El Secreto del Perdón Eterno del Pecado y Cómo Nacer de Nuevo 2. Jacob y Esaú Aconteció que cuando Isaac envejeció, y sus ojos se oscurecieron quedando sin vista, llamó a su hijo mayor, y le dijo; -¡Hijo mío! Y él respondió: heme aquí. He aquí ya soy viejo. No sé el día de mi muerte. -dijo Isaac-. Toma, pues, ahora tus armas, tu aljaba y tu arco, y sal al campo y tráeme caza; y hazme un guisado como a mí me gusta, y tráemelo, y comeré, para que yo te bendiga antes de que muera. Y Rebeca estaba oyendo, cuando hablaba Isaac a Esaú su hijo: y se fue Esaú al campo para buscar la caza que había de traer. Entonces Rebeca habló a Jacob su hijo, diciendo: he aquí yo he oído a tu padre que hablaba con Esaú tu hermano, diciendo: tráeme caza y hazme un guisado, para que coma, y te bendiga en presencia de Jehová antes que yo muera. Ahora, pues, Hijo mío, obedece a mi voz en lo que te mando. Ve ahora al ganado, y tráeme de allí dos buenos cabritos de las cabras, y haré de ellos viandas para tu padre, como a él le gusta. Y tú las llevarás a tu padre, y comerá, para que él te bendiga antes de su muerte. Y Jacob dijo a Rebeca su madre: he aquí Esaú mi hermano, es hombre velloso y yo lampiño. Quizá me palpará mi Padre, y me tendrá por burlador, y traeré sobre mi maldición y no bendición. Y su madre respondió: hijo mío, sea sobre mí tu
maldición solamente obedece mi voz y ve y tráemelos. Entonces él fue y los tomó, y los trajo a su madre; y su madre hizo guisados, como a su padre le gustaba. Y tomó Rebeca los vestidos de Esaú su hijo mayor, los preciosos, que ella tenía en casa, y vistió a Jacob su hijo menor; y cubrió sus manos y la parte de su cuello donde no tenía vello, con las pieles de los cabritos; y entregó los guisados y el pan que había preparado, en manos de Jacob su hijo. Entonces éste fue a su padre y dijo: Padre mío. E Isaac respondió: Heme aquí, ¿Quién eres, hijo mío? Y Jacob dijo a su padre: yo soy Esaú tu primogénito; he hecho como me dijiste: Levántate ahora, siéntate, y come de mi caza para que me bendigas. Entonces Isaac dijo a su hijo: ¿Cómo es que la hallaste tan pronto, hijo mío? Y él respondió: porque Jehová tu Dios hizo que la encontrase delante de mí. E Isaac dijo a Jacob: Acércate ahora, y palparé, hijo mío, por si eres mi hijo Esaú o no. Y se acercó Jacob a su padre Isaac, quien le palpó, y dijo: la voz es la voz de Jacob, pero las manos, las manos de Esaú. Y no le conoció, porque su manos eran vellosas como las manos de Esaú; y le bendijo.” (Génesis 27:1-23). Algunas personas se quejaron anoche de que yo hablé de otras cosas y no de la redención. Sin embargo, sí hablé de ello, y voy a hablar de ello hoy también. Lo que quiero que ustedes entiendan es que las ideas y los pensamientos de Dios son totalmente diferentes a los nuestros. No es fácil comprender todo lo que él dice acerca de cada tema incluso del que estamos hablando ahora. Yo creo que es necesario arar la tierra seca (sus corazones), antes de sembrar la preciosa semilla del evangelio. Una de las hermanas en mi iglesia que vive lejos me invitó a su casa. Como yo nunca había estado allí, decidimos reunirnos un día
en la estación del metro Gabong, a las cinco de la tarde. Apenas logré llegar a tiempo. Pero cuando llegué, ella no estaba allí. Conforme pasaba el tiempo, 5 minutos, luego 10, y 20 minutos, se me estaba haciendo irritante la espera. Cuando estaba a punto de partir y subirme a mi carro, la miré que venía corriendo hacia mí, sin aire. Ella dijo que me había estado esperando desde 20 minutos para las cinco en la acera por el bulevar. Ella pensó que yo tomaría esa carretera para llegar a la estación. Pero yo tomé otra calle, por eso no me pudo ver. El mismo principio se aplica en la fe. Cuando agregamos algo según nuestro criterio a la palabra de Dios, es igual que estar esperando a Dios en el lugar equivocado. La vida de un pastor es muy sencilla. Me levanto temprano por la mañana para orar, luego desayuno, leo la Biblia, etc. Al medio día almuerzo, visito a la gente, predico en la noche, y me voy a dormir, nada especial. Por eso, cuando tengo tiempo libre, leo la Biblia. Un día mientras leía la Biblia me aburrí, entonces la empecé a leer para buscar un lugar específico donde encontrar a Dios. Judas Iscariote si sabía dónde estaba Jesús. El sabía que Jesús estaba en Getsemaní. Pero Judas fue allá por otra razón. En fin, finalmente encontré el lugar donde Dios nos quiere encontrar, en Éxodo 25. El lugar no es sino el ‘trono de gracia’. Yo busqué desde Génesis hasta el Apocalipsis para encontrar el lugar donde Dios prometió que se encontraría con la gente. Pero el “trono de gracia” en Éxodo 25 fue el único lugar que Él mencionó. El ‘trono de gracia’ es el lugar donde nuestros pecados fueron perdonados.
