Sentir La Habana con espíritu dominico

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SENTIR LA HABANA CON ESPÍRITU DOMINICO


Sentir La Habana con «espíritu dominico»

Conferencia ofrecida por Fr. Manuel Uña Fernández, O. P. en conmemoración de los 500 años de la fundación de la Villa de San Cristóbal de La Habana.

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• Estimada presidenta de las Sociedades Castellanas y Leonesa Doña María Antonia Rabanillo, presidentes y miembros de las Sociedades Castellanas y Leonesa. • Hermanos de la Orden de Predicadores, Invitados. • Vicerrector y Vicerrectora del Centro Fray Bartolomé de las Casas y trabajadores del mismo, invitados. “Cada comienzo tiene su encanto” decía Goethe. “Cada comienzo tiene su hechizo”, decía H. Hesse; en definitiva, cada comienzo tiene su sorpresa, que deviene en algo nuevo. Lo que comenzó hace 500 años es hoy motivo de celebración: nuestra querida Habana está de fiesta, y quienes la sentimos como algo nuestro, no podemos silenciar nuestra querencia por esta ciudad. Me siento muy honrado, en primer lugar, de que la Agrupación de las Sociedades castellanas y Leonesa en Cuba hayan ofrecido mi nombre para conmemorar la relevante efeméride de este 16 de noviembre, en que, como hemos recordado a lo largo de presente año 2019, nuestra querida Habana cumple su 500 aniversario de fundada. Es por ello que quisiera iniciar estas palabras compartiendo una cita de la historiadora cubana María Cristina Hierrezuelo Planas1, que bien pudiera adentrarnos en el significado profundo de lo que celebramos:

1

María Cristina Hierrezuelo Planas: (Mella, 1946). Doctora en Ciencias Históricas. Profesora Titular del Departamento de Historia de la Universidad de Oriente. Miembro de la UNHIC en Santiago de Cuba. 2


«Una ciudad es […] un espacio de recuerdos y homenajes a las personas que nacieron o vivieron en ella, y con su quehacer […] contribuyeron a su conformación y engrandecimiento […] porque ninguna ciudad existe al margen de la grandeza de sus hijos e hijas.»2 En estos siglos de historia habanera, la presencia de los hijos de Santo Domingo de Guzmán, desde la radicalidad de nuestro compromiso cristiano, nos hemos relacionado entrañablemente con el destino de la ciudad al tiempo que hemos deseado contribuir a su bien, que no es otro: que el bien común de las personas que la habitan. Con la intuición martiana de que «ha de saberse lo que fue, porque lo que fue está en lo que es», acojo esta invitación que gentilmente se me ha hecho como un reconocimiento a la Orden de Santo Domingo, que en palabras de monseñor José Siro González Bacallao, obispo emérito de Pinar del Río: «ha escrito páginas de gloria, que van más allá de la obra meramente humana»3. En este sentido los dominicos nos hemos hecho empáticos con todos aquellos que han estimulado el crecimiento espiritual de la ciudad, al tiempo que sentimos como parte de nuestra vocación el entretejer nuestros quehaceres hacia un fin que sentimos es imposible de dinamizar o disfrutar en soledad, sino que ha aspirado 2

Damaris A. Torres e Israel Escalona, Mariana Grajales Cuello, “Homenajes múltiples de Santiago de Cuba a Mariana Grajales”, Ed. Santiago, Santiago de Cuba, 2015, p. 152. 3 Centenario de la Orden en Cuba 3


a alcanzar el fruto comunitario. En Cuba, la presencia de nuestra Orden ha sido decisiva, como se demuestra en el hecho de que muchas páginas de la historia cubana existen porque ellos (los dominicos) las escribieron…Páginas nacidas de una especial compasión, por lo que para sentir La Habana con espíritu dominico creo que lo primero que ha de reconocerse es este peculiar acento en la compasión o empatía (según el origen latino o griego de la palabra). Es la potencia de esta simpatía o compasión lo que hace «que nada humano nos sea indiferente o resulte ajeno. Ser humano significa vivir en sintonía con los demás…»4. En esta clave, insisto, es que ha intentado nuestra Orden su quehacer desde tempranos tiempos, labrados entre luces y sombras. Los frailes de hoy, apoyados con gratitud en las luces legadas, intentamos continuar ese diálogo con la ciudad y su gente.

4

Felicísimo Martínez Díez, Espiritualidad Dominicana, Edibesa, Madrid, 1995, p. 234. 4


Sentir La Habana como propia y a la vez de todos nos permite hermanar esfuerzos como otrora para su enaltecimiento moral, y nos permite igualmente reconciliar el pasado con el hoy. Es cierto que La Habana de ayer no es la misma de nuestros días, ni los frailes de hoy somos tampoco los mismos; sin embargo, estoy convencido de que ambas realidades deben encontrarse si queremos dinamizar el presente y encaminarlo hacia un futuro que renueve los logros alcanzados. Celebrar los 500 años de la ciudad es una oportunidad de alto significado para el país, por tratarse de su capital, y para la Orden de Predicadores, por la trascendencia de su quehacer en ella. También yo puedo decir, con palabras de Miguel Barnet, que esta urbe «es algo más», puesto que comparto que: «La Habana no es cualquier cosa. Grácil y profunda es de muchas personas y la misma de siempre. Fermento de múltiples mutaciones […] pero ha salido invicta con un reto que pocas ciudades han podido afrontar […] La Habana resistió el empuje de la modernidad[…] La Habana persiste, nada ha podido destruirla, ni la desidia ni el desamparo. En La Habana vivir es disfrutar de lo inasible.»5

