Primera edición: 2008 Título original: The Raven Poe Allan, Edgar (autor) El Cuervo de Edgar Allan Poe; traduc. de Maximiliano Grego ilus. de Paty Blanco. México: Editorial Junco, 2008, 20 pp.: 21.5 x 28 cm (Colección. El Estribillo del Alma) ISBN de colección 978-968-9083-11-5 ISBN del título 978-968-9083-10-8 Comentarios y sugerencias: lectores@editorialjunco.com.mx www.editorialjunco.com.mx Tel. (55) 56 88 94 61 Editorial Junco de México, S.A. de C.V. Dirección editorial: Maximiliano Grego Diseño editorial: Elena Riefkohl y Víctor González Manivel D.R. © 2008, Maximiliano Grego (traducción) D.R. © 2008, Paty Blanco (ilustraciones) D.R. © 2008, Editorial Junco de México, S.A. de C.V. Sevilla 517. Int. 104 Portales C.P. 03300, México, D.F.
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Impreso en México / Printed in Mexico
E l C uervo Edgar A llan P oe Traducci贸n de Maximiliano Grego Ilustraciones de Paty Blanco
Una vez, al filo de una fúnebre medianoche, mientras débil y cansado [reflexionaba, entre oscuros y extraños libros de saberes olvidados, mientras cabeceaba, casi dormitando; de repente se oyeron unos golpeteos, como si suavemente tocaran, tocaran a la puerta de mi cuarto: «Es un visitante —murmuré— tocando suave a la puerta de mi cuarto, eso es todo, y nada más.»
Ah, recuerdo claramente que sucedió en un gélido diciembre, y cada una de las brazas moribundas daba forma a su fantasma sobre el piso. Con ansia deseaba que llegara la mañana, en vano había buscado en mis libros consuelo a mi dolor, dolor por la pérdida de Leonora, por la única y radiante princesa a quien los ángeles llaman Leonora, aquí ya sin nombre, nunca más.
Y el crujir escalofriante de la seda de las cortinas purpúreas me hechizó, llenándome de un fantástico terror nunca antes sentido; acallando los latidos de mi corazón, me puse en pie repitiendo: «Es un visitante tocando suave a la puerta de mi cuarto, un tardío visitante tocando suave a la puerta de mi cuarto, eso es todo, y nada más.»
Pronto mi alma se fortaleció, y ya sin titubeos hablé: «Señor —le dije— o señora, su perdón demando, pues la verdad es que estaba adormilado, y usted tocó tan endeble, tan endeble tocó a la puerta de mi cuarto, que dudé de haberlo oído.» Entonces abrí la puerta y quedé embelesado: había oscuridad, y nada más.
Busqué en la oscura profundidad largo rato, y largo rato permanecí asustado, temeroso, soñando sueños que ningún humano soñara; pero en el silencio misterioso la quietud callaba, y la única palabra dicha fue la palabra murmurada: «¿Leonora?» eso murmuré, y el eco la devolvió en un susurro: «¡Leonora!» solamente eso, y nada más.
De regreso a la recámara con mi alma quemándome por dentro, de repente oí de nuevo golpeteos, ahora con mayor poderío: «Seguramente —dije—, algo sucede en la celosía de mi ventana; hay que ver que hay allí, y así explorar en el misterio. Dejar que mi corazón se aquiete, y así explorar en el misterio. ¡Es el viento, y nada más!» 10
Entonces abrí la ventana, y entre suaves aleteos y revoloteos, presto entró un majestuoso cuervo ancestral; no hizo ni una reverencia, no se detuvo o paró un momento, y con aire de gran señor o de dama, se posó sobre el dintel de la puerta de mi cuarto, se posó en el busto de Palas, sobre el dintel de la puerta de mi cuarto, se posó, se instaló, y nada más. 11
Entonces este pájaro de ébano cambió mis tristes fantasías, y sonreí por la pureza de su semblante: «Aunque tu cresta esté rapada —dije— seguramente no eres ningún cobarde; cuervo ancestral que llegas de la ribera de la noche, dime, ¡cuál es tu señorial nombre en la ribera plutoniana de la noche!» Y el cuervo dijo: «Nunca más.»
