Por aqui pasó

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LIBRO-TALLER

Por aqu铆 pas贸, compadre


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LIBRO-TALLER

Por aqu铆 pas贸, compadre

Fundaci贸n Editorial El perro y la rana / Sistema Nacional de Imprentas Red Nacional de Escritores de Venezuela Imprenta de Caracas 2014


Por aquí paso, compadre ©Sistema Nacional de Imprentas CARACAS Red Nacional de Escritores de Venezuela ISBN: 978-980-14-2873-2 Facilitadores: Liz Guaramato Miguel Guevara Camilo Bello Arturo Mariño Diseño y diagramación: Arturo Mariño Impresión y corrección: Camilo Bello sistemadeimprentascaracas@gmail.com


Cristian de Jesús Salaya.

Mi encuentro contigo fue, es y será. Te encontré en la Avenida Bolívar bajo una lluvia sagrada, cada minuto en la brisa. Recuerdo cuando te vi y decías tus cosas, chico; tú y tus cosas. Tanto me enseñaste que no voy a contar, prefiero que cada quién se guarde tanto como tuvo de ti, y demuestre lo que fuiste y lo que ahora somos por ti. Venezuela, tierra de grandes hombres. Como el que se humilla será exaltado (dice la Biblia), por tu humildad te hiciste grande. Y lograste que un hombre, como yo, se sintiera eternamente enamorado de ti. … Por aquí pasaste, compadre. Como el que vuelve a pasar por el corazón, sin permiso. Te ligas con las exconvictas de la Avenida Bolívar y todo se vuelve suma oceánica.


Así pasas, así paso contigo, así como pasó tu bisabuelo. No tengo el valor para amarrarte, yo te comparto. El que ama no posee. Solo si me prometes volver. Aquí cada inicio del día. Aquí en la membrana. Aquí donde fui esclavo y quedó tu marca. ¿Cómo se pueden enamorar dos hombres? Tu legado es mi caminar, el daño que ya no me hago; el porvenir que, como los sueños, llega como la lluvia.


Alejandra Saraceni, Caracas. La primera vez que vi a Chávez fue en una marcha en la Avenida Sucre. Yo le grité: “Chávez, te quiero”. Él me levantó la mano y me saludó, y me tiró un beso. Yo me alegré tanto. Después fui con mi abuela y, emocionada y brincando, le dije: “Abuela, vi a Chávez, lo vi”. Mi corazón se llenó de alegría al saber que tuve la suerte de verlo. En ese momento mi corazón se sintió grande… por él. Significó amor para mí y para el pueblo.


Antonio Cobos, Caracas. Yo estuve cerca del Comandante. Nunca tuve la oportunidad de darle la mano porque la Guardia de Honor no dejaba que se le acercaran mucho, pero lo vi muy cerca. Chávez, un hombre muy carismático con todo el mundo, en especial con los niños y las mujeres.


Cecilia Delgado. Petare, Caracas. En el año 2002, en pleno Paro, entre las 12 y media y las 2 de la tarde… Iba hacia la redoma de Petare. Entro a la farmacia porque andaba buscando un remedio para mi tía. Salgo y veo a la gente corriendo por debajo y por arriba del elevado. Eso me llamó la atención, pero seguí al grupo sin preguntar. De repente veo unos carros negros, vidrios oscuros. Nos paramos; una señora dice: “Parece un personaje importante”. Seguimos caminando, corremos, y de pronto estamos en una fila. Una persona al lado de la otra; trato de ver quién es, y de repente siento una mano sobre mi cabeza: alguien que me mira y a la vez me pregunta: “¿Cómo está Petare?”. Le respondo: “En pie de lucha. Seguimos trabajando, mi Comandante”. Sigue, y veo cómo se sube al carro. No se me puede olvidar: miércoles 10 de abril del 2002, el único día que estuvo tan cerca de mí. Era mediodía. Me impactó su mirada, su sencillez, su calor humano. Ese día entendí por qué tanta gente lo quería.