5

Miguel Barnet, Nuevos Autógrafos Cubanos, ______________, pp. 127-133. 5


Confieso que me siento cautivado por esta ciudad. Desde mi llegada en 1993 esperaba deseoso poder recrearme, cada semana, escuchando la bella–aunque breve–exposición de nuestro admirado y querido Dr. Leal, maestro de comunicadores, en el programa televisivo que recogía la historia de la ciudad y su gente. Asido a sus saberes he ido aprendiendo a «Andar La Habana», ilusionado por conocerla. Durante estos 25 años he sido testigo de cómo el empeño de buenos cubanos, desde la Oficina del Historiador, ha logrado devolver vida a edificios sombríos, aparentemente muertos, y dignificar sus espacios en beneficio de la comunidad. Sigo sintiendo que caminar por La Habana es caminar entre el legado de los predecesores y el compromiso de sus habitantes de hoy; compromiso verdaderamente inmenso en el propósito de abrirle camino a un mañana mejorado por todos aquellos que, entregados con pasión a su tiempo, cumplan sabiamente con la doble tarea de saber crecer y propiciar el crecimiento de la ciudad. «Líbranos Dios del invierno de la memoria»6, expresaba un gran hijo de esta amada ciudad, nuestro José Martí, con un ardor que hoy hago mío al dedicar mis palabras, a través de algunos de sus hitos, a la fidelidad que ha distinguido a mi querida Orden de Predicadores en esta tierra cubana, y especialmente en esta ciudad.

6

Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 2004, p. 431. 6


1. 1.1

ETAPA COLONIAL (1492-1898) Fray Bartolomé de las Casas y su luz en América La cronología y el deber de honrar a mis predecesores en justa

medida me remonta a fray Bartolomé de las Casas (1474-1566), notabilísima figura de la primera hora. Su recuerdo prestigia, no solo nuestra Orden, también la historia de esta tierra. Por él llega hasta nuestros días el grito de Colón, sorprendido ante lo que contemplaban aquel 28 de octubre: «Es esta isla la más hermosa que ojos humanos vieron»7, frase que hemos sentido recrear a tantos habaneros de hoy mientras celebramos los 500 años de esta hermosa ciudad de las Américas, la que, en palabras del mencionado Dr. Eusebio Leal: «nació a la sombra de una ceiba […]bajo semejantes frondosas ramas el cabildo aclamó a sus primeros regidores, y entre el puñado de hombres que se desplazaron desde Oriente de la Isla grande encabezados por Pánfilo de Narváez (1511 y 1515), estaban acompañados por Fr. Bartolomé de las Casas, que dio fe de la barbarie contra la población indígena»8.

7

Salvador LarrúaGuedes, Historia de la Orden de Predicadores en la Isla de Cuba, Bogotá, 1998, p. 25 8 Eusebio Leal Spengler, Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias, Ed. Boloña, 2018 7


Allanados encontramos los caminos los frailes de hoy y hace bien recordar que el mérito yace en nombres de otros tiempos. Como comentó con acierto Fernando Ortiz: «Las Casas parece predestinado por sus antecedentes para su gran misión histórica, cuando en 1502 pasa con Ovando a La Española. Allí es uno de los aventureros, sin duda de los mejores, joven, letrado, y hasta se hace clérigo (1510) el primer misacantano de América; pero como los demás explota el trabajo de los indios y en ello busca su enriquecimiento. Allí oye con sorpresa a un fraile, Montesinos, de la comunidad de Pedro de Córdoba, que en la iglesia acusa de pecado a los expoliadores de los indios, a él, como a todos, y por ello un día se le niega la absolución sacramental. Pero es en Cuba, a cuya conquista viene en 1513 llamado por Diego Velázquez, donde inicia su gloriosa carrera de humanidad»9. Es en esta isla donde el clérigo presencia las sanguinarias atrocidades…, y ante ellas se subleva. En la Pascua de Pentecostés de 1514 ha de predicar en Sancti Espíritus, para lo cual prepara cuidadosamente el sermón basado en el texto del Eclesiástico (34, 18-26) que reza: 9

Ana Cairo Ballester y Amauri Gutiérrez Coto, El padre Las Casas y los cubanos, “Presentación y Glosa de Fray Bartolomé” de Fernando Ortiz, Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 2011, p. 167. 8


«Quien derrama sangre humana y quien defrauda al jornalero, hermanos son», «la vida de los pobres es el pan que necesitan; aquel que le defrauda es un sanguinario», «el que a Dios ofrece sacrificios tomados de la hacienda de los pobres, es como el que degüella al hijo delante del padre», «el Altísimo no recibe los dones del impío, ni mira los sacrificios que le ofrecen los malos, porque mancillada es la oblación que se hace de lo injusto»10. Doblado bajo el peso de su pecado, no pudo ofrecer la misa prometida. La meditación, como insistente eco de badajo, comienza a desprender en su interior la herrumbre de su pecado: subyugar a otros para enriquecimiento propio. A la luz del Evangelio se instala el malestar por lo vivido y, «en 1514, al cumplir sus 40 años […]le fue tocado el corazón y comenzó en Cuba su cruzada cristiana a favor de los indios y contra de los fariseos; la cual mantuvo sin descanso durante medio siglo, hasta su muerte en 1566»11. Ya en 1515 renuncia a su encomienda y comienza su prédica abiertamente contra la injusta práctica de los colonos en estas tierras de América. Este mismo año llega a costas cubanas un pequeño grupo de frailes dominicos, tres sacerdotes y un diácono: «fray Gutierre de Ampudia, como vicario, fray Bernardo de Santo Domingo, fray Pedro de San Martín y fray Diego de Alberica, 10 11

