La Divina Comedia

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INFIERNO CANTOI A mitad del camino de lavida, en una selva oscura meencontraba porque mi rutahabíaextraviado. ¡Cuán dura cosa es decir cuál era esta salvaje selva, áspera yfuerte que me vuelve el temor alpensamiento! Es tan amarga casi cual lamuerte; mas por tratar del bien que allíencontré, de otras cosas diré que meocurrieron. Yo no sé repetir cómo entré enella pues tan dormido me hallaba en elpunto que abandoné lasendaverdadera. Mas cuando hube llegado al pie de unmonte, allí donde aquel valleterminaba que el corazónhabíameaterrado, hacia lo alto miré, y vi que su cima ya vestían los rayos delplaneta que lleva recto por cualquiercamino. Entonces se calmó aquel miedo unpoco, que en el lago del alma habíaentrado la noche que pasé con tantaangustia. Y como quien con aliento anhelante, ya salido del piélago a laorilla, se vuelve y mira al aguapeligrosa, tal mi ánimo, huyendotodavía, se volvió por mirar de nuevo elsitio que a los que viven traspasar no deja.

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Repuesto un poco el cuerpofatigado, seguí el camino por la yermaloma, siempre afirmando el pie de másabajo. Y vi, casi al principio de lacuesta, una onza ligera y muyveloz, que de una piel con pintas secubría; y de delante no se meapartaba, mas de tal modo me cortaba el paso, que muchas veces quise dar la vuelta. Entonces comenzaba un nuevo día, y el sol se alzaba al par que las estrellas que junto a él el gran amordivino sus bellezas movió por vezprimera; así es que no auguraba nadamalo de aquella fiera de la pielmanchada la hora del día y la dulce estación; mas no tal que terror no produje se la imagen de un león que luegovi. Me pareció que contra mívenía, con la cabeza erguida y hambrefiera, y hasta temerle parecia elaire. Y una loba que todo elapetito parecía cargar en suflaqueza, que ha hecho vivir a muchos endesgracia. Tantos pesares ésta me produjo, con el pavor que verla mecausaba que perdí la esperanza de lacumbre. Y como aquel que alegre se hacerico y llega luego un tiempo en que searruina, y en todo pensamiento sufre yllora: tal la bestia me hacía sin dar tregua, pues, viniendo hacia mí muy lentamente, me empujaba hacia allí donde el sol calla. Mientras que yo bajaba por lacuesta, se me mostró delante de los ojos alguien que, en su silencio, creí mudo. Cuando vi a aquel en ese gran desierto «Apiádate de mi -yo le grité-, 5


seas quien seas, sombra a hombrevivo.» Me dijo: «Hombre no soy, mas hombrefui, y a mis padres dio cunaLombardía pues Mantua fue la patria de losdos. Nací sub julio César, aunquetarde, y viví en Roma bajo el buenAugusto: tiempos de falsosdiosesmentirosos. Poeta fui, y canté de aqueljusto hijo de Anquises que vino deTroya, cuando Ilión la soberbia fueabrasada. ¿Por qué retornas a tan grandepena, y no subes al montedeleitoso que es principio y razón de todadicha?» « ¿Eres Virgilio, pues, y aquella fuente de quien mana tal río deelocuencia? -respondí yo confrenteavergonzada-. Oh luz y honor de todos los poetas, válgame el gran amor y el grantrabajo que me han hecho estudiar tu granvolumen. Eres tú mi modelo y mi maestro; el único eres tú de quientomé el bello estilo que me ha dadohonra. Mira la bestia por la cual me he vuelto: sabio famoso, de ella ponme asalvo, pues hace que me tiemblen pulso yvenas.» «Es menester que sigas otraruta -me repuso después que vio millanto-, si quieres irte del lugarsalvaje; pues esta bestia, que gritar te hace, no deja a nadie andar por sucamino, mas tanto se lo impide que losmata; y es su instinto tan cruel y tan malvado, que nunca sacia su ansiacodiciosa

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Éste no comerá tierra ni peltre, sino virtud, amor,sabiduría, y su cuna estará entre Fieltro yFieltro. Ha de salvar a aquella humilde Italia por quien murió Camila, ladoncella, Turno, Euríalo y Niso conheridas. Éste la arrojará de pueblo enpueblo, hasta que dé con ella en elabismo, del que la hizo salir elEnvidioso. Por lo que, por tu bien, pienso y decido que vengas tras de mí, y seré tuguía, y he de llevarte por lugareterno, donde oirás el aullar desesperado, verás, dolientes, las antiguassombras, gritando todas lasegundamuerte; y podrás ver a aquellas que contenta el fuego, pues confían enllegar a bienaventurascualquierdía; y si ascender deseas junto aéstas, más digna que la mía allí hay unalma: te dejaré con ella cuandomarche; que aquel Emperador que arribareina, puesto que yo a sus leyes fuirebelde, no quiere que por mí a su reinosubas. En toda parte impera y allí rige; allí está su ciudad y su altotrono. iCuán feliz es quien él allídestina!» Yo contesté: «Poeta, te requiero por aquel Dios que tú noconociste, para huir de éste o de otro mal másgrande, que me lleves allí donde me has dicho, y pueda ver la puerta de SanPedro y aquellos infelices de que mehablas.» Entonces se echó a andar, y yo tras él.

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CANTOII El día se marchaba, el aire oscuro a los seres que habitan en latierra quitaba sus fatigas; y yosólo me disponía a sostener laguerra, contra el camino y contra elsufrimiento que sin errar evocará mimente. ¡Oh musas! ¡Oh alto ingenio,sostenedme! ¡Memoria que escribiste lo quevi, aquí se advertirá tu grannobleza! Yo comencé: «Poeta que meguías, mira si mi virtud essuficiente antes de comenzar tan arduaempresa. Tú nos contaste que el padre deSilvio, sin estar aún corrupto, alinmortal reino llegó, y lo hizo en cuerpo yalma. Pero si el adversario delpecado le hizo el favor, pensando el granefecto que de aquello saldría, el qué y elcuál, no le parece indigno al hombre sabio; pues fue de la alma Roma y de suimperio escogido por padre en elEmpíreo. La cual y el cual, a decir laverdad, como el lugar sagrado fueelegida, que habita el sucesor del mayorPedro. En el viaje por el cual le alabas escuchó cosas que fueronmotivo de su triunfo y del manto de lospapas. Alli fue luego el Vaso deElección, para llevar conforto a aquellafe que de la salvación es elprincipio. Mas yo, ¿por qué he de ir? ¿quién me lo otorga? Yo no soy Pablo ni tampocoEneas: y ni yo ni los otros me creendigno. Pues temo, si me entrego a eseviaje, que ese camino sea unalocura; eres sabio; ya entiendes lo quecallo.» 8


y deja a un lado aquello queha empezado, así hice yo en aquella cuesta oscura: porque, al pensarlo, abandoné laempresa que tan aprisahabíacomenzado. «Si he comprendido bien lo que me hasdicho -respondió del magnánimo lasombra la cobardía te ha atacadoel alma; la cual estorba al hombre muchasveces, y de empresas honradas ledesvía, cual reses que ven cosas enlasombra. A fin de que te libres de este miedo, te diré por qué vine y quéentendí desde el punto en que lástimatetuve. Me hallaba entre lasalmassuspendidas y me llamó una dama santaybella, de forma que a sus órdenesme puse. Brillaban sus pupilas más queestrellas; y a hablarme comenzó, clara ysuave, angélica voz, enestemodo: “Alma cortés de Mantua, de la cual aún en el mundo dura lamemoria, y ha de durar a lo largodel tiempo: mi amigo, pero no de laventura, tal obstáculo encuentra en sucamino por la montaña, queasustadovuelve: y temo que se encuentre tan perdido que tarde me haya dispuesto alsocorro, según lo que escuché de él enelcielo. Ve pues, y con palabraselocuentes, y cuanto en su remedionecesite, ayúdale, y consuélame conello. Yo, Beatriz, soy quien tehacecaminar; vengo del sitio al que volverdeseo; amor me mueve, amor me llevaahablarte. 9


“Oh dama de virtud por quien supera tan sólo el hombre cuanto secontiene con bajo el cielo de esfera máspequeña, de tal modo me agrada lo quemandas, que obedecer, si fuera ya, es yatarde; no tienes más que abrirme tudeseo. Mas dime la razón que no te impide descender aquí abajo y a estecentro, desde el lugar al que volveransías.” “ Lo que quieres saber tan por entero, te diré brevemente --merepuso por qué razón no temo haberbajado. Temer se debe sólo a aquellas cosas que pueden causar algún tipo dedaño; mas a las otras no, pues mal nohacen. Dios con su gracia me ha hecho de talmodo que la miseria vuestra no metoca, ni llama de este incendio meconsume. Una dama gentil hay en elcielo que compadece a aquel a quien teenvío, mitigando allí arriba el durojuicio. Ésta llamó a Lucía a supresencia; y dijo: «necesita tudevoto ahora de ti, y yo a ti te loencomiendo». Lucía, que aborrece elsufrimiento, se alzó y vino hasta el sitio en que yoestaba, sentada al par de la antiguaRaquel. Dijo: “Beatriz, de Dios vera alabanza, cómo no ayudas a quien te amótanto, y por ti se apartó de losvulgares? ¿Es que no escuchas su llantodoliente? ¿no ves la muerte que ahora leamenaza en el torrente al que el mar nosupera?” 10


No hubo en el mundo nadie tan ligero, buscando el bien o huyendo delpeligro, como yo al escuchar esaspalabras. “Acá bajé desde mi dulceescaño, confiando en tu discursovirtuoso que te honra a ti y aquellos que looyeron.” Después de que dijera estas palabras volvió llorando los lucientesojos, haciéndome venir aúnmásaprisa; y vine a ti como ella lo quería; te aparté de delante de lafiera, que alcanzar te impedía el montebello. ¿Qué pasa pues?, ¿por qué, por quévacilas? ¿por qué tal cobardía hay en tupecho? ¿por qué no tienes audacia niarrojo? Si en la corte del cielo teapadrinan tres mujeres tanbienaventuradas, y mis palabras tanto bienprometen.» Cual florecillas, que el nocturnohielo abate y cierra, luego selevantan, y se abren cuando el sol lasilumina, así hice yo con mi valor cansado; y tanto se encendió micorazón, que comencé comoalguienvaleroso: «!Ah, cuán piadosa aquella que me ayuda! y tú, cortés, que prontoobedeciste a quien dijopalabrasverdaderas. El corazón me has puesto tanansioso de echar a andar con eso que me hasdicho que he vuelto ya al propósitoprimero. Vamos, que mi deseo es como el tuyo. Sé mi guía, mi jefe, y mimaestro.» Asi le dije, y luego que echó aandar, entré por el camino arduo ysilvestre. 11


CANTOIII POR MÍ SE VA HASTA LA CIUDAD DOLIENTE, POR MÍ SE VA AL ETERNOSUFRIMIENTO, POR MÍ SE VA A LA GENTECONDENADA. LA JUSTICIA MOVIÓ A MI ALTO ARQUITECTO. HÍZOME LA DIVINAPOTESTAD, EL SABER SUMO Y ELAMORPRIMERO. ANTES DE MÍ NO FUE COSACREADA SINO LO ETERNO Y DUROETERNAMENTE. DEJAD, LOS QUE AQUÍ ENTRÁIS, TODA ESPERANZA. Estas palabras de coloroscuro vi escritas en lo alto de unapuerta; y yo: «Maestro, es grave susentido.» Y, cual persona cauta, él merepuso: «Debes aquí dejar todorecelo; debes dar muerte aquí a tucobardía. Hemos llegado al sitio que te hedicho en que verás las gentesdoloridas, que perdieron el bien delintelecto.» Luego tomó mi mano con la suya con gesto alegre, que meconfortó, y en las cosas secretas meintrodujo. Allí suspiros, llantos y altos ayes resonaban al aiire sinestrellas, y yo me eché a llorar alescucharlo. Diversas lenguas, hórridasblasfemias, palabras de dolor, acentos deira, roncos gritos al son demanotazos.

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Con el terror ciñendo micabeza dije: «Maestro, qué es lo que yoescucho, y quién son éstos que el dolorabate?» Y él me repuso: «Esta mísera suerte tienen las tristes almas de esasgentes que vivieron sin gloria y sininfamia. Están mezcladas con el coroinfame de ángeles que no serebelaron, no por lealtad a Dios, sino a ellosmismos. Los echa el cielo, porque menosbello no sea, y el infierno losrechaza, pues podrían dar gloria a loscaídos.» Y yo: «Maestro, ¿qué les pesatanto y provoca lamentos tanamargos?» Respondió: «Brevemente hededecirlo. No tienen éstos de muerteesperanza, y su vida obcecada es tanrastrera, que envidiosos están de cualquiersuerte. Ya no tiene memoria el mundo de ellos, compasión y justicia lesdesdeña; de ellos no hablemos, sino miraypasa.» Y entonces pude ver un estandarte, que corría girando tanligero, que parecía indignodereposo. Y venía detrás tan largafila de gente, que creído nuncahubiera que hubiese a tantos lamuerte deshecho. Y tras haber reconocido a alguno, vi y conocí la sombra del quehizo por cobardía aquellagranrenuncia. Al punto comprendí, y estuvecierto, que ésta era la secta de losreos a Dios y a suscontrariosdisplacientes. Los desgraciados, que nunca vivieron, iban desnudos y azuzadossiempre de moscones y avispas queallíhabía. Éstos de sangre el rostro les bañaban, que, mezclada con llanto,repugnantes gusanos a sus pieslarecogían. 13


Y él repuso: «La cosa he de contarte cuando hayamos parado nuestrospasos en la triste riberadeAqueronte.» Con los ojos ya bajos devergüenza, temiendo molestarle conpreguntas dejé de hablar hasta llegar alrío. Y he aquí que viene en bote hacianosotros un viejo cano de cabelloantiguo, gritando: «¡Ay de vosotras, almaspravas! No esperéis nunca contemplar elcielo; vengo a llevaros hasta la otraorilla, a la eterna tiniebla, al hielo, alfuego. Y tú que aquí te encuentras, almaviva, aparta de éstos otros yadifuntos.» Pero viendo que yo no memarchaba, dijo: «Por otra via y otros puertos a la playa has de ir, no poraquí; más leve leño tendrá quellevarte». Y el guía a él: «Caronte, no te irrites: así se quiere allí donde sepuede lo que se quiere, y más no mepreguntes.» Las peludas mejillas del barquero del lívido pantano, cuyosojos rodeaban las llamas,secalmaron. Mas las almas desnudas ycontritas, cambiaron el color yrechinaban, cuando escucharon laspalabrascrudas. Blasfemaban de Dios y de suspadres, del hombre, el sitio, el tiempo y lasimiente que los sembrara, y de sunacimiento. Luego se recogieron todas juntas, llorando fuerte en la orillamalvada que aguarda a todos los que a Dios notemen. Carón, demonio, con ojos de fuego, llamándolos a todosrecogía; da con el remo si alguno seatrasa. Como en otoño se vuelan las hojas unas tras otras, hasta que la rama ve ya en la tierra todos susdespojos, de este modo de Adán las malassiembras 14


se arrojan de la orilla de una enuna, a la señal, cual pájaro alreclamo. Así se fueron por el aguaoscura, y aún antes de que hubierandescendido ya un nuevo grupo se habíaformado. «Hijo mío -cortés dijo elmaestro los que en ira de Dios hallan lamuerte llegan aquí de todos lospaíses: y están ansiosos de cruzar el río, pues la justicia santa lesempuja, y así el temor se transforma endeseo. Aquí no cruza nunca un almajusta, por lo cual si Carón de ti seenoja, comprenderás quécosasignifica.» Y dicho esto, la regiónoscura tembló con fuerza tal, que delespanto la frente de sudor aún se mebaña. La tierra lagrimosa lanzó unviento que hizo brillar un relámpagorojo y, venciéndome todoslossentidos, me caí como el hombre que seduerme. CANTOIV Rompió el profundo sueño de mi mente un gran trueno, de modo que cualhombre que a la fuerza despierta, merepuse; la vista recobrada volví entorno ya puesto en pie, mirandofijamente, pues quería saber en dóndeestaba. En verdad que me hallaba justo al borde del valle del abismodoloroso, que atronaba conayesinfinitos. Oscuro y hondo era ynebuloso, de modo que, aun mirando fijo alfondo, no distinguía allí cosas ningunaz.

