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Ángeles revolucionarios

LIBROS

Celeste Flores

El reloj marca las horas

se acerca la ejecución, preparen muy bien sus armas y apúntenme al corazón. Apúntenme al corazón, no me demuestren tristeza, a los hombres como yo no se les da en la cabeza.1

CORRIDO DE FELIPE ÁNGELES, (Fragmento)

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Felipe Ángeles (1869-1919).

en La noche de Ángeles, Ignacio Solares (oriundo de Chihuahua), editor y emiofi cialmente como los diversos títulos de otros escritores y nos dice que La noche de Ángeles bronente escritor de novela histórica, nos desvela ta más de lo que es verdadero en el sentido símen las dos acepciones de esta palabra. Desve- bólico, que de la exactitud histórica; reconoce lar, en el sentido de mostrarnos y convidarnos lo con modestia que para el término exacto le reque concibe en su imaginario al penetrar en me- sultaron muy útiles los títulos de otros escritodio de esa noche que socava el ser interno del res, y explica que el novelista puede llenar los general brigadier Felipe Ángeles, y desvelar en huecos que deja la historia y llevarnos a volver la acepción de conducirnos en vaivén durante la más real lo que imagina y escribe con esas pieterrible vigilia de Ángeles en la barca que lo trae zas que ha desmenuzado a partir de los persode regreso por última vez a su patria: México. najes y componentes que concurren en el “acto”

Al escribir la novela, Solares revisó, de mane- de esa noche. ra exhaustiva, tanto las referencias consignadas La novela no es un texto liso. La noche, la tristeza, la espada rota de Felipe Ángeles constituyen los elementos constantes que forman la

1 www.segundoasegundo.com/html/42838_0_1_0_C.html.

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General Felipe Ángeles. Fotografía tomada entre 1908 y 1919.

escenografía de esta noche, como si Solares hubiera ideado un escenario concebido especialmente para que sirviera a la trama de fondo con un personaje “transformista”, que es el barquero que rema la barca.

Por qué Villa no le mandó un hombre menos sombrío, con el estado de ánimo que ya cargaba Ángeles. El barquero transmuta incansable como un duende entre los diálogos incisivos y los comentarios y constantes cuestionamientos que mantiene con el general Ángeles. El barquero lo lleva de un lado a otro; de aquí para allá en medio de impelentes tumbos, producto de sus danzantes desvaríos mientras rema; le pregunta cosas del ayer y del mañana; sobre hechos que aún no han ocurrido pero van a suceder. Es un especialista en sortilegios y en el moderno arte del fl ashback; ¿o acaso un antecesor de Svengali? ¿Será que este remero supone que con tal hostigamiento persuadirá a Felipe Ángeles para que regrese a El Bosque y sólo mire a corta distancia el río Bravo, pero no lo cruce? Ese intento de persuasión es una impertinencia; Ángeles sabe que ineludiblemente el tiempo es breve para él y habrán de suceder hechos fatales. ¿Para qué regresa el general Felipe Ángeles a México? Dice que ya rompió su espada y que hasta ver sufrir a un animal le provoca estremecimientos en su muy enfermo estómago.

Sin embargo, las sombras de la noche le recuerdan sus ideales. Una Revolución para liberarnos de los amos, para que vuelva el gobierno a manos del mismo pueblo. En Estados Unidos leyó a Marx y se volvió socialista en el entendimiento de que sólo se puede llegar al socialismo por medio de la democracia. “El culpable de que la anarquía se perpetúe es el hombre de Estado, quien tiene helado el corazón […]” (p. 15).

En esta noche infausta pero mágica, de tragedias, ya el general lleva un camino muy andado, precisamente desde la Decena Trágica.

