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f «Recoge tus rosas mientras puedas pasa el tiempo y nada queda.» Robert Herrick (1591-1674)

Preludio

El conjunto de artículos que tiene el lector en sus manos abarca un largo periodo de mi ciclo vital. El primer artículo que publiqué en un periódico se titulaba «Tiranos, escépticos, estoicos, epicúreos, cínicos» (El Diario Montañés, 22 de mayo de 1979). Con antelación firmé (junto a Juan Irigoyen Sánchez-Robles) un conjunto de artículos —el primero apareció en 1978— sobre sociedad y política en La Hoja del Lunes, que entonces dirigía Juan G. Bedoya, entre otros una polémica con Eduardo Obregón sobre ADIC y los delirios autonómicos que servían de soporte discursivo a los nuevos grupos de interés que estaban configurándose en la antigua provincia de Santander. También colaboramos con El Diario Montañés, publicando a la sazón una serie de artículos sobre los partidos políticos y sus espacios electorales en la todavía provincia de Santander. Irigoyen y quien narra dimitimos de nuestros cargos en la di rección provincial del PCE una vez celebradas las elecciones de junio de 1977. Al siguiente año abandonamos el convento, cáustica caracterización de Claudio Rodríguez1 sobre la organización en la que pasé (1969-1978) mi juventud. Mis padres, mostrando tanto ternura


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La senda del extrañamiento


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Para mi esposa, Pilar, y mis hijos, Alba y Javier, con todo mi amor.


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Javier Díaz López

La senda del extrañamiento


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ÍNDICE

11

Autor: Javier Díaz López

Editor: José María Lafuente Llano Diseño Gráfico: Xesús Vázquez Coordinador Editorial: Juan Antonio González Fuentes © de los textos: Autores, 2011 © de la fotografía de cubierta: Jorge Fernández Bolado, 2011 © de las fotografías: Autores, 2011 © de esta primera edición: Ediciones La Bahía, 2011 Pol. Ind. de Heras - P 304 39792 Heras (Cantabria), España bahia@edicioneslabahia.com Tel.: +34942526251 Imprime: Bedia Artes Gráficas, S. C. San Martín del Pino, 7 - 39011 Santander Depósito legal: SA–791–2011 ISBN: 978-84-939191-1-5 Impreso en España - Printed in Spain

Todos los derechos reservados. Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamos públicos.

RECAPITULACIÓN

53 55 59 63 69 73 83 89 95 105 113

PENSAMIENTOS CRUZADOS

117 119 125 131 137 141 147 153 157 163

NADIE ES UNA ISLA

167 169 173 179 183 187 193 199 207

EL SOL NO BRILLARÁ NUNCA MÁS

Elogio de la teoría El esquema de Mandeville Simmel El reino de Santayana La vida es un rayo inteligente La sombra de la autoridad El científico y el catequista Sinergia Postmodernismo y éxtasis estilístico El cine según Suzanne K. Langer

Steiner y la utopía del domingo De la imaginación como estrategia situada Recuerdos del Club Transcendental El león y las masas Señales de humo Emily España, pesadilla y esperanza Recuerdos pessoanos La senda del extrañamiento

Ellingtonia Vivir es saltar Y Ella se fue Dame un poco de piel Chet Buscando a Logan Ayer está aquí El último puritano


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Para mi esposa, Pilar, y mis hijos, Alba y Javier, con todo mi amor.


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Autor: Javier Díaz López

Editor: José María Lafuente Llano Diseño Gráfico: Xesús Vázquez Coordinador Editorial: Juan Antonio González Fuentes © de los textos: Autores, 2011 © de la fotografía de cubierta: Jorge Fernández Bolado, 2011 © de las fotografías: Autores, 2011 © de esta primera edición: Ediciones La Bahía, 2011 Pol. Ind. de Heras - P 304 39792 Heras (Cantabria), España bahia@edicioneslabahia.com Tel.: +34942526251 Imprime: Bedia Artes Gráficas, S. C. San Martín del Pino, 7 - 39011 Santander Depósito legal: SA–791–2011 ISBN: 978-84-939191-1-5 Impreso en España - Printed in Spain

Todos los derechos reservados. Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamos públicos.

RECAPITULACIÓN

53 55 59 63 69 73 83 89 95 105 113

PENSAMIENTOS CRUZADOS

117 119 125 131 137 141 147 153 157 163

NADIE ES UNA ISLA

167 169 173 179 183 187 193 199 207

EL SOL NO BRILLARÁ NUNCA MÁS

Elogio de la teoría El esquema de Mandeville Simmel El reino de Santayana La vida es un rayo inteligente La sombra de la autoridad El científico y el catequista Sinergia Postmodernismo y éxtasis estilístico El cine según Suzanne K. Langer

Steiner y la utopía del domingo De la imaginación como estrategia situada Recuerdos del Club Transcendental El león y las masas Señales de humo Emily España, pesadilla y esperanza Recuerdos pessoanos La senda del extrañamiento

Ellingtonia Vivir es saltar Y Ella se fue Dame un poco de piel Chet Buscando a Logan Ayer está aquí El último puritano


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213 215 221 225 231 239 245 251 257 263

CUADRADO NEGRO SOBRE FONDO BLANCO

269 271 279

ESTA TIERRA ES TU TIERRA

Una noche en el Palacio del Té Amarillo, azul y rojo La estrella del pastor El rey de los gatos ¿Qué fue de la loba? Descubriendo el pasado Oteiza o la memoria del vacío metafísico Schnabel de nuevo Buddy Boetticher

285 293 299 307 313 319 325 329 335 339 345 355 363 369 375

¿Qué significa esa cosa llamada Atenas del Norte? Reflexiones abiertas sobre el lugar de Jesús Ibáñez en la investigación social Egusquiza o la conciencia del buque fantasma La búsqueda de Jesús Avecilla Tiempos sin tiempo La rosa de los vientos Gary Stephan y el arte de pintar Siboney Un centro de arte moderno no es un proyecto utópico Hacia una Filmoteca regional La Ortiga, dos años después El jazz en Santander: del Drink a la Caja Thomasia Willem Breuker Kollektieff: tres décadas de creatividad y autenticidad Ken Vandermark o la tradición de lo nuevo Ritmo + alma = Hacienda Brothers Janácek, el Prazak Quartet y las pequeñas naciones

381

CONVERSANDO CON STEVE LACY (en colaboración con Edward Fuente)

389

ANEXO

Recapitulación


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213 215 221 225 231 239 245 251 257 263

CUADRADO NEGRO SOBRE FONDO BLANCO

269 271 279

ESTA TIERRA ES TU TIERRA

Una noche en el Palacio del Té Amarillo, azul y rojo La estrella del pastor El rey de los gatos ¿Qué fue de la loba? Descubriendo el pasado Oteiza o la memoria del vacío metafísico Schnabel de nuevo Buddy Boetticher

285 293 299 307 313 319 325 329 335 339 345 355 363 369 375

¿Qué significa esa cosa llamada Atenas del Norte? Reflexiones abiertas sobre el lugar de Jesús Ibáñez en la investigación social Egusquiza o la conciencia del buque fantasma La búsqueda de Jesús Avecilla Tiempos sin tiempo La rosa de los vientos Gary Stephan y el arte de pintar Siboney Un centro de arte moderno no es un proyecto utópico Hacia una Filmoteca regional La Ortiga, dos años después El jazz en Santander: del Drink a la Caja Thomasia Willem Breuker Kollektieff: tres décadas de creatividad y autenticidad Ken Vandermark o la tradición de lo nuevo Ritmo + alma = Hacienda Brothers Janácek, el Prazak Quartet y las pequeñas naciones

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CONVERSANDO CON STEVE LACY (en colaboración con Edward Fuente)

