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Colaboraciones

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Fotos de Antaño

Fotos de Antaño

Mi 23-F

En febrero de 1981 me encontraba en Madrid cursando 2º de Geografía e Historia. Pocos días antes del 23F, paseando por la Gran Vía, me entrevistaron fortuitamente para un programa musical que se emitía en televisión. Me preguntaron sobre la música entonces de moda, el pop de la “movida”. Recuerdo contestar que no me gustaba la superficialidad de sus letras adormecedoras del carácter rebelde que la juventud debía tener. Por aquellos tiempos yo era más de los cantautores “cansinos” con sus letras cargadas de compromiso social.

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La anécdota sirve para comprender el contexto de aquella España que iba saliendo de la lucha antifranquista de los setenta y adentrándose en una sociedad más moderna, donde los valores de la joven democracia iban implantándose con rapidez pero con constantes sobresaltos que mostraban un viejo mundo que se resistía a morir. Efectivamente, el frustrado golpe de estado del 23F, visto desde ahora, fue poco más que un latigazo del viejo régimen, que aún coleaba en ciertas instituciones y estructuras del Estado.

Aquellos primeros años de estudiante en Madrid vivía en una residencia de estudiantes en el barrio de Malasaña, foco de la llamada “movida madrileña”. Ese lunes por la tarde me encontraba en la habitación con compañeros cuando entró alguien muy nervioso indicando que “algo gordo” había pasado, que pusiéramos la radio. Pronto comenzaron a correr las noticias del asalto al Congreso y todo el mundo regresó inmediatamente de la universidad, o de la calle, para recogernos en grupos alrededor de los transistores. La larga tarde, noche y madrugada fue llamada posteriormente “la noche de los transistores”. Las noticias que se emitían de los diferentes acontecimientos en Valencia, El Goloso, etc., eran confusas y no fue hasta la aparición del rey en televisión cuando, como todo el mundo, comenzamos a sentir más tranquilidad y pudimos dormir un poco. No tengo la sensación de haber pasado miedo, pero sí de sentir la amarga tristeza de que una vez más se frustraba en nuestra historia la posibilidad de vivir en libertad.

Al día siguiente, cuando las cosas estaban prácticamente resueltas, unos cuantos amigos nos fuimos a las inmediaciones del Congreso, completamente rodeado de policías, pero que permitían pequeñas concentraciones. Nos dedicamos a jalear y aplaudir a algunos diputados que salían, agotados y somnolientos, para dirigirse a sus hoteles o casas. Saludamos con afecto a Juan Mari Bandrés, diputado vasco de Euskadiko Ezquerra, muy popular en aquel momento por representar un nacionalismo vasco de izquierdas, demócrata y mediador, para propiciar el fin de la violencia de ETA.

El final feliz de esta historia terminó el día 27, cuando junto a cientos de miles de ciudadanos nos congregamos en la mayor manifestación de nuestra historia. Resultaba emocionante ver pasar a los distintos líderes políticos y sindicales encabezando la marcha entre el clamor y el aplauso general, todos unidos poniendo en valor un sistema democrático al que muchos aún no habíamos valorado suficientemente, pero que, con sus defectos, era el único medio para conseguir por fin la convivencia en paz y libertad. Curiosamente, la principal consecuencia del golpe fue la definitiva aceptación por la mayor parte de la población y la consolidación plena del sistema democrático, justo lo contrario de lo pretendido por los golpistas.

Post scriptum: no cundieron aquella noche las muestras de heroísmo. Por ello, quiero resaltar a tres personas que simbolizaron en el Congreso la fuerza de la democracia: el presidente Suárez, el ministro Gutiérrez Mellado y líder de los comunistas, Santiago Carrillo. Para comprender aquellos hechos, y especialmente la actitud de estos tres hombres, sugiero la lectura del libro de Javier Cercas, “Anatomía de un instante”.

Gregorio Arroyo fue uno de los solaneros que vivió el 23-F de cerca.

Gregorio Arroyo Salcedo

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