Dayanara Flores, Aragua. Conocí al que yo mismo bauticé como mi Coplero Eterno. Lo conocí en mi propia historia de niña y joven campesina, y de corazón soñador e idealista. Allí nació mi relación con Hugo Chávez. Fui tras sus pasos. Llegué a Caracas aquel 14 de abril del 2002, a rescatarlo junto al pueblo. Allí no pude verlo. Me fui al campo a seguir soñando con encontrarlo; y fue entonces cuando, consolidando mis sueños de joven campesina, él consolidó los suyos, reivindicó su niñez, sus sueños traídos de Sabaneta. Igual que él, fui uncida entre flores: mi abuela y mi tía Flor. Él fue uncido entre rosas: Rosa Chávez; Rosa Inés, su primera maestra de economía. Allí aprendió el honor con el que dirigió su país, ocho luchas; jamás falló, como jamás le falló a su pueblo. Nos enseñó que la palabra empeño no tiene precio, y que el amor jamás será mucho para quien lo merece. Pude entenderlo por esa conexión de campesino, de llanero, de poeta enamorado del llano, el llano inmenso que siempre representó con tonadas, con cantos, con corríos, con pasión. Fue más allá de nuestras fronteras, él sabía que debía hacerlo. En aquellos


encuentros latinoamericanos nos enseñó que Latinoamérica entera es de maíz, eso marcó la historia. Lo tuve cerca en este mismo Parque, Los Caobos. Con sabiduría supo que sí, que yo era igual que él, una campesina en Caracas.


Edgar Coronado, Aragua. Yo no tuve la oportunidad de verlo personalmente, pero siempre vengo y camino por las calles de Caracas, las mismas calles por las que él anduvo y amó a muchas personas, dio esperanzas, compartió tristezas y angustias. En esas calles, de manera invisible para nosotros, él está, lo sentimos, vemos y oímos en el rostro de cada venezolano que quiere, ama y lucha por esta Patria. Yo sigo reencontrándome con el Comandante Eterno cada vez que vengo a Caracas.

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Edinson José Vargas. Caricuao, Caracas. El hombre que le dio identidad al pueblo Somos una familia grande, vivimos en la avenida, entre Ruiz Pineda y Las Adjuntas, a orillas de carretera. Un día el Comandante inauguró la reparación de un ambulatorio que está en la Gran Parada. Cuando culminó la inauguración, de regreso, mi papá se para en el Metro que está frente a la casa. Estábamos todos ahí. De repente pasa la Casa Militar y se para una de las camionetas… Bueno, era el Comandante. Saca medio cuerpo por la ventana y le da la mano a mi papá como si lo conociera de hace muchos años. Todos nos quedamos locos. Bueno, eso marcó a mi papá hasta sus últimos días. Otro día iba a inaugurar un CDI y la recuperación del CEFAL que se encuentra en Las Adjuntas. Estamos todos sentados a la orilla de la placa de la casa, hablando, esperando que el hombre pasara. De repente pasan los motorizados de la Guardia de Honor; vemos que más adelante la Negra 11


Ramona se le atraviesa a una camioneta roja y saca una carta. Arranca la camioneta y se orilla donde nosotros estamos. De nuevo, era el Comandante saludándonos. Nos pusimos tan locos que, con las cámaras en las manos, no tomamos ni una foto. Son anécdotas que recuerdo cada vez que lo veo en todos lados de Caracas. ¡Nos dio identidad, nos dio Patria!

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Francisco Durán. Siempre tuve la esperanza de que algún día llegara un militar que gobernara a Venezuela sin el afán de enriquecerse, de hacerse millonario, sino que se dedicara a luchar por los pobres, los más necesitados. Y se cumplió.

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Ilse Blanco, Caracas. Por aquí pasó mi Comandante Chávez, por la Avenida Bolívar, donde tantas veces nos dejó su mensaje claro, convincente, lleno de calidad humana, ternura, amor, con la humildad que lo caracterizaba. Nos dejó su legado: “Tienen un país, cuídenlo, y pronto nos volveremos a ver en la Eternidad”. Es un hombre inmortal. Honor y Gloria a ese gigante que vive por siempre entre nosotros, porque todos somos Chávez. Estás en el aire, en el agua, en todas partes, mirándonos con esos ojos que nos dicen mucho. Siempre vigilante, cuidando a tu pueblo, porque estás con nosotros, porque no te has muerto.

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Ilse Mora Salinas, Caracas. Mi comandante Chávez fue y seguirá siendo el padre para todas las personas más desposeídas. Nos dio la luz del entendimiento, nos enseñó a querer a Venezuela, a amar nuestros símbolos patrios; llenó nuestros corazones de mucho amor, fraternidad, sensibilidad por nuestros pueblos hermanos. Escribir de mi Comandante Eterno es como andar desde el Delta hasta el Potosí. Siempre caminamos con él, sentimos que nos dejó una herramienta muy poderosa que se llama Amor por esta Patria bella. Yo lo llevaré por siempre hasta el último suspiro de mi corazón. Le doy gracias a Dios por permitirme vivir esta hermosa época del Comandante Chávez.

