Relato de Yuruparí

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Relato de Yuruparí Juan Duchesne Winter


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¿Q uién es Yuruparí? Yuruparí tiene muchos nombres en el Amazonas noroccidental. Decenas de sociedades de los grupos lingüísticos tucano y arawak conocen a Yuruparí, pero este nombre, derivado de la lengua geral o ñengatú creada por los jesuitas a partir del tupinamba y el portugués durante la colonización, es el que se usa en las lenguas europeas. Los curripaco-­‐baniwa de la frontera entre Colombia, Venezuela y Brasil le llaman Kuwai. Como dice Robin M. Wright, uno de los estudiosos de este personaje misterioso, Yuruparí es un ser extraordinario —es un niño y es un adulto, es hijo del sol, es humano, animal y espiritual a la vez. Es hombre pero algunos cuentan que puede adquirir aspecto de mujer y puede menstruar como mujer. Yuruparí es parte jaguar, parte oso perezoso y puede transformarse en un ser hermoso y bondadoso y también en un monstruo devorador y cruel, pero sobre todo se transforma en canciones bellísimas que mezclan la tristeza y la alegría. Su cuerpo a veces aparece colmado de orificios que emiten una extraña música seductora y perturbadora. Por eso él es música esencialmente. Como muestra Stephen Hugh-­‐Jones, Yuruparí también es la palma paxiuba, las flautas que se elaboran a partir de ésta; es una serie de ejercicios de iniciación, una celebración de festividades y bailes comunales, una disciplina, una dieta y purga profunda que conduce a determinado estado físico y mental, una manera de existir en el mundo, un poder chamánico, una filosofía. Existen muchas versiones de la historia de Yuruparí, tantas o más que los distintos nombres que le da cada grupo étnico. Aquí sintetizo y combino según mi mejor recuerdo varias versiones presentadas por Robin M. Wright, Manuel Romero Raffo, Umusin Panlón Kumu y Tolaman Kenhiri, a partir de etnografías de los baniwa, curripaco y desana. La versión de Umusin Panlón Kumu y Tolaman Kenhiri tiene el interés especial de ser escrita por indígenas desana propiamente.

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Las versiones compiladas por Romero Raffo son

imprescindibles por su frescura oral espontánea y la diversidad de personas consultadas. En ellas Romero Raffo parece cumplir las exigencias metodológicas establecidas por Reichel-­‐ Dolmatoff para la recensión de narraciones orales indígenas. Empleo como punto de partida y reproduzco casi verbatim la narración presentada e interpretada por Wright en su revelador

1 Prescindo en este relato de las usuales notas de referencia y citas entre comillas pero se sobrentiende

que este texto se compone en gran medida de citas directas o indirectas de las fuentes mencionadas.


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estudio Mysteries of the Jaguar Shamans of the Northwest Amazon (2013).2 Tomo en cuenta algún matiz o aspecto que haya podido recordar de mis conversaciones con indígenas matapí y yucuna conocedores del Yuruparí que todavía se ve en la cuenca del río Mirití-­‐Paraná y alrededores. Cuando le pregunté a un chamán del Mirití-­‐Paraná quién es Yuruparí, que entre los matapí y yucuna se llama Kajyuwaka, me respondió escuetamente: “Yuruparí no es un dios, Yuruparí es un hombre muy especial. Es bueno y es también peligroso”. ***

2 Selecciono a Wright porque le confiere una gran consistencia narrativa al personaje Kuwai (Yuruparí)

como tal, lo que conviene a mi interés mayormente narrativo y literario. Deseo emplear los conocimientos etnográficos más bien para entender aspectos narrativos del complejo Yuruparí y no lo contrario. Entiendo que la resistencia de Reichel-­‐Dolmatoff ante el énfasis narrativo se justifica desde su punto de vista muy distinto, que es usar las narraciones para investigar el sentido etnológico de un modo de vida determinado; cf. su Yuruparí. Studies of an Amazonian Myth (1996). S. Hugh-­‐Jones comparte el enfoque anti-­‐narrativo de Reichel-­‐Dolmatoff.