Es muy importante entender el mensaje de los versículos que leímos hoy. Usted conoce a Isaac, ¿verdad? El es el hijo de Abraham. Isaac tuvo dos hijos, Esaú y Jacob. Esaú, el mayor, era un cazador muy velludo por todo su cuerpo, desde los pies hasta la cabeza. Jacob el menor, por el contrario, tenía una piel muy suave. Sucedió que Isaac estaba tan viejo y sus ojos se le oscurecieron tanto, que supo que ya casi era tiempo de morir. Así que llamó a Esaú y le dijo: “He aquí ya soy viejo. No sé el día de mi muerte. -dijo Isaac-. Toma, pues, ahora tus armas, tu aljaba y tu arco, y sal al campo y tráeme caza; y hazme un guisado como a mí me gusta, y tráemelo, y comeré, para que yo te bendiga antes de que muera”. (Génesis 27:2-4). Tan pronto como Isaac acabó de hablar, Esaú salió corriendo al campo para cazar. Pero tal como el antiguo dicho de que la historia se hace en una noche, y las mujeres siempre vienen detrás, Rebeca, la esposa de Isaac, madre de Esaú y de Jacob, estaba oyendo detrás de la puerta lo que Isaac le dijo a su hijo mayor. Entonces fue y le dijo al hijo menor Jacob: “Tu padre habló a Esaú diciendo: trae caza y hazme un guisado, y comeré y te bendeciré en presencia del Señor antes de morir.” “Ve rápido y tráeme dos cabritos, y haré un guisado, Después le llevas la comida a tu padre, pretendiendo ser Esaú. Serás bendecido.” Jacob estaba preocupado y dijo, “Yo no puedo hacer esto. Esaú es un hombre velludo y yo lampiño. Mi padre me
reconocerá inmediatamente apenas me toque. Me buscaría yo una maldición y no bendición.” ¿Qué dijo Rebeca? Y su madre respondió: “hijo mío, sea sobre mí tu maldición solamente obedece mi voz y ve y tráemelos”. Entonces Jacob salió, tomó unos cabritos y se los trajo a su madre. De ellos su madre preparó un guisado, tal como al padre le gustaba. Y ella puso las ropas de Esaú sobre Jacob. Jacob entonces fue adonde Isaac y le dijo, “Padre, soy Esaú. Hice un guisado con la caza. Por favor come y bendíceme.” Isaac no podía ver claramente, pero él notó que la voz de su hijo era diferente. ¿Cómo es que encontraste la caza tan pronto, hijo mío? Jacob contestó: “porque Jehová tu Dios, la puso delante de mí.” Isaac todavía no estaba seguro de que él fuera Esaú, y le dijo, “Acércate ahora, y palparé, hijo mío, por si eres mi hijo Esaú o no.” Isaac pudo sentir mucha vellosidad en Jacob. Así es que Isaac se comió el guisado hecho por Rebeca y bendijo a Jacob. Brasil tiene un río, el Amazonas, cuya anchura en la parte baja es de 40 kilómetros. Un día, un pequeño barco entró al río desde el océano Atlántico tras un largo viaje. A mitad de su viaje se les acabó el agua. Todos los del barco estaban a punto de desmayar por falta de agua. Observaron un bote que venía hacia ellos desde
el mar. Cuando el bote se acercó a ellos, los marineros les suplicaban que les vendieran agua.