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José Antonio Hernández. El Callao, Bolívar. Era mediodía. El día era claro y resplandeciente. Yo iba a comprar entradas para ver una obra de teatro en el Teresa Carreño. De repente veo a un personaje conocido por la travesía de su temeridad heroica: era el Comandante Chávez, recién salido de Yare. Me acerqué y le dije: “Comandante”, y él respondió: “¿Cómo estás, paisano?”. Vino el estrechón de manos solidarias que son recuerdo. De Chávez fluyó una energía que ocasionó cierta impresión en mi ser. Fue algo breve pero eterno. Mi mano quedó como iluminada, como cuando a uno se le duerme una mano, algo así. Y me comentó que iba a una conferencia en uno de esos salones. Él andaba custodiado por dos celadores de corbata y traje negro. Estuvimos a la expectativa pero tranquilos. Estuve tres días con el brazo como dormido. Fue una experiencia diferente.

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Josmir Rosas. Un encuentro hermano con Chávez Mi experiencia con el Presidente Chávez fue algo curiosa, porque por mera curiosidad llegué a la inauguración de la Universidad Bolivariana de Venezuela, sede Los Chaguaramos. Mi necesidad fue la de conocer a este personaje por quien la gente se descomponía al verlo. Fue así como logré infiltrarme en la primera oleada de alumnos, hasta que logré estar en el acto propiamente. Volvieron mis ojos a observar aquel delirio que sentían todas aquellas personas por aquel personaje; mi atracción era tan intensa que tuve que afrontar empujones y apretones para poder verlo a menor distancia. Entonces, a escasos metros de él, se me ocurrió la idea de apretarle la clavícula, no una, sino varias veces, y al no obtener ninguna respuesta empecé a pellizcarlo por la cintura. Cuál sería mi sorpresa cuando el Presidente Hugo Chávez se volteó hacia mí, con una mirada compasiva, y con una tierna voz me dijo: “Chica, ¿qué es lo que tú quieres?”. Yo quedé 17


atontada porque nunca imaginé que voltearía, y mucho menos que todas las cámaras de televisión me apuntarían. Le respondí: “Bueno, Presidente, yo vengo por acá porque yo también quiero estudiar, ya que pertenezco a la población flotante”. Me dijo: “No te preocupes, chica, vamos a municipalizar la educación. ¿De dónde eres tú?”; y yo le dije: “De la Guaira, estado Vargas”. “Ahhh, ok; tranquila, allá también vamos a hacer universidades. Alguien que por favor le tome los datos a esta chica para que estudie”. Le agradecí por la atención recibida, y se fue. Pero mi sentimiento quedó impregnado de ese hombre tan inmensamente humano, de una calidad nunca antes vista. Es que será por siempre único y eterno.

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Julia Loíz. En el año 1971 salí del estado Falcón a realizar estudios de bachillerato en Caracas. Tenía solo 13 años. Cuando tenía 20 años me fui de casa de mis tías con mi pareja: era un adeco. No me gustaba su ideología política porque desde pequeñita me gustaba la del gallito rojo. Así que él se molestó cuando me tocó votar, porque di mi voto al gallo rojo y siempre le llevaba la contraria. Un día él dejó AD para pertenecer a MRV 2000 en las filas de Chávez. Allí sí me incluí. No tuve nunca a Chávez tan cerca para abrazarlo, pero todo el mundo lo amó, eso creo yo, porque era un hombre noble, con sentimientos, apegado al pueblo; y lo demostró tanto que, después de su muerte, recibiré un beneficio que nació de él, de Chávez: mi apartamento en Los Valles del Tuy. Porque actualmente estoy donde hace cinco años: habito en la Torre Confinanzas. Hemos pasado penurias, cargado agua, nos hemos alumbrado con velas, pero hoy digo que ha valido la pena.   19


Nelvis Infante, Caracas. Desafortunadamente no conocí a Hugo Chávez de cerca, pero sí en una de las tantas marchas a las que asistí. Fue en Agua Salud. Desde temprano hice acto de presencia representando a un organismo en el que laboraba. Cansada bajo un sol inclemente, con mi paraguas. Y me magnetizó llorar al momento de verlo, me embriagó. Siempre me preguntaba: “¿Por qué las mujeres lloran?”, y en ese momento viví esa fuerza y esa paz que se sentía al tener de cerca a Hugo Chávez.

