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Bootcamp para no estadísticos gratuito para todos los colegiados

Vida Colegial

La irrupción de las tecnologías digitales está implicando grandes transformaciones en el ámbito de la salud y cambios en relación a las comunicaciones entre los principales agentes que intervienen en un servicio sanitario.

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En estos momentos, es necesario que la profesión médica ocupe el medio digital y para ello el Colegio Oficial de Médicos de Alicante ha firmado un Acuerdo con la Universidad Miguel Hernández de Elche para la realización del Curso de Especialización Profesional “Bootcamp para No Estadísticos”.

Dicho convenio va a permitir que todos los/las colegiados/as que lo deseen puedan realizar el curso por teleformación.

Dicha formación pretende que el profesional médico pueda “crear una identidad digital” que permita organizar la navegación web, que automatice la gestión de los correos electrónicos, que organice y comparta información en la nube, que permita escribir conjuntamente documentos y presentaciones, que aumente su reputación digital con una herramienta de microblogging y construya un blog profesional para tener una presencia dinámica en la red.

Por otra parte con esta iniciativa, se pretende que pueda convertirse en un “fabricante de datos” al poder realizar encuestas por internet, publicarlas en el blog personal, incluyendo preguntas condicionales de manera que dependiendo del resultado de una pregunta se interrogue de manera distinta al encuestado y analizar rápidamente los datos recogidos y finalmente convertirse en un “periodista de datos” para crear gráficos y mapas, permitiendo su publicación en el blog personal.

El encargado de realizar la formación es el Profesor de Bioestadística de la Facultad de Medicina de la Universidad Miguel Hernández, D. Fernando Borrás adscrito al Departamento de Estadística, Matemáticas e Informática.

Aquellos interesados deben enviar un correo electrónico a correo@coma.es y recibirán las claves de acceso para el curso

Para su realización solamente hay que registrarse en el mismo, y acceder a los tutoriales. El curso está diseñado como un Bootcamp (campo de entrenamiento), para aprender haciendo a la vez que se visualizan los contenidos.

El Dr. Antonio Arroyo presenta su libro sobre la historia del Colegio de Médicos de Alicante y sus presidentes

Con el título “Historia del Colegio Oficial de Médicos de Alicante. Tras la huella de sus presidentes”, el Dr. Antonio Arroyo presentó este trabajo, donde disecciona, con la precisión de un cirujano, los más de cien años de esta institución a través de sus presidentes.

En la presentación contó con la colaboración de la Dra. Rosa Ballester, profesora de historia de la medicina y que habló sobre instituciones sanitarias y profesionales alicantinas contemporáneas, sus protagonistas y sus contextos. También estuvieron el actual Presidente del Colegio de Médicos, el Dr. José Pastor Rosado y el Dr. Justo Medrano, Vicepresidente de la Real Academia de la Medicina de la Comunidad Valenciana.

El libro está a disposición en el COMA para aquellos interesados.

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Expedición Campos de refugiados Sáhara, diciembre 2016

Ala llegada no me aguanto y tengo que mear. El olor y un río de orina pasando justo al lado de unas maletas me llevan hasta el cuarto de baño. Intento apuntar al agujero en el suelo, pero por los charcos a mi alrededor me temo que soy el único que hace el esfuerzo. Venimos desde Madrid con Air Algiers con un transbordo de 12 horas en Argel para luego coger el avión a Tindouf, el aeropuerto militar argelino. Iremos ligeros de equipaje. De todos los materiales y medicación que habíamos preparado y seleccionados para poder trabajar no llegó nada. ‘Buenos días gente, habéis dormido dos horas y media, es hora de desayunar’. Me pego mi susto y salto habitual si me despiertan durante mi primer sueño profundo, y, completamente desorientado, intento dar cara a la voz que escucho. Poco a poco me doy cuenta que estoy tumbado en una alfombra. No no estoy solo, todo el suelo está lleno de personas que se levantan con la misma cara de desorientación. ‘Es hora de desayunar’. Es Abba, ahora sí me acuerdo, ‘nuestro hombre’ en los campamentos de refugiados saharauis. Poco a poco nos despertamos y la mala leche habitual después de una noche tan corta se sustituye por una sensación de tener una energía ilimitada y sobre todo mucha curiosidad por lo que nos espera. Un conflicto eterno resumido. En 1975 Marruecos ocupó el Sahara Occidental, cuando España se retiró de su antigua colonia. Desde entonces, la mayoría de la población se desplazó hasta campamentos de refugiados en el desierto de Tinduf en el sur de Argelia. Se inició una guerra entre Marruecos y el movimiento de liberación Frente Polisario, hasta que en 1991 se firmó un alto el fuego, condicionado a la celebración de un referéndum en 1992 bajo los auspicios La Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum del Sáhara Occidental (MINURSO). Pero el referéndum se ha retrasado varias veces, a causa de las repetidas objeciones de Marruecos, apoyado por Francia, y todavía no se ha celebrado. Mientras tanto, Marruecos se beneficia de los recursos naturales de los territorios ocupados, sobretodo de la pesca y los fosfatos. La comunidad internacional, por intereses diversos, no se mueve demasiado para buscar una solución. Marruecos elevó un muro de 2700 km de longitud desde el sur del Sahara Occidental hasta el norte. Alrededor del muro hay minas antipersonas y vallas, hay 100.000 militares marroquíes y cuesta 4 millones de euros diarios de mantenimiento. La construcción del muro se realizó con la ayuda de expertos israelís y financiación de Arabia Saudita. ¿Alguien se aclara? Aanis entra con su amiga. Las dos llevan el velo habitual, además de guantes y gafas

