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AlterNatura MAYO 2013 Nº 0
,
Iridologia: la ciencia de los ojos
Entrevista a
Jesús Lloret,
profesor de Chi Kung
¿Cómo vive una
ecofamilia?
MARIHUANA: ¿TERAPÉUTICA O LÚDICA?
A L I M E N T A C I Ó N
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Juanjo Pastor y Eli Bladas viven en Alcorcón (Madrid) y llevan una vida que muchos conocen como paleolítica: No comen cereales, ni azúcar, ni legumbres ni ningún alimento manipulado. Su dieta se basa en pescado, carne, fruta, huevos, lácteos y verdura que cultivan en su terraza (desde lechugas hasta plantas aromatizadas como stevia). Tienen apadrinada una gallina de un huerto ecológico. Producen sus propios jabones y van en bicicleta a todas partes. Cada vez que su trabajo se lo permite se escapan a hacer senderismo, o aprovechan para actualizar el blog Un estilo de vida natural, que ya tiene 200 seguidores en internet.
Ecofamilia ¿Cómo llevar una vida paleólitica? Pregunta: ¿En qué consiste la forma de vida paleolítica? Respuesta: Es un estilo de vida sencillo, centrado en buscar la felicidad en nosotros mismos y en nuestras relaciones interpersonales, no en el consumismo. Comemos productos de verdad, no pseudo comida manufacturada por la industria alimentaria, y tenemos pocos deslices. Preparamos productos artesanales como jabones, velas y cosméticos naturales. Esto da mucho trabajo pero también satisfacción.
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P.:¿Cómo empezó todo? R.: Empezamos plantando albahaca para aderezar las ensaladas, y fuimos ampliando las macetas hasta que empezamos a plantar hortalizas. Aunque las macetas son grandes y tenemos bastantes, ya se nos ha quedado pequeño. Tenemos planeado llegar a plantar en un futuro un huerto real para poder autoabastecernos. Nos encanta cocinar y siempre que algo lo podemos cultivar por nosotros mismos no lo dudamos. Saber el origen de la comida que te comes no tiene precio.
AlterNatura P.: ¿Tenían un estilo de vida muy diferente antes? R.: No, se parece mucho, la gran diferencia es que ahora somos conscientes de lo que hacemos y nos preocupamos de hacerlo bien. P.: ¿Qué les llevó a optar por este estilo de vida? R.: Lo primero de todo fue la dieta, cuya motivación fue 50% salud y 50% los kilos de más, no vamos a negar el punto hedonista. Fue una evolución natural, integramos todo aquello que veíamos y nos gustaba. A veces intentamos cambiar demasiado deprisa y cuando las cosas no salían bien nos desanimábamos. Pero con el tiempo dejamos que las cosas fluyeran y todo fue sobre ruedas, poco a poco avanzamos, hasta ahora, y lo que nos queda. Esto no es una carrera, es una evolución personal. P.: ¿Qué opina la gente de su alrededor? R.: Nuestro circulo respeta lo que hacemos, incluso han copiado cosas que nos gustan, y nosotros les copiamos a ellos. P.: ¿España está adaptada para poder seguir este estilo de vida? R.: Si buscas lo suficiente puedes encontrar lo que necesites, pero tienes que estar dispuesto a pagarlo. Otra opción es mudarte al entorno rural y hacerlo todo tú mismo. Pero en nuestro caso eso conlleva unos sacrificios que aún no podemos llevar a cabo.
P.: ¿Creen que la gente está volviendo a esas raíces de antes, donde todo era más rural? R.: Creemos que cada vez hay más iniciativas, más gente que mira a su alrededor y se da cuenta de que algo falla y que no son felices. Pensamos que es la gente la que está llevando lo rural a la ciudad. Por ejemplo, a menos de 1 km de nuestra casa hay dos iniciativas diferentes de huertos urbanos. P.: ¿Hay gente que critica su forma de vida? R.: Que nosotros sepamos nadie, alguna broma pero nada despectivo. Tampoco les haríamos caso, llevamos la vida que nos gusta.
Juanjo y Eli son adictos a cocinar./ Foto cedida por Juanjo P.
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P.: ¿Qué les llevó a crear el blog? R.: La necesidad de contar algo que nos importa, de escribir sobre lo que nos gusta y recordarnos a nosotros mismos que estamos haciendo algo que vale la pena: buscar la vida que nos hace felices.
Eli y Juanjo: “Saber
el origen de la comida que comes no tiene precio”
P.: ¿Cuántos seguidores tienen? ¿Cómo los definirían? R.: Son poco más de 200, no son muchos pero estamos muy orgullosos. Por lo general son bastante tímidos, no llevan nuestro mismo estilo de vida pero sí comparten dietas o aficiones con nosotros.