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«Descendamos ahora al ciegomundo --dijo el poeta todoamortecido-: yo iré primero y tú vendrásdetrás.» Y al darme cuenta yo de su color, dije: « ¿Cómo he de ir si tú teasustas, y tú a mis dudas suelesdarconsuelo?» Y me dijo: «La angustia de las gentes que están aquí en el rostro me hapintado la lástima que tú piensas queesmiedo. Vamos, que larga ruta nosespera.» Así me dijo, y así me hizoentrar al primer cerco que elabismociñe. Allí, según lo que escuchar yopude, llanto no había, mas suspirossólo, que al aire eterno lehacíantemblar. Lo causaba la pena sin tormento que sufría una grandemuchedumbre de mujeres, de niños ydehombres. El buen Maestro a mí: «¿No me preguntas qué espíritus son estos que estásviendo? Quiero que sepas, antesdeseguir, que no pecaron: y aunque tenganméritos, no basta, pues están sin elbautismo, donde la fe en que creesprincipiotiene. Al cristianismo fueron anteriores, y a Dios debidamente noadoraron: a éstos tales yomismopertenezco. Por tal defecto, no por otra culpa, perdidos somos, y es nuestracondena vivir sin esperanza enel deseo.» 16


respondió: «Yo era nuevo en este estado, cuando vi aquí bajar a unpoderoso, coronado con signosdevictoria. Sacó la sombra del padreprimero, y las de Abel, su hijo, y deNoé, del legista Moisés,elobediente; del patriarca Abraham, del reyDavid, a Israel con sus hijos y supadre, y con Raquel, por la que tantohizo, y de otros muchos; y les hizo santos; y debes de saber que antes deeso, ni un esptritu humano sesalvaba.» No dejamos de andar porque élhablase, mas aún por la selvacaminábamos, la selva, digo, de almasapiñadas No estábamos aún muyalejados del sitio en que dormí, cuando vi unfuego, que al fúnebrehemisferioderrotaba. Aún nos encontrábamos distantes, mas no tanto que en parte yo noviese cuán digna gente estaba en aquelsitio. «Oh tú que honoras toda ciencia y arte, éstos ¿quién son, que tal grandezatienen, que de todos los otros lessepara?» Y respondió: «Su honrosanombradía, que allí en tu mundo sigueresonando gracia adquiere del cielo yrecompensa.» Entre tanto una voz pudeescuchar: «Honremos al altísimopoeta; vuelve su sombra, que marchadohabía.» Cuando estuvo la voz quieta ycallada, vi cuatro grandes sombras quevenían: ni triste, ni feliz era surostro. El buen maestro comenzó adecirme: «Fíjate en ése con la espada enmano, que como el jefe va delante deellos: Es Homero, el mayor de lospoetas; 17


el satírico Horacio luegoviene; tercero, Ovidio; yúltimo,Lucano. Y aunque a todos igual que a mí les cuadra el nombre que sonó en aquellavoz, me hacen honor, y con esto hacenbien.» Así reunida vi a la escuela bella de aquel señor del altísimocanto, que sobre el resto cual águilavuela. Después de haber hablado un rato entreellos, con gesto favorable memiraron: y mi maestro, en tanto,sonreía. Y todavía aún más honor mehicieron porque me condujeron en suhilera, siendo yo el sexto entre tan grandessabios. Así anduvimos hasta aquella luz, hablando cosas que callar esbueno, tal como era el hablarlas allímismo. Al pie llegamos de un castillonoble, siete veces cercado de altosmuros, guardado entorno por un belloarroyo. Lo cruzamos igual que tierra firme; crucé por siete puertas con lossabios: hasta llegar a un prado fresco yverde. Gente había con ojos graves,lentos, con gran autoridad en susemblante: hablaban poco, convocessuaves. Nos apartamos a uno de loslados, en un claro lugar alto yabierto, tal que ver se podían todosellos. Erguido allí sobre el esmalteverde, las magnas sombras fuéronmemostradas, que de placer me colma haberlasvisto. A Electra vi con muchoscompañeros, y entre ellos conocí a Héctor y aEneas, y armado a César, con ojosgrifaños. 18


que se sentaba con suhijaLavinia. Vi a Bruto, aquel que destronóaTarquino, a Cornelia, a Lucrecia, a Julia,a Marcia; y a Saladino vi, queestabasolo; y al levantar un poco más lavista, vi al maestro de todos losque saben, sentado enfilosóficafamilia. Todos le miran, todos le dan honra: y a Sócrates, que al lado dePlatón, están más cerca de él quelosrestantes; Demócrito, que el mundo pone enduda, Anaxágoras, Tales yDiógenes, Empédocles, HeráclitoyZenón; y al que las plantas observócontino, Dioscórides, digo; y viaOrfeo, Tulio, Livio y almoralistaSéneca; al geómetra Euclides, Tolomeo, Hipócrates, Galeno yAvicena, y a Averroes que hizoel «Comentario». No puedo detallar de todos ellos, porque así me encadena el largotema, que dicho y hecho no se corresponden. El grupo de los seis se partió en dos: por otra senda me llevó miguía, de la quietud al airetembloroso y llegué a un sitio en donde nadaluce. CANTOV Así bajé del círculoprimero al segundo que menoslugarciñe, y tanto más dolor, que alllantomueve. Allí el horribleMinosrechinaba. A la entrada examina lospecados; juzga y ordena segúnserelíe.

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ve el lugar del infierno que merece: tantas veces se ciñe con lacola, cuantos grados él quiere que seaechada. Siempre delante de él se encuentran muchos; van esperando cada uno sujuicio, hablan y escuchan, después lasarrojan. «Oh tú que vienes al dolosoalbergue -me dijo Minos en cuanto mevio, dejando el acto de tan altooficio-; mira cómo entras y de quién te fías: no te engañe la anchura de laentrada.» Y mi guta: «¿Por qué le gritastanto? No le entorpezcas su fatal camino; así se quiso allí donde sepuede lo que se quiere, y más no mepreguntes.» Ahora comienzan las dolientes notas a hacérseme sentir; y llegoentonces allí donde un gran llanto megolpea. Llegué a un lugar de todas luces mudo, que mugía cual mar en latormenta, si los vientos contrarios lecombaten. La borrasca infernal, que nunca cesa, en su rapiña lleva a losespíritus; volviendo y golpeandolesacosa. Cuando llegan delante de la ruina, allí los gritos, el llanto, ellamento; allí blasfeman delpoderdivino. Comprendí que a tal clase demartirio los lujuriosos erancondenados, que la razón someten aldeseo. Y cual los estorninos forman de alas en invierno bandada larga yprieta, así aquel viento a los malosespiritus: arriba, abajo, acá y allí les lleva; y ninguna esperanza lesconforta, no de descanso, mas de menorpena. 20


para ocultar el asco al que eradada: Semíramis es ella, de quiendicen que sucediera a Nino y fue suesposa: mandó en la tierra que el sultángobierna. Se mató aquellaotra,enamorada, traicionando el recuerdo deSiqueo; la que sigue es Cleopatralujuriosa. A Elena ve, por la que tantavíctima el tiempo se llevó, y ve al granAquiles que por Amor al cabocombatiera; ve a Paris, a Tristán.» Y a más demil sombras me señaló, y me nombró, adedo, que Amor de nuestra vida lesprivara. Y después de escuchar a mi maestro nombrar a antiguas damas ycaudillos, les tuve pena, y casi medesmayo. Yo comencé: «Poeta,muygustoso hablaría a esos dos que vienenjuntos y parecen al viento tanligeros.» Y él a mí: «Los verás cuando yaestén más cerca de nosotros; si lesruegas en nombre de su amor, ellosvendrán.» Tan pronto como el viento allí lostrajo alcé la voz: «Oh almasafanadas, hablad, si no os lo impiden, connosotros.» Tal palomas llamadas deldeseo, al dulce nido con el alaalzada, van por el viento del quererllevadas, ambos dejaron el grupo deDido y en el aire malsano seacercaron, tan fuerte fue mi gritoafectuoso: «Oh criatura graciosa ycompasiva que nos visitas por el aireperso a nosotras que el mundoensangrentamos; 21


si el Rey del Mundo fuese nuestroamigo rogaríamos de él tusalvación, ya que te apiada nuestro malperverso. De lo que oír o lo que hablar osguste, nosotros oiremos yhablaremos mientras que el viento, como ahora,calle. La tierra en que nací está situada en la Marina donde el Podesciende y con sus afluentes sereúne. Amor, que al noble corazón seagarra, a éste prendió de la bellapersona que me quitaron; aún me ofende elmodo. Amor, que a todo amado a amar leobliga, prendió por éste en mí pasión tanfuerte que, como ves, aún no meabandona. El Amor nos condujo a morirjuntos, y a aquel que nos mató Caínaespera.» Estas palabras ellosnosdijeron. Cuando escuché a las almasdoloridas bajé el rostro y tan bajo lotenía, que el poeta me dijo al fin: «tQuépiensas?» Al responderle comencé: «Quépena, cuánto dulce pensar, cuántodeseo, a éstos condujo a paso tandañoso.» Después me volví a ellos y les dije, y comencé: «Francesca, tuspesares llorar me hacen triste ycompasivo; dime, en la edad de los dulcessuspiros ¿cómo o por qué el Amor osconcedió que conocieses tanturbiosdeseos?» Y repuso: «Ningún dolor más grande que el de acordarse del tiempodichoso en la desgracia; y tu guíalosabe. 22


Muchas veces los ojos suspendieron la lectura, y el rostroemblanquecía, pero tan sólo nos vencióunpasaje. Al leer que larisadeseada era besada por tan granamante, éste, que de mí nunca hadeapartarse, la boca me besó, todo él temblando. Galeotto fue el libro y quien lohizo; no seguimos leyendo ya esedía.» Y mientras un espiritu asíhablaba, lloraba el otro, tal que depiedad desfallecí como simemuriese; y caí como un cuerpo muertocae. CANTOVI Cuando cobré el sentido que perdí antes por la piedad de loscuñados, que todo en la tristeza mesumieron, nuevas condenas, nuevos condenados veía en cualquier sitio en queanduviera y me volviese y a dondemirase. Era el tercer recinto, el de la lluvia eterna, maldecida, fría ydensa: de regla y calidad no cambianunca. Grueso granizo, y agua sucia y nieve descienden por el airetenebroso; hiede la tierra cuando estorecibe. Cerbero, fiera monstruosaycruel, caninamente ladra con tresfauces sobre la gente que aquíessumergida. Rojos los ojos, la barba unta ynegra, y ancho su vientre, y uñosas susmanos: clava a las almas, desgarraydesuella. Los hace aullar la lluvia como aperros, de un lado hacen al otro surefugio, los míseros profanosserevuelven. 23


la tiró dentro delbramantetubo. Cual hace el perro que ladrandorabia, y mordiendo comida seapacigua, que ya sólo se afanaendevorarla, de igual manera las bocas impuras del demonio Cerbero, que asíatruena las almas, que quisieranverse sordas. Íbamos sobre sombras queatería la densa lluvia, poniendo lasplantas en sus fantasmas queparecencuerpos. En el suelo yacían todasellas, salvo una que se alzó a sentarse alpunto que pudo vernos pasarpordelante. «Oh tú que a estos infiernos te hantraído -me dijo- reconóceme sipuedes: tú fuiste, antes que yodeshecho,hecho.» «La angustia que tú sientes -yo ledije- tal vez te haya sacado de mimente, y así creo que no te hevistonunca. Dime quién eres pues que en tan penoso lugar te han puesto, y a tan grandesmales, que si hay más grandes no serántantristes.» Y él a mfí «Tu ciudad, que tanrepleta de envidia está que ya rebosa elsaco, en sí me tuvo en la vidaserena. Los ciudadanos Ciaccomellamasteis; por la dañosa culpa de lagula, como estás viendo, en la lluvia mearrastro. Mas yo, alma triste, no me encuentrosola, que éstas se hallan en penasemejante por semejante culpa», y más nodijo. Pero dime, si sabes, qué han dehacerse de la ciudad partida losvecinos, si alguno es justo; y dime larazón por la que tanta guerra la haasolado.» 24


y el otro ascienda, luego de tressoles, con la fuerza de Aquel que tantoalaban. Alta tendrá largo tiempo la frente, teniendo al otro bajo grandespesos, por más que de esto se avergüence yllore. Hay dos justos, mas nadie lesescucha; son avaricia, soberbia yenvidia las tres antorchas que arden en lospechos.» Puso aquí fin al lagrimosodicho. Y yo le dije: «Aún quiero que meinformes, y que me hagas merced de máspalabras; Farinatta y Tegghiaio, tanhonrados, Jacobo Rusticucci, Arrigo yMosca, y los otros que en bien obrarpensaron, dime en qué sitio están y hazmesaber, pues me aprieta el deseo, si elinfierno los amarga, o el cielo losendulza.» Y aquél: « Están entre las negras almas; culpas varias al fondo losarrojan; los podrás ver si sigues másabajo. Pero cuando hayas vuelto al dulce mundo, te pido que a otras mentes merecuerdes; más no te digo y más no terespondo.» Entonces desvió los ojosfijos, me miró un poco, y agachó lacara; y a la par que los otros cayóciego. Y el guía dijo: «Ya no se levanta hasta que suene la angélicatrompa, y venga laenemigaautoridad. Cada cual volverá a su tristetumba, retomarán su carne y suapariencia, y oirán aquello que atruena porsiempre.» Así pasamos por la suciamezcla de sombras y de lluvia a pasolento, tratando sobre lavidafutura. Y yo dije: «Maestro, estos tormentos crecerán luego de la gransentencia, serán menores otandolorosos?» 25


Y por más que esta gente maldecida la verdadera perfección noencuentre, entonces, más que ahora, esperanserlo.» En redondo seguimos nuestra ruta, hablando de otras cosas que nocuento; y al llegar a aquel sitio en que sebaja encontramos a Pluto:elenemigo. CANTOVII «¡Papé Satán, PapéSatánaleppe!» dijo Pluto con vozenronquecida; y aquel sabio gentil que todosabe, me quiso confortar: «No te detenga el miedo, que por mucho quepudiese no impedirá que bajes estaroca.» Luego volvióse a aquel hocicohinchado, y dijo: «Cállate malditolobo, consúmete tú mismo con turabia. No sin razón por el infierno vamos: se quiso en lo alto allá dondeMiguel tomó venganza delsoberbioestupro.» Cual las velas hinchadas por el viento revueltas caen cuando se rompe elmástil, tal cayó a tierra la fieracruel. Así bajamos por la cuarta fosa, entrando más en el dolientevalle que traga todo el mal deluniverso. ¡Ah justicia de Dios!, ¿quién amontona nuevas penas y males cualesvi, y por qué nuestra culpa así nostriza? Como la ola que sobreCaribdis, se destroza con la otra que seencuentra, así viene a chocarse aquí lagente. Vi aquí más gente que en las otraspartes, y desde un lado al otro, conchillidos, haciendo rodar pesos con elpecho. 26


gritando «¿Por qué agarras?, ¿por quétiras?» Así giraban por el foso tétrico de cada lado a la partecontraria, siempre gritando elversovergonzoso. Al llegar luego todos sevolvían para otra justa, a la mitad delcírculo, y yo, que estaba casiconmovido, dije: «Maestro, quiero que me expliques quienes son éstos, y si fueronclérigos todos los tonsurados de laizquierda.» Y él a mí. «Fueron todos tan escasos de la razón en la vidaprimera, que ningún gasto hicieron conmesura. Bastante claro ládranlo susvoces, al llegar a los dos puntos delcírculo donde culpa contrarialossepara. Clérigos fueron los que en la cabeza no tienen pelo, papas,cardenales, que están bajo el poder de laavaricia.» Y yo: «Maestro, entre tales sujetos debiera yo conocer bien aalgunos, que inmundos fueron de tan grandesmales.» Y él repuso: «Es en vano lo que piensas: la vida torpe que los haensuciado, a cualquier conocer los haceoscuros. Se han de chocar los doseternamente; éstos han de surgir de sussepulcros con el puño cerrado, y éstos,mondos; mal dar y mal tener, el bello mundo les ha quitado y puesto en estalucha: no empleo mas palabras encontarlo. Hijo, ya puedes ver el corto aliento, de los bienes fiados aFortuna, por los que así se enzarzan loshumanos; que todo el oro que hay bajo la luna, y existió ya, a ninguna de estasalmas fatigadas podríadarreposo.» «Maestro --dije yo-, dime ¿quién es esta Fortuna a la que terefieres que el bien del mundo tiene entre susgarras?» Y él me repuso: «Oh locascriaturas, 27


aunque el seso del hombre no Loentienda; por Lo que imperan unos y otroscaen, siguiendo los dictámenes deaquella que está oculta en la yerba talserpiente. Vuestro saber no puedeconocerla; y en su reino provee, juzga ydispone cual las otras deidades en elsuyo. No tienen tregua nunca sus mudanzas, necesidad la obliga a ser ligera; y aún hay algunos que el triunfoconsiguen. Esta es aquella a la que ultrajan tanto, aquellos que debieran ala barla, y sin razón la vejan ymaldicen. Mas ella en su alegría nada escucha; feliz con las primerascriaturas mueve su esfera y alegre segoza. Ahora bajemos amayorcastigo; caen las estrellas que salíancuando eché a andar, y han prohibidoentretenerse.» Del círculo pasamos a otra orilla sobre una fuente que hierve y rebosa por un canal que en ella dacomienzo. Aquel agua era negra más que persa; y, siguiendo sus ondas tanoscuras, por extrañocaminodescendimos. Hasta un pantano va, llamadoEstigia, este arroyuelo triste, cuandobaja al pie de la maligna cuestagris. Y yo, que por mirar estaba atento, gente enfangada vi en aquel pantano toda desnuda, conairadorostro. No sólo con las manos se pegaban, mas con los pies, el pecho y lacabeza, trozo a trozo arrancando con losdientes. 28


que bajo el agua hay gente quesuspira, y al agua hacen hervir lasuperficie, como dice tu vista a dondemire. Desde el limo exclamaban: «Triste hicimos el aire dulce que del sol sealegra, llevando dentroacidïosohumo: tristes estamos en el negrocieno.» Se atraviesa este himno en sugaznate, y enteras no les salen laspalabras. Así dimos la vuelta al sucio pozo, entre la escarpa seca y lo deenmedio; mirando a quien del fango seatraganta: y al fin llegamos al pie de unatorre. CANTOVIII Digo, para seguir, que muchoantes de llegar hasta el pie de la altatorre, se encaminó a su cima nuestravista, porque vimos allí doslucecitas, y otra que tan de lejos dabaseñas, que apenas nuestros ojos laveían. Y yo le dije al mar de todoseso: «Esto ¿qué significa? y ¿quéresponde el otro foco, y quién es quien lohace?» Y él respondió: «Por estas ondassucias ya podrás divisar lo que seespera, si no lo oculta el humo delpantano.» Cuerda no lanzó nunca una saeta que tan ligera fuese por elaire, como yo vi una navepequeñita por el agua venir hacia nosotros, al gobierno de un sologaleote, gritando: «Al fin llegaste, almaalevosa.»