desesperados
“Por favor, véndannos 50 galones de agua. ¡Les pagaremos lo que ustedes pidan!” Ellos contestaron, “¿Por qué no toman sus baldes o cubetas, las echan al agua y beben? Y siguieron su camino. Todos los hombres del barco estaban desilusionados y desanimados. Finalmente, a uno de ellos se le acabó la paciencia, echó la cubeta al mar, sacó agua y la empezó a tomar. Uno de los marineros experimentados que estaba al lado de él trató de detenerlo. “¡Joven!” No tome de esa agua salada. Le va a dar más sed. Pero el joven no le prestó atención alguna, y empezó a gritar. “¡Es agua fresca! ¡Es agua fresca!” Hacía ya mucho tiempo que estaban en el río, pero no se habían dado cuenta, porque el río es muy ancho. Aunque habían dormido y comido en el río, pero casi mueren de sed sobre el río. Este pasaje es una excelente ilustración para explicar el evangelio. No estamos lejos de la bendición de Dios. Hay muchas personas como los marineros que casi mueren de sed en el río, quizás ustedes sean como los marineros. Aunque Jesús que perdona nuestros pecados anhela darnos sus bendiciones está disponible, no pueden disfrutar de Él por ignorancia. La razón por la cual usted no puede recibir las bendiciones que él les dio, es porque le
agregan sus propios pensamientos a su palabra, así como la hermana que me esperaba en el lugar equivocado. Una vez que le agregamos algo a lo que Él dijo, se convierte en un mensaje totalmente diferente al original. De igual manera que los marineros sedientos navegaban en el Amazonas sin darse cuenta. Así los pensamientos de ustedes son diferentes a los de Él. El Señor lo sabe y quiere que lo entendamos a través de la Biblia. De vez en cuando, después de que termino de leer la Biblia, no puedo captar el mensaje a pesar de saber que cada línea de la Biblia fue escrita para mí. Sin embargo, después de una larga lucha, las cosas se me aclaran y puedo experimentar el gozo de comprender de tal modo que se convierte en una bendición para mí. Ambos hijos deseaban ser bendecidos por su padre, Isaac. Esaú fue maldecido a pesar de su arduo trabajo. Jacob fue bendecido, aún mintiendo. Supongamos que dos hombres dan diezmo y nunca faltan un domingo a la iglesia, sin embargo, uno es bendecido y el otro no. ¿Cómo podríamos explicar eso? ¿Qué debemos hacer para ser bendecidos? ¿Cómo podemos escapar de ser maldecidos? Yo creo que Dios nos dio la Biblia como un manual para saber cómo podemos obtener la bendición de Él. Todo pierde sentido si no se entiende el mensaje espiritual en la Biblia. Han pasado más de 100 años desde que el evangelio llegó a Corea. En años anteriores, nuestros ancestros no creían en Dios. Adoraban al Rey Dragón, a los dioses guardianes del hogar, y
hasta a grandes rocas de apariencias extrañas. Ellos lo hacían porque no sabían quién era el verdadero Dios. Pero el evangelio llegó a Corea con derramamiento de sangre y lágrimas de los misioneros que vinieron del Occidente. A los coreanos se les habló de Jesús y de Dios. Llegaron a conocer, quien creó el universo. Comprendieron la grandeza de Dios, y oyeron que Jesús les amaba. Pero no sabían cómo adorarlo. Ellos agregaban sus propias tradiciones religiosas a la adoración de Dios. Ofrecían su dinero, su tiempo, ayunaban; oraban toda la noche y hasta lloraban. Ellos no entendían la forma correcta de servirle al Señor. Así es que vivían como ellos creían que a Dios le gustaba. Pero Dios les dio la espalda y no se agradaba. Dios nos revela qué tipo de personas le agradan por medio de la Biblia. Él no escribió la Biblia nada más porque no tenía otra cosa que hacer. El padre, Isaac, es una sombra de Dios en esta historia, y Rebeca refleja a Jesús. Esaú es el reflejo de la persona que hace algo bueno para ser bendecido. Por el contrario, Jacob fue bendecido a través de Jesús, aunque él no hizo nada que lo acreditara. ¿Entienden ustedes? ¿No es verdad? Este es el mensaje principal de la Biblia. Si usted se comiera la cáscara de la nuez en vez de lo que tiene adentro, ¿cómo sabría? La cáscara no solamente sabría mal, le lastimaría la boca. Es exactamente lo mismo con la Biblia. Se dice que la Biblia contiene secretos espirituales.
