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EL bisturí QUE BUSCA LA FELICIDAD
América Latina entra y sale del quirófano continuamente por placer, por necesidad, por aceptación o por moda. La cirugía plástica sigue siendo una marca de identidad y un proceso de búsqueda para tener una vida mejor en el continente con mayor número de operaciones en el mundo. Por Alejandra S. Inzunza 64
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tienes que verle la cara de sorpresa a la gente cuando apenas te notan un cambio.
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obre la mesa son sólo un par de bolsas redondas. Grises. Inertes. Podrían servir como lubricantes, adhesivos o incluso impermeabilizantes. Pero estas bolsitas de plástico llenas de silicio son capaces de hacer magia. Dentro de unas horas ya no se verán grises ni apagadas. Su forma desaparecerá y se convertirán en un
par de pechos nuevos. La cirugía durará unas tres horas; la recuperación, cerca de tres semanas; la felicidad, según algunas mujeres, varias decenas de años. La cultura de la cirugía estética está por toda América Latina. Corriendo por la playa de Ipanema en Río de Janeiro, en las fiestas de 15 años de las colombianas, en los consultorios de los cirujanos mexicanos, en los cafés de Chacao en Caracas y en la televisión paraguaya. Desde hace varias décadas que el continente comenzó a convertirse en una pasarela donde la chica con la mejor nariz, las tetas más naturales y el culo más levantado gana, siempre y cuando pueda dar el contacto de su médico. Tal como si fuera una fiebre del oro, Latinoamérica sufre la fiebre del bisturí. Sin importar los altos costos, las dolorosas cirugías y las eternas recuperaciones, el físico sigue marcando tendencia, a la vez que representa una búsqueda de autoestima, pero la verdadera pregunta es: ¿las bolsitas de silicona pueden dar la felicidad? Una vida decorada Belkis Rojas pensó durante más de un año someterse a una cirugía hasta que un día decidió entrar al quirófano para salir completamente diferente. Visitó a cuatro cirujanos plásticos en tres estados diferentes de Venezuela hasta que encontró al “bueno”. Y en un solo viaje se hizo tres cirugías: lipoescultura, dermoplaxia e implantes mamarios.
Actriz, 33 años y madre de tres hijos, se sentía inconforme con su cuerpo. Además de que “necesitaba un perfil físicoestético adecuado” para sus proyectos audiovisuales. Los embarazos habían cambiado su cuerpo por completo y su hermana se había sometido a una cirugía de pecho 10 años antes que había resultado todo un éxito. “Pensé en hacerme el regalo de los cambios físicos radicalmente”. En un mes estaba como nueva. Aunque antes de llegar a eso tuvo que tomar durante 15 días antibióticos, analgésicos y hacerse masajes de drenaje linfático. La lipoescultura le provocó mucho dolor durante un par de meses y todos los días tenía que utilizar una faja enteriza que sólo se retiraba para ducharse. Los tres meses siguientes no pudo hacer actividad física y estuvo a dieta. Tres años después se sometió a otra cirugía para cambiar los implantes mamarios debido a una complicación. La recuperación, en total, le costó otros tres meses más. “Tienes que verle la cara a la gente, de sorpresa, cuando apenas te notan un cambio. Automáticamente se te dispara la autoestima y te alimentan el ego hasta más no poder”, defiende Belkis. Este año piensa en operarse la nariz. “Esto de las cirugías es un vicio, después que 65
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Bonitos y feos En Historia de la fealdad, Umberto Eco afirma que para entender los gustos de En el pasado se admiraba las curvas prominentes como las de Marilyn Monroe. Décadas después, a mujeres como Kate Moss que eran la antítesis del concepto de belleza.
Jessica Alba es el estereotipo de belleza actual.