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díjole mi señor en estepunto-; tan sólo nos tendrás cruzando ellodo.» Cual es aquel que gran engañoescucha que le hayan hecho, y luego secontiene, así hizo Flegias consumido enira. Subió mi guía entonces a la barca, y luego me hizo entrar detrás deél; y sólo entoncespareciócargada. Cuando estuvimos ambos en el leño, hendiendo se marchó la antiguaproa el agua más que suele conlosotros. Mientras que el muerto cauce recorríamos uno, lleno de fango vino ydijo: «¿Quién eres tú que vienes adestiempo?» Y le dije: « Si vengo, no mequedo; pero ¿quién eres tú que estás tansucio?» Dijo: «Ya ves que soy uno quellora.» Yo le dije: «Con lutos y con llanto, puedes quedarte, espíritumaldito, pues aunque estés tan sucio teconozco.» Entonces tendió al leño las dosmanos; mas el maestro lo evitóprudente, diciendo: «Vete con los otrosperros.» Al cuello luego los brazos me echó, besóme el rostro y dijo: «!Ohdesdeñoso, 30


Cuantos por reyes tiénense alláarriba, aquí estarán cual puercos en elcieno, dejando de ellos un despreciohorrible.»` Y yo: «Maestro, mucho desearía el verle zambullirse en estecaldo, antes que de este lago nosmarchemos.» Y él me repuso: «Aún antes que la orilla de ti se deje ver, serássaciado: de tal deseo conviene quegoces.» Al poco vi la grancarnicería que de él hacían las fangosasgentes; a Dios por ello alabo y doylasgracias. «¡A por Felipe Argenti!»,segritaban, y el florentino espiritualtanero contra sí mismo volvíalosdientes. Lo dejamos allí, y de él más no cuento. Mas el oído golpeóme unllanto, y miré atentamentehaciaadelante. Exclamó el buen maestro: «Ahora,hijo, se acerca la ciudadllamada Dite, de graves habitantes ymesnadas.» Y yo dije: «Maestro,susmezquitas en el valle distingoclaramente, rojas cual si salido deunafragua hubieran.» Y él me dijo: «El fuego eterno que dentro arde, rojas nos lasmuestra, como estás viendo en estebajoinfierno.» Así llegamos a los hondos fosos que ciñen esa tierra sinconsuelo; de hierro aquellos murosparecían. No sin dar antes un rodeo grande, llegamos a una parte en que elbarquero «Salid -gritó con fuerza- aquí eslaentrada.» 31


Contuvieron un poco el grandesprecio y dijeron: « Ven solo y que semarche quien tan osado entró porestereino; que vuelva solo por la loca senda; pruebe, si sabe, pues que tú te quedas, que le enseñaste tanoscura zona.» Piensa, lector, el miedo que me entró al escuchar palabras tan malditas, que pensé que yanunca volvería. «Guía querido, tú que más de siete veces me has confortado y hecholibre de los grandes peligros que heencontrado, no me dejies -le dije- así perdido; y si seguir mas lejos nos impiden, juntos volvamos hacia atrás lospasos.» Y aquel señor que allí mecondujera «No temas -dijo- porque nuestropaso nadie puede parar: tal nos lootorga. Mas espérame aquí, y tu ánimo flaco conforta y alimenta de esperanza, que no te dejaré en el bajomundo.» Así se fue, y allí meabandonó el dulce padre, y yo me quedé enduda pues en mi mente el no y el síluchaban. No pude oír qué fue lo que lesdijo: mas no habló mucho tiempo conaquéllos, pues hacia adentro todos semarcharon. Cerráronle las puertas los demonios en la cara a mi guía, y quedóafuera, y se vino hacia mí con pasoslentos. Gacha la vista y privado su rostro de osadía ninguna, ysuspiraba: « ¡Quién las dolientes casa me hacerrado!» Y él me dijo: «Tú, porque yo me irrite, no te asustes, pues venceré laprueba, por mucho que se empeñen enprohibirlo. 32


CANTOIX El color que sacó a mi cara elmiedo cuando vi que mi guía setornaba, lo quitó de la suya conpresteza. Atento se paró comoescuchando, pues no podía atravesar lavista el aire negro y la neblinadensa. «Deberemos vencer en estalucha -comenzó él- si no... Es lapromesa. ¡Cuánto tarda en llegar quienesperamos.» Y me di cuenta de que me ocultaba lo del principio con lo quesiguió, pues palabras distintasfueronéstas; pero no menos miedo me causaron, porque pensaba que su frasetrunca tal vez peorsentidocontuviese. « ¿En este fondo de la triste hoya bajó algún otro, desde elpurgatorio donde es pena la falta deesperanza?» Esta pregunta le hice y:«Raramente -él respondió- sucede que otroalguno haga el camino por el que yoando. Verdad es que otra vez estuveaquí, por la cruelEritoneconjurado, que a sus cuerpos las almasreclamaba. De mí recién desnuda era misombrío, cuando ella me hizo entrar tras de aquelmuro, a traer un alma del pozo deJudas. Aquel es el más bajo, el más sombrío, y el lugar de los cielos máslejano; bien sé el camino, puedes ir sinmiedo. Este pantano que gran peste exhala en torno ciñe la ciudaddoliente, donde entrar no podemos ya sinira.» Dijo algo más, pero no lo recuerdo, porque mi vista se habíafijado en la alta torre de cimaardorosa, 33


que cuerpo y porte de mujertenían, se ceñían con serpientesverdes; su pelo eran culebras ycerastas con que peinaban sushorriblessienes: Y él que bien conocía a las esclavas de la reina del llantosempiterno Las Feroces Erinias-dijo-mira: Meguera es esa del izquierdo lado, esa que llora al derecho esAleto; Tesfone está en medio.» Y másnodijo. Con las uñas el pecho se rasgaban, y se azotaban, gritando tanalto, que me estreché alpoeta,temeroso. «Ah, que venga Medusa ahacerlepiedra -las tres decían mientras memirabanmalo fue el no vengarnosdeTeseo.» «Date la vuelta y cierra bien los ojos; si viniera Gorgona y lamirases nunca podríasregresararriba.» Asf dijo el Maestro, y en persona me volvió, sin fiarse de mismanos, que con las suyas aún nometapase. Vosotros que tenéis la mente sana, observad la doctrina que seesconde bajo el velo deversosenigmáticos. Mas ya venía por las turbiasolas el estruendo de un son de espantolleno, por lo que retemblaronambasmárgenes; hecho de forma semejante a unviento que, impetuoso a causa decontrarios ardores, hiere el bosque y,sindescanso, las ramas troncha, abate y lejos lleva; delante polvoroso vasoberbio, y hace escapar a fieras ya pastores. Me destapó los ojos: «Lleva elnervio de la vista por esa espumaantigua, hacia allí donde el humo esmásacerbo.»

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Como las ranas ante la enemiga bicha, en el agua se sumergentodas, hasta que todas se juntan entierra, más de un millar de almas destruidas vi que huían ante uno, que a supaso cruzaba Estigia con los piesenjutos. Del rostro se apartaba el aireespeso de vez en cuando con la manoizquierda; y sólo esa molestia lecansaba. Bien noté que del cielo eraenviado, y me volví al maestro que hizo unsigno de que estuviera quieto y meinclinase. ¡Cuán lleno de desdén meparecía! Llegó a la puerta, y con unavarita la abrió sinencontrarimpedimento. «¡Oh, arrojados del cielo,despreciados! -gritóles él desde el umbralhorrible-. ¿Cómo es que aún conserváis estaarrogancia? ¿Y por que os resistis a aqueldeseo cuyo fin nunca puedadetenerse, y que más veces acreció elcastigo? ¿De qué sirve al destino dar de coces? Vuestro Cerbero, si bienrecordáis, aún hocico y mentón llevapelados.» Luego tomó el camino cenagoso, sin decirnos palabra, mas concara de a quien otro cuidado apremia ymuerde, y no el de aquellos que tienedelante. A la ciudad los pasosdirigimos, seguros ya tras sus palabrassantas. Dentro, sin guerra alguna, penetramos; y yo, que de mirar estabaansioso todas las cosas que el castilloencierra, al estar dentro miro en tornomío; y veo en todas partes un grancampo, lleno de pena y reo detormentos.

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Como en Arlés donde se estancael Ródano, o como el Pola cerca delCarnaro, que Italia cierra y suslímitesbaña, todo el sitio ondulado hacen lastumbas, de igual manera allí por todaspartes, salvo que de manera aúnmásamarga, pues llamaradas hay entre las fosas; y tanto ardían que en ningunafragua, el hierro necesitatantofuego. Sus lápidas estabanremovidas, y salían de allí taleslamentos, que parecían dealmascondenadas. Y yo: « Maestro, qué gentes son esas que, sepultadas dentro de esastumbas, se hacen oír condolientessuspiros?» Y dijo: «Están aquí los heresiarcas, sus secuaces, de toda secta, yllenas están las tumbas más de loque piensas. El igual con su igualestáenterrado, y los túmulos arden más omenos.» Y luego de volverse aladerecha, cruzamos entre fosas y altosmuros. CANTOX Siguió entonces por una oculta senda entre aquella muralla y losmartirios mi Maestro, y yo fui tras de suspasos. «Oh virtud suma, que en los infernales circulos me conduces a tugusto, háblame y satisfacemisdeseos: a la gente que yace en lossupulcros ¿la podré ver?, pues ya estánlevantadas todas las losas, y nadievigila.» 36


con Epicuro todossussecuaces que el alma, dicen, con elcuerpomuere. Pero aquella pregunta que me hiciste pronto será aquí mismosatisfecha, y también el deseo quemecallas.» Y yo: «Buen guía, no te oculta nada mi corazón, si no es por hablarpoco; y tú me tienes aellopredispuesto.» «Oh toscano que en la ciudad delfuego caminas vivo, hablando tanhumilde, te plazca detenerte eneste sitio, porque tu acento demuestra que eres natural de la noble patriaaquella a la que fui, tal vez,hartodañoso.» Este son escapósúbitamente desde una de las arcas; ytemiendo, me arrimé un poco más amimaestro. Pero él me dijo: « Vuélvete, ¿quéhaces? mira allí a Farinatta que se haalzado; le verás de cinturaparaarriba.» Fijado en él había ya mivista; y aquél se erguía con el pecho yfrente cual si al infiernomismodespreciase. Y las valientes manos de mi guía me empujaron a él entre lastumbas, diciendo: «Sé medido entuspalabras.» Como al pie de su tumba yoestuviese, me miró un poco, y como condesdén, me preguntó: «¿Quién fuerontusmayores?» Yo, que de obedecer estabaansioso, no lo oculté, sino que se lodije, y él levantó lascejaslevemente. «Con fiereza me fueron adversarios a mí y a mi partido y mismayores, y así dos veces tuvequeexpulsarles.» 37


mas los vuestros tal artenoaprendieron.» Surgió entonces al borde de sufoso otra sombra, a su lado, hastala barba: creo que estaba puestade rodillas. Miró a mi alrededor, cual sipropósito tuviese de encontrar conmigo aotro, y cuando fue apagadasusospecha, llorando dijo: «Si por esta ciega cárcel vas tú por nobleza deingenio, ¿y mi hijo?, ¿por qué noestácontigo?» Y yo dije: «No vengo por mímismo, el que allá aguarda por aquí melleva a quien Guido, tal vez,fueindiferente.» Sus palabras y el modo de su pena su nombre ya me habianrevelado; por eso fue tan clarami respuesta. Súbitamente alzado gritó:«¿Cómo has dicho?, ¿Fue?, ¿Es que entonces ya novive? ¿La dulce luz no hiere yasusojos?» Y al advertir que una cierta demora antes de responderle yomostraba, cayó de espaldas sin volveraalzarse. Mas el otro gran hombre, a cuyoruego yo me detuve, no alteró surostro, ni movió el cuello, ni inclinósucuerpo. Y así, continuando lo deantes, «Que aquel arte -me dijo- malsupieran, eso, más que este lecho,me tortura. Pero antes que cincuentavecesarda la faz de la señora que aquíreina, tú has de saber lo que talartepesa. Y así regreses a ese dulce mundo, dime, ¿por qué ese pueblo es tanimpío contra los míos en todassusleyes?» 38


Me respondió moviendo lacabeza: «No estuve solo álli, niciertamente sin razón me movi con esosotros: mas estuve yo solo, cuando todos en destruir Florenciaconsentían, defendiéndola arostrodescubierto.» «Ah, que repose vuestradescendencia -yo le rogué-, este nudodesatadme que ha enmarañado aquí mipensamiento. Parece que sabéis, por lo queescucho, lo que nos trae el tiempo deantemano, mas usáis de otro modo en lo deahora.» «Vemos, como quien tiene mala luz, las cosas -dijo- que se encuentranlejos, gracias a lo que esplende el SumoGuía. Cuando están cerca, o son, vano es del todo nuestro intelecto; y si otros no noscuentan, nada sabemos delestadohumano. Y comprender podrás que muerto quede nuestro conocimiento en aquelpunto que se cierre la puerta delfuturo.» Arrepentido entonces de mi falta, dije: «Diréis ahora a aquelyacente que su hijo aún se encuentra con losvivos; y si antes mudo estuve en larespuesta, hazle saber que fue porquepensaba ya en esa duda que me habéisresuelto.» Y ya me reclamaba mi maestro; y yo rogué al espíritu querápido me refiriese quién con élestaba. Díjome: «Aquí con más de mil meencuentro; dentro se halla el segundoFederico, y el Cardenal, y de los otroscallo.» Entonces se ocultó; y yo hacia elantiguo poeta volví el paso,repensando esas palabras quecreíenemigas. 39


Él echó a andar y luego, caminando, me dijo: «¿Por qué estás tanabatido?» Y yo le satisfice lapregunta. « Conserva en la memoria lo que oíste contrario a ti -me aconsejó aquelsabioy atiende ahora -y levantó sudedo-: cuando delante estés del dulcerayo de aquella cuyos ojos lo ventodo de ella sabrás de tu vida elviaje. Luego volvió los pies a mano izquierda: dejando el muro, fuimos hacia elcentro por un sendero que conduce a unvalle, cuyo hedor hasta allídesagradaba. CANTOXI Por el extremo de unacantilado, que en circulo formaban peñasrotas, llegamos a un gentío aún másdoliente; y allí, por el exceso tan horrible de la peste que sale delabismo, al abrigo detrásnoscolocamos de un gran sepulcro, donde vi unescrito «Aquí el papa Anastasio estáencerrado que Fotino apartó del buencamino.» «Conviene que bajemos lentamente, para que nuestro olfato seacostumbre al triste aliento; y luego nomoleste.» Así el Maestro, y yo:«Compensación -díjele- encuentra, pues que el tiempo enbalde no pase.» Y él: «Ya ves que en esopienso. 40


