedían aquellos CDs, si no especificaban lo que querían, es decir, si pedían cualquier cosa que sonara en la radio ugandesa, podían acabar con un single de Rihanna o Sean Paul en él, robando un espacio precioso que podría haber sido ocupado por artistas locales como Bobi Wine, Jose Chameleone o Blu 3. Después de un agotador viaje a través del océano, lo último que querían escuchar era material radiofónico occidental: querían escuchar a la escena musical africana que sólo podían escuchar "en casa".
Hoy en día pedir un CD así sería curioso, por no decir ridículo. El acceso a la música africana se ha disparado en las dos últimas décadas: una visita rápida a Spotify o YouTube arroja innumerables listas de reproducción de música ugandesa organizadas por años y géneros. De la misma manera, la influencia de los artistas nigerianos arrasa en el pop mundial y el amapiano y el gqom sudafricanos en los clubes de todo el mundo, haciendo que la visibilidad de la música africana alcance niveles insólitos en Occidente. El péndulo de la influencia cultural ha oscilado tanto en sentido contrario que si hoy se hiciera una mixtape de éxitos de la radio estadounidense, habría pop africano en ella.
Son tiempos muy emocionantes para quienes se inician en la música africana y para quienes ya la conocen. Mientras que los primeros pueden disfrutar del vértigo del descubrimiento, los segundos pueden deleitarse con una voz experta. Ahora bien, ¿qué piensa la escena artística africana que se ha criado y trabaja en la diáspora? Esa nostalgia de aquel grupo que se apartó de la corriente principal, y que para muchos sirvió de influencia temprana, ha dado paso a un mundo en el que los ritmos africanos contemporáneos son omnipresentes. En términos de producción y consumición, esta escena artística tiene un punto de vista único sobre este cambio cultural. Por ello, hablamos con cuatro artistas de origen africano que viven y trabajan en la diáspora -Nazar, Juba, Hagan y Chief Boima- sobre la evolución de su propia relación con la música africana a lo largo de los años, sobre cómo ha afectado a su arte y qué significa para el futuro.
"Me inspiro en muchos países diferentes, no sólo los africanos, así que es difícil encasillarse, lo cual es bueno, porque significa que el sonido siempre está evolucionando" - Hagan
Un hilo viral en Twitter de una joven liberiana estadounidense de 20 años enumeró los éxitos del pasado que, como ella misma dijo, "tenían asfixiada a la comunidad africana". La lista estaba compuesta por clásicos subsaharianos que trascendieron las fronteras: “Premier Gaou" de Magic System (Costa de Marfil), "Karolina" de Awilo Longomba (República Democrática del Congo), "African Queen" de 2face (Nigeria) y "Vulindlela" de Brenda Fassie (Sudáfrica).
En la lista también había canciones liberianas y ghanesas que no tenían el mismo nivel de éxito panafricano, pero que resonaban dentro de las comunidades específicas en las que creció esta joven usuaria de Twitter. La viralidad del hilo (y el animado debate que suscitó para aquellas canciones que no se incluyeron) refleja la resistencia de las microcomunidades y la nostalgia que los adolescentes de la diáspora africana sienten por la música que nunca salió al extranjero.
El artista británico-ghanés Hagan, cuya música electrónica bassy ha sido publicada en sellos como Gobstopper y One Level, pudo acceder a esta música gracias a su tío. "Dentro de la comunidad ghanesa del Reino Unido, se le consideraba uno de los mejores DJs", dice. "Se reunían para diversos eventos, como bautizos y cumpleaños, y él siempre tenía material musical fresco porque era la conexión entre los músicos ghaneses y los DJs de la radio. Yo absorbía esos sonidos aunque no quisiera".
