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Pregón de las Fiestas Patronales d’Elx 2016

Francisco Juan Martínez Mojica

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Francisco Juan Martínez Mojica, nacido, afortunadamente para todos los ilicitanos, en Elche, es un microbiólogo, investigador y profesor titular del Departamento de Fisiología, Genética y Microbiología de la Universidad de Alicante y es conocido por su trabajo pionero en las llamadas técnicas CRISPR/Cas 9. Se trata de la creación de una tecnología sumamente eficaz para editar el genoma de las células que ha dado un gran impulso a la revolución biológica. Estas herramientas permiten modificar el genoma con una precisión sin precedentes, y de forma mucho más sencilla y barata que cualquier otro método anterior lo cual ha hecho que se difunda con insólita rapidez entre laboratorios de todo el mundo como herramienta para entender la función de los genes y tratar enfermedades. Muy orgullosos de él, transcribimos a continuación el bonito pregón de comienzo de las Fiestas de Agosto que nos brindó el pasado año.

habréis visto en alguna ocasión la serie de TV “The Big Bang Theory”, con Sheldon y compañía; digamos que ese perfil existe, pero no es lo habitual. La mayoría de los que nos dedicamos a la ciencia somos de lo más normal, o por lo menos eso creemos nosotros, y me alegra comprobar que hay más gente que lo piensa. Respecto a lo que hacemos en nuestros laboratorios, por desgracia no suele tener un reconocimiento social, y este acto es una muy grata excepción. En nombre de la ciencia, mil gracias al Ayuntamiento de Elche, por valientes, por estar a la altura de los nuevos tiempos y por dar una buena prueba de su compromiso con el progreso. Pues aparte de quienes me propusieron leer el pregón, mirando un poco más atrás en el tiempo, los principales responsables de que ahora mismo esté aquí fueron sin duda mis padres, Paco y Fina. Y lo fueron por muchas razones, pero principalmente por una. Cuando finalicé mis estudios en el Colegio Vázquez de Mella, por el Barrio del Canal, tuve la insensatez de decirles que no quería seguir estudiando. La respuesta inmediata fue: “te pego una paliza que te dejo baldao”; amenaza que difícilmente iban a cumplir, primero porque nunca me pusieron una mano encima y segundo porque eran muy buena gente, aunque mi padre estaba fuerte como un toro, y alguna duda sí se me planteó. Lo siguiente que me dijeron, ya más meditado, fue: “de acuerdo, como quieras, a trabajar a la fábrica” (mi padre tenía una pequeña empresa familiar de calzado). Aquello resultó ser un complot en el que todos, incluidas mis hermanas y el resto de empleados, estaban confabulados. Nunca olvidaré ese verano en “la fabriqueta”: un calor infernal,

Pregón de las Fiestas Patronales d’ Elx, 2016

Sr. Alcalde, Sr. Concejal de Fiestas, Corporación Municipal, festeros y festeras, ilicitanos e ilicitanas, Pueblo de Elche y visitantes, amigos todos, ¡Molt bona nit! Como introducción a lo que va a ser el discurso más personal y emotivo que he dado nunca, os voy a ofrecer mi visión de por qué tengo el enorme privilegio de dirigirme a la ciudad de Elche, nada menos que como Pregonero de sus Fiestas Patronales. La razón primordial es que soy ilicitano, y con esto debería bastar; igual un día os toca a alguno de vosotros, nunca se sabe. ¿Quién me lo iba a decir a mí hace unas semanas? Aun así, todavía me pregunto cómo nuestro Alcalde, el Ayuntamiento de Elche, ha tenido el valor de ponerle un micrófono delante a un científico; con la fama de raritos que tenemos. Supongo que muchos

el intenso olor a humo de los puros caliqueños que fumaban incesantemente los operarios y, sobre todo, la radionovela que ponían mis hermanas todas las tardes; una auténtica tortura. Pasaba los días figurando plantas y forrando tacones. La verdad es que todo era más o menos soportable, exceptuando lo de la radionovela. Esta experiencia me hizo recular; me matriculé en el Instituto de Carrús y después en la Universidad. Cuarenta años después todavía sigo estudiando, y desde luego que ha merecido la pena. El resultado es que aquí estoy, delante de todos vosotros en el balcón del que es considerado el edificio más antiguo de la Comunitat Valenciana, leyendo el pregón del 2016, a unos pocos metros de Calendura y Calendureta.