Esaú hizo lo que su padre le dijo que hiciera, ¿verdad? ¿Se esforzó, no? Hasta sufrió. Entonces recibió bendición, ¿no? Todo lo contrario, fue maldecido. “Y por tu espada vivirás...” Amigos, ¿cuál podría ser una maldición peor que ésta? Se convirtió en un hombre lleno de temor que no podía ir a dormir sin la espada a su lado. Alrededor suyo no había rocío ni lluvia y él no podía cosechar nada aunque trabajara arduamente en el campo. Antes de que yo entendiera este secreto espiritual, yo pensaba que su maldición era irrazonable. Se supone que iba a recibir una bendición, no una maldición, por su obediencia. Esto nos enseña que no importa lo que tratemos de hacer para obedecer la voluntad de Dios, de todas maneras estamos sujetos a condenación. ¿Por qué? Simplemente porque no podemos reunir sus requisitos. No podemos cumplir Su ley. El menor, Jacob, no era tan obediente como su hermano Esaú. Podemos decir que Jacob es un pecador. Digámoslo de esta manera. Dios ama a los hombres justos, Jesús ama a los pecadores. ¿Tiene sentido? Pero Dios abomina a los hombres como Esaú, que tratan de venir ante Él por medio de su propio esfuerzo. Él no acepta a ninguno sin Cristo Jesús. Jacob recibió tantas bendiciones como Dios le pudo dar. ¿Qué hizo Jacob para ser bendecido? ¿Tuvo que ir de cacería? No. No hizo nada, sino sólo venir ante su padre con el alimento que su madre preparó para él. Espiritualmente hablando, para ser bendecidos tenemos que llegar ante Dios con lo que Jesús ya preparó para nosotros. Jacob estaba preocupado y le preguntó a
su madre, ¿Y qué si me cae una maldición y no una bendición? Su madre Rebeca le dijo, “Sobre mí sea la maldición”. ¿Usted recuerda que Jesús nos prometió que él llevaría todas nuestras maldiciones en la cruz? A innumerables cantidades de personas no le importa lo que la Biblia dice, y solamente hacen lo mejor que pueden, por orar, dar ofrendas, y vivir una vida mejor. Hace varios años atrás, yo presidía una conferencia evangelística en el Monte Jiri. Después de la predicación de la mañana, hice una invitación a mi tienda de campaña para las personas que querían hablar sobre su problema de pecado. Mucha gente me visitó y muchos fueron salvos. Ya casi era la hora de cenar, cuando una mujer joven vino a verme. Como siempre, le pedí que me hablara acerca de sí misma. Y entonces empecé a hablar del evangelio. Le expliqué como nuestros pecados fueron transferidos a Jesús, como fueron limpiados nuestros pecados en la cruz, de como pueden ser resueltos, y de qué necesitamos hacer cuando infringimos la ley, y así sucesivamente. También mencioné al general Naamán y al rey David, para explicar como trataron ellos con sus pecados. Cerré la sesión de consulta con el versículo de Hebreos 10:17, “...y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones.” Tan pronto como hubo escuchado el versículo, ella rompió en un llanto tan fuerte que todos los que estaban alrededor pudieron oírla. Yo estaba muy apenado. Le tomó casi una hora dejar de llorar. Finalmente dejó de llorar y me contó su historia.
“Pastor, yo perdí a mi madre cuando estaba en la primaria. Después peleaba mucho con mi madrastra, un día huí con el dinero de la matrícula escolar. Me fui a una gran ciudad, donde trabajé como prostituta durante varios años. Después de haber perdido toda esperanza en mi vida y haberme tratado a mí misma como basura un hombre me visitó como cliente. Él era diferente a los demás. Nos empezamos a enamorar el uno del otro. No podía creer lo que estaba sucediendo, yo sólo deseaba que no fuera un sueño. Un día él me pidió que no dijera nada, que solamente lo siguiera. Desde ese mismo día yo me convertí en su esposa. No podía ser más feliz, a pesar de que no tuvimos una boda formal, y que su familia era muy pobre. Pero, desafortunadamente no podíamos tener familia. A los dos años, para empeorar las cosas, alguien se dio cuenta que