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de sol para taparse. La amiga habla perfectamente español y viene a traducir. Hago bromas con las gafas y se ríen a carcajadas. Aanis tiene manchas por todo el cuerpo y me enseña todo sin ningún pudor, por lo menos hasta la cintura. Los pechos al aire. Me sorprende un poco verlas así de sueltas y relajadas, las primeras pacientes no se destapaban, pero ahora me doy cuenta que era más por mi prudencia que por otra cosa. Cuando salen se vuelven a tapar y Aanis me saluda con risas, en perfecto español…. Hay una mujer embarazada con fiebre y diarreas en observación en el cuarto donde paso consulta. También hay un gato debajo de la cama. Me hago un hueco para mis cosas en otro rincón y empiezo. Hoy hay mucha gente. Si hace falta se atiende a varias personas en el mismo cuarto, en el pasillo o donde sea. Los dentistas tienen seis puestos en dos cuartos. Veo de todo. Muchos niños con infecciones de todo tipo. Afortunadamente he traído mi pulsoximetro, termómetro, otoscopio etcétera. Una mujer con un abdomen agudo no quiere ir al hospital en Tindouf. ‘Aquí siempre me dan antibióticos y analgésicos’. Me resisto, no voy a hacer barbaridades. Me cuesta un poco volver a la medicina directa de aquí. Aquí no hay tiempo ni necesidad para explayarse con los pacientes sobre las circunstancias familiares, hábitos de vida y temas filosóficos. Mientras en España me recreo en sugerir cambios de estilo de vida, donde reflexiono con los pacientes sobre la fuerza de cada uno para mantenerse sano, curarse con amor propio y siendo generoso con los que están al lado de cada uno; aquí al contrario sobran estos temas existenciales. En la vida a toda prisa occidental vas al médico para que te pare, los saharauis no necesitan que les cuenten cosas tan obvias. Nos pueden enseñar mucho, a nosotros y a nuestros hijos. Así que me pongo a hacer lo que ellos esperan de mi: una anamnesis, una exploración exhausta y les pongo el tratamiento si es necesario. Hay una cosa curiosa y es que la gente aquí apenas se automedica, ni tampoco exigen un tratamiento específico. Por lo menos, yo apenas lo he visto, menos la mujer con el abdomen agudo. ¡Eso sería un desafío para la salud pública aquí!, antes de que empiecen los malos hábitos de sobre medicación de todo tipo (¡y los médicos somos los culpables!) hay que empezar con buena información, explicar que un virus no se trata con antibióticos, que a un niño con fiebre no siempre conviene darle paracetamol o ibuprofeno. Sería interesante ver cómo se puede influir con buena educación a la próxima generación. Me temo que sea un desafío quizás demasiado utópico. Es mi primera expedición a los campamentos saharahuis. A primera vista hay muchas cosas que se podrían mejorar. Con una compañera médico hablamos por ejemplo de la necesidad de una cartilla de salud. Pero