Ibídem, pp. 167-168. Idem. 9


diácono. Fr. Bartolomé de Las Casas recibió con gozo la noticia de su llegada»12. Por José Martí sabemos hoy que: «En la isla lo conocían todos y en España hablaban de él […] la ropa se le caía del cuerpo y no tenía más poderes que el de su corazón; pero de casa en casa andaba echando en cara a los encomenderos la muerte de los indios de las encomiendas; iba a palacio, a pedir al gobernador que mandase cumplir las ordenanzas reales; esperaba en el portal de las audiencias a los oidores […] para decirles que venía lleno de espanto, que había visto morir a seis mil niños indios en tres meses […] creía que él era el culpable de toda la crueldad, porque no la remediaba»13. Sigamos escuchando a Martí: «Solo estuvo en la pelea; solo cuando (el rey) Fernando, que a nada se supo atrever, ni quería descontentar a los de la conquista[…] solo cuando Carlos V, que de niño lo oyó con veneración, pero lo engañaba después, cuando entró en ambiciones[…] solo cuando Felipe II, que se gastó un reino en 12

Salvador Larrúa, Historia de la Orden de Predicadores en la Isla de Cuba, Colombia, 1998, p. 55. 13 Ana Cairo y Amauri Gutiérrez, El padre Las Casas y los cubanos, Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 2011, p. 114. 10


procurarse otro[…] El hombre virtuoso debe ser fuerte de ánimo, y no tenerle miedo a la soledad, ni esperar a que los demás le ayuden, porque estará siempre solo: ¡pero con la alegría de obrar bien, que se parece al cielo de la mañana en la claridad!»14 Por último, nos dice que: «Fue obispo, por fin, pero no del Cuzco, que es obispado rico, sino de Chiapas […] Fue […]a llorar con los indios, pero no sólo a llorar, porque con lágrimas y quejas no se vence los pícaros, sino a acusarlos sin miedo […] ¡Él les daba a los indios su vida…! […] Y un día, casi a escondidas se fue a España, “a su convento, a pelear, a defender, a llorar, a escribir»15. Por el consejo que ofreció al principio de la conquista: continuar trayendo esclavos negros, que resistían mejor el calor; y, tras verlos padecer en estas tierras, golpeaba con arrepentimiento su pecho y decía: «¡Con mi sangre quisiera pagar el pecado de aquel consejo que di por mi amor a los indios!»16.

14

Ibídem, pp. 117-118. Ibídem, pp. 118-119. 16 Ibídem, p. 119. 15

11


Fray Bartolomé murió (1566) a los noventa y dos años, sin agotar su afán por la defensa de los más vulnerables en su tiempo: los indígenas de América. Después de la «leyenda negra» siglos en medio brilló el sol en Sevilla, su ciudad natal, en una tarde de otoño. Era el 2 de octubre de 2002, cuando Su Eminencia, el franciscano fray Carlos Amigo Vallejo, cardenal-arzobispo de Sevilla, abrió el proceso de beatificación en una misa solemne concelebrada por el Provincial de los dominicos de Andalucía y los demás provinciales de los dominicos de la Península Ibérica. Doy gracias a Dios por haber sido provincial de la Provincia de fray Bartolomé, por haber tenido la posibilidad de dinamizar su proceso de beatificación y poder vivir ese momento en el convento de San Pablo de Sevilla, el mismo donde un día fray Bartolomé fue consagrado obispo. Dos porciones de vida marcaban a este hombre: Bartolomé y Fray Bartolomé. Ese día comenzaba una tercera, «¡ojalá! pronto, con ritmo de allegro, se le proclame san Bartolomé»17.

17

Ibídem, p. 484. 12


1.2

La villa de San Cristóbal de La Habana y los frailes predicadores Seguiré a los historiadores para espigar y recoger en sus libros

el nombre de algunos frailes de la Orden de Predicadores que por su preparación y entrega han dejado huella en la ciudad y en Cuba. La sede episcopal en la isla durante el primer siglo de la colonia la ocuparon cuatro obispos dominicos. El primero, fray Fernando de Mesa, designado para una diócesis «creada, pero aún sin dotar»; el segundo, también dominico, fray Juan de Witte, nombrado por el papa Adriano VI en 1522 para la sede de Santiago de Cuba, organizó dicha diócesis y la jerarquía del obispado; su sucesor, fray Miguel Ramírez de Salamanca, pasó a las crónicas como el primer obispo que se presentó en la Diócesis de Cuba. En medio de circunstancias adversas puso en marcha la construcción en piedra primitiva de la catedral de Cuba; la que antes de él funcionaba en un cobertizo de madera. Fr. Juan de las Cabezas Altamirano, 70 años más tarde, fue el cuarto obispo dominico, con significativa labor a su cargo y de célebre memoria en el origen de las letras cubanas por haber inspirado la primera obra literaria en estas tierras. Nacido en Zamora (1565), con estudios en el convento de San Esteban de Salamanca. Fue presentado al Rey Felipe III para ocupar el obispado de Cuba. Llegó a La Habana en 1604 y después de una breve 13


estancia viajó hacia Santiago de Cuba, donde encontró la catedral destruida y, al no poder trasladar el obispado a La Habana, ese mismo año ordena su reparación. Construyó en La Habana, en la calle Oficios, una residencia para sus sucesores. Es muy posible que el nombre de la emblemática calle Obispo, principal arteria del centro histórico de La Habana, se deba a esa construcción suya que en 1611 aparece habitada por su sucesor, el obispo andaluz Alonso Enríquez de Toledo y Armendáriz. Otra de las acciones que le valieron reconocimiento fue la fundación, en La Habana, del Seminario Tridentino, en 1607. La semilla sembrada por los primeros obispos germinaría más tarde, de forma influyente, en la Real y Pontifica Universidad de San Gerónimo de La Habana.