yo había sido prostituta, y el rumor empezó a esparcirse por ese pequeño pueblo. Todos mis cuñados y mis suegros me dieron la espalda y nunca me hablaban. Mi hogar se convirtió en un infierno. No podía salir de mi casa porque todo el mundo en la ciudad me acosaba. Aún en la iglesia, siempre me sentaba atrás y tenía que salir antes de terminar el culto. Yo estaba totalmente aislada. En ese momento me enteré que habría una conferencia aquí, así que decidí asistir con el deseo de olvidar el pasado. Yo lloré de verdadera felicidad cuando escuché la Palabra de Dios en Hebreos donde Dios dice que nunca más se acordará de mi pecado. ¡Qué alegría tengo ahora!” Tiempo después, por casualidad, fui a su iglesia para predicar. Después de predicar, cuando salía, una dama me tomó de la manga. Para sorpresa mía, era la misma mujer que había llorado tan fuertemente. Ella dijo que su esposo había ido a la iglesia por
primera vez en su vida. No la he vuelto a ver desde entonces. Ni siquiera sé como se llama. Yo creo que ahora vive una vida feliz aunque no tengo de qué gloriarse, porque Jesús lavó su pecado y la dejó blanca como la nieve. Esto mismo es verdad para los pecadores que vivían cuando Jesús estaba en el mundo tales como la mujer que fue sorprendida en adulterio o como el cobrador de impuestos. Ellos no hicieron nada especial, ni trataron ellos de limpiar sus pecados. Jesús vino a ellos e hizo todo lo que era necesario. Ahora amigos, ¿A cuál grupo pertenece usted? No quiero decir que simplemente seamos vagos y que no hagamos nada. Solamente dejen sus propios pensamientos a un lado, y escúchenme. ¿Por qué recibió Esaú la maldición? El trató de hacer tal como Dios mandaba. Hizo uso de todo su esfuerzo para hacer tal como su padre quería. Pero, el resultado fue su condenación. Cuando vivimos tratando obedecer las leyes de la Biblia, lo único que nos vamos a ganar es la condenación. ¿Por qué? Porque no tenemos la habilidad de hacer como la Biblia requiere. ¿Para qué serviría Jesús si nosotros pudiéramos hacer lo que la Biblia pide? La madre, Rebeca, es la sombra de Jesucristo. Ella hizo todo lo necesario para que su hijo, quien era un pecador y un busca-problemas, fuera bendecido. ¿Hubo algo hecho por el hijo? ¿Quién planificó la bendición de principio a fin? La madre. ¿Quién ejecutó el plan? La madre. El hijo estaba atemorizado.
Pero Rebeca hizo que recibiera la bendición. Ella misma preparó el guisado. Ella quiso que la maldición cayera sobre ella. Hay dos tipos de fe. Algunos se esfuerzan por seguir los mandatos de Dios lo más fielmente posible. Mientras tanto, los otros reconocen sus habilidades y dejan sus propios esfuerzos. Ellos le piden a Jesús y dependen en él, para que él los perfeccione. Ellos no tienen que agregar sus esfuerzos ni sus sufrimientos para que él obre. La mayoría de los cristianos dicen, “Yo no puedo hacer nada sin Jesucristo. Él lo tiene que hacer todo por mí.” Pero en realidad tratan hacer algunas buenas obras por sí mismos y luego tropiezan. En otras palabras, sus vidas llegan a ser una serie de fracasos. Cuando escuchan una buena predicación, cuando oran fervientemente o cuando hablan en lenguas, creen que su fe es verdaderamente buena. Y como usted ya ha visto, su fe no puede durar más que unos cuantos días. Cada año nuevo toman nuevas decisiones. Oran y deciden hacer un nuevo y fresco comienzo para el año siguiente. Algunas de sus decisiones duran tres semanas, tres días o solamente tres horas. Nosotros tenemos que dar por un hecho la realidad de que nuestros esfuerzos van a fracasar. Dios envió a Jesús por esta misma razón. Permítame preguntarle: Hoy, ¿es usted Jacob o Esaú? Desde el punto de vista humano, Esaú se ve más agradable y más sincero que Jacob. Sin embargo, al pensar, al tener idea, de que hay algo de bondad y benignidad en nosotros, no podemos aceptar la fe de que necesitamos a Jesús de todo corazón.