una época no es justo escuchar sólo a los filósofos. “Es necesario entender qué significa fealdad para la gente común”. Hoy, lo feo podría ser una nariz grande, un busto pequeño, el exceso de grasa, unos labios delgados, las arrugas, las orejas desproporcionadas, un trasero caído, etcétera. En el Renacimiento, las mujeres más guapas eran entradas en carnes y ser delgado era sinónimo de enfermedad. Después de la Revolución francesa, el ideal de belleza eran las mujeres pálidas con cuerpos lánguidos. Los años cincuenta fueron marcados por figuras exuberantes como Marilyn Monroe. Cuarenta años después se pusieron de moda la anorexia y la bulimia. Ahora, la belleza ha cambiado una vez más. Hace dos años que un grupo de científicos de la Universidad de Texas descubrió la llamada “proporción áurea del deseo” representada por el número 0.70588253 que a su vez define la mejor relación cadera-cintura para el cuerpo de una mujer. Jessica Alba sería el estereotipo actual de la belleza actual, de acuerdo con ese estudio. “La historia de la fealdad es decididamente más interesante que la historia de la belleza”, según el propio Eco. Ambas historias están completamente relacionadas con la cirugía plástica. Hace 10 años, los pacientes de cirugía estética eran figuras públicas, famosas o personas con problemas de personalidad. Actualmente, se trata de gente común y corriente. Desde adolescentes hasta adultos de más de 80 años. “Hoy, cualquier persona busca una cirugía. Los medios de comunicación no la estigmatizan y las sociedades la permiten”, afirma el cirujano colombiano Santiago Ruiz. La fealdad y la belleza de las que habla Eco podrían ser definidas por estas personas comunes y corrientes. María Camila Vela se veía fea en el espejo. Cada vez que alguien le tocaba las mejillas o veía su papada en fotografías se ponía de mal humor, así que decidió someterse a una bichectomía –adelgazamiento facial– y a una liposucción en la papada. A pesar de que en ese momento de su vida se sentía muy bien, tenía
novio, buen trabajo, etcétera, se sentía cachetona. “Lo estuve pensando por un largo tiempo, lo que me frenaba era el dinero, nada más”. Una amiga de su madre le recomendó a un médico muy conocido en Colombia. Al ver su pequeño consultorio, “limpio y bien ubicado” en el norte de Bogotá, no lo pensó más. No se sintió nerviosa. Tuvo total confianza en aquel hombre que tendría como misión modificarle la cara. Al acostarse en la camilla, empezaron los nervios. La anestesia fue muy dolorosa y la cirugía, complicada. Hubo mucho dolor de por medio, tanto al momento como después y durante la recuperación. Por una semana estuvo hinchada. Dormir le dolía tanto que decidió no hacerlo. Comer también quedó descartado. El efecto duró tres semanas. Usaba una faja para la cara todo el día y con ella iba al trabajo. Los resultados totales se verían después de seis meses. En tanto, tenía que tomar medicinas, hacerse masajes y ponerse hielo. “Sentía que me habían sacado las muelas del juicio por segunda vez con el dolor en los cachetes”. Varias de sus amigas en Colombia ya se habían operado antes la nariz, los senos o se habían sometido a liposucción. “Algunas también están divinas y no se han hecho nada”. Ella se volvería a operar porque considera que la cirugía ayuda a que uno se sienta mejor. “Creo que si ayuda en la autoestima, ayuda en la felicidad”, sentencia María Camila. Ahora ya no se molesta cuando le tocan las mejillas. Ya no se siente fea.
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te operas la primera vez, no te detienes”. Al costo físico habría que sumarle el económico: 10,330 dólares. Belkis estudió Arte Dramático en la Universidad de Los Andes, en Mérida, Venezuela. A partir de los cambios a los que se sometió, tuvo mayores oportunidades de trabajo. “No es que mi vida haya sido menos exitosa antes de las cirugías, pero después el resultado fue impresionante. Las puertas se abren siendo una mujer bella y con atributos. Me favoreció aún más en el medio en que me desenvuelvo, ya que el cine venezolano vende belleza, así que desde luego que comencé a verle la otra cara a la cirugía plástica y también a ganarle tiempo a la edad”. La búsqueda por la belleza va más allá del bisturí. Para mantenerse, hace una serie de ejercicios como yoga, danza, ballet y spinning. Va al salón de belleza dos veces por semana. Se ha sometido a depilación láser y se ha tatuado las cejas. “Para verse bella hay que ver estrellas”, apunta Belkis, quien defiende que las cirugías no le dieron felicidad, sin embargo, completaron alguna parte de sí misma que estaba insatisfecha. “La cirugía no te cambia la vida, sólo te la decora”.
