Homenaje a
FLORA MORATA
C
arta abierta a mi buena amiga Dª Flora Morata Muy querida Flora
Te escribo estas letras, ahora que ya nos has dejado y que, desde el mejor lugar en que con seguridad te encuentras, podrás ver las cosas, los acontecimientos, el devenir de la vida, los negocios y a, nosotros tus amigos y colegas, de una manera nueva y bien distinta: con absoluta transparencia, con la agudeza, constancia, exactitud y tolerancia que siempre imprimiste a tu vida y tu trabajo, y con una estima personal para quienes te queremos, incluso mayor, que la que siempre nos demostraste. Me consta, porque tengo fe, que has entrado en una dimensión nueva, en la que sin duda todo se ve diferente, con más claridad y sin esos impedimentos que a veces oscurecen nuestras acciones. Por eso, me gustaría preguntarte, y me gustaría recibir los buenos consejos que siempre recibí de ti, cuando juntas viajábamos por esos mundos con la maleta cargada de libros, catálogos y buenas expectativas. Ha cambiado, y mucho, esta tarea editorial a la que las dos hemos dedicado la vida con tanta ilusión. Recuerdo que en nuestra última conversación, poquísimos días antes de tu partida, éste fue una vez más el tema de nuestro diálogo. Han cambiado tanto los modos de editar y los medios para hacerlo; son tan distintos los gustos del público, las necesidades de la gente, los modos de vivir, las aspiraciones de las personas, su capacidad de relación inter-
personal; tantas cosas. Y no sólo esto; además, todo ello es a la vez tan cambiante minuto a minuto…. Tengo la sensación de que, ante el profundo cambio que está sufriendo el negocio editorial por éstas y otras razones que las dos conocemos y compartimos, y que tan de cerca nos afectan, unido al momento de crisis económica que nos está tocando vivir, podríamos caer en una cierta perplejidad, zozobra, inseguridad, paralización, o incluso decepción. Cuesta mucho editar, y cuesta mucho difundir, y cuesta mucho vender; y de cobrar, ni hablemos. Entiendo que tu ejemplo de fortaleza y ánimo ante las dificultades, que siempre demostraste, nos hablan ahora de fe en la tarea, de apertura a todo lo nuevo, de esfuerzo renovado, de confianza en las propias posibilidades, de ánimo en la difusión de la cultura por todos los lugares del mundo, de vencer cualquier temor ante lo desconocido, de apostar por el mejor futuro para el libro. Y tu ejemplo, nos habla también de trabajar con honradez y respeto, de sana colaboración entre colegas, de apoyo mutuo, de defensa de los intereses comunes, de buscar juntos lo mejor para el sector editorial, de dejar hueco a todos y de buscar siempre el progreso y el crecimiento para cada uno de los valientes que aún se esfuerzan por editar. Gracias Flora, te seguiremos consultando; y seguiremos recabando tus ahora más que nunca sabios consejos. ¿Recuerdas como Florita escribía pequeños vademecum y nos contaba con enorme sencillez lo que iba aprendiendo del negocio editorial para fa1
cilitar la tarea a quienes empezaban? Figuras como las vuestras son ejemplo y camino para los que hemos tenido la suerte de conoceros y compartir tarea.
bre todo, las cinco décadas transcurridas; mientras su característico logo, tan clásico, mantiene viva su fuerza identificadora.
Acuérdate de tus amigos, y no olvides que tu tarjeta de presentación “editora”, permanecerá siempre; aunque ahora lo vivas bajo una nueva dimensión.
Supongo que conocería a Flora una década después, comenzando los años 70, tal vez en alguna de las reuniones que convocaba Francisco Salvadó en la sede de Magisterio Español, en el hoy barrio de las letras. O algo después, en el viejo INLE de la calle Ferraz. A esas reuniones se iba para estar informado, según me diría, más o menos, Pancho, cuando me indicó que le acompañara. El mundo de la edición era, como básicamente siguió y sigue siendo, un mundo pequeño. No muy difícil de entender, esforzado en la defensa de sus intereses y en mantener algunas reglas y buenas prácticas, y sobre todo siempre ávido de escuchar informaciones del sector y de los diversos actores y personajes que actuaban en él.
Un fuerte y especial abrazo, Ana de Miguel / Editora
Flora ya era una participante habitual, según supe, en unos encuentros con escasa presencia femenina. Fundamentalmente ella y Amparo Soler. Una de las diferencias con la época actual… Caridad Morata a la izquierda, una amiga y Flora Morata en la Feria del Libro de 1945.
F
lora Morata quedará para siempre en la historia de la edición española de la segunda parte del siglo XX y la primera década del siglo XXI como un referente indiscutible. Continuadora e impulsora de la obra del editor Javier Morata, su padre, supo adaptarse a los tiempos, compaginando su tarea empresarial con su compromiso gremial en la Asociación de Editores de Madrid. Fue siempre lúcida y colaboradora con la promoción del libro. Liber, la Feria del Libro de Madrid y la presencia del libro en Latinoamérica fueron sus pasiones. ¡Gracias, querida Flora! Antonio Roche / Biblioteca Nueva
A
Flora Morata, por su presencia y compromiso
Conocí los libros de Morata antes que a Flora. Aún conservo ejemplares de mis años universitarios, en los que el papel acusa las carencias de la época, y so2
Amparo Soler y Flora Morata.
A lo largo de medio siglo el panorama del libro y la edición experimentó un cambio tan radical –a mejor, por supuesto – como en general el de la vida española. La bandera de los editores, más allá de la defensa de sus intereses, pasó a ser la promoción del libro, lo que tenía que ver con un concepto más general y abierto a la comunidad de lectores, y no solo a los profesionales de su industria y comercio. La actividad gremial se dinamizó. No bastaban las periódicas reuniones mensuales; aparecieron comisiones, en las que se debía trabajar, preparar propuestas y escritos, hacer visitas a autoridades e instituciones, viajar a América por su importancia estratégica… Y en ellas siempre estuvo Flora Morata. ¿Por qué? ¿Es que la marcha de una editorial pequeña – entonces se denominaban así, hasta que surgió la etiqueta,
que sonaba mejor y venía del mundo anglosajón, de independientes – su editorial, repito, no demandaba su atención y trabajo constante? Por supuesto que sí, y Flora era no solo el alma sino la referencia obligada en todas las decisiones de una organización pequeña. Pero valoraba, y mucho, la presencia y participación con los colegas, por la información que se manejaba, pero igualmente por las ideas y planteamientos que enriquecían su entendimiento de la función y el compromiso del editor. La difusión y presencia del libro eran, y son, un tema comercial. Pero no sólo. Las regulaciones, fiscales y económicas, afectan sobremanera. Los mercados exteriores, tan importantes para la industria editorial española, que no habría alcanzado el desarrollo que logró desde los años 80 a la primera década de nuestro siglo, fueron determinantes también para la editorial Morata. Por eso la presencia de Flora ha sido una constante, perseverante y cumplidora, incluso cuando tenía que vencer alguna incomodidad en los tiempos más recientes. Y con ella, su buen criterio, ejercido con discreción, pero siempre atenta a defender lo que pudiéramos llamar los intereses generales de una actividad que amaba profundamente.
La referencia a Doña Flora era muy habitual en las tertulias familiares y mi abuelo recordaba con frecuencia los encuentros y conversaciones que mantenía con el padre de Doña Flora cuando ambos eran libreros, uno en la calle Tudescos y el otro en el Postigo de San Martín. Después, siguió existiendo esa vecindad y relación amistosa porque Morata se instaló en Mejía Lequerica y Marcial Pons en la calle de Bárbara de Braganza. Aquí, seguro que se hace más presente doña Flora en estos contactos y conversaciones. Conservo el número 49 de la revista Bibliodiversidad que hace referencia al homenaje que el Liber ofreció a Flora Morata por su vida dedicada al mundo editorial. En esta revista aparece el discurso que leyó y que en una construcción perfecta aunque sencilla, llena de afecto e incluso de reconocimiento al sector y a las instituciones oficiales, hizo referencia a las enseñanzas de su padre, que la prepararon, decía ella, “para poder desarrollar en la vida un trabajo serio, ordenado y puntual, procurando mantenerse siempre en el buen estar y en el buen hacer en todos los cometidos que tuviese que asumir”.
Con ella se cierra, quizá, la galería de personajes más representativos de la época de crecimiento y brillantez de nuestra edición. Es ley de vida, sí, pero conviene dejar testimonio. Entre otras cosas, para estímulo de quienes tomaron y toman el relevo. Emiliano Martínez
“E
l prestigio lo tenés vos, señora”
No es fácil introducirse en la personalidad de Flora Morata sin caer en los tópicos habituales de la literatura laudatoria. Pertenezco a la tercera generación de una empresa que tuvo características parecidas a Morata en su nacimiento y por mi edad no he tenido la fortuna de convivir demasiado, de una forma directa, con doña Flora, aunque, es cierto que sí he podido contrastar los conceptos específicos que adornan a su empresa a través de mi relación más personal con Paulo Cosín. El archivo que manejo para referirme a esta ejemplar editora me viene sobre todo de las conversaciones con mi abuelo Marcial Pons y también con mi padre.
Flora Morata y Florentina en el Líber 1995.
Es evidente que cumplió al pie de la letra las recomendaciones paternas y que además fue capaz de mantener un espíritu decidido y emprendedor, si bien lleno de prudencia y señorío. Aunque su trabajo profesional verdaderamente ejemplar, su esfuerzo y sacrificios incluso eran notorios no dejó de agradecer a personas y asociaciones por sus ayudas y por sus consejos hasta el punto de referirse públicamente al Ministerio de Cultura y Educación como fundamental para el desarrollo de la actividad exportadora. Alguien que la escuchaba en la Feria del Libro de Buenos Aires sólo pudo decir estas palabras “!El prestigio lo tenés vos, señora!” Enrique Pascual / Marcial Pons 3
F
LORA MORATA: La edición fundamental
Echo la vista atrás a la caza de un primer recuerdo, de una primera imagen. Encuentro a Flora, finalmente, en una de aquellas reuniones semiclandestinas del Gremio de editores de Madrid a finales de los sesenta, en un oscuro rincón del comedor de Selecciones del Reader’s Digest. Ella y mi madre se sientan juntas, elegantes, atentas. Ambas han encontrado en sus editoriales el fundamento de sus vidas, el pie derecho en el que se apoyan para alzarse como mujeres dueñas de sí mismas sobre un entorno gris que relegaba a las mujeres a los roles ancilares de la sociedad patriarcal. Parecerá raro o atrevido decirlo, pero pienso que Ediciones Morata fundó a Doña Flora, le dio un ser y un destino de plenitud emocional. Un hermoso mundo de mujeres inteligentes —Flora, Cari y Florita, la hija bien amada y llorada— entregadas las tres a la edición, concebida ésta como una noble tarea personal, un metanegocio, en cierto modo una metavida, que cincelaba la dignidad personal, el respeto al saber y el pan nuestro de cada día ganado con esfuerzo y entusiasmo. Flora con su muerte ha sellado un momento germinal y fecundo de la historia de la edición española: la de quienes hicieron de su trabajo el catálogo de su vida. Federico Ibáñez Soler / Editor
F
lora sigue con nosotros. Mientras pervivan su recuerdo, el de Florita y la Editorial Morata no nos abandonará. Solo tengo palabras de gratitud por sus permanentes lecciones de convivencia, de amistad, de paciencia y de señorío. Los que tuvimos la fortuna de tratar con ella al margen del plano profesional pudimos conocer más y mejor sus sentimientos y valores, muy superiores a lo que pudieran aparentar. ¡¡¡Cuídanos, Flora, a los que aún estamos aquí, que te extrañamos mucho!!! Fermín Vargas Lázaro
D
esde Laberinto, una joven editorial de 25 años comparada con los casi 100 de este magnífico sello, conocí a Florita Morata en mis primeros viajes por América Latina, la recuerdo con un cariño especial y una gran cordialidad. Conocía ya a Doña Flora Morata de las reuniones del Gremio, siempre he admirado su experiencia, su valor, fortaleza y posteriormente comprobamos su gran capacidad moral y su entereza para enterrar a una hija y retomar tareas editoriales en un período de la vida de supuesto tiempo feliz por el merecido descanso de una vida
Flora Morata, Federico Ibáñez, Amalia Martín, Fermín Vargas, Guillermo Toca, Santos Rodríguez. Líber 1983.
4
Le hicieron vaciar el bolso y volverlo a pasar por el escáner y allí no aparecía. Se acercó el cabo de la Guardia Civil a cargo del puesto y tras mirar el contenido del bolso cogió un peine de púas y lo puso en una posición en la que, efectivamente, parecía un cuchillo. Flora le dijo al de seguridad: hijo, te voy a matar por el susto que me has dado. El Cabo intervino: por favor, señora. Espere un par de horas hasta que acabe mi turno que si no, con el papeleo, no sé a qué hora llegaré a casa. Flora obedeció, no le apuñaló con el peine y pasamos juntos el control. José Mª Arizcun / Miraguano Ediciones Flora Morata saluda a la infanta Elena durante la Feria del Libro de 2011.
de trabajo (juvilatum). Pero la vida es así, seguramente los buenos editores nunca descansan, conozco otros casos, como dice un famoso estribillo: “ya descansaremos cuando estemos muertos”. Descanse en paz Doña Flora, cuentan ambas con la admiración y el cariño personal de todos o de gran parte de los editores españoles y muchos extranjeros, un ejemplo de edición responsable y de valor educativo sobre todo para el ámbito de las Ciencias Sociales. Juan José Ortega / Ediciones del Laberinto
D
oña Flora “Navajera”
Recuerdo con mucho cariño a mi amiga y quiero compartir un suceso, que muestra su carácter, ocurrido en uno de nuestros frecuentes viajes a Barcelona para una reunión de LIBER, del que fue gran defensora como nuestro querido Pancho y nuestra añorada Florita. Al pasar el control de aeropuerto, mientras recuperaba mis cosas, vi como paraban a Flora, me acerque, me dijeron que pasara, me negué diciendo que mientras ella no pasara yo tampoco.
Pilar Gallego y Flora Morata en el Premio Leyenda.
Q
uerida amiga:
—Es que lleva un cuchillo en el bolso, afirmó el de seguridad.
Compartiendo experiencias editoriales pude aprender la frescura y lucidez de ideas de la querida Flora, señora que nos ha trasmitido su buen hacer y amistad. Desde lo alto apreciará nuestro afán por conservar su legado.
Flora respondió: qué tontería yo no llevo ningún cuchillo.
José Mª Goizueta / Instituto de Estudios Económicos 5
“¡M
orata no hace eso!” Entre las muchas lecciones que recibí de doña Flora Morata esta es la que recuerdo con más cariño. En otras muchas ocasiones, cuando coincidíamos en las ferias o en las reuniones del Gremio, siempre me ayudaron sus palabras sensatas, comedidas, prudentes… pero la frase que recojo aquí, que era su respuesta contundente a algún proveedor o cliente que le había propuesto alguna chapuza, esa firmeza con que Morata (ella y, con ella, su empresa y el reducido pero selecto equipo con el que contaba) se negaba a hacer algo que le parecía inadecuado, esa frase (y sus afectuosas felicitaciones por San José) la recuerdo con el mayor cariño y la más sincera admiración. José María Gutiérrez de la Torre / Ediciones de la Torre
Seguro que entre “Grande Fleur y Petite Fleur” en ese lugar donde ahora están, han vendido ya más de una colección de Morata. Y allí, se cobra siempre. Juan de Isasa
F
lora Morata es un referente indiscutible de la historia reciente de la edición de nuestro país. Muchos son los valores que podemos destacar de toda una vida dedicada al libro, sin embargo quiero poner el acento en el firme compromiso con los derechos de propiedad intelectual que demostró a lo largo de su trayectoria. En CEDRO siempre encontramos en Flora, y en Ediciones Morata, su apoyo y colaboración. Sirvan estas líneas de agradecimiento y reconocimiento a su positiva contribución al mundo editorial y a la defensa de la propiedad intelectual en España. Magdalena Vinent / Directora general de CEDRO
E
n una sociedad en la que cada vez mas abundan las “tías”, las “titis”, las “colegas”…Flora fue siempre una señora. Y este es el primer elogio que quiero dejar dicho de una persona que supo enfrentarse con la vida, luchar, vivir el mundo de la empresa, y hacerlo todo sin perder jamás esa categoría de señora. Y nunca se le cayeron los anillos por trabajar, por limpiar su stand, (siempre impoluto por cierto), por llevar a cuestas muestras de libros o repartir catálogos. De los golpes que la vida le dio, seguramente el más duro, del que nunca se repuso del todo, fue la muerte de Florita. Para mí siempre fueron: “Grande Fleur y Petite Fleur”. Eran más que madre e hija, amigas, colaboradoras, confidentes… Hizo grandes esfuerzos para superar este mal trago. Pero ya tenía menos fuerzas y seguramente menos ilusión por el trabajo. Escuchaba mucho y hablaba poco, pero acertaba en sus comentarios, a veces llenos de humor y con un tinte de ironía, como cuando comentando la forma de vestir de una personalidad femenina, me dijo al oído: “Con un solo color de los que lleva, ya estaría poco discreta”. Con Flora viajé a muchos lugares, pero sobre todo recorrimos juntos Israel, y sentimos en aquellos lugares esa especial vibración de pasar por donde Alguien había pasado antes. Y precisamente es con ese Alguien, con quien ya se ha encontrado definitivamente. 6
FIL de Guadalajara 1993.
