VOL02 Civitas

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ÉCFRASIS R E V Z I N E

N.02 / CIVITAS/ SEPT 2014


La écfrasis supone re-presentar, es decir, volver a presentar un objeto plástico a través de tantas miradas se posen sobre él. Nuestro revzine, como nos gusta sustantivarlo, intenta ser no más que un espacio de reflexión y difusión en cuanto a la fotografía latinoamericana moderna y contemporánea, atendiendo, de esta manera, a una demanda que nos pusimos como normativa: crear diálogos entre palabras e imágenes fotográficas con el fin de concebir nuevas verdades. Somos un equipo constituido por gente muy curiosa, proveniente de distintos campos profesionales ligados a las humanidades y a las ciencias sociales, que desea, necesariamente, gritar los insomnes silencios que invaden sus cuerpos. Creación, edición y concepto Daniela Gómez-Castro Mónica Echegarreta Diseño Gala Garrido Fotógrafos de este número Alejandra León Alicia Caldera Violette Bule Edgar Martínez Óscar B. Castillo Ricardo Jiménez Juan Herrera Régis Eléuterio


Sobre esta edición: N.02 - CIVITAS La ciudad, como configuración del espacio prioritario de la cultura, ha sido una constante ocupación y preocupación para el ser humano. En la aprehensión del término existe una oscilación entre la perspectiva arquitectónica y la visión del sociólogo; se entiende desde su estructura física, su capacidad de erigir y edificar, y también como la forma de comunidad humana que se lleva a cabo en ese espacio edificado. Siempre ha existido en los artistas un interés por representar a la ciudad. Platón en su República ya reconocía la vinculación entre la ciudad y el arte, así como tiempo después los renacentistas asumirían la importancia de la dialéctica rústico-urbanidad. Baudelaire, igualmente, relacionaría en sus escritos a la ciudad, la metrópoli, con la vida moderna. Y el auge de esta modernidad ocurriría paralelamente a la invención de los primeros procesos fotográficos; la ciudad sería uno de los principales temas de representación de esta revolucionaria invención. La fotografía ha visto en el paisaje urbano un universo cargado de significantes, tropos y posibilidades plástico-formales fotografiables. En la mirada del fotógrafo documentalista y en el resultado de la imagen concreta, se amalgama el encuentro de la visión tanto sociológica como arquitectónica con respecto a la ciudad. El fotógrafo capturando el afuera y adentro del espacio que lo envuelve y lo determina: observador y participante. Es precisamente por ello que éste, el segundo volumen de Écfrasis, asume tal título. Recordemos que el término civitas, en la antigua civilización romana, funcionaba para hablar de los habitantes que configuraban la urbs. Creemos que es el fotógrafo (y su visión fotográfica del paisaje urbanístico) aquel capaz de dar cuenta no sólo de los principios arquitectónicos que componen a la ciudad sino también de la relación de ésta con el ser humano que la vive, la sufre, la siente.


Alejandra León

Alejandra León, fotógrafa colombiana residente en Buenos Aires, nos cuenta sobre las ciudades que componen “El diario de Ale.” Presentamos sus imágenes cargadas de ligereza y sencillez. Mónica Echegarreta ¿Cuándo comenzaste a construir tu diario fotográfico? Empecé mi diario hace un par de años atrás. Un día encontré mi cámara analógica y me pareció entretenido empezar a documentarme. No tenía ninguna pretensión artística ni mucho menos intelectual. Sacaba fotos todas las semanas, casi como si quisiera releer cada fragmento de mi vida por medio de ellas. Nunca sé cómo van a salir las fotos. Mi cámara tiene un fallo en el obturador que hace que en ocasiones no pueda controlar la velocidad de la exposición y eso me encantaba. Mi diario es un experimento y creo que nunca va a acabar. ¿Qué te interesa resguardar en tus fotografías sobre las ciudades que conforman tu diario? En realidad no son las ciudades las que me interesan, es mi mirada la que cambia y eso