Todos llenos están de condenados, mas porque luego baste que losmires, oye cómo y por qué se lesencierra: o con fuerza o con fraude aotroscontrista; mas siendo el fraude un vicio sólohumano, más lo odia Dios, por ello son alfondo los fraudulentos aúnmáscastigados. De los violentos es el primer círculo; mas como se hace fuerza a trespersonas, en tres recintosestádividido; a Dios, y a sí, y al prójimo se puede forzar; digo a ellos mismos y a suscosas, como ya claramente hedeexplicarte. Muerte por fuerza y dolientes heridas al prójimo se dan, y a sushaberes ruinas, incendios yrobosdañosos; y así a homicidas y a los que malhieren, ladrones e incendiarios,atormenta el recinto primero envariosgrupos. Puede el hombre tener violenta mano contra él mismo y sus cosas; y espreciso que en el segundo recintolopurgue el que se priva a sí de vuestro mundo, juega y derrocha aquello queposee, y llora allí dondedebióalegrarse. Puede hacer fuerza contra la deidad, blasfemando, negándola en sualma, despreciando el amor delanatura; y el recinto menor lleva lamarca del signo de Cahors ydeSodoma, y del que habla de Diosconmenosprecio. El fraude, que cualquier concienciamuerde, se puede hacer a quien de uno sefía, o a aquel que la confianza nohamostrado. Se diría que de esta formamatan el vínculo de amor que hacenatura; 41


De la otra forma aquel amor se olvida de la naturaleza, y lo quecrea, de donde se genera laconfianza; y al Círculo menor, donde está el centro del universo, donde asientaDite, el que traiciona por siempre esllevado.» Y yo: «Maestro, muy clara procede tu razón, y bastante biendistingue este lugar y el pueblo que loocupa: pero ahora dime: aquellos de la ciénaga, que lleva el viento, y que azota lalluvia, y que chocan con voces tanacerbas, ¿por qué no dentro de la ciudad roja son castigados, si a Diosenojaron? y si no, ¿por qué están en talsuplicio?» Y entonces él: «¿Por qué se alejatanto -dijo- tu ingenio de lo queacostumbra?, ¿o es que tu mente mira hacia otraparte? ¿Ya no te acuerdas de aquellaspalabras que reflejan en tu ÉTICA lastres. inclinaciones que no quiere elcielo, incontinencia, malicia y la loca bestialidad? ¿y cómoincontinencia menos ofende y menos secastiga? Y si miras atento estasentencia, y a la mente preguntas quién sonesos que allí fuera reciben sucastigo, comprenderás por qué de estos felones están aparte, y a menoscrudeza la divina venganzalessomete.» «Oh sol que curas la vistaturbada, tú me contentas tantoresolviendo, que no sólo el saber, dudar megusta. 42


«A quien la entiende, la Filosofía hace notar, no sólo en unpasaje cómo natura sucarreratoma del divino intelecto y de suarte; y si tu FÍSICA mirasdespacio, encontrarás, sin mucho que lobusques, que el arte vuestro a aquélla, cuantopueda, sigue como al maestro sudiscípulo, tal que vuestro arte es como de Diosnieto. Con estas dos premisas, si recuerdas el principio del Génesis,debemos ganarnos el sustentocontrabajo. Y al seguir el avaro otrocamino, por éste, a la natura y a susfrutos, desprecia, y pone en lo otro suesperanza. Mas sígueme, porque avanzar me place; que Piscis ya remonta elhorizonte y todo el Carro yace sobre elCoro, y el barranco a otro sitio sedespeña. CANTOXII Era el lugar por el que descendimos alpestre y, por aquel que lohabitaba, cualquier miradahubiéraloesquivado. Como son esas ruinas que al costado de acá de Trento azota el ríoAdigio, por terremoto o sin tenercimientos, que de lo alto del monte, del quebajan al llano, tan hendida está laroca que ningún paso ofrece a quien lasube; de aquel barranco igual era el descenso; y allí en el borde de la abiertasima, el oprobio de Creta estabaechado que concebido fue en la falsa vaca; cuando nos vio, a sí mismo

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que allí en el mundo la muertetetrajo? Aparta, bestia, porque éste no viene siguiendo los consejos de tuhermana, sino por contemplarvuestrospesares.» Y como el toro se deslaza cuando ha recibido ya el golpe demuerte, y huir no puede, mas de aquí aallí salta, así yo vi que hacía elMinotauro; y aquel prudente gritó: «Corre alpaso; bueno es que bajes mientrasseenfurece.» Descendimos así por elderrumbe de las piedras, que a veces semovían bajo mis pies con estanueva carga. Iba pensando y díjome: «Tú piensas tal vez en esta ruina, quevigila la ira bestial que ahorahe derrotado. Has de saber que en la otra ocasión que descendí a lo hondo del infierno, esta roca no estabaaúndesgarrada; pero sí un poco antes, si bien juzgo, de que viniese Aquel que la gran presa quitó a Dite del círculo primero, tembló el infecto valle de talmodo que pensé que sintiese el universo amor, por el que alguno cree queelmundo muchas veces en caos vuelvea trocarse; y fue entonces cuando esta viejaroca se partió por aquí y porotroslados. Mas mira el valle, pues que seaproxima aquel río sangriento, en elcualhierve aquel que con violencia alotrodaña.» ¡Oh tú, ciega codicia, oh loca furia, que así nos mueves en la cortavida, y tan mal en la eternanossumerges! 44


Y por su pie corrían loscentauros, en hilera y armados desaetas, como cazar solían en elmundo. Viéndonos descender, se detuvieron, y de la fila tres se separaron con los arcos y flechaspreparadas. Y uno gritó de lejos: «¿A qué pena venís vosotros bajando la cuesta? Decidlo desde allí, o si nodisparo.» «La respuesta -le dijo mi maestro- daremos a Quirón cuando esté cerca: tu voluntad fuesiempreimpetuosa.» Después me tocó, y dijo: «Aquel esNeso, que murió por la bellaDeyanira, contra sí mismo tomó lavenganza. Y aquel del medio que al pecho semira, el gran Quirón, que fue el ayo deAquiles; y el otro es Folo, el que habló tanairado. Van a millares rodeando el foso, flechando a aquellas almas queabandonan la sangre, más que su culpapermite.» Nos acercamos a las raudas fieras: Quirón cogió una flecha, y con lapunta, de la mejilla retiró labarba. Cuando hubo descubierto la gran boca, dijo a sus compañeros; «¿No os daiscuenta que el de detrás remueve lo quepisa? No lo suelen hacer los pies que hanmuerto.» Y mi buen guía, llegándole alpecho, donde sus dos naturas seentremezclan, respondió: «Está bien vivo, y a él tansólo debo enseñarle el tenebrosovalle: necesidad le trae,nocomplacencia. Alguien cesó de cantarAleluya, y ésta nueva tarea me haencargado: él no es ladrón ni yo almacondenada. 45


Mas por esta virtud por la cualmuevo los pasos por camino tan salvaje, danos alguno quenosacompañe, que nos muestre por dónde se vadea, y que a éste lleve encima de su grupa, pues no es alma que viaje por elaire.» Quirón se volvió atrás a la derecha, y dijo a Neso: «Vuelve y dal esguía, y hazles pasar si otro grupo seencuentran.» Y nos marchamos con tan fiel escolta por la ribera del bullirrojizo, donde mucho gritaban los quehervían. Gente vi sumergida hasta lascejas, y el gran centauro dijo: « Sontiranos que vivieron de sangre y derapiña: lloran aquí sus dañosdespiadados; está Alejandro, y el ferozDionisio que a Sicilia causó tiempospenosos. Y aquella frente de tan negropelo, es Azolino; y aquel otrorubio, es Opizzo de Este, que deveras fue muerto por su hijastro allá en elmundo.» Me volví hacia el poeta y él medijo: «Ahora éste es el primero, y yo elsegundo.» Al poco rato se fijó elCentauro en unas gentes, que hasta lagarganta parecían, salirdelhervidero. Díjonos de una sombra yaapartada: «En la casa de Dios aquél hirió- el corazón que al Támesischorrea.» Luego vi gentes que sacaban fuera del río la cabeza, y hasta elpecho; y yo reconocí a bastantes deellos. Asi iba descendiendo poco apoco aquella sangre que los piescocía, y por allí pasamos aquelfoso. «Así como tú ves que de estaparte 46


el hervidero siempre vabajando, -dijo el centauro- quiero queconozcas que por la otra más y másaumenta su fondo, hasta que al fin llega hasta elsitio en donde están gimiendo lostiranos. La diving justicia aquícastiga a aquel Atila azote de latierra y a Pirro y Sexto; y para siempreordeña las lágrimas, que arrancan loshervores, a Rinier de Corneto, a RinierPazzo qué en los caminos tanta guerrahicieron.» Volvióse luego y franqueó aquelvado. CANTOXIII Neso no había aún vuelto al otro lado, cuando entramos nosotros por unbosque al que ningúnsenderoseñalaba. No era verde su fronda, sino oscura; ni sus ramas derechas, mastorcidas; sin frutas, mas con púasvenenosas. Tan tupidos, tan ásperos matojos no conocen las fieras queaborrecen entre Corneto y Cécina loscampos. Hacen allí su nido lasarpías, que de Estrófane echaron alTroyano con triste anuncio de futurascuitas. Alas muy grandes, cuello y rostro humanos y garras tienen, y el vientre conplumas; en árboles tan raros selamentan. Y el buen Maestro: «Antes deadentrarte, sabrás que este recinto es elsegundo 47


que puedas ver el horrible arenal; mas mira atentamente; asíverás cosas que si te digo nocreerías.» Yo escuchaba por todas partesayes, y no vela a nadie que losdiese, por lo que me detuve muyasustado. Yo creí que él creyó que yo creía que tanta voz salía delfollaje, de gente que a nosotrosseocultaba. Y por ello me dijo: «Si tronchases cualquier manojo de una de estasplantas, tus pensamientostambiénromperias.» Entonces extendí un poco lamano, y corté una ramita a un granendrino; y su tronco gritó: «¿Por quémehieres? Y haciéndose después de sangre oscuro volvió a decir: «Por qué así medesgarras? ¿es que no tienescompasiónalguna? Hombres fuimos, y ahoramatorrales; más piadosa debiera ser tumano, aunque fuéramos almasdeserpientes.» Como. una astilla verde que encendida por un lado, gotea por elotro, y chirría el vapor que saledeella, así del roto esqueje salen juntas sangre y palabras: y dejé larama caer y me quedé comoquienteme. «Si él hubiese creído deantemano -le respondió mi sabio-, ánimaherida, aquello que en mis rimashaleído, no hubiera puesto sobre ti la mano: mas me ha llevado la increiblecosa a inducirle a hacer algo quemepesa: mas dile quién has sido, y de estemodo algún aumento renueve tufama alli en el mundo, al que volverél puede.» Y el tronco: «Son tan dulces tus lisonjas que no puedo callar; y no osmoleste si en hablaros un pocomeentretengo: 48


que a casi todos les negó el secreto; tanta fidelidad puse enservirle que mis noches y días perdí enello. La meretriz que jamás delpalacio del César quita la miradaimpúdica, muerte común y vicio de lascortes, encendió a todos en mi contra; y tanto encendieron a Augusto esosincendios que el gozo y el honor trocóse enlutos; mi ánimo, al sentirse despreciado, creyendo con morir huir deldesprecio, culpable me hizo contra míinocente. Por las raras raíces de este leño, os juro que jamás rompí lafe a mi señor, que fue de honor tandigno. Y si uno de los dos regresa almundo, rehabilite el recuerdo que seduele aún de ese golpe que asesta laenvidia.» Paró un poco, y después: «Ya que secalla, no pierdas tiempo -dijome elpoetahabla y pregúntale si másdeseas.» Yo respondí: «Pregúntale tú entonces lo que tú pienses que puedagustarme; pues, con tanta aflicción, yo nopodría.» Y así volvió a empezar: «Para que te haga de buena gana aquello quepediste, encarcelado espíritu, aúnteplazca decirnos cómo el alma seencadena en estos troncos; dinos, si es quepuedes, si alguna se despega de estosmiembros.» Sopló entonces el tronco fuememente trocándose aquel viento en estasvoces: «Brevemente yoquieroresponderos; cuando un alma feroz ha abandonado el cuerpo que ella misma hadesunido Minos la manda a la séptimafosa. 49


mas donde la fortuna ladispara, como un grano de espelta allígermina; surge en retoño y en planta silvestre: y al converse sus hojas lasArpías, dolor le causan y al dolorventana. Como las otras, por nuestrosdespojos, vendremos, sin que vistan aninguna; pues no es justo tener lo que setira. A rastras los traeremos, y en la triste selva serán los cuerpossuspendidos, del endrino en que sufre cadasombra.» Aún pendientes estábamos del tronco creyendo que quisiera máscontarnos, cuando de un ruido fuimossorprendidos, Igual que aquel que venir desde elpuesto escucha al jabalí y a lajauría y oye a las bestias y un ruido defrondas; Y miro a dos que vienen por laizquierda, desnudos y arañados, que en lahuida, de la selva rompían todamata. Y el de delante: «¡Acude, acude, muerte!» Y el otro, que más lentoparecía, gritaba: «Lano, no fueron tanraudas en la batalla de Toppo tuspiernas.» Y cuando ya el aliento lefaltaba, de él mismo y de un arbusto formó unnudo. La selva estaba llena detrás de ellos de negros canes, corriendo yladrando cual lebreles soltadosdetraílla. El diente echaron al que estabaoculto y lo despedazaron trozo atrozo; luego llevaron losmiembrosdolientes. 50


¿qué culpa tengo de tumalavida?» Cuando el maestro se paró a sulado, dijo: «¿Quién fuiste, que por tantaspuntas con sangre exhalas tuhabla dolorosa?» Y él a nosotros: «Oh almas que llegadas sois a mirar el vergonzosoestrago, que mis frondas así me hadesunido, recogedlas al pie del tristearbusto. Yo fui de la ciudad que enelBautista cambió el primer patrón: el cual,poresto con sus artes por siempre la hará triste; y de no ser porque en el puente deArno aún permanece de élalgúnvestigio, esas gentes que lareedificaron sobre las ruinas queAtiladejó, habríantrabajadovanamente. Yo de mi casa hice micadalso.» CANTOXIV Y como el gran amor del lugarpatrio me conmovió, reuní la rotafronda, y se la devolví a quien yacallaba. Al límite llegamos que divide el segundo recinto deltercero, y vi de la justicia horriblemodo. Por bien manifestar las nuevas cosas, he de decir que a un páramollegamos, que de su seno cualquier plantaahuyenta. La dolorosa selva es su guirnalda, como para ésta lo es el tristefoso; justo al borde los pasosdetuvimos. Era el sitio una arena espesa yseca, hecha de igual manera que esaotra que oprimiera Catón con supisada. 51


De almas desnudas vi muchosrebaños, todas llorando llenas demiseria, y en diversasposturascolocadas: unas gentes yacían boca arriba; encogidas algunas sesentaban, y otrasandabanincesantemente. Eran las más las que iban dando vueltas, menos las que yacían entormento, pero más se quejaban desusmales. Por todo el arenal, muy lentamente, llueven copos de fuegodilatados, como nieve en los Alpes si nohayviento. Como Alejandro en lacalientezona de la India vio llamas quecaían hasta la tierra sobresusejércitos; por lo cual ordenó pisar elsuelo a sus soldados, puesto que esefuego se apagaba mejor siestabaaislado, así bajaba aquel ardoreterno; y encendía la arena, tal layesca bajo eslabón, y eltormentodoblaba. Nunca reposo hallaba elmovimiento de las míseras manos,repeliendo aquí o allá de sí lasnuevasllamas. Yo comencé: «Maestro, tú que vences todas las cosas, salvo a losdemonios que al entrar por la puertanossalieron, ¿Quién es el grande que nosepreocupa del fuego y yace despectivo yfiero, cual si la lluvia nole madurase?» Y él mismo, que se había dado cuenta que preguntaba por él a miguía, gritó: « Como fui vivo, talsoymuerto. 52


de Mongibelo en esa negrafragua, clamando: “Buen Vulcano,ayuda,ayuda” tal como él hizo en la lucha deFlegra, y me asaeteara con susfuerzas, no podríavengarsealegremente.» Mi guía entonces contestó con fuerza tanta, que nunca le hube asíescuchado: «Oh Capaneo, mientras no secalme tu soberbia, serás más afligido: ningún martirio, aparte de turabia, a tu furor dolor seráadecuado.» Después se volvió a mí con mejortono, «Éste fue de los siete queasediaron a Tebas; tuvo a Dios, y meparece que aún le tenga, desdén, y no le implora; mas como yo le dije, susdespechos son en su pecho galardónbastante. Sígueme ahora y cuida que tus pies no pisen esta arena tanardiente, mas camina pegado siempre albosque.» En silencio llegamos dondecorre fuera ya de la selva unarroyuelo, cuyo rojo color aún mehorripila: como del Bulicán sale elarroyo que reparten después las pecadoras,t al corrta a través de aquellaarena. El fondo de éste y ambas dos paredes eran de piedra, igual que lasorillas; y por ello pensé que ése era elpaso. «Entre todo lo que yo te heenseñado, desde que atravesamos esapuerta cuyos umbrales a nadie seniegan, ninguna cosa has visto másnotable como el presente río que lasllamas apaga antes que lleguen atocarle.» Esto dijo mi guía, por locual 53


del que acrecido me había eldeseo. «Hay en medio del mar undevastado país -me dijo- que se llamaCreta; bajo su rey fue el mundovirtuoso. Hubo allí una montaña quealegraban aguas y frondas, se llamabaIda: cual cosa vieja se halla ahoradesierta. La excelsa Rea la escogió porcuna para su hijo y, por mejorguardarlo, cuando lloraba, mandabadargritos. Se alza un gran viejo dentro de aquelmonte, que hacia Damiata vuelve lasespaldas y al igual que a un espejo a Romamira. Está hecha su cabeza de oro fino, y plata pura son brazos ypecho, se hace luego de cobre hasta lasingles; y del hierro mejor de aquí hasta abajo, salvo el pie diestro que es barrococido: y más en éste que en el otroapoya. Sus partes, salvo el oro, se hallanrotas por una raja que gotealágrimas, que horadan, al juntarse, aquellagruta; su curso en este valle se derrama: forma Aqueronte, Estigia yFlagetonte; corre después por esta estrechaespita al fondo donde más no sedesciende: forma Cocito; y cuál sea esepantano ya lo verás; y no te lodescribo.» Yo contesté: «Si el presente riachuelo tiene así en nuestro mundo suprincipio, ¿como puede encontrarse en estemargen?» 54


