Escuela entrevista a Bill Ayers

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ESCUELA PERIÓDICO PROFESIONAL escuela española • Fundado en 1941

www.periodicoescuela.es

Número 4.033 • 2 DE octubre de 2014 • Precio 5 Euros

España El CEE rechaza medidas de la Lomce

Reportaje En busca de la mejor escuela... en bici

Hecho en la escuela Un carnaval comunitario

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España

El presupuesto de Educación sube un 4,5% para 2015 2.273 millones de euros. La tasa de reposición, al 50% El presupuesto del Ministerio de Educación alcanza la cifra positiva. Crece un 4,5%, lo que supone volver a las cifras de 2012. La subida ha sido posible, fundamentalmente, gracias al aumento de la inversión en Secundaria (FP principalmente) de 140 millones. La mayor parte del resto de partidas del Ministerio decaen, principalmente la dedicada a Educación Compensatoria, que pasa de 53 a 5 millones de euros. Otras novedades importantes son el aumento de la tasa de reposición del 10% al 50%, lo que podría suponer un cierto alivio a las plantillas docentes el próximo año si las comunidades se deciden a convocar oposiciones. Por otra parte, el salario de los funcionarios vuelve a quedar congelado, desde hace ya cinco años, aunque se pagará una cuarta parte de la paga extra suprimida en 2012. Página 5

Illes Balears

El TIL acaba con otra consejera Joana Maria Camps fue cesada la semana pasada. Su sucesora intenta limar asperezas con los sindicatos después de 3 años de conflictos. Página 10

“Si se piensa la educación como producto, resulta fácil privatizar” Bill Ayers responde a ESCUELA en vísperas de su visita a España Página 8

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2 de octubre de 2014

ENTREVISTA Bill Ayers. Catedrático de la Universidad de Illinois

“Aún soy un radical; me cabrea el ritmo frenético de privatización” Lola García-Ajofrín En 2008, durante la campaña presidencial, al que se convertiría en el primer presidente afroamericano de los EEUU, de segundo nombre Hussein, también lo acusaron de ser amigo de terroristas. La prensa insistió durante semanas en el estrecho vínculo entre Barack Obama y un antiguo líder de la organización de izquierdas antiimperialista Weather Underground. Obama se apresuró a definirlo entonces como “un chico que vive en mi barrio” y “que participó en actos detestables hace 40 años, cuando yo tenía 8”. Se refería a William C. Ayers (Illinois, 1944), un educador, conocido por su activismo en los 60, que ostenta los títulos de Profesor Distinguido de Educación Superior y Estudioso Universitario Superior en la Universidad de Illinois, en Chicago y que en las últimas cuatro décadas ha escrito extensamente sobre justicia social, democracia y educación. Su último trabajo es su libro Enseñar: el viaje en cómics (Ediciones Morata, 2013), una novela gráfica con el dibujante Ryan Alexander-Tanner, que describe la aventura de convertirse en profesor y que dice, “funciona bien” por “su flexibilidad, excentricidad y alegría”. Ayers lo presentará el jueves 23 de octubre en Madrid. Como él mismo reconoce, en esta entrevista previa con ESCUELA, sigue siendo “un radical” con pocos pelos en la lengua. En los 60, escribió Education: An American Problem; si la educación es el problema de EEUU, ¿cuál es la solución? La educación no es solo un problema de Estados Unidos, sino del mundo. Está reconocida como un derecho humano fundamental y universal, algo que todo niño merece simplemente por haber nacido, una obligación moral de la comunidad. Pero los colegios no son iguales entre ellos sino que, a la vez, son ventana y espejo de las comunidades en las que están. La educación para la gente libre está impulsada por un ideal especialmente valioso y frágil: todo ser humano tiene un valor infinito e incalculable, cada uno es una fuerza intelectual, emo-