Ángeles no practicaba el espiritismo, su estandarte esencial era el humanismo. Los principios espartanos que llevaba a la práctica en

cuanto a la austeridad y severidad fueron cimentados durante su formación académica militar como especialista en el dominio de la artillería y balística, y así lo demostró al mando de la División del Norte en la toma de Zacatecas. Fue duramente criticado por demostrar su humanismo porque para Ángeles el “sonoro rugir del cañón” era más que sólo arte militar; él quería detonar la libertad de ideas con la honestidad y la coherencia que mantuvo hasta su último aliento.

[…] Ángeles desenvaina su espada centelleante −todavía no estaba rota−, y exclama: ¡Viva la República! y da la orden de partida con la mano izquierda. El caballo −su alazán llamado Ney−, corcovea un momento, relincha impaciente (p. 18).

De hecho, sí coincidía en varios puntos con Madero. Le dice muy ríspido el barquero:

Confi éselo. […] Madero le dejó como un contagio de sus visiones y a partir de entonces usted se dedicó a vagar […] para alcanzarlo nuevamente en alguna región de sombras, para regresar a los ojos aquellos que le endilgó al despedirse de usted en la Intendencia de Palacio. ¿Los recuerda, general? ¿Qué hacer con esos ojos, que lo encandilaron desde entonces?

Independientemente de si se encandiló o no con la mirada de Madero, Felipe Ángeles fue el director más culto del Colegio Militar. Fue excelente profesor de matemáticas; gran lector. Los miserables, de Víctor Hugo, y El Quijote, de Cervantes, estaban entre sus lecturas preferidas. También le eran inseparables sus manuales de guerra además de otros clásicos de la literatura, y su diario.

Hecho real y también novelado es que el general Felipe Ángeles en su última noche, en la que: “−Esta vez no habrá tregua, mi general” −diría el barquero−. Y Ángeles le dijo: “Siempre

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En 1912, seis meses después de haber sido nombrado director del Colegio Militar, fue ascendido a general brigadier.

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Felipe Ángeles de civil (izquierda), 1915.

www.nevadaobserver.com —¡Por la derecha! ¡Alinearse! ¡Fiiirmes…! Ángeles mismo dio la orden. —¡Preparen! ¡Apunten!… ¡Fuego!

El artillero, el gran estratega, nos sigue mirando desde allá en su monumento ecuestre en el cruce de las avenidas Trasviña y Retes y División del Norte, en Chihuahua.

Actividades sugeridas

Felipe Ángeles fue aprehendido y murió fusilado en Chihuahua el 26 de noviembre de 1919.

vi nacer el sol. Desde niño, siempre me desperté antes de nacer el sol”; “Siempre me preparé para ir limpio a la muerte y ahora me agarra en estas trazas”.

Es esta vigilia fi nal, la más desgraciada y defi nitiva; la previa a su fusilamiento; una noche inexorable como consta en la historia de México, en la historia de la Revolución Mexicana, en la historia de Felipe Ángeles.

Pidió a Federico Cervantes que hiciera llegar una carta a su familia; fue su último manuscrito. “[…] Me faltan unas horas para morir y mi espíritu se ha reconciliado en sí mismo. […] He considerado mi deber hacer lo que he hecho y es la mejor herencia que puedo dejarles”. En esa postrer misiva, le pidió a su hijo Alberto que fuera buen ciudadano, siempre fi el a sí mismo, a sus ideales y a sus creencias.

a) Para los profesores o lectores que deseen tener acceso a un video que muestra la letra sin modifi caciones y la música del corrido e imágenes de Felipe Ángeles, pueden teclear la liga a internet mencionada en la nota a pie número 1 que se cita al inicio de esta reseña, para darle un espacio muy merecido al valiente estratega, como parte de una actividad en las lecciones 17 y 18 (pp. 142 a 157) del libro de texto ofi cial vigente a la fecha, Historia. Cuarto grado. b) El corrido dice: “En mil novecientos veinte, señores, tengan presente […]. Los hechos suceden en mil novecientos diecinueve pero lo cantan como mil novecientos veinte para lograr la rima.

Reseña del libro R La noche de Ángeles, de Ignacio Solares, Planeta, México, 2008, 223 pp. M

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