Y yo insistí «Maestro, ¿dónde sehallan Flegetonte y Leteo?; a uno nonombras, y el otro dices que lo hace estalluvia.» «Me agradan ciertamente tuspreguntas -dijo-, mas el bullir del aguaroja debía resolvertelaprimera. Fuera de aquí podrás ver elLeteo, allí donde a lavarse van lasalmas, cuando la culpa purgada seborra.» Dijo después: «Ya es tiempo de apartarse del bosque; ven caminandodetrás: dan paso las orillas, pues noqueman, y sobre ellas se extingue cualquierfuego.» CANTOXV Caminamos por uno de los bordes, y tan denso es el humo delarroyo, que del fuego protege agua yorillas. Tal los flamencos entre Gante y Brujas, temiendo el viento que en inviernosopla, a fin de que huya el mar hacen susdiques; y como junto al Brenta lospaduanos por defender sus villas ycastillos, antes que Chiarentana el calorsienta; de igual manera estaban hechoséstos, sólo que ni tan altos ni tangruesos, fuese el que fuese quien losconstruyera. Ya estábamos tan lejos de la selva que no podría ver dónde mehallaba, aunque hacia atrás yo me diera lavuelta, cuando encontramos un tropel dealmas que andaban junto al dique, y todasellas

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mirarse el uno al otro en luna nueva; y para vernos fruncían lascejas como hace el sastre viejo con laaguja. Examinado así por talfamilia, de uno fui conocido, queagarró mi túnica y gritó:«¡Quémaravilla!» y yo, al verme cogido por su mano fijé la vista en su quemadorostro, para que, aun abrasado,noimpidiera, su reconocimiento a mi memoria; e inclinando la mía hacia sucara respondí: «¿Estáis aquí,señorBrunetto?» «Hijo, no te disguste -me repuso- si Brunetto Latino deja unrato a su grupo y contigo sedetiene.» Y yo le dije: «Os lo pidogustoso; y si queréis que yo, con vos mepare, lo haré si place a aquel con elqueando.» «Hijo -repuso-, aquel de este rebaño que se para, después cien añosyace, sin defenderse cuando elfuegoquema. Camina pues: yo marcharé a tu lado; y alcanzaré más tarde a mimesnada, que va llorando suseternosmales.» Yo no osaba bajarme delcamino y andar con él; mas gacha lacabeza tenía como elhombrereverente. Él comenzó: «¿Qué fortuna o destino antes de postrer día aquí tetrae? ¿y quién es éste que muestraelcamino?» Y yo: «Allá arriba, en la vidaserena -le respondí- me perdí por unvalle, antes de que mi edadfuese perfecta. Lo dejé atrás ayer por la mañana; éste se apareció cuando a élvolvía, y me lleva al hogar porestaruta.» Y él me repuso: «Si sigues tu estrella glorioso puerto alcanzarás sinfalta, si de la vida hermosa bienmeacuerdo; y si no hubiese muerto tan temprano, viendo que el cielo te es tanfavorable, 56


dado te habría ayuda enlatarea. Mas aquel pueblo ingrato ymalicioso que desciende de Fiesolede antiguo, y aún tiene en él del monte ydel peñasco, si obras bien ha de hacerse tucontrario: y es con razón, que entre ásperosserbales no debe madurar eldulcehigo. Vieja fama en el mundo llamaciegos, gente es avara, envidiosa ysoberbia: líbrate siempre tú desuscostumbres. Tanto honor tu fortuna tereserva, que la una parte y la otratendránhambre de ti; mas lejos pon del chivoelpasto. Las bestias fiesolanas se apacienten de ellas mismas, y no toquen laplanta, si alguna surge aún entresuestiércol, en que reviva la simientesanta de los romanos que quedaron,cuando hecho fue el nido de tangranmalicia.» «Si pudiera cumplirse mi deseo aún no estaríais vos -lerepliquéde la humananaturaseparado; que en mi mente está fija y aún meapena, querida y buena, la paternaimagen vuestra, cuando en el mundo horatrashora me enseñabais que el hombre se haceeterno; y cuánto os lo agradezco, mientrasviva, conviene que en mi lenguaseproclame. Lo que narráis de mi carreraescribo, para hacerlo glosar, junto aotrotexto, si hasta ella llego, a la mujerquesabe. Sólo quiero que os sea manifiesto que, con estar tranquila miconciencia, me doy, sea cual sea, alaFortuna. No es nuevo a mis oídos tal augurio: mas la Fortuna hace girar surueda como gusta, y el labrador suazada.» 57


Entonces mi maestro la mejilla derecha volvió atrás, y memiró; dijo después: «Bien oye elprecavido.» Pero yo no dejé de hablar poreso con ser Brunetto, y pregunto quiénson sus compañeros de más altafama. Y él me dijo: «Saber de alguno esbueno; de los demás será mejor quecalle, que a tantos como son el tiempo escorto. Sabe, en suma, que todos fueron clérigos y literatos grandes yfamosos, al mundo sucios de un igualpecado. Prisciano va con esa turbamísera, y Francesco D’Accorso; y ver conéste, si de tal tiña tuviesesdeseo, podrás a quien el Siervo de losSiervos hizo mudar del Arno alBachiglión, donde dejó los nervios malusados. De otros diría, mas charla y camino no pueden alargarse, pues yaveo surgir del arenal un nuevohumo. Gente viene con la que estar nodebo: mi “Tesoro” tedejoencomendado, en el que vivo aún, y más nodigo.» Luego se fue, y parecía deaquellos que el verde lienzo corren enVerona por el campo; y entre éstosparecía de los que ganan, no de los quepierden. CANTOXVI Ya estaba donde el resonar se oía del agua que caía al otrocírculo, como el que hace la abeja en lacolmena; cuando tres sombras juntas sesalieron, corriendo, de una turba quepasaba bajo la lluvia de la ásperapena. 58


«Detente quien parece por eltraje ser uno de la patriadepravada.» ¡Ah, cuántas llagas vi en aquellosmiembros, viejas y nuevas, de la llamaardidas! me siento aún dolorido alrecordarlo. A sus gritos mi guía sedetuvo; volvió el rostro hacia mí, y me dijo: «Espera, pues hay que ser cortés con estagente. Y si no fuese por el crudo fuego que este sitio asaetea, tediría que te apresures tú mejor queellos.» Ellos, al detenernos, reemprendieron su antiguo verso; y cuando yallegaron, hacen un corro de sí aquellostres, cual desnudos y untadoscampeones, acechando a su presa y suventaja, antes de que se enzarcen entreellos; y con la cara vuelta, cadauno me miraba de modo que alcontrario iba el cuello del piecontinuamente. «Si el horror de este suelo movedizo vuelve nuestras plegariasdespreciables -uno empezó- y la faz negra yquemada, nuestra fama a tu ánimosuplique que nos digas quién eres, que losvivos pies tan seguro en el infiernoarrastras. Éste, de quien me ves pisar las huellas, aunque desnudo y sin pellejovaya, fue de un grado mayor de lo quepiensas, pues nieto fue de la bella Gualdrada; se llamó Guido Guerra, y en suvida mucho obró con su espada y con sujuicio. El otro, que tras mí la arenapisa, es Tegghiaio Aldobrandi,cuyavoz en el mundodebieraagradecerse; y yo, que en el suplicio voy conellos, Jacopo Rusticucci; yfieraesposa 59


más que otra cosa algunamecondena.» Si hubiera estado a cubierto del fuego, me hubiera ido detrás de ellos alpunto, y no creo que al guíaleimportase; mas me hubiera abrasado, y de ese modo venció el miedo al deseo quetenía, pues de abrazarles yo mehallaba ansioso. Luego empecé: «No desprecio, maspena en mi interior me causa vuestroestado, y es tanta que nopuedodesprenderla, desde el momento en que mi guíadijo palabras, por las cuales yopensaba que, como sois, se acercabatalgente. De vuestra tierra soy, y desde siempre vuestras obras y nombres tanhonrados, con afecto he escuchadoyretenido. Dejo la hiel y voy al dulce fruto que mi guía veraz me haprometido, pero antes tengo que llegaral centro.» «Muy largamente el alma teconduzcan todavía -me dijo aquéltusmiembros, y resplandezca luegotumemoria, di si el valor y cortesía aún sehallan en nuestra patria tal comosolían, o si del todo han sidoya expulsados; que Giuglielmo Borsiere, el cualseduele desde hace poco en nuestro mismogrupo, con sus palabras muchonosaflige.» «Las nuevas gentes, lasgananciassúbitas, orgullo y desmesura hangenerado, en ti, Florencia, y de ellotelamentas.» 60


Pero si sales de este mundo ciego y vuelves a mirar los bellosastros, cuando decir “estuve allí” teplazca, háblale de nosotros a la gente.» Rompieron luego el círculo y,huyendo, alas sus raudaspiernasparecían. Un amén no podría haberse dicho antes de que ellos se hubiesenperdido; por lo que el guía quiso quepartiésemos. Yo iba detrás, y no avanzamos mucho cuando el agua sonaba tan decerca, que apenas se escuchaban laspalabras. Como aquel río sigue su carrera primero desde el Veso hacia ellevante, a la vertiente izquierda deApenino, que Acquaqueta se llama abajo, antes de que en un hondo lecho sedesplome, y en Forlí ya ese nombre noconserva, resuena allí sobre SanBenedetto, de la roca cayendo en lacascada en donde mildebieranrecibirle; así en lo hondo de un despeñadero, oímos resonar el aguaroja, que el oído ofendía al pocotiempo. Yo llevaba una cuerda a lacintura con la que alguna vez hubepensado cazar la onza de la pielpintada. Luego de haberme toda desceñido, como mi guía lo habíamandado, se la entregué recogida en unrollo. Entonces se volvió hacia la derecha y, alejándose un trecho de laorilla, la arrojó al fondo de laescarpadura. «Alguna novedad ha devenirnos -pensaba para mí- del nuevosigno,

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iCuán cautos deberían ser los hombres junto a aquellos que no sólo lasobras, mas por dentro el pensar tambiénconocen! «Pronto -dijo- verássobradamente lo que espero, y en lo que estáspensando: pronto conviene que tú lodescubras.» La verdad que parece unamentira debe el hombre callarse mientraspueda, porque sin tener culpa seavergüence: pero callar no puedo; y por lasnotas, lector, de esta Comedia, yo tejuro, así no estén de larga graciallenas, que vi por aquel oire oscuro ydenso venir nadando arriba unafigura, que asustaría el alma másvaliente, tal como vuelve aquel que va al fondo a desprender el ancla que seagarra a escollos y otras cosas que el marcela, que el cuerpo extiende y los pies serecoge. CANTOXVII «Mira la bestia con la colaaguda, que pasa montes, rompe muros yarmas; mira aquella que apesta todo elmundo.» Así mi guía comenzó adecirme; y le ordenó que se acercase alborde donde acababa el camino depiedra. Y aquella sucia imagen del engaño se acercó, y sacó el busto y lacabeza, mas a la orilla no trajo lacola. Su cara era la cara de un buen hombre, tan benigno tenía lo deafuera, y de serpiente todo lorestante. 62


Con más color debajo ysuperpuesto no hacen tapices tártaros niturcos, ni fue tal tela hiladaporAracne. Como a veces hay lanchas en la orilla, que parte están en agua y parte enseco; o allá entre losglotonesalemanes el castor se dispone a hacer sucaza, se hallaba así la fieradetestable al horde pétreo, que laarena ciñe. Al aire toda su cola movía, cerrando arriba la horcavenenosa, que a guisa de escorpión lapuntaarmaba. El guía dijo: «Es precisotorcer nuestro camino un poco, junto aaquella malvada bestia que estáallí tendida.» Y descendimos al lado derecho, caminando diez pasos por suborde, para evitar las llamas ylaarena. Y cuando ya estuvimos a su lado, sobre la arena vi, un poco máslejos, gente sentada al bordedelabismo. Aquí el maestro: «Porque toda entera de este recinto la experiencialleves -me dijo-, ve y contemplasucastigo. Allí sé breve en tus razonamientos: mientras que vuelvas hablaré conésta, que sus fuertes espaldasnosotorgue.» Así pues por el borde de la cima de aquel séptimo circulo yosolo anduve, hasta llegar alospenados. Ojos afuera estallaba supena, de aquí y de allí con la manoevitaban tan pronto el fuego como elsueloardiente: como los perros hacen en verano, con el hocico, con el pie, mordidos. 63


que en el cuello tenía una bolsa con un cierto color y ciertossignos, que parecían complacersuvista. Y como yo anduviéralos mirando, algo azulado vi en unaamarilla, que de un león tenía cara yporte. Luego, siguiendo de mi vista elcurso, otra advertí como la rojasangre, y una oca blanca más que lamanteca. Y uno que de una cerda azulpreñada señalado tenía el blancosaco, dijo: «¿Qué andas haciendo en estafosa? Vete de aquí; y puesto que estásvivo, sabe que mivecinoVitaliano aquí se sentará a mi ladoizquierdo; de Padua soy entre estos florentinos: y las orejas me atruenan sintasa gritando: “¡Venga elnoblecaballero que llenará la bolsa con treschivos!”» Aquí torció la boca y sesacaba la lengua, como el buey que el belfolame. Y yo, temiendo importunartardando a quien de no tardar me habíaadvertido, atrás dejé lasalmaslastimadas. A mi guía encontré, que ya subido sobre la grupa de la fieraestaba, y me dijo: «Sé fuerte yarrojado. Ahora bajamos por tal escalera: sube delante, quiero estar enmedio, porque su cola no vaya adañarte.»

