Muestra el senor de la rueda jdr

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PRESENTACIÓN

El Señor de la Rueda JDR El juego de rol que tienes entre manos está basado en la novela El Señor de la Rueda, de Gabriel Bermúdez Castillo, uno de los escritores de referencia en el panorama de la tantas veces injustamente olvidada ciencia ficción española. En este punto te estarás planteando si tal vez necesitarías leer la novela para jugar al juego. La respuesta es que no, no es imprescindible, pero si juegas a El Señor de la Rueda sin leer El Señor de la Rueda te arrepentirás. El universo en el que está ambientado es tan distinto a todo lo que has visto y a la vez tan familiar, que acabarás tentado a abrir las páginas de la novela que dio origen al juego. Y cuando lo hagas, preferirás haber descubierto de la mano de Sir Pertinax los secretos de este mundo de asfalto que será escenario de tus aventuras. Porque sí, estimado jugador, este libro contiene spoilers. No querría dejar pasar la oportunidad de mostrar a Gabriel García Bermúdez el agradecimiento infinito de Ediciones Epicismo por autorizarnos a llevar a cabo esta ardua empresa, y por hacerlo, además, con un entusiasmo, generosidad e ilusión extraordinarios. Trabajar con él ha sido un honor. Así que, sin más dilación, preparad vuestros patitos, revisad los depósitos de combustible, poned a punto vuestras lanzas flamígeras, conectad vuestras espadas a su pila y, sobre todo, no os paréis nunca porque esto empieza ya. Que el Rey Arturo os proteja.

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CAPÍTULO 1

Introducción ¿Qué es un juego de rol? Si nunca has jugado al rol es necesario que conozcas algunos fundamentos básicos sobre lo que es y en qué consiste: en esencia se trata de un grupo de amigos que se reúnen y construyen entre todos una historia interactiva. Para ello, crear unos personajes que ejercerán de alter ego en el mundo del juego. Habrán de interpretar dichos personajes, incluso cuando la personalidad de estos sea opuesta a la del jugador en cuestión. Y avanzar viviendo aventuras en las cuales podrán tomar sus propias decisiones, aceptando desafíos y obstáculos o rechazándolos, convirtiendo a quien conozcan en amigos o enemigos, etc… Podríamos definir la experiencia de jugar al rol como ver una película o leer un libro, con la salvedad de que aquí los jugadores forjan su propio destino con las decisiones que toman. Permitiendo que el guion cambie constantemente. ¿Qué es El Señor de la Rueda JDR? Es un libro que te dará los fundamentos necesarios para vivir aventuras en el universo creado por Gabriel Bermúdez Castillo en la novela El Señor de la Rueda. Para tal fin, el libro podría dividirse imaginariamente en dos partes; una es la parte ambiental, donde se describe el mundo y la sociedad con el mayor detalle posible, para que luego pueda ser imaginada por los jugadores. La otra es la parte estadística, la que contiene el reglamento, algo imprescindible para cualquier tipo de juego.

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Las reglas Todo juego necesita de un reglamento para funcionar, y los juegos de rol no son una excepción. En este caso se trata de un compendio de estadísticas que ganan aleatoriedad por medio de tiradas de dados, igual que ocurre en muchos de los jugos clásicos. A este compendio de reglas se le conoce con el nombre de Sistema de juego. Éste se utiliza en los momentos en los que la interpretación no permite resolver conflictos, ya sea en confrontaciones contra otros personajes, o en desafíos que pongan a prueba la habilidad del personaje en un campo concreto.

El Señor de la Rueda JDR Utiliza el aclamado Sistema Fate. Un sistema de juego que ha sido ganador de di-

versos premios, dado que es altamente descriptivo y que hace valer la interpretación por encima de las tiradas de dados. El sistema se encuentra descrito en este mismo libro en el capítulo 11. El sistema Fate es un sistema que posee una licencia OGL que puedes consultar al final de este manual. Director de juego y Jugadores Por último, y antes de pasar a la parte ambiental del juego, conviene explicar los dos tipos de jugadores que son necesarios para poder jugar una partida. Jugadores: los jugadores tienen la labor de encarnar a su personaje, tomar sus decisiones y describir a los demás cada cosa que desean que su personaje haga o diga. También son los encargados de realizar las tiradas de dados que correspondan a las acciones que impliquen a su personaje. A lo largo del juego nos referiremos a ellos como PJ (personajes jugadores). Director de Juego: el director de juego es el encargado de manejar a todos los personajes que no sean personajes jugadores. A los que se conoce como PNJ. Además, construirá la base de la historia, describirá a los jugadores todo aquello que ven, oyen o sienten, realizará las

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tiradas en las que estén involucrados los PNJ y ejercerá de árbitro a la hora de resolver dudas relacionadas con el sistema de juego. Por tanto, en el director de juego, al que en adelante llamaremos D.J, es en quien recae una mayor responsabilidad y por este motivo es imprescindible que él haya leído totalmente este libro, cosa que no es obligatoria para los jugadores.

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CAPÍTULO 2

El mundo Sobre el asfalto El mundo de El Señor de la Rueda es un planeta atravesado por innumerables carreteras de asfalto. Es importante saber que tanto para un caballero como para cualquier otro habitante de este mundo existen dos tabúes básicos. - Nunca se debe prestar atención a nada que esté más allá del quitamiedos que delimita la carretera. Más allá de estos se extienden grandes bosques, en los que transitan animales y dragones, sin embargo, se considera una zona indigna y por lo tanto la mera observación de ella es motivo de vergüenza. Esto no quiere decir que en algún momento no se escape una mirada furtiva, pero esta será, por lo general, involuntaria y breve. El deleite en la observación de aquello que escapa a los límites de la carretera supondría una vergüenza para aquel que cometiera tal bajeza. Acusar a un caballero de cometer semejante delito sería una ofensa que, sin duda, llevaría al ofendido a defender su honor con la ayuda de su lanza flamígera. En las justas a muerte es común que los caballeros traten de expulsar el castillocar de su oponente fuera de los límites de la carretera enfrentando la potencia de sus motores y la destreza de sus conductores. En el caso de que un caballero fuera derrotado de tal forma, él mismo procedería a darse muerte, pues semejante herida a su honor no es compatible con la vida. También es común expulsar de la carretera el castillocar de un caballero muerto en la batalla, si bien esto se hace con el fin de deshonrar a este. Es decir, no sería digno de un buen caballero echar de la carretera el cas-

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tillocar de un oponente muerto que ha luchado en buena lid respetando pulcramente los códigos de caballería, puesto que su valentía y gallardía merecerán el mayor de los honores. - Bajo ningún concepto se puede permanecer inmóvil. Este es, posiblemente, el acto más deshonroso para cualquier ser humano. Detenerse degradaría a cualquier persona o mecanoservus al nivel de un insecto. Ni siquiera es honroso hablar con alguien que no está en movimiento. Determinadas acciones, tales como hacer uso de un asteroide o resultar gravemente herido en una justa en la que el conductor ha muerto o sido inutilizado, hacen imposible mantener el castillocar o patito a velocidades altas. Sin embargo, en estos casos, el vehículo puede utilizar la función de automático, que mantendrá al caballero en un constante movimiento circular a una velocidad de dos kilómetros por hora. En el caso de que se produzca una colisión de dos castillocares o patitos durante una justa, el conductor deberá utilizar la marcha atrás para mantener al vehículo en movimiento. Si una avería, accidente o desperfecto producido por un combate inutilizaran el vehículo hasta el punto de detenerlo, la única salida para un caballero celoso de su honor sería el suicidio. Tipos de carreteras La red de carreteras supone un complicado intrincado. Existen dos tipos de carreteras en el mundo de El Señor de la Rueda: las avenidas principales y las carreteras salvajes. Es deber de todo caballero conocer de memoria el libro de rutas, incluidas las carreteras salvajes y desvíos principales. Avenidas Son las grandes arterias del mundo. Suponen las carreteras más grandes tanto en anchura, como en longitud y su principal fin es servir de nexo entre el circo

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Máximo Norte y el circo Máximo Sur, que marcan los dos extremos del mundo. En ellas se mueven la inmensa mayoría de vehículos. Están pensadas para que decenas de castillocares puedan circular por ellas con comodidad. Sus dimensiones pueden variar, pero es raro encontrar una avenida digna de tal nombre que tenga menos de doscientos metros de anchura. Las avenidas suponen para el caballero un gran centro social y de abastecimiento. En ellas se pueden ver el resto de castillocares, saludar a sus ocupantes, estar al día de la vida sentimental del resto de damas y caballeros y atender a las invitaciones de otros caballeros a fiestas y demás reuniones sociales. Por otro lado, en ellas se multiplican las posibilidades de justar y encontrar una dama a la que hacer el amor, si es que es su gusto. En cualquier caso, más adelante dedicaremos un capítulo a la vida social. En las avenidas se encuentran todas las variedades de asteroides con una gran facilidad, con lo que suponen las vías más recomendables en el caso de necesitar combustible, alimentos o cualquier otro suministro. Las avenidas más importantes son: • Gran avenida de la Galaxia: es la carretera más grande que existe y es el sueño de todo gran caballero en busca de aventuras. Es el gran centro de la vida social. En ella las ocasiones de justar y amar superan todo lo imaginable. • Avenida de Orión: se trata de una de las rutas principales hacia el circo Máximo Sur. • Avenida Aldebarán: fue el escenario done tuvieron lugar los famosos hechos que convirtieron a Sir La Cote Latipole en Señor de la Rueda. • Avenida Betelgeuse: esta avenida es próxima al circo Máximo Norte, hogar de Su Majestad el Rey Arturo. Esto implica que en ella abundan los vehículos lujosos y espe-

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cialmente engalanados, cuya acumulación es mayor que en cualquier otro lugar. Carreteras salvajes. Las carreteras salvajes no resultan tan atractivas como las avenidas para los grandes caballeros, acostumbrados a justar con contrincantes experimentados que eleven su gloria y fama entre sus iguales, sin embargo, por ese motivo suelen ser interesantes para los caballeros principiantes. A pesar de que estas carreteras son considerablemente más estrechas que una avenida, todas tienen unas dimensiones adecuadas para que un gran castillocar circule por ellas, con lo que su anchura no será nunca inferior a cincuenta metros. Estas vías tienen, además, un trazado mucho menos regular que las avenidas, con lo que sus curvas pueden suponer todo un reto para conductores diestros y sus baches, una gran ayuda en las artes amatorias. En las carreteras salvajes, al existir menos espacio para conducir, son comunes las discusiones y ofensas entre caballeros motivadas por maniobras bruscas en la conducción y actuaciones que no respetan el código de circulación u honor. Son estas discrepancias entre caballeros, así como las ofensas e improperios que por ellas intercambian, la causa más común de duelos en este tipo de vías. Uno de los principales reclamos para los nuevos caballeros son los dragones. La menor afluencia de caballeros en ellas hace que estas bestias se encuentren más a gusto en los bosques que son atravesados por carreteras salvajes, lo que hace que un caballero que desee buscar gloria y puntos honoríficos a costa de matar dragones elija siempre este tipo de vías. Por supuesto, en las carreteras salvajes el vehículo más común es el patito, aunque no es extraño cruzarse

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con castillocares que, en ocasiones, pueden ser de gran tamaño. Asteroide Los asteroides son lugares de aprovisionamiento situados en los laterales de las carreteras en los que se puede encontrar, según el tipo de satélite, cualquier cosa: desde alimento o combustible, hasta un sepulcro para descansar eternamente en movimiento. Todos los asteroides tienen la misma estructura, aunque su tamaño varía sensiblemente de unos a otros dependiendo principalmente, aunque no en exclusiva, de su utilidad. Son construcciones en forma de herradura que albergan una pista circular que a su vez enlaza con la carretera. Se puede acceder a su interior a través de una gran puerta en la que una flámula escarlata señala si el asteroide se encuentra o no ocupado por otro caballero. Es de suma importancia cerciorarse de que el asteroide está vacío antes de entrar, puesto que abastecerse a la vez que lo hace otro caballero se considera de muy mala educación. Sin embargo, es responsabilidad del caballero que ocupa el asteroide abastecerse con la mayor premura, a fin de que la espera de quienes necesiten hacer uso del asteroide sea lo más breve posible. De hecho, en los asteroides son comunes las disputas cuando el caballero que lo ocupa tarda un tiempo exagerado en aprovisionarse, o cuando el que espera apremia al que se abastece haciendo sonar su trompa heráldica y/o lanzando improperios verbales de mayor o menor intensidad. Ni que decir tiene que, por lo general, dichos improperios acaban siendo defendidos en combate resultando de ello, con relativa frecuencia, la muerte de uno de los dos implicados. Una vez dentro, como ya hemos indicado, el asteroide dispone de una pista circular en la que se suele transitar a una velocidad aproximada de dos kilómetros por hora, lo que permite tomar todo lo necesario mediante el uso del garfio de pillaje.

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Tipos de asteroide • Asteroides combustionis: la única misión de estos asteroides es suministrar combustible a los vehículos. Son los asteroides más pequeños. Para hacer uso de ellos no es preciso contar con puntos honoríficos, puesto que el combustible es completamente gratuito. • Asteroides partis: su tamaño es considerablemente mayor que el de los combustionis y en su interior se pueden encontrar ingenios mecánicos destinados a mejorar el funcionamiento del vehículo, tales como motores, depósitos o ruedas, además de una increíble variedad de células con las que ampliar las dependencias de los patitos, castillocares u otros vehículos. Cualquier adquisición que se realice en estos asteroides requiere de puntos honoríficos. • Asteroides cibi: son aquellos destinados al abastecimiento de comida, bebida y agua. Se puede hacer uso de ellos sin disponer de puntos honoríficos, pero solo unos pocos alimentos son gratuitos. Los alimentos que no requieren de gasto de puntos honoríficos no son apropiados para ofrecerse a invitados y en caso de que así fuera, ello pondría en un aprieto al anfitrión. Incluso el invitado podría sentirse ofendido al no tener comida digna en la mesa. Por otro lado, la lista de manjares que un asteroide cibi puede ofrecer es prácticamente ilimitada, y en ellos se pueden encontrar, carnes, pescados, cerveza y caldos de la mejor calidad, siempre y cuando se disponga de puntos de honor suficientes para gastar. • Asteroides vestis: los vestis son los asteroides dedicados al suministro de ropa. Son principalmente utilizados para proveer a las damas de joyas y vestidos provocativos que realcen sus encantos y dejen a la vista de los deseosos ojos de los hombres zonas de epidermis lo más grandes posible. • Asteroides medicáminis: suministran medicamentos y productos sanitarios. La adquisición de estos productos precisa del gasto de puntos honoríficos. Alrededor

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de estos asteroides es común encontrar vehículos de físicos en busca de clientes a los que sanar. • Asteroides omnia res: son los más grandes de todos, puesto que son estos asteroides los que mayor variedad de productos albergan. En ellos se pueden encontrar todas las demás cosas que el resto de asteroides no tienen: desde piezas para armaduras, instrumentos de forja, mobiliario, lámparas, tazas y un largo etcétera. Por supuesto, todos los productos que alberga tienen un precio, con lo que para entrar en un asteroide omnia res, es necesario tener puntos honoríficos para gastar.

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CAPÍTULO 3

Sociedad La sociedad en el mundo de El Señor de la Rueda es una sociedad pseudoestamental. Esto es que, si bien existe la posibilidad de elegir pertenecer a un estamento social u otro, una vez se forma parte de uno, es muy extraño pasar a formar parte de otro. Aunque sus misiones son distintas, todos ellos comparten la obligación de mantenerse en movimiento y atentos exclusivamente a lo que ocurra en el asfalto. Caballeros Forman el grupo social más numeroso y de más alto rango de la sociedad. Un aspirante a caballero se prepara durante toda su infancia y adolescencia para llegar a serlo. El camino no es fácil y es preciso el estudio de multitud de materias para alcanzar el objetivo. Un caballero debe conocer con el mayor grado de detalle posible los siguientes manuales: • Manual de Conservación y reparaciones: En él se contienen todos los conocimientos necesarios para la reparación de mecanoservus y vehículos. • Código de circulación: En él se incluyen todas las normas que regulan el tránsito de vehículos por avenidas y carreteras salvajes. • Manual de cortesía en ruta: Establece las normas de cortesanía requeridas de todo caballero

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para cada una de las situaciones que se puedan presentar en la circulación. • Lista General de Implementos disponibles: Como su nombre indica, en ella se contienen todos los útiles y herramientas que pueden utilizarse para mejorar el funcionamiento de su castillocar, de su mecanoservus e incluso para mejorar su armadura y armamento. Es el volumen más grande de todos los que un caballero debe estudiar. Anteriormente existía la costumbre de que los veteranos sometieran al aspirante a un pequeño examen antes de ser este armado caballero. Esa costumbre está en desuso aunque nada impide que alguno haga uso de su derecho y formule al futuro sir complejas preguntas antes de que el Rey Arturo acepte el nombramiento, la investidura y el nombre del nuevo caballero. Más adelante dedicaremos un capítulo en exclusiva a los caballeros, su formación y su investidura. Damas Las damas son, posiblemente, las personas más libres de esta sociedad. Ellas no tienen obligación conocida, su única ocupación es encontrar un compañero con el que satisfacer sus necesidades sexuales o una pareja más permanente con la que poder convivir. Las damas son las dueñas de su vida sexual y la disfrutan siempre que tienen oportunidad. Gustan de vestir ropas provocativas, que potencien al máximo sus virtudes físicas. Para ello, por supuesto, suelen buscar vestidos que muestren la mayor cantidad de piel posible. Son especialmente representativas las faldas, cuyas rajas dejan al descubierto ambas piernas, para deleite

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de los caballeros que las observan. De hecho, el vestir prendas que no cumplan estos requisitos sería considerado altamente inapropiado y, en los asteroides vestis es impensable que existan vestidos que no sigan el mismo perfil. Una dama puede elegir pareja cuando ella quiera. Hasta que esto ocurre, vive en el castillocar de su padre, lo que no es impedimento para que lleve una vida sexual plena, puesto que se considera de muy buena educación que las hijas del anfitrión hagan el amor al invitado y, sería muy descortés denegar la invitación (explicaremos esto con más detalle en el apartado dedicado a la etiqueta). Cuando una mujer es doncella o, lo que es lo mismo, no ha conocido varón y esté presta a hacer el amor para así transformarse en dama, cuelga en el castillocar de su padre un escudo en losange junto al escudo de este. De este modo todo aquel que se cruce en su camino o sea invitado a entrar en en vehículo sabrá de tal disposición y podrá mostrar su deseo de luchar como un caballero en el campo de batalla de las sábanas. Una vez que la doncella ha disfrutado de las artes amatorias, su tratamiento pasará a ser de Lady. Las damas tienen la capacidad de elegir con quién vivir, pudiendo permanecer en el castillocar de su padre o en el de un caballero que no viva en compañía de otra mujer. En ambos casos colgará del castillocar en el que se aloje su escudo, esta vez no será en losange, puesto que como hemos dicho este es propio de las doncellas, sino ovalado, que es el que corresponde a las señoras. Una vez se han instalado con un caballero, pueden cambiar de castillocar todas las veces que estimen oportuno si el caballero no les place o hay otro al que desean con más fervor. En cualquier caso, el hecho de que una dama viva con un caballero no implica que este goce de una exclusividad sexual sobre ella. Muy al contrario, ella podrá hacer el amor con quien le plazca o participar en las orgías que tan a menudo tienen lugar en las fiestas.

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Se puede dar el caso de que el caballero con el que se comparta castillocar muera en combate. En estas situaciones la dama pasará inmediatamente al castillocar del vencedor, puesto que el suyo por lo general será presa de las llamas y no tardará en explotar cuando el fuego alcance los depósitos de combustible. Una vez la dama, junto con sus mecanoservus de servicio, están en las dependencias del vencedor se presentan varias posibilidades: • Si el caballero vencedor no tiene el escudo de otra dama colgado de su castillocar, la nueva inquilina puede optar por colgar el suyo y ser a partir de entonces compañera del caballero vencedor del mismo modo que lo fue del vencido. • En el caso de que la dama no quiera compartir el lecho ni el castillocar con el vencedor por no ser de su gusto, este la alojará en unas estancias cómodas hasta encontrar a un eclesiástico o localizar a sus familiares. • Si la dama amaba tanto a su caballero que no quiere compartir el lecho ni el castillocar con caballero alguno, el vencedor le ofrecerá aposento hasta encontrar un vehículo ocupado por monjas en el que ella pueda iniciar la carrera monacal. Recientemente las damas han descubierto que el Rey Arturo no encuentra deshonroso que ellas conduzcan. A raíz de esto son cada vez más frecuentes las mujeres (sean doncellas, o de otro estamento social) que se encargan de conducir el castillocar, tanto en los trayectos rutinarios como durante las justas. Anteriormente, esta función la cumplían los mecanoservus. La nueva afición de las mujeres por la conducción ha modificado ligeramente el desenvolvimiento de las justas, puesto que con anterioridad, los mecanoservus solían cumplir con docilidad las órdenes de sus caballeros, cosa que, para alegría de unos y desgracia de otros, no es tan común con las damas. La experiencia ha demostrado además que el volante incendia el ánimo de las damas, volviendolas extrema-

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damente irascibles con los conductores de otros castillocares. Esto provoca más problemas cuantas más mujeres conducen, puesto que situaciones que en otros casos quedaban zanjadas discretamente por los mecanoservus, ahora desembocan en atroces intercambios de insultos entre ellas que, por lo general, son tan hirientes para la honra que acaban obligando a los caballeros a defenderla con las armas en una justa. Cuando una dama permanece en un castillocar durante mucho tiempo y forma una familia junto a su caballero, sus derechos no varían, pues podrá abandonarlo en el momento que estime oportuno y por la razón que sea. Las damas no tienen responsabilidad alguna sobre los hijos más allá del amor que les profesan, por lo que en el caso de que abandonen el castillocar, estos permanecerán bajo la tutela de su padre hasta que encuentren su camino en la vida. Es de extrema importancia destacar que no todas las mujeres en el universo de El Señor de la Rueda son damas. Esto es una elección, pues una mujer que no quiera vivir la vida carente de responsabilidades de las damas, puede, si es su gusto, formar parte de alguna de las otras clases sociales, con la excepción de la caballeresca. De este modo, muchas mujeres se convierten en eclesiásticas, físicas, o filósofas. Cuando este es el caso las mujeres no son consideradas damas, sino parte del estamento social elegido. A pesar de esto, las mujeres siempre gozan de la liberta sexual y de elegir pareja que se ha mencionado en el caso de las damas. Físicos Los físicos son aquellos que se dedican al cuidado de los enfermos y heridos, así como a controlar las múltiples enfermedades (no todas ellas conocidas) que se pueden contraer. La profesión de físico la pueden ejercer tanto hombres como mujeres y no provienen de una clase social o estamento distinto al de los caballeros; muy al contrario, es común que dentro de la misma familia existan tanto caballeros como eclesiásticos o filósofos.

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Proceso de formación A diferencia de los caballeros, los físicos no pueden formarse en el castillocar paterno, puesto que requieren de unos conocimientos y materiales muy específicos que no se encuentran en un castillocar convencional. Cuando un muchacho, o una doncella toman la decisión de optar por ser un físico, necesitan de una autorización previa por parte del mismísimo Rey Arturo. En cualquiera de los dos casos, están obligados a informar a su Majestad argumentando los motivos que les llevan a tomar tal decisión y, salvo que el monarca encuentre alguna objeción, cosa que rara vez ocurre, accede a que el aspirante demuestre su vocación y se gane el permiso real. Lo primero es designar al neófito a un físico, que generalmente es especialista y que se encarga de valorar si la vocación inicial es verdadera. Durante este tiempo, se conoce a estos aspirantes como SAT (Servidor Auxiliar de Terapias) y realizan para el físico labores de rango inferior, como lavar vendajes, preparar brebajes, bañar a enfermos e incluso tareas tan desagradables como incinerar vísceras y miembros amputados o limpiar los quirófanos. Si después de esta experiencia el aspirante decide seguir adelante, el físico certifica su vocación y con ello consigue el permiso real para empezar su formación como físico. Tras obtener el permiso real, el aspirante vuelve brevemente con su padre, y su Majestad informa a este del castillocar ambulatorii en el que ha decidido que reciba la formación inicial. En todos los castillocares ambulatorii existe una sala habilitada especialmente para formar a los nuevos físicos. En estas salas, de carácter exclusivamente formativo, los estudiantes cursan el PEFAF (Pro-

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grama Estándar para la Formación Adecuada de Físicos), cuya duración es exactamente de nueve días, en los que mediante enseñanzas a través del sueño y prácticas durante la vigilia, adquieren todos los conocimientos necesarios para hacer frente a los problemas que se van a encontrar en la carretera: heridas, quemaduras, partos, diagnóstico y tratamiento de todo tipo de enfermedades y cirugía menor. Una vez acabado el curso, los hasta ahora aspirantes, son considerados de hecho físicos y son recogidos de nuevo por sus padres, que tras ofrecer la oportuna fiesta para celebrar el paso definitivo a la edad adulta de su hijo o hija, proveen a este de un pequeño patito ambulatorii en el que saldrá a la carretera para vivir de forma independiente. Sin embargo, si las calificaciones obtenidas en el PEFAF han resultado extraordinarias, el proceso de formación continúa. En estos casos, el señor del castillocar ambulatorii, que hace las funciones de mentor de su estudiantes, informa al Rey Arturo de las extraordinarias aptitudes de uno o varios de sus nuevos físicos. Tras estudiar los méritos obtenidos por estos, el Rey Arturo otorga a quienes considera merecedores el honor de ser admitidos en la Real Escuela Artúrica de Formación de Físicos Especiales (REAFFE). Todo lo que pasa desde que el físico es aceptado por la REAFFE hasta que termina su curso forma parte del secreto profesional de los físicos. Nadie, salvo ellos, conocen el contenido y la metodología seguida durante el mismo. Al acabar su formación en la REAFFE, siguen el mismo proceso ya indicado: vuelven al castillocar de su padre y reciben una fiesta. Estos físicos, sin embargo, no reciben un castillocar, sino que colaboran con los grandes castillocares ambulatorii, en los que viven realizando aquellas prácticas que la mayoría de físicos no puede por no tener la formación necesaria. Por estas actividades reciben una gran cantidad de puntos honoríficos, que con el paso de los años les permiten a muchos de ellos tener su propio castillocar ambulatorii.

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Si el jugador opta por jugar con un físico deberá leer el Apéndice X. En ocasiones, si un físico no especialista demuestra una pericia sobresaliente en la práctica de la medicina, puede ser honrado por el Rey Arturo con formar parte de la siguiente promoción de físicos especialistas, para lo que seguirá los mismos pasos que cualquier otro alumno. Los físicos en la sociedad Los físicos son altamente apreciados en la sociedad y lo son mucho más los físicos veteranos, puesto que los años han hecho que muchos de los caballeros que circulan por las carreteras deban su vida a la pericia demostrada por estos. Es muy común que un caballero invite al físico que una vez le salvó la vida a todas las grandes fiestas que organiza o a atender los partos de su descendencia. Por otro lado, los caballeros siempre gustan de tener a un físico cerca, puesto que esto les da seguridad en los duelos. No en vano es famoso entre los caballeros el refrán que reza «No existe dama demasiado desnuda ni físico demasiado cerca». Las normas de cortesía no se diferencian de las exigidas a un caballero y se detallarán más adelante en el capítulo correspondiente a la etiqueta. Lo más normal en las reuniones sociales es el elogio del invitado al anfitrión y viceversa, así como la exageración de las gestas propias y/o ajenas. Obviamente, los físicos, por lo general, no pueden contar al mismo tipo de gestas que los caballeros, pero no dudan en relatar cómo en sus curas el paciente sufría de hemorragias por las que emanaban litros de sangre y cómo él curó con apenas recursos en un espacio ridículamente breve de tiempo heridas mortales de necesidad que habrían hecho desmayar al más bravo de sus colegas. Respecto a la relaciones entre sexos, no hay mucha diferencia, cuando estas son esporádicas. En las reuniones sociales hay múltiples oportunidades de que los físicos