1.3

San Juan de Letrán y la Universidad San Gerónimo El 3 de junio de 1578 llegaba a La Habana fray Diego de

Carvajal con la licencia del Rey de España para que los frailes predicadores pudieran construir la primera casa en La Habana. Se les dio posesión legal en la ermita de Nuestra Señora de la Consolación ubicada entre las calles Mercaderes, Obispo, San Ignacio y O’Reilly.

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La construcción del convento comenzó nueve años más tarde, en 1587, según consta en una Real Cédula firmada en Madrid el 16 de diciembre. Este documento dice: «que se está comenzando a edificar un monasterio de la dicha Orden (de Predicadores), llamado San Juan de Letrán»18. El convento se construyó en un anexo de la iglesia. Después de largas gestiones, Su Santidad el papa Inocencio XIII, dispone por bula del 12 de septiembre de 1721 «dispensar para siempre a los Religiosos del […] convento de San Juan de Letrán de La Habana la facultad de erigir Universidad y conferir los grados de las ciencias y facultades que en él se enseñaban […] de la misma manera que lo hacía la Universidad del convento de Santo Domingo en La Española, y con los mismos privilegios…»19 y firma el Breve concerniente a este propósito el 22 de septiembre de 1721. Tras no pocos obstáculos, el día 5 de enero de 1728 tiene lugar la fundación de la Universidad San Gerónimo, en el convento de San Juan de Letrán de la Orden de Predicadores, «llamada así (nos dice el Dr. Eusebio Leal) como homenaje al glorioso discípulo de Orígenes y también para cerrar una disputa con el obispo de Cuba, Gerónimo Valdés, que se había 18

Salvador Larrúa Guedes, Presencia de los dominicos en Cuba, Bogotá, 1997, p. 96. 19 Ibídem, p. 112. 15


opuesto…»20. Quedó nombrado como primer rector fray Tomás Linares del Castillo, para regir las primeras facultades: Artes y Filosofía, Teología, Cánones, Leyes y Medicina. El 29 y 30 de octubre de 1841 se convocaron elecciones de acuerdo con los Estatutos vigentes y resultó electo para el cargo de Rector el dominico de Guanabacoa fray José María Miranda y Jiménez, al decir del doctor Salvador Larrúa Guedes: «el cubano que tuvo el honor de ser el último de la Universidad dominica, entre cincuenta y dos frailes […] que ocuparon el alto cargo»21. Al mismo tiempo, la tormenta anticlerical ganaba fuerza y se incautaban las posesiones de las órdenes bajo el amparo de la Ley de Supresión de las Órdenes Religiosas, fechada el 29 de julio de 1837, con la que los Capitanes Generales tenían el poder para tales despojos. Los dominicos lo perdieron todo, los conventos y la Universidad, a partir de la secularización de esta en 1842, con lo que el gobierno mitigaba su preocupación por las ideas de libertad e independencia de intelectuales criollos formados en ella. La jerarquía de la Iglesia no pudo hacer nada contra la consumación de estos hechos. 20

Eusebio Leal Spengler, Cuadernos del Aula Fray Bartolomé de las Casas, “Letrán en el centro histórico de La Habana Vieja”, n. 12, La Habana, 2007, p. 17. 21

Salvador Larrúa Guedes, Historia de la Orden de Predicadores en la Isla de Cuba, Colombia, 1998, p. 319. 16


A pesar del fin impuesto a la alta casa de estudios, le asiste el mérito histórico de haber sido la universidad primada de Cuba, centro donde se formaron los primeros profesionales que cursaron estudios en el país. Baste recordar que, en 1807, Félix Varela y Morales había obtenido el grado de licenciado en Artes (Filosofía) en la Universidad, hecho que nos devuelve con gratitud a los frailes predicadores y al claustro universitario que tuvieron a su cargo la formación de hombres como este, y otros tantos con indeleble impronta en la historia de Cuba. El fin de esta sucesión de hechos en detrimento de la rutina de la Orden de Predicadores en la Isla fue la supresión de esta en 1845. De España no podían venir dominicos a Cuba ni entrar jóvenes al noviciado, causa de la reducción del número de frailes predicadores.

1.4

La Restauración de la Orden de Predicadores En enero de 1899 llega a La Habana el dominico fray Paulino

Álvarez y Suárez, provincial de la Bética. Era el hombre de esta hora, dotado de alta capacidad de trabajo y centrado en devolver el lustre a la Orden de Predicadores, quien con la aprobación del Maestro General solicitó el ingreso de nuevos religiosos para manejar el aumento del trabajo apostólico y pidió a los dominicos españoles de México, los frailes Joaquín Rodríguez, Vicente Escalante y el hermano de obediencia Valerio Ochoa que se trasladaran con urgencia a Cuba para ocuparse de la Iglesia de Santo 17


Domingo, anexa al Convento de San Juan de Letrán. En diciembre del mismo año los religiosos dominicos recibieron del obispo de La Habana, monseñor Manuel Santander y Frutos, la Iglesia de Santo Domingo. Así daba comienzo la Restauración de la Orden de Predicadores en la Isla, a la que se fueron sumando otros dominicos en lo sucesivo. En 1901 el padre Paulino comenzó las reclamaciones ante el gobernador norteamericano, Leonard Wood, para la devolución de las propiedades incautadas por España a la Orden. Dichas gestiones dieron fruto y le fueron devueltos oficialmente el Convento de San Juan de Letrán y la Iglesia de Santo Domingo. A partir de ese momento, nuevas responsabilidades recayeron sobre la recién restaurada comunidad dominica en la Isla, a la que fueron entregados el 2 de diciembre de 1902 un conjunto de censos, capellanías, fundaciones y otras propiedades.