A los 16 años, Hagan empezó a apoyar a su tío en las giras, haciendo breves pinitos como DJ por su cuenta. Este aprendizaje previo agudizó su comprensión del ritmo. Cuando empezó a hacer música ya como Hagan, la incorporación de los sonidos que escuchaba mientras era pequeño a los géneros que estaban floreciendo en Londres surgió de forma natural. "A lo largo de este periodo, fui construyendo y reforzando esa conexión entre algunos de los ritmos que escuchaba en la música ghanesa con la música nigeriana y otras músicas de África occidental", recuerda.
"Fui también a una iglesia ghanesa y muchos de los ritmos de allí eran muy parecidos a los que tocábamos en nuestras veladas y fiestas. Cuando estaba en la universidad y el UK funky estaba en auge, empecé a identificar los ritmos que escuchaba de niño en el UK funky. Quería añadir mi propio giro al género y ver si podía incorporar algunos de los elementos que escuchaba en mi infancia.”
Puedes escuchar ese esfuerzo en su EP de debut de 2011 “Deep In The Village”. En la última canción, "Talking Drum", las pistas de percusión se sitúan en bucles simultáneos: siendo uno de ellos de funky estándar del Reino Unido, y otro un bucle interior que rellena los espacios con cencerros y ritmos sincopados, llevando las innumerables influencias del género de vuelta a sus fuentes africanas.
"Cuando descubrí el kuduro y el kwaito, ya no sentí la necesidad de escuchar tanta música americana o europea. Me parecía una injusticia que el mundo entero no lo conociera. La música hecha por los artistas locales, con sus ritmos, era mucho más rica" - Nazar
La música africana proporcionó un sentido de comunidad y pertenencia a mucha gente, pero para algunas personas, el hecho de no poder participar en su propio proceso de descubrimiento no hizo más que aumentar la desconexión que sentían con el continente. Antes de la aparición de los servicios de streaming, las redes sociales y YouTube, la transferencia de la cultura a través de la música solía producirse a través de canales estrechos e ineficaces. Había sonidos nostálgicos que transmitían los adultos, música que normalmente hablaba más bien a una generación mayor. Había intermediarios, como el tío de Hagan, que tenían líneas directas con las industrias musicales de su país. Sin olvidar el esfuerzo tan costoso que suponía viajar. Pero todas estas opciones requerían al menos un intermediario. Para cuando la música llegaba a los oídos de cualquier niño africano de la diáspora, los sonidos podían estar anticuados, o peor aún, la experiencia auditiva se limitaba a lo que el intermediario tuviera a su disposición, lo que aumentaba la desconexión.
El artista angoleño Nazar pasó gran parte de su infancia en Bélgica y recuerda muy bien esta desconexión. De niño, la música africana no le resonaba. "La música africana siempre sonaba de fondo, pero no me interesaba mucho, y mi relación con ella era bastante indiferente porque era joven y la asociaba con mis padres", nos cuenta. "A ellos les encantaba esta música, y yo no veía qué tenía de especial. A mí me ocurría lo mismo que a algunos franceses con Jacques Brel o la Variété Française. No lo veía como algo guay". Hasta que Nazar no se trasladó a Angola a principios de la década de 2000, con 14 años, no empezó a verse reflejado en la música. "Cuando empecé a conocer la música de los adolescentes angoleños, fue cuando mi relación con la música africana empezó a ser más interesante, y me empujó a querer hacer música", subraya. Su álbum de debut en 2020 para Hyperdub, “Guerilla”, utiliza la música del kuduro para enfrentarse al recuerdo traumático de la guerra civil de Angola. "Cuando descubrí el kuduro y el kwaito, ya no sentí la necesidad de escuchar tanta música americana o europea", continúa. "Sentí que era una injusticia que el mundo entero no lo conociera. La música hecha por los artistas locales, con sus ritmos, era mucho más rica". Cuando la tecnología GSM llegó a África a principios de la década de 2000, allanó el camino para facilitar el acceso a Internet y a los smartphones. En Nigeria los teléfonos móviles eran la principal vía para conectarse en 2010 y casi el 30% de las personas tenían acceso normal a Internet. El auge de los blogs musicales a mediados de la década de 2010 y el aumento del uso de YouTube fueron los primeros signos de un cambio radical para quienes escuchaban música africana en el extranjero. En Londres y Nueva York, el azonto ghanés y el afropop nigeriano daban el salto digital a las costas occidentales más rápido que nunca. Con el tiempo, el acceso cambió rápidamente: se pasó de una canción o un álbum ocasional a un montón de álbumes y recopilaciones disponibles en servicios de streaming y sitios web.
