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Casco histórico
El casco histórico alberga el encanto y la esencia de una ciudad que ha visto pasar durante su Historia a multitud de pueblos y culturas. Callejear por las calles vetustas, caminar con el poso del tiempo entre los rincones, es una experiencia alentadora e inspiradora.
La plaza y calle Mayor han sido el corazón de Guadalajara desde la reconquista de la ciudad en el año 1085, donde se emplazaron aquí las Casas del Concejo.
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El frontal del actual Ayuntamiento fue erigido en 1906 según el diseño de José Soler Onrubia, en el que llama la atención la torre del reloj y el campanario de hierro forjado. En su interior es posible admirar escudos y ornamentos de la fachada original del siglo XVI.
De la plaza parte la calle Mayor, hasta la plaza de Santo Domingo. En esta vía se alzan los edificios más emblemáticos de la arquitectura historicista de principios del siglo XX. En uno de los lados de esta plaza, se levanta el grupo escultórico erigido al conde de Romanones, como
muestra de agradecimiento de las asociaciones de maestros a don Álvaro de Figueroa, quien promovió que los sueldos de los docentes de las Escuelas Públicas y sus gastos se incorporasen a los Presupuestos del Estado. Una vez atravesada la esencia de la urbe, el visitante puede orientar sus pasos hacia dos lugares: los hermosos parques de la Concordia y San Roque, que esconden al final de su recorrido uno de los conjuntos arquitectónicos más bellos de Guadalajara, la Fundación de la duquesa de Sevillano y su panteón. La segunda ruta es bajar por la Carrera hasta enlazar con el Eje Cultural, travesía de gran amplitud donde se concentran los edificios histórico-artísticos más importantes de la ciudad.