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Encima me senté de la espaldaza: quise decir, mas la voz no mevino como creí: «No dejes deabrazarme.» Mas aquel que otras veces me ayudara en otras dudas, luego quemonté, me sujetó y sostuvo con susbrazos. Y le dijo: «Gerión, muévete ahora: las vueltas largas, y el bajar sealento: piensa en qué nueva carga estásllevando.» Como la navecilla deja el puerto detrás, detrás, así ésta sealejaba; y luego que ya a gusto sesentía, en donde el pecho, ponía lacola, y tiesa, como anguila, laagitaba, y con los brazos recogía elaíire. No creo que más grande fuese elmiedo cuando Faetón abandonólasriendas, por lo que el cielo ardió, como aúnparece; ni cuando la cintura el pobre Ícaro sin alas se notó, yaderretidas, gritando el padre: «¡Mal caminollevas!»; que el mío fue, cuando noté que estaba rodeado de aire, yapagada cualquier visión que no fuese lafiera; ella nadando va lenta, muy lenta; gira y desciende, pero yo nonoto sino el viento en el rostro y pordebajo. Oía a mi derecha lacascada que hacía por encima un ruidohorrible, y abajo miro y la cabezaasomo. Entonces temí aún más el precipicio, pues fuego pude ver y escucharllantos; por lo que me encogí temblandoentero. Y vi después, que aún no lo habíavisto, al bajar y girar los grandesmales, que se acercaban de diversoslados. Como el halcón que asaz tiempo havolado, 65


y que sin ver ni señuelo nipájaro hace decir al halconero: «¡Ah,baja!», lento desciende tras su grácil vuelo, en cien vueltas, y a lo lejos sepone de su maestro, airado ydesdeñoso, de tal modo Gerión se posó al fondo, al mismo pie de la cortadaroca, y descargadas nuestrasdospersonas, se disparó como de cuerdatensa. CANTOXVIII Hay un lugarllamadoMalasbolsas en el infierno, pétreo yferrugiento, igual que el muro que le ciñeentorno. Justo en el medio del campo maligno se abre un pozo bastante largo yhondo, del cual a tiempo contaré laspartes. Es redondo el espacio que se forma entre el pozo y el pie del duroabismo, y en diez valles su fondo sedivide. Como donde, por guarda de los muros, más y más fosos ciñen loscastillos, el sitio en donde estoy tiene elaspecto; tal imagen los valles aquítienen. Y como del umbral de talesfuertes a la orilla contraria haypuentecillos, así del borde de la roca, escollos conducen, dividiendo foso ymárgenes, hasta el pozo que les corta y lesune. 66


Allí estaban desnudos los malvados; una mitad iba dando laespalda, tal como en Roma lagranmuchedumbre, del año jubilar, alli en elpuente precisa de cruzar endoblevía, que por un lado todos van decara hacia el castillo y a San Pedromarchan; y de otro lado marchan hacia elmonte. De aquí, de allí, sobre la oscuraroca, vi demonios cornudos conflagelos, que azotaban cruelmentesusespaldas. ¡Ay, cómo hacían levantar las piernas a los primeros golpes!, puesninguno el segundo esperaba nieltercero. Mientras andaba, en uno mi mirada vino a caer; y al punto yo medije: «De haberle visto ya noestoyayuno.» Y así paré mi paso para verlo: y mi guía conmigo sedetuvo, y consintió en que atrásretrocediera. Y el condenado creía ocultarse bajando el rostro; mas sirvió depoco, pues yo le dije: «Oh tú que elrostroagachas, si los rasgos que llevas no sonfalsos, Venedico erestúCaccianemico; mas ¿qué te trae a salsastanpicantes?» Y repuso: «Lo digo de mal grado; pero me fuerzan tus claraspalabras, que me hacen recordar elmundoantiguo. Fui yo mismo quien a Ghisolabella indujo a hacer el gusto delmarqués, como relaten lasucianoticia. Y boloñés no lloró aquí tansólo, mas tan repleto está este sitio deellos, que ahora tantas lenguas noseescuchan

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rufián, que aquí no hay hembras que sevendan.» Yo me reuní al momento con mi escolta; luego, con pocos pasos,alcanzamos un escollo saliente de laescarpa. Con mucha ligereza lo subimos y, vueltos a derecha por sudorso, de aquel círculo eterno nosmarchamos. Cuando estuvimos ya donde seahueca debajo, por dar paso a lospenados, el guía dijo: « Espera, y haz quepongan la vista en ti esos otrosmalnacidos, a los que aún no les viste elsemblante, porque en nuestrosentidocaminaban.» Desde el puente mirábamos elgrupo que al otro lado hacia nosotrosiba, y que de igual manera azota ellátigo. Y sin yo preguntarle el buenMaestro «Mira aquel que tan grande seaproxima, que no le causa lágrimas eldaño. ¡Qué soberano aspecto aúnconserva! Es Jasón, que por ánimo yastucia dejó privada del carnero aCólquida. Éste pasó por la isla de Lemmos, luego que osadas hembrasdespiadadas muerte dieran a todos susvarones: con tretas y palabras halagüeñas a Isifile engañó, lamuchachita que antes había a todasengañado. Allí la dejó encinta, abandonada; tal culpa le condena a talmartirio; también se hace venganza deMedea. 68


con el margen segundo seentrecruza, que a otro arco le sirve comoapoyo. Aquí escuchamos gentes queocupaban la otra bolsa y soplaban por elmorro, pegándose a sí mismas con lasmanos. Tan oscuro es el fondo, que no deja ver nada si no subes hasta eldorso del arco, en que la roca es mássaliente. Allí subimos; y de allá, en el foso vi gente zambullida en elestiércol, cual de humanasletrinasrecogido. Y mientras yo miraba hacia alláabajo, vi una cabeza tan de mierdallena, que no sabía si era laico ofraile. Él me gritó: « ¿Por qué te satisface mirarme más a mí que a otros tansucios?» Le dije yo: « Porque, si bienrecuerdo, con los cabellos secos ya te hevisto, y eres Alesio Interminei deLucca: por eso más que a todos temiraba.» Y él dijo, golpeándose lachola: «Aquí me han sumergido laslisonjas, de las que nunca se cansó milengua.» Luego de esto, mi guía: «Haz quepenetre -dijo- tu vista un poco másdelante, tal que tus ojos vean bien elrostro de aquella sucia y desgreñadaesclava, que allí se rasca con uñasmierdosas, y ahora se tumba y ahora en pie sepone: es Thais, la prostituta, querepuso a su amante, al decirle “¿Tengoprendas bastantes para ti?”: “aún más,excelsas”. Y sea aquí saciada nuestravista.» 69


CANTOXIX ¡Oh Simón Mago! Oh mfserossecuaces que las cosas de Dios, que de losbuenos esposas deben ser,comorapaces por el oro y la plata adulteráis! sonar debe la trompa porvosotros, puesto que estáis en la tercerabolsa. Ya estábamos en la siguientetumba, subidos en la parte delescollo que cae justo en el medio de aquelfoso. ¡Suma sabiduría! ¡Qué arte muestras en el cielo, en la tierra y el malmundo, cuán justamente tuvirtudrepartes! Yo vi, por las orillas y en elfondo, llena la piedra livida dehoyos, todos redondos y de igualtamaño. No los vi menos amplios nimayores que esos que hay en mi bello SanJuan, y son el sitio para losbautismos; uno de los que no hace aún muchotiempo yo rompí porque en él uno seahogaba: sea esto seña que a todosconvenza. A todos les salían por laboca de un pecador los pies, y de laspiernas hasta el muslo, y el resto estabadentro. Ambas plantas a todos les ardían; y tan fuerte agitaban lascoyundas, que habrían destrozado soga ycuerdas. Cual suele el llamear en cosas grasas moverse por la extremasuperficie, así era allí del talón a lapunta. 70


-dije- y a quien más roja llamaquema?» Y él me dijo: «Si quieres que telleve allí por la pendiente quedesciende, él te hablará de sí y de suspecados.» Y yo: «Lo que tú quieras será bueno, eres tú mi señor y no meaparto de tu querer: y lo que callosabes.» Caminábamos pues el cuarto margen: volvimos y bajamos a laizquierda al fondo estrechoyagujereado. Entonces el maestro de sulado no me apartó, hasta vernos junto alhoyo de aquel que se dolía conlaszancas. «Oh tú que tienes lo de arriba abajo, alma triste clavada cualmadero, -le dije yo-, contéstamesipuedes.» Yo estaba como el frailequeconfiesa al pérfido asesino, que, yahincado, por retrasar su muertelereclama. Y él me gritó: «¿Ya estásaquíplantado?, ¿ya estás aquí plantado,Bonifacio? En pocos años me mintióloescrito. ¿Ya te cansaste de aquellas riquezas por las que hacer engaño notemiste, y atormentar después atuSeñora?» Me quedé como aquellos que se encuentran, por no entender lo que alguien lesresponde, confundidos, y contestarnosaben. Dijo entonces Virgilio: «Dilepronto: “No soy aquel, no soy aquel quepiensas.”» Yo respondí como mefue indicado. Torció los pies entonces el espíritu, luego gimiendo y con vocesllorosas, 71


que a mí, por simonía,precedieron, y que lo estrecho de la piedraaplasta. Allí habré yo de hundirme también cuando venga aquel que creía que túfueses, al hacerte lasúbitapregunta. Pero mis pies se abrasan ya mástiempo y más estoy yo puesto bocaabajo, del que estarán plantados sus piesrojos, pues vendrá luego de él, aún más manchado, desde el poniente, un pastor sinentrañas, tal que conviene que a los dosrecubra. Nuevo Jasón será, como nos muestra MACABEOS, y como a aquel fueblando su rey, así ha de hacer quien Franciarige.» No sé si fui yo loco endemasía, pues que le respondí con talesversos: «Ah, dime ahora, qué tesorosquiso Nuestro Señor antes de que a SanPedro le pusiese las llaves a sucargo? Únicamente dijo:“Venconmigo”; ni Pedro ni los otros deMatías oro ni plata, cuandosortearon el puesto que perdió el almatraidora. Quédate ahí, que estás bien castigado, y guarda las riquezas malcogidas, que atrevido te hicieron contraCarlos. Y si no fuera porque me lo veda el respeto a las llavessoberanas que fueron tuyas en la alegrevida, usaría palabras aún másduras; porque vuestra avaricia daña almundo, hundiendo al bueno y ensalzando almalo. Pastores, os citóelevangelista, cuando aquella que asienta sobre elagua él vio prostituida con losreyes. 72


mientras que su virtud placióal marido. Os habéis hecho un Dios de oro y de plata: y qué os separa ya de los idólatras, sino que a ciento honráis y ellosauno? Constantino, ¡de cuánto malfuemadre, no que te convirtieses, mas ladote que por ti enriqueció alprimerpatriarca!» Y mientras yo cantaba tales notas, mordido por la ira o laconciencia, con fuerza las dospiernassacudía. Yo creo que a mi guía legustaba, pues con rostro contento habíaescuchado mis palabrassinceramentedichas. Entonces me cogió con los dosbrazos; y luego de subirme hasta supecho, volvió a ascender la sendaquebajamos. No se cansó llevándome agarrado, hasta ponerme en la cima delpuente que del cuarto hasta el quintomargencruza. Con suavidad aquí dejó la carga, suave, en el escollo áspero ypino que a las cabras seríamalatrocha. Desde ese sitio descubrí otrovalle. CANTOXX De nueva pena he de escribir los versos y dar materia al vigésimocanto de la primer canción, que es de losreos. Estaba yo dispuesto totalmente a mirar en el fondodescubierto, que me bañaba de angustiosollanto; por el redondo valle vi a unas gentes venir, calladas y llorando, alpaso con que en el mundo van lasprocesiones. Cuando bajé mi vista aún más aellas, vi que estaban torcidas

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porque vuelto a la espalda estaba elrostro, y tenían que andar hacia detrás, pues no podían ver haci adelante. Por la fuerza tal vez de perlesía alguno habrá en tal formare torcido, mas no lo vi, ni creo estoque pase. Si Dios te deja, lector, cogerfruto de tu lectura, piensa por ti mismo si podría tener el rostro seco, cuando vi ya de cerca nuestra imagen tan torcida, que el llanto de los ojos les bañaba las nalgas por la raja. Lloraba yo, apoyado en una roca del duro escollo, tal que dijo el guía: «¿Es que eres tú de aquellos insensatos?, vive aquí la piedad cuando está muerta: ¿Quién es más criminal de lo que esé se que al designio divino sea delanta? Alza tu rostro y mira a quien la tierra a la vista de Tebas se tragó; y de allí le gritaban:“Dónde caes Anfiareo?, ¿por qué la guerra dejas?” Y no dejó de rodar por el valle hasta Minos, que a todos lo sagarra. Mira cómo hizo pecho de su espalda: pues mucho quiso ver hacia adelante, mira hacia atrás y marchare culando. Mira a Tiresias, que mudó de aspecto al hacerse mujer siendo varón cambiándose los miembros uno a uno; y después, golpear debía antes las unidas serpientes, con la vara, que sus viriles plumas recobrase.

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como mansión; donde al mirar losastros y el mar, nada la vista leimpedía. Y aquella que las tetas se recubre, que tú no ves, con trenzasdesatadas, y todo el cuerpo cubre con supelo, fue Manto, que corrió por muchastierras; y luego se afincó dondenaci, por lo que un poco quiero que meescuches: Después de que su padre hubieramuerto, y la ciudad de Bacoesclavizada, ella gran tiempo anduvo por elmundo. En el norte de Italia se halla un lago, al pie del Alpe que ciñeAlemania sobre el Tirol, que Benago sellama. Por mil fuentes, y aún más, elApenino ente Garda y Camónica sebaña, por el agua estancada en dicholago. En su medio hay un sitio, en que eltrentino pastor y el de Verona, y el deBrescia, si ese caminohiciese,bendijera. Se halla Pesquiera, arnés hermoso yfuerte, frontera a bergamescos ybrescianos, en la ribera que en el sur lecerca. En ese sitio se desbordatodo lo que el Benago contener nopuede, y entre verdes praderas se hace unrío. Tan pronto como el agua aprisacorre, no ya Benago, mas Mencio sellama hasta Governo, donde cae alPo. Tras no mucho correr, encuentra unvalle, en el cual se dilata yempantana; y en el estio se vuelveinsalubre. Pasando por allí la virgenfiera, vio tierra en la mitad de aquelpantano, sin cultivo y desnuda dehabitantes. Allí, para escapar de loshumanos, con sus siervas quedóse a hacer susartes, 75


y vivió, y dejó allí su vanocuerpo. Los hombres luego que vivíancerca, se acogieron al sitio, que erafuerte, pues el pantano aquel lorodeaba. Fundaron la ciudad sobre sus huesos; y por quien escogió primero el sitio, Mantua, sin otro augurio, la llamaron. Sus moradores fueron abundantes, antes que la torpeza de Casoldi, de Pinamonte engaño recibiese. Esto te advierto por si acaso oyeras que se fundó de otro modo mipatria, que a la verdad mentira alguna oculte.» Y yo: «Maestro, tus razonamientos me son tan ciertos y tan bien los creo, que apagados carbones son los otros. Mas dime, de la gente quecamina, si ves alguna digna de noticia, pues sólo en eso mi mente se ocupa.» Entonces dijo: «Aquel que desde el rostro la barba ofrece por la espalda oscura, fue, cuando Grecia falta de varones tanto, que había apenas en las cunas augur, y con Calcante dio la orden de cortar en Aulide lasamarras. Se llamaba Euripilo, y así canta algún pasaje de mi gran tragedia: tú bien lo sabes pues la sabes oda. Aquel otro en los flancos tan escaso, Miguel Escoto fue, quien en verdad de los mágicos fraudes supo el juego. Mira a Guido Bonatti, mira a Asdente, que haber tomado el cuero y elbramante ahora querría, mas tarde se acuerda; Y a las tristes que el huso abandonaron, las agujas y ruecas, por ser magas y hechiceras con hierbas y figuras. 76


Mas ahora ven, que llega ya alconfín de los dos hemisferios, y a lasondas bajo Sevilla, Caín con laszarzas, y la luna ayer noche estaba llena: bien lo recordarás, que no fueestorbo alguna vez en esa selvaoscura.» Así me hablaba, y mientrascaminábamos. CANTOXXI Así de puente en puente, conversando de lo que mi Comedia no seocupa, subimos, y al llegar hasta lacima nos paramos a ver la otra hondonada de Malasbolsas y otros llantosvanos; y la vitenebrosamenteoscura. Como en los arsenales de Venecia bulle pez pegajosa en elinvierno al reparar susleñosaveriados, que navegar no pueden; y a lavez quién hace un nuevo leño, y quiénembrea los costados a aquel que hizo másrutas; quién remacha la popa y quién laproa; hacen otros los remos y otroscuerdas; quién repara mesanasytrinquetas; asi, sin fuego, por divinasartes, bullía abajo una espesaresina, que la orilla impregnaba en todoslados. La veía, mas no veía enella más que burbujas que el hervoralzaba, todas hincharse yexplotarseluego. 77


Me volvi entonces como aquel que tarda en ver aquello de que huirconviene, y a quien de pronto le acobarda elmiedo, y, por mirar, no demora lamarcha; y un diablo negro vi tras denosotros, que por la roca corriendovenía. ¡Ah, qué fiera tenía suapariencia, y parecían cuánamenazantes sus pies ligeros, susabiertasalas! En su hombro, que era anguloso y soberbio, cargaba un pecador por ambasancas, agarrando los pies porlostendones. «¡Oh Malasgarras --dijo desde elpuente-, os mando a un regidor deSantaZita! Ponedlo abajo, que voy aporotro a esa tierra que tiene un buensurtido: salvo Bonturo todossonvenales; del “ita” allí hacen “no” poreldinero.» Abajo lo tiró, y por elescollo se volvió, y nunca fue un mastínsoltado persiguiendo a un ladrón contantaprisa. Aquél se hundió, y se salía denuevo; mas los demonios que albergaba elpuente gritaron: «¡No está aquí laSantaFaz, y no se nada aquí como en el Serquio! así que, si no quieres nuestros garfios, no te aparezcas sobrela resina.» Con más de cien arpones lepinchaban, dicen: «Cubierto bailar aquí debes, tal que, si puedes, aescondidas hurtes.» No de otro modo al pinche el cocinero hace meter la carne en la caldera, con los tridentes, para quenoflote. 78


le fue preciso un ánimo templado. Con la ferocidad y con la saña que los perros atacan al mendigo, que de pronto se para y limosnea, del puentecillo aquéllos se arrojaron, y en contra de él volvieron los arpones; mas él gritó: «¡Que ninguno se atreva! Antes de que me pinchen los tridentes, que se adelante alguno para oírme, pensad bien si debéis arponearme.» «¡Que vaya Malacola!» -se gritaron; y uno salió de entre los otros quietos, y vino hasta él diciendo: «¿De qué sirve?» «Es que crees, Malacola, que me habrías visto venir -le dijo mi maestroseguro ya de todas vuestras armas, sin el querer divino y diestro hado? Déjame andar, que en el cielo se quiere que el camino salvaje enseñe a otros.» Su orgullo entonces fue tanabatido que el tridente dejó caer al suelo, y a los otros les dijo: «No tocarlo.» Y el guía a mí: «Oh tú que allí te encuentras tras las rocas del puente agazapado, puedes venir conmigo y aseguro.» Por lo que yo avancé hasta él deprisa; y los diablos se echaron adelante, tal que temí que el pacto no guardaran; así yo vi temer a los infantes yéndose, tras rendirse, de Caprona, al verse ya entre tantos enemigos. Yo me arrimé con toda mi persona a mi guía, y los ojos no apartaba de sus caras que no eran nada buenas. Inclinaban los garfios: «¿Que le pinche -decíanse- queréis, en el trasero?» Y respondían: «Sí, pínchale fuerte.»