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barones, cortejen tanto a damas como a otras físicas. De hecho, el profundo conocimiento de la anatomía femenina hace que muchos físicos tengan la fama de inventar posturas sexuales que ni tan siquiera existen en los manuales, lo que hace que, en ocasiones, resulten incluso más atractivos que el más apuesto de los caballeros. Por su parte, las físicas serán cortejadas como si de una dama se tratase y pueden, si lo desean, hacer invitaciones de carácter sexual al hombre que sea de su agrado. Teniendo en cuenta que igual que ocurre con el caso de las damas, es altamente descotés rechazar dichas propuestas. Caso aparte son las relaciones más duraderas. Generalmente, son pocas las damas que cuelgan su óvalo junto al de un físico, así como también escasean los caballeros que le piden a una física que cuelgue el suyo en su castillocar. Los físicos no pueden ofrecer, por lo general, las comodidades de un gran castillocar ni el prestigio de los grandes combates, y las físicas no siempre pueden estar disponibles por su ajetreado trabajo, lo cual no es del gusto de los caballeros. Sin embargo, no es imposible y son varios los casos que se han dado. Existen varios físicos emparejados con damas, aunque bien es cierto que esto es más común en los casos en los que estos son poseedores de grandes castillocar ambulatorii, lo que permite a las damas unos lujos comparables con los de cualquier castillocar de caballero. También existen las físicas que cuelgan su escudo en el castillocar de un caballero que ha quedado prendado de la belleza de la mujer y soporta con tesón la ajetreada vida de su compañera, mucho más activa e incómoda que la de cualquier dama. Además, las físicas, al igual que sus compañeros, tienen unos conocimientos de anatomía muy superiores a los de cualquier dama, lo que les permite llevar al caballero a límites de placer raramente conocidos por quien no ha amado a una física. Los físicos y la violencia Los físicos, por su naturaleza, no son personas violentas. Su sino es salvar vidas en lugar de quitarlas. Es

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por ello que por lo general solucionan sus conflictos mediante el diálogo y toleran las burlas y humillaciones con estoica paciencia. La mayoría de los caballeros los respetan, puesto que saben de su dificultad para defenderse en duelo, por lo que está mal visto provocar, humillar u ofender a los físicos. En ocasiones, sin embargo, el mal carácter de algunos caballeros o su desmedida afición por el alcohol hacen que se generen situaciones de tensión muy humillantes y ofensivas para algunos físicos. En estos casos, lo normal es que algún caballero salga en defensa del honor mancillado del físico y lo defienda con las armas si es preciso ante su ofensor. Sin embargo, en las ocasiones en las que la paciencia de un físico se agota o en que su carácter le hace menos predispuesto a tolerar humillaciones, no es imposible que responda con la violencia y rete al ofensor a un duelo, si bien este tendrá un formato distinto. Una vez que ambos contendientes han aceptado el duelo hay que obtener el permiso del Rey Arturo, quien tras escuchar los motivos que lo justifican dará o no su visto bueno a la celebración de la pelea. En caso afirmativo, será el físico el que elija las condiciones, dado que parte con la desventaja de que su castillocar no está preparado para la lucha ni él tiene entrenamiento para las contiendas ordinarias. No obstante, el duelo nunca será a muerte, pues iría en contra de los principios básicos de un físico. En caso de duelo, los físicos gustan, por lo general, de la lucha cuerpo a cuerpo sin armas, pues su conocimiento de la anatomía humana y de los puntos de dolor les permiten nivelar la desventaja inicial. Fue especialmente célebre el caso de Alex de Memmingen, quien tenía fama de ser tan buen físico como terco y malhumorado. Tanta era su terquedad y mal humor que rara era la fiesta en la que no acababa peleando con algún caballero. Parece ser que Memmingen era especialmente ducho en el arte de provocar dolor sin apenas esfuerzo por su parte a través de determinadas técnicas que llevaba años estudiando, y que publicó bajo el título de

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“Técnicas de lucha para la defensa del físico”, en la que se detallaban rápidos movimientos para provocar dolores insoportables sin mucha complicación para aquel que conociera lo suficientemente bien el cuerpo humano. Estas técnicas eran tan efectivas que muchos caballeros se rendían entre lágrimas pocos segundos después de haber comenzado el combate. Al cabo de un tiempo, Alex de Memmingen era tan temido como el caballero más ducho con la espada. Parece ser que el físico disfrutaba cada vez más de sus duelos y él mismo provocaba a los caballeros para llegar a las manos. Tal era el gusto por la lucha que el mismísimo Rey Arturo lo percibió y optó finalmente por negar al físico todas y cada una de las múltiples solicitudes de combate hasta que, tras muchos años, Alex de Memmingen murió de viejo. Filósofos Los filósofos son todas aquellas personas que se dedican a “caminos” distintos a la caballería, la medicina, la práctica religiosa y no son damas. Bajo este nombre se comprenden desde herreros hasta alquimistas; tanto si son hombres como mujeres. Son pocos los que optan por este camino, pues supone una vida en al que la aventura, la emoción y la gloria suelen brillar por su ausencia. Es precísamente por eso, que los filósofos de toda condición tienen fama de disfrutar de la vida y de su contemplación. Son por lo general afables, tranquilos y extremadamente pacientes, lo que les ha hecho ganar fama como buenos educadores. Todos aquellos caballeros que pueden, procuran que la educación de sus hijos corra a cargo de un fílósofo en lugar de dejarlo en manos de un mecanoservus. Sin embargo, la pequeña proporción de filósofos dentro de la sociedad hace de esto un lujo que no está al alcance de todos.