después de varios días me doy cuenta de la complejidad de todo. ¿Quien soy yo para pretender poder mejorar las cosas? Para eso uno necesita meses, quizás años estar aquí, para conocer la cultura, para conocer la infraestructura, para saber que tipo de ayuda llega y donde, para enterarse de anteriores iniciativas, para conocer los fondos disponibles y para saber muchas cosas más. Es una tarea complicada y desde luego no es el objetivo de este viaje. Dentalcoop lleva dos años yendo paso a paso, respetando los profesionales locales y en diálogo continuo con los responsables del ministerio. Es un ejemplo a seguir. El Ministerio de Salud Pública de la RASD (República Árabe Saharaui Democrática) que administra y coordina todas las iniciativas de la salud pública hace lo que puede. Depende para casi todo de ayuda externa. Hay muchos programas de prevención (vacunación, potabilidad del agua, programas contra la desnutrición infantil, educación sanitaria) y asistencia médica. Hay un departamento de estomatología que está apoyando nuestra expedición. En cada Daira hay un dispensario, en las Wilayas están los hospitales regionales (Aaiun, Awserd, Smara, Dajla, Bojador=27 de febrero) y luego están los hospitales centrales Bachir Saler en Rabuni y el Hospital Militar El-Bolla. Existen varias asociaciones de cooperantes médicos y la brigada médica cubana. Hay una farmacia central que registra la entrada de medicamentos (todos de ayuda, no existen fondos) y organiza la distribución. Ahmed tiene un objetivo: mi termómetro. No deja de jugar con el, y a cada niño le toma la temperatura y flipa con el resultado instantáneo. Me alegro, voy a dejar todos los materiales y si están contentos con ellos, mucho mejor. Es el director (en sus palabras) del hospital donde trabajamos hoy y me ayuda a traducir. Es muy amable y curioso. Aunque desaparece todo el tiempo a no se sabe donde y luego aparece como si nada. Menos mal los pacientes se ayudan entre ellos para traducir. Al terminar la consulta le acompaño rápido a su casa y me cuenta de un médico de Granada que era muy buen amigo suyo. Le regaló un tensiómetro. ‘Aún lo tengo guardado en mi casa’. Me quedo pensando. Ahmed se quedará sin su termómetro. No hay manera con estos chavales. Sin zapatos y con una habilidad impresionante nos regatean. Aquí hay un par de futuros Messis. Se ríen y nos chocan la mano después de cada gol. Una herida en el pie y una contusión en el dedo meñique es el resultado. La edad se paga.... Nos preguntan por nuestros nombres, que recuerdan los próximos días. Todos estos días los niños y las niñas se acercan a nuestra jaima. Son muy curiosos, pero al mismo tiempo respetuosos. Los saharauis son muy sociables, te saludan siempre y parece que realmente se alegran de verte. Es muy fácil conseguir contacto con ellos. Con las mujeres también, aunque vayan con velo