es lo que me motiva. Cada lugar, cada día tiene una historia. En ocasiones, uso el mismo tipo de película en diferentes ciudades y las fotos son completamente diferentes en términos estéticos. En este punto me doy cuenta que soy yo, no el lugar. Son mis fantasmas los que van cambiado de forma y a ellos los acompaño con mi cámara. A la hora de capturar una fotografía, las personas que te rodean parecen tener una importancia preponderante. Para ti, ¿es el ser humano el protagonista como constructor de la ciudad o más bien la ciudad como espacio que lo forma? Para mí, ninguno cobra mayor relevancia que el otro; tanto la ciudad como las personas mantienen una relación de retroalimentación constante. Son fantasmas de tiempo y cada uno tiene los vestigios del otro sobre sí. Cada pared vive gracias a un recuerdo y cada ser tiene algo de los lugares en donde estuvo. Habría que preguntarse si más bien es el tiempo el verdadero protagonista y conductor de esta relación.

Encuentra a Alejandra en: www.alejandraleonphoto.com


La Duitama de Alicia Caldera Mónica Echegarreta

Conocí a Alicia hace varios meses atrás a propósito de sus “Geografías íntimas.” Cuando fisgoneé su portafolio, compuesto de retratos, paisajes y ciudades, encontré una serie particularmente vertiginosa que me punzó como ninguna otra. Se trataba de “Duitama.” En la lengua muisca, Duitama quiere decir “a mí el tributo.” Ésta es una ciudad colombiana ubicada en el departamento de Boyacá a 2300 msnm que, hasta principios del siglo XX, fue netamente agrícola; posteriormente pasaría a convertirse en un epicentro industrial que existe y se desarrolla dentro de un envoltorio de montañas, crestas y picos andinos. En la “Duitama” de esta fotógrafa venezolana radicada en Colombia, se identifican disímiles situaciones, como paisajes del valle montañoso que rodean la ciudad, residentes en sus hogares y fachadas de ventanas que exhiben su uso en el tiempo. Cada imagen nos cuenta una historia distinta y nos invita a conocer otras perspectivas de la “perla de Boyacá.” Hay una constante en cada una de las fotografías que


construyen la serie, más allá del hecho que todas sean representaciones de la misma ciudad. Me refiero a un tema de composición. Parece haber en casi todas las fotografías un orden y un equilibrio visual, en tanto figuras geométricas como en paleta de colores, como si la misma artista hubiese modificado a su gusto las formas en el espacio. Tres niños configuran un triángulo mientras tres pelotas se suspenden entre ellos; un hombre que porta una camisa de rayas horizontales descansa de pie en el tope de unas rústicas escaleras, generando un balance visual; infinitas ventanas adornadas de rayas de colores y protegidas por rejas cuadriculadas. Alicia encontró estos eventos a hurtadillas, en su transcurrir por las calles de Duitama. Para mí, lo más llamativo de la serie se halla entonces en la configuración de los elementos presentes en cada pieza fotográfica, en lo prolijo y sutil que resulta su ojo para elegir situaciones fotografiables, en la fragilidad de sus imágenes. Porque sí, al momento de enfrentarnos a las fotografías de Alicia Caldera hay una suerte de vértigo, una sensación de estar al borde y a punto de caerse que sugiere la experiencia estética, a propósito de la correspondencia objeto-espacio y la armonía visual que se devela en la disposición de la narración de la serie. Encuentra a Alicia en: aliciacaldera.com


VIOLETTE BULE: Fuera de contexto. Daniela Gómez-Castro

A dos manos

La puesta en escena incómoda, esa es Violette Bule, o al menos eso creemos cuando se nos presenta su trabajo. Un trabajo que, por demás, es sumamente interesante, cargado de color y sobre todo de un mensaje, de una protesta en contra de los cánones absurdos de una Venezuela corrupta, escasa, politiquera y machista. Sus fotografías siempre llevan una tonalidad de humor, un rayo de esperanza que nos dice que quizá con trabajos como el suyo algo pueda cambiar – o no. Pero si nos adentramos más en su colección, encontramos documentos de sus viajes, de sus lugares. Vemos que lo que está a su alrededor no le pasa desapercibido. En este caso nos mostró Japón desde una perspectiva de ella como individuo ante una multitud de


