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Creado y dise単ado por: DAVID MONTOYA y ENGRAFICOS Este libro estas sujeto a la Ley de derechos de autor de 1982, debido a su contenido de propiedad intelectual. ISBN: 4562-4682-12763
LA
MANO PELUDA
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E
xiste la creencia de que hace mucho tiempo existió un hombre condenado injustamente solo por el hecho de haber sido poseído por demonios, cometiendo crímenes bajo el poder y la voluntad de estos. Este pobre hombre fue condenado a morir quemado, pero antes de esto le fueron cortadas sus manos para luego morir en manos del fuego, no sin antes decir sus últimas palabras en un grito de maldición y venganza:
4
“Os juro que te arrepentiréis de mi muerte, ya que yo adelantare la vuestra y la de los suyos”
5
Una criatura peluda, con u単as como puntas afiladas, y una boca con tantos dientes que te succiona la vida hasta cumplir su venganza.
Aquellos demonios, acataron encantados los deseos malĂŠvolos de este hombre poseyendo su mano izquierda, convirtiĂŠndola en el objeto de muerte y terror que hasta ahora nos aqueja en nuestras noches a la espera de que solo sea un simple sueĂąo. Una a una han ido cayendo aquellas personas que tienen la sangre heredada de los no creyentes y de aquellos que simplemente dieron la espalda a un hombre inocente.
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En un pequeño pueblo en el departamento de Antioquia Colombia, comenzaron a suceder casos extraños, relacionados con la desaparición de ciertas personas, personas que eran descendientes de aquellos que dieron su espalda a la verdad y dieron paso a la muerte de un inocente. En las noches se escuchan los chillidos de uñas rasgando las ventanas y las paredes de los cuartos, los golpes de algo arrastrándose por el piso de los cuartos, es allí cuando “la Mano Peluda” ataca sin clemencia, agarrando a sus victimas, rasguñando su cuerpo para que sangre hasta la muerte o ahorcándola, cegándole la vida a aquella persona que simplemente paga los actos de alguien que vivío ya hace mucho tiempo, cumpliendo aquella maldición que hace siglos fue lanzada por una simple venganza.
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Y ten cuidado porque todos somos herederos de aquella maldici贸n.
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D A V I D MONTOYA