libros
Construir en el aula
Enseñar, un viaje en cómic Ayers, William Ediciones Morata, Madrid, 2013, 123 pp. Correo-e: morata@edmorata.es
Un viaje, enseñar es siempre un viaje. Y William Ayers, de la mano del ilustrador Ryan Alexander-Tanner, nos propone el suyo a través del cómic. Este medio de comunicación nos demuestra que es posible una nueva forma de explicar la pedagogía a través de la dimensión metafórica del cómic. Mediante anécdotas y situaciones de la vida en un aula y el retrato de sus protagonistas (estudiantes y profesores de todos los niveles educativos), los autores construyen un manual de consejos prácticos que se remontan a la pedagogía más académica. Los dibujos de Alexander-Tanner, en la línea de los artistas indies o undergrounds, con un dibujo sencillo y alejado de barroquismos efectistas, casan a la perfección con esta búsqueda de expresión clara de las ideas. Es tal vez la frescura del retrato de situaciones diarias, hábilmente escogidas y nítidamente explicadas a través de la imagen, la que da dinamismo a la obra. Aunque muy apegada a la situación educativa multicultural y multirracial norteamericana y su tradición de lucha social, no es difícil aplicar sus enseñanzas a una escuela de cualquier otro rincón del planeta. William Ayers es profesor en la Universidad de Illinois y especialista en currículo educativo, pero en su juventud fue un radical activista por la paz, y es la conjunción entre ambas facetas la que insufla el mensaje que recorre estas páginas. Como no podía ser de otro modo, este viaje iniciático debe empezar planteándonos el porqué de la profesión docente, que arrastra, según Ayers, el lastre sexista de ser un trabajo de mujeres y no goza de la consideración social que debiera. Pero nuestras sociedades necesitan ciudadanos críticos y responsables que cambien el mundo, que lo renueven, y solo median-
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te una educación comprometida será posible. Esta visión activa del docente acaba con la proclama final de un alumno dirigida a toda la comunidad educativa: “Podéis cambiar vuestra vida y, juntos, podremos cambiar el mundo”. Pero ¿cómo podemos cambiar el mundo desde un aula? Ayers apunta algunas claves. La primera es desmontar los tópicos que coartan la educación: alumnos cada vez más difíciles, profesores que lo saben todo y dominan su materia, etiquetas que simplifican, constriñen y limitan la mirada que el docente debería tener sobre su alumnado... Enseñar (educar) es una actividad interactiva e inacabada per se, que empieza y acaba mirando al estudiante, conociéndolo tridimensionalmente y en todos sus ángulos. Desde ahí será posible ver el potencial que se intuye en el niño, no sus déficits o dificultades. El maestro debe aprender de y con sus alumnos para trabajar juntos, codo con codo, y conocer el mundo. El ambiente de aprendizaje es otra de sus claves: “La vida en las aulas es la vida misma”. En nuestras escuelas todo es división: por edades, materias, unidades, la jornada en periodos regulares y la mayor parte del tiempo el docente frente a su clase y con el uso de la palabra. Ayers formula su desiderata: un aula estimulante, interactiva, democrática, igualitaria, multidisciplinar y abierta, en la que “se puede aprender todo de cualquier cosa”. El secreto es aprender en comunidad, que las reflexiones remonten las individualidades y construyan algo nuevo. Que logren un objetivo común a través de su pensamiento y que este revierta en la sociedad. El currículo y la evaluación serán las siguientes claves que aborde. Integrar en el aula el trabajo sobre algún tema desconocido para el docente en el
que se sienta involucrado junto a sus alumnos en una indagación colectiva. Enriquecer los contenidos con diferentes puntos de vista, perspectivas opuestas a la versión oficial o que partan de intereses del alumnado. La esclavitud al currículo en cada nivel es una traba que el docente debe superar, aunque, puntualiza, sin olvidarlo. Debe ser una guía que estructure, pero no limite. Del mismo modo que los exámenes no pueden reflejar por sí solos el aprendizaje de un alumno, la evaluación debe ser sobre la globalidad del trabajo. Como colofón, nos explica algunas actitudes que debe tener un buen maestro y algunos principios para una buena escuela. Toma como ejemplo la Little Village Lawndale High School, un instituto público de Chicago ubicado en un barrio con una gran comunidad de inmigrantes latinos y que se creó gracias a la lucha activa de un colectivo unido por ese objetivo común. Conseguido el presupuesto, siguieron con el diseño de la forma y de la función del edificio, y ese espíritu no ha dejado que muera. “La relación entre la escuela y el barrio se alimenta y valora” y el instituto participa activamente en la cohesión social de las comunidades latina y afroamericana que conviven en él. La lucha para superar la injusticia social y el poder del colectivo son algunos de los objetivos fundamentales de su proyecto educativo. Objetivos ambos que, para Ayers, deben haber germinado en todo aquel que se dedique a la inacabable “empresa intelectual y ética” de enseñar (puede verse la presentación del libro en http://www. youtube.com/watch?v=NJYu18KbMVs).
YOLANDA CARRILLO CASTAÑO