En mi mano derecha tengo una taza vacía. En mi mano derecha tengo una taza llena de agua. ¿Puede alguien derramar agua en la taza que ya está llena? ¿Y qué tal en la taza vacía? ¿Cuál es la diferencia entre ambas tazas? ¡Solamente cuando sus corazones se hallen vacíos, es que Su gracia puede entrar en ustedes, amigos! ¿Y qué si usted está lleno de buenas obras que usted ha hecho para Dios? Por ejemplo: ‘Yo soy cristiano desde que estaba en las entrañas de mi madre’. ‘Yo he sido el miembro más importante en mi iglesia desde que se fundó.’ ‘Vendí todas mis propiedades para comprar el edificio de la iglesia.’ ‘Yo soy el que dirige el orfanato.’ ‘¿Sabe usted a cuánta gente pobre he ayudado?.’ No podría haber lugar para Jesús en su corazón. Esaú era un hijo fiel y siempre buscaba agradar a su padre. Pero Esaú recibió la maldición. Jacob, por el contrario, era débil. No podía hacer nada por lucirse ante su padre. Tenía que depender de su madre totalmente. El vino ante su padre con la comida preparada por su madre. Hay dos clases de creyentes; unos que se apoya en sus propias obras; y otros que saben que no hay nada bueno en sí mismos, y vienen a Jesús y confían en Él enteramente. Permítame hacerle un examen de fe, como el que se hace en un hospital. Supongamos que ud. viene al servicio de la iglesia el domingo. Usted hizo muchas buenas obras y oró por largo tiempo antes de llegar a la iglesia, y no olvidó traer con ud. su diezmo. ¿Cómo se sentiría usted de sí mismo durante el culto? Satisfecho, con orgullo, cómodo... Unos días después, vuelve a ir a la iglesia. Sin embargo, tuvo una discusión con su esposa y se molestó con
los vecinos antes de salir rumbo a la iglesia. Además, no trajo su diezmo. ¿Ahora como se sentiría usted respecto a sí mismo y respecto a su fe durante el servicio? Se sentiría muy pequeño y no podría orar con tranquilidad. ¿No es así como funciona su fe? Entonces, ¿cómo hace usted para llegar ante Dios con una mente tranquila? ¿Por medio de sus obras? Cuando usted se siente inseguro o inquieto delante de Dios ¿qué es lo que lo causa? ¿No es esto evidencia de su falta de fe en Jesús? Apoyándose en sus buenos hechos, usted se siente bien por eso, y se siente mal por sus errores y mala conducta. Muchos cristianos dicen, “Pastor, ¿de qué está hablando? ¿Cómo vamos a confiar en nuestras obras? No tenemos capacidad. Nosotros sólo esperamos en la gracia de Jesús.” Ellos hablan así de labios, pero en realidad vienen a Dios con sus buenas obras. Veamos cómo leen la Biblia....“David se enfrentó a Goliat con valentía. Tenemos que tener la misma valentía. José nunca perdió la fe aún cuando estuvo en la cárcel. Así es que nosotros tampoco. La mujer adúltera conoció a Jesús en una situación muy penosa. Así deberíamos de conocerlo. Debemos amarnos unos a otros. Siempre tenemos que hacer algo... La Biblia no enseña de esta manera, aunque muchas personas religiosas lo creen así. La Biblia quiere que nosotros entendamos que no podemos llegar ante Dios por medio de nuestras buenas obras (esa idea ni siquiera existe de acuerdo a la Biblia). Debemos ir a Dios por medio de Jesús. Cualquiera que cree poder hacer algo por sí mismo, no necesita a Jesús. Un día Jesús predicó sobre las
oraciones de un publicano y de un fariseo. El publicano oraba de esta manera: “¡Señor! Por favor, ten misericordia de mí. Soy pecador.” El no enumeró los pecados que había cometido, solamente confesó que era pecador. ¿Y el fariseo? El habló por largo tiempo de las obras que él había hecho. Es por eso que el Señor no le dio justificación. El fariseo no la pudo recibir, porque él pensaba que ya la tenía. El publicano llegó como un pecador y regresó a casa siendo justificado. El fariseo llegó con su propia justicia, pero regresó como pecador. Eso es lo que la Biblia enseña. Regresando a Jacob y a Esaú. Había una condición que cumplir antes de que Jacob viniera a presentarse ante su padre para ser bendecido. El tenía que ir a su padre con su cuerpo cubierto. ¿Qué hubiera pasado si no hubiera cubierto su cuerpo? El hubiera sido maldecido. Fue bendecido porque escondió su persona. Esta conferencia nos costó mucho dinero. No sé como se levantaron los fondos requeridos, pero yo creo que mucha gente ofrendó para cubrir todos los gastos. Todos los gastos que se hicieron para la publicidad en la T.V., volantes, letreros, ‘posters,’ y anuncios fueron pagados por alguien. Algunas personas donaron grandes cantidades anónimamente. Ese tipo de ofrendas son muy diferentes a las del mundo. Si permanecemos incógnitos, recibiremos bendición. Desafortunadamente, la mayoría de nosotros somos buenos en lucirnos. En las iglesias publican quien donó dinero, quien dona un piano o un púlpito. Lo que deberíamos dejar claro es lo malos que somos y no que tan buenos somos.