cional, física, espiritual, moral y creativa única; cada uno de nosotros nace igual en dignidad y derechos; cada uno está dotado de razón, conciencia y voluntad; cada uno merece, pues, un lugar en una comunidad, así como un sentido vital de hermandad, reconocimiento y respeto. Fiel a esa ética, la escuela debe asumir el pleno desarrollo de cada individuo. Dada la enorme variedad de capacidades y el delicioso guiso de razas, etnias, puntos de origen y antecedentes, es una condición necesaria para el pleno desarrollo de toda la comunidad. Pero si se piensa en la educación como un producto, como un coche o un frigorífico, comprado y vendido en el mercado; y si se cree que los colegios son un negocio dirigido por un CEO, con profesores que hacen de trabajadores y estudiantes que hacen de materias primas, dando tumbos por el suelo de la fábrica mientras se rellenan sus pequeñas cabezas con información en la línea de montaje, entonces es fácil suponer que recortar personal y subcontratar o privatizar espacios públicos es un fenómeno natural; que la aplicación de pruebas administradas por el Estado –pero de desarrollo privado y muy rentable– para determinar los estándares es una representación racional del aprendizaje; que la tolerancia cero a la mala conducta del estudiante como sustituto del desarrollo del niño es sana; y que la rendición de cuentas, es decir, una serie de sanciones a estudiantes, a profesores y a centros, pero nunca a los legisladores o corporaciones, es lógica y sensata. Esto es, en realidad, lo que una serie de empresarios, sus políticos ruidosos y expertos charlando en los medios de comunicación comprados llaman “reforma educativa”. Y las fuerzas que luchan para crearlo las dirigen un alegre grupo de multimillonarios, como Bill Gates, Michael Bloomberg, Sam Walton o Eli Broad, que trabajan sin descanso para ocupar todo el espacio disponible, predicar y persuadir, siempre repartiendo generosas cantidades de dinero para subrayar sus puntos fundamentales: desmantelar las

“Abogo por una educación en la que se pregunte e investigue, en la que ayudar no sea una forma de caridad”

escuelas públicas, aplastar los sindicatos docentes, examinar y castigar. ¿Cómo le gustaría que fuesen los colegios de EEUU? Cuando el objetivo de la educación es la reproducción de todas las relaciones sociales, como lo son ahora, la escolarización no es más que la localización de cada uno en la pirámide de ganadores y perdedores. La medida del éxito actual es la competencia. Yo rechazo todo esto y abogo por una experiencia educativa en la que se pregunte e investigue, en la que ayudar a los demás no sea una forma de caridad, un acto que, intencionalmente o no, empobrezca tanto a los beneficiarios como al benefactor, sino en el que el intercambio y análisis sean comunes. En esos lugares hay un cierto desorden natural, cierta anarquía y caos, como lo hay en cualquier taller a pleno rendimiento, pero también una sensación de alegría y una disciplina más profunda, la de hacer las cosas y aprender con otros y para la vida.

La primera vez que dio clase fue en una de las llamadas Freedoom schools, ¿cómo fue? Las clases de Mississippi eran terrenos baldíos intelectuales, y estas escuelas se diseñaron para llenar un vacío intelectual y creativo en la vida de los jóvenes negros de allí. En la década de 1960, luchó activamente contra el racismo; ¿cómo recuerda esa época? Fue una época de aprendizaje rápido, de solidaridad, de activismo, de coraje y de gran esperanza. Hábleme de la primera vez que fue a la cárcel por protestar en una pizzería en la que negaban el asiento los afroamericanos. Ese fue mi primer piquete, un preludio de mi primer arresto por ocupar una oficina de reclutamiento militar un poco más tarde. ¿Cuántas veces le arrestaron en su vida? Entre arrestos, detenciones, custodias, encierros… perdí la cuenta en 1990, en unas 25 veces.

¿Cuál es la principal diferencia entre el activista Bill Ayers de los 70 y el profesor Bill Ayers de hoy? Principalmente estas dos palabras: “activista” y “profesor”. Soy la misma persona con fallos, imperfecta, todavía un trabajo en curso, aún sin terminar y alimentado por la esperanza, la duda, la determinación y el escepticismo. Todavía soy un radical, y siempre animo a la gente aquí en EEUU y en todas partes a que sean radicales, es decir, que vayan a la raíz de las cosas, que estudien, aprendan, se organicen, hablen con extraños, se movilicen y expongan sus aspiraciones éticas públicamente. Por supuesto, como dijo Ella Baker sobre Martin Luther King Jr., “Martin no creó el Movimiento, el Movimiento creó a Martin”, y es verdad: por cada líder recordado había cientos, miles. Cada uno de nosotros debe aspirar a ser una de esas personas. En una entrevista en 1995 dijo: “Tal vez yo soy el último comunista que está dispuesto