Aunque suelo hablar en público, dar clases de microbiología o impartir una conferencia sobre la biología molecular de las bacterias no tiene nada que ver con esto, por la audiencia y sobre todo por la temática. En la vida de las bacterias hay poca fiesta; se limitan a alimentarse para crecer y crecer hasta duplicar su tamaño, momento en el que se parten por la mitad, y así generación tras generación. Como consecuencia de esta obsesión por reproducirse, las bacterias patógenas te pueden llegar a matar o, en el caso de las bacterias “buenas”, como las que habitan en nuestro intestino, nos ayudan a hacer la digestión y nos defienden, precisamente de los patógenos. Estas bacterias beneficiosas forman grandes comunidades, con millones de individuos de distintas especies, donde intercambian información aprendiendo unas de otras, lo cual les permite hacerse más fuertes y eficaces. ¿Tiene esto algo que ver con las fiestas? Pues no directamente, pero tiene un fuerte paralelismo con nuestra sociedad. Elche ha crecido muchísimo, y lo ha hecho en oleadas: en los años 60-70, con el desarrollo industrial de la ciudad, se duplicó la población, procedente de otras regiones del país. Más recientemente han llegado a Elche inmigrantes de todas partes del mundo; ahora mismo, el porcentaje de habitantes extranjeros es de algo más del 10%. Estos incrementos súbitos de población ponen a prueba las infraestructuras y servicios municipales, suponiendo un reto para las relaciones en el seno de la comunidad. Sin embargo, los ilicitanos e ilicitanas no solo hemos aceptado esta situación, sino que además somos un ejemplo de convivencia. Esta diversidad nos enriquece como pueblo y nos hace más fuertes, como a las bacterias buenas. Lo que para nosotros es normal, porque somos abiertos y tolerantes, por desgracia no es tan frecuente. Cuando se cambia de país, en busca de trabajo, para sobrevivir, o simplemente para conseguir llevar una vida mejor, resulta complicado integrarse; uno puede llegar a sentirse muy solo, se puede pasar muy mal, es realmente duro sufrir comentarios y actitudes xenófobas. Acoger sin recelo a los forasteros es una de las grandes virtudes de esta ciudad, y su participación en nuestras fiestas es una manera estupenda de reforzar esta integración. Animo a los ilicitanos e ilicitanas más jóvenes a que sigan el ejemplo de tolerancia de sus mayores;

y a los inmigrantes a que se impliquen y disfruten de las fiestas. Cuando oyes gritar “Visca la Maredéu”, con la pronunciación genuina del campo de elche, entremezclada con todo tipo de acentos, eso no tiene precio. He querido empezar a hablar de las Fiestas de Elche refiriéndome a nuestro carácter porque quienes hacen que estas fiestas sean muy especiales somos todos nosotros. Aunque Elche es una ciudad, reconocida como tal desde hace unos 150 años, para mí siempre será un pueblo; eso sí, muy grande. Y lo digo porque a pesar de que ya somos casi un cuarto de millón de habitantes, los valores de la gente de pueblo, que por desgracia se suelen perder en las grandes urbes, aquí se han conservado en su esencia. Me refiero a los aspectos más humanos, a la humildad, la nobleza, esa mirada limpia y sincera, ese sentimiento familiar y el respeto por nuestras tradiciones, el orgullo de sentirnos ilicitanos. Ser pregonero ya me ha brindado la oportunidad de corroborar estos valores, hace tan solo unos días, en una comida organizada por la Asociación de Amigos del Arroz con Costra, con presencia de representantes de los entes festeros, medios de comunicación locales y demás, personas auténticas todas ellas. Estos principios no los podemos perder, pase lo que pase. Lo que antaño fue un pueblo de agricultores, después pasó a ser de alpargateros, y más tarde de zapateros, superando varias crisis del calzado, y adaptándose a los nuevos tiempos diversificando actividades gracias a nuestro carácter emprendedor. Los ilicitanos e ilicitanas somos gente trabajadora, con iniciativa, inconformistas, activos, inquietos, estamos por todas partes. Donde quiera que vayas, ahí ha estado un vecino de Elche, para montar una empresa, para tantear las posibilidades de mercado, o simplemente haciendo turismo. Tiempo atrás, de viaje por EEUU, me dirigía a lo que en el mapa de carreteras parecía ser un núcleo urbano, con la intención de pasar allí la noche. Cuando se suponía que habíamos llegado, no había ni una casa a la vista, solo ranchos y vacas. Buscando por la zona finalmente encontramos un Motel, aislado, cutre y sucio, de esos que uno se pasa la noche esperando que aparezca Freddy Krueger (el asesino de Pesadilla en Elm Street). Aparentemente, el tal Freddy no se había dejado caer por allí, pero cuando a petición de la dueña del Motel nos disponíamos a señalar nuestro lugar de procedencia en un mapa del mundo que tenía colgado en la pared del bar, sobre Elche ya había una chincheta. Elche, no nos engañemos, quizás no reúna la gran cantidad de atractivos que a lo mejor sí tienen otras ciudades turísticas que son un referente para las vacaciones soñadas de todos nosotros. Pero os aseguro que cuando regresas después de una larga temporada fuera, y ves a lo lejos la cúpula de Santa María, te das cuenta de lo mucho que la echabas de menos. Será el sentimiento de hogar, volver a donde te has criado, pero uno no la cambiaría por nada. No cabe duda de que tanto nuestra ciudad como nuestras fiestas son bien conocidas, casi tanto como nuestro inmenso palmeral, o tan famosas como nuestra gran ausente, la Dama d’Elx; dicho sea de paso, no estaría mal que nos volviera a visitar de vez en cuando…, algo así como todos los agostos. ¿Quién sabe? Igual en alguna de estas visitas se queda en casa, en SU CASA, de una vez por todas. Además de la Dama, parece que todo el mundo ha oído hablar del Misteri. Donde vayas te encuentras con gente que ha asistido a alguna representación y te confiesan su admiración. Los comentarios son casi siempre los mismos, “es precioso, tremendamente emotivo. Volvería a verlo, a pesar del calor…”.