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Pero el demonio aquel que había hablado con mi guía, volvió seraudamente, y dijo: «Para,para,Arrancapelos.» Luego nos dijo: « Más andar poreste escollo no se puede, pues queyace todo despedazado elarcosexto; y si queréis seguir más adelante podéis andar aquí, por esta escarpa: hay otro escollo cerca, que es laruta. Ayer, cinco horas más que en esta hora, mil y doscientos y sesenta y seis años hizo, que aquí se hundió el camino. Hacia allá mando a alguno de los míos para ver si se escapa alguno deesos; id con ellos, que no han de molestaros. ¡Adelante Aligacho, Patasfrías, -él comenzó a decir- y tú,Malchucho; y Barbatiesa guíeladecena. Vayan detrás Salido yPonzoñoso, jabalí Colmilludo, Arañaperros, el Tartaja y el loco del Berrugas. Mirad en torno de la pez hirviente; éstos a salvo lleguen al escollo que todo entero va sobre laf osa.» «¡Ay maestro, qué es esto que estoy viendo! -dije- vayamos solos sinescolta, si sabes ir, pues no la necesito. Si eres tan avisado comosueles, ¿no ves cómo sus dientes lesrechinan, y su entrecejomalesamenaza?» Y él me dijo: «No quiero que te asustes; déjalos que rechinen a sugusto, pues hacen eso por loscondenados.» Dieron la vuelta por la orilla izquierda, mas primero la lengua semordieron hacia su jefe, a manera deseña, y él hizo una trompeta de su culo. 80


CANTOXXII Caballeros he visto alzar elcampo, comenzar el combate, o la revista, y alguna vez huir parasalvarse; en vuestra tierra he vistoexploradores, ¡Oh aretinos! y he visto lasmesnadas, hacer torneos y correr lasjustas, ora con trompas, y ora con campanas, con tambores, y hogueras encastillos, con cosas propias y tambiénajenas; mas nunca con tan raracornamusa, moverse caballeros ni pendones, ni nave al ver una estrella o latierra. Caminábamos con los diezdemonios, ¡fiera compaña!, mas en lataberna con borrachos, con santos en laiglesia. Mas a la pez volvía la mirada, por ver lo que la bolsa contenía y a la gente que adentro estabaardiendo. Cual los delfines hacen susseñales con el arco del lomo almarinero, que le preparan a que el leñosalve, por aliviar su pena, de este modo enseñaban la espalda algunos deellos, escondiéndose en menos que hace el rayo. Y como al borde del agua de uncharco hay renacuajos con el morro uera, con el tronco y las ancas escondidas, 81


Yo vi, y el corazón se meacongoja, que uno esperaba, así comosucede que una rana se queda y otrasalta; Y Arañaperros, que a su lado estaba, le agarró por el pelo empegotado y le sacó cual si fueseunanutria. Ya de todos el nombreconocía, pues lo aprendí cuando fueronnombrados, y atento estuve cuandosellamaban. «Ahora, Berrugas, puedes ya clavarle los garfios en la espalda ydesollarlo» gritaban todos juntoslosmalditos. Y yo: «Maestro, intenta, si es quepuedes, saber quién es aqueldesventurado, llegado a manos desusenemigos.» Y junto a él se aproximó mi guía; preguntó de dónde era, y élrepuso: «Fui nacido en el reinodeNavarra. Criado de un señor me hizo mi madre, que me había engendrado de unbellaco, destructor de si mismo y desuscosas. Después fui de la cortedeTeobaldo: allí me puse a hacerbaratertas; y en este caldo estoyrindiendocuentas.» Y Colmilludo a cuya bocaasoman, tal jabalí, un colmillo a cadalado, le hizo sentir cómounodescosía. Cayó el ratón entre malvados gatos; mas le agarró en sus brazosBarbatiesa, y dijo: « Estaros quietosunmomento.» Y volviendo la cara a mimaestro «Pregunta -dijo- aún, si másdeseas de él saber, antes que esoslodestrocen». El guía entonces: «De los otrosreos, di ahora si de algún latinosabes que esté bajo la pez.» Y él:«Hace poco a uno dejé que fue de allívecino. 82


También quiso agarrarlePonzoñoso piernas abajo; mas eldecurión miró a su alrededor con malacara. Cuando estuvieron algo más calmados, a aquel que aún contemplaba susheridas le preguntó mi guía sintardanza: «¿Y quién es ése a quien enhoramala dejaste, has dicho, por salir aflote?» Y aquél repuso: «Fue el fraileGomita, el de Gallura, vaso de mil fraudes; que apresó a los rivales de suamo, consiguiendo que todosloalabasen. Cogió el dinero, y soltóles de plano, como dice; y fue en otrosmenesteres, no chico, maseximiobaratero. Trata con él maese MiguelZanque de Logodoro; y hablanCerdeña sin que sus lenguas nunca sefatiguen. ¡Ay de mí! ved que aquél rechina el diente: más te diría pero tengomiedo que a rascarme la tiña seaparezcan.» Y vuelto hacia el Tartaja el gran preboste, cuyos ojos herirleamenazaban, dijo: « Hazte a un lado, pájaromalvado.» «Si queréis conocerles oescucharles -volvió a empezar el presotemerosoharé venir toscanosolombardos; pero quietos estén los Malasgarras para que éstos no teman suvenganza, y yo, siguiendo en este mismositio, por uno que soy yo, haré venir siete cuando les silbe, comoacostumbramos hacer cuando del fondo salealguno.» Malchucho en ese instante alzó el hocico, moviendo la cabeza, y dijo:«Ved qué malicia pensóparaescaparse.»

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Mas él, que muchos trucos conocía respondió: «¿Malicioso soyacaso, cuando busco a los míos mástristeza?» No se aguantó Aligacho, y, alcontrario de los otros, le dijo: «Si tetiras, yo no iré tras de ti con buengalope, mas batiré sobre la pez las alas; deja la orilla y corre tras laroca; ya veremos si tú nosaventajas.» Oh tú que lees, oirás un nuevo juego: todos al otro lado sevolvieron, y el primero aquel que era máscontrario. Aprovechó su tiempo el de Navarra; fijó la planta en tierra, y en unpunto dio un salto y se escapó de supreboste. Y por esto, culpables se sintieron, más aquel que fue causa deldesastre, que se marchó gritando: «Ya tetengo.» Mas de poco valió, pues que almiedoso no alcanzaron las alas: se hundióéste, y aquél alzó volando arriba elpecho. No de otro modo el ánade de golpe, cuando el halcón se acerca, sesumerge, y éste, roto y cansado, seremonta. Airado Patasfrías por la broma, volando atrás, lo cogió,deseando que aquél huyese para armarcamorra; y al desaparecer el baratero, volvió las garras a sucamarada, tal que con él se enzarzó sobre elfoso. Fue el otro gavilán bienamaestrado, sujetándole bien, y amboscayeron en la mitad de aquel pantanohirviente.

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a cuatro hizo volar a la otraparte, todos con grafios y muyprestamente. Por un lado y por otro descendieron: echaron garfios a losatrapados, que cocidos estaban en lacostra, y asi enredados losabandonamos. CANTOXXIII Callados, solos y sin compañía caminábamos uno tras delotro, lo mismo que los frailesfranciscanos. Vuelto había a la fábula deEsopo mi pensamiento la presenteriña, donde él habló del ratón y larana, porque igual que «enseguida» y «alinstante», se parecen las dos si secompara el principio y el finatentamente. Y, cual de un pensamiento el otrosale, así nació de aquel otrodespués, que mi primerespantoredoblaba. Yo así pensaba: «Si estos por nosotros quedan burlados con daño y conbefa, supongo que estaránmuyresentidos. Si sobre el mal la ira se acrecienta, ellos vendrán detrás con máscrueldad que el can lleva una liebre con losdientes.» Ya sentía erizados los cabellos por el miedo y atrás atentoestaba cuando dije: «Maestro,siescondite no encuentras enseguida, meamedrentan los Malasgarras: vienen trasnosotros: tanto los imagino que lossiento.»

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Si hacia el lado derecho hay una cuesta, para poder bajar a la otrabolsa, huiremos de lacazaimaginada.» Este consejo apenasproferido, los vi venir con las alasextendidas, no muy de lejos, paracapturarnos. De súbito mi guía mecogió cual la madre que al ruido sedespierta y ve cerca de sí la llamaardiente, que coge al hijo y huye y no se para, teniendo, más que de ella, de élcuidado, aunque tan sólo vista unacamisa. Y desde lo alto de la dura margen, de espaldas resbaló por lapendiente, que cierra la otra bolsa por unlado. No corre por la aceña agua tan rauda, para mover la rueda delmolino, cuando más a los palos seaproxima, cual mi maestro por aquel barranco, sosteniéndome encima de supecho, como a su hijo, y no cualcompañero. Y llegaron sus pies al lecho apenas del fondo, cuando aquéllos a lacima sobre nosotros; peronotemíamos, pues la alta providencia que los quiere hacer ministros de la quintafosa, poder salir de allí no lespermite. Allí encontramos agentepintada que alrededor marchaba a lentospasos, llorando fatigadosyabatidos. 86


¡Oh eternamente fatigosomanto! Nosotros aún seguimos por laizquierda a su lado, escuchando el tristelloro; mas cansados aquéllos por el peso, venían tan despacio, que connuevos compañeros a cadapasoestábamos. Por lo que dije al guía: «Ve siencuentras a quien de nombre o de hechos seconozca, y los ojos, andando, mueveentorno.» Uno entonces que oyó mi hablar toscano, de detrás nos gritó: « Parad lospasos, los que corréis por entre el aireoscuro. Tal vez tendrás de mí lo quebuscabas.» Y el guía se volvió y me dijo:«Espera, y luego anda conforme con suspasos.» Me detuve, y vi a dos que una gran ansia mostraban, en el rostro, de irconmigo, mas la carga pesaba y elsendero. Cuando estuvieron cerca,torvamente, me remiraron sin decirpalabra; luego a sí se volvieron ydecían: «Ése parece vivo en lagarganta; y, si están muertos ¿por quéprivilegio van descubiertos de la granestola?» Dijéronme: «Oh Toscano, que alcolegio de los tristes hipócritasviniste, dinos quién eres sin tenerreparo.» «He nacido y crecido -lesrepuseen la gran villa sobre el Arnobello, y con el cuerpo estoy que siempretuve. ¿Quién sois vosotros, que tanto os destila el dolor, que así veo por elrostro, y cuál es vuestra pena quere luce?» 87


yo Catalano y ésteLoderingo llamados, y elegidos en tutierra, como suele nombrarse a un imparcial por conservar la paz; y fuimostales que en torno del Gardingo aún puedeverse.» Yo comencé: «Oh hermanos, vuestros males» No dije más, porque vi por elsuelo a uno crucificado con trespalos. Al verme, por entero se agitaba, soplándose en la barba consuspiros; y el fraile Catalán que loadvirtió, me dijo: «El condenado que túmiras, dijo a los fariseos que erajusto ajusticiar a un hombre por elpueblo. Desnudo está y clavado en elcamino como ves, y que sienta esnecesario el peso del que pasa porencima; y en tal modo se encuentra aquí susuegro en este foso, y los de aquelconcilio que a los judíos fue malasemilla.» Vi que Virgilio entonces seasombraba por quien se hallaba allícrucificado, en el eterno exilio tanvilmente. Después dirigió al fraile estaspalabras: «No os desagrade, si podéis,decirnos si existe alguna trocha a laderecha, por la cual ambos dos salirpodamos, sin obligar a los ángelesnegros, a que nos saquen de este tristefoso.» Repuso entonces: «Antes que loesperes, hay un peñasco, que de la granroca sale, y que cruza los terriblesvalles, salvo aquí que está roto y no losalva. Subir podréis arriba por laruina que yace al lado y el fondorecubre.» 88


quien a los pecadoresallíensarta.» Y el fraile: « Ya en Bolonia oí contar muchos vicios del diablo, y entreotros que es mentiroso y padredelembuste.» Rápidamente el guía semarchó, con el rostro turbado por laira; y yo me separé deloscargados, detrás siguiendo las queridasplantas. CANTOXXIV En ese tiempo en el que el año esjoven y el sol sus crines bajo Acuariotempla, y las noches se igualan con losdías, cuando la escarcha en tierra se asemeja a aquella imagen de su blancahermana, mas poco dura el temple de supluma; el campesino falto deforraje, se levanta y contempla lacampiña toda blanca, y el muslo segolpea, vuelve a casa, y aquí y allá se duele, tal mezquino que no sabe quéhacerse; sale de nuevo, y cobra laesperanza, viendo que al monte ya le cambió elrostro en pocas horas, toma sucayado, y a pacer fuera saca lasovejas. De igual manera me asustó elmaestro cuando vi que su frente seturbaba, mas pronto al mal siguió lamedicina; pues, al llegar al derruido puente, el guía se volvió a mí con elrostro dulce que vi al principio al pie delmonte; 89


Y como el que trabaja y quecalcula, que parece que todo loprevea, igual, encaramándome alacima de un peñasco, otra roca examinaba, diciendo: «Agárrate luego deaquélla; pero antes ve sipuedesostenerte.» No era un camino para alguien concapa, pues apenas, él leve, yosujeto, podíamos subir de piedraenpiedra. Y si no fuese que en aquelrecinto más corto era el camino que en losotros, no sé de él, pero yovencidofuera. Mas como hacia la boca Malasbolsas del pozo más profundo toda pende, la situación de cadavallehace que se eleve un costado y otro baje; y así llegamos a la puntae xtrema, donde la última piedrasedestaca. Tan ordeñado del pulmónestaba mi aliento en la subida, que sinfuerzas busqué un asiento en cuantoquellegamos. «Ahora es preciso que tedespereces -dijo el maestro-, pues que andando enplumas no se consigue fama, nientre colchas; el que la vida sin ella malgasta tal vestigio en la tierra de sídeja, cual humo en aire o en agualaespuma. Así que arriba: vence lapereza con ánimo que vence cualquierlucha, si con el cuerpo grave noloimpide. Hay que subir una escala aúnmáslarga; haber huido de éstos no esbastante: si me entiendes, procura quetesirva.» Alcé entonces, mostrándomeprovisto de un ánimo mayor del que tenía,