Mi retrato salió en los anuncios de televisión e impreso en los volantes. ¿Es posible poner allí solamente la parte agradable de mi cara? No, sea bonita o sea fe, toda mi cara va a aparecer. Cuando usted quiera donar un piano o un púlpito, no mencione su nombre. Solamente hágalo en el nombre de Jesús. Ocúltese a sí mismo completamente, de lo contrario no podrá agradar al Señor. En muchas iglesias coreanas, los pastores anuncian públicamente en los servicios. “El anciano Kim ofrendó $5.000,00 porque el Señor le permitió abrir un nuevo negocio la calle tal y tal.” “El hermano Park ofreció $10.000,00. Le da gracias a Dios por permitir que su hijo se graduara de Doctor.” Matan dos pájaros con una sola piedra: una ofrenda, un anuncio. Una ofrenda y jactándose de su hijo. ¡Cuán abominable debe ser esto para el Señor! Cuando ofrenden no traten de darse a conocer, directa o indirectamente. Solamente hágalo para glorificar al Señor. Estos días en las iglesias, los hombres se desenfrenan demasiado. No hay espacio para que Dios obre en el hombre. Estimados amigos, desechen todas las buenas obras que ustedes piensan haber hecho. Ustedes deben cubrirlas. Jacob recibió bendición porque él se encubrió. Isaac tocó a Jacob y palpó la velluda piel de cabra que cubrió el cuerpo de Jacob, lo cual le hizo creer que era Esaú. De igual manera, nosotros debemos cubrirnos
con la preciosa sangre de Jesús. No tenemos nada que lucir ante la presencia de Dios excepto a Jesús. Echémosle un vistazo a la gente de Israel en tiempos de Jesús. La gente que ayudaba a los pobres sonaba trompetas por las calles. El Señor dijo que ellos ya habían recibido su recompensa de este mundo. Mucha gente oraba en las calles donde había muchas personas, para ser vistos por los demás. Jesús dijo que Dios no aceptaría esas oraciones. El hombre debería cubrirse totalmente ante Dios. El hombre no debería tener de qué jactarse delante de Dios. ¿Por qué es que algunos reciben la maldición? Porque tienen corazones arrogantes como el de Esaú. Ellos piensan así, ‘Jacob es menos habilidoso que yo en la cacería.’ Pero, ¿de qué le sirvió la habilidad de cazar a Esaú? Su competidor, Jacob, consiguió una cabra detrás de su casa. Se sobreentiende que Jacob era mucho más rápido que Esaú. Además, vino a su padre usando el nombre de su hermano. Amigos, ¿cual nombre tenemos que usar cuando venimos ante Dios? ¡El nombre de Jesús! Nuestro hermano mayor, el Hijo de Dios, ¡Jesús! Tenemos que venir delante de Dios en el nombre de Jesús. Les daré unos ejemplos de oraciones equivocadas; “Señor, me sacrifiqué por ti lo más que pude. Por favor, acéptame. Ningún otro ha estado orando tan sinceramente como yo. Por favor recíbeme.” Pero, ¿qué tal esta otra oración...? “Sí, yo también ofrendé un poquito, pero no creo que sea algo por que pueda enorgullecerme. Todo lo que hay en mi corazón es como un montón de basura. Me puedo imaginar cómo te sientes al
respecto. Yo me conozco a mí mismo mejor que nadie más; verdaderamente soy sucio, malo y abominable. Señor, por favor, no consideres lo que yo hice, pero considera lo que Jesús hizo, y recíbeme. Traté de ser santo muchas veces, pero ahora me he dado por vencido. Por favor, acepta lo que Jesús hizo por mí y acéptame.” Esa es la verdadera fe. Muchísima gente dice ser cristiana, pero creen tener algo atractivo o valioso y creen en sí mismos. “Si me decido a hacer algunas buenas obras, o si me esfuerzo un poquito más, el Señor se agradará.” Esa manera de pensar está totalmente equivocada. Lo que nosotros hagamos no hace diferencia alguna. Merecemos la destrucción. Tenemos que reconocer que debemos depender totalmente de Jesús. Supongamos que un joven viniera a pedirme prestados $10.000,00. Como yo no quiero prestarle ese dinero, entonces le digo que no tengo dinero para prestarle. Si él tuviera otro conocido al que le podría pedir, diría: “No importa, iré con otra persona.” El no insistiría, sino que se iría. ¿Pero qué tal si no tiene a quien acudir? Estoy seguro de que él no se iría hasta que lograra el dinero. Es la misma manera en que tenemos que recibir gracia de parte de Jesús. Cualquiera que piense que puede hacer buenas obras por sí mismo, no puede confiar cien por ciento en Jesús. El que llega a la conclusión de que no es capaz de hacer algo, y que entiende que no puede creer en sí mismo, confía en Jesús con todo su corazón; él está listo para recibir la redención. Después de predicar, generalmente hablo con varias personas en grupo durante el tiempo de la invitación. Cuando les explico el evangelio, algunos de ellos reciben la salvación y gritan “Aleluya.”
