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Mi primera vez
Autor: Alfarer
Para todo siempre hay una primera vez. Y lo que quiero relataros hoy es mi primera vez... en los puzzles. Tengo ‐ tenemos mi esposa y yo‐ un sobrino. Bueno, en realidad tenemos muchos sobrinos, pero me refiero a uno en especial. ¿Y qué tiene de especial? Pues que es un vicioso de los puzzles. Sí, hay muchos tipos de vicios y algunos no son nada malos. El vicio de los puzzles es de estos, de los vicios buenos. Así que este sobrino y su encantadora pareja ‐también viciosa, con perdón‐ dedican parte de su tiempo a completar puzzles, a viajar para participar en concursos, y un buen día a participar en la organización de uno en su pueblo, una muy bella localidad (también muy pequeña) de la sierra segoviana.
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Y allí nos consiguieron llevar a participar en un concurso de puzzles por primera vez. Un concurso serio, no se piensen, con sus reglas, sus tiempos y todas esas cosas, que yo ignoraba hasta ese día. La verdad, para ser nuestra primera vez (fuimos los cuatro, servidor, mi esposa y nuestras dos hijas), fue bastante satisfactoria la experiencia.
Habrá quien piense que al final un concurso de puzzles no tiene gran enjundia. Pero un concurso es un concurso, una competencia, una lucha que normalmente no se libra en puridad contra los supuestos rivales, sino contra uno mismo. Sentados en la mesa con el puzzle, cuando oyes la palabra “tiempo” y comienza la lucha, empiezan los nervios, las prisas, como en cualquier otro deporte competitivo. Yo no compararía las sensaciones con deportes de actividad intensa, como el fútbol o las carreras pedestres, sino más bien con el ajedrez: tensión, pensamiento a toda pastilla, limitación de tiempo y más tensión. Y nervios, sí, sí, muchos nervios... por lo menos la primera vez. De hecho, hubo un momento en que los nervios me colapsaron, no sabía dónde poner las piezas, y todo parecía estar tan embarullado que no me veía con fuerzas para acabar... Y cuando creía que nos habíamos recuperado y ya íbamos bien porque habíamos conseguido cerrar el contorno.... ¡toma!, ya tenemos campeón, alguien ha conseguido completarlo... Lo primero que se te pasa por la imaginación es que no puede ser, nadie puede ser tan rapidillo. Y lo segundo, pensar que eres un incompetente, y que incluso en tu primera vez podías haber sido un poco más resolutivo. Menos mal que no te queda tiempo para compadecerte. Aún tienes unos cientos de piezas formando un barullo que debes resolver. Así que sigues hasta el final como puedes. Hasta que de repente, ¡campana y se acabó! Lo primero que piensas entonces es que han tenido que confundirse, no puede ser que lleves tanto rato ahí, moviendo las manos sin saber muy bien lo que hacer, intentando colocar todo en su sitio. Y lo siguiente es mirar el resultado, que vengan los jueces y cuenten las piezas colocadas, y entonces lo que pasa por tu cabeza es que lo podrías haber hecho mejor, se ha notado la falta de experiencia, sin duda, pero en el fondo no ha estado tan mal. ¡Que se vayan preparando! Esto no va a quedar así. Sin duda habrá una segunda vez, y vas a ir más informado y más entrenado.
Cuando por fin abandonas el salón, te preguntas si no te habrá picado el gusanillo y te habrás vuelto, tú también, un vicioso como tus sobrinos... Bueno, al fin y al cabo, ya nos habíamos puesto de acuerdo en que hay vicios buenos.