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cuando una voz salió del otrofoso, que incomprensiblesvocesprofería. No le entendí, por más que sobre ellomo ya estuviese del arco que cruzaba: mas el que hablaba parecíaairado. Miraba al fondo, mas mis ojosvivos, por lo oscuro, hasta el fondo nollegaban, por lo que yo: «Maestro alcanza elotro recinto, y descendamos por elmuro; pues, como escucho a alguno que noentiendo, miro así al fondo y nadareconozco. «Otra respuesta -dijo- no he dedarte más que hacerlo; pues que demandajusta se ha de cumplir con obras, ycallando.» Desde lo alto del puente descendimos donde se cruza con la octava orilla, luego me fue la bolsamanifiesta; y yo vi dentro terriblemaleza de serpientes, de especies tandistintas, que la sangre aún me hiela elrecordarlo. Más no se ufane Libia con suarena; que si quelidras, yáculos yfaras produce, y cancrosconanfisibenas, ni tantas pestilencias, ni tan malas, mostró jamás con la Etiopía entera, ni con aquel que está sobre el marRojo. Entre el montón tristísimo corrían gentes desnudas yaterrorizadas, sin refugio esperaroheliotropía: esposados con sierpes a la espalda; les hincaban la cola y lacabeza en los riñones,encimamontadas. De pronto a uno que se hallabacerca, se lanzó una serpiente y le mordió donde el cuello se anuda con loshombros. Ni la O tan pronto, ni la I, seescribe, cual se encendió y ardió, y todo encenizas 91


se convirtió cayendotodoentero; y luego estando así deshecho en tierra amontonóse el polvo por sisolo, y en aquel mismo se tornóde súbito. Así los grandes sabiosaseguran que muere el Fénix ydespuésrenace, cuando a los cinco siglos yaseacerca: no pace en vida cebada ni hierba, sólo de incienso lágrimas y amomo, y nardo y mirra son suúltimonido. Y como aquel que cae sin saber cómo, porque fuerza diabólica lotira, o de otra opilación que ligaelánimo, que levantado miraalrededor, muy conturbado por la granangustia que le ha ocurrido, y suspiraalmirar: igual el pecador allevantarse. ¡Oh divina potencia, cuánsevera, que tales golpes das entuvenganza! El guía preguntó luego quiénera: y él respondió: «Lloví de laToscana, no ha mucho tiempo, en estefieroabismo. Vida de bestia me plació, no dehombre, como al mulo que fui: soyVanniFucci bestia, y Pistoya me fuebuenacuadra.» Y yo a mi guía: «Dile que no huya, y pregunta qué culpa aquí le arroja; que hombre le vi de maldad yde sangre.» Y el pecador, que oyó, no se escondía, mas volvió contra mí el ánimo y rostro, y de tristevergüenzaenrojeció; y dijo: «Más me duele que me halles en la miseria en la que me estásviendo, que cuando fui arrancado en laotravida. 92


y acusaron a otro hombre falsamente; mas porque no disfrutes almirarme, si del lugar oscuro tal vezsales, abre el oído y este anuncioescucha: Pistoya de losnegrosenflaquece: luego en Florencia cambian gente ymodos. De Val de Magra Marte manda unrayo rodeado de turbios nubarrones; y en agriatempestadimpetuosa, sobre el campo Piceno habrá uncombate; y de repente rasgará laniebla, de modo que herirá a todos losblancos. ¡Esto te digo para hacertedaño!» CANTOXXV El ladrón al final de suspalabras, alzó las manos con un par dehigas, gritando: «Toma, Dios, te lasdedico.» Desde entonces me agradan lasserpientes, pues una le envolvió entonces elcuello, cual si dijese: «No quiero quesigas»; y otra a los brazos, y le sujetó ciñéndose a sí misma pordelante. que no pudo con ella nimoverse. ¡Ah Pistoya, Pistoya, por quéniegas incinerarte, así que más nodures, pues superas en mal a tusmayores! En todas las regiones delinfierno no vi a Dios tan soberbio algúnespíritu, ni el que cayó de la muralla enTebas. Aquel huyó sin decir más palabra; y vi venir a un centaurorabioso, llamando: «¿Dónde, dónde está elsoberbio?» No creo que Maremma tantastenga, cuantas bichas tenía por la grupa, hasta donde comienzannuestrasformas. Encima de los hombros, tras lanuca, 93


con las alas abiertas, undragón tenía; y éste quema cuantotoca. Mi maestro me dijo: « Aquel esCaco, que, bajo el muro del monteAventino, hizo un lago de sangre muchasveces. No va con sus hermanos por lasenda, por el hurto que fraudulento hizo del rebaño que fue de suvecino; hasta acabar sus obras tan inicuas bajo la herculea maza, que talvez ciento le dio, mas no sintió eldeceno.» Mientras que así me hablaba, semarchó, y a nuestros pies llegaron tresespíritus, sin que ni yo ni el guía loadvirtiésemos, hasta que nos gritaron: «¿Quiénessois?»: por lo cual dimos fin a nuestracharla, y entonces nos volvimos haciaellos. Yo no les conocí, pero ocurrió, como suele ocurrir enocasiones, que tuvo el uno que llamar alotro, diciendo: «Cianfa, ¿dónde te hasmetido?» Y yo, para que el guía sefijase, del mentón puse el dedo a lanariz. Si ahora fueras, lector, lento en creerte lo que diré, no será nadararo, pues yo lo vi, y apenas me locreo. A ellos tenía alzada lamirada, y una serpiente con seis pies auno, se le tira, y entera se leenrosca. Los pies de en medio cogiéronle elvientre, los de delante prendieron susbrazos, y después le mordió las dosmejillas. Los delanteros lanzóle a los muslos y le metió la cola entre losdos, y la trabó detrás de losriñones. Hiedra tan arraigada no fuenunca a un árbol, como aquella horriblefiera 94


por otros miembros enroscólossuyos. Se juntan luego, tal si cera ardiente fueran, y mezclan así suscolores, no parecían ya lo queanteseran, como se extiende a causa del ardor, por el papel, ese coloroscuro, que aún no es negro y ya deja deserblanco. Los otros dos miraban, cadacual gritando: «¡Agnel, ay, cómo estáscambiando! ¡mira que ya no sois ni dosni uno! Las dos cabezas eran ya una sola, y mezcladas se vieron dosfiguras en una cara, dondese perdían. Cuatro miembros hiciéronse dos brazos; los muslos con las piernas, vientre ytronco en miembros nunca vistossetornaron. Ya no existian las antiguas formas: dos y ninguna la perversaimagen parecía; y se fue conpasolento. Como el lagarto bajo el gran azote de la canícula, al cambiar deseto, parece un rayo si cruzaelcamino; tal parecía, yendo a las barrigas de los restantes, una sierpeairada, tal grano de pimienta negraylivida; y en aquel sitio que primero toma nuestro alimento, a uno legolpea; luego al suelo cayó a suspiestendida. El herido miró, mas nadadijo; antes, con los pies quietos,bostezaba, como si fiebre o sueñoleasaltase. Él a la sierpe, y ella a él miraba; él por la llaga, la otra por laboca humeaban, elhumoconfundiendo. Calle Lucano ahora dondehabla del mísero Sabello yde Nasidio, y espere a oír aquelloque describo.

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Calle Ovidio de Cadmo y deAretusa; que si aquél en serpiente, en fuente aésta convirtió, poetizando, noleenvidio; que frente a frente dosnaturalezas no trasmutó, de modo que ambasformas a cambiar dispusieransusmaterias. Se respondieron juntos de tal modo, que en dos partió su cola la serpiente, y el herido juntaba las doshormas. Las piernas con los muslos a sí mismos tal se unieron, que a poco lajuntura de ninguna maneraseveía. Tomó la cola hendida la figura que perdía aquel otro, y supellejo se hacía blando y el de aquélla,duro. Vi los brazos entrar por lasaxilas, y los pies de la fiera, que erancortos, tanto alargar comoacortarseaquéllos. Luego los pies de atrás, torcidosjuntos, el miembro hicieron que se oculta elhombre, y el misero del suyo hizo dospatas. Mientras el humo al uno y otroempaña de color nuevo, y pelo hacecrecer por una parte y por la otradepila, cayó el uno y el otrolevantóse, sin desviarse la miradaimpía, bajo la cual cambiaban sushocicos. El que era en pie lo trajo hacia lassienes, y de mucha materia que allíhabía, salió la oreja del carrilloliso; lo que no fue detrás y seretuvo de aquel sobrante, a la nariz dioforma, y engrosó los dos labios, cualconviene. El que yacía, el morro adelantaba, y escondió en la cabeza lasorejas, como del caracol hacen loscuernos. 96


Y la lengua, que estaba unida y presta para hablar antes, se partió; y laotra partida, se cerró; y cesó ya elhumo. El alma que era en fiera convertida, se echó a correr silbando por elvalle, y la otra, en pos de ella, hablandoescupe. Luego volvióle las espaldas nuevas, y dijo al otro: «Quiero que andeBuso como hice yo, reptando, sucamino.» Así yo vi la séptimazahúrda mutar y trasmutar; y aquí meexcuse la novedad, si oscura fue lapluma. Y sucedió que, aunque mi vistafuese algo confusa, y encogido el ánimo, no pudieron huir, tan aescondidas que no les viese bien, PuccioSciancato -de los tres compañeros era elúnico que no cambió de aquellos que vinieron- era el otro a quien tú, Gaville,lloras, CANTOXXVI ¡Goza, Florencia, ya que eres tangrande, que por mar y por tierra batealas, y en el infierno se expande tunombre! Cinco nobles hallé entre los ladrones de tus vecinos, de donde mevino vergüenza, y para ti no muchahonra. Mas si el soñar al alba esverdadero, conocerás, de aquí a no muchotiempo, lo que Prato, no ya otras, teaborrece. No fuera prematuro, si yafuese: ¡Ojalá fuera ya, lo que serdebe! que más me pesará, cuantoenvejezco. 97


sin las manos, el pie nosevalía. Entonces me dolió, y me dueleahora, cuando, el recuerdo a lo que vidirijo, y el ingenio refreno másquenunca, porque sin guía de virtud nocorra; tal que, si buena estrella, o mejorcosa, me ha dado el bien, yo mismo noloenturbie. Cuantas el campesino quedescansa en la colina, cuando aquel quealumbra el mundo, oculto menos tieneelrostro, cuando a las moscas siguen losmosquitos, luciérnagas contempla allá en elvalle, en el lugar tal vez que arayvendimia; toda resplandecía enllamaradas la bolsa octava, tal comoadvirtiera desde el sitio en que el fondose veía. Y como aquel que se vengóconosos, vio de Elías el carro alremontarse, y erguidos los caballos aloscielos, que con los ojos seguir no podia, ni alguna cosa ver salvo lallama, como una nubecillaquesubiese; tal se mueven aquéllas por laboca del foso, mas ninguna enseña elhurto, y encierra un pecador cadacentella. Yo estaba tan absorto sobre elpuente, que si una roca no hubiese agarrado, sin empujarmehubiéramecaído. Y viéndome mi guía tanatento dijo: « Dentro del fuego están lasalmas, todas se ocultan en dondesequeman.» «Maestro -le repuse-, al escucharte estoy más cierto, pero ya henotado que así fuese, ydecírteloquería: ¿quién viene en aquel fuegodividido, que parece surgido de lapira donde Eteocles fue puesto consuhermano?» 98


Me respondió: «Allí dentro setortura a Ulises y a Diomedes, y asíjuntos en la venganza van como en laira; y dentro de su llama selamenta del caballo el ardid, que abrió lapuerta que fue gentil semilla a losromanos. Se llora la traición por la que,muerta, aún Daidamia se duele por Aquiles, y por el Paladión se halla elcastigo.» «Si pueden dentro de aquellas antorchas hablar -le dijepídote,maestro, y te suplico, y valga mil misúplica, que no me impidas que aguardar yo pueda a que la llama cornuda aquíllegue; mira cómo a ellos lleva mideseo.» Y él me repuso: «Es digno lo que pides de mucha loa, y yo te lo concedo; pero procura reprimirtulengua. Déjame hablar a mí, pues quecomprendo lo que quieres; ya que seránesquivos por ser griegos, tal vez, a tuspalabras.» Cuando la llama hubo llegado a donde lugar y tiempo pareció a miguía, yo le escuché decir de estamanera: «¡Oh vosotros que sois dos en un fuego, si os merecí, mientras que estabavivo, si os merecí, bien fuera poco omucho, cuando altos versos escribí en el mundo, no os alejéis; mas que alguno mediga dónde, por él perdido, halló lamuerte.» El mayor cuerno de la antigua llama empezó a retorcerse murmurando, tal como aquella que el vientofatiga; 99


me separé de Circe, que sustrajó- me más de un año allí junto a Gaeta, antes de que así Eneas lallamase, ni la filial dulzura, ni elcariño del viejo padre, ni el amordebido, que debiera alegraraPenélope, vencer pudieron el ardor interno que tuve yo de conocer elmundo, y el vicio y la virtud de loshumanos; mas me arrojé al profundo marabierto, con un leño tan sólo, y lapequeña tripulación que nuncamedejaba. Un litoral y el otro vi hasta España, y Marruecos, y la isla de los sardos, y las otras que aquel mar baña entorno. Viejos y tardos ya nosencontrábamos, al arribar a aquella boca estrecha donde Hércules plantarasuscolumnas, para que el hombre más allá no fuera: a mano diestra ya dejé Sevilla, y la otra mano se quedabaCeuta.» «Oh hermanos -dije-, que tras de cien mil peligros a occidente habéisllegado, ahora que ya es tan breve lavigilia de los pocos sentidos que aún nosquedan, negaros no queráis a laexperiencia, siguiendo al sol, del mundoinhabitado. Considerar cuál es vuestra progenie: hechos no estáis a vivir como brutos, mas para conseguir virtud yciencia.» A mis hombres les hice tan ansiosos del camino con esta breve arenga, que no hubierapodidodetenerlos; y vuelta nuestra proa a lamañana, alas locas hicimos de losremos, inclinándose siempre hacialaizquierda. 100


Del otro polo todas las estrellas vio ya la noche, y el nuestro tan bajo que del suelo marino no surgía. Cinco veces ardiendo y apagada era la luz debajo de la luna, desde que al alto paso penetramos, cuando vimos una montaña,oscura por la distancia, y pareció tan alta cual nunca hubiera visto monte alguno. Nos alegramos, mas se volvió llanto: pues de la nueva tierra un torbellino nació, y le golpeó la proa alleño. Le hizo girar tres veces en lasaguas; a la cuarta la popa alzó a lo alto, bajó la proa -como Aquél loquiso- hasta que el mar cerró sobre nosotros. CANTOXXVII Quieta estaba la llama ya y derecha para no decir más, y se alejaba con la licencia del dulce poeta, cuando otra, que detrás de ellavenía, hizo volver los ojos a su punta, porque salía de ella un son confuso. Como mugía el toro siciliano que primero mugió, y eso fue justo, con el llanto de aquel que con sulima lo templó, con la voz de la fligido, que, aunque estuviese forjado de bronce, de dolor parecía tras pasado; así, por no existir hueco ni vía para salir del fuego, en su lenguaje las palabras amargas se tornaban. Mas luego al encontrar ya sucamino por el extremo, con el movimiento. 101


diciendo: “Vete ya; más no teincito”, aunque he llegado acaso un poco tarde, no te pese el quedarte a hablar conmigo: ¡Mira que no me pesa a mí,que ardo! Si tú también en este mundociego has oído de aquella dulce tierra latina, en que yo fuiculpable, dime si tiene la Romaña paz o guerra; pues yo naci en los montes entre Urbino y el yugo del que el Tiberse de sata.» Inclinado y atento aún meencontraba, cuando al costado me tocó mi guía, diciéndome: «Habla tú, que éste es latino.» Yo, que tenía la respuesta pronta, comencé a hablarle sin de mora alguna: «Oh alma que te esconde sallá abajo, tu Romaña no está, no estuvonunca, sin guerra en el afán de sus tiranos; mas palpable ningun adejé ahora. Rávena está como está ha muchos años: le los Polenta el águila allí anida, al que a Cervia recubre con sus alas. La tierra que sufrió lalarga prueba hizo de francos un montón sangriento, bajo las garras verdes permanece. El mastín viejo y jovende Verruchio, que mala guardia dieron a Montaña, clavan, donde solían, sus colmillos. Las villas del Santerno y del Camone manda el leoncito que campea en blanco, que de verano a invierno el bando muda; y aquella cuyo flanco el Savio baña, como entre llano y monte se sitúa, vive entre estado libre y tiranía. 102


para curarle la soberbia fiebre: pidióme mi consejo, y yo callaba, pues sus palabras ebrias parecían. Luego volvió a decir: «Tu alma no tema; de antemano te absuelvo; enséñame la forma de abatir a Penestrino. El cielo puedo abrir y cerrar puedo, porque son dos las llaves, como sabes, que mi predecesor no tuvo aprecio.» Los graves argumentos mepunzaron y, pues callar peor me parecia, le dije: “Padre, ya que tú me lavas de aquel pecado en el que caigo ahora, larga promesa de cumplir escaso hará que triunfes en el alto solio.” Luego cuando morí,vino Francisco, mas uno de los negros querubines le dijo: “No lo lleves: no me enfades. Ha de venirse con mis condenados, puesto que dio un consejo fraudulento, y le agarro del pelo desde entonces; que a quien no se arrepiente no seabsuelve, ni se puede querer y arrepentirse, pues la contradicción no lo consiente.” ¡Oh miserable, cómo me aterraba al agarrarme diciéndome:“¿Acaso no pensabas que lógico yo fuese?” A Minos me condujo, y ocho veces al duro lomo se ciñó la cola, y después de morderse enfurecido, dijo: “Este es reo de rabiosallama”, por lo cual donde ves estoy perdido y, así vestido, andando me lamento.» Cuando hubo terminado su relato, se retiró la llama dolorida, torciendo y debatiendo el cuerno agudo. A otro lado pasamos, yo y miguía, por cima del escollo al otro arco que cubre el foso, donde se castiga a los que, discordiando, adquieren pena. 103



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