M
i abuela era una mujer fuerte, valiente, generosa y elegante. Hace poco un compañero de la editorial me decía convencido que Morata es una editorial de mujeres. Recuerdo haber oído muchas veces a mi abuela contar que su padre le dijo que Morata no era un negocio para mujeres aunque años después le confió a ella y a mi tía abuela Caridad que siguieran adelante con el trabajo. Su vida estuvo marcada por muchas pérdidas, probablemente la más dura fue la muerte de mi madre, ellas habían compartido una vida de trabajo y familia. Ahora ya están juntas y estoy segura que alegres por el reencuentro.
Trabajadora incansable, mientras su salud se lo ha permitido ha estado a diario en Ediciones Morata. En los últimos tiempos pusimos todos los medios para que pudiera hacerlo, ella siempre se esforzó, y quiso estar al tanto de todo hasta que su estado de salud se lo impidió. Su forma de trabajar era ordenada y metódica, recuerdo el conjunto de hojas cuadriculadas donde llevaba el recuento de la producción editorial: era su excell personal. Y a pesar de que a ella eso “del ordenador” como hacía referencia la informática no le atraía mucho, puedo asegurar que jamás se le escapó un dato, una letra o el impago de algún cliente despistado. También era una gran contadora de historias, de pequeños le decíamos que parecían del “Libro gordo de Petete” ahora se juntan muchos recuerdos de esa abuela a la que llamábamos Lalita porque no sabíamos decir Abuelita y porque tampoco le gustaba que se supiera su edad ¿alguien sabe cuántos años tenía? Tenía una personalidad tal, que es fácil saber qué habría dicho ante casi cualquier situación. Espero que desde donde esté nos lleguen siempre sus palabras, consejos y bromas. Aprovecho para agradecer de parte de toda la familia y trabajadores de Morata las palabras que habéis enviado tanto para este boletín como directamente a
la editorial, estoy convencida de que a ella le habría gustado mucho leerlas. Mar del Rey Gómez-Morata / Ediciones Morata
L
as abominables lentejas de la guerra (En recuerdo de Flora Morata)
Hace unos años la Asociación de Editores de Madrid , a través de su junta Directiva, entregó el premio anual Antonio de Sancha a Bernad Pivot en la residencia del Embajador francés en la capital de España. El edificio, situado en la madrileña calle de Serrano, está rodeado de un hermoso jardín y su decoración interior responde perfectamente a la suntuosa elegancia que la República Francesa otorga a cualquier representación institucional de alto nivel en un país extranjero. Mientras esperábamos la llegada del premiado y del embajador los miembros de la Junta Directiva de la Asociación fuimos acomodados en un precioso salón decorado con cuadros de firma, tapices gobelinos, lámparas de cristal de roca y alfombras y mobiliario de la mejor factura imaginable. Todo en aquella sala desprendía ese aire refinado que da el
Premios Antonio de Sancha 2005.