La DJ británica-nigeriana Juba vive en Berlín. Comenzó su carrera pinchando afrobeats. "En 2009, 2010, cuando era adolescente, empecé a escuchar canciones como “Yahooze" de Olu Maintain, “Don't Dull” de Wizkid y “Dami Duro” de Davido", recuerda. "Escucharlos en la escuela, junto a mis compañeros de África Occidental, fue probablemente el momento más impactante para esa música, porque de verdad supuso una ruptura de esquemas. Por fin podíamos asociar un nivel de frescura con nuestras culturas que no pudimos hacer mientras crecíamos".
"También hay muchos artistas que salen de África Oriental y que tienen un estilo de África Oriental, pero también un lado electro no específico del género. Por sus orígenes y sus referencias, siempre se puede integrar eso con los polirritmos africanos" - Juba
Una de las plataformas digitales más populares para la música nigeriana, la ya desaparecida iRocking.com, tenía un eslogan al principio de sus vídeos: "En cualquier momento, en cualquier lugar". Para los fans del afrobeats en la diáspora, a medida que la década de 2010 llegaba a su fin, esta afirmación no podía ser más cierta. "Después de la universidad, íbamos a fiestas de afrobeats en locales africanos", dice Juba, "pero ya podías entrar en un club comercial y escuchar que ponían 'Joanna' o algunas de las primeras canciones de Burna Boy. Fue entonces cuando me dije: 'Vaya, esto sí que está trascendiendo'".
Mientras tanto, en el underground, Chief Boima, un DJ sierraleonés-estadounidense, activista cultural y una de las mitades del dúo transatlántico Kondi Band, organizaba fiestas que unían los puntos de América Latina, el Caribe y África con los sonidos de los clubes de Estados Unidos y Europa. Se formó una escena con almas afines como DJ /rupture y Matt Shadetek -quien fundó el colectivo Dutty Artz, al que Boima está afiliado- y llegó a conocerse como "global bass". Boima recuerda la sensación de asombro ante la velocidad del intercambio y su impacto en las escenas del extranjero. "Vi cómo se hacían cosas como el moombahton en Mauricio. Esa conexión directa estaba traspasando a su dancehall comercial", dice. "Vi lo mismo en Brasil cuando vivía allí. De repente, alguna tendencia de Internet se orientaba hacia el funk local y era como, ‘¡guau! ¡Internet ha llegado a la vida real'. Fue sorprendente hace 10 años". Aunque este intercambio aún no había llegado a los sonidos predominantes de EE.UU. y Europa, las semillas ya habían sido plantadas en la diáspora en escenas que empezaron en Internet como el global bass, el afrobeats y el gqom, ofreciendo un atisbo de lo que podría deparar el futuro. Esta explosión de acceso reubicó la conversación en torno a la música africana desde los márgenes hasta el centro. La música nigeriana, la nación más poblada del continente, y en menor medida la sudafricana, ha dominado y sigue dominando el debate, pero, de manera panafricanista, también ha dejado más espacio a otros artistas de la diáspora. Nazar es optimista respecto a la gama de posibilidades que tiene ahora la comunidad musical africana y espera ver una flexibilidad reflejada en su propio trabajo. "Siempre he visto la trayectoria de DJ Lag como algo inspirador. Admiro su profesionalidad, su ritmo de trabajo y que no tenga miedo de soñar a lo grande sólo por ser africano", dice. " Aunque haga música de kuduro, he hecho temas con [el artista sudafricano de gqom] Citizen Boy, y surgió de forma natural; sin que tuviera que pensar, 'oh, ahora estoy haciendo gqom'. Pero ya sabes, sigo soñando con poder hacer ritmos para raperos estadounidenses".
