3 minute read

En Camino | Navidad, Eucaristía y el Cuerpo

NAVIDAD, EUCARISTÍA Y EL CUERPO DE CRISTO

La Navidad está íntimamente ligada a cada Misa cuando en la Santa Comunión escuchamos las palabras, “El Cuerpo de Cristo”.

En Navidad celebramos el nacimiento del Hijo de Dios en el cual su cuerpo se hizo visible. Ángeles y pastores vinieron a adorarlo. Y nosotros nos unimos a ellos con nuestras voces en el villancico, “Oh, Vengan adorémoslo ... ¡Cristo, el Señor! Cristo recibió un cuerpo humano de manera que pudiera morir y destruir el poder del pecado y de la muerte sobre nosotros. Cristo recibió un cuerpo humano para que pudiera también darse a sí mismo enteramente a nosotros en la Eucaristía.

Podemos adorarlo como lo hicieron los ángeles y los pastores en la noche de su nacimiento, pero a diferencia de los ángeles y los pastores, somos privilegiados al recibirlo también como nuestro alimento. Alimento, en las propias palabras de Jesús, “para que coman de él y nunca mueran” (Juan 6:50) Cristo es literalmente nuestro “pan vivo”.

Sin embargo, no todos se dan cuenta de cuan profundo e importante es el don de la Eucaristía. Algunas encuestas sugieren que un preocupante número de Católicos no cree en la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía.

Esta situación es al mismo tiempo problemática e iluminadora. Puede explicar en parte porque muchos escogen no participar en la Misa Dominical. Las buenas nuevas son que hay un camino claro hacia la renovación de la parroquia y la vida familiar, y es realmente sencillo: es reavivar la fe y el asombro Eucarístico. Es a través de la Eucaristía que Cristo se forma en nosotros, se completa nuestra salvación y la Iglesia se transforma en un Cuerpo vivo, se hace presente en el mundo. ¡Es el gran milagro del amor perdurable de Jesús, y ese milagro permanece con nosotros!

Este año, en la Solemnidad del Corpus Christi, nuestra diócesis se unió a cada diócesis de los Estados Unidos para comenzar tres años de renovación en las bases de la devoción y creencia en la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía. El primer año se centra en una respuesta diocesana, el próximo año se centrará en las parroquias, y el año final se dedicará a toda la nación.

No existe un momento mejor que el presente para profundizar su propia fe y amor por Cristo en la Eucaristía.

Del Obispo

El obispo James V. Johnston, Jr. es el séptimo obispo de la Diócesis de Kansas City-St. Joseph El amor se agita, se fortalece y se apasiona a través de las pequeñas cosas que hacemos consistentemente a lo largo del tiempo. Si me lo permiten, le daré unas sencillas sugerencias para renovar su asombro Eucarístico:

• Esfuércese en pasar tiempo cada semana, o mejor cada día, ante la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía. Nuestras iglesias y capillas tienen tabernáculos, en parte, para que puedan acercarse a Él. Adórelo, dele las gracias, contemplen su presencia en medio de usted, ofrézcale sus pruebas, cargas y necesidades.

• Permanezca fiel a la Obligación Dominical de adorar a

Dios en la Misa (el Tercer Mandamiento) y considere ir a Misa diariamente y verá como su vida cambian para mejor.

• Ante la Eucaristía, o cuando usted recibe el don de la Sagrada Comunión, rece con las palabras del

Evangelio que Santo Tomas Apóstol profesó cuando tocó el cuerpo de Cristo Resucitado, “¡Mi Señor y mi

Dios!”. Exprese su fe en la Resurrección del Señor y el don de sí mismo a usted en la Eucaristía.

• Medite sobre las palabras y experiencias de los

Santos acerca de la Eucaristía y familiarícese con los muchos milagros Eucarísticos que han ocurrido y han sido confirmados por la Iglesia a través de los siglos.

Justamente antes de recibir la Eucaristía en la Misa, decimos las palabras del centurión y las hacemos nuestra propia y personal profesión de fe: “Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanar mi alma” (cf. Mateo 8:8) Al recibirlo, Cristo literalmente entra en nuestra casa y nuestro cuerpo se transforma en su casa, su tabernáculo. Si lo recibimos con fe, Él nos ayuda y nos restaura como lo hizo con aquellos en los Evangelios, y somos privilegiados para llevar su presencia viva en nuestras familias y en nuestro mundo.

Llevemos nuestra presencia real ante Jesús y amémoslo, Realmente Presente para nosotros en la Santa Eucaristía. ¡Feliz Navidad!

This article is from: