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Hay que aprender a afrontar los lunes
Hay que aprender a afrontar los lunes, a leer las caras de las gentes que caminan en las veredas del Centro, a interpretar las marcas de las pisadas en los escalones gastados de los edificios públicos, a desentrañar los mensajes que quieren transmitir las sillas desordenadas en un aula al terminar la clase, a detectar el paso de un ave por el movimiento del aire en el crepúsculo, a equivocarse con certeza, a repiquetear las inquietudes frente a lo evidente, a calcular los días que nos quedan de vida, a soñar lo que va a suceder, a hacer leudar a fuerza de amasado, a repartir las barajas a contramano del azar, a escudriñar más allá de lo visible, a esperar que sane antes de arrancar la cáscara, a confiar en la semilla aunque el tallo se demore, a respirar como una marea acompañando los estados de la luna, y a descansar en la continuidad que nos trasciende. Hay que aprender que, como decía el maestro, nadie libera a nadie ni nadie se libera solo, nadie aprende solo, nadie sabe todo, nadie ignora todo, nadie crea sino a partir de las invenciones de quienes antes se pusieron a crear. Y sin embargo, nunca, jamás, en ningún lado, todo está hecho. Siempre hay algo que nace, algo que aparece, algo que inicia. Hay que aprender a amar lo que nace, y lo que va a nacer, incluso a costa nuestra y de nuestros aprendizajes, siempre viejos.
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