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Otro rasgo distintivo de los filósofos es su ausencia casi completa de ambición. No son personas que ansíen riqueza ni, como ya hemos citado, gloria. Esto se nota en sus vehículos, que muy pocas veces pueden considerarse castillocares y que se reducen a un pequeño taller destinado a la labor concreta del filósofo y una pequeña estancia doméstica. Sin embargo, ha habido algunos filósofos que han logrado acumular grandes riquezas. Fue famoso el caso de Ordoño de Rapín, quien fue conocido como el mejor decorador del mundo. Empezó con un pequeño vehículo con un minúsculo pero exquisitamente decorado módulo doméstico. En un principio pasó las penalidades propias de la mayoría de filósofos, pero cierto día fue invitado por casualidad a una fiesta ofrecida por Sir William de Agnez, quien por aquel entonces tenía colgado el escudo de Lady Adeleine de Kane, quien pasó toda la noche hablando con Ordoño de la conveniencia de cambiar tanto el mobiliario como la distribución de sus aposentos. Ordoño prometió a Lady Adeleine que, si seguía sus consejos, aquel castillocar sería la envidia del asfalto y admirado por todos sus invitados. Efectivamente así fue. Al día siguiente todos los que participaron en la fiesta separaron sus castillocar y siguieron su ruta excepto Ordoño, que quedó como invitado de Lady Adeleine. Juntos entraron en el primer asteroide omnia res que encontraron, en el que compraron amplias mesas de banquete con sillas de madera de enebro a juego, tapices de la mejor calidad, papeles para empapelar todas y cada una de las estancias del castillocar, así como nuevas cuberterías, platos y bandejas de arriesgadas formas y colores, lámparas, puertas, etcétera. El resultado fue que en poco menos de dos horas entre Lady Adeleine y Ordoño dilapidaron la inmensa fortuna de Sir William de Agnez. A pesar de la insistencia de Lady Adeleine, y para tranquilidad de Sir William, Ordoño no aceptó cobrar ni un solo punto honorífico por la asesoría y posterior decoración del castillocar. Sin embargo, tiempo después, tras nuevas fiestas organizadas por Lady Adaleine, todos los

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invitados quedaron admirados de la hermosa decoración y de la originalidad en la elección del mobiliario. En los meses sucesivos las peticiones se le acumulaban a Ordoño. Todas las damas ansiaban que se encargara de la decoración de sus castillocares y su fama alcanzó tal nivel que pronto le empezaron a ofrecer verdaderas fortunas por su consejo. El minúsculo módulo doméstico de Ordoño pasó en unos meses a convertirse en un suntuoso castillocar, con decenas de mecanoservus en el que celebraban fiestas semanalmente. Todos los invitados se asombraban de las extraordinarias ideas del anfitrión y de sus tan arriesgadas, como afortunadas, combinaciones de colores, formas e iluminaciones. Cada fiesta ampliaba la cantidad de clientes que ansiaban los servicios del decorador. Con el paso de los años, el castillocar de Ordoño llegó a ser tan grande y lujoso que muchos decían que rivalizaba con el del mismísimo Señor de la Rueda. Su prestigio subió con la misma intensidad que sus honorarios y eran muchos los caballeros que cambiaban de dirección cuando sospechaban que podrían cruzarse con Ordoño, temerosos de perder su fortuna como ya le pasara a Sir William de Agnez. Los filósofos y la violencia Los filósofos muy raramente llegan a una confrontación violenta. Como ya hemos indicado, por lo general, los filósofos son personas que han renunciado al uso de las armas como forma de vida. Por esta razón son tildados de cobardes por algunos caballeros y son el foco de sus burlas y provocaciones. Para soportar tales mofas, los filósofos suelen hacer acopio de su prácticamente infinita paciencia. Sin embargo, no son pocas la ocasiones en las que otros caballeros salen en defensa del filósofo y acaban luchando en defensa del honor de este. A pesar de lo dicho anteriormente, no es imposible que un filósofo, ante afrentas especialmente graves, opte por

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retar al caballero que ha puesto en duda su dignidad y defienda la misma por las armas. El procedimiento previo en estos casos es muy similar al que se requiere para la lucha entre un físico y un caballero. Obviamente, el duelo dista mucho de uno convencional, puesto que los vehículos de los filósofos suelen ser talleres que carecen por completo de equipación defensiva. Lo primero es que el filósofo lance al caballero las condiciones bajo las que quiere que sea el duelo. Esto es un privilegio que se les otorga para equilibrar así el desigual entrenamiento recibido. Estas condiciones dependen de la imaginación del filósofo, que, al contrario que los físicos suelen optar por modificar el escenario de la batalla agregando obstáculos o artilugios de su invención. Si el caballero acepta estas condiciones, ambos proceden a comunicar con el Rey Arturo, a quien informan de las condiciones acordadas. La contienda se celebrará únicamente si el Rey Arturo aprueba esas condiciones especiales. Su Majestad siempre tiene la última palabra. A diferencia de los duelos en los que el protagonista es un físico, estos duelos sí suelen acabar con la muerte de uno de sus contendientes, puesto que solo ofensas que requieren duelos a muerte podrían acabar con la casi infinita paciencia de la que hacen gala los filósofos. Los filósofos y la sociedad Todas las normas sociales explicadas son aplicables a los filósofos. Participan de la vida social y de las fiestas con la misma intensidad que lo hace cualquier caballero o dama, con las restricciones propias de quien no tiene aspiraciones a alcanzar la gloria. Los filósofos no suelen ser especialmente proclives a mantener relaciones sexuales con damas, puesto que éstas sienten poca o nula atracción hacia su personalidad paciente y poco ambiciosa. Además, al contrario que los físicos, no se conoce ninguna habilidad amatoria sobresaliente a los filósofos. Caso excepcional es el de los filó-

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sofos escritores o poetas, quienes poseen una delicadeza y facilidad para la rima muy superior a la de la mayoría de caballeros y que encandilan a las damas con mucha más facilidad susurrando al oído poemas provocativos y amorosos. Las filósofas lo tienen mucho más sencillo. Si son lo suficientemente bellas obtienen la misma atención por parte de caballeros que cualquier dama y no es extraño encontrar el escudo de una filósofa colgado de un castillocar, en el que ningún caballero pone pega alguna para instalar extraordinarios talleres para que ellas continúen con su actividad cotidiana. Es muy difícil que una dama opte por colgar su escudo ovalado del vehículo de un filósofo aunque, al igual que en el caso de los físico, si el filósofo en cuestión es poseedor de una riqueza sobresaliente no tendría por qué tener problema en encontrar una dama con la que compartir su vida temporal o permanentemente. Religiosos Los religiosos son todos aquellos que dediquen la mayor parte de su tiempo a predicar la palabra de Dios o a la oración. En él se distinguen los eclesiásticos, que son aquellos que viajan en solitario en su propio castillocar y los monjes y monjas, que viven en comunidades. Eclesiásticos Como hemos dicho, los eclesiásticos o eclesiásticas son personas que optan por predicar y difundir la palabra de Dios en solitario. Generalmente viven en patitos o castillocares muy humildes sin apenas comodidades. Si bien no existe distinción entre sexos, son mucho menos abundantes los casos de eclesiásticas que los de eclesiásticos. Los motivos son de seguridad, ya que desgraciadamente son muchos más de los deseables los desalmados que saquean y asaltan castillocares de religiosos aprovechándose de su poco gusto por la violencia. Han

