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El diente de megalodón

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La prima Margaret. Aquella preciosa pelirroja pecosa había acompañado mis veranos santanderinos cuando venía de visita desde su brumosa Escocia. Nadie la tomaba por extranjera, con su perfecta dicción española (hasta tenía el laísmo típico de la tierra), pero descubrí que, en los temas técnicos, su idioma era exclusivamente el inglés, ya que no se había ocupado de encontrar los equivalentes castellanos. Aquella tarde, con la panda de amigos universitarios en el bar, tuvimos todos ocasión de comprobarlo. - ¿Qué has dicho que estudias? - preguntó Guillermo, el eterno estudiante de Derecho.

- He terminado Biología Marina y estoy haciendo un Máster en… genetic evolution - Evolución genética -dije yo, que como estudiante de último año de Medicina creí mi deber traducir- o genética de la evolución, no sé bien. - ¡Qué interesante! - fue la exclamación de Paco- Oye, ¿tú serías capaz de explicar la evolución a uno de letras como yo? Porque lo cierto es que nunca lo he entendido. Muchas cifras y nombres raros. - Pues claro, si es muy sencillo -dijo Margaret tomando una servilleta del bar y poniéndose a escribir- El Big Bang se produce hace unos 13 mil millones de años y el sistema solar, incluida la Tierra, aparece a los 4,5 mil años. La vida (bacterias anaerobic) comienza muy poco después. La atmósfera se inunda con un contaminante de su metabolismo (el oxígeno) y aparecen los organismos capaces de aprovecharlo hace unos 2000 millones de años. Todavía son unicellular. Se agrupan en animales de varias células y hacia los 500 millones de años atrás se produce la diversificación que llamamos Cambrian explosion porque aparecen en pocos años (bueno pocos millones) muchas especies. Y el tema de mi Máster: los Hox genes - Los genes Hox- dije, que ya me lo había contado, Margaret- son los que regulan el desarrollo del cuerpo en el plano antero-posterior. - Bien dicho – dijo ella, no sin cierta ironía, pues le había costado hacerme comprender el tema- Muchas formas y muchas especies. Entre ellas, los primeros cordates, como nosotros.

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- Cordados – fue mi aportación- Animales con vértebras.

- Eso. Los primeros, los Agnathans.. - Agnatos- volví yo a meter baza. - ¿Qué son agnatos? - quiso saber Guillermo.

- Eh- dije yo sin poder contener mis ganas de tomarle un poco el pelo- ¿Tú no eres de letras? ¿dónde está tu griego? Agnato: sin mandíbula - ¿Sin mandíbula? ¿Y cómo comen? -quiso saber Guillermo - Todavía hay muchos- dijo Margaret- El hagfish por ejemplo. Yo me quedé en blanco. ¿Qué demonios era un hagfish? Nunca lo había oído. Afortunadamente, Margaret, que me vio perdido, ensayó otra palabra.

- Lamprey? - Ah, la lamprea – dije yo, agradecido de encontrar un significado.

- Right. Las lamprey son muy interesantes. Tienen más cromosomas que ningún otro vertebrado. Hasta 174. Y un sistema inmunológico curioso. Producen un anticoagulante para chupar la sangre a sus presas. Y se recobran del todo tras el corte de su médula. Lo que parecen dientes son más como callos o cuernos, solo keratin. Son peces con cartílago en vez de espinas. De ellos derivan otros peces con cartílago, como el tiburón y las rayas. Todos con unos 350-400 millones de años al menos.

-Ah, como “Tiburón”- dijo Paco. - Jaws – traduje yo, esta vez hacia el inglés, ante la mirada perpleja de Margaret - Ah, sí, el de la película de Spielberg. No, hombre, ese era un megalodón, un tiburón extinct pero reciente, que apareció hace unos 20 millones de años y desapareció hace unos 2,5 millones. El tiburón primitivo era muy diferente, más pequeño, le faltaba ese morro tan característico.… - ¿Se extinguieron seguro? - Esta vez fue Pilar la curiosa

- Parece que lo que les mató fue el enfriamiento de la Tierra cuando se levantó la conexión entre América de Norte y del Sur hace unos 3 millones de años, lo que cambió las corrientes marinas y produjo las glaciaciones... - Oye, y ¿puede haber alguno de esos de verdad hoy? - otra vez Paco - No creo. No hay señal de ellos, ni avistamientos ni dentelladas en ballenas. Mira, este es uno de sus dientes- y abriendo dos botones de su blusa, nos mostró un colgante en forma de diente- Estos son fósiles muy abundantes y en tiempos se to-

maron por lenguas fósiles de serpientes... o de dragones. - Ostras, qué grande – era ahora Guillermo el sorprendido - Qué va. Es pequeño, de menos de 10 cm. Lo compré por Internet por 35 €. Los grandes de verdad, los de los museos, pueden llegar a 20. Y se dice que el megalodón tenía 4 (algunos dicen 5) filas de dientes. Este me gustó porque está bien conservado. Fijaos que tiene el borde algo serrado… ¿Qué? ¿te gusta lo que ves? - dijo a Paco que miraba más su escote que al diente. - No, yo… Paco se había puesto rojo hasta las orejas. - Es broma- dijo Margaret, dándole un golpe juguetón en el brazo- Y esto tampoco es que se gaste… La conversación siguió luego por otros derroteros y no fue hasta la noche, ya de retirada, cuando, solos ella y yo, volvimos al tema. - Tus amigos son muy simpáticos, dijo Margaret- pero de biología saben más bien poco. - Bueno- quise defenderles yo- los universitarios españoles están muy bien considerados fuera, médicos, arquitectos, ingenieros. Lo que ocurre es que aquí cada uno se centra en lo suyo y tiene poco contacto con otras ciencias. - Pues no sabéis lo que os perdéis. Aparte de lo divertido que es el contacto con otros profesionales, los problemas difíciles de cada ciencia pueden ser un juego para otros. Por ejemplo ¿sabes que los de Física hicieron un modelo según el cual la mordida del megalodón es 2,5 veces más fuerte que la del Tyrannosaurus Rex?

- Vale, vale -dije yo, riendo- no le sacas tú poco partido a un adorno de 35 euros.

El odontófilo impenitente

Santander 2019

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