Nazar hace giras habitualmente por toda Europa. Ha compartido cartel con DJ Lag en dos ocasiones, la primera en el festival Unsound de Polonia en 2018. Más recientemente, tocó en el Festival CTM de Berlín este enero. Dicho esto, las especificidades culturales encarnadas en la música de Nazar a menudo se pierden en muchos oyentes no angoleños. Se ve obligado a dar más explicaciones de las que le gustaría. "Tuve un concierto justo antes de la pandemia en Ámsterdam, en el que estuve hablando durante una hora antes", recuerda. "El mismo público acudió al espectáculo, y de hecho fue uno de mis mejores espectáculos, porque siento que por fin pudieron entender todo el asunto. No me gusta mucho hablar de mi obra -siempre he querido ser uno de esos artistas en los que el arte habla por sí mismo-, pero siento que sigue siendo necesario que exprese lo que hay detrás."
"Por eso me metí de lleno en esta industria, porque encontré ese espacio y me dije: 'esto es algo precioso'. Quería tomar el club del que era DJ residente y recrearlo en el resto del mundo" - Chief Boima
A Boima no le preocupa demasiado la falta de especificidad en el mainstream, siempre y cuando exista un underground saludable. "Nosotros, como humanos, creamos la singularidad en nuestras conexiones personales e íntimas, y creo que los clubes lo permiten", dice. "Por eso me metí de lleno en esta industria, porque encontré ese espacio y me dije: 'esto es algo precioso'. Quería coger el club del que era DJ residente y recrearlo en el resto del mundo".
Juba, cuyo trabajo como DJ se ha inspirado últimamente en el techno, considera que el ascenso de los géneros sudafricanos es una forma eficaz de establecer conexiones entre los afrobeats con los que creció, los sonidos africanos más de nicho y los géneros electrónicos americanos y europeos a los que está expuesta regularmente. Explora estos hilos y sus vínculos en su programa de radio mensual Afroelectronik en Cashmere Radio.
"Creo que mi música se ha vuelto un poco más oscura", dice. "Al vivir en Berlín y frecuentar la escena de clubes, he empezado a incorporar más sonidos acid y house a mi música. De este modo, los géneros puente perfectos suelen ser el amapiano, el gqom, el kuduro o el house afroangoleño. También hay muchos artistas procedentes de África oriental que tienen un estilo de África oriental, pero también un lado electro no específico del género", continúa. "Por sus orígenes y sus referencias, siempre se puede integrar eso con los polirritmos africanos".
Si la especificidad cultural es un objetivo viable para el underground, la capacidad de moverse sin una etiqueta más limitante que la de "pop" es lo que Hagan ve como el futuro de gran parte de la música africana transfronteriza. Esto permite que artistas como él puedan relacionarse más libremente con sus variadas influencias, en lugar de quedarse limitados a lo que una persona en el poder haya decidido que significa que la música sea o no sea africana. "Quieres que alguien escuche tu música y diga: 'Sí, esto es un sonido Hagan', no 'Esto es afro-lo que sea'", dice. "Me inspiro en muchos países diferentes, no sólo en África, así que es difícil encasillarse, lo cual es bueno, porque significa que el sonido siempre está evolucionando". El trabajo más reciente de Hagan, el EP de cuatro pistas 'Forward Focus', se publicó el pasado octubre, y tiene prevista nueva música para este verano.