personas, luces y colores. Ella entre el orden perturbador de ciudades que parecen jamás detenerse. Pasó su residencia de artista en Tokio y fue invitada a Kioto para recorrer la escuela de arte de la ciudad. Se vio seducida –en ambas ciudades– por su gente, sobre todo por su modo, su apacibilidad y reverencia constante. La timidez oculta tras la risa nerviosa y su cámara como liberadora de la situación abrumadora de encontrarse en latitudes tan ajenas a la propia. La fotógrafa nos ha dicho a través de sus imágenes que en Japón hay una luz diferente a la del trópico; se siente el frío del invierno, el azul que predomina en la ausencia del sol. Nos dijo también entre conversaciones, que seguir la regla no es algo fácil cuando se viene de una Caracas tan caótica como la que siempre hemos vivido. Cruzar la calle en diagonal o ignorar el semáforo peatonal parecían actitudes demasiado extrañas ante la mirada de esa sociedad ordenada de la que se hizo parte durante el período de su residencia. El concepto de ciudad difícilmente puede ser conciso en un diccionario, y aún así, ahí está, insertado en un listado de miles de palabras útiles para el vocabulario de cualquier lengua. Urbe, multiplicidad de conceptos según quien la vive. Ciudad como unidad de significado, ciudades como compendio de experiencias dentro de un espacio determinado. Consigue este y otros trabajos de Violette en: www.violettebule.com


Édgar Martínez y sus reflejos de concreto Mónica Echegarreta

“Las ciudades son un conjunto de muchas cosas: memorias, deseos, signos de un lenguaje” Las ciudades invisibles Ítalo Calvino El documentalismo, como género fotográfico, es quizás uno de los más difíciles de definir. Su noción es vasta y permite múltiples elucidaciones. A diferencia de los fotógrafos de estudio o de la fotografía fine art, el documentalista se constituye en la ciudad, en la calle, en el día a día; necesita mirar y entender su contexto. Captura aquello desapercibido de la cotidianidad que envuelve a una sociedad y plasma la relación del ser humano con respecto a su entorno. Un fotógrafo que se ha encargado de archivar los espacios citadinos que asiduamente transita es Édgar Martínez (Venezuela, 1986). Sus fotografías de Caracas creadas con cámaras analógicas, actúan, en cierto sentido, como reflejos de concreto; atrapan las escenas más significativas de la cotidianidad y crean espejos con los cuales el ser humano se desdobla. Éste fotógrafo parte de los pilares fundamentales del documentalismo: rapidez, riesgo e instante decisivo. Persigue hasta atrapar con su cámara a curiosos individuos y logra atinar con eventos irrepetibles que son inmortalizados exclusivamente en sus imágenes. Es en lo micro y lo macro donde se percibe la esencia del territorio caraqueño y Édgar lo hace evidente en sus fotografías: los no lugares y las nostálgicas personas que los habitan; la masa citadina formada de gente que, en su mayoría, no contempla su entorno porque la modernidad nunca lo permitió; el estilo arquitectónico caraqueño definido por transiciones políticas y estancamientos; el ser humano trabajador que estimula a la ciudad. Edward Weston dijo una vez que “a través del ojo fotográfico se puede ver el mundo bajo una nueva luz; un mundo en su mayor


parte inexplorado y desconocido; un mundo que aguarda en ser descubierto y revelado.” Tal vez de esa premisa parte Édgar. Hay un deseo en cuanto a sumergirse en las vísceras de la capital venezolana y entender la dialéctica interior-exterior. No se trata de dramatizar escenarios a través de la imagen fotográfica; tampoco de capturar los acontecimientos más decadentes o amarillistas. El ejercicio es penetrar en la sociedad y fotografiar de adentro hacia afuera. Mirar esférica y fragmentariamente. Hubo una época en la que estuvo de moda el flickr y, gracias a esa red, muchos de


nosotros tuvimos la oportunidad de acceder al universo artístico de brillantes fotógrafos como Édgar (o allá Ragde). Hoy en día es casi imposible encontrar sus fotografías en internet, más allá del imprevisto “Me cago” e imágenes compartidas en redes sociales. Quizá venga un libro autoeditado; tal vez nuevas publicaciones en formato zine. Ojalá no falte mucho para que centros culturales le dediquen un más que merecido espacio a Édgar Martínez, a su importante mirada documental de Caracas, a sus suplementos de memoria.