4 Relato de Yuruparí

Hay tres episodios fundamentales en la existencia de Yuruparí: concepción y nacimiento; captación e iniciación de los jovencitos varones; lucha de las mujeres contra los hombres para poseer el cuerpo de Yuruparí. I. AMARU PARE A YURUPARÍ, UNOS HOMBRES SE LO ARREBATAN… Cuentan algunos baniwa que Iñapirríkuli le transmitió a larga distancia su pensamiento a su tía, Amaru. Este pensamiento fue capaz de hacerla concebir en su vientre la criatura que se llama Kuwai (nombre baniwa de Yuruparí). Así, Kuwai no fue concebido por una relación sexual sino a partir de un pensamiento que Iñapirríkuli le transmitió a Amaru. Iñapirríkuli estaba en su aldea en Warukwa. Allí él comió coca, la planta de pensamiento. Él cantaba mientras mantenía la coca en su boca, sorbiendo sus jugos muy despacio, es decir, mambeaba, pensaba, y pensó y cantó hacia Amaru, en dirección a ella, que estaba lejos en Jipana, transmitiéndole así su conocimiento, el cual penetró el cuerpo de ella y la embarazó. Pero Amaru no era como las mujeres de ahora. Ella no tenía vagina. Kuwai no podía nacer. Iñapirríkuli tuvo que usar una vara de pataúa para abrir paso hacia dentro de ella. Ella se murió del dolor, pero el pequeño Kuwai brotó y nació. Entonces Iñapirríkuli revivió a Amaru, cantó y fumó tabaco ante ella para aliviar su dolor. Ella preguntó a Iñapirríkuli por su hijo. Iñapirríkuli respondió que no nació nada humano sino una punta de raya salida de la placenta. Pero Amaru no le cree. Ella dice que sabe que está siendo engañada. Desde entonces Amaru no olvidará nunca a su hijito y siempre lo buscará. ¿Por qué le arrebataron a su Kuwai? Se dice que tan pronto Iñapirríkuli miró al recién nacido se dio cuenta que era una criatura extraordinaria. El bebé no parecía de este mundo. Su cuerpo comenzó a entonar y cantar una melodía animal. Su cuerpo poseía muchos agujeros por donde salía la música. Iñapirríkuli y otros hombres se lo entregaron a una osa-­‐perezoso en el bosque para que lo amamantara. Tenía boca de jaguar. Con sus dientes le desgarró una teta a su madrastra osa-­‐perezoso. Iñapirríkuli no veía cómo una criatura así podía permanecer en este mundo. Iñapirríkuli lo mantuvo en el exilio. El niño crece en secreto, alejado de su madre. Nadie sabe, excepto Iñapirríkuli, quién es su padre. Kuwai dice que no tiene padre, que él es hijo del mundo. Lo llaman “el niño del mundo”, el “maestro del mundo”. Según otros baniwa situados hacia el lado colombiano de la frontera y llamados curripaco, fueron las mujeres quienes primero transmitieron el pensamiento de la concepción de Kuwai (Yuruparí). Dicen estos narradores que los hombres vivían en un sitio y las mujeres en otro. La gente no tenía sexo, las mujeres no tenían vagina. Pero la vagina de Amaru fue creada, de manera algo diferente a la ya citada, a partir del sebucán, el recipiente tejido de fibra dentro del cual se exprime la yuca molida para sacarle el cianuro (no confundir esta yuca venenosa —manihot esculenta— con la yuca dulce). Cuando Amaru estaba secando la masa de yuca, Iñapirríkuli se transformó en palo de sembrar y ella se sentó en el palo; cuando ella se paró a coger con los brazos el sebucán, el cual las mujeres abrazan con los dos brazos para poderlo


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colgar, entonces Iñapirríkuli entró por la vagina de Amaru y la preñó. Cuando llegó el día del parto, Amaru cayó desmayada por los dolores y Kuwai nació mientras ella estaba inconsciente. Ella no pudo ver a la extraña criatura al nacer. Nació sin boca, y hablaba por medio de sus dedos, que hablaban cuando se los soplaba y todos hablaban diferente. Tan pronto quiso mamar le hicieron una boca con hojas cortantes de peri-­‐ peri. Entonces empezó a hablar por todo el cuerpo, habló por los testículos, por el pene, habló por las rodillas, habló por los dedos de los pies cosas que no se entendían. Los hombres le sustrajeron este bebé a Amaru y lo escondieron para criarlo y verlo ellos solamente. Según algunos narradores desana del Brasil, Yuruparí, conocido por ellos como Guelamún, fue concebido por dos mujeres, no por un hombre y una mujer. Ellas lo pudieron concebir sin tener ninguna relación sexual. Lo lograron mediante dos plantas de pensamiento, la coca y el tabaco. Una de ellas fumó el cigarro y la otra mascó la coca. Así adquirieron el poder de tener un hijo sin haber estado con un hombre. Este deseo se realizó. La mujer que fumó el cigarro quedó embarazada con Guelamún. Como en otras versiones, estas mujeres no tenían vagina. El pequeño Guelamún no tenía forma de salir. Fueron los hombres los que se encargaron de hacer el parto. Un hombre conocedor llamado Boleka, viendo que el niño no podía salir, cogió su horquilla de portar el cigarro y la colocó cerca del agujerito de orinar para tomar la medida y con un pendiente de oro invisible cortó el lugar, haciendo un orificio por donde nacen los niños. La madre se desmayó del dolor, por lo que no llegó a ver a su hijo. Los hombres se fueron llevando al niño envuelto para verlo escondidos. Ya a mitad de camino abrieron las envolturas. Era el más hermoso que podía existir. Su llanto era magnífico y fuerte como el trueno. Los hombres lo envolvieron de nuevo para que nadie oyera el llanto. Pero la madre de Guelamún había salido de su desmayo y alcanzó a oírlo desde donde estaba y gritó: ¡No me han mostrado a mi hijo! Los hombres que estaban cerca de ella le dijeron: Un día él volverá. Por eso se dice que Guelamún no puede ser visto hoy día por las mujeres, porque su propia madre no pudo verlo al nacer. II. YURUPARÍ SE ACERCA A LOS NIÑOS PARA INICIARLOS EN SU CONOCIMIENTO Se cuenta entre los baniwa que algún tiempo después que Kuwai (Yuruparí) fuera enviado al exilio, había en la tierra donde él nació unos cuatro niños jugando y experimentando con sonidos. Amarraban abejorros y avispas y los colocaban dentro de vasijas de cerámica y danzaban con el zumbido que salía de ellas, muy parecido al de las flautas. Kuwai los observaba desde un escondite sin que ellos supieran. Él salió y se les acercó. Ellos vieron a un hombre blanco con zapatos, reloj y sombrero. Le dijeron que ellos estaban haciendo música de Kuwai. Él les respondió que eso no servía porque él es el verdadero Kuwai y si querían oír su música tenían que recluirse y someterse a su régimen, sin comer ají ni alimentos cocidos durante tres temporadas secas. Los niños aceptaron su propuesta. Entonces él comenzó a aplicarles su régimen de inmediato. Se dedicó a cantarles cuatro melodías que salían por los orificios de su cuerpo y al mismo tiempo los azotaba con látigo. Luego les dio a oler una fruta que quita el hambre y les prometió que volvería más tarde. Los ejercicios de purificación


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de Kuwai, que pueden extenderse por semanas, consisten en ayunar, oler un fruto que quita el hambre, seguir dietas estrictas, bañarse en el río en la madrugada, tragar grades cantidades de agua hasta inducir el vómito y azotarse el cuerpo con látigos. Éste es el régimen que Kuwai quería enseñarles a los niños. Kuwai regresa otro día por segunda vez, les canta las mismas cuatro melodías y se aleja de nuevo. Pasan los días y los chicos siguen reuniéndose con Kuwai. Cuando ellos vuelven a sus casas en las tardes, sus madres dejan comida para ellos, pero ellos se rehúsan a comer. Ni las madres ni los padres saben que ellos están viendo a Kuwai. Le cuentan Iñapirríkuli sobre la extraña conducta de los niños. Éste, deseando saber qué están haciendo los niños, los sigue bosque adentro. Él se oculta y los ve encontrarse con Kuwai. Al enterarse que Kuwai ha estado visitando a los niños, toma precauciones para cuando éste vuelva. Manda a las madres de los niños a que se escondan lejos y se va con los niños a una maloca en el río Isana. Iñapirríkuli les pide a los niños que cuando llegue Kuwai se lo lleven a una esquina de la maloca. Ellos lo aguardan, susurrando con anticipación. Cuando Kuwai finalmente llega, los niños se esconden, pero Kuwai salta directo al centro de la maloca. Entonces Iñapirríkuli, que esperaba tras la puerta, salta también y se coloca cara a cara frente a Kuwai y le dice que los padres no habían mandado a los niños a verlo. Nadie le ha dado permiso para reunirse con los niños. Le dice también que sabe muy bien quién es, que no es hijo de seres humanos sino el hijo del mundo, y que representa un peligro para los niños. Kuwai le responde que eso es verdad, que él es prohibido y él no tiene padre. Pero entonces explicó que eran los mismos niños quienes deseaban verlo y querían conocer sus enseñanzas, que él no inició aquello. Agregó que él les advirtió a los niños que él estaba prohibido. Pero argumentó que sus enseñanzas eran buenas para los niños. Iñapirríkuli había oído que Kuwai era “maestro del mundo” y le preguntó cuáles son las condiciones del período de reclusión que él propone. Kuwai confirmó que hay un período de ayuno y dieta muy fuerte pero asegura que sus purificaciones y músicas serán buenas para los niños, pues los harán más fuertes y templados, además les enseñará a cómo comportarse con la gente, a compartir la comida, a ser útiles a los demás, a tener disciplina. Entonces él comienza ahí mismo a cantarles a los niños. Le salen por todas las partes del cuerpo muchas músicas que se juntan y crean un estruendo arrebatador. Al final los niños le dan las gracias y Kuwai se despide, prometiendo volver. Iñapirríkuli y los padres y madres permiten que Kuwai siga instruyendo a los jovencitos. Pero hacia el final del período de reclusión se va evidenciando el poder y el peligro de Kuwai. Les impone muchas restricciones a los chicos y no les ha permitido comer nada cocido. Kuwai se los lleva a Jipana, al pie de un inmenso árbol de nueces. Lo trepa y se sienta arriba en la cumbrera. Se pone a abrir las nueces y a tirárselas a los niños abajo. Les ordena a los niños que recojan las nueces y que las lleven sin comérselas a la maloca, para realizar allí los cantos finales necesarios para terminar todas las restricciones. Pero tres de ellos no pueden aguantar más el hambre. Asan las pepas al fuego y violan las restricciones dietéticas. El cuarto niño, que es el más pequeño, se abstiene de comer pero lo observa todo. El humo del asado sube hasta donde está trepado Kuwai y lo ciega. Se cae del árbol y queda inconsciente. Kuwai parece otro ahora. Le sale saliva a chorros por todos los orificios del cuerpo. Su cuerpo entero se abre con un gran bramido. Parece


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que llueve a cántaros. Kuwai arrima la boca a la tierra y la abre formando una cavidad inmensa que simula una cueva. Invita a los niños a que entren en ella para protegerse de la lluvia. Cuando el cuarto niño está entrando, Kuwai le guiña un ojo como indicándole que se salga antes que él cierre la boca. El pequeño les grita a los otros que es una trampa, que salgan también, pero la cavidad se cierra justo cuando el pequeño alcanza a salir. Iñapirríkuli no estaba tan cerca, pero sabe inmediatamente que ha ocurrido algo atroz, se ha mojado un poco con la “lluvia” y ve que al caerle en la mano parece sangre. Corre hacia el lugar y alcanza a escuchar el sonido de Kuwai que ya se eleva a lo lejos cantando la canción del jaguar, “Jeeee, Jeeee”. Se ha comido a tres de los niños, sólo uno está a salvo; es el más pequeñito que no rompió la dieta. Iñapirríkuli reflexiona entonces sobre la manera de terminar cuanto antes con esta calamidad. Decide celebrar la conclusión del ayuno para atraer así a Kuwai. Confecciona estatuas de los niños regurgitados, el parecido es perfecto. Los sienta sobre un banco en la maloca. La idea es que Kuwai crea que los niños han sido revividos de alguna manera y convencerle de que regrese a hacerse cargo de la festividad de cierre del ayuno. Iñapirríkuli prepara coronas de plumas azules y rojas de guacamayo y otros adornos como tobilleras y collares de triángulos plateados. Manda a una pequeña avispa llamada Kalimatu a que le lleve a Kuwai un regalo de tres larvas de mosca que ha raspado de los restos de los niños. Las larvas son comida para el espíritu de los muertos. Al convertirlas en regalo, Iñapirríkuli impele a Kuwai a realizar un intercambio y lo induce a venir al festival de cierre pese a la interrupción impuesta por su acto atroz. La pequeña avispa que porta el regalo representa en cierta manera al cuarto niño que sobrevivió y cuyo cumplimiento de la dieta asegura el cumplimiento del régimen disciplinario de Kuwai. Es una manera de insistir en integrar al intercambio social humano a este personaje extraño, a este Kuwai otro, a pesar de que sus poderes tienen un aspecto monstruoso y peligroso. Kuwai rechaza esta primera iniciativa pero finalmente cede y se dispone a completar el intercambio que él mismo ha iniciado al invitar en un principio a los niños a acogerse a la reclusión, las dietas y los ejercicios de azotamiento. Llega el momento de que Kuwai venga a conducir las ceremonias e impartir las enseñanzas finales en el tiempo acordado: al oscurecer del día y durante la noche. Aunque se les prohíbe a las mujeres ver ni oír ni saber ni participar en nada relacionado con la iniciación, ellas sí participan en la parte comunal del festival y en las danzas propias de éste. Todos esperan a Kuwai con aprensión y fascinación. Desde que comienza a caer el sol se puede sentir cómo él se va aproximando a la maloca. Se oyen sonidos maravillosos que salen de los numerosos orificios de su cuerpo. Cada vez se oyen más fuerte. Kuwai se acerca más y más. La fascinante y extraña música colma el bosque entero como si viniera de todas partes. El hijo del mundo canta como nunca antes. Él es hermoso y terrible. En sus cantos vibra todo lo que le rodea. Es un gran momento. Una primera generación de iniciados emergerá de su reclusión. Los iniciados serán reconocidos como hombres que “han visto Kuwai”, a quienes su música ha penetrado en alma y corazón y que pasarán este conocimiento ancestral a futuras generaciones. Varios narradores concuerdan que en este momento Kuwai sabe que va a morir, pero está decidido a completar la ceremonia. Baila. Se emborracha. Adquiere un aspecto de anciano. Después que Kuwai imparte las


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enseñanzas relativas al ají que los iniciados deben echarse por la nariz para purificarse y después de las danzas y cantos del ají que se extienden por gran parte de la noche, Iñapirríkuli prepara una gran hoguera. Entonces le sopla tabaco en los ojos a Kuwai para cegarlo, y lo va llevando de la mano hacia la hoguera. Kuwai se deja conducir, borracho. Él ya sabe que es su hora de morir, pero aprovecha para advertir a todos los presentes que tengan cuidado que nada lo puede matar, que ni las macanas ni las escopetas ni los machetes ni las flechas envenenadas lo podrán matar, dice — pues mi cuerpo es todas esas cosas dañinas; lo único que me puede matar es el fuego, pues yo vivo en el agua. Kuwai continúa cantando y bailando. Iñapirríkuli lo aproxima más y más a la gran hoguera. De pronto lo empuja hacia ésta. Kuwai cae y comienza a quemarse. Iñapirríkuli le tira encima las maderas más pesadas para que arda más. Kuwai canta las más maravillosas melodías mientras arde en el fuego. El cuerpo de Kuwai se quema y de su cuerpo brota un sinfín de venenos y enfermedades. Finalmente su espíritu jaguar asciende al cielo mientras canta la canción del jaguar, “heeee, heeee” y se aleja hasta desaparecer. Iñapirríkuli le dijo a la gente: ya Kuwai se ha ido para siempre, ahora nosotros vamos a vivir como él enseñó. Justo antes de caer en la hoguera, Kuwai le había susurrado algo al oído a Iñapirríkuli. Le había instruido que regresara más tarde a la hoguera después de consumido el fuego y que allí encontraría todo lo necesario para continuar celebrando los rituales. Iñapirríkuli regresó más tarde y miró la tierra cubierta de cenizas. Un retoño de la palma paxiuba brotó en ese momento. Al brotar sonó y retumbó como un disparo de escopeta. Este sonido conectó la tierra con el mundo otro. De la palma paxiuba se hace el cuerpo de las flautas. Junto a la palma de paxiuba siempre se halla el árbol (Purpurea lebaru sp.) cuya corteza sirve para cubrir las flautas y trompetas y también el bejuco que se usa para amarrarlas. Estos son los instrumentos musicales llamados kuwai o yuruparí. Los instrumentos yuruparí se esconden bajo agua a orillas de un río o quebradón donde las mujeres no los encuentren. Ellos son el cuerpo de Kuwai (Yuruparí). El material vegetal de las flautas es capaz de preservarse en el agua para siempre. Entre los curripaco se cuenta que todos los huesos de Kuwai son flautas, que de ellos salen 23 pares de flautas, en cada par una macho y otra hembra; excepto los huesos de los dedos corazón, anular e índice, que son puras hembras. Algunos curripaco cuentan otras cosas, como por ejemplo, que cuando los niños jugaban a hacer música, Kuwai se les apareció más bien con un aspecto animal, todo peludo. Otros aseguran que Kuwai asume a veces aspecto de mujer. El Kuwai mujer se llama Ualia Dualiko. Además, se aclara que Kuwai vomitó a los tres muchachos que se había comido. Inducirse el vómito es parte del fuerte régimen dietético enseñado por Kuwai. Por lo tanto, Iñapirríkuli esperó a que Kuwai se indujera el vómito, expeliendo a los muchachos y así los rescató y los revivió. Ellos continuaron vivos y terminaron el período de dieta y ayuno según prescrito. Esto contribuyó a que Kuwai aceptara finalmente completar el ritual y acudir a la celebración final donde pereció en la hoguera. Entre ciertos desana se cuenta también que Yuruparí, a quien llaman Guelamún, mató a varios de los jovencitos a quienes educaba, pero lo que abrió como si fuera una caverna para que se protegieran de la lluvia fue el culo, no la boca. Él los engañó e


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introdujo en su culo. Además, él mismo dio las instrucciones para la gran hoguera donde debían echarlo como castigo, pero cuando se quemó su cuerpo, este gran fuego se extendió y quemó toda la tierra. III. AMARU Y OTRAS MUJERES RECUPERAN A YURUPARÍ Se cuenta que el momento en que Yuruparí (Kuwai, Guelamún) hizo su entrada maravillosa a la celebración de cierre de las festividades emitiendo las más hermosas melodías de alegría y tristeza por los orificios de su cuerpo, Amaru lo reconoció y lloró. Supo que era el hijo que le habían arrebatado hacía tiempo. No le importaba que dijeran que no era humano, que era hijo del mundo, hijo sin padre, lo quería. Lloró su muerte en la hoguera, pero sabía que su espíritu jaguar viviría, al igual que sus enseñanzas. Desde entonces ella empezó a hablar con las demás mujeres para ver como podían recuperar a Yuruparí. Iñapirríkuli acogió las enseñanzas y las flautas de Kuwai (Yuruparí). Los hombres escondieron las flautas para que no las vieran las mujeres. Se prohibió que las mujeres participaran, vieran ni escucharan siquiera nada relacionado con Yuruparí. Los ejercicios físicos y espirituales de Yuruparí se convirtieron en una actividad exclusiva de varones. Los hombres dicen que poseer Yuruparí les daría demasiado poder a las mujeres. Iñapirríkuli comenzó a iniciar a su hijo para ver Kuwai. Le dio instrucciones al joven para que se fuera a bañar en el río en la madrugada y que se lavara el pene con una liana de jabón. Este baño de madrugada es muy exigente. Incluye bañarse en el agua fría, tomar grandes cantidades de agua y vomitarla, así como azotarse con látigo de zarzas irritantes. Quizás esto explique la morosidad del jovencito en levantarse, su posible pereza, no se sabe. La cuestión es que Amaru, la madre de Kuwai, logró adelantársele con las mujeres y robaron las flautas. Las flautas estaban escondidas bajo el agua pero ya Amaru había investigado donde las guardaban. Iñapirríkuli y los hombres se percataron del robo de inmediato y salieron a perseguirlas. Iban corriendo detrás de las mujeres por la orilla del río, brincando sobre las piedras. Las mujeres corrían y saltaban con las flautas. Resulta que de repente salieron dardos por las bocas de las flautas. Las flautas les disparaban a los hombres y estos tuvieron que detenerse. Las mujeres habían adquirido poderes chamánicos sobre las flautas y las estaban usando como armas. Los hombre no pudieron con la lluvia de dardos venenosos que les caía encima. Ellas dejaron atrás a sus perseguidores y subieron río arriba con las flautas. Llegaron a una loma llamada Motípana, situada en las cabeceras del río Uaraná. Allí establecieron el campamento de guerra de las mujeres. Se cuenta que los hombres entonces tuvieron que hacer todas las tareas que las mujeres hacían. Un joven del Miriti-­‐Paraná me contó que cuando las mujeres poseían a Yuruparí ellas eran las que hacían las cosas supuestamente más interesantes, como organizar los cantos y los bailes, ir de cacería, salir a explorar el territorio y hacer la guerra, mientras los hombres estaban muy aburridos, pues les tocaba quedarse en la maloca, preparar la yuca y cuidar todo el día a los niños. Algunos llegan a contar que


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los hombres tuvieron menstruación y amamantaban a los críos. Otros dicen que esto es una exageración. Algunos cuentan que el campamento de las mujeres en la cabecera del Uaraná se llegó a llamar “ciudad de las mujeres”. Allí ellas celebraban sus propias ceremonias de yuruparí (kuwai). La jovencitas hacían las dietas y todos los demás ejercicios y disciplinas. Se iniciaban en yuruparí y fortalecían sus cuerpos. Las mayores fortalecían sus poderes chamánicos. Algunas mujeres cuentan que todavía hoy día ellas conducen algunas de estas iniciaciones, pero aparte de los hombres. La enseñanza principal a las mujeres es: “no dependas de nadie”. Iñapirríkuli estaba furioso. Se comportó como un enemigo y se dispuso a hacerles la guerra a las mujeres. Agrupó a sus aliados, entre ellos muchos hombres, algunos pájaros y otros animales. Llegaron de noche al campamento de las mujeres. Se ubicaron en el puerto. Observaban de lejos. Mientras tanto, una de las hermanas menores tuvo su primera menstruación y las mujeres cantaron para curar la comida de ella. Cuando terminaron de cantar distribuyeron la comida. En ese momento Iñapirríkuli y su gente atacaron a las mujeres. Siguió una batalla campal. Las mujeres se escondieron las flautas en la vagina y combatieron. Según todas las versiones del relato de Yuruparí las mujeres perdieron esta guerra y los hombres les quitaron las flautas, es decir, les arrebataron de nuevo el cuerpo de yuruparí y lo preservan hasta el día de hoy. Pero entre los baniwa y curripaco se cuenta que pese a que fueron derrotadas y desalojadas de su fortaleza en las cabeceras del Uaraná, Amaru y sus seguidoras preservaron algunas de las flautas y huyeron. Estas mujeres rebeldes se convirtieron en las Amarrows. Se han establecido entre los blancos, en las ciudades de los blancos, como Rio de Janeiro, Bogotá y otras. Ellas andan por todo el mundo. Se casaron con blancos. Son madres de blancos. En alianza con los blancos, las Amarrows practican una hechicería relacionada con la tecnología, la industria y las enfermedades que derivan de éstas. Las Amarrows encarnan la otredad de las sociedades no indígenas contemporáneas. Sin embargo, ¡ojo!... En el pensamiento amazónico esto no significan que deban ser repudiadas o negadas. En el pensamiento amazónico el otro, por más extraño que sea, siempre es interesante, necesario, conveniente y parte íntima de uno mismo pese al peligro que pudiera representar. Este es el caso del propio Yuruparí. Ésta es la enseñanza fundamental de Yuruparí. Por eso hoy día más que nunca las Amarrows son parte integrante de la sociedad amazónica noroccidental, son tan íntimamente ligadas a ella como los son las mujeres a los hombres pese a todos sus conflictos de género. Cuando estuve viajando por la cuenca del río Mirití-­‐Paraná y parte del río Caquetá, un amigo compañero de viaje y yo conversábamos con un joven aprendiz de chamán. Por allí no es popular la palabra “chamán” sino que se dice simplemente “brujo”. Este joven ya se había iniciado en Yuruparí y lo había visto varias veces. Hablamos sobre el tema, no mucho, justo lo que es juicioso hablar. Mi amigo le preguntó a este joven si no creía que ya era hora que las mujeres recuperaran Yuruparí, pues los tiempos han cambiado. El joven aprendiz de brujo se rió muchísimo y le dijo: “Mi hermano, usted es muy ingenuo, no sabe lo que dice. No me negará que las mujeres son muy inteligentes, muy poderosas, muy tenaces, si se apoderan de Yuruparí otra vez estamos acabados. Pero no se preocupe, hermano, hombres y mujeres somos contrarios, tenemos que luchar siempre, aunque nos buscamos


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siempre. Ellas darán su lucha, no se sabe qué pase. Masculino y femenino son contrarios. Los contrarios tienen que estar siempre luchando y juntándose, juntándose y luchando, porque si no la vida se acaba. Así es este mundo”. Días más tarde nos enteramos de un extraño suceso ocurrido más arriba por el río Caquetá. Sucedió que varias mujeres indígenas se estaban reuniendo secretamente en una maloca y hablando de apoderarse de Yuruparí. Cantaron algunas de sus melodías. Un hombre que las espió denunció la supuesta conspiración. Al poco rato este hombre apareció muerto en circunstancias misteriosas. No se ha sabido nada más. Bibliografía Hugh-­‐Jones, Stephen 1979. The Palm and the Pleiades. Initiation and Cosmology in Northwest Amazonia. London: Cambridge University Press. Kumu, Umusin Panlón y Tolamán Kenhíri 2000. Antes el mundo no existía. La mitología heroica de los indios desana del Brasil. Barcelona: Prensa Universitaria. Reichel-­‐Dolmatoff, Gerardo 1996. Yuruparí. Studies of an Amazonian Foundation Myth. Harvard University Press. Romero Raffo, Manuel 2003. Malikai. El canto del Malirri. Formas narrativas de un mito amazónico. Bogotá-­‐Inírida: Centro de Estudios de la Realidad Colombiana (CEREC); Fundación Parature. Shackt, Jon 2013. A People of Stories in the Forest of Myth. The Yukuna of Miritiparana. Oslo: Instituttet for sammenlignende kulturforsking. Wright, Romin M. 2013. Mysteries of the Jaguar Shamans of the Northwest Amazon. Lincoln-­‐London: University of Nebraska Press.


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