Anoche, una joven me pidió que le explicara el evangelio detalladamente. Varias personas más se unieron a nuestra conversación y les hablé de cómo Jesús limpió, blancos como la nieve, nuestros pecados, cómo fueron transferidos a Jesús, y de cómo fue ofrecido el sacrificio eterno. Cuando terminé algunos simplemente asintieron y otros manifestaron su gozo por haber finalmente entendido el evangelio. Yo estaba tan contento que no pude dormir anoche. No sé como agradecer al Señor por permitirme guiar a esas almas muertas a la vida eterna. Es por eso que estoy testificando de Jesús tan vigorosamente. Estimados amigos, cuando ustedes creen en sus corazones que no tienen esperanza, y que no tienen más que maldad, y que no son buenos para nada, es entones que están listos para la salvación. Algunas personas piensan que son buenas en algunos aspectos, aunque son malas de vez en cuando. Y otros piensan que son mejor que algunos. Esa clase de personas fueron las que mataron a Jesús. Ellos no podían aceptarlo. No podían depender en Él. Jacob fue a su padre por medio de la ayuda de su madre, porque él sabía que Isaac no lo había llamado a él. Mientras tanto, Esaú creía que tenía suficiente capacidad por sí mismo y por ello no tuvo que ir donde su madre. El resultado fue, como usted leyó, solamente la maldición. La Biblia fue escrita para enseñarnos como deben estar nuestros corazones para poder ser bendecidos por Dios. Podemos encontrar muchas parábolas en la Biblia. Estas no están ahí para
que la Biblia sea más gruesa y se vea majestuosa. En cada versículo, Dios nos muestra su sincero deseo de que nosotros descubramos Su voluntad. Ha de ser muy doloroso para el Señor ver que el hombre sólo se preocupa por hacer buenas obras sin entender Su voluntad. Mucha gente simplemente no sabe qué es lo que Dios quiere. Yo sé que hay muchos excelentes pastores alrededor de ustedes. Yo no fui un gran hombre, no saqué un título de doctorado en Teología de una famosa universidad; simplemente era un hombre malvado. Cuando reconocí que yo era un pecador y que debía ser destruido, yo pude llegar a recibir el secreto de la preciosa sangre de Cristo Jesús. El Señor limpió todos mis pecados, desde la planta de mi pie hasta mi cabeza. Una vez que fui salvo de mi inmundo pecado, Jesús entró en mí, y fui cambiado totalmente. El me ha estado sosteniendo hasta el día de hoy. Yo puedo ser un buen creyente no porque sea fuerte, sino porque Jesús me fortalece para vencer el pecado. Por mí mismo no tengo nada. Soy un hombre que caería en el fango del pecado en cualquier momento si Jesús me soltara. Usted no tiene que gritar diciendo que usted es un hombre perverso, pero debe estar dispuesto a decirse a sí mismo: “Sí. Realmente soy un hombre inmundo y perverso.” Deseche la idea de, “pero a veces soy bueno también.” Solamente Jesús puede salvarlo. Cuando usted tenga un corazón que piense, “Merezco la muerte”, “No puedo hacer nada y sólo Jesús me puede ayudar.” Jacob no hizo nada. ¿Qué hizo la mujer que fue sorprendida en el acto mismo del adulterio para ser declarada inocente? ¿Qué tuvo
que hacer el ladrón en la cruz para ir al paraíso? Solamente se dieron cuenta de que ya eran malditos y que morirían irremediablemente. Jesús llega a este tipo de personas sin esperanzas. ¿Es usted un maestro de escuela dominical? ¿Es usted miembro del coro? ¿Es usted un cristiano bautizado? ¿Es usted un anciano o diácono de la iglesia? Pensamientos tales como, “a veces soy bueno”, o “hago buenas obras de vez en cuando”, son los que llevan a la condenación. Estoy seguro que el Señor entrará en su corazón cuando usted diga en su corazón, “Señor, ten misericordia de mí. Soy nada más que un pecador que merece morir.” Hoy nosotros hablamos del secreto que hay en el pasaje de Jacob y Esaú. ¿Cómo podremos saborear la sandía o la nuez sí solamente probamos la cáscara? Cuando ustedes descubran los secretos escondidos en la Biblia, sus vidas serán bendecidas.