Más de Édgar aquí: www.flickr.com/photos/ragdezenitram


“Me gusta ver la imagen como un elemento enriquecedor para el debate y que pueda llegarle a la gente y generar diálogo” Oscar Castillo (Venezuela), mejor conocido como Bambú, es un fotógrafo dedicado a retratar la problemática social de países en situación de conflicto. Todo empezó en Venezuela pero su lente ha trascendido las fronteras en países como Haití, Siria y México. En esta entrevista nos cuenta sobre su perspectiva en cuanto a la violencia en la ciudad y cómo hace para sacar de las imágenes experiencias para compartir y crear diálogos que, más que señalar culpables, propongan soluciones. Daniela Gómez-Castro Cuando te comenzaste a formar como fotógrafo ¿siempre supiste que el trabajo que querías realizar era de tipo documental? Mi objetivo al principio no estaba nada claro. Yo estudié psicología aquí en la Universidad Central y después me fui a Italia donde empecé un período de descontrol sin límite. Así estuve del timbo al tambo pero empecé a tener preocupación por la fotografía porque veía vainas muy bizarras, un mundo completamente diferente del venezolano e incluso muy diferente de la sociedad europea; ahí se empezó a generar mi inquietud por la fotografía. Luego me fui a Barcelona y ahí sí me metí en una escuela a estudiar una fotografía pero algo un poco más artístico, más conceptual y muy interesante y todo pero no era mi preocupación principal porque siempre estaba vinculado más a procesos sociales, a cosas más contestatarias, a una línea como más anarquista de la visión de sociedad. Aunque fue muy bueno porque también te nutre como artista, como persona, pero no es la línea fotográfica que más me interesa. Luego empieza esa inquietud de contar historias, de compartir información, de vincularme a problemáticas sociales pero poder trabajarlas dejando un documento. Después de terminar la escuela, hice mi proyecto de grado aquí en Venezuela que era como un regreso después de cinco años


que no había estado aquí, y analizaba como un poco la actualidad y escribía…eso marcó mucho la línea de lo que hago ahora, que también va con esa visión personal y no solo periodística del acontecer. Para mí es importante que mi experiencia personal y mi contacto con esa situación tenga un peso dentro del documento, es decir, meterme en la situación, caerme, mojarme, sudar, escuchar los plomazos… no mandar una cámara con un drone y luego ver los resultados. ¿Cómo ha sido tu inserción en otros países como fotógrafo? Porque se requiere de un trabajo de investigación previo, es casi como un trabajo de antropólogo