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Nilsa Gummings, Caracas. Esto ocurrió a finales de los años 90, en el Teatro de Caracas, en el edificio Centro Villasmil, Esquina de San Camilo, frente a la Avenida Bolívar. Yo trabajaba como analista de presupuesto en la oficina Nacional de Presupuesto del Ministerio de Finanzas. Iba a comprar un pasaje para San Fernando de Apure, al Nuevo Circo de Caracas, por estar cercana la fecha de Semana Santa; y me topé a la entrada de los ascensores con el Comandante Chávez, que estaba recién salido de la cárcel. Lo saludé, y me identifiqué; le dije que iba para Apure porque yo había vivido allá un largo tiempo e iba a pasar esos días santos en San Fernando. Me abrazó y me dio un beso; me dijo que él también era apureño y recitó estas palabras: “Apure, yo soy tu hijo, trátame como a tu llano.” Siempre recordaré esta anécdota, a pesar de haber tenido otros encuentros con él en marchas, concentraciones, etc.   21


Pierina Soledad Quintero. Mi cara a cara con el “Presi” La primera vez que tuve la oportunidad de ver al inigualable Chávez fue en la presentación de los Cinco Ejes, en el Salón Bicentenario del entonces Hotel Caracas Hilton (hoy Hotel Alba), en Bellas Artes. Como estudiante de Comunicación Social de la UCV tenía que fotografiar un hecho político y, con dos compañeras más, convencí a los de la Guardia de Honor Presidencial para que nos dejaran pasar. Eso sí: debíamos ser discretas porque a leguas se nos notaba la pinta de chamas en medio de ese gentío de paltó y corbata. Obedientes, nos sentamos en tres sillas pegadas al pasillo por el que entró el Presidente Chávez. Cuando escuchamos el alboroto de su llegada, se nos olvidó la advertencia de los de seguridad, porque la imponente energía de su presencia nos hizo montarnos en las sillas, sin pensarlo dos veces, para capturar los negativos que luego rebelaríamos en blanco y negro. Su carisma lo envolvía a cada paso. Trajeado de flux gris claro, saludaba aquí y allá; y 22


al pasar por el pasillo lo tuvimos muy cerca. Así, sonriente y desbordando energía, lo hicimos eterno en unas fotografías, que las mudanzas habrán dejado en alguna caja de aquellas tres amigas que conocieron a Hugo Chávez Frías en su primera pauta fotográfica.

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Rosa Calderón, Caracas. La primera vez que vi al Comandante Chávez en la televisión fue antes de ser candidato, y me dije: “Si se lanza, voto por él”. Luego lo vi en el “Por ahora”, y reafirmé el voto por él. Ninguna experiencia personal, pero siempre lo admiré y lo sigo admirando, por sus ideas, sus acciones y su persona. Lástima que tenía que irse, le faltó tanto que dar.

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Rubén Charmelo Herrera. Viajando hacia Calabozo para sembrar sorgo en Guardatinajas… Nos hospedamos en una casa, para salir en la mañana a las oficinas de créditos del pueblo, y en la institución agraria del estado conocí a un campesino que decía que el mejor dulce de lechosa lo hacían en Barinas, su vecina Rosa. Me interesé por la receta y por probarlo. Al terminar de sembrar visitamos a Juan, el campesino que vendía el dulce que hacía su vecina Rosa. Nos trasladamos a Barinas, y al llegar al pueblo de Sabaneta Juan gritó: “Criollo, esta es receta de Rosa”. Un niño se acercaba al carro y, declamando historias del llano, vendía el dulce. Mi papá, al probar el dulce de lechosa, le dijo al campesino: “Tocayo, con razón tiene usted mi nombre: es un hombre que dice la verdad, qué buen dulce”. Visitamos a la señora Rosa; mi papá se llevó la receta y yo hice amistad con el niño que me hablaba del llano, de su familiar que peleó en la guerra, y del beisbol. Apoyé los sueños de mi Comandante Chávez hasta llevarlo a ser Presidente, y proseguimos su lucha con los Círculos Bolivarianos y su recuerdo de Libertad 25


a los pueblos, como lo hicieron Simón Bolívar, Francisco de Miranda, Sucre, mi General Campesino Zamora. Los recuerdos de mi Comandante Chávez se han multiplicado por el mundo en los pueblos oprimidos. En honor a mi amigo de la infancia, que nos llenó de amor por su llano y por las personas. Nos dejó el legado de su interior espiritual, para las generaciones de oro de los pueblos del mundo.

