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Las Cabezadas

Lucas de Tuy registra que en el año 1158 una gran sequía azotaba León. El pueblo organizó una rogativa a San Isidoro, Doctor Hispaniae, sabio y santo, y el milagro se consumó: llovió copiosamente durante la procesión de sus reliquias. En agradecimiento, los gobernantes de la ciudad acudieron “voluntariamente” a la Real Colegiata de San Isidoro para entregar en ofrenda un cirio de una arroba y dos hachas de cera. El Abad y Cabildo los aceptaron, aunque lo consideraron de carácter obligatorio, o de foro. Así se desató un pleito interminable cada último domingo de abril, una batalla dialéctica entre el Alcalde y el Abad, destinada a culminar en tablas: cada una de las partes hace constar en sus actas la “ofrenda voluntaria” o el “foro obligatorio”, y la fiesta continúa en paz. La despedida del Ayuntamiento y el Cabildo es el momento más pintoresco de la fiesta y razón por la que se la conoce como “Las Cabezadas”. Canónigos y concejales se hacen reverencias, doblándose casi en ángulo recto hasta tres veces, en un ademán que arranca las risas y los aplausos del público.

Lucas de Tuy records that in 1158 a great drought struck León. The people organized a prayer to San Isidoro, Doctor Hispaniae, a wise and holy man, and the miracle was consummated: it rained heavily during the procession of his relics. In gratitude, the rulers of the city went “voluntarily” to the Real Colegiata de San Isidoro to offer a one arroba candle of one arroba and two wax axes as a gift. The Abbot and the Town Council accepted them, although they considered it of obligatory character, or forum. Thus an interminable struggle was launched every last Sunday in April, a dialectical battle between the Mayor and the Abbot, destined to culminate in tie: Each party records the “voluntary offering” or the “mandatory forum” in its minutes, and the party continues in peace. The farewell of the Town Hall and the Abbot is the most picturesque moment of the party and reason why it is known as “The Cabezadas” (The Head Butts). Both the Abbot and the councilmen bow down, folding almost at right angles up to three times, in a gesture that elicits the public’s laughter and applause.

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