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ANEXO

Recapitulación


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f «Recoge tus rosas mientras puedas pasa el tiempo y nada queda.» Robert Herrick (1591-1674)

Preludio

El conjunto de artículos que tiene el lector en sus manos abarca un largo periodo de mi ciclo vital. El primer artículo que publiqué en un periódico se titulaba «Tiranos, escépticos, estoicos, epicúreos, cínicos» (El Diario Montañés, 22 de mayo de 1979). Con antelación firmé (junto a Juan Irigoyen Sánchez-Robles) un conjunto de artículos —el primero apareció en 1978— sobre sociedad y política en La Hoja del Lunes, que entonces dirigía Juan G. Bedoya, entre otros una polémica con Eduardo Obregón sobre ADIC y los delirios autonómicos que servían de soporte discursivo a los nuevos grupos de interés que estaban configurándose en la antigua provincia de Santander. También colaboramos con El Diario Montañés, publicando a la sazón una serie de artículos sobre los partidos políticos y sus espacios electorales en la todavía provincia de Santander. Irigoyen y quien narra dimitimos de nuestros cargos en la di rección provincial del PCE una vez celebradas las elecciones de junio de 1977. Al siguiente año abandonamos el convento, cáustica caracterización de Claudio Rodríguez1 sobre la organización en la que pasé (1969-1978) mi juventud. Mis padres, mostrando tanto ternura


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La senda del extrañamiento

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como perplejidad, se preguntaban por qué dejaba la política tras tantos años de riesgo y sacrificio, también de ellos, justo en el momento en que podía dedicarme a ella en libertad. En la decisión que Irigoyen y yo tomamos, jugaron un papel decisivo, además de nuestra propia experiencia reflexiva, los tres encuentros que mantuvimos con Fernando Claudín en una cafetería de la madrileña Glorieta de Quevedo. Aquellos artículos suscritos con Irigoyen, releídos hoy, qué desasosiego, son textos de ruptura vital e intelectual; reflejan melancolía y escepticismo, sí, a raudales, pero, también fe y confianza en nuestras posibilidades como sujetos tras largos años de actividad antifranquista —salpicada de represión política y académica—, como el paso del tiempo ha evidenciado. «Good Bye Sweet Dreams» (True Love Cast out All Evil, Chemical Underground, 2010), vocea Roky Erickson. Ya está. La vida y nada más (y nada menos). Superada la pesadilla, llegó el momento de materializar los sueños, de abordar los proyectos aplazados, de reconstruir las vidas, de ser y estar en el mundo: cada uno tenía que ser lo que no había podido ser antes.Y se produjo la dispersión, más que el trillado desencanto. De eso trataba mi primer artículo personal, abstruso, típico del escritor principiante que quiere llamar la atención con citas à la page (Stéphane Mallarmé, Conde de Lautremont, Friedrich Hölderlin y Dylan Thomas) y frases crípticas por doquier: tras la restauración democrática, ya éramos personas, podíamos evolucionar y colocarnos nuestra verdadera máscara o cambiar de ella cuantas veces quisiéramos si así lo decidíamos (muchos se hicieron profesionales de esto último, pulverizando, sino escarneciendo, los argumentos de El fin de las ideologías de Daniel Bell). El último artículo escrito aquí reproducido, «Vandermark o la tradición de lo nuevo», fue publicado el 15 de mayo de 2007 también en

15

Recapitulación

El Diario Montañés. Entre el primero y el último, han transcurrido casi tres décadas, tres decenios alteradores. Durante estos casi treinta años he publicado en la prensa provincial/regional (Hoja del Lunes, Alerta y El Diario Montañés), sobre todo, algo más de un centenar de ensayos cortos, entrevistas, reseñas de libros, exposiciones y conciertos y artículos de opinión. Tales textos constituyen una porción reveladora de mi obra escrita (desperdigada en libros, revistas, catálogos y enciclopedias) y muchos de ellos, como expondré más adelante, poseen un significado formativo y sentimental muy especial para mí. Estos escritos publicados en prensa, que reaparecen tal y como fueron pensados, con escasas modificaciones, sin apenas notas a pie de página y anexo bibliográfico, como corresponde al género y al medio, y exentos de las coletillas periodísticas (ajenas al autor) que acompañaron su divulgación, restaurados, por así decirlo, de los que aquí se ofrece una amplia y representativa selección, atraviesan mi vida profesional: siendo sociólogo freelance; durante mi período como asesor de Comunicación y coordinador del Palacete del Embarcadero de la Junta del Puerto de Santander; mientras tuve un gabinete de Proyectos Culturales, Investigación y Comunicación; como profesor universitario asociado (en la difunta Escuela Universitaria de Graduados Sociales) y con dedicación exclusiva (en la Universidad de Cantabria), los artículos de prensa han constituido un medio de expresión de mis preocupaciones textuales y cívicas, una extensión miniaturizada de mi actividad reflexiva, investigadora y crítica. El título de este libro es el mismo que el del artículo que escribí sobre W. G. Sebald (incluido en esta recopilación). La palabra extraño/a me ha acompañado a lo largo de casi toda mi vida, desde que a los dieciséis años decidí cruzar el río y separarme de la vida ordinaria de aquella España cutre, funesta y atroz, desde que me alisté 2 al conjunto cívico nacional que


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La senda del extrañamiento

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como perplejidad, se preguntaban por qué dejaba la política tras tantos años de riesgo y sacrificio, también de ellos, justo en el momento en que podía dedicarme a ella en libertad. En la decisión que Irigoyen y yo tomamos, jugaron un papel decisivo, además de nuestra propia experiencia reflexiva, los tres encuentros que mantuvimos con Fernando Claudín en una cafetería de la madrileña Glorieta de Quevedo. Aquellos artículos suscritos con Irigoyen, releídos hoy, qué desasosiego, son textos de ruptura vital e intelectual; reflejan melancolía y escepticismo, sí, a raudales, pero, también fe y confianza en nuestras posibilidades como sujetos tras largos años de actividad antifranquista —salpicada de represión política y académica—, como el paso del tiempo ha evidenciado. «Good Bye Sweet Dreams» (True Love Cast out All Evil, Chemical Underground, 2010), vocea Roky Erickson. Ya está. La vida y nada más (y nada menos). Superada la pesadilla, llegó el momento de materializar los sueños, de abordar los proyectos aplazados, de reconstruir las vidas, de ser y estar en el mundo: cada uno tenía que ser lo que no había podido ser antes.Y se produjo la dispersión, más que el trillado desencanto. De eso trataba mi primer artículo personal, abstruso, típico del escritor principiante que quiere llamar la atención con citas à la page (Stéphane Mallarmé, Conde de Lautremont, Friedrich Hölderlin y Dylan Thomas) y frases crípticas por doquier: tras la restauración democrática, ya éramos personas, podíamos evolucionar y colocarnos nuestra verdadera máscara o cambiar de ella cuantas veces quisiéramos si así lo decidíamos (muchos se hicieron profesionales de esto último, pulverizando, sino escarneciendo, los argumentos de El fin de las ideologías de Daniel Bell). El último artículo escrito aquí reproducido, «Vandermark o la tradición de lo nuevo», fue publicado el 15 de mayo de 2007 también en