No sé de ningún 14 de agosto en el que las cadenas de televisión nacional hayan dejado de hacer mención a la Nit de L’Albá, como mínimo para mostrar la grandiosidad de la Palmera de la Maredéu. Hasta hace no demasiados años, la Nit de L’Albá era además noticia por el enorme número de quemados, debido sobre todo a las carretillas, cosa que afortunadamente ha mejorado. Hay que reconocer que éramos un poco temerarios, tirando carretillas por las calles de la ciudad, y en particular con la guerra entre los habituales de “La Plaza de los Colgaos” y los de La Glorieta. Y nos lanzábamos “a pelo”, sin protección de ningún tipo. Es más, algunos íbamos “to maqueaos” para luego ir a la barraca. Era sorprendente que una mayoría saliera ilesa de aquella locura de fuego

a chorro, y en aquella época llevaban petardo. Lo de la pólvora se lleva en la sangre, ese subidón de adrenalina que uno siente con el característico olor a azufre; es fantástico. Pero también tiene su gracia el “petardazo”, debemos tener algo de masoquistas. Resulta difícil de explicar. De mi niñez, recuerdo con especial cariño las navidades. Lo bien que lo pasábamos en el horno de mi abuela en El Rabal. De las fiestas de agosto recuerdo los mixtos de trueno, las tracas que montábamos envolviéndolos en papel. Era superdivertido, y también supertóxico, un matarratas de lo más eficaz. Menos mal que lo prohibieron enseguida. De mi juventud añoro las interminables partidas de ping-pong y futbolín en El DUM DUM, y para reponer fuerzas, la ensaladilla rusa de la Royal, el bocadillo de atún con aceitunas del Villalobos o los zepelines del Palmeral y la Dama. También recuerdo cuando se inauguró el Nuevo Estadio del Elche CF, con el equipo en 1ª ¡Una pena que durara tan poco! Pero siempre hemos estado ahí, dándole emoción a la liga y manteniendo la ilusión de los aficionados. Pero por alguna razón, probablemente por la intensidad con que se viven, las anécdotas durante las fiestas son las que dejan más huella, empezando por cuando conocí a una chavala a quien, accidentalmente, le hicimos un pequeño quemadito en el vestido haciendo la Roá con los amigos; chavala que terminaría siendo mi mujer. Casualidad o no, aquel mismo año salieron a la calle por primera vez las escuadras de Pobladores. Eran chulísimas, ojalá vuelvan algún día y, sin dejar de lado los irremplazables actos culturales que llevan a cabo actualmente, lleguen a rivalizar con los desfiles de Moros y Cristianos, que difícil lo tienen, porque nuestros Moros y Cristianos son espectaculares, resultado de un trabajo bien hecho, por gente que disfruta haciéndolo, y eso se nota. Ya solo me queda hablar una vez más de “la noche mágica”. Cómo se disfrutan las cenas en la terraza durante la Nit de L’Albá, con la familia y los amigos; el conejo frito, el bacalao con tomate, los caracoles con cominos, viendo los fuegos artificiales. Y después de la Palmera de la Maredéu, una rebanada de sandía y a cantar canciones tradicionales de Elche. Todos con muy buena intención, aunque con distinto resultado: los que cuentan con buena voz y buen oído, entonando de maravilla, y los que cantamos como los grillos, pues no. Estas canciones son parte importante de la historia de nuestra ciudad, emotivas unas y divertidas, incluso “picaronas”, otras. Es asombroso como dejan una huella imborrable en lo más profundo de nuestra mente. Sin ir más lejos, mi madre, que ya no se acuerda de nadie, es capaz de cantártelas una detrás de otra, dándole el tono y el énfasis que corresponde a cada estrofa, ¡es alucinante! Tenemos unas fiestas únicas y “para todos los públicos”. Os animo a que dejéis “la play” y similares, que salgáis a la calle, os olvidéis de los móviles por unos días. Hablad con la gente, escuchad a los más viejos del lugar, tienen historias muy bonitas que contaros, aprovechad su sabiduría, la sabiduría popular y la experiencia que da la vida. Daos un merecido homenaje y disfrutad de todas las posibilidades que os ofrecen estas fiestas, que no serían posibles sin la participación y el compromiso de mucha gente, integrantes de las Comisiones Festeras de los barrios de la ciudad y las partidas rurales, de las Casas Regionales de Andalucía y Aragón, los Moros y Cristianos, los Pobladores, la familia del Misteri, las personas que hacen posible la Nit de L’Albá, y sobre todo, el Pueblo de Elche. Inundad las calles, pasadlo bien haciendo lo que más os apetezca. Al fin y al cabo, como dice la canción, “la vida es nuestra, y la vivimos como queremos”.

¡Vivan las Fiestas de Elche! ¡Visca la Maredéu de la Asumpció! ¡Visca el Poble d’Elx!

Francisco J. Martínez Mojica

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