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7. Recitativo i Aria (Rafael

Si hay una música que funciona en todas las ocasiones, esta es la de Georg Friedrich Händel. Su armonía aparece siempre fresca, sencilla y de una gran belleza constructiva. Y estas cualidades eran y son reconocidas tanto por el público como por los colegas de profesión.

Cuando Franz Joseph Haydn acabó su larga etapa —treinta años— como músico al servicio de la familia Esterházy, en el interior de Hungría, se dedicó a viajar, y en 1791 visitó Londres por primera vez. Este viaje ha proporcionado muchas alegrías a los melómanos de épocas posteriores, porque como mínimo dos grandes obras fueron gestadas durante esta salida: la sinfonía Londres y el oratorio La Creación. Esta última obra, precisamente, fue inspirada por la asistencia a una serie conciertos en la capital británica, donde Haydn pudo renovar su admiración por Händel: sabemos que tuvo ocasión de escuchar Israel en Egipto y El Mesías, así como fragmentos de Judas Macabeo, Esther, Saul y Deborah. Parece que durante su estancia en Londres le presentaron un libretto, probablemente anónimo, en el que se describía la creación del mundo a partir de la obra El paraíso perdido, del poeta inglés del siglo XVII John Milton, y de los textos bíblicos del Génesis. Cuando ya había regresado a Viena, en 1795, Haydn entregó este texto al barón Gottfried van Swieten, y le pidió que, además de traducirlo del inglés al alemán, recortara secciones para adecuarlo a una posible estructura musical. Así, Haydn empezó a componer el oratorio hacia el año 1796 y lo estrenó en 1798 en Viena. Muy pronto la obra fue interpretada en toda Europa.

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Escrito para una orquesta clásica, coro y voces solistas, son estas últimas las que narran la acción, encarnando los papeles de los arcángeles Gabriel (soprano), Uriel (tenor) y Rafael (bajo). El oratorio está estructurado en tres grandes partes, que corresponden a tres etapas en la creación del mundo: los cuatro primeros días se narran en la parte I, la creación de plantas y animales se plasma en la segunda parte, mientras que la tercera parte refiere la aparición de Adán y Eva, representados por un bajo y una soprano.

La apertura inicial es uno de los momentos más famosos del oratorio. Haydn encabeza La Creación con un acorde amplio y extenso, una especie de referencia al logos, a la palabra divina que desencadena la creación de todas las cosas. A continuación, el material musical aparece vaporoso y dibuja formas arpegiadas y breves motivos musicales que sirven para describir el caos primigenio, el cual será organizado justo después por un ritmo en forma de latido constante, una gran máquina que mueve al orden, la música de las esferas sintetizada en esta famosa introducción. Haydn, igual que Händel ya había hecho en su tiempo, usa la técnica de los madrigalismos o word paintings: para subrayar la importancia de ciertas palabras, las asocia

LA CREACIÓN DE TODAS LAS COSAS

Barbara Duran

a determinados intervalos o motivos melódicos. Así lo hace, por ejemplo, con la palabra dolor, sobre la que usa una clara disonancia. Esta técnica es especialmente presente en la parte II, la dedicada a la creación de plantas y animales.

Un aura luminosa preside buena parte de este oratorio, que presenta elementos de una tradición germánica a la que Haydn no renuncia: la didáctica de enseñar la Biblia, que es cantada y escenificada para el pueblo. Toda la magnificencia de la creación se hace presente en el coral final, con la plenitud de la orquesta y el coro, y también de las matemáticas aplicadas al dominio contrapuntístico.

Haydn, como Händel, tenía muy buen carácter, pero ambos eran hombres de negocios. Así que procuró que el oratorio tuviera dos versiones, una en alemán y la otra en inglés, e incluso arregló discretamente algunas melodías para ajustarlas a los textos en cada uno de los idiomas. Una buena muestra de que la creación preside, en todos los ámbitos, este espléndido oratorio; pero también la eficiencia y la visión de futuro.

If there is one music suitable for any occasion, it is the music by Georg Friedrich Händel. His harmony always appears fresh, simple and of great constructive beauty. And these are qualities that were and are acknowledged by the audience and colleague musicians alike.

When Franz Joseph Haydn concluded his long service —of thirty years— as a musician for the Esterhazy family, in inland Hungary, he devoted himself to travel and he visited London for the first time in 1791. That journey would deliver much joy to music lovers of the future, because at least two great works were created during his trip: the symphony London and the oratorio The Creation. Precisely the latter was inspired by his attendance to a handful of concerts in the British capital, where he renovated his admiration towards Händel. We know that he could listen to Israel in Egypt and The Messiah, but also fragments of Judas Maccabeus, Esther, Saul and Deborah. An apparently anonymous libretto was presented to him: it described the making of the world parting from the book Paradise lost, by XVIIth century English poet John Milton, and it also included a selection of Biblical texts in the Genesis. Back in Vienna, in 1795, Haydn handed the text to Baron Gottfried van Swieten, asking him to translate it into German and to cut some sections so as to fit them into a possible musical structure. Thus, Haydn began composing the oratorio around 1796 and it premièred in Vienna in 1798. Soon the oratorio was being interpreted throughout Europe.

It is written for a classical orchestra, a choir and soloist vocals who narrate the action, incarnating the roles of the archangels Gabriel (soprano), Uriel (tenor) and Raphael (bass). The oratorio is structured in three big parts, which correspond two three phases in the creation of the world: the four first days are retold in part I, the creation of plants and animals in the second, and Adam and Eve materialize in the third, represented by a bass and a soprano.

The initial overture is one of the most famous moments in the oratorio. Haydn heads The Creation with a wide chord, extensive: somehow a reference to the Logos, the divine word unchaining the creation of everything. The musical material, then, appears vaporous; it draws arpeggios and brief musical motives, describing the original chaos that is right afterwards organized by a rhythm in the shape of a constant beat —a great machine of order, the music of the spheres synthesized in his renowned introduction.

THE CREATION OF ALL THINGS Barbara Duran

Haydn, just like Händel did during his time, uses the technique of madrigal or word painting. In order to highlight the importance of particular words, he associates them to certain intervals or melodic movements; for instance, using a clear dissonance upon the word “pain”. This technique is especially present in part II, dedicated to the creation of the fauna and flora.

A luminous aura presides an important part of the oratorio. It also contains elements of a Germanic tradition which Haydn does not renounce: the didactics of teaching the Bible, sung and staged for the people. The whole magnificence of the creation is present in the final chorus: not only the height of the orchestra and the choir, but also mathematics applied to the command of counterpoint.

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