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y muy tapadas con las melhfas. Son risueños y parece que nos aceptan como somos. Algo bastante admirable teniendo en cuenta la pandilla de maleducados que somos. El hecho de que la mayoría de la población hable bastante bien español ayuda mucho. En los campamentos de refugiados viven casi 200.000 personas. Muchos nacieron y crecieron aquí, y quizás morirán aquí. Muchos estudiaron fuera, sobre todo en España, Cuba y Argelia. Muchos no se dedican a lo que han estudiado. Los sueldos son bajos. Un dentista gana 40€ al mes. Los terrenos que cedió Argelia para los campamentos son de los más inhóspitos de la tierra, aquí en verano las temperaturas llegan a más de 50ºC. No hay posibilidad de agricultura y unos pocos camellos, cabras y gallinas forman el ganado. Los saharahuis dependen casi completamente de las ayudas de la comunidad internacional. Sin embargo, de la nada han conseguido montar una infraestructura, con escuelas, sanidad, pozos, luz en algunas wilayas y una administración. Todo está en un estado bastante precario y haremos un esfuerzo para que se mejore con el tiempo, pero, me imagino, tiene que ser muy complicado y contradictorio invertir tu energía en una tierra que no es la tuya. Es admirable la paciencia, la perseverancia y la dignidad de este pueblo tan olvidado por la comunidad internacional. ‘Mi hermano nos lleva.’ Miro al hermano y me acojono. ‘Pero el niño es más pequeño que mis mellizos’. ‘No te preocupes, tiene doce años y es muy buen conductor.’ Me hago atrás en el todoterreno y miro de reojo al niño por el espejo. Me devuelve la mirada con una sonrisa que no logra tranquilizarme. Afortunadamente la casa no está lejos y el chico maneja el coche bastante bien. El padre de la familia nos prepara el té. Es un ritual casi hipnótico, utilizan brasa para calentar el agua y echan hierbabuena fresca. Y azúcar, mucho azúcar. ‘Es que somos muy dulces’ siempre nos dice Hasman, uno de los conductores del ministerio, sacando su sonrisa amable con manchas marrones en los dientes. El agua pasa de vasito a vasito hasta que se consigue la cantidad de espuma deseada. Es una muestra de hospitalidad y cordialidad. Se toman tres tazas. El primero es amargo como la vida. El segundo es dulce como el amor. El tercero es suave como la muerte. Las dos hermanas traen la comida. Me asusto. Vaya comilona nos han preparado. Un pollo entero, una bandeja enorme de carne de cabra, además de arroz y patatas fritas en cantidades impresionantes. ¿Cómo vamos a comer todo esto, solo somos cinco? Estamos en casa de Maryam, la traductora que trabaja como voluntaria en el hospital de Aaiun. Es saharaui, pero vive desde hace unos años en España. Ha venido con un grupo de cooperantes de Andalucía con quién trabajo en el hospital. La familia nos invitó para agradecernos el esfuerzo de venir y ayudar. Mirando al pollo y el resto de la comida me doy cuenta que realmente están agradecidos. Maryam nos cuenta que también lo hacen en nombre de los otros vecinos. ‘Y luego repartimos lo que sobra’, dice riéndose. No nos dejan recoger, la madre encima nos regala una pulsera con los colores de la bandera saharaui. Una vez más demuestran que los que no tienen nada siempre son los más generosos. Aquí metí la pata sin querer. El tema de seguridad en los campamentos es serio. Desde el momento que llegas al aeropuerto de Tinduf hay que tener en cuenta que estás en una expedición especial con unas normas que debes cumplir. Actualmente los desplazamientos del aeropuerto de Tinduf a las wilayas se hacen en caravana escoltada por el ejército de Argelia, hasta una especie de frontera, y de las policías saharauis, después. Una vez en la wilaya, puedes moverte dentro de la misma y visitar a quien quieras, pero a la puesta de sol debes estar en la jaima, hasta el día siguiente. No es fácil moverse entre wilayas, aunque en teoría puedes moverte entre las wilayas de El Aaiun, Auserd, Smara y Bojador e ir a Rabuni siempre que tengas transporte y en el protocolo de la wilaya te hayan dado el papel que lo autoriza, a ti y al chófer y coche en que vas a ir. Y de hecho en las entradas y salidas hay controles. No me di cuenta que una invitación espontánea en otra wilaya pudiera causar tanta preocupación porparte del Ministerio. Entendí luego que realmente hemos sido unos privilegiados con el tema de traslados y visitas al museo, la farmacia central y Smara entre otras. La seguridad tiene como objetivo proteger a cualquier cooperante o visitante para que no peligre la ayuda internacional que es lo que hace poder existir al pueblo saharaui en los campamentos. Los ronquidos del director del hospital me despiertan una y otra vez. Intento dormir en el suelo de su cuarto, está todo asqueroso. Son las cinco de la mañana y acabo de atender a un niño en urgencias en Rabouni, el hospital