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ENTREVISTA a admitirlo”. Hoy en día, ¿cómo se describe a sí mismo? Probablemente estaba bromeando cuando dije eso, pero la mayor parte de mi vida adulta he sido algo así como un comunista con una “c” pequeña. Te lo explicaré, pero primero déjame decirte que, como educador, me opongo al etiquetado fácil de los estudiantes, el ser humano es dinámico y complejo. Pero si me empujas a hacerlo, diría que cuando se trata de la guerra soy un pacifista; en materia de libertad de expresión, soy un fundamentalista; en lo que se refiere a las prisiones, un abolicionista; en materia económica, un sindicalista; para los militares organizados, un desertor de primera línea; en temas de sexualidad, un libertario; y en cuanto al gobierno, soy un radical demócrata participativo o un anarquista… podría seguir, pero creo que te haces una idea. Hábleme de su implicación en el Weather Underground. ¡Uf ! ¿Por dónde empezar? Escribí un libro de memorias sobre aquellos años (Fugitive Days: Memoirs of an Antiwar Activist) y no voy a repetir todo aquí, pero te haré un breve resumen: nací al final de la Segunda Guerra Mundial y crecí privilegiado en la postguerra de EEUU. Mi pequeño mundo era un lugar de prosperidad, bienestar y aislamiento, de gratificación instantánea y placeres superficiales que parecen interminables, de conformidad y obediencia, y una especie de ignorancia voluntaria sobre cualquier cosa que existiera más allá de nuestro enclave bien ordenado y nuestros setos pulcramente recortados. Estábamos durmiendo el sueño profundo anestesiante americano de la negación. Yo llegué en los 60 cuando el Movimiento de Liberación Negro estaba definiendo el paisaje moral y político en los EEUU, y cuando las luchas anticoloniales preparaban la agenda para el cambio progresivo en todas partes. Abrí los ojos y vi un mundo en llamas, y pronto me di cuenta de que EEUU estaba en el lado equivocado de una revolución mundial en explosión. Me uní al Movimiento por los Derechos Civiles y al esfuerzo por detener la guerra de EEUU contra Vietnam, y pronto me convertí en un activista comprometido con poner fin a la guerra y el racismo, para derrocar al sistema que los hizo tan inevita-

bles. Pensé en mí mismo como un revolucionario. Fui arrestado primero por oponerme a la guerra de EEUU contra Vietnam en 1965, en una sentada no violenta. Cada semana, seis mil personas eran asesinadas en el sudeste asiático y no encontrábamos un modo de detenerlo. Habíamos intentado de todo. Entonces las fuerzas antibélicas se separaron: algunos trataron de organizar una sección pacífica dentro del Partido Demócrata; otros, construyeron comunas en el campo y defendieron la tierra y el amor libres; algunos huyeron a Europa o África, y algunos se fueron a las fábricas para construir un movimiento radical en el corazón industrial. Otros y yo creamos una fuerza clandestina que, esperábamos, sobreviviera a lo que pensábamos era un fascismo americano inminente, y que podía luchar contra los creadores de la guerra por otros medios. Nunca creímos que la lucha iba a llegar a un enfrentamiento armado entre el mayor monstruo militar jamás reunido y un grupo andrajoso de niños con tirachinas. Si se tienen en cuenta los objetivos, se podría decir que fallamos: queríamos poner fin a una guerra en concreto, e incluso, después de mucho sacrificio, la guerra desató diez años terribles, y 3.000.000 personas fueron arrojadas a los hornos de la muerte; y luego queríamos terminar con el imperio y marcar el comienzo de un mundo de igualdad y reconocimiento mutuo, un mundo sin guerra, y mira donde estamos hoy. Nos propusimos crear una sociedad construida sobre los cimientos de la justicia racial y, décadas más tarde, la encarcelación en masa, la segregación escolar y la privación de derechos siguen reflejando el asombroso poder de la supremacía blanca; y luego queríamos erradicar la pobreza, y el enorme abismo entre ricos y pobres se intensifica. ¿Se arrepiente de algo durante su época en el Weather Underground? Me arrepiento del dogmatismo en el que nos sumimos, de pensar en los amigos como enemigos. No me arrepiento de las acciones que tomamos contra el ataque genocida de nuestro gobierno en Vietnam. No me arrepiento de la lucha hombro con hombro con el Movimiento Negro por la Libertad. Y no me arrepiento de nuestra deliberada, pública