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Sirleni Sosa Rincón, Caracas. Es blanco, no era negro La primera vez que vi personalmente a mi amado Comandante Chávez fue por los alrededores de la Asamblea Nacional. Había muchas mujeres esperando su llegada, yo estaba muy emocionada porque era la primera vez que lo iba a tener tan cerca. Cuando por fin llegó, me impresionó su blanca piel, pues siempre las “malas lenguas” decían que era negro. Para mí él es blanco, y punto. Además me impactó su sonrisa tan bella, su mirada de hombre bueno y sincero; me transmitió algo muy bello que nunca olvidaré. Ese día las mujeres nos volvimos locas tirándole besos y diciéndole: “Te amamos, Chávez”; y él con esa sonrisa tan linda, y esa mirada de ángel, nos dijo: “Yo también las amo”. Y nos tiraba besos y más besos. En mi mente siempre guardo ese recuerdo, pues para mí fue maravilloso verlo tan cerca. Qué lástima que no pude besarlo ni abrazarlo, solo lo hago en mis sueños y con eso me conformo. 27


Yajaira Soler Mendoza, la poeta Siboney. El héroe del amor y la Libertad con las heroínas de la Patria Conocí muchas veces al Comandante Chávez, en las multitudinarias concentraciones y marchas, actos, aniversarios de las instituciones nacidas y rescatadas en el seno de la revolución, en “Aló Presidente”… Pero el mejor momento de mi vida que fue el mejor regalo de mis 33 años, en el que estuve hablando, riendo y expresando todas mis alegrías, fue en el Monumento Campo Batalla de Carabobo, un 17 de enero del 2009, en un acto masivo de 66 mujeres por el “Sí”. Recuerdo que María León (para ese momento Ministra de Estado para Asuntos de la Mujer) me dio la noticia de que fui seleccionada para recitarle un poema de mi autoría al Comandante Chávez. Mi emoción se desbordaba porque iba a recitarle al Comandante Chávez “Glorioso Verde Olivo”, que era por la causa Palestina, por la causa Saharaui, como los pueblos que defiendo con mis versos. Me sentaron cerca del Comandante, y él dio la orden de que saliera la Cadena Nacional. ¡Vaya 28


emoción! El pueblo en vivo, con firmeza y sentimiento de mujer. En ese acto iban a recibir la orden “Heroínas de la Patria” tres mujeres a quienes se les reconocía su trabajo abnegado por el país, por sus comunidades: Gladys Requena, Carmen Mendoza, y mi persona. La noticia me cayó de sorpresa y no podía ocultar mi emoción. Veía el celular con cuidado, y en un mensaje de texto pude leer: “Te están pasando en Cadena Nacional, las cámaras te están enfocando. ¡Qué noticias buenas están anunciando! Van a condecorar a unas mujeres, ¿estás ahí?”. Como pude, envié mensajes a mi familia para que sintonizaran la Cadena. Llegó mi turno, y el Comandante estaba ahí, ¡hermoso guerrero de luz! ¡Un héroe del amor y de la Libertad! Pude saludarlo, recitarle un poema, y él me felicitó por la labor emprendida a favor de los pueblos del mundo como poeta venezolana. Lo saludé con dos besos en cada mejilla, y con la frase: “Asalam Aleikum, Presidente”. La emoción era infinita, no podía explicarla en el momento.

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Mercedes Urbina, Los Teques. Vi pasar a Chávez por la Avenida Bolívar, me fui con mi mamá para conocerlo. Tremenda concentración, demasiada gente. Por todos lados pasaban “rojos rojitos”, y yo con mi mamá ahí, esperando para conocerlo. Mi mamá con más de 80 años, y yo era la que estaba mareada con tanta gente. Nos fuimos hacia Parque Central, hacia ese hotel que se encuentra al final. Nos sentamos, y al rato llegó mi Chávez. Lo vimos pasar, y dije: “Mamá, véalo desde aquí”. Bien lejos, por cierto; pero no nos íbamos a meter dentro de esa multitud. Como dos tontas nos quedamos mirándolo. De allí quería programar llevarse a varios viejitos que deseaban verlo, conocerlo, besuquearlo, pero no se dio. No dejo de verlo en la televisión, y de extrañarlo. Gracias, Chávez, por existir.

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Por aqu铆 pas贸, compadre fue hecho en la V Feria del Libro de Caracas, Parque Los Caobos. Se imprimi贸 en la Imprenta de Caracas, adscrita al Sistema Nacional de Imprentas de la Fundaci贸n Editorial El perro y la rana. 2014


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