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2. ETAPA REPUBLICANA (1902-1952) 2.1 Fray Francisco Vázquez, un fraile comprometido

con su

tiempo

A finales del siglo XIX y con más fuerza a principios del XX, se entregaron a la construcción del templo del Sagrado Corazón de Jesús del Vedado (1888), cedido a la Orden de Predicadores en 1903, y la reforma de la edificación (1904). El padre Francisco Vázquez, fue nombrado párroco del Sagrado Corazón de Jesús, donde ejerció su labor parroquial desde el 1ro. de abril de 1904 hasta el 20 de julio de 1915. Posterior a la entrega a perpetuidad de la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús del Vedado, la edificación de una escuela parroquial anexa se llevó a cabo (1917), en las calles 11 y C, en El Vedado, en beneficio de los niños pobres, colegio que los dominicos pusieron bajo la dirección de los Hermanos de La Salle. La decisión de levantar un nuevo convento en los terrenos que poseía la Orden en la calle 19 entre J e I en El Vedado, comprados en tiempos de fray Paulino Álvarez, dejaba atrás las restricciones de la antigua casa. La fabricación comenzó en 1914 y concluyó en 1915. El 13 de octubre de este último año se celebró la primera misa en la capilla conventual, espacio que en la actualidad ocupa el Aula «Fray Bartolomé de las Casas».

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2.2

La Academia Católica de Ciencias Sociales Una de las respuestas bien acogida y dinamizada por el P.

Vázquez fue la Academia Católica de Ciencias Sociales, institución que se dedicó a inicios del siglo XX a estudios sociológicos de los problemas, demandas y necesidades más acuciantes de la época. Fue inaugurada el 26 de octubre de 1919 (de manera que este año cumple su centenario) con la asistencia de miembros de la jerarquía eclesiástica, de órdenes religiosas y del clero secular, relevantes intelectuales de la Isla, funcionarios de gobierno, representantes del cuerpo diplomático, de prensa, entre otros. Con tales fines, reunió en el nuevo convento a intelectuales de alto nivel en su propósito de ofrecer luces y soluciones oportunas a la problemática social cubana, con sus implicaciones en el panorama laboral, económico y habitacional.

2.3

El Código del Trabajo Tras un año de sesiones de la Academia vio la luz el Código del

Trabajo, presentado ante el Senado de la República el 20 de julio de 1920. La valoración recogida en el boletín de la legislación laboral de Cuba y en la Oficina Internacional del Trabajo en 1929 dan fe de ello: «El Proyecto cubano del Código del Trabajo, de hondo contenido social, supera en materia de legislación laboral a sus homólogos de otros países». El Código contemplaba cuestiones 20


relacionadas con el trabajo, el empleo, el salario, la calificación de los trabajadores, la protección del trabajo, las indemnizaciones, la seguridad y sus procedimientos legales.

2.4

Conferencias públicas. La agremiación obrera Con el objetivo de proporcionar los conocimientos necesarios

sobre el mundo laboral, la Academia promocionó conferencias públicas para obreros, que divulgaban el pensamiento moderno y la posición de la Iglesia respecto a los derechos y deberes de los trabajadores, recogidos también en la Revista Antillana, órgano de la Academia. Tema de gran interés resultó el de «La agremiación obrera», ofrecido por el padre Vázquez en el Centro Gallego, el 27 de enero de 1921. En dicha intervención alza su voz a favor de la asociación gremial de los trabajadores. Escuchémosle: «¿Por qué ha de obstruccionarse la agremiación de los obreros y por qué esa obstinada oposición de los patronos a entenderse con las delegaciones gremiales, cuando están debidamente autorizadas por los socios de las mismas? Cuando la justicia nos asiste, cuando la razón nos defiende, cuando el juez de la conciencia pública está de nuestra parte, ya hemos vencido o, por lo menos, estamos en víspera de la victoria […] Por eso la justicia debe ser siempre la razón de 21


vuestra defensa […] sin exageración en vuestras demandas, ni emplear

medios

violentos

para

sostener

vuestras

reclamaciones. El obrero, en su lucha individual con los patronos, será siempre derrotado. No puede esperar de estos […] un salario justo, una retribución equitativa a los servicios prestados. Los contratos individuales de trabajo se prestan a muchos abusos […] De esta doctrina viene el que se mire con malos ojos la agremiación obrera […] Y como estos (los patronos) no admiten más que el contrato individual, luchan con todas sus fuerzas por el convenio amistoso, que es el mercado del hambre…»22

2.5

Viviendas económicas y Ley para la protección de la mujer y el niño Otros propósitos humanistas acopia el quehacer de la Academia

Católica de Ciencias Sociales, como los proyectos de «Viviendas económicas para obreros» (1920), en respuesta al crecimiento demográfico y la falta de una política estable en el ámbito constructivo, según las necesidades habitacionales de la población, fruto del cual vio la luz el primer barrio obrero de Cuba: Redención 22

Fray Manuel Uña Fernández O.P., Fray Francisco Vázquez O.P. y su pasión por la verdad del hombre, Una huella española en Cuba, “Fray Francisco Vázquez y las conferencias públicas para obreros”, La Habana, 2006, p. 61. 22


