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PA R A S U P E RV I V I E N T E S
181 PORTADA
Miguel Gallardo
©1981. Miguel Gallardo, tinta de Damián Carulla El Víbora nº 26
183 EL BANQUETE
224 L A VIDA EN TIEMPOS DEL... Miguel Gallardo
©2020 Miguel Gallardo. Inédita
225 APESTOSO CONQUISTA... Peter Bagge
Tony Sandoval
©1993 Peter Bagge. Libro Odio 5
©2011 Tony Sandoval. Libro Epidemia de Melancolía
191 G. P. H.: ONLIYÚ Rubén Lardín
©2020 Rubén Lardín. Inédito
194 N
Diego y Onliyú
©1986 Diego y Onliyú. El Víbora nº 79
202 EL OLVIDO Alvarez Rabo
©2004 Alvarez Rabo. El Víbora nº 300
204 ANGEL HACE UN AMIGO Iron
©1992 Iron. El Víbora nº 152
213 HERMANOS
231 SIN TÍTULO Max
©2014 Max. Revista Art Review
233 L A MUERTE DE FAT FREDDY Gilbert Shelton
©1978 Gilbert Shelton. Makoki nº 5
239 VICIO
Paco Roca
©2001 Paco Roca. El Víbora Especial vicio
243 IRREDUCTIBLES Rosa Codina
©2020 Rosa Codina. Inédita
253 CUANDO SEA PEQUEÑO Alvarez Rabo
©1998 Alvarez Rabo. El Víbora nº 224
Javi Rodríguez
©2003 Javi Rodríguez. El Víbora Especial hijos de puta
217 SAINT COLE Noah Van Sciver
©2020 Noah Van Sciver. Inédito
El Víbora para Supervivientes es una publicación de Ediciones La Cúpula, S.L. c/ Viladomat, 152 6ª planta 08015 Barcelona Tel. (34) 93-268 28 05 Director Editorial: Emilio Bernárdez Editora Muy Responsable: Natalia Mosquera Redacción: Rubén Lardín Producción: Iris Bernárdez Diseño y maquetación: Iris, Roger y Emilio. Facturación, envíos, escáners, etc.: Roger Navarro Rotulados: Iris Bernárdez, Joan Mulero y Lluís Andrés. Traducciones: Hernán Migoya, Francisco Pérez Navarro y Narcís Fradera.
Corrección de textos: La Jefa Corrección de imágenes: Iris, Roger y Emilio. Telefonistas: Natalia, Iris y Emilio. Ediciones la Cúpula no comparte necesariamente ni se hace responsable de las opiniones o ideas expresadas en esta publicación así como tampoco de la mayoría de las expresadas en otras publicaciones. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.
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GRANDES PERSONAS HUMANAS: Onliyú José Miguel González Marcén. Madrileño del 52. Guionista, filólogo, novelista, dramaturgo, periodista, escritor. Onliyú como nombre de pluma y firma capitular en el primerísimo Víbora, el glorioso, irrepetible y fundamental. Hace días que no sale de casa pero está bien, está óptimo y está correcto. Oye, iba a prepararme una entrevista pero al final no me he preparado nada. Tampoco hace falta. En nuestra época, cuando hacíamos esta sección de “Grandes personas humanas”, la cosa también era bastante informal. ¿Qué ibas a preguntarle a un tío al que veías todos los días?, no tenía mucho sentido. Me acuerdo que una vez hicimos trampa, porque me tocaba a mí responder, en calidad de redactor de la revista, y había que buscar un entrevistador y se lo propuse al Vallès, pero como nos parecía un coñazo le dije, mira, yo escribo lo que me dé la gana y luego tú te inventas unas preguntas y vamos a medias. La cuestión era cobrar. ¿Qué tal estás llevando esto? Hombre, pues aparte de las ganas de salir y de veros y tomar la cerveza y leer el periódico en el bar de abajo, tampoco lo noto mucho. En mi caso tampoco estoy solo, porque comparto piso con Pepe Boada y viene bien tener a alguien con quien pelearse de vez en cuando, y discutir por ver quién friega los platos y esas tonterías que animan la vida. Pero claro, esto es nuestro caso, para otra gente está siendo duro, hay quien lo está pasando mal… Un poco tocados vamos a salir todos, cada uno de su casa. Sí, sí, sí, y se va notando poco a poco. Yo estoy recibiendo guasaps y cosas de gente que no tengo ni idea de qué quieren, ni para qué me escriben ni quiénes son. Ni idea. Todo muy raro. Lectura seguro que no te falta. ¿Con qué andas ahora? Pues mira, estoy de relecturas, que si Pantaleón y las visitadoras, que si La familia de Pascual Duarte, cosas así que leí en su tiempo. Y como hay días en que cuesta un poco más, pues he recopilado todo lo que tengo por aquí de Woodehouse, porque con él no hace falta concentrarse, basta con dejarse ir y es un disfrute maravilloso, una cosa estupenda.