Mucho me asombró que pájaro tan desgarbado hablara, aunque la respuesta tuviera poco sentido, y nada revelara; pues no podemos si no aceptar que ningún ser humano vivo había sido antes bendecido de ver a un pájaro posado en el dintel de su puerta, demonio alado posado en el busto esculpido de Palas, en el dintel de su puerta, con un nombre como, Nunca más.
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Pero el cuervo, posado solitario en el sereno busto, dijo sólo esas dos palabras, como si derramara su alma en esas dos palabras; sólo eso dijo, ni una pluma movió después, hasta que apenas murmurando dije: «Otros amigos se han ido antes; por la mañana él me dejará, como mis esperanzas me dejaron antes.» Y el cuervo dijo: «Nunca más.»
Sobresaltado por certera respuesta pronunciada: «Sin duda —pensé— lo que dice es todo lo que sabe articular, frase de algún amo triste a quien desastre inhumano le persiguió, y persiguió sin dar tregua hasta que sus canciones [tuvieron un solo estribillo, hasta que sus cantos tuvieron ese melancólico estribillo de Nunca, nunca más.»
Pero el cuervo seguía cautivando mis fantasías y haciéndome sonreír, de inmediato acerqué un sillón ante el pájaro y la puerta; y hundido en el terciopelo, empecé a unir fantasía tras fantasía, pensando en este pájaro ancestral, en lo que este desgarbado, flaco y ominoso pájaro ancestral, quiso decir al graznar, Nunca más. 14
Sentado estuve reflexionando, sin entregar palabra hablada al pájaro, cuyos ojos ardientes quemaban hasta el fondo de mi pecho; esto y más intentaba adivinar, sentado con la cabeza cómodamente reclinada en el cojín aterciopelado que la luz de la lámpara acariciaba, sobre el cojín purpúreo en el que Leonora se apoyaba, ¡y ya no usará, ah, nunca más! 15
Entonces, el aire se hizo denso como perfumado por un invisible brasero, balanceado por serafínes cuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado: «¡Miserable! —exclamé—, tu Dios te ha ofrecido un respiro, estos ángeles te han otorgado una poción de olvido [para tus recuerdos de Leonora; ¡bebe, oh, bebe este dulce líquido, y olvida a la ausente Leonora!» Y el cuervo dijo: «Nunca más.»
«¡Profeta! —dije—, ¡criatura del mal!, ¡profeta eres, demonio alado! ¿Enviado por el Tentador o arrojado por la tempestad a este plano costero desolado, a este terreno desértico y embrujado, a esta morada hechizada por el horror? ¡Dime, en verdad te imploro! ¿Hay bálsamo en Galaad? ¡Dime, dime, te imploro!» Y el cuervo dijo: «Nunca más.»
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«¡Profeta! —dije—, ¡criatura del mal!, ¡profeta eres, demonio alado! Por el Dios que los dos adoramos, y por el cielo que nos mira, dile a esta alma inundada de tristeza si un día en el distante Edén, podré abrazar a la noble princesa a quien los ángeles llaman Leonora, abrazar a la radiante princesa a quien los ángeles llaman Leonora.» Y el cuervo dijo: «Nunca más.»
«¡Sea esa palabra nuestra señal de despedida, demonio alado! —grité—, ¡vuelve a la tempestad, y a la negrura de la noche plutoniana! ¡Recoge tus plumas negras como señal de la mentira que ha sido descubierta! ¡Deja mi soledad intacta! ¡Abandona el busto del dintel de mi puerta! ¡Saca tu pico de mi corazón, y aleja tu cuerpo del dintel de mi puerta!» Y el cuervo dijo: «Nunca más.»
Y el cuervo nunca se marchó, aún está posado, aún está posado en el pálido busto de Palas, en el dintel de la puerta de mi cuarto; y sus ojos parecen los de un demonio condenado, y la luz de la lámpara que cae sobre él, dibuja su sombra en el suelo, y mi alma, que yace debajo de esa sombra, y se extiende sobre el suelo, ¡no se alzará, Nunca, nunca más! 18
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El Cuervo, de Edgar Allan Poe, se termin贸 de imprimir en abril de 2008 en los talleres de Dise帽os e Impresi贸n AF, S.A. de C.V., Juan A. Mateos 61, colonia Obrera, M茅xico, D.F.
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