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más importante de los campamentos de refugiados. El niño entró con problemas de respiración (un estridor impresionante) por una laringotraqueobronquitis y fiebre alta. Llamé al pediatra porque le veía muy disnéico. Con un nebulizador con epinefrina y prednisona mejoró mucho. La médico de urgencias cubana que me había enseñado todo esta tarde ya me avisó, ‘aquí ves de todo y toca improvisar’. Me alegro de que solamente me toque una noche aquí. El director se levanta con la misma ropa puesta de ayer y se pone un poco de colonia. Me ofrece un batido caliente de maíz. Muy bueno. En urgencias atiendo a un par de pacientes hasta que llegue el relevo. El enfermero, que se llama Mohamed como todo el mundo y por eso le pongo el apodo de ‘Gafitas’, me da un abrazo. ‘¿No vas a volver esta noche, verdad?’ Me siento como nuevo. Los calzoncillos de Sergio y los calcetines de Oscar me hacen sentir como el de siempre, o sea, un chico muy guapo, aseado y arreglado. Me he echado el agua helada sobre las partes más necesarias de mi cuerpo. Estoy en el cuartito donde está el baño, un agujero de cerámica en el suelo (como antes utilizaban en Francia me acuerdo de mis vacaciones ahí). Sobre el mismo agujero me lavo lo que pueda. Me pondré el mismo pantalón y camisa de los últimos cinco días, y también me dormiré en la misma ropa. Realmente me da igual. A todos nos da igual. Dormimos diecisiete en la misma jaima, compartiendo todo. La falta de equipaje y de cualquier capricho nos ha hecho una piña. Cuando llegan las maletas después de un esfuerzo titánico de Abba, lo celebramos, pero nuestras caras dicen, ¿para qué? ‘Dos años lleva con dolor de muela’ dice su marido, ‘dos años que no puede dormir, está hecha polvo’. Está desesperado. Su mujer ya está sentada en la silla y ya le han dado su anestesia. Apenas veo sus ojos bajo el velo. Cristina con su sonrisa bonita y gorra de colores alegres (hecha por su suegra) con luz frontal no necesita más campo de vista, lo ve claramente. Como un torero se acerca a su víctima y en un movimiento elegante (digo elegante, pero realmente da miedo) termina el calvario de la pobre mujer. La muela termina en una bandeja entre muchas otras. A lo mejor no hoy, pero pronto dormirá mejor y su salud general mejorará. Estoy en la sección dental del hospital de Aaiun. Con solo un sillón dental medianamente funcionando hay un equipo de seis dentistas, una higienista, tres auxiliares y el apoyo logístico de Sergio funcionando como un tren. Muchísima gente pasa por el carrusel improvisado del diagnóstico, luego la anestesia, terminando con un empaste o una extracción. La mayoría de veces en sillas normales con una luz frontal. Todo el sistema funciona con un generador que tiene una capacidad limitada de una mañana. Si no estarían trabajando hasta muy tarde todos los días. Dentalcoop lleva desde 2014 en los campamentos de refugiados saharauis y en los territorios liberados. La idea es el envío de material y equipamiento dental al departamento de Estomatología del Ministerio de Salud saharaui, para cobertura en los Campamentos de Refugiados Saharauis. Los apoyan además con formación presencial para los odontólogos y auxiliares, así como financiación para formación técnica en centros clínicos españoles. Luego en los territorios liberados en colaboración con Sahara 4x4 solidario han establecido una cobertura de asistencia dental básica a la población, mediante la instalación de una clínica dental totalmente equipada y el trabajo de decenas de voluntarios de Dentalcoop. Personalmente me he quedado impresionado con lo que han conseguido en tan poco tiempo. La compenetración con el ministerio es total y eso es fundamental en los campamentos. En la Daira no hace falta un gallo, tenemos a Iván y funciona de maravilla. Nos dormimos cuando Iván deja de hablar y es hora de levantarse cuando empieza a soltar sus primeras palabras del día. Nos reímos mucho con él, habla de todo y mucho. El problema es que la mayoría le contesta con la misma agudeza y la jaima parece muchas veces una gallinera. Flipo con el lenguaje. Pensaba que eso solamente pasaba en Gran Hermano. Nos reímos mucho. Somos muchos y cada uno tenemos nuestro papel. En el desierto, el no tener nada, nos hace ser como somos y nos hace respetarnos uno al otro sin condiciones. Tenemos un grupo muy variado y muy divertido. A los que se hospedan en el ministerio, ‘Pijolandia’ (tienen camas, agua caliente y un water) los vemos todos los días y compartimos comidas y salidas por la tarde. La verdad es que hay muy buen rollo y se agradece. Nos acaban de sacrificar una cabrita y la pobre nos sirve de cena de despedida. Estamos en las dunas, bajo la luna, un poco más lejos de Smara. Hace un frío que pela, pero las emociones nos calientan. Ignacio hace un discurso y acierta con las palabras. Es la decimocuarta expedición, pero nos hace sentir únicos, mencionándonos uno por uno por nuestro nombre. A pesar de los problemas de los materiales, a pesar de no haber ido a los territorios liberados (ahí iremos en agosto), lo hemos pasado bien, hemos aprendido mucho, nos la hemos tenido que apañar en un sitio desconocido y entre todos nos hemos apoyado. Los saharauis nos han enseñado muchísimas cosas, de algunas a lo mejor no me he dado cuenta aún. El desierto nos desnudó y nos permitió llegar a nosotros mismos.

