38 ESCUELA Núm. 4.042 (1.478)
4 de diciembre de 2014
CULTURA Café des exilés
El cuento del mes
La Lotería
L
a víspera de la reunión del ejecutivo, a Enrique le entregaron la maqueta del anuncio. Venía en un CD, dentro de un sobre, con el rótulo: “Máxima confidencialidad”. Se echaba el tiempo encima y había que decidir sobre el producto con el que la agencia se proponía concursar al anuncio de la Lotería de Antonio Rodríguez Almodóvar Navidad. Enrique, que era Escritor y Premio Nacional de asesor externo, sobre mateLiteratura Infantil y Juvenil 2005 rias de moral pública, volvió www.almodovar.es a su casa, metió el CD en su ordenador y empezó a visionar, papel y lápiz a mano. No pudo anotar nada. El anuncio era tan seductor que no permitía distracción alguna. Tanto que, cuando acabó la historia, se le había hecho un nudo en la garganta. Aquello iba a ser de mucho impacto emocional. Otra cosa era su significado. Con la pantalla en blanco, Enrique se quedó mirando a un punto inconcreto. Luego se levantó, fue al frigorífico y sacó una lata de cerveza. Se sentó de nuevo ante el teclado y fue escribiendo, casi de corrido: “La idea del anuncio es sumamente original. La realización, perfecta. Pero el significado que encierra me parece lamentable. No debería emitirse, bajo ningún concepto. Me explico: en una situación de crisis como la que está padeciendo la mayoría de la gente, seguro que el anuncio producirá una empatía con el personaje: un hombre mayor, que se intuye al borde de la pobreza, es agraciado por la Lotería, sin haber jugado. Se debe a la generosidad del tabernero del barrio que le ha reservado un décimo, ya premiado. Sin duda, la excelente ambientación –el jolgorio de los agraciados, la nevada, la afabilidad del tabernero– harán creíble una historia que, en realidad, es absolutamente increíble. Y que porta un mensaje desolador: como no te toque la Lotería, estás perdido. Salvo que topes con un ser bondadoso y maravilloso. O sea, estás perdido. Y encima, sácate los cuartos que te quedan y cómprate un décimo. Creo que no se deben explotar los sentimientos de la gente así. Mis convicciones éticas me obligan a desaconsejar este anuncio”. A la mañana siguiente, Enrique acudió a la oficina, con el texto metido en el mismo sobre. Todos los convocados se mostraban muy satisfechos con el producto. Enrique no dijo nada, hasta que llegó su turno. Se limitó a leer lo que había escrito. Se hizo un silencio espeso, que solo al cabo de un rato rompió el director: “Gracias, Enrique, tendremos en cuenta su valiosa aportación”. Enrique volvió a su casa. Se sentía aliviado, aunque inquieto. A los pocos días, en el intervalo publicitario de una película, apareció el anuncio, tal cual ya lo había visto. Aquel pobre diablo, casi anciano, aterido, barba descuidada… Y la insólita generosidad del tabernero. A Enrique se le saltaron las lágrimas y apagó el televisor.
A vueltas con el Cervantes Javier Sanz
Q
ue se sepa, la Ley de Transparencia no reserva ni una sola línea a promover la nitidez en la toma de algunas decisiones colegiadas, como las que se dan en el Consejo de Ministros o en la concesión del Premio Cervantes. Es una lástima. Frente al secretismo de las deliberaciones de quienes acceden al cargo de ministro, quizá no estuviera de más la presencia de unos ágiles taquígrafos que tomasen buena nota de reticencias o rechazos, a semejanza de los jueces cuando emiten votos discrepantes a una sentencia. Por lo mismo, los historiadores de la cultura dispondrían de un buen material con el que nutrir manuales y biografías si, al poco de que se hiciera público el nombre del ganador del Cervantes, se divulgasen los debates habidos entre los miembros del jurado, al modo en que se publican las intervenciones en coloquios o mesas redondas. Los aficionados podrían calibrar así la intensidad de los apoyos, el espesor de las impugnaciones, la fiereza de los asaltos a las buenas maneras, el rigor de las decisiones. Hubo un ministro que, en medio de una trifulca en torno a un premio Nobel que todavía no había sido honrado con el Cervantes, amagó con hacer públicas las actas de los premios que desde 1976 llevan el nombre del autor de El Quijote, para que se supieran los votos logrados por cada candidato. El de ministro es un cargo efímero en el que no siempre se cumplen los deseos, y aquella amenaza llegó muerta a los periódicos. Cuando los partidarios de Camilo José Cela vivieron como una ofensa el premio concedido en 1989 al paraguayo Augusto Roa Bastos, Jorge Semprún reveló que el autor de La colmena había logrado un solo voto del jurado y que en las dos ediciones anteriores ni siquiera había sido finalista. ¿Carecía Cela, premio Nobel de Literatura ese año, de mérito suficiente? Cada vez que se hace público el nombre del ganador, la rutina hace acto de presencia. Los periódicos convocan a los afines al premiado para que elogien al amigo y los preteridos se duelen en privado, a la espera de mejor ocasión. El momento álgido tendrá lugar el 23 de abril, cuando el afortunado reciba en Alcalá de Henares la medalla y el diploma que lo acreditan como digno sucesor de don Miguel. Del