social el que te toca hacer antes de ir a cada lugar a hacer fotografía documental. Por lo menos la experiencia en Siria fue, digamos, bastante rápida; hice un trabajo que ni muestro ni comparto mucho porque creo que no tiene ni el valor ni el contenido necesario. O sea, fue una experiencia más personal que verdaderamente fotográfica a nivel de resultados. Fue una experiencia más humana pero, claro, cambias de contexto completamente, te toca comprender cosas que en tu contexto habitual ni has visto ni has conocido, como el extremismo religioso, las divisiones étnicas, cosas que en Venezuela son muy poco vistas porque en general somos una sociedad que se lleva relativamente bien. Y sí hay discriminación y clasismo y hay racismo y hay un resentimiento latente por ahí pero nunca algo como los conflictos que se generan por religión en otros países. Ya en Haití comienzan a ser factores que quizá están más cercanos al nuestro pero también, claro, tienes que buscar las particularidades del sitio para comprender por qué se da lo que se da en ese momento y enlazarlo con el general de la humanidad.Vivirlo de cerca y tratar de comprenderlo es un proceso muy interesante pero muy denso y donde te cuestionas muchas cosas del accionar de la gente que estás viendo, de las ideas que predican y sus acciones. Ya en otros sitios ha sido más cercano a lo nuestro: México, Colombia, Argentina. Pero aún en esos países sigues siendo extranjero… Extranjero pero las particularidades de ser latinoamericano te vinculan a ciertas cosas más específicas: la gozadera, la bebedera, la gente abierta, el calor latino, caribeño, un poco la alegría que prevalece ante las circunstancias más difíciles. Sigues siendo extranjero pero hablas el idioma, conoces el sitio y; claro, influye mucho la experiencia previa o la cultura que tengas. Te estás acercando a investigar situaciones de las cuales necesitas tener cierta base para comprender a lo que te estás enfrentando cuando estás en el terreno. Aunque sigue habiendo dolor y sentimientos encontrados con los que tienes que lidiar internamente porque ves gente amputada, muertos, heridos, huérfanos, viudos, familias separadas, refugiados…son cosas que son una batalla personal bien adentro muy ruda pero que bueno, te motivan en tu trabajo; te motiva a brindar ese


granito de arena que por más que sea un poco inocentón sigues creyendo en él porque si no eres un autómata y a veces un mercenario de la foto. Y ya que hablas de esos mercenarios de la foto, me hace recordar una charla en la Librería Lugar Común, a propósito de los acontecimientos ocurridos en la ciudad de Caracas durante el mes de febrero de este año. Allí te escuché hablar de la relación entre contenido y calidad estética de una imagen ¿Es importante para ti el aspecto estético más allá del contenido? Bueno, Nelson hablaba un poco del documento generado por cualquier persona que está enfrentándose a una situación equis y no es un fotógrafo, periodista o cualquier profesional de la imagen, son personas que tienen una cámara o micrófono a la mano y se valen de eso para captar la información. Pero creo que la gente necesita un poco de documentación, un poquito de criterio para que su documento sea más sólido y más sincero, eso es muy importante: educar a la persona porque el bombardeo de información es apabullante. Entonces mientras mejor -y no mayor- sea el contenido de la información que estás compartiendo, creo estás logrando comunicar mejor lo que estás viendo. Y luego de eso viene la estética y no quiero decir algo académico sino de algo que sea efectivo para transmitir el mensaje. Y ya después, claro, viene el profesional, que aparte de manejar una inquietud periodística y una responsabilidad con el público a nivel de contenido de la información, de veracidad, de sinceridad, de aportar algo al debate y al conocimiento público, el profesional también tiene, en lo personal, inquietudes estéticas, una búsqueda de un lenguaje propio, una búsqueda que represente su posición ante las cosas. Yo no creo en esa supuesta objetividad; creo en tener una posición sólida que se base en conocimientos, en aprendizaje, en comparación de posiciones, en eso sí creo. La estética, luego de eso, comienza a jugar un papel que en paralelo es importante pero no primordial. Lo importante es tener un lenguaje que te represente porque obviamente es una herramienta y tiene que ir de la mano con lo que deseas expresar y con el público al que va destinado. ¿Qué criticas, qué denuncias y por qué protestas?


En mis fotos lo que pasa es que no trato de señalar con el dedo y decir “éste es el responsable” porque todos somos responsables y ahí está mi crítica. Busco que mi crítica sea multidireccional y me llegue a mí mismo y yo me estoy cuestionando constantemente cosas en mi acción personal y en mi fotografía. Tampoco es que soy el Gandhi de la reflexión; vivo las cosas un poco a la ligera pero sí tengo una discusión constante que espero que se entable dentro de los otros y ahí también está mi crítica, en que siento que la sociedad está dormida, la gente está como autómata o está solo acusando al otro sin ver un poquito hacia adentro las responsabilidades que tiene, ¿no? Y ahí creo está la


denuncia, en decir mostrar que no sólo es el otro el que actúa mal sino uno mismo o incluso tú. Pero más que ese señalar con el dedo, me importa más la reflexión, coño, hicimos esto y por eso estamos así. Creo que eso es fundamental, más que atacar y denunciar… porque cuando empiezas a buscar culpables, inocentes quedan poquitos. Eso es lo que quiero se entienda, que todo, todo lo que está pasando ahorita es nuestra responsabilidad colectiva e individual, cada uno en mayor o menor medida. Hay una protesta porque creo que no asumimos las riendas de nuestra acción, de nuestra colaboración, sino que dejamos que todo el mundo haga lo que le parece.