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sido varias las eclesiásticas que han sufrido un asalto en su castillocar. La mayoría de ellas fueron, además, violadas por los asaltantes. Así que las mujeres que deciden dedicar su vida a la religión suelen optar por congregaciones de monjas en las que la seguridad es algo mayor. Los eclesiásticos lo son generalmente por vocación temprana. Fueron llamados por la fe en la niñez o adolescencia y optaron por la que, según muchos, es la vida más sacrificada del asfalto. Sin embargo, existe un grupo importante de religiosos que provienen de otros estamentos, principalmente de la caballería. Estos tienen el mismo rango social que sus compañeros pero, generalmente se nota en sus formas y modales que no llevan toda una vida de renuncia a la violencia. suelen ser más impulsivos y de complicado carácter comparados con sus semejantes. Monjes y monjas Las características de estos y los eclesiásticos son idénticas, con la única diferencia de que los monjes y monjas viven en comunidades que, aunque a grandes rasgos siguen los mismos patrones, pueden tener ciertas peculiaridades. Especialmente famosa es la orden de monjes Eolitas, cuya manera de entender la fe se basa en que Dios une los distintos frutos de su creación a través del aire. Así los Eolitas, para estar en un contacto más directo con Dios han decidido renunciar a los ropajes. Es común encontrar a gran parte de la comunidad en sus terrazas, con los ojos cerrados y los brazos abiertos sintiendo por todo su cuerpo desnudo la brisa en lo que ellos entienden como la forma más perfecta de oración. Los religiosos y la sociedad. Las normas sociales son las mismas que tiene el resto de la sociedad. La única diferencia se establecería en el caso de que una reunión se realizase en el interior de un monasterio, en el que se respetarían las costumbres de la orden anfitriona.

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Los religiosos renuncian expresamente a la vida en pareja y a formar una familia, puesto que en ocasiones los lazos familiares nublan el intelecto y hacen que recurrir a la violencia sea más atractivo de lo deseable. Sin embargo, no existe norma alguna que impida a un religioso o religiosa tener relaciones sexuales en el modo que estime oportuno. A pesar de lo dicho anteriormente, los religiosos no tienen una vida sexual especialmente activa comparada con la del resto de estamentos. Los motivos para esto son diversos: • Los religiosos no suelen participar en fiestas con la misma frecuencia que el resto de estamentos. Las fiestas generalmente implican una serie de excesos que despiertan los instintos más primarios, entre ellos la violencia y, tal y como hemos señalado, los religiosos evitan siempre que sea posible cualquier forma de violencia. • Los religiosos no tienen la posibilidad de cortejar a las damas y otras mujeres del mismo modo que otros estamentos, puesto que no pueden ofrecer en modo alguno una promesa de vida en pareja o amor romántico. Aunque estas promesas son en su mayoría una mera formalidad sin mayor intención de llevarlas a cabo, en el caso de los religiosos, dicha mentira es tan obvia que rompe el encanto del cortejo. • Las damas y otras mujeres no suelen sentirse atraídas por hombres tan poco dados a la violencia, puesto que consideran a esta como parte natural de la masculinidad. Es por ello que, aun en el caso de que exista cortejo, raramente se sienten interesadas • En el caso de las monjas. Su mayor dificultad en lo que respecta a encontrar compañeros de cama son sus vestimentas. Los hábitos de las religiosas no tienen como objetivo atraer a los hombres, como sí lo tienen los del resto de mujeres. Así, cuando las religiosas acuden a una fiesta, son siempre las mujeres que más porciones de piel cubren con sus ropajes, con lo cual resultan mucho me-

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nos atractivas que sus competidoras. A pesar de esto, es por lo general más fácil para las religiosas que para los religiosos encontrar compañero sexual. Esta peculiaridad en lo que respecta al sexo hace que los compañeros sexuales más habituales de los religiosos sean las religiosas. De vez en cuando los monasterios y los conventos se unen y celebran modestas fiestas que acaban en orgías memorables. Los religiosos y la violencia. Los religiosos tienen como objetivo principal en su vida evitar la violencia en la medida de lo posible, pero en ningún caso renuncian a ella. A diferencia del resto de estamentos, cuando luchan no lo hacen siguiendo unas reglas predeterminadas ni requieren del permiso del Rey Arturo, pues solo luchan en defensa propia. Generalmente, los religiosos y religiosas no tienen una formación específica en el arte de la lucha, sin embargo, más de un desalmado que ha intentado saquear el castillocar de un sirviente de Dios se ha topado con un duro rival. En los monasterios es bastante común que alguno o varios de los monjes hayan tenido antes una vida como caballeros, con lo que las propias comunidades planean qué hacer en caso de recibir visitas no deseadas. En muchos casos estos antiguos caballeros se han hecho cargo de mantener la seguridad de sus hermanos y han planeado verdaderas emboscadas a los asaltantes dignas del mejor estratega militar. Muchos conventos han copiado la idea y han optado por entrenar a las hermanas con más aptitudes en el manejo de la espada, con lo que, también ellas, han creado un equipo encargado de la seguridad de la hermandad en caso de necesidad.

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