(situado en la intersección de las calles 100 y 51, en Pogolotti, Marianao) con 10.000 viviendas a partir de fondos aprobados por el Congreso de la República, así como el proyecto de «Ley para la protección de la mujer y el niño» (1921), que examinaba las demandas derivadas de la nueva incorporación de la mujer al trabajo; recogidos ambos en la Revista Antillana. Los espacios de la capilla conventual resultaron insuficientes, lo que agilizó la erección del templo San Juan Bautista y Santo Domingo de Guzmán, anexo al nuevo convento de San Juan de Letrán, construcción que comenzó en 1922 y finalizó en 1926 con la bendición del mismo el 2 de octubre, cuando ya no se encontraba en Cuba, fray Francisco Vázquez, quien había sido gestor y promotor de su edificación.

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3. ETAPA REVOLUCIONARIA (1959-2019) 3.1 La Orden de Predicadores en La Habana A partir de 1961, muchas iglesias fueron ocupadas por las milicias y 132 sacerdotes españoles, junto a algunos cubanos, debieron marchar de la Isla a bordo del navío español Covadonga. Entre ellos, los frailes dominicos Feliciano del Val, Eugenio Pérez y Patricio Blanco. Cuando fue ocupado el convento San Juan de Letrán, fray José Manuel Fernández O.P. vino desde la Iglesia Nuestra Señora del Rosario, vestido con su hábito dominico. Conversó con los milicianos y se ofreció para encargarse del edificio. Tras consulta con los superiores, los milicianos aceptaron que quedara a cargo del convento y su templo. La Orden quedó reducida a su mínima expresión dentro de la Isla. De un total de 25 miembros, solamente tres pudieron permanecer: José Manuel Fernández, Antonio González y Antonio Ibáñez. En medio de este recuento, quisiera aprovechar para reconocer a fray José Manuel Fernández González del Valle, fiel custodio de Letrán, profeta silencioso, testigo elocuente, fraile culto y conversador ameno, regalo entre el ayer glorioso y nuestro hoy esperanzador.

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En diciembre de 1965 otros padres dominicos pudieron entrar a Cuba: fray Domingo Romero Gil, fray Fernando Aporta García y fray Juan Antonio Gutiérrez. Este último formó el grupo de jóvenes de San Juan de Letrán y, a su partida en 1968, el padre Domingo Romero O.P. quedó a cargo del mismo. Tal fue su dedicación a la formación de estos jóvenes, que aún le recuerda con vehemencia ese grupo, hoy disperso por el mundo, al que se le conoce como Los Sanjuaneros. Fiel a su tradición de acogida, el convento San Juan de Letrán fue seleccionado (1981-1986) para efectuar las sesiones de Reflexión Eclesial Cubana (REC) como antesala del Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC), denominado como “conciencia reflexiva de la Iglesia cubana” por monseñor Adolfo Rodríguez, presidente en ese momento de la Conferencia Episcopal.

3.2

Aula «Fray Bartolomé de las Casas» En la primavera del año 1994, uno de los martes dedicados a la

comunidad, los frailes de San Juan de Letrán nos preguntamos qué podíamos hacer al servicio de Cuba. Grabados tengo el nombre de los hermanos de esa hora: José Manuel Fernández, Luis Muñoz, Pedro Román, Antonio Bendito y quien les habla, Manuel Uña. Era la nuestra una comunidad abierta al momento que vivía nuestro pueblo cubano en aquellos años del llamado “período especial”. Deseábamos ser fieles al carisma de la Orden. Las circunstancias 25


avivaron la reflexión: ¿Podremos hacer algo nuevo? ¿Para quienes? Sorprendidos ante las exigencias del momento, convenimos ceder un tiempo a la reflexión y debatir al respecto el siguiente martes, en el que hubo una respuesta unánime en cuanto a los destinatarios del servicio que nos ocuparía: «Para todos los cubanos, Jesús de Nazaret no excluyó a nadie». Así, 1995 reserva la posibilidad de abrir espacios en su convento habanero para dialogar a tono con la pluralidad del pensamiento contemporáneo. Tras conversaciones con el señor nuncio, monseñor Beniamino Stella, y el arzobispo de La Habana, cardenal Jaime Ortega, lo hicimos saber a Caridad Diego, jefa de la oficina de Asuntos Religiosos del Comité Central de Partido Comunista. Pronto comenzamos los preparativos en el área del convento destinada a debate y reflexión. Se funda allí, el 30 de marzo de 1995, en el salón que inició como capilla y más tarde permitió sesionar a la Academia Católica de Ciencias Sociales, el Aula «Fray Bartolomé de las Casas», desde entonces sede de conferencias magistrales, confluencias de saberes y criterios sometidos a debate por la audiencia asistente, con apegado espíritu de respeto a la diversidad. La primera conferencia la ofreció el señor nuncio, monseñor Beniamino Stella:

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«Tertio Millennio Adveniente» (En el Adviento del Tercer Milenio). Y no solo fue la primera, me atrevo a decir que fue profética. Al hablar del Aula, afloran en mí sentimientos de profundo respeto; la visualizo como un lugar casi sagrado. La abrimos con el compromiso de servir al pueblo y dinamizados por la adherencia a la verdad. Conscientes de que no debíamos repetirnos, sino responder con nuevos sueños a un momento también nuevo, salimos en búsqueda de las personas que dictarían las conferencias en ese primer año, de las que quiero dejar constancia: monseñor Beniamino Stella, nuncio de su Santidad en Cuba; doctor Cintio Vitier, presidente del Centro de Estudios Martianos; ingeniero Dagoberto Valdés, director del Centro de Formación Cívica y Religiosa de Pinar del Río; cardenal Jaime Ortega Alamino, arzobispo de La Habana; doctor Eusebio Leal Spengler, historiador de la ciudad; padre Antonio Rodríguez Díaz, rector del Seminario San Carlos y San Ambrosio; doctora Gloria López Morales, directora de la ORGALC y representante de la UNESCO en Cuba; monseñor Carlos Manuel de Céspedes, vicario general del obispado de La Habana, doctor Roberto Fernández Retamar, Presidente de la Casa de las Américas, doctor Salvador Larrúa Guedes, entre otros muchos que les sucedieron en los años siguientes.