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Recapitulación

El Diario Montañés. Entre el primero y el último, han transcurrido casi tres décadas, tres decenios alteradores. Durante estos casi treinta años he publicado en la prensa provincial/regional (Hoja del Lunes, Alerta y El Diario Montañés), sobre todo, algo más de un centenar de ensayos cortos, entrevistas, reseñas de libros, exposiciones y conciertos y artículos de opinión. Tales textos constituyen una porción reveladora de mi obra escrita (desperdigada en libros, revistas, catálogos y enciclopedias) y muchos de ellos, como expondré más adelante, poseen un significado formativo y sentimental muy especial para mí. Estos escritos publicados en prensa, que reaparecen tal y como fueron pensados, con escasas modificaciones, sin apenas notas a pie de página y anexo bibliográfico, como corresponde al género y al medio, y exentos de las coletillas periodísticas (ajenas al autor) que acompañaron su divulgación, restaurados, por así decirlo, de los que aquí se ofrece una amplia y representativa selección, atraviesan mi vida profesional: siendo sociólogo freelance; durante mi período como asesor de Comunicación y coordinador del Palacete del Embarcadero de la Junta del Puerto de Santander; mientras tuve un gabinete de Proyectos Culturales, Investigación y Comunicación; como profesor universitario asociado (en la difunta Escuela Universitaria de Graduados Sociales) y con dedicación exclusiva (en la Universidad de Cantabria), los artículos de prensa han constituido un medio de expresión de mis preocupaciones textuales y cívicas, una extensión miniaturizada de mi actividad reflexiva, investigadora y crítica. El título de este libro es el mismo que el del artículo que escribí sobre W. G. Sebald (incluido en esta recopilación). La palabra extraño/a me ha acompañado a lo largo de casi toda mi vida, desde que a los dieciséis años decidí cruzar el río y separarme de la vida ordinaria de aquella España cutre, funesta y atroz, desde que me alisté 2 al conjunto cívico nacional que


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La senda del extrañamiento

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pugnaba por un país libre y civilizado: y ese es un hándicap ético que arrastramos muchos de los que estuvimos allí y nos acordamos de ello, por emplear el eslogan de Joe Boyd3,que todavía seguimos aquí. El renombrado, merecidamente, poema Elegía y recuerdo de la canción francesa de Jaime Gil de Biedma4, no sirve a nosotros, hijos de la posmodernidad, hecho cultural5 del que tuvimos conocimiento tarde, para no variar. Nos gusta, cómo no, la vieja canción francesa, pero nos concierne más el soul, el extremo oscuro de la calle6: A Change is Gonna Come, la composición de Sam Cooke, la estrella más deslumbrante de la constelación pop,es nuestra canción. Fue publicada en Ain’t That Good News, el último álbum grabado en estudio por Cooke, en 1964, el año de la gran ruptura cultural que aconteció en las sociedades tardoliberales. Esa dificultad acumulada, añadida —el hecho de defender perspectivas estéticas y éticas normalizadas en las sociedades avanzadas y extrañas todavía aquí—, esa disyunción cultural, sigue siendo un problema intergeneracional de gran relevancia sociocultural y política en nuestro país (aunque no tanto como a finales de los sesenta) y, exageradamente, en nuestra cotidianidad autonómica, aunque este asunto clave de la modernidad no se expresa actualmente en la periferia con el dramatismo de antaño, pues la vida humana, en ese país de países que es la republica cosmopolita7, ya no es la misma (la interacción planetaria se ha acelerado de manera asombrosa en los últimos sesenta años). Quizás fuera aquella maravillosa canción que alumbró mi/nuestra infancia, Stranger in Paradise8, que grabó el inimitable Tony Bennett en el año 1953, cuando vine a este caos-mundo ordenado9, la culpable de esta estupefacción mundializada. Y en 1966, el hit número uno de la extrañeza: Frank Sinatra con Strangers in the Night (KaempfertSingleton-Snyder, Reprise) —todavía conservo el single que Hispavox

17

Recapitulación

publicó en nuestro país—, con su Dooby dooby doo, nos remató (aunque mi Sinatra preferido es el de las grabaciones realizadas para el sello Capitol entre 1951 y 1963, uno de los momentos dorados de la música popular moderna del pasado siglo). La marginación del capital cultural extrañado que emerge tras la gran quiebra operada en el mundo después del fin de la Segunda Guerra Mundial, insisto, sigue siendo un inconveniente estructural de gran calado nacional, que se ha agravado en estos últimos quince años tras la depresión económica de los noventa10: el referente es el dinero, querido, y tú eres un paria idealista, un mensajero del pasado, venían a decirte aquellos que hoy están con la soga al cuello y preguntando ahora, sotto voce, quién es quién en el mundo de la cultura: el referente, querido camarada, me decía alguna sombra del pasado, es la economía, y no la cultura, una disciplina que progresivamente ha ido perdiendo su carácter de ciencia social para, de ese modo, entrar, ilusamente, en el universo teórico-empírico de la ciencia natural, una patraña epistemológica descomunal que, con sus seudopredicciones interesadas, ha llevado al mundo a una catástrofe congelada de consecuencias imprevisibles. Demasiada economía y poca cultura. O demasiada economía de la cultura y escasa, o nula, autocultivación del sujeto: un divorcio suicida, cuando son realidades complementarias, que explica la profunda desestructuración que la sociedad española ha experimentado en este período de crecimiento ficticio: si hubieran contado con los extraños nos hubiera ido mejor a todos (como así ha sucedido en todas las sociedades que han asumido la modernidad). De normalización y reconocimiento del extrañamiento hablamos, por tanto. Pero hay otras razones, de carácter histórico-temporal y cognitivo, conectadas con esta última observación, de carácter autobiográfico,


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pugnaba por un país libre y civilizado: y ese es un hándicap ético que arrastramos muchos de los que estuvimos allí y nos acordamos de ello, por emplear el eslogan de Joe Boyd3,que todavía seguimos aquí. El renombrado, merecidamente, poema Elegía y recuerdo de la canción francesa de Jaime Gil de Biedma4, no sirve a nosotros, hijos de la posmodernidad, hecho cultural5 del que tuvimos conocimiento tarde, para no variar. Nos gusta, cómo no, la vieja canción francesa, pero nos concierne más el soul, el extremo oscuro de la calle6: A Change is Gonna Come, la composición de Sam Cooke, la estrella más deslumbrante de la constelación pop,es nuestra canción. Fue publicada en Ain’t That Good News, el último álbum grabado en estudio por Cooke, en 1964, el año de la gran ruptura cultural que aconteció en las sociedades tardoliberales. Esa dificultad acumulada, añadida —el hecho de defender perspectivas estéticas y éticas normalizadas en las sociedades avanzadas y extrañas todavía aquí—, esa disyunción cultural, sigue siendo un problema intergeneracional de gran relevancia sociocultural y política en nuestro país (aunque no tanto como a finales de los sesenta) y, exageradamente, en nuestra cotidianidad autonómica, aunque este asunto clave de la modernidad no se expresa actualmente en la periferia con el dramatismo de antaño, pues la vida humana, en ese país de países que es la republica cosmopolita7, ya no es la misma (la interacción planetaria se ha acelerado de manera asombrosa en los últimos sesenta años). Quizás fuera aquella maravillosa canción que alumbró mi/nuestra infancia, Stranger in Paradise8, que grabó el inimitable Tony Bennett en el año 1953, cuando vine a este caos-mundo ordenado9, la culpable de esta estupefacción mundializada. Y en 1966, el hit número uno de la extrañeza: Frank Sinatra con Strangers in the Night (KaempfertSingleton-Snyder, Reprise) —todavía conservo el single que Hispavox

