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Apostolado Hispano Católico
Blanca Primm, directora
Rocio Melendez, asistente administrativa
805 S. Northshore Dr., Knoxville 37919
T 865-637-4769, F 865-584-7538
E-mail: lacosecha@dioknox.org www.dioknox.org, FB: lacosechaDOK
Procedimiento de la Diócesis de Knoxville para reportar casos de abuso sexual
Cualquier persona que tenga conocimiento real o que tenga una causa razonable para sospechar de un incidente de abuso sexual debe reportarlo a las autoridades civiles apropiadas, y al Centro McNabb, nuevo coordinador de asistencia para víctimas de acoso sexual de la diócesis de Knoxville, al número de teléfono para denuncias (865) 321-9080. ■
Sacerdote y víctima
Con una Hora Santa diaria, nos preparamos mejor para nuestra identidad sacerdotal y para ser “víctima viva”.
”¿Es posible que no hayan podido quedarse despiertos conmigo, ni siquiera una hora?” —Mateo 26,40
Velando conmigo”. Al reflexionar sobre mi tiempo aquí en la diócesis, me parece apropiado concluir con una reflexión sobre el sacerdocio. ¡Qué gran bendición este año haber celebrado el sacramento de la ordenación sacerdotal de siete hombres: tres al sacerdocio y cuatro como diáconos transitorios! En verdad, qué gran bendición es tener tales hombres que respondieron al llamado de Dios y al deseo de acercar a Cristo y servir a su rebaño.
Y para que lo hagan cada vez con más fe, y para la bendición de su sacerdocio, el único consejo que les recomiendo mucho es el de no dejar nunca de hacer la Hora Santa cada día delante de Jesús Sacramentado (incluso en los días libres y durante las vacaciones).
Y si hubiera un solo libro que desearía que todos los sacerdotes leyeran en oración y repasaran al menos una vez al año en el aniversario de su ordenación, sería A priest is not his own (El sacerdote no se pertenece), del beato arzobispo Fulton Sheen. Porque todo sacerdote que siga su sabio consejo y haga una Hora Santa cada día podrá ejercer y vivir más fielmente su sacerdocio en Cristo, como sacerdote y como víctima. Porque es eso lo que Cristo es, y para lo que nosotros fuimos ordenados.
El sentido perdido. En nuestros tiempos, una palabra ha perdido trágicamente su gran significado espiritual entre los católicos, y aún más tristemente también entre los sacerdotes: la palabra “víctima”. Porque la identidad de sacerdote ordenado es inseparable de la de ser también víctima. Mientras que en el Antiguo Testamento, el sacerdote y el sacrificio que se ofrecía eran dos cosas distintas e independientes, como explicó el arzobispo Sheen, “Cristo unió en sí mismo el sacerdocio y la condición de víctima”. Por ello, advierte a los sacerdotes que entender su sa-cerdocio como algo distinto de ser también víctimas en Cristo es tener “un concepto mutilado de nuestro sacerdocio”. Por eso, especialmente para los sacerdotes, la Hora Santa diaria es tan importante.
¿Por qué una Hora Santa? En comentarios del Obispo Oscar Cantú, Presidente del Comité de Asuntos Hispanos de la conferencia de Obispos, sobre los temas más importantes que propone el nuevo plan pastoral: “Sin duda, el deseo de formación en varios niveles, formación específica en la fe y en el desarrollo de habilidades, desarrollo de liderazgo, especialmente para adultos jóvenes. Existe una cultura particular para los adultos jóvenes, en términos generales, y especialmente para los adultos jóvenes hispanos. Muchas de estas propuestas y recomendaciones ya están en marcha. Estoy pensando en el VEYYALI (Iniciativa de Liderazgo para Jóvenes y Jóvenes Adultos del V Encuentro).
El número de vocaciones de sacerdotes y religiosas hispanas no está en consonancia con el número de hispanos en Estados Unidos. Por lo tanto, reconocemos la necesidad de redoblar nuestros esfuerzos en fomentar (vocaciones) de una manera culturalmente informada, porque hay realidades particulares que son culturales, socioeconómicas, e incluso legales en relación con la comunidad hispana y las vocaciones.