Un viaje, una cirugía Santiago Ruiz es uno de los cirujanos colombianos más famosos del país e incluso de Latinoamérica. Entre sus dos consultorios en Bogotá, en los que atiende a todo tipo de personas, le ha tocado de todo. En más de una ocasión ha atendido a la esposa de algún hombre, el cual, meses después, le ha llevado también a su amante a que se someta a otra cirugía. ¿Por qué tanta obsesión con el físico?, le preguntamos. “La mujer colombiana
Colombia sigue siendo uno de los destinos más baratos y comunes del mundo para cambiar el físico. es vanidosa, siempre lo ha sido, es una mujer que invierte en verse bien, gasta en peluquería, en manicuristas, en maquillaje y cremas para la piel. Esto ha sido de siempre. Varios países latinoamericanos tienen mujeres muy vanidosas, pero aquí son más. Uno puede darse cuenta de esto viendo la industria de las peluquerías y salones de belleza en cada ciudad del país. Son miles, en cualquier esquina de cualquier barrio o ciudad pequeña hay estéticas. Es algo cultural y no es nada reciente. Con esto también se relaciona la industria de la moda que ha crecido mucho en el país”, explica. Él mismo se operó la nariz hace 15 años y ahora ofrece tratamientos a pacientes extranjeros que analizan viajar a Colombia para someterse a una intervención de este tipo. Colombia sigue siendo uno de los destinos más baratos y comunes del mundo para cambiar el físico. Ya sea para aumento, reducción o elevación de senos, liposucción o lipoescultura, abdominoplastia, cirugía de glúteos, ginecomastia
(pectorales masculinos), así como cirugías de nariz, párpados, mentón, orejas, arrugas, cuello, botox o rellenos faciales. Según la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética (ISAPS), Colombia es el undécimo país con más cirugías plásticas en el mundo –hace dos años era el quinto–, pero es uno de los más baratos. Actualmente, Estados Unidos (1.6 millones al año) es el primer país posicionado en este ranking, seguido por Brasil (1.5) y China (588). México (553 mil) se encuentra en el quinto lugar, aunque es el segundo en Latinoamérica, según la propia Secretaría de Salud. A pesar de las crisis económicas, inflaciones o desempleo, el continente sigue siendo líder en cirugías plásticas y otros tratamientos estéticos no invasivos, de acuerdo con la ISAPS. En toda la lista de 25 países abundan los latinoamericanos: Colombia, Argentina, Venezuela, Perú, Costa Rica y Bolivia; este último se ha convertido en el paraíso de las rinoplastias baratas en el último año, según Humberto García, presidente de la Sociedad Boliviana de Cirugía Plástica Estética y Reconstructiva. En este país una cirugía de este tipo puede ser 10 veces más barata. 67
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después
victoria beckham
Antes
Los paraísos económicos y estéticos abundan por todo el continente. En Costa Rica una operación de senos puede costar 2,500 dólares, pero un paquete que incluya también nariz y liposucción puede implicar 3,500 dólares. En Estados Unidos, el procedimiento podría salir en más del doble. El turismo va de la mano con la cirugía. La clínica Xética en Argentina, por ejemplo, ofrece paquetes que incluyen alojamiento, traslado del aeropuerto al hotel y al centro médico, así como la intervención médica. 30 por ciento de sus pacientes son extranjeros y operarse un aumento de pecho y una liposucción en dos zonas cuesta alrededor de 2,990 dólares. El turismo estético llega hasta Asia. Los precios y las modalidades, sin embargo, varían de país a país. En Tailandia, según la misma encuesta de la ISAPS, una liposucción puede costar 5,000 dólares, pero incluye gastos de viaje y se puede negociar un 2 x 1 por el mismo precio. Aunque algunos, sin importar los precios, prefieren la calidad. Hay quienes matarían o esperarían más de cinco años con tal de pasar por el quirófano del 68
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LA CIRUGÍA ES TAN COMÚN DESDE LOS ochenta QUE LA EDAD NO ES UN LÍMITE. cirujano brasileño Ivo Pitanguy, quien supuestamente ha operado a famosos de la talla de Brad Pitt. A otros médicos, como al peruano César Morillas, hay personas que le han pedido parecerse al propio Pitt o a Ricky Martin. El mito de que sólo las mujeres quieren cambiar su imagen corporal está siendo desechado cada vez más. 20 por ciento de los pacientes que llegan al consultorio de Santiago Ruiz son hombres que quieren una liposucción o una cirugía de nariz y párpados. Algunos sólo van para pedir que se les haga una cirugía de mentón para pronunciar el surco.