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Recapitulación

publicó en nuestro país—, con su Dooby dooby doo, nos remató (aunque mi Sinatra preferido es el de las grabaciones realizadas para el sello Capitol entre 1951 y 1963, uno de los momentos dorados de la música popular moderna del pasado siglo). La marginación del capital cultural extrañado que emerge tras la gran quiebra operada en el mundo después del fin de la Segunda Guerra Mundial, insisto, sigue siendo un inconveniente estructural de gran calado nacional, que se ha agravado en estos últimos quince años tras la depresión económica de los noventa10: el referente es el dinero, querido, y tú eres un paria idealista, un mensajero del pasado, venían a decirte aquellos que hoy están con la soga al cuello y preguntando ahora, sotto voce, quién es quién en el mundo de la cultura: el referente, querido camarada, me decía alguna sombra del pasado, es la economía, y no la cultura, una disciplina que progresivamente ha ido perdiendo su carácter de ciencia social para, de ese modo, entrar, ilusamente, en el universo teórico-empírico de la ciencia natural, una patraña epistemológica descomunal que, con sus seudopredicciones interesadas, ha llevado al mundo a una catástrofe congelada de consecuencias imprevisibles. Demasiada economía y poca cultura. O demasiada economía de la cultura y escasa, o nula, autocultivación del sujeto: un divorcio suicida, cuando son realidades complementarias, que explica la profunda desestructuración que la sociedad española ha experimentado en este período de crecimiento ficticio: si hubieran contado con los extraños nos hubiera ido mejor a todos (como así ha sucedido en todas las sociedades que han asumido la modernidad). De normalización y reconocimiento del extrañamiento hablamos, por tanto. Pero hay otras razones, de carácter histórico-temporal y cognitivo, conectadas con esta última observación, de carácter autobiográfico,


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La senda del extrañamiento

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que justifican, a nivel reflexivo, el título de este libro. Toda esa familia verbal del extrañamiento (alienación/enajenación/desplazamien to/discriminación/marginación/aniquilación), ha sido estrujada al máximo por filósofos y científicos sociales tan variados como Georg W. F. Hegel, Ludwig Feuerbach y Karl Marx, Georg Simmel, Emile Durkheim, Max Weber, Theodor Adorno, Walter Benjamin y Alfred Schutz, Claude Levi-Strauss y Clifford Geertz, Herbert Marcuse, Erving Goffman, Michel Foucault, Howard S. Becker y Ned Polsky, Norbert Elias y Robert Blauner, Peter L. Berger y Peter Sloterdijk, Tzvetan Todorov, Michel de Certeau, Richard Sennett y Zygmunt Bauman. Procede colegir de esta proliferación discursiva, en consecuencia, que este asunto del extrañamiento es uno de los subtextos principales de la modernidad. El sujeto (pos)moderno, forjado en la ciudad, ha sido multi-interpretado, como corresponde a la diversidad de facetas (trabajo, consumo, familia, sexualidad, cultura, vida cotidiana, pluralismo, secularización…) que han configurado su compleja identidad11.Y en ese contexto, el extrañamiento constituye una regularidad del sueño de la sociedad industrial y de su post correspondiente, un sueño histórico que ha albergado tanto a la alucinación totalitaria como a la emancipación democrática del sujeto y que, también, ha espoleado el lema horaciano del sapere aude 12, que hizo suyo la Ilustración, como nunca hizo hasta ahora otra formación social conocida aun que, como el arco y la lira de Heráclito13, esta construcción social ha encontrado su opuesto en la pesadilla burocrática que tan luci damente advirtieron, a través de medios expresivos diferenciados, Max Weber y Franz Kafka. Y así, esta configuración social ha producido una literatura del extrañamiento, connotación que era para Victor Shklovski 14 la

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Recapitulación

verdadera razón de ser del arte, una clase literaria apabullante en logros formales y temáticos, en combinaciones experiencia-conocimiento-estilo en verdad magistrales: Rainer M. Rilke, Franz Kafka, Joseph Roth, Robert Walser, Robert Musil, Karl Kraus, Herman Broch, Georg Trakl, Elias Canetti, Gertrude Stein, James Joyce, Ezra Pound, T. S. Eliot, Wistan H. Auden, D. H. Lawrence, Fernando Pessoa, Antonin Artaud, Louis F. Céline, Raymond Roussel, Albert Camus, Julien Gracq, Georges Perec, Willian Faulkner, Vladimir Nabokov, J. D. Salinger, Richard Wright, Ralph Ellison, Carson Mc Cullers, John Ashbery, Robert Creeley, Thomas Pynchon, Willian Gaddis, Samuel Beckett, Thomas Bernhard, Hartmut Lange, Peter Handke, W. G. Sebald, Raymond Carver, Cormack McCarthy, Don DeLillo y muchos más… La senda del extrañamiento. Y en mi memoria personal, el Julio Cortázar de La vuelta al día en ochenta mundos15 y Último round16, donde define su concepción de la experiencia literaria como un acto de extrañamiento/excentricidad, y la Susan Sontag de Contra la interpretación17. Pero este itinerario sobre el extrañamiento no quedaría ultimado sin referirme a la observación participante, ese método de investigación social definido teórica y empíricamente por sociólogos y antropólogos que nos ha permitido conocer tanto el comportamiento desviado moderno como el mundo cultural del Otro. De Bronislaw Malinowski a Aaron V. Cicourel, por nombrar a dos investigadores sociales relevantes en este ámbito de la exploración social, la observación participante, la lógica investigadora que permite al observador relacionarse cara a cara con lo(s) observado(s) y recoger datos en el contexto que se observa (del que forma parte), produciendo, de ese modo, observaciones enmarcadas, ha superado la visión del científico social como un extraño que irrumpe en la vida cotidiana del resto.


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La senda del extrañamiento

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que justifican, a nivel reflexivo, el título de este libro. Toda esa familia verbal del extrañamiento (alienación/enajenación/desplazamien to/discriminación/marginación/aniquilación), ha sido estrujada al máximo por filósofos y científicos sociales tan variados como Georg W. F. Hegel, Ludwig Feuerbach y Karl Marx, Georg Simmel, Emile Durkheim, Max Weber, Theodor Adorno, Walter Benjamin y Alfred Schutz, Claude Levi-Strauss y Clifford Geertz, Herbert Marcuse, Erving Goffman, Michel Foucault, Howard S. Becker y Ned Polsky, Norbert Elias y Robert Blauner, Peter L. Berger y Peter Sloterdijk, Tzvetan Todorov, Michel de Certeau, Richard Sennett y Zygmunt Bauman. Procede colegir de esta proliferación discursiva, en consecuencia, que este asunto del extrañamiento es uno de los subtextos principales de la modernidad. El sujeto (pos)moderno, forjado en la ciudad, ha sido multi-interpretado, como corresponde a la diversidad de facetas (trabajo, consumo, familia, sexualidad, cultura, vida cotidiana, pluralismo, secularización…) que han configurado su compleja identidad11.Y en ese contexto, el extrañamiento constituye una regularidad del sueño de la sociedad industrial y de su post correspondiente, un sueño histórico que ha albergado tanto a la alucinación totalitaria como a la emancipación democrática del sujeto y que, también, ha espoleado el lema horaciano del sapere aude 12, que hizo suyo la Ilustración, como nunca hizo hasta ahora otra formación social conocida aun que, como el arco y la lira de Heráclito13, esta construcción social ha encontrado su opuesto en la pesadilla burocrática que tan luci damente advirtieron, a través de medios expresivos diferenciados, Max Weber y Franz Kafka. Y así, esta configuración social ha producido una literatura del extrañamiento, connotación que era para Victor Shklovski 14 la