Dr. Max Meertens

Médico especialista en medicina familiar y comunitaria y ejerce desde 1994 en la Clínica Benissa. Aparte de los Países Bajos y España, trabajó en Guatemala. Su pasión es viajar y empaparse de culturas diferentes.

Demasiado ruido

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Me levanté apresurada al oír el teléfono y al escuchar la frase de mi marido “a ver si le ha pasado algo a mi madre”. La llamada la hacía mi asistenta: tenía lumbago y no iba a venir en toda la semana. Desde bien temprano se instaló en mí una conocida sensación de prisa y agobio. Era lunes y ese sábado no habíamos hecho compra y me tocaban las urgencias en el Centro de Salud.

Sin duda, era un día constrictivo; las continuas pseudourgencias administrativas, las interrupciones reiteradas y esas palabras innecesarias de la reunión de equipo al final de la jornada se agolpaban en mi cabeza.

El aviso que encontré en el casillero me cayó peor que una jarra de agua fría. Y para colmo, la enferma no era de mi cupo: el compañero había iniciado sus vacaciones el viernes anterior.

La casa del aviso estaba en el Rabaloche, un barrio periférico, con zonas de exclusión social, donde no me gustaba dejar el coche. Además, parecía que el tiempo se hubiera puesto de acuerdo con mi estado de ánimo; el ambiente estaba ceniciento y la luz mortecina no iluminaba la estancia.

Apoyada en el canto de la puerta de la habitación, me costaba bastante leer el encabezamiento de las historias clínicas de los distintos ingresos.

Al abrir la puerta, la hija dijo las palabras esperadas: “¿Es que no viene Don José? Mi madre se va a llevar un disgusto. La sucesión de hechos molestos contribuyó a que estas palabras hicieran mella en mi inconsciente y me sintiera más distante. Que fuera yo y no “Don José” a su casa se debía al reparto de urgencias. Qué diferencia de recibimiento en el aviso del jueves de un enfermo terminal de mi cupo con un cáncer de boca.

De pie en la esquina de esa habitación, guardando la distancia, ciega y poseída por mis problemas irrelevantes, tenía muy claro que había suscitado la demanda asistencial de la hija. Su madre, una paciente terminal con un melanoma diseminado, tenía más dolor; el tramadol, ya no le aliviaba. Mi función estaba clara: intentar reducir su dolor y aumentar el confort de la paciente.

Yo quería concretar en unos instantes el plan terapéutico, valorar qué nivel de analgesia estaba indicado, la posología, la medicación coadyuvante y la medicación para evitar los efectos secundarios. Refugiada en aquel rincón y en mis conocimientos, barajaba alternativas sin apenas abrir la boca para comunicarme con la paciente; ese control sobre lo habitual relajaba mi ánimo.

Aprecié en la hija una expresión de miedo. Pensé que su experiencia anterior de cuidados de un enfermo terminal, su padre, me podría ayudar para que ella colaborara con la pauta de opiáceos. No advertí que, probablemente, su actitud de miedo se debía a que sufría más porque intuía lo que le esperaba.

En los informes de alta no le habían retirado los hipolipemiantes, ni los vasodilatadores; ¿Cómo iba a decirle, sin herir a la paciente, que esa medicación ahora ya no tenía sentido? Dudaba de si demorar esta decisión ¿Qué confianza iba a tener la paciente en un médico nuevo? Cuántas veces he oído decir: “¡Vamos!, me quiere quitar el fármaco. Además, ¿quién me aseguraba que el tratamiento que yo iba a prescribir se le mantendría?

Tantos contratiempos me estaban agobiando, tenía la sensación de que en cuanto comenzara a exponer el plan terapéutico iban a surgir pegas.

Pero hay momentos en que, a pesar de las tareas imprescindibles, de ruidos y penumbra vacua de unos pequeños problemas, el recuerdo da una luz de entendimiento a nuestros ojos y la realidad inconsciente percibida nos sitúa en su verdadera dimensión. Levanté la vista y entre las mantas se vislumbraba una anciana pequeña. Parecía un personaje de las novelas policíacas victorianas que tanto me gustan. Entre su piel nívea, de un blancor excesivo, destacaban unos ojos azules pequeños y tristes. Me vino un pensamiento errático: lo que para mí era una desventaja, su tipo de piel, elemento crucial para el desarrollo de su enfermedad, para algunos habitantes de estos pueblos de la Vega Baja, era considerado un signo de pertenencia a una clase alta. Recordé la frase de mi profesor de dermatología: “Este tipo de pieles no son autóctonas del lugar; deben ser descendientes de una hueste vikinga.”