SI PUEDES… NO TE LO PIERDAS
Igualdad afectiva No es sencillo dar título a un libro. En apenas unos caracteres se debe resumir el contenido del mismo y además despertar el interés del lector. El libro editado por Morata, de Katheleen Lynch, John Baker y Maureen Lyons, que, publicado en 2009, llega a España con el título de Igualdad afectiva. Amor, cuidados e injusticia, traduciendo el excelente trabajo sobre la perspectiva de la igualdad desde una nueva visión, que pone de relieve la desigualdad existente en nuestra sociedad en relación a la provisión y recepción de cuidados y de amor. Apoyándose en los resultados de una completa investigación, demuestra la importancia de la equidad afectiva en la construcción de las identidades y constata los vínculos entre las conexiones emocionales, las obligaciones éticas y morales, y el ofrecimiento de cuidados y de afecto. Es una problemática compleja, porque las
dinero, siempre grosero y vulgar, se hará entrega por vías menos ostensibles. Al Cervantes, que acostumbra a recompensar una trayectoria concluida, se accede por escalafón y, aunque no falten a veces los atajos en virtud de algún tipo de vínculo ni haya unanimidad en la atribución de los méritos y de la antigüedad, todo discurre con mansedumbre hasta el año siguiente. Hubo al menos una vez en que esa atonía aparente en que vive de puertas afuera el mundo cultural español se agitó de un modo impetuoso. El máximo galardón de las letras en español había recaído en Francisco Umbral, y las cámaras de televisión grabaron las palabras serviles con las que el escritor agradecía a un miembro del Gobierno el galardón. Irritado por una elección que consideraba inmerecida, Juan Goytisolo redactó un artículo furibundo en el que arremetía contra Umbral y denunciaba la “putrefacción de la vida literaria española”, “el triunfo del amiguismo pringoso y tribal” y “la apoteosis grotesca del esperpento”. Al calor de ese artículo –titulado Vamos a menos–, Goytisolo respondió a las preguntas de un periodista que le interrogó sobre qué haría si al año siguiente se le concedía a él el Cervantes. Según esa transcripción, Goytisolo había respondido: “Estoy dispuesto a firmarlo ante notario: no pienso aceptar el premio Cervantes nunca. No soy ningún bien nacional ni estoy dispuesto a admitir ningún premio nacional. Quien piense que escribí esa crítica para que me lo dieran a mí, es que no me conoce ni conoce mi obra”. Días atrás, como se sabe, el jurado convocado por el Ministerio de Cultura otorgó el Premio Cervantes a Juan Goytisolo. Si bien Semprún no llevó su amago al Boletín Oficial del Estado, y la Ley de Transparencia no obliga a hacer públicas las deliberaciones del tribunal, sí ha trascendido que fueron necesarias siete votaciones antes de conseguir una mayoría favorable. Lo reñido del fallo, ¿cuestionaba los merecimientos del autor de Reivindicación del conde don Julián, cuando parece fuera de toda duda su aportación a la literatura española? Por lo demás, en los 14 años transcurridos desde aquel embate dialéctico, Goytisolo parece haber cambiado su opinión sobre el premio. El próximo 23 de abril tiene una cita con Miguel de Cervantes en Alcalá de Henares y promete no faltar.
variables de género y clase social añaden matices y efectos nada desdeñables. Pone de manifiesto algo que ya intuíamos: que las desigualdades afectivas se refuerzan de especial manera, si en el punto de partida del que emergen ya se dan desigualdades económicas, políticas y culturales. Lynch, Baker y Lyons ejercen la investigación y la docencia en el Centro de Estudios para la Equidad y en el Centro de Estudios de la Igualdad, ambos del University College de Dublín, y convocan en la redacción del libro a un buen puñado de especialistas. Uno de los capítulos se dedica más de cerca al ámbito educativo, describiendo los diferentes trabajos de asistencia al aprendizaje. Desarrollar relaciones de apoyo, de amor, de ayuda o de solidaridad, es una dimensión fundamental para el ser humano, que se plasma no solo en actuaciones, sino también en las actitudes. La escuela es uno de los núcleos esenciales para el desarrollo emocional de los alumnos y debe ser proactiva al favorecer el marco saludable en el que se desarrolle la igualdad de condiciones en las relaciones afectivas. Cualquier profesional preocupado por la equidad y la justicia no debe dejar de considerar las propuestas de este libro.