En 2018, Spotify entró en algunos países africanos: Sudáfrica, Marruecos, Egipto, Argelia y Túnez. En octubre de ese año, también lanzó el Afro Hub, donde se organizaron todas sus listas de reproducción de música africana contemporánea, incluyendo African Heat ( la más popular), una lista de reproducción de "clásicos" y una serie de listas regionales y de géneros específicos como Bongo Flava de Tanzania y Afro R&B. En la actualidad, la página tiene el mismo formato. Hay una lista de reproducción de amapiano y gengetone de Kenia en la parte superior, pero también hay adiciones más esotéricas: una llamada Gone Abroad, otra titulada Internet Famous. La primera incluye al nigeriano CKay, el favorito de TikTok, y, curiosamente, a DJ Snake; la segunda tiene la sencilla descripción "iykyk" -if you know, you know - (“sí lo sabes, lo sabes”).
A finales de 2021, Spotify se había introducido con éxito en otros 40 países africanos, lo que sitúa a la empresa sueca en menos de 10 países para su omnipresencia en el continente. Al escuchar su lista de reproducción Radar África, en la que se destacan "los nuevos artistas más interesantes del continente africano y la diáspora", llama la atención lo similar que suena todo.
Fuera de los idiomas nigeriano y sudafricano, predomina el inglés, y la gama de géneros es limitada. En lugar de mostrar la diversidad del continente, parece que está más enfocada a mostrar cómo diferentes partes del continente pueden sonar igual, o al menos evocar el mismo estado de ánimo.
La cara oculta de un mayor acceso y visibilidad es que, cuando choca con una economía impulsada por los beneficios, las comunidades se convierten en mercados. La escucha se convierte en "compromiso", una métrica entendida a través de vistas, seguidores y comentarios. La conexión con nuestra cultura musical pasa a ser mediada por una corporación que busca más suscripciones de pago, en lugar de por personas que conocemos.
"Es una nueva forma de explotación", nos dice Boima. " El método antiguo consistía en que un hombre blanco de clase media, en el que confiaban los hipsters con ingresos disponibles en el Norte Global, se posicionaba como una autoridad y decía: 'Boom, esto es genial', y explotaba. Pero ahora, la gente sube la música por sí misma. El intermediario queda fuera de juego. Las formas de explotación se han transformado a lo largo de los años, pero siguen siendo fundamentalmente una cuestión de imperio, de supremacía blanca y de capitalismo".
Incluso en lo que respecta a ganar dinero, la distribución dista mucho de ser equitativa. El coste de los datos en el continente sigue siendo prohibitivo. En 2019, en América 1GB de datos representaba el 2,7% de los ingresos de una persona en promedio. En toda África, esa cifra se disparó hasta el 8%. Lo que llamamos visibilidad en el escenario global se limita a los privilegiados que pueden permitirse suficientes datos de forma regular para subir su música, grabar vídeos y viajar al extranjero.
Para los artistas africanos de la diáspora, estos retos no tienen por qué ser desalentadores. Pueden ser oportunidades para tender puentes. Nazar reconoce su privilegio, pero se siente esperanzado de que pueda tener un efecto positivo en el panorama musical. "Tener un pasaporte europeo ha tenido un profundo impacto en mi carrera", dice. "Puedo estar presente en los espectáculos, mientras que muchos de mis compañeros en África están atascados con problemas de visado y todos estos obstáculos. No siempre es porque no tengan los medios.
"Tampoco han pasado suficiente tiempo en Europa como para conocer las discográficas y cómo funciona la industria", continúa. "Como crecí idolatrando a los artistas que siempre tenían estos espectáculos por todo el mundo, y se hicieron grandes sin comprometer su arte, quiero intentar hacer lo mismo con el kuduro. No podemos estar todos en la misma categoría, pero todos somos artistas africanos".
Si algo queda claro en este momento es que, por mucho que cambie, el espíritu de la comunidad sigue vivo para los africanos de la diáspora, en busca de un trozo de hogar.