Instintivamente, completé su imagen y tracé en mi conciencia las líneas que verdaderamente importan. Cómo nos sustraemos a la realidad que nos rodea por cosas ajenas a lo que en ese momento acontece y cómo se clarifican las cosas con una sola mirada atenta, que desemboca en una serie de actuaciones instintivas y coherentes con el contexto clínico.

Reseteé mi pensamiento, recuperando aquello que por un hiato pueril se había deslizado de mi quehacer habitual. No soy una persona afectiva y detesto la exageración de emociones con respecto a algo que es ajeno; pienso que mostrar unos sentimientos falsos es una burla y denota inconsciencia. Pero el hecho de que no fuera paciente de mi cupo, conocida, no era

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óbice para ese distanciamiento y falta de empatía.

Sentada en el borde de la cama, tomé su mano y volví a ser médico, no medicina, y me dispuse a tratar a Dolores, no a un paciente. Antes, de forma mecánica, recité en silencio una oración infantil como si fuera un mantra.

La pérdida de peso, junto con la anorexia, condicionaba una imagen de debilidad extrema. Esto, unido a su mirada agradecida, me evocaba los últimos días de mi madre. Una cree que es capaz de aprehender los sentimientos de los demás por haber sufrido una experiencia parecida, por haber visto estas situaciones otras veces o por haber sentido dolor. Pero sólo vemos las excoriaciones en la piel ajena. De esto habla un verso que dice “lo que conoces de mí es tan poco... ¡Qué poco damos a conocer de nosotros mismos y cuánto se nos escapa de los demás!

Pero a lo largo de la vida siempre encontramos imágenes evocadoras que el tiempo y el cariño han desvestido de sombras y angustia, y proyectan, en su bondad, una luz tierna y cálida. Ella me recordaba a mi madre. Mirando a Dolores, tan frágil, entendí cómo era posible la belleza que irradiaba el cuerpo de mi madre, tan ajado por la vejez, los múltiples embarazos y el cáncer de esófago. Esa perfección que apreciábamos todos los de su alrededor, esa hermosura que solo emana de una bondad inmensa y una paz insondable. La enfermedad que deshojó su cuerpo jamás arañó sus profundas raíces; fue aceptando los cambios que en ella se operaron (mastectomía, colectomía, fundas esofágicas...) Hoy admito que hay personas muy grandes...

Yo sabía poco de la vida y persona que tenía cogida de la mano, de sus necesidades físicas, psíquicas o espirituales, de sus expectativas y las de su entorno. Hay muchos dolores que no son físicos. La mirada de la hija era reflejo de esa mirada que yo dirigía impotente hacia mi madre en sus últimos días. Qué podía hacer sino acompañar.

El rostro de Dolores era de dolor contenido, la frente fruncida y los ojos entornados, la cabeza descansaba ladeada sobre la almohada y el habla en tono bajo y lento, casi escandida –“doctora, la ciática no me deja moverme y mi hija tiene que atender a su familia. Déme algún medicamento que me quite el dolor y pueda al menos valerme para ir al aseo… Don José, me dio hace un mes unas pastillicas muy buenas, siempre acierta conmigo, pero se ve que mi cuerpo se ha acostumbrado “.

Tenía metástasis óseas en la cuarta y quinta vértebra lumbar y también en la cadera. La mayor preocupación de la paciente era la movilidad, ella era una persona humilde y no podía permitirse más ayuda.

Tras realizar una historia adecuada, sin prisas, y explicar, de la manera más sencilla que podía, el plan terapéutico, abrí la posibilidad de seguir su tratamiento hasta que volviera su médico de vacaciones.

Siempre existirá una verdad parcial en nuestros actos, pues no podemos romper el vínculo indisoluble con nuestra memoria y la memoria del tiempo que nos ha tocado vivir. Por lo que debemos considerar que la interacción entre las expectativas nuestras como observadores y el significado del acto humano observado es indisoluble en cada instante de nuestra vida.