¿Y escribir escribes? Pues mira, ahora tengo que ponerme con un artículo sobre Antoni Calonge, para un libro que se está preparando sobre él. ¡Hombre, ya era hora! Uno de los grandes talentos de este país. ¡Y nadie lo recuerda! Hay una cosa que siempre se dijo y que todavía se mantiene entre los dibujantes de El Víbora, algo en lo que estábamos absolutamente todos de acuerdo: que Calonge era el mejor. El problema es que era un chaval muy raro, era muy difícil en el trato personal. Yo tuve bastante amistad con él, pero era un tío complicado. Su obra, en cualquier caso, es alucinante, hay que recuperarla. ¿Tenías algún favorito en El Víbora? Pues por edad y por amistad me tocaban Nazario y Mariscal, que seguimos siendo amigos. Y me lo pasaba muy bien con Martí. Escribiste guiones para él, de hecho, y para otros cuantos dibujantes. Sí, algunas veces por encargo. Escribí para Carratalá, para Laura (Pérez Vernetti), por ejemplo, que era muy pulcra y muy eficiente. Laura entró a la revista muy jovencita y un poco acojonada por aquello de que casi todo eran chicos, y al cabo de los años me ha ido contando que agradeció mucho que tanto a Alfredo Pons como yo le echásemos un cable con aquellos guiones. Lo bueno de El Víbora, el secreto de su éxito, yo creo que era que se percibía como una revista de amigos, de camaradería y de gente pasándoselo de puta madre. Así era. Max tiene muy mitificadas aquellas reuniones asamblearias que hacíamos para decidir contenidos y demás, y la verdad es que nos reíamos y lo pasábamos muy bien. Era todo casi anárquico, porque Berenguer tampoco mandaba
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mucho. Hombre, tenía el dinero y eso siempre hace mandar, pero mandar mandar, no mandaba. La cosa iba como iba y no iba mal. Al cabo de ocho o diez años todo cambió, y unos por una cosa y otros por otra, todos los autores se fueron dispersando y dedicándose cada uno a sus historias. Luego, gente más joven como Mauro Entrialgo ya me han contado que cuando llegaron a El Víbora era ya una revista de las de entrego, cobro y me voy, otro rollo.
Vaya, ¿cómo fue eso? Pues en principio la portada tenía que haber sido una ilustración de Mariscal en la que aparecía el Congreso ocupado por una pandilla de esqueletos con tricornio y armados con metralletas y guadañas, y unos cuantos garriris medio escondidos en sus escaños. No nos atrevimos, la relegamos a la guarda de la contraportada y en su lugar apareció la de Max, más suavecita. A Willem, además, que nos había enviado desde Bélgica una historia un tanto Onliyú con Miguel Gallardo al fondo. ©2020 Toni Ricard
Y ahora aquí estamos, hablando a distancia. ¿Recuerdas dónde estabas tú cuando lo del 23F? En L’Esquirol, un pueblo de Les Guilleries, con una gente de teatro. Al día siguiente, de buena mañana, cogí el tren a Barcelona y fui directamente a la redacción de la revista.
Lo cierto es que el número no es de gran calidad, salvo alguna historia como El secreto del tricornio, la de Pàmies, pero eso era lo de menos. Y he de reconocer que creo que fue la única vez que en El Víbora nos autocensuramos.
Estaban allí Berenguer, Luisa (la secretaria), Baxter y supongo que alguien más. Otra gente fue apareciendo durante la mañana. Aparte de la rabia y el canguelo, la sensación que imperaba era la de que, a poco que ganaran los que nos temíamos que podían ganar, lo segundo o tercero que harían sería cerrarnos la paradeta, así que, en plan de perdidos al río, pensamos que lo mejor era lo de morir matando. Y empezamos a telefonear como locos, pidiendo historietas sobre el tema a troche y moche. Y de aquel impulso nació un número fundamental para afianzar El Víbora.
confusa y fuera de tiesto en la que aparecían guardias civiles confeccionándose tricornios con la piel de detenidos desollados, le sugerimos utilizar solo la última viñeta. Nos dijo que hiciéramos lo que quisiéramos y es la que aparece en la página del sumario: un Tejero estupefacto con un montón de gente a su alrededor riéndose de él. Vuestra capacidad de reacción fue clave en aquel momento. Pero no solo nuestra, sino de toda la gente que interviene en la cadena de producción, los impresores, los distribuidores los quiosqueros… Entre todos se hizo posible que en dos o tres semanas estuviéramos en la calle.
