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SALUDA DEL ALCALDE
Queridas vecinas, queridos vecinos:
Termina 2018 y tengo una sensación personal de que la vida transcurre demasiado deprisa. Estaba convencido de que conforme fueran pasando los años y la edad avanzase, la velocidad de los días ralentizaría su paso. Pero es todo lo contrario. Las semanas nos sobrevuelan a una velocidad de vértigo y hoy echamos en falta, en este balance particular, a quienes en el transcurso de este año nos han dejado. Vaya para todos ellos y ellas mi reconocimiento y mi recuerdo.
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Termina 2018 y ya se vislumbra en el horizonte el resplandor del nuevo año, que va a ser muy intenso en lo político e imprevisible en lo personal (recuerdo que comencé el 2018 con una operación de apendicitis inesperada). Tengo el convencimiento de que todo lo que nos ha de venir va a ser maravilloso para La Solana. Es una sensación interior que me anima a compartirla con mis vecinas y vecinos.
La actitud es importante en nuestras vidas. Sabemos que en el trayecto habrá dificultades, requiebros en el camino con los que no contábamos, pero tengo la experiencia de que cuando avanzamos todos juntos, sin permitir como sociedad que nadie quede atrás, seremos capaces de sobreponernos a todas las adversidades. Afrontar cada día con la ilusión de lo que ese día nos ofrece, con la esperanza en procurar propiciar la convivencia con los demás, con las manos tendidas al encuentro de quienes nos necesitan. Y una sonrisa siempre en los labios. Quien sonríe contagia su sonrisa con las personas con las que se cruza o se relaciona. Necesitamos actitudes positivas que irradien esperanza de unas personas a otras.
Y soy consciente del clima político y social que se vive en nuestro país. Por supuesto. Pero me niego rotundamente a que las palabras que pretendo compartir con vosotros y vosotras sean palabra de desesperanza, de crispación, de ruptura y de separación. Tengo la obligación y el compromiso de trasladaros toda la fuerza que me aportáis. Propiciar la convivencia es una necesidad en la que siempre pongo todo mi empeño. Y no entiendo mi vida si no es en el encuentro de los unos con los otros.
Estoy enamorado de nuestro querido pueblo. Creo que vivimos en uno de los espacios más maravillosos del mundo ¡Claro que tenemos problemas que resolver! Pero si los intentamos resolver juntos será mucho más sencillo. E, incluso, habrá problemas que no seamos capaces de resolver nunca. Y no podemos obviar que todos y cada uno de nosotros tiene un compromiso con los demás. En esta cadena indisoluble que es La Solana nadie puede hacer dejación de su responsabilidad.
La Navidad siempre ha sido un tiempo especial en mi interior. El corazón se me sobresalta y emociona con la historia de un Niño en un portal de Belén. Ese Niño conocía Su destino y jamás renunció a él. Venía al mundo a propiciar un nuevo tiempo de esperanza, de amor y de encuentro. Venía al mundo a sacrificarse por todos nosotros, a redimirnos, a aportarnos luz después de la oscuridad.
Es ese espíritu solidario, inclusivo, integrador, desprendido y generoso, el que reclamo para todos y cada uno de nosotros.
No voy a hablar de política, ni de balance, ni de gestión, ni de proyectos. Quiero continuar hablando de nosotros, de nuestro compromiso, de nuestra actitud, del papel de cada cual en un esquema social que nos relaciona. Del sentido de nuestra existencia si no la entendemos en convivencia y en connivencia con los demás.
La futilidad de la vida nos va moldeando en el camino. El cambio está presente desde el primer instante en el que nuestros ojos ven la luz. Nada permanece inmutable ni un solo instante. Y así es como vamos haciéndonos nosotros en la distancia del horizonte, buscando el sentido que nos permita caminar cada alborada.
Una Madre sostiene un Niño entre Sus brazos. Y todos los niños del mundo sonríen al unísono. Nevaba sobre el lecho de los campos y un manto blanco, como la luz más hermosa, cubría de esperanza nuestros sueños. Mis ojos encendidos recuerdan en estos días a mi madre, supongo que como muchos de vosotros. Aquella madre que nos sostuvo entre sus brazos regresa cada Navidad a nuestro encuentro. Y todos volvemos a ser niños y niñas, anhelantes del olor de la piel que siempre llevamos dentro.
Un abrazo
Luis Díaz-Cacho Campillo
Alcalde de La Solana