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Recapitulación

verdadera razón de ser del arte, una clase literaria apabullante en logros formales y temáticos, en combinaciones experiencia-conocimiento-estilo en verdad magistrales: Rainer M. Rilke, Franz Kafka, Joseph Roth, Robert Walser, Robert Musil, Karl Kraus, Herman Broch, Georg Trakl, Elias Canetti, Gertrude Stein, James Joyce, Ezra Pound, T. S. Eliot, Wistan H. Auden, D. H. Lawrence, Fernando Pessoa, Antonin Artaud, Louis F. Céline, Raymond Roussel, Albert Camus, Julien Gracq, Georges Perec, Willian Faulkner, Vladimir Nabokov, J. D. Salinger, Richard Wright, Ralph Ellison, Carson Mc Cullers, John Ashbery, Robert Creeley, Thomas Pynchon, Willian Gaddis, Samuel Beckett, Thomas Bernhard, Hartmut Lange, Peter Handke, W. G. Sebald, Raymond Carver, Cormack McCarthy, Don DeLillo y muchos más… La senda del extrañamiento. Y en mi memoria personal, el Julio Cortázar de La vuelta al día en ochenta mundos15 y Último round16, donde define su concepción de la experiencia literaria como un acto de extrañamiento/excentricidad, y la Susan Sontag de Contra la interpretación17. Pero este itinerario sobre el extrañamiento no quedaría ultimado sin referirme a la observación participante, ese método de investigación social definido teórica y empíricamente por sociólogos y antropólogos que nos ha permitido conocer tanto el comportamiento desviado moderno como el mundo cultural del Otro. De Bronislaw Malinowski a Aaron V. Cicourel, por nombrar a dos investigadores sociales relevantes en este ámbito de la exploración social, la observación participante, la lógica investigadora que permite al observador relacionarse cara a cara con lo(s) observado(s) y recoger datos en el contexto que se observa (del que forma parte), produciendo, de ese modo, observaciones enmarcadas, ha superado la visión del científico social como un extraño que irrumpe en la vida cotidiana del resto.


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La senda del extrañamiento

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Las herramientas lógicas y metodológicas de la observación participante han sido para mí de gran ayuda para comprender, en el sentido de Verstehen, desde dentro, los universos culturales y estéticos sobre los cuales he realizado mi actividad investigadora en esa rama interdisciplinar de la Sociología que es la Sociología del Arte y la Cultura. La organización de exposiciones de arte contemporáneo y conciertos de música (del siglo veinte sobre todo), que he agenciado, la práctica de la crítica de arte, el haber formado parte activa del mundo del arte18, la experiencia de entrevistar a creadores, en algunos casos grandes protagonistas de la creatividad estética del pasado siglo, y convivir/conversar con ellos, amén de mi propia vivencia como escritor de poesía entre 1977 y 1992, además de enriquecerme a nivel personal y haber diversificado mi trayectoria profesional, me han facilitado una visión situada de la cuestión sobre la que trabajo desde hace casi treinta años: las correspondencias entre las artes y el pensamiento en la segunda mitad del siglo veinte, la observación e interpretación de sus marcos analógicos desde una perspectiva transdisciplinar, un universo cultural caracterizado por una tensión dentro-fuera constante y enmarañada (bohemia/vanguardia/contracultura-instituciones/sistema/establishment) y unos modos y métodos reflexivos y de acción, en el ámbito del pensamiento, la creación artística y la vida cotidiana, ciertamente excéntricos. Esta colección de fragmentos, ensayos cortos primordialmente, y artículos, son, por ello, derivaciones libres de mi trabajo como científico social. Y digo libres porque si bien es notoria la presencia del lenguaje formal característico de la ciencia social en dichos textos, busqué de forma deliberada en ellos que este modo de decir y hacer colisionara con la aproximación narrativa y el impulso poético, para que, tras el choque intertextual correspondiente, todas esas formas

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Recapitulación

literarias alcanzaran un cierto grado de armonía (después de conocer la extraña experiencia de la diferencia). Creo que esta es una de las tareas del ensayo como forma literaria: combinar recursos expresivos diversos, amalgamar datos e intelecciones de forma imaginativa, sin las servidumbres que el método científico requiere, y, de modo especial, cabalgar por el mundo de la palabra como si del desierto se tratara, esperando que el sol te ciegue y que la oscuridad te congele. Pensamientos y variaciones literarias

El libro está dividido en varios apartados temáticos (en su sentido puramente taxónomico). El primero, «Pensamientos cruzados», gira en torno a la pertinencia del pensamiento y de la teoría como recursos iluminadores de la existencia humana. La metateoría, como el metalenguaje, ha enriquecido nuestra visión sobre la contemporaneidad. Sin embargo, soy partidario de reconstruir la mirada analítica, tanto puramente pensativa como teórico-empírica, recuperando la transparencia conceptual. Tras la saturación lingüística del pensamiento que se mira a sí mismo, después de la multiplicación histérica de los giros discursivos y la atomización del logos en la sociedad del espectáculo, con esa obscena mezcolanza de doxa y episteme que define su sentido, ha llegado el momento de producir una nueva síntesis, una nueva luz orientadora, sinérgica19. Creo que el pensamiento complejo —el artículo «La vida es un rayo inteligente» gira en torno a Gregory Bateson, uno de los magos de este paradigma, el Duchamp de la ciencia social— puede ser el gozne de una ciencia decididamente humanista, cósmica, novísima, transdisciplinar. Pienso que el mundo que habitamos, que ha sobrepasado con creces los límites diseñados por la Ilustración y la utopía positivista, requiere modelos cognitivos y operativos convergentes, cooperativos,


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Las herramientas lógicas y metodológicas de la observación participante han sido para mí de gran ayuda para comprender, en el sentido de Verstehen, desde dentro, los universos culturales y estéticos sobre los cuales he realizado mi actividad investigadora en esa rama interdisciplinar de la Sociología que es la Sociología del Arte y la Cultura. La organización de exposiciones de arte contemporáneo y conciertos de música (del siglo veinte sobre todo), que he agenciado, la práctica de la crítica de arte, el haber formado parte activa del mundo del arte18, la experiencia de entrevistar a creadores, en algunos casos grandes protagonistas de la creatividad estética del pasado siglo, y convivir/conversar con ellos, amén de mi propia vivencia como escritor de poesía entre 1977 y 1992, además de enriquecerme a nivel personal y haber diversificado mi trayectoria profesional, me han facilitado una visión situada de la cuestión sobre la que trabajo desde hace casi treinta años: las correspondencias entre las artes y el pensamiento en la segunda mitad del siglo veinte, la observación e interpretación de sus marcos analógicos desde una perspectiva transdisciplinar, un universo cultural caracterizado por una tensión dentro-fuera constante y enmarañada (bohemia/vanguardia/contracultura-instituciones/sistema/establishment) y unos modos y métodos reflexivos y de acción, en el ámbito del pensamiento, la creación artística y la vida cotidiana, ciertamente excéntricos. Esta colección de fragmentos, ensayos cortos primordialmente, y artículos, son, por ello, derivaciones libres de mi trabajo como científico social. Y digo libres porque si bien es notoria la presencia del lenguaje formal característico de la ciencia social en dichos textos, busqué de forma deliberada en ellos que este modo de decir y hacer colisionara con la aproximación narrativa y el impulso poético, para que, tras el choque intertextual correspondiente, todas esas formas

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literarias alcanzaran un cierto grado de armonía (después de conocer la extraña experiencia de la diferencia). Creo que esta es una de las tareas del ensayo como forma literaria: combinar recursos expresivos diversos, amalgamar datos e intelecciones de forma imaginativa, sin las servidumbres que el método científico requiere, y, de modo especial, cabalgar por el mundo de la palabra como si del desierto se tratara, esperando que el sol te ciegue y que la oscuridad te congele. Pensamientos y variaciones literarias

El libro está dividido en varios apartados temáticos (en su sentido puramente taxónomico). El primero, «Pensamientos cruzados», gira en torno a la pertinencia del pensamiento y de la teoría como recursos iluminadores de la existencia humana. La metateoría, como el metalenguaje, ha enriquecido nuestra visión sobre la contemporaneidad. Sin embargo, soy partidario de reconstruir la mirada analítica, tanto puramente pensativa como teórico-empírica, recuperando la transparencia conceptual. Tras la saturación lingüística del pensamiento que se mira a sí mismo, después de la multiplicación histérica de los giros discursivos y la atomización del logos en la sociedad del espectáculo, con esa obscena mezcolanza de doxa y episteme que define su sentido, ha llegado el momento de producir una nueva síntesis, una nueva luz orientadora, sinérgica19. Creo que el pensamiento complejo —el artículo «La vida es un rayo inteligente» gira en torno a Gregory Bateson, uno de los magos de este paradigma, el Duchamp de la ciencia social— puede ser el gozne de una ciencia decididamente humanista, cósmica, novísima, transdisciplinar. Pienso que el mundo que habitamos, que ha sobrepasado con creces los límites diseñados por la Ilustración y la utopía positivista, requiere modelos cognitivos y operativos convergentes, cooperativos,