Además, es necesario llegar a aquellos que no participan en la Iglesia, la necesidad de evangelización, y de tener una voz continua en las estructuras de la Iglesia. Mu- los 60 años de su sacerdocio, el arzobispo Sheen nunca faltó a la Hora Santa diaria, pues afirmaba que era la clave para crecer y fortalecer su vida sacerdotal en Cristo. Porque era en el silencio orante de cada una de sus Horas Santas ante el Santísimo Sacramento donde aprendía de Nuestro Señor que no podía “subir al altar como sacerdote sin ser víctima”. Insistía continuamente en la importancia de hacer una Hora Santa diaria porque “es lo único que sirve para el sacerdocio”. Y también a los laicos, en la medida de sus posibilidades, se les anima a hacer una visita diaria al Santísimo Sacramento.
Amor a la Misa. Puesto que la Eucaristía, como subrayó San Juan Pablo II: “es la principal y central razón de ser del sacramento del sacerdocio”, la Hora Santa alimenta necesariamente el fervor del sacerdote por el Santo Sacrificio de la Misa. Como subrayó el Papa Benedicto XVI: “Todo el fervor en la vida de un sacerdote depende enteramente de la Misa”. Y es la Hora Santa la que alimenta ese fervor por el Santo Sacrificio de la Misa, pues lo que celebramos es lo que también debemos vivir.
Identidad sacerdotal. Es en la presencia del Señor durante una hora continua donde mejor aprendemos nuestra verdadera identidad como sacerdotes y a ser “una víctima viva, santa y agradable a Dios” (Romanos 12,1), para ofrecer y ser ofrecidos “por Él, y con Él, y en Él” en el Santo Sacrificio de la Misa y en la Misa que debemos vivir. Aprendemos a entrar en la “hora” de Cristo pasando una hora con Él. Y al hacerlo, aprendemos, como recalcó el arzobispo Sheen, que “no existe la “Misa de las seis”; la Misa es continua, es “un sacrificio vivo”. Debemos vivir nuestra Misa cada día como sacerdote y víctima. Hacer una Hora Santa. Bien entendido, el arzobispo Sheen explica que “la Hora Santa no es una oración oficial; es personal”. Aunque “el propósito básico de esta hora es meditar”, también se puede rezar la Liturgia de las Horas (aunque recomienda no más de 20 minutos para conservar la mayor parte de la hora para la oración meditativa). Ciertamente, se puede rezar el rosario, o meditar sobre la Escritura o sobre una lectura espiri - chas veces, hay una comunidad de habla hispana vibrante que no tiene acceso a las estructuras, ya sea de la parroquia o de la diócesis”. Refiriéndose a los jóvenes de herencia hispana crecidos en este país y que prefieren hablar inglés comentó: “Debemos reconocer un cuidado particular por este grupo porque las estadísticas muestran que este es el grupo que comienza a alejarse de la práctica de la fe y de la asociación con la Iglesia por diversas razones. En nuestros ministerios hispanos, necesitamos ofrecer recursos de manera bilingüe para dar la bienvenida a aquellos que se sienten más cómodos en inglés. Estructuralmente, también es importante que estos católicos hispanos que prefieren el inglés puedan adorar y participar en su fe a través de su propia cultura” y concluyó diciendo, “a un nivel más amplio, simplemente quiero señalar que los delegados del (V Encuentro) hace cinco años en Grapevine fueron un impulso para los obispos, espiritual y emocionalmente, con su apoyo claro y palpable en un momento muy difícil para la Iglesia. Eso es emblemático de algo más grande: que la comunidad hispana no es solo una comunidad que pide recursos, sino que también tiene muchos dones y está lista para contribuir a la Iglesia en general”. Fuente: OSVnews ■ tual apropiada. Pero también es importante durante este tiempo aprender a “escuchar al Señor”. Y si uno tiene la tentación de no hacer una Hora Santa diaria, el arzobispo Sheen nos instruye a “preguntarnos cuál de estas tres excusas, que el Señor dijo que las tendríamos, nos aparta del servicio total: los deseos terrenales, el amor terrenal, o el duelo terrenal”. (Lucas 9,57-62). Adoración sacerdotal. Nos presentamos ante el Señor en la Hora Santa para adorarle y darle gracias. Pero consideren esto: nuestros votos sacerdotales son en sí mismos “un acto de devoción” por el cual nos consagramos a Dios y le prometemos nuestra fidelidad (Catecismo de la Iglesia Católica, 2102) . Por eso, una práctica encomiable para los sacerdotes es comenzar la Hora Santa rezando brevemente y reflexionando sobre “La promesa de los elegidos” del Rito de Ordenación. Son las seis preguntas que nos hace el obispo ordenante en nuestra ordenación sacerdotal y las siete de nuestra ordenación diaconal, cada una de las cuales comienza con las palabras: “¿Resuelves...?”. El único voto común a ambos ritos de ordenación comienza con “¿Prometes...?”, en relación con el respeto y la obediencia al obispo y a sus sucesores. Quizá la razón de este doble énfasis se deba a que, como explicó un célebre exorcista italiano, “el príncipe de la desobediencia es el diablo y a él se le vence siendo obediente, no con tu personalidad, ni con tus carismas”.