7
En la entrega del Premio Leyenda.
lujo sin ostentación y la elegancia sin estridencias. También encajaba perfectamente en aquella estancia la presencia de una anciana dama sentada en el centro de corrillo que formábamos los editores de la Junta Directiva. Evidentemente, Flora Morata no estaba inventariada como patrimonio monumental o artístico de la embajada, por más que de su porte se desprendiera la percepción de que aquella señora había pisado muchos salones similares, y a simple vista se advertía que ella poseía esa sutil e inespecífica cualidad que se denomina “saber estar”. Conversábamos haciendo elogios del espacio que nos acogía y Flora evocó otra embajada, otro tiempo y otras especialidades gastronómicas servidas por esa otra representación diplomática. Sin descomponer el gesto sereno de su rostro, ni el tono pausado de su voz, nos habló de cuando era una niña y permaneció, durante casi tres meses durante la Guerra civil española, refugiada junto a sus padres en la abarrotada residencia del Embajador de Chile en Madrid. Naturalmente, no había semejanzas posibles entre aquel momento y lugar y aquellos terribles años. Tampoco los canapés que se iban a servir tras la entrega del premio tenían ninguna semejanza con las lentejas que casi a diario los refugiados de la embajada chilena tenían como plato recurrente, y razón por la cual Flora Morata aborrecía 8
casi tanto las lentejas como la guerra, el odio a los demás y todas esas cosas que los humanos diseñan demasiado a menudo para hacer de la existencia de sus semejantes un infierno. Estoy seguro que Flora tendría fobias y filias como cualquiera, y al repasar su vida habrá lamentado, como todos, las cosas que no hizo, y algunas de las que hizo. Sin embargo, para mí , que solo pude tratarla durante los cuatro años que compartimos Junta Directiva, siempre aparecerá en mi memoria con esa mirada cansada pero tranquila de la que todos deducíamos que era incapaz de albergar más resentimiento que el merecido por esas abominables lentejas de la abominable guerra civil española. Que descanse en paz y su ejemplo nos ayude a ser mejores. Manuel Glez. Moreno / Grupo Anaya
L
a firme dulzura, el coraje tranquilo, la perseverancia sonriente, los valores siempre defendidos, el paso ligero, la elegancia discreta... Esa fue la Flora Morata que yo conocí, a la que admiré, de la
que aprendí, la empresaria que supo hacer de la prudencia una trayectoria profesional de éxito, la mujer inteligente que supo romper techos de cristal y plantarle cara a la adversidad sin desvanecer. Siempre te recordaremos, Flora, descansa en paz. Milagros del Corral
Q
uerida Flora, ¿cómo puedo en 5 líneas contar mi agradecimiento por el privilegio de haberte conocido?, ¿cómo puedo contar lo que he aprendido de ti?, ¿cómo puedo describir lo que me has querido, lo que te has preocupado por mí, por los míos, tu sensibilidad, tu majestuosidad, tu trabajo por el sector, tu apoyo a los editores, tu trato con autores, impresoress, libreros, tu disfrute mostrando los libros, tu relación con los clientes de América…y lo que Morata significa para ti? Y tantas cosas más, ¿ves?, no puedo, ven y ayúdame. Paulo Cosín / Ediciones Morata
D
urante los cerca de cincuenta últimos años, el paisaje editorial madrileño apenas puede entenderse sin Flora Morata. Su omnipresencia gremial y su entusiasmo contagioso siempre lo recordaré como ejemplo de editora independiente, continuadora e impulsora de una tradición familiar. Rafael Martínez Ales
A
Flora, amiga entrañable:
En tu paso por la vida, has dejado huella profunda, entre todos los que te conocimos y disfrutamos. Fuiste una “profesional”, modelo ejemplar de tu generación. Siempre prudente, cordial, amiga ,trabajadora infatigable… irrepetible. Descansa con los tuyos, en la paz, que siempre te acompaño. Rafael Pérez Alonso / Editorial Norma-Capitel
Homenaje Líber 2011.
9
C
reo que represento el sentimiento de muchos editores al decir que el fallecimiento de Flora Morata ha sido una noticia muy triste que nos ha conmovido profundamente. Sin duda es el sentimiento de la Junta Directiva de la Asociación de Editores de Madrid a la que Flora perteneció muchos años y donde la conocí. Flora era una señora inteligente, educadísima, divertida en sus comentarios y detallista. Fui conociendo más tarde que había
10
sido capaz de llevar adelante la editorial fundada por su padre y que había recorrido América, que era una persona muy respetada y querida en el mundo editorial, que había sufrido grandes pérdidas y que Florita había dejado un hueco enorme. Ahora estarán juntas y seremos nosotros los que echaremos de menos a esta gran señora de la edición española. Rosalina Díaz Valcárcel / Presidenta Wolters Kluwer