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persistentes, horizontales y, finalmente, heterónomos para, así, vivir en una incertidumbre confortable, en un mundo atemperado. En la sociedad del conocimiento, la construcción de espacios posdisciplinares de reflexión y acción artística es uno de los proyectos culturales a impulsar y nutrir pues pueden ser elementos contributivos de primera magnitud en la confección de un mundo (cibernético) que de nuevo, como ya sucediera en el Renacimiento, está creando una nueva sutura pensamiento-arte-ciencia-vida. Una larga tradición nos ampara. Space Is the Place, nos dijo Sun Ra. El siguiente capítulo, «Nadie es una isla», recoge los ensayos relacionados con la literatura, parcialmente publicados en la revista Edades (volumen 10, Santander, 2002). El rótulo de este capítulo, ya lo habrá reconocido el lector avezado, está entresacado de un verso de John Donne. La primera vez que leí esa meditación, con quince años, fue en la introducción de Por quien doblan las campanas, de Ernest Hemingway (un libro que me entretuvo mucho y me hizo preguntarme muchas cosas sobre la Guerra Civil española, aquel suicidio colectivo relatado como una cruzada20 por la combinatoria Iglesia/Estado que tiranizaba España entonces). Hoy puedo asegurar que aquel poema me lanzó hacia la escritura. En el artículo «Steiner y la utopía del domingo» retomó esa idea poética y existencial para encuadrar la reflexión del ideador de la extraterritorialidad acerca de las nuevas quimeras de la sociedad poscultural. Aquel fragmento poético, así como El ciprés de Silos de Gerardo Diego, fueron poemas de iniciación, de adicción a la literatura, dependencia en la que jugó después un papel preponderante Víctor García de la Concha, profesor de literatura del Instituto José María de Pereda (y también en lo que a los clásicos griegos se refiere, Eduardo Obregón Barreda).

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Recapitulación

Ese instituto fue el lugar que me proyectó a la vida: allí conocí a un chico, Luis Gerardo Aja, hermano de Elíseo Aja, hoy catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Barcelona, al que perdimos en un trágico accidente, que me dejó los Manuscritos de Carlos Marx, el libro Sociología de Max Weber de Julien Freund y algo que no recuerdo de Sigmund Freud…, oh, una explicación sobre el sexo y el inconsciente: qué descubrimiento tan bueno. Y cambió mi vida para siempre (ver nota 2). En ese instituto conocí a Rogelio Olavarri, amigo fraternal, de cuya compañía y aliento he disfrutado y aprendido desde entonces, y a Miguel Ángel Pesquera, con quien me reencontré como jefe (presidente de la Junta del Puerto de Santander durante mis años de vinculación a ese organismo) mucho tiempo después, y a quien debo agradecer que me permitiera expandir mi primer proyecto cultural institucional. En esta sección figuran ensayos sobre algunos de mis escritores, críticos y ensayistas preferidos. Quisiera destacar en esta introducción, el ensayo sobre Kenneth Burke —titulado De la imaginación como estrategia situada—, no tanto por su calidad, que en modo alguno me corresponde juzgar, cuanto por el hecho de ser un bien escaso en las publicaciones españolas, ya que es un autor poco traducido (en 2003 la editorial Antonio Machado subsanaba de algún modo esta carencia crónica publicando La filosofía de la forma literaria y otros estudios sobre la acción simbólica) y citado, tal vez ignorado, en nuestro país —como Suzanne K. Langer, el John Dewey de Art as Experience y una buena parte de la obra de los New York Intellectuals—, un hecho lamentable pues estamos ante una de las personalidades intelectuales más fascinantes del pasado siglo, un escritor pluridimensional que creó un aparato conceptual, analítico y crítico de una gran originalidad, pero que, sorprendentemente, ha sido confinado por la maquinaria burocrática del


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persistentes, horizontales y, finalmente, heterónomos para, así, vivir en una incertidumbre confortable, en un mundo atemperado. En la sociedad del conocimiento, la construcción de espacios posdisciplinares de reflexión y acción artística es uno de los proyectos culturales a impulsar y nutrir pues pueden ser elementos contributivos de primera magnitud en la confección de un mundo (cibernético) que de nuevo, como ya sucediera en el Renacimiento, está creando una nueva sutura pensamiento-arte-ciencia-vida. Una larga tradición nos ampara. Space Is the Place, nos dijo Sun Ra. El siguiente capítulo, «Nadie es una isla», recoge los ensayos relacionados con la literatura, parcialmente publicados en la revista Edades (volumen 10, Santander, 2002). El rótulo de este capítulo, ya lo habrá reconocido el lector avezado, está entresacado de un verso de John Donne. La primera vez que leí esa meditación, con quince años, fue en la introducción de Por quien doblan las campanas, de Ernest Hemingway (un libro que me entretuvo mucho y me hizo preguntarme muchas cosas sobre la Guerra Civil española, aquel suicidio colectivo relatado como una cruzada20 por la combinatoria Iglesia/Estado que tiranizaba España entonces). Hoy puedo asegurar que aquel poema me lanzó hacia la escritura. En el artículo «Steiner y la utopía del domingo» retomó esa idea poética y existencial para encuadrar la reflexión del ideador de la extraterritorialidad acerca de las nuevas quimeras de la sociedad poscultural. Aquel fragmento poético, así como El ciprés de Silos de Gerardo Diego, fueron poemas de iniciación, de adicción a la literatura, dependencia en la que jugó después un papel preponderante Víctor García de la Concha, profesor de literatura del Instituto José María de Pereda (y también en lo que a los clásicos griegos se refiere, Eduardo Obregón Barreda).

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Recapitulación

Ese instituto fue el lugar que me proyectó a la vida: allí conocí a un chico, Luis Gerardo Aja, hermano de Elíseo Aja, hoy catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Barcelona, al que perdimos en un trágico accidente, que me dejó los Manuscritos de Carlos Marx, el libro Sociología de Max Weber de Julien Freund y algo que no recuerdo de Sigmund Freud…, oh, una explicación sobre el sexo y el inconsciente: qué descubrimiento tan bueno. Y cambió mi vida para siempre (ver nota 2). En ese instituto conocí a Rogelio Olavarri, amigo fraternal, de cuya compañía y aliento he disfrutado y aprendido desde entonces, y a Miguel Ángel Pesquera, con quien me reencontré como jefe (presidente de la Junta del Puerto de Santander durante mis años de vinculación a ese organismo) mucho tiempo después, y a quien debo agradecer que me permitiera expandir mi primer proyecto cultural institucional. En esta sección figuran ensayos sobre algunos de mis escritores, críticos y ensayistas preferidos. Quisiera destacar en esta introducción, el ensayo sobre Kenneth Burke —titulado De la imaginación como estrategia situada—, no tanto por su calidad, que en modo alguno me corresponde juzgar, cuanto por el hecho de ser un bien escaso en las publicaciones españolas, ya que es un autor poco traducido (en 2003 la editorial Antonio Machado subsanaba de algún modo esta carencia crónica publicando La filosofía de la forma literaria y otros estudios sobre la acción simbólica) y citado, tal vez ignorado, en nuestro país —como Suzanne K. Langer, el John Dewey de Art as Experience y una buena parte de la obra de los New York Intellectuals—, un hecho lamentable pues estamos ante una de las personalidades intelectuales más fascinantes del pasado siglo, un escritor pluridimensional que creó un aparato conceptual, analítico y crítico de una gran originalidad, pero que, sorprendentemente, ha sido confinado por la maquinaria burocrática del