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Hoy, transcurridos 24 años desde la apertura del Aula, con tantos sueños compartidos, quiero rememorar las palabras de Dulce María Loynaz: «Yo conozco el camino que este rosal ha hecho recorrer a su rosa hasta abrirle hueco hacia la luz en la trémula punta del cáliz»23 y las de Roberto Fernández Retamar: “Letrán es el lugar dónde se ha dado paso a los que hacen los sueños y los mundos”. Juan Pablo II en su alocución al mundo de la cultura en el Aula Magna de la Universidad de La Habana aludió a nuestra comunidad así: «Que el perro con la antorcha, que figura en el escudo de esta casa, no sea solo memoria de un pasado, sino proyecto de un futuro» y en la Plaza de la Revolución hizo resonar la frase con más repercusión en los medios nacionales y extranjeros hasta nuestros días: «Que el mundo se abra a Cuba y que Cuba se abra al mundo». Ambas fueron propulsoras de nuestra labor a finales del siglo pasado.

23

Dulce María Loynaz, Poemas sin nombre, “Poema XCIX”, Ed. Letras Cubanas, La Habana, 2001, p. 135. 28


3.3

Centro “Fray Bartolomé de las Casas” Transcurridos los tres primeros años desde la fundación del

Aula «Fray Bartolomé de las Casas», esta impulsó nuevamente el quehacer de los frailes en dirección a la formación y enseñanza. Teníamos presente que los primeros frailes que vinieron a América trajeron consigo los libros y optaron por las personas de estas tierras. Esa sería también nuestra opción en estos tiempos. Fruto de previas reflexiones para colaborar con los ciudadanos de esta hora se abrió paso el propósito de renovar los antiguos claustros en el sótano del convento, para transformarlos en aulas. Así, el 21 de septiembre de 1998, monseñor Alfredo Petit Vergel bendecía el centro de estudios, acompañado por mí, en calidad de prior de la Comunidad, fray José Manuel Fernández González del Valle y el entonces pre novicio Léster Rafael Zayas, actual rector del Centro, quien portaba el acetre del agua bendita; presentes también el licenciado Nelson La Serna, coordinador del Centro y todos los alumnos matriculados. En sus inicios el Centro tomó el nombre «Fray Tomás de Linares», primer rector que tuvo la Universidad San Gerónimo de La Habana. Un año más tarde, con un proyecto docente mejor estructurado, decidimos que llevaría el nombre «Fray Bartolomé de las Casas», centro de estudios hasta hoy de reconocido impacto por la diversidad de cursos que en él se imparten. 29


Cuando en enero de 2001 fui elegido Provincial con obligatoria residencia en España al servicio de la Provincia Bética, una vez más la Providencia socorrió las demandas del momento. Fray Jesús Espeja Pardo había sido invitado a dictar un seminario de Cristología para catequistas y demás personas interesadas en el curso de Catequesis que impartía el Centro y, consciente de los cuatro años que me mantendrían alejados de Cuba, el padre Jesús se ofreció a permanecer en La Habana durante ese tiempo como director del Centro. A mi regreso a La Habana, finalizado mi tiempo de servicio como Provincial, quedó a mi cargo nuevamente la dirección del Centro y el Aula hasta el 2009, año en el que Dios me concedía la gracia de ver convertido en realidad un sueño cuidadosamente guardado, al quedar el Centro y el Aula en manos de Fray Lester Rafael Zayas Díaz, fraile dominico cubano, joven y excelentemente preparado. Deber de gratitud y justicia es dejar constancia del gran regalo que supuso presencia del P. Jesús Espeja, en la dirección del Centro y el Aula. Su preparación doctrinal, apertura, visión de futuro, capacidad de diálogo y compromiso evangélico hicieron posible que el Centro creciera en número y calidad, al punto de tener que trasladar sus clases de los pequeños recintos que este tenía destinados a la enseñanza al Aula de Conferencias. Fue un imán 30


para los intelectuales de aquella hora, que gracias a él se sumaron al proyecto de los frailes de San Juan de Letrán. Es justo agradecer igualmente la fidelidad desde el sueño de la primera hora a la comunidad de San Juan de Letrán, al Licenciado Nelson la Serna, subdirector del centro por su fidelidad, desinteresada entrega y agudo conocimiento de la realidad cubana; a su lado Nancy Sotelo, Rosita Granda, Fernando Acosta, María Antonia Diéguez y el grupo de profesores, trabajadores y colaboradores anónimos que ha dado como fruto el denominado «microclima de Letrán». Soy consciente del acompañamiento de la Providencia en este largo y no fácil camino, en el que las autoridades han podido captar nuestra actitud de servicio a los habitantes de esta ciudad. El Centro «Fray Bartolomé de las Casas» y también la Iglesia en La Habana han ganado espacios de formación por el respeto, la seriedad y la calidad de la enseñanza complementaria. Algunas personas en Cuba y el extranjero han preguntado si hemos podido hacer cuanto hemos querido. Nuestra respuesta siempre ha sido la misma: «Hemos podido hacer cuanto hemos intentado», confiando en la Providencia, con paciencia, prudencia y responsabilidad.