“Si se cree que los colegios son un negocio dirigido por un CEO, con profesores que hacen de trabajadores y estudiantes que hacen de materias primas, entonces es fácil suponer que recortar personal y subcontratar o privatizar es un fenómeno natural”

El presidente Obama está sentado en el trono del imperio, al mando de sus violentas legiones, y eso no puede ser buena cosa. Cuando EEUU se pone firme, no trae la paz, la libertad, la democracia o los derechos humanos. Pero no paso mucho tiempo preocupándome por su actuación –o la de otro presidente–. Creo que la gente pasa demasiado tiempo mirando a los espacios de poder a los que no tiene acceso y muy poco a los que sí, como la calle, la comunidad, el lugar de trabajo o el aula. Y esto es un gran error. El progreso es siempre el resultado de un fuego incesante desde abajo. ¿Cuál es su relación con Obama? Los dos vivíamos en Chicago. Un par de “chicos por el barrio” y no hemos hablado desde que dejó la ciudad hace seis años.

y muy comprensible destrucción de la propiedad. En la actualidad, ¿qué injusticias le cabrean? Estoy de acuerdo con la conocida pegatina que dice: “Si no estás cabreado, no estás prestando atención”. La ira es importante, pero por sí sola no va a crear el mundo que deseamos. Para eso necesitamos un enfado equilibrado con fe, esperanza, amor y generosidad, y en esa dialéctica, el amor es el mayor. Así que sí, las injusticias me enfadan, pero en un mundo tan desequilibrado, ¿por dónde empezar? Me enfada que el imperio americano resucitase sin pedir disculpas en el nombre de un nacionalismo patriótico renovado y potente. Me enfurece la expansión militar sin precedentes, la guerra permanente, la encarcelación en masa como una característica definitoria de la “tierra de la libertad” y la supremacía blanca como un lugar común en el “hogar de los valientes”. EEUU tiene enjaulado al 20% de presos del mundo, que son, desproporcionadamente, gente de color. También la dañina identificación como enemigos de los inmigrantes ilegales. Y me cabrea el ritmo frenético de la privatización. ¿Qué le hace feliz? Tantas cosas. Hablar con usted, por ejemplo; cómo huele un bebé después de un baño, la primera taza de café por la mañana, las nubes rojas en la noche, las pinturas de Pablo Picasso, leer a José Saramago y una buena paella. Pero, sobre todo, la capacidad de resistir y levantarse, de rebelarse contra las fuerzas de la guerra y la injusticia, contra la supremacía blanca y la deshumanización, la crueldad y la brutalidad. Me

encanta la capacidad infinita y exclusivamente humana de imaginar un mundo posible. ¿Qué le parecen movimientos como Occupy Wall Street de EEUU o los indignados de España? Los Indignados en España, el Occupy en EEUU y muchas más rebeliones menos conocidas, paros, sentadas…, son un testimonio de que la era de la revolución no es el pasado, sino que también es parte de nuestro futuro colectivo. No tengo nostalgia de los llamados años 60, que ahora mercantilizamos como un mito. En su opinión, ¿Obama lo ha hecho bien como presidente?

Si tuviera 20 años de nuevo y viese lo que ocurre en Afganistán, Irak o Palestina, ¿qué haría? De hecho, me siento como si tuviera 20, tal vez no tan rápido como antes, pero aún así. Sin embargo, si hoy tuviera 20, en realidad estaría haciendo exactamente lo que estoy haciendo a los 70: abrir los ojos y estremecerme, dejándome maravillar por la belleza y el dolor en todas las direcciones; hablando alto y actuando contra la injusticia; escribiendo contra la masacre; agitando, uniendo las manos con los demás y reuniéndome en la plaza pública para hacer oír nuestra voz; manifestándome y comprometiéndome con actos abiertos de desobediencia. ¿Planes de futuro? Un pie delante del otro, un ojo en el mundo tal como es y otro mirando al que podría ser pero no es todavía, aprender a vivir juntos.

Bill Ayers en Madrid William C. Ayers presentará su libro Enseñar: el viaje en cómics (Ediciones Morata, 2013), en castellano, el jueves 23 de octubre, en la sede de CCOO, en la calle Lope de Vega, 38, de Madrid, a las 19:00 horas.


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