Fuerza para el ministerio. La Hora Santa nos ayuda a ser más celosos al guardar los votos que protegen nuestro sacerdocio. Porque descuidar un solo voto es salirse de la protección que proporciona, y no nos quepa duda de que Satanás se abalanzará sobre nosotros cuando lo hagamos. Así pues, guarden sus votos sacerdotales, porque por ellos seremos juzgados.
Su mayor deseo. Pienso aquí en el beato hermano Bernardo Vasconcelos (1902-1932), monje benedictino portugués. Su mayor deseo era llegar a ser sacerdote y celebrar el Santo Sacrificio de la Misa, pero después de sufrir una enfermedad durante seis años, murió a los 29 años. Sin embargo, esos largos años de sufrimiento sirvieron para forjar su forma de entender y amar el sacerdocio, la Eucaristía y la Misa de una manera mucho mayor de lo que hubiera podido hacerlo el seminario. Cerca de la muerte, escribió un libro breve pero muy hermoso, “La Misa y la vida interior”, donde escribió lo que aprendió que significaba ser verdaderamente eucarístico.
”Aquellos que viven el sacramento de la Eucaristía deben vivir también el sacrificio, que es su principio y su fuente.... Y si no viven el sacrificio de la Eucaristía, olvidan fácilmente la parte activa que deben tomar en la santa Misa, como co-ofrendores y co-víctimas. Esto supone una pérdida tan enorme para su vida espiritual, que no es de extrañar que carezcan de esa veneración y afecto especiales que deberían tener por el santo Sacrificio”.
Morir con Cristo. El beato Bernardo anhelaba subir al altar como sacerdote y como víctima. Pero nosotros, que hemos sido ordenados, necesitamos lo que Cristo nos da cada día en la Hora Santa para subir al altar como ambos. Entonces, “habiendo muerto con Cristo en el altar”, como afirma el arzobispo Sheen, podemos continuar nuestro “sacrificio del corazón y de la mente en acción de gracias; en el sacrificio de las buenas obras; en el sacrificio de los corazones rotos y los espíritus contritos; y en el sacrificio de la totalidad del hombre y la entrega de [nuestro] yo a Dios” (Romanos 12,1 y 15,16; Hebreos 13,15-16; Salmo 51,17; 1 Pedro 2,15; Filipenses 2,7). Hacerlo es “vivir la bendita Eucaristía”, viviendo “el sacrificio y el sacramento en su totalidad”, como dice el hermano Bernardo Vasconcelos.
¿Contó esa Hora? Dado el humor del arzobispo Sheen, parece apropiado concluir con esta historia relativa a la Hora Santa. Una vez contó que había estado viajando todo el día en tren por Europa y aún no había hecho su Hora Santa. Al llegar a la estación, calculó que tenía el tiempo justo para ir a la iglesia cercana y hacer su Hora Santa antes de que saliera el siguiente tren. Cuando llegó a la iglesia, se sentó en el banco (siempre se arrodillaba durante la Hora Santa) y cerró los ojos para rezar, pero se despertó exactamente una hora más tarde. Al tener que volver corriendo a la estación de tren, le preguntó a su ángel de la guarda: “¿Contó esa hora?”. Y su ángel le contestó: “Sí, así es como los discípulos guardaron su primera hora”. ■