Tres personas en una María José tenía 14 años cuando se sometió a su primera rinoplastia. En aquel entonces sólo se quitó el tabique. Tres años después, inconforme aún con el tamaño y la forma, pidió a sus padres otro “regalo” para poder respingarse la nariz. En las fotos de su adolescencia, parece tres María José. La original, la que se operó la nariz y la que a los 20 años ya se había transformado por completo: liposucción, lipoescultura, senos y pómulos. A eso se le suma una dieta rigurosa para adelgazar más de 20 kilos, un corte diferente de pelo cada mes y una inversión millonaria en su vestimenta. Así como ella, al menos tres chicas de su grupo de amigas en la ciudad de México también se habían operado la nariz y una más el busto. La cirugía es tan común desde los ochenta que la edad no es un límite, aunque muchos cirujanos se niegan a realizar una intervención quirúrgica a menores de edad. En México y en Colombia,
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Las adolescentes piden como regalo nariz nueva, aumento de senos o lo que deseen cambiar de su cuerpo.
principalmente, se ha convertido en una especie de regalo que se les da a las adolescentes, a pesar de que no han terminado de definir su personalidad. “Creo que si ella lo pide y se va a sentir mejor, porque, aceptémoslo, este mundo tiene todo que ver con el físico, entonces hay que dárselo y mientras más joven, mejor, para que no tenga problemas en el futuro”, comenta la madre de María José, quien pide mantener su nombre en el anonimato. A Silvia Córdoba, una comunicóloga colombiana que revolucionó la cultura de la cirugía en su país gracias a un texto que hizo en contra de la misma contando su propia experiencia llamado “Mi teta izquierda”, le regalaron un par de tetas nuevas cuando salió del colegio. Eran finales de los ochenta y el tamaño estaba de moda en Medellín, su ciudad natal. Toda su familia, en la que abundaban profesionales de clase media alta, ya se había operado –madre incluida–, así que, sin pensar si estaba bien o mal o si realmente las quería, entró al quirófano. Los siguientes 20 años, Silvia volvió a la sala de operaciones constantemente debido a una complicación en su “teta izquierda”. Ésta nunca aceptó los 125 gramos de silicona que le colocaron y que incluso le cambiaron en más de una ocasión. Con el tiempo, al envejecer, engordar y después de varias cirugías más, Silvia se cansó y decidió revelarse contra aquellos paquetes inertes que tanta energía habían consumido en su vida y que en vez de mejorarla, como supuestamente le pasa a la mayoría de las mujeres que se han operado, la habían empeorado. Así que tras un hematoma y dos quistes, volvió al cirujano que se las puso por primera vez y pidió removerlas, protestando a sus 40 años contra la cultura de la belleza colombiana a través de su cuerpo. “La primera noche, después de la extracción, me rocé por accidente y sentí por primera vez, y como hace 23 años, una caricia en mis pezones. En ese momento entendí que durante todo este tiempo mi teta izquierda hizo todo lo necesario para que sacara a ese intruso de mí, que pasaron más de 20 años para convencerme de que su tamaño no era
En “Mi teta izquierda”, una víctima narró las complicaciones de ponerse un par de senos nuevos y causó conmoción.
ACEPTÉMOSLO, ESTE MUNDO TIENE TODO QUE VER CON EL FÍSICO. ninguna anormalidad y, sobre todo, que cuando una mujer se pone tetas de silicona es para agradarle a alguien más, pero cuando se las quita es porque por fin aprende a gustarse ella misma”, concluye en el texto publicado en la revista Malpensante.
Mientras miles de mujeres y hombres siguen dispuestos a ahorrar todo lo posible para cambiar su cuerpo, Silvia logró quitarle importancia al tema y cambiar la mentalidad de varias mujeres que empezaron a preocuparse más por su personalidad que por el físico. Finalmente, se trata de dos bolsitas de silicona. Inertes. Grises. Sin vida. El poder que tienen es que son capaces de transformar una vida, para bien o para mal. La cultura de belleza latinoamericana lleva años igual. “La mujer latinoamericana se preocupa mucho más por la estética, por la imagen corporal, que en Europa. Sólo falta ver los concursos de belleza, la forma de vestir, el espíritu latino, la forma de bailar, todo eso está relacionado con la importancia al físico”, dice el portavoz de la ISAPS en Venezuela. Entre defensores y detractores de la cirugía, lo cierto es que para algunos un bisturí es la llave de la felicidad o al menos un camino hacia ella. 69
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