P.: ¿Tienen seguidores de otros países? R.: Sí, de América Latina, también se quejan de que en su tierra es difícil llevar una vida sana.
El pequeño huerto crece día a día./ Foto cedida por Juanjo Pastor
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“Hay que vivir todos
los días, no dos de cada cinco”, afirman
Juanjo y Eli
P.: ¿Cómo ven al resto de seguidores del estilo paleolítico en España desde la capital? R.: Aquí va por zonas, no se vive igual en Madrid que en Galicia, la comida no es la misma y el estrés tampoco es igual. P.: ¿Compran comida ecológica o sólo cultivan? R.: El autoabastecimiento es difícil e intentamos acercarnos a él lo más posible. Compramos comida ecológica y no ecológica, pero siempre de calidad, que es mucho más saludable.
P.: La gente suele criticar los altos precios de los productos ecológicos ¿qué opinan sobre estas quejas? R.: Es normal que se vea caro si se compara con el mismo producto no ecológico, pero hay que saber valorar el trabajo extra que hay detrás y la mayor calidad. A la larga ahorras en disgustos médicos. En un supermercado la mayoría de alimentos son poco saludables y bastante caros. Con el dinero que valen las bebidas azucaradas, la bollería y las chucherías se podría comprar toda la verdura ecológica.
P.: ¿Cómo es su día a día? R.: Todos son distintos, el trabajo nos deja bastante tiempo libre, aunque para ello hemos tenido que sacrificar otras cosas como dinero o proyección profesional. Es cuestión de elegir lo que prefieres. Nuestra máxima es no esperar al fin de semana para vivir, si queremos hacer algo, tan bueno es un martes como un sábado. ¿Hay que esperar al fin de semana para hablar con un amigo? ¿O para plantar unas lechugas o montar en bicicleta? Hay que vivir todos los días, no 2 de cada 7. Nadia Valiente.
Una de las pasiones de Juanjo y Eli es montar en bicicleta./ Foto cedida por Juanjo P.
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Comentario Carlos López Blasco
Entre el blanco y el negro, el gris La sociedad avanza a ritmos imparables. Por ejemplo, cada día aparecen varios teléfonos móviles, cada cual más completo que el anterior. También pasa por ejemplo con los coches, o los ordenadores, incluso con la ropa o los alimentos precocinados: ¿quién comía hace unos años rollitos de primavera congelados? ¿O pizzas que se preparan en treinta segundos? El mundo no para. Las grandes cadenas de comida rápida compiten con los kebabs y con los restaurantes chinos. Hay menos tiempo para comer y el estrés nos persigue. Un bote de albóndigas precocinadas, o una bolsa de arroz tres delicias congelado pueden sacarnos de un apuro. No tenemos tiempo para relajarnos ni para hacer deporte: salir a dar un paseo por la montaña, o por la orilla de la playa. Acudimos al médico a que nos recete pastillas por un simple dolor de garganta o nos colocamos cremas farmacéuticas en un simple raspado en la piel. A diario también vamos con el coche a todas partes, aunque haya unos metros de distancia: a la universidad, al trabajo, a divertirnos… Existen los autobuses públicos, las bicicletas, y ya para los que más recursos disponen, los coches híbridos o eléctricos. Aún hay gente que huye de ese ritmo de la sociedad, que come lo que
produce de propio su huerto; que se levanta de buena mañana a recoger lo que ha plantado. Gente que compra harina y se hace el pan cada día. Llega el fin de semana y se escapa para hacer senderismo por la sierra o da un paseo en bicicleta por algún parque. Y que cuando se resfrían o tienen dolor de cabeza, acuden al herbolario para comprar alguna planta que hervirán. Es cierto que es muy bueno para la salud, por ejemplo, ingerir alimentos más naturales y ecológicos, de la tienda o del huerto. O conducir un coche híbrido para respetar el medio ambiente. También llevar ropa sin una etiqueta comercial o unos zapatos de piel ecológica pueden ayudar a bajarnos de la noria de la sociedad. Pero entre el blanco y el negro, está el gris. Todo el mundo, y menos ahora, no puede permitirse pagar 3,55 euros por dos hamburguesas ecológicas envasadas al vacío, o el doble por un kilo de patatas de cualquier gran supermercado. Tampoco puede pagar 80 euros por unos zapatos de piel ecológica, o un jersey de algodón natural. Pero sí puede comprar hierbas naturales para curar alguna molestia y rechazar las pastillas y demás químicos; y por supuesto, sí puede prescindir de teléfonos móviles a los que sólo les falta volar, y de los zapatos de marca de 80 euros.
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