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conocimiento global a un distrito cultural insólito, innominado, otra forma de destierro, donde habitan los llamados autores de culto (qué infortunio). Burke es uno de mis maître à penser. Modos sónicos y acciones artísticas

El apartado dedicado a la música se titula como la canción que más gustaba —me encantaba igualmente Telstar, la composición de Joe Meek interpretada por The Tornados— a aquel quinceañero que se repetía una y otra vez aquello de que nadie es una isla y que leía alborozado Las aventuras de Huckleberry Finn de Mark Twain: El sol no brillará nunca más, es decir,The Sun Ain t Gonna Shine (Anymore), la maravillosa canción escrita por una pareja de compositores brillantes, que asociamos a The Four Seasons, Bob Crewe y Bob Gaudio, que inmortalizaron The Walker Brothers, es decir, la voz de Scott Engel, más conocido como Scott Walker, uno de los grandes artistas que ha dado la cultura pop (sus cuatro discos de Fontana 1967-69 y sus dos últimas producciones, Tilt (1995) y The Drift (2009), se encuentran entre mis preferidos en esta zona de la música de las últimas seis décadas: una voz prodigiosa, un compositor excelso, una actitud íntegra, una evolución musical admirable). Mi relación con la música proviene de la infancia. Una de mis rutinas en esa etapa de la vida era echar a correr hacia la casa de mi primo, también vecino, Manuel Rodríguez López (R. I. P.), pianista de conservatorio, miembro de Los Danyer, que fue uno de los primeros grupos de rock and roll de Santander. Vivió y trabajó en Londres (de donde traía discos no distribuidos en España en aquel momento), Palma de Mallorca y Gran Canaria, isla en la que falleció. Recuerdo aquellas tardes, sentado en el sofá de la sala de su casa, mientras ensayaba, como uno de los momentos más felices de mi vida. Allí escuchaba de todo: Juan Sebastian Bach, Wolfgang A. Mozart, Franz Schubert, Duke

25

Recapitulación

Ellington, Modern Jazz Quartet, Ella Fitzgerald, Stan Getz, Antonio Carlos Jobim, Sergio Mendes, Burt Bacharach (que le encantaba), Frank Sinatra, Ray Charles, Elvis Presley,The Beach Boys, Pérez Prado, Gloria Lasso, Françoise Hardy, Luigi Tenco… Este vínculo familiar ha sido decisivo en mi vida porque, más allá de los sentimientos, me trasmitió una concepción plural y abierta de la música: cuando fui nombrado director del Aula de Música de la Universidad de Cantabria por el rector Federico Gutiérrez Solana en 2006, diseñé un proyecto, del que hablaré más adelante, que guarda una estrecha correspondencia con aquel aprendizaje de infancia. Luego, con la pubertad, vinieron los discos, Alba Films y Alegría, los concier tos del Teatro Pereda y las boîtes, la radio, Luxemburgo por supuesto — aun con interferencias: nos hicieron aficionados a la música concreta sin pretenderlo—, y, cómo no, los diversos programas de Ángel Álvarez, las revistas, Fonorama y algunos Salut les copains que caían de vez en cuando y aquella televisión... Escala en Hi Fi y Tele-Ritmo, el tedio, siempre esperando que saliera algo interesante de allí. Algunos de los momentos más gratos de mi vida los he pasado comprando —Swing, Andorra, los buenos tiempos del vinilo— y escuchando música con personas como Toño Cosme, Edward Fuente, Enrique Bolado, Ramón Alvarez y Luis Avín, grandes connoisseurs, con quienes he disfrutado y aprendido al límite.Y, por supuesto, los conciertos, esas situaciones escénicas suspendidas en el espacio: han sido muchos y en lugares bien distintos. Pero de todos ellos, uno por encima de todos: Art Pepper en el Festival de Jazz de San Sebastian (1981), un milagro. La mayoría de los textos de este apartado están dedicados a diferentes músicos de jazz, forma artística a la que he dedicado una gran parte de mi tiempo como aficionado, gestor cultural e investigador (en mi tesina de licenciatura (1985), en mi tesis doctoral (1994) y en


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conocimiento global a un distrito cultural insólito, innominado, otra forma de destierro, donde habitan los llamados autores de culto (qué infortunio). Burke es uno de mis maître à penser. Modos sónicos y acciones artísticas

El apartado dedicado a la música se titula como la canción que más gustaba —me encantaba igualmente Telstar, la composición de Joe Meek interpretada por The Tornados— a aquel quinceañero que se repetía una y otra vez aquello de que nadie es una isla y que leía alborozado Las aventuras de Huckleberry Finn de Mark Twain: El sol no brillará nunca más, es decir,The Sun Ain t Gonna Shine (Anymore), la maravillosa canción escrita por una pareja de compositores brillantes, que asociamos a The Four Seasons, Bob Crewe y Bob Gaudio, que inmortalizaron The Walker Brothers, es decir, la voz de Scott Engel, más conocido como Scott Walker, uno de los grandes artistas que ha dado la cultura pop (sus cuatro discos de Fontana 1967-69 y sus dos últimas producciones, Tilt (1995) y The Drift (2009), se encuentran entre mis preferidos en esta zona de la música de las últimas seis décadas: una voz prodigiosa, un compositor excelso, una actitud íntegra, una evolución musical admirable). Mi relación con la música proviene de la infancia. Una de mis rutinas en esa etapa de la vida era echar a correr hacia la casa de mi primo, también vecino, Manuel Rodríguez López (R. I. P.), pianista de conservatorio, miembro de Los Danyer, que fue uno de los primeros grupos de rock and roll de Santander. Vivió y trabajó en Londres (de donde traía discos no distribuidos en España en aquel momento), Palma de Mallorca y Gran Canaria, isla en la que falleció. Recuerdo aquellas tardes, sentado en el sofá de la sala de su casa, mientras ensayaba, como uno de los momentos más felices de mi vida. Allí escuchaba de todo: Juan Sebastian Bach, Wolfgang A. Mozart, Franz Schubert, Duke

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Recapitulación

Ellington, Modern Jazz Quartet, Ella Fitzgerald, Stan Getz, Antonio Carlos Jobim, Sergio Mendes, Burt Bacharach (que le encantaba), Frank Sinatra, Ray Charles, Elvis Presley,The Beach Boys, Pérez Prado, Gloria Lasso, Françoise Hardy, Luigi Tenco… Este vínculo familiar ha sido decisivo en mi vida porque, más allá de los sentimientos, me trasmitió una concepción plural y abierta de la música: cuando fui nombrado director del Aula de Música de la Universidad de Cantabria por el rector Federico Gutiérrez Solana en 2006, diseñé un proyecto, del que hablaré más adelante, que guarda una estrecha correspondencia con aquel aprendizaje de infancia. Luego, con la pubertad, vinieron los discos, Alba Films y Alegría, los concier tos del Teatro Pereda y las boîtes, la radio, Luxemburgo por supuesto — aun con interferencias: nos hicieron aficionados a la música concreta sin pretenderlo—, y, cómo no, los diversos programas de Ángel Álvarez, las revistas, Fonorama y algunos Salut les copains que caían de vez en cuando y aquella televisión... Escala en Hi Fi y Tele-Ritmo, el tedio, siempre esperando que saliera algo interesante de allí. Algunos de los momentos más gratos de mi vida los he pasado comprando —Swing, Andorra, los buenos tiempos del vinilo— y escuchando música con personas como Toño Cosme, Edward Fuente, Enrique Bolado, Ramón Alvarez y Luis Avín, grandes connoisseurs, con quienes he disfrutado y aprendido al límite.Y, por supuesto, los conciertos, esas situaciones escénicas suspendidas en el espacio: han sido muchos y en lugares bien distintos. Pero de todos ellos, uno por encima de todos: Art Pepper en el Festival de Jazz de San Sebastian (1981), un milagro. La mayoría de los textos de este apartado están dedicados a diferentes músicos de jazz, forma artística a la que he dedicado una gran parte de mi tiempo como aficionado, gestor cultural e investigador (en mi tesina de licenciatura (1985), en mi tesis doctoral (1994) y en