Ricardo Jiménez, un maestro de la fotografía de ciudad Daniela Gómez-Castro

“Nuestra ciudad ha cambiado mucho respecto a los años 80, todavía la amamos, aunque es difícil, pareciera que no quiere que la quieran” Con una Leica en mano desde su primera foto, Ricardo Jiménez se presenta como un hombre de mirada en blanco y negro. En sus fotografías se ve un grano nostálgico entre contrastes afilados, características distintivas de su trabajo. A este fotógrafo le gusta estar en la calle con su cámara en búsqueda de imágenes que cautivan el alma del espectador. Su serie Caracas desde el carro claramente lo demuestra. Caracas, la que algunos llamaron la sucursal del cielo y la que otros denominan un hostil infierno. Esta ciudad que nos da y nos quita… y más nos quita de lo que nos da. Ciudad capital de un país en crisis, colmada de hermosos paisajes, de un clima benevolente y de gente de mirada alegre, ha sido fotografiada por Jiménez desde los 70 pero cada vez su lente se vuelve más tímido a exponerse en las calles debido a la inseguridad que la inunda. En sus propias palabras el fotógrafo nos habla de su percepción de cambio de la ciudad con respecto a la década, no tan lejana, de los 80: En los 80, recuerdo, era más vivible Caracas, funcionaban mejor los servicios, no había esa tensión hostil que se siente ahora.Me acuerdo que andaba por la ciudad de noche tomando fotos, nunca tuve ningún problema de que me fuesen a asaltar. La gente se dejaba fotografiar, posaban para ti, intimaban contigo, se sentían agradecidos de que les tomaras una foto. Eso ahora ni pensarlo. Es una lástima, Caracas, en esa época de los 80, era una ciudad moderna, dinámica, acogedora, estaba llamada o encaminada a ser la capital del Sur, una especie de puente o punto medio entre Norteamérica, Europa y Suramérica. Pero a pesar de todo la seguimos amando, ya la recuperaremos. Yo siento que los


alcaldes y autoridades de la ciudad, inclusive los oficialistas, están trabajando en eso, lo que pasa es que el país entero está sumido en una crisis económica y moral muy grande, lo cual hace que sea la recuperación mucho más difícil. Mi ciudad que también es la ciudad de Ricardo Jiménez, a pesar de haber cambiado en cierta medida, sigue siendo la misma en su esencia. Las colas para tomar el autobús, la mujer guapísima que se ve en el espejo del retrovisor con el rabito del ojo mientras está en el tráfico, la venta de rines y alfombras de carro al borde de la autopista, los paquetes insólitos que la gente lleva en los autobuses, como por ejemplo, una estatua de un Buda, las construcciones interminables y un Ávila siempre imponente al norte y de este a oeste. Es inevitable ver ésta y otras series de este fotógrafo sin pensar en Robert Frank y sus ciudades espontáneas. Caracas se le ha ido escapando un poco a Ricardo, pero aun así sigue saliendo; todavía lleva su cámara en el carro, no sea se le vaya a escapar alguna sátira de esas caraqueñas. Jiménez añora salir de noche a fotografiar; por eso, aunque sea de a poco, retoma su práctica en una que otra salida nocturna.


REFERENCIAS: Garaycochea, O. y Ricardo Jiménez (1993). Caracas desde el carro. Fondo Editorial Fundarte, Caracas. TITULOS: 1. Sin Título / 2. Una gira mágica y misteriosa / 3. Creyentes / 4. Madame X


Juan Herrera www.flickr.com/photos/rutina_


Régis Eleutério www.flickr.com/photos/_rel_


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