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Es el momento de reconocer y agradecer también a toda la familia dominica en Cuba y a las comunidades parroquiales del Sagrado Corazón de Línea y de Letrán, que hacen posible la labor apostólica y misionera que desempeñamos los frailes en la isla.

3.4

El Padre Pepe El pasado mes de octubre falleció en esta ciudad el padre Pepe;

mucho sentí estar en ese momento en España y no poder despedir al amigo que tantas veces me recibió en esta tierra. En justicia con él, no puedo silenciar hoy lo que su persona ha significado para mí y para la historia de la Orden en Cuba. “Puedo decir que fue una vida con sabor y bien sazonada. A sus noventa y tres años sabía reavivar el don recibido, y amando a todos de todos era amado. Disfrutaba poder vivir con los jóvenes cubanos que se sentían llamados a seguir a Santo Domingo y feliz se sentía de ver a Letrán acogiendo y potenciando la vida de tantos jóvenes buscadores y abiertos a la Verdad. Hombre de Dios, así lo he sentido. Cuando los frailes partieron de Cuba él se quedó en la Isla, fiel y silencioso. Supo reclamar, recordar y cuidar el patrimonio de la Orden. En momentos difíciles se mantuvo enamorado de su vocación dominicana. El evangelio de la compasión él lo predicó con su cercanía y capacidad de escucha, con gracia y salero. Una de 32


las notas que lo definían era su chispa para contar historias y hacer felices a quienes le escuchaban”24. El Padre Pepe ha sido columna vertebral de los dominicos en Cuba. Su partida ha sido un duro golpe para quienes le conocimos. En su funeral, se vio claramente el sentir y el cariño de La Habana. Estoy convencido, que uno es el que siembra y otro el que recoge, por lo que deseo expresar nuestra gratitud a quien supo defender y mantener la presencia de la Orden en Cuba.

24

Miguel L. Albuerne Mesa, El Padre Pepe, un testigo creíble, en prólogo de Fray Manuel Uña Fernández O.P. 33


4. Conclusiones La gratitud es la memoria del pasado, un pasado que como decía San Agustín se configura en el tiempo. Para el santo, el tiempo solo tiene una realidad presente que se manifiesta de tres formas diferentes: la memoria, la contemplación y la esperanza. Quizá sería exacto decir, que los tiempos son tres: presente del pasado, presente del presente y presente del futuro. Estas tres clases de tiempos existen de algún modo en el Espíritu…., presente del pasado es la memoria, el presente del presente es la contemplación y el presente del futuro es la espera. La historia de los dominicos en Cuba se ha fundado en los tres tiempos y nuestro desafío hoy, como ayer, sigue siendo presentar a Cristo como plenitud de lo humano, como eternidad del tiempo en el que se funda la historia y en que se ha fundado también la historia de esta ciudad. En Cristo somos, nos movemos y existimos. La evangelización no se agota con el anuncio del Evangelio, sino va más allá: a la transformación de la realidad según los criterios de lo anunciado. Por ello, desde tiempos lejanos, sobre los frailes predicadores recae el hecho de la fundación de los primeros estudios generales en la Isla. Labor educacional que alcanzó mayor 34


extensión a inicios del siglo XX y que incluso llega hasta nuestros días con un mismo propósito: dialogar, acompañar, impulsar…, construir la ciudad y el país que juntos soñamos; sin perder de vista las nuevas luces que iluminan el presente. Por esta razón concluyo con las palabras de fray Lester Rafael Zayas nos alertan sobre aquella realidad en la que no debemos caer jamás, sino más bien, sobre el lugar donde tiene que estar nuestra mirada: «Los dominicos en Cuba hemos de evitar el complejo de Narciso […] sin capacidad para mirar nada más que su propia imagen en el lago […] Es grande nuestra historia y la miramos agradecidos, pero tenemos que apedrear el lago para romper la imagen engañosa […] porque la vida sigue y sus clamores continúan resonando»25. Muchas gracias. Fr. Manuel Uña Fernández O.P. La Habana, 14 de noviembre de 2019

25

Fray Léster Rafael Zayas Díaz O.P., Centenario del nuevo Letrán 1916-2016, “El ideal dominicano de verdad y justicia en la Cuba de hoy”, Madrid, 2018, pp. 106107. 35


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Sentir La Habana con espíritu dominico. Esquema de presentación: Saludos iniciales. 1. Etapa Colonial (1492 – 1898) 1.1. Fray Bartolomé de las Casas y su luz en América 1.2. La Villa de San Cristóbal de La Habana y sus frailes predicadores 1.3. San Juan de Letrán y la universidad San Gerónimo 1.4. La restauración de la Orden de Predicadores 2. Etapa Republicana (1902 - 1952) 2.1. Fray Francisco Vázquez, un fraile comprometido con su tiempo 2.2. La Academia católica de Ciencias Sociales 2.3. El Código del Trabajo 2.4. Conferencias públicas. La agremiación obrera 2.5. Viviendas económicas y ley para la protección de la mujer y el niño 3. Etapa Revolucionaria (1959- 2019). 3.1. La Orden de Predicadores en La Habana 3.2. Aula Fray Bartolomé de las Casas 3.3. Centro Fray Bartolomé de las Casas 3.4. El Padre Pepe 4. Conclusiones 37


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