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diversos artículos en revistas y conferencias, además de en los ensayos que se publican en este libro). En este lote también se incluyen un ensayo sobre Tom Waits y otro sobre Glenn Gould, músico al que he prestado una gran atención desde que adquirí en Laínz, a finales de los setenta, las memorables Suites Inglesas de Juan Sebastian Bach que grabó para CBS. Asimismo, quisiera resaltar el artículo sobre Giuseppi Logan: al parecer, fue redescubierto en 2007 por el multi-instrumentista Matt Lavelle en la tienda de música Sam Ash, en Manhattan, cuando fue a comprar una caña para su saxo alto, tras cuatro décadas de vivir como un clochard, de residir en instituciones mentales y de tocar en parques y esquinas. Su vuelta a la vida pública (reapareció en el Vision Festival de 2008) y discográfica (Giuseppi Logan Quintet, Tompkins Square, 2010) ha sido una de las mejores noticias que he leído en los dos últimos años. El siguiente bloque de textos se titula Cuadrado negro sobre fondo blanco (1913), un cuadro de Kasimir Malévich que fue decisivo en la construcción de las vanguardias que cambiaron el signo del arte del siglo veinte. Presentado en Petrogrado en 191521 en la exposición 0.10, subtitulada La última exposición futurista de pinturas, constituye el momento fundacional del Suprematismo. Es la obra concluyente del concepto shklovskyano de ostranenie (extrañamiento), una obra que representa el triunfo del procedimiento artístico, en tanto que acontecimiento formal complejo liberado de la influencia de los objetos cotidianos y la naturaleza. Tanto Victor Shklovsky como Roman Jakobson fueron apasionados defensores del Suprematismo de Malévich, quien, con esta obra, situó a la pintura en el límite de sus posibilidades como disciplina artística. Resulta interesante reconocer, tantos años después, que el arte, como las contingencias sociales que enmarcan su mise en scène, y aquí radica uno de los defectos primordiales de la sociología histórica marxista

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Recapitulación

del arte, no evoluciona de modo lineal: de Malévich no se pasó de forma automática al arte desmaterializado22. Las nuevas estrategias artísticas devienen en la década de los sesenta/setenta tras la explosión del expresionismo abstracto, el minimal y el arte pop, formas expresi- Exposición Realidad abstracta de Albert y Markus vas todas ellas que revivieron a la Oelhen. Santander. Nave Sotoliva, agosto 1990. pintura, al cuadro, como arte tras Foto Pedro F. Palazuelos el fin de la Segunda Guerra Mundial (aunque el nacimiento del happening, un suceso coetáneo al despliegue de los estilos reseñados, relativizó el alcance de aquella renovación pictórica).Después de la oleada anti-lienzo de los sesenta/setenta, la pintura renació de nuevo como práctica significante hegemónica en los ochenta. ¿Regresará otra vez? Me parece que este viejo juego se ha acabado. Afortunadamente, por cierto, pues la gran cuestión del arte hoy, ya lo sabemos, no radica tanto en los medios e instrumentos cuanto en las ideas y los procesos. Haz lo que corresponda. Malévich, que también pintó Caballería roja (1932), fue uno de los artistas que hizo posible que la genialidad extrañada emergiera en el campo del arte de nuestro tiempo, un tipo de comportamiento creativo característico de las sociedades modernas contagiadas por la anomia, que se mueve en silencio, alrededor de la media noche (está dentro y fuera del sistema, nunca fuerza las situaciones, actúa sin voluntad de poder, crece en los márgenes, se distancia de la situación, sabe que la asimilación de su obra exige un tiempo de maduración cultural, se pierde y retorna, se ausenta, incluso desaparece).


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diversos artículos en revistas y conferencias, además de en los ensayos que se publican en este libro). En este lote también se incluyen un ensayo sobre Tom Waits y otro sobre Glenn Gould, músico al que he prestado una gran atención desde que adquirí en Laínz, a finales de los setenta, las memorables Suites Inglesas de Juan Sebastian Bach que grabó para CBS. Asimismo, quisiera resaltar el artículo sobre Giuseppi Logan: al parecer, fue redescubierto en 2007 por el multi-instrumentista Matt Lavelle en la tienda de música Sam Ash, en Manhattan, cuando fue a comprar una caña para su saxo alto, tras cuatro décadas de vivir como un clochard, de residir en instituciones mentales y de tocar en parques y esquinas. Su vuelta a la vida pública (reapareció en el Vision Festival de 2008) y discográfica (Giuseppi Logan Quintet, Tompkins Square, 2010) ha sido una de las mejores noticias que he leído en los dos últimos años. El siguiente bloque de textos se titula Cuadrado negro sobre fondo blanco (1913), un cuadro de Kasimir Malévich que fue decisivo en la construcción de las vanguardias que cambiaron el signo del arte del siglo veinte. Presentado en Petrogrado en 191521 en la exposición 0.10, subtitulada La última exposición futurista de pinturas, constituye el momento fundacional del Suprematismo. Es la obra concluyente del concepto shklovskyano de ostranenie (extrañamiento), una obra que representa el triunfo del procedimiento artístico, en tanto que acontecimiento formal complejo liberado de la influencia de los objetos cotidianos y la naturaleza. Tanto Victor Shklovsky como Roman Jakobson fueron apasionados defensores del Suprematismo de Malévich, quien, con esta obra, situó a la pintura en el límite de sus posibilidades como disciplina artística. Resulta interesante reconocer, tantos años después, que el arte, como las contingencias sociales que enmarcan su mise en scène, y aquí radica uno de los defectos primordiales de la sociología histórica marxista

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del arte, no evoluciona de modo lineal: de Malévich no se pasó de forma automática al arte desmaterializado22. Las nuevas estrategias artísticas devienen en la década de los sesenta/setenta tras la explosión del expresionismo abstracto, el minimal y el arte pop, formas expresi- Exposición Realidad abstracta de Albert y Markus vas todas ellas que revivieron a la Oelhen. Santander. Nave Sotoliva, agosto 1990. pintura, al cuadro, como arte tras Foto Pedro F. Palazuelos el fin de la Segunda Guerra Mundial (aunque el nacimiento del happening, un suceso coetáneo al despliegue de los estilos reseñados, relativizó el alcance de aquella renovación pictórica).Después de la oleada anti-lienzo de los sesenta/setenta, la pintura renació de nuevo como práctica significante hegemónica en los ochenta. ¿Regresará otra vez? Me parece que este viejo juego se ha acabado. Afortunadamente, por cierto, pues la gran cuestión del arte hoy, ya lo sabemos, no radica tanto en los medios e instrumentos cuanto en las ideas y los procesos. Haz lo que corresponda. Malévich, que también pintó Caballería roja (1932), fue uno de los artistas que hizo posible que la genialidad extrañada emergiera en el campo del arte de nuestro tiempo, un tipo de comportamiento creativo característico de las sociedades modernas contagiadas por la anomia, que se mueve en silencio, alrededor de la media noche (está dentro y fuera del sistema, nunca fuerza las situaciones, actúa sin voluntad de poder, crece en los márgenes, se distancia de la situación, sabe que la asimilación de su obra exige un tiempo de maduración cultural, se pierde y retorna, se ausenta, incluso desaparece).


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