Dra. Cecilia Guillén Montiel

¡Cumplimos 30 años!

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La Asociación de Pediatras Extrahospitalarios de la Provincia de Alicante (A.P.E.P.A.) ha cumplido 30 años.

Lo celebramos en la Jornada de Clausura que cerraba el 2016, con la conferencia “Genética, epigenética y ambiente en psicopatología” que realizó el Dr. Josep Toro Trallero, pionero y referente en la psiquiatría infanto-juvenil en nuestro país.

Es momento de mirar atrás y ver el camino recorrido:

La APEPA nació a principios del año 1986 con la fuerza que le dieron un grupo de pediatras extrahospitalarios de Elche y Alicante. Una combinación de respetables veteranos con exresidentes recién salidos del hospital que transmitieron la ilusión al resto de compañeros dispersos por toda la provincia. El objetivo era mantener una formación continuada que respondiera a las necesidades profesionales y hacerlo desde la cercanía física y en un ambiente de confianza y respeto.

Y así, el 4 de octubre de ese año el Dr. Prandi Farras inauguraba la andadura de la APEPA con una conferencia sobre “La nueva Pediatría Extrahospitalaria”. Siguiendo esa filosofía se ampliaban los objetivos abriendo la Asociación a la sociedad alicantina, participando en la educación sanitaria de la población; fue por entonces cuando iniciamos, por ejemplo, la colaboración con el periódico Información que hoy sigue fiel a su cita quincenal y unos años después la colaboración con el Curso para Padres de Adolescentes que cada dos años se viene celebrando en el Colegio Oficial de Médicos. A lo largo de estos años se han mantenido las actividades de formación continuada y por nuestra provincia han pasado profesionales de la pediatría nacional y otros especialistas médicos referentes en sus campos, así como otros profesionales relacionados con la infancia y, por supuesto, pediatras de todos los hospitales alicantinos y compañeros de la Asociación, que han ido poniendo su grano de arena en las actividades presenciales programadas. Desde aquí gracias a todos ellos.

Es necesario también agradecer a los que han estado antes, a los que han formado parte de la APEPA, a los que las han liderado desde las Juntas Directivas y a sus Presidentes, a las Casas Comerciales y a sus Delegados que han estado apoyando nuestra Asociación. Y, por supuesto, a nuestra secretaria Maribel Luna.

Es momento de mirar hacia el futuro:

Desde hace unos años el acceso a la formación continuada la tenemos en nuestra casa, en nuestra consulta, a través de esa ventana al mundo que es internet: cursos on-line, noticias y novedades de las distintas Asociaciones de Pediatría o actualizaciones que nos van llegando directamente cada día al correo electrónico. Desde la APEPA también hemos querido actualizar nuestra web www.apepa. org para que sea una herramienta útil en nuestro trabajo diario.

Pero hoy, en la era digital, creemos que la APEPA sigue siendo necesaria, porque complementa las necesidades formativas con actividades presenciales que posibilitan el encuentro y fomentan la amistad de los pediatras alicantinos. No podemos pasar por alto, si miramos al futuro, que éste se presenta incierto para la Pediatría, al menos para la pediatría de Atención Primaria. Por un lado la masificación de las consultas, con cupos excesivamente altos o la precariedad laboral, que la hacen poco atractiva para los pediatras que terminan su formación. Además, no se está formando el número de pediatras que la sociedad precisa y no hay relevo generacional.

La APEPA, consciente de ello, abrió sus puertas a la incorporación de los médicos de familia que trabajan ocupando una plaza de pediatría, y ha favorecido la incorporación de sus socios a la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap), modélica en formación continuada. No hay duda de que esa formación es garantía de una mejor atención a nuestros niños y adolescentes, como lo es la buena relación entre los distintos profesionales responsables de su salud. Y éste es el objetivo prioritario de nuestra Asociación.

Creemos en la pediatría extrahospitalaria y en la necesidad de estar unidos, por eso el proyecto APEPA sigue en pie. Pero igual que sucedió en sus comienzos, se necesita el impulso de las nuevas generaciones de pediatras, que contando con el apoyo de los que seguimos fieles a este compromiso, vayan tomando el relevo para que la APEPA siga cumpliendo muchos años más.

Dra. Isabel Rubio Díaz Presidenta de la APEPA en nombre de la Junta Directiva.

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