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¿Y hubo alguna represalia? Pues contábamos con que alguna habría, pero apenas lo notamos. Nos dijeron que en un drugstore de Madrid un general, medio a punta de pistola, había hecho retirar los ejemplares. Y un día, desde su despacho, que era contiguo al mío y los dos daban a la calle, Luisa me dijo: “Mira, Josemi, ya están aquí”. Y ahí estaban, ¡tres jóvenes disfrazados de policías llamaron a la redacción diciendo que querían suscribirse! Echaron suspicaces miradas por aquí y por allí, les regalamos un par de álbumes de Nazario, fuéronse y no hubo nada. Y el resto es historia. De que aquello fuera a convertirse en una especie de icono no teníamos la más remota idea. Años después, cuando ya lo era, Berenguer (con el ojo, como siempre, puesto en la pela) sugirió que hiciéramos una reedición. Pero los demás nos negamos. Aquello se hizo cuando se tuvo que hacer y punto.
Felipe Hernández Cava escribió de ti que sumabas “talento e ingenio suficientes para haber sido reconocido como uno de los mejores escritores de su generación, de no haber mediado su pasión por afrontar la existencia en un estado de celebración permanente de la misma”. Un día, tarde o temprano, mataré al Felipe. Pero bueno, vale, estoy de acuerdo en lo segundo. No sé, mira, yo es que el mundillo literario… Los tíos de los tebeos, sinceramente, eran mucho más divertidos que los escritores. En lo de los tebeos no se establecían relaciones de quítate tú para ponerme yo. Y que los escritores son unos muermos, chico, siempre pensando en el más allá y en el más p’acá. En realidad, toda la gente de la cultura somos un coñazo, no se salva nadie: los teatreros unos histéricos, los cineastas unos pedantes, los de la cosa gráfica, sean pintores o comiqueros, tienen todos un toque de paranoia gordísimo, y los músicos ya ni te cuento, esos están directamente locos. ¡Menuda pandilla!
Los tebeos, Onliyú, ¿por qué nos gustan tanto los tebeos? Pues no lo sé. Yo fui conociendo a toda esta gente y un día Montesol me dijo: “Oye, ¿por qué te vienes a Ibiza?”. Y claro, tienes 22 años y te dicen que si te vas a Ibiza y qué vas a hacer tú, pues irte a Ibiza. Allí pasamos el invierno junto a Mariscal, los hermanos Farriol, Lola Duato y Amparo Giner, reconstruyendo una preciosa casa en el campo y cometiendo el álbum Nasti de plasti con la ayuda peninsular de Nazario, Ceesepe, Enrique Santana y otros. Y así me metí yo en el tinglado este de los tebeos, con toda esa gente. Entonces el cómic no era una prioridad para ti. No, qué va. Hombre, de crío leía tebeos, claro, como todo el mundo, que si El Capitán Trueno, Flash Gordon, los de mis hermanas, Mary Noticias…, pero tampoco eran una pasión para mí. A mí luego me gustaron mucho los tebeos pero de la misma manera que me gustaba la radio, porque eran dos formas de expresión y comunicación que requerían un gasto de producción mínimo y tenían una repercusión, comparativamente, muy grande. ¿Todavía te mola, la radio? La escucho muy poco. No porque haya abjurado de ella, sigo pensando lo mismo que hace cuarenta años, sino por un asunto de ritmos, costumbres, cosas de esas. Y lo lamento. Pero me gustaba por eso, por la relación calidad/precio. Hacer una película, por ejemplo, era mucho más caro, y tanto dinero de por medio te coarta la libertad. Lo más barato era escribir, pero escribiendo no llegas ni al vecino de la esquina. Los tebeos lo aúnan todo, son un poco como la ópera, pero en barato.
©2020 Rodolfo Hoyuelos
En cualquier caso, lo de celebrar la vida es lo más importante, aunque estos días se haya puesto rara. Se ha puesto rara, sí. Pero yo me he subido el bar a casa. Me voy al supermercado y me compro mi Gin Giró y mi